"There's nights when I mostly just feel like a thief, with a prized possession, a gleeful belief. That love's both a joke and a serious matter. You don't quite know your muse, but you know when you've had her. When I first saw you face yeah, It hurt you to smile. Your lips tasted like tears, I could kiss them for miles. On a midnight train… May it never arrive. Baby our love song must survive."
Infamous love song — Over the rhine.
En voz baja
Capítulo IX
Guerrero Derrotado
¿Cómo no repetirse mentalmente una y otra vez esos tiernos besos?
Incluso los que le dio a su frente con tanta devoción, le llenaban el alma de calor. Definitivamente era la primera vez que un beso le erizaba cada fibra, y que al mismo tiempo le transmitía tanta calma. Tal vez si hubiera tenido la oportunidad de prolongar esos minutos frente al sofá, lo hubiera hecho por horas.
¿Cómo se suponía que cumpliera la promesa de dormir un poco más? Era imposible si sabía que él estaba allí, recostado del otro lado de la puerta. Ella era impaciente, errática, tenía que tener una respuesta en ese mismísimo instante. No se iba a quedar acostada, dando vueltas por horas en esa cama hasta conciliar el sueño, renegando de las horas que faltaban para tener otro momento a solas y hablar de aquello sin más tapujos.
Bra se incorporó sobre la cama y se preguntó si él seguiría dormido. En el sofá él rascaba su frente, ¿qué estaba haciendo? Parecía que la misma pregunta aparecía una y otra vez en su mente, a veces desgarradora, lo torturaba, lo hacía esbozar una sonrisa torcida, lo hacía suspirar y pensar en ella y allí otra vez, se le llenaba el pecho de una sensación nueva que entorpecía sus pensamientos. Se nublaba su juicio.
La puerta del cuarto de Trunks se abrió con timidez, evidenciada por el rechinido de las viejas bisagras oxidadas.
Trunks alzó la mirada sobre su frente y la vio apoyada contra la puerta, aún en pijama y con una expresión tímida.
— ¿No vas a dormir? —le preguntó él tomando asiento.
Ella se acercó hasta sentarse a su lado y aunque la penumbra de la habitación le robaba buena parte del rostro de Bra, la notó sonrojada. Tenía los cabellos revueltos, que al cabo de unos segundos de silencio acomodó detrás de su oreja. Entonces vio como en sus labios se dibujaba una pequeña sonrisa. Por alguna razón ella tardó en mirarlo, pero cuando lo hizo finalmente, Trunks se quedó sin aliento. Lentamente ella se acercó a sus labios y él, paralizado, entrecerró la mirada dándole pie a continuar con lo que ella estaba pensando hacer.
Lo besó suavemente y soltó un suspiro de alivio. No se podía ver en su expresión pero estaba aterrada de volverlo a sentir distante, de que en ese tiempo que había estado separados —por muy minúsculo que fuera—, la razón entrara en él y le hiciera recobrar la cordura.
Bra sintió la mano de Trunks junto a ella y mientras lo besaba, la tomó con fuerza. Él podía sentir la desesperación en el agarre de sus manos y al mismo tiempo el miedo en sus suaves besos. Entonces apoyó su frente en la de ella y la miró.
Estaba enamorado de esa jovencita. No había otra forma de explicar por qué se le escapaba el corazón del pecho si no era amor. Aunque nunca antes lo había sentido de esa manera.
— No quiero ir a dormir, quiero quedarme contigo. Nadie lo sabrá, volveremos al amanecer, antes de que tu mamá despierte.
— Eres un caso… ¿no estás cansada? —le preguntó sin contener la sonrisa.
— Nunca tuve tantas ganas de no dormir —contestó y soltó una minúscula risa que logró sonrojarlo.
No deberían, pensaron ambos. Pero se sentía como si una fuerza que fuera más allá de la cordura se hubiera hecho con sus cuerpos y sin reprochárselo mucho salieron por la puerta delantera sin hacer demasiado ruido.
Ella se abrochó el abrigo y lo vio a él hacer lo mismo, miraron ambos a cada esquina de la calle y no había rastro, ni sonido que evidenciara la presencia de algún curioso. Sus alientos se dibujaban como nubes frente a sus narices y las luces de las calles —tan viejas que Trunks jamás había visto que las cambiaran—, titilaban de vez en cuando dejándolos a merced de la luz de la luna.
Bra se giró y lo miró, regocijada. Tal y como había dicho Bulma la tarde anterior sobre lo que sentía por Vegeta, ella también quería disfrutar de él hasta el último instante que fuera posible, hasta que la vida le dijera que ya era suficiente. Él bajó la mirada y se encontró con su expectante sonrisa y se sintió desarmado. Ella le tomó la mano una vez más con mayor seguridad; era la primera vez que Trunks tomaba la mano de una mujer de aquel modo, y aunque guardaba sus dudas, la tomó con firmeza.
Él levantó los pies de la tierra y la invitó con una sonrisa tímida a acompañarlo y por primera vez sintió que podía ir a cualquier parte del mundo y estaría bien. Podían llegar a cualquier rincón del planeta, no importaba la distancia. El rostro de Bra se llenó de euforia, a tal grado que quería pellizcarse para comprobar que todo eso era real.
— Estamos locos. —pensó ella con alegría. Tenían que estar locos para estar haciendo lo que estaban haciendo. Para escapar en medio de la noche a un lugar lejano donde pudieran pretender que no eran Trunks y Bra. Donde pudieran ser nada más que dos almas que se enamoraron al conocerse.
Él pensaba, mientras la llevaba volando, tomada de mano, en todos los lugares hermosos que él conocía y esperaba que jamás fueran afectados por la mano de nadie más que de la misma naturaleza. En cuál de todos esos preciosos y eternos sitios podría compartir unas horas con ella, cuál sería más de su agrado. Finalmente eligió "el bosque rosa", que es como solía llamarle a un amplio bosque de cerezos que florecía para esas fechas. Bra se sonrió ante el contraste entre el rosa suave que colgada de los árboles y el verde intenso del césped bajo sus pies. El rostro maravillado de Bra hizo que Trunks agachara la cabeza, satisfecho de haber elegido bien. Ella caminó a paso lento por el borde del lago que el bosque rodeaba, y vislumbró a pocos metros un puente incompleto y cubierto de moho y varias flores. Entonces se giró y lo miró, todavía se rascaba la nuca y miraba las hojas rosas regadas en el suelo sin saber qué debía decir. Y realmente ella tampoco sabía qué.
Tal vez hablar estaba demás entre ellos dos, porque poner en palabras lo que estaba sucediendo sólo haría que ese intachable guerrero se diera media vuelta y volviera por donde vino.
— Mejor así —pensó ella. Así, sin cordura, sin razón, sin motivos más que lo que sus cuerpos pedían.
Se acercó a él otra vez y con una amplia sonrisa tomó de su mano y la sintió suya. Simplemente se pertenecían.
— ¿Cómo conociste este lugar?
— Después de la muerte de Gohan viajé mucho —contestó y Bra lo observó de soslayo. No parecía herido al pronunciar esas palabras aunque le doliera tanto a ella escucharlas—. A veces buscando a los androides, a veces escapando de ellos. Otras sólo porque necesitaba estar solo.
— ¿Y qué hacías?, ¿sólo caminabas?
— Generalmente me recostaba a mirar las estrellas. Me preguntaba cosas…
— ¿Alguna vez te respondiste algo?
Él soltó una risa, después de tantos años recordar las cosas que le preguntaba a las estrellas en su adolescencia lo hacían avergonzar. Volvió a rascarse la nuca y la miró con pena.
— Creo que lo único que lograba era encontrar un poco de paz. Rezaba cada vez que me marchaba, porque los androides no encontraran este lugar.
— Quizás alguien lo cuidaba por ti cada vez que te marchabas —dijo Bra y se sentó en el suelo, arrastrando con ella la mano de él para que la acompañara. Una vez que lo vio sentado se recostó sobre el frondoso colchón verde que tenían bajo sus pies—. Creo que nunca he rezado por nada —agregó mirando las estrellas—, pero rezaría porque esto no se termine —pensó girándose a mirar sus ojos celestes.
Trunks se sonrió al encontrarse con su ansiosa mirada. Se dio cuenta entonces que ese era uno de los pocos momentos en los que había sido capaz de sostenerle la mirada sin bajarla por la timidez. Se encontró con la extraña seguridad de que todo estaba bien tal y como estaba. Así, recostados en la oscuridad, con las manos entrelazadas y las miradas conectadas. Simplemente había dejado de pensar desde el momento en el que ella lo había vuelto a besar a media noche.
— Quiero que tengas algo mío —le dijo Bra y se sacó el anillo que traía en el pulgar—. Quizás este te quede —dijo esperanzada y se lo probó dedo por dedo, pero ninguno llegaba al final.
— Compraremos unos —salió de la boca de él sin pensárselo ni un instante.
— ¿De verdad? —preguntó ella y él asintió—, entonces los usaremos en este dedo —agregó señalando su anular.
— ¿Es el de matrimonio?
— El de la derecha es de compromiso…
— Ah… —suspiró él e irremediablemente se preguntó cuánto podría durar todo aquello.
Bra se acomodó sobre un codo y lo miró preocupada, preguntándose qué estaría pasando por esa escrupulosa mente.
— ¿No quieres?
La mirada aterrada de Bra le quitaba las palabras. No podía preguntarle a ella cuánto duraría, tal vez era la primera vez en la soledad de aquel bosque en la que no podía decir en voz alta las preguntas que en su mente se formulaban.
— No es eso, Bra.
Ella sabía lo que era. No era necesario rebuscar mucho para comprender que Trunks siempre llegaría a un punto de conflicto en el que le costara avanzar, si es que estaría dispuesto a hacerlo. Tal vez la única arma que tenía de su lado para hacerlo olvidar todos los motivos que tenía para marcharse, eran sus besos. Así que se inclinó sobre él y lo tomó del mentón.
Acarició sus labios fríos con los suyos, tan suavemente que apenas sentían que se rozaban sus propias respiraciones. Instintivamente él abrazó su cintura y ella dejó salir una sonrisa satisfecha. Y justo cuando él estaba listo para disculparse por su atrevimiento ella lo beso con impaciencia. Deslizó su mano por la definida línea de su mandíbula hasta su cuello, acarició los suaves cabellos de su nuca y descansó sobre su pecho. Allí pudo sentir el frenético sonido de su corazón y se volvió a sonreír. No tardó en volver a su nuca y a arrastrarlo entre besos a ponerse sobre ella.
Trunks se vio algo reticente a la silenciosa invitación. Pero no fue hasta que abrió los ojos y la vio sonrojada y agitada, con los ojos entrecerrados y los labios hinchados, que no pudo contenerse y se colocó sobre ella para seguirla besando. Bra se abrazó de su espalda y le corrió el cabello para que no interrumpiera sus besos.
Repentinamente Bra se adueñó del labio inferior de él, mordiéndolo suavemente y él se quedó totalmente quieto y la miró a los ojos. Entonces ella lo soltó y él se adueñó de sus labios una vez más, con una pasión que jamás había experimentado antes. Y lentamente Bra besó sus mejillas hasta llegar traviesamente a su cuello y lo sintió contenerse y soltar bufidos. Hasta que finalmente, en un segundo, él se hincó sobre sus rodillas.
— No podemos… —soltó inmediatamente.
Bra se levantó lentamente hasta quedar frente al perturbado guerrero. Con cautela tomó su cincelado rostro entre ambas manos, rozó su nariz contra la suya y acarició su barbilla. Y volvió a besarlo con gentileza. Y aunque se sonreía imitando un estado de calma y confianza, por dentro estaba aterrada. Aterrada de verlo huir de ella, de que se le escapara de entre las manos y que no volviera. Pero no temía que si le demostrara la inseguridad que acarreaba, él terminaría todo en ese maldito instante. Así que acarició su mandíbula por debajo de lóbulo de su oreja y se decidió a convencerlo a base de sus besos más sinceros.
Era más fuerte que él mismo, había algo en Bra que le quitaba todo el resto del pensamiento. Que lo desarmaba de razón. No había lugar en su mente para lo que era correcto, para el deber, no había espacio para nada cuando ella lo besaba. Y ella lo sabía. Se había vuelto evidente que cuando una pizca de cordura se hiciera con la cabeza de Trunks, ella volvería a llevarlo a la locura otra vez. Y en ese momento, cuando no se oía nada más que el sonido de las hojas de los árboles acariciándose las unas a las otras, y como el agua del lago ondeaba en la dirección de la brisa; se preguntó si realmente importaba alguna otra cosa además de ese instante y Bra.
No había nada que se comprará con la sensación que ella le brindaba, con la sonrisa suave que se le dibujaba de sólo mirarla y la paz que le daba el sentir sus manos recorriéndolo. ¿Por qué tendría que tener miedo? Si todo se sentía tan natural, si todo era normal allí, estando los dos solos y juntos.
— No me rechaces —le pidió ella, acomodando sus largos cabellos casi grises detrás de su oreja.
Entonces la abrazó como jamás había abrazado a nadie en su vida. Había dado abrazos desesperados, intensos, había sujetado a otros con mucha fuerza con la sola idea en mente de que todo estaría bien. Pero este abrazo fue diferente. Cuando la tomó entre sus amplios brazos la tomó como si se tratase de la más delicada de las muñecas de porcelana. Acomodó su rostro en el arco que se formaba entre su cuello y hombro y respiró su aroma. Ella, como si supiera que sus cuerpos estaban hechos para tomarse de ese modo, apoyó su rostro contra el de él y acarició su espalda como si estuviera herido.
— Lo siento… —le dijo ella.
— No lo sientas, Bra. Yo soy quien debe sentirlo.
De pronto esa expresión, que aunque había sido expresada con una voz dulce y reconfortante, le irritó.
— ¿Por qué quieres asumir la culpa de todo? No es necesario que seas el mártir de cada cosa que suceda en el mundo —le cuestionó alejándose unos centímetros de él para poder mirarlo directamente a los ojos.
— No es lo que intento —rio avergonzado, rascando su nuca.
— Entonces no lo hagas, en todo caso ambos tomaremos responsabilidad de esto. Si algo llegara a suceder.
Bra se lamentó al instante en el que aquellas palabras salieron de su boca. Tal vez serían un puntapié para él y sus remordimientos. Y lo vio reflejado en su mirada. La culpa comenzaba a crepitar dentro de él y el pánico en ella.
— ¡No! —le dijo con firmeza tomando su rostro con ambas manos una vez más—. Lo que sea que estés pensando, olvídalo, no va a pasar. Será nuestro secreto, yo no diré nada a nadie, y aprovecharemos cada minuto que tengamos a solas, nadie lo sabrá. Te lo prometo. Ahora olvídalo, no te preocupes, todo estará bien. Ni siquiera tienes que explicármelo, no tienes que decir nada.
Aunque Bra no estaba segura de que sus palabras surtieran algún efecto —por muy desesperadas y sinceras que fueran—, vio cómo lentamente se curvaban los labios del guerrero en una frágil sonrisa de lado. Lo miró a los ojos, parecía deleitado.
Él mismo estaba asombrado del poder que crecía en ella. Los brazos que vigorosamente lo apartaron de ella minutos atrás ahora la rodeaban sin fuerza. No había poder en él que pudiera resistirse a sus suplicas, a su dulzura. Y él no entendía cómo era posible que las palabras de una mujer tan joven pudieran hacer que se doblegara de esa manera incluso ante sus propios principios.
— Me haces sentir débil —confesó aún sonriente—, jamás me sentí así de débil.
Ella se sonrojó y bajó la mirada, ligeramente apenada. Jamás había percibido tanta sinceridad en los labios de otro. Cuando por fin pudo vencer a la pena, regresó su mirada a la de él.
— Debes prometerme que no cambiarás de opinión.
— Sabes que no puedo hacerte esa promesa… Me gustaría poder decirte con seguridad que todo estará bien, pero creo que ambos sabemos que no será así.
¿Entonces por qué la miraba de esa manera?, ¿por qué la abrazaba con una delicadeza que la hacía sentir frágil e ingenua?
— Me encargaré de convencerte de que sí, cada vez que lo dudes.
— De eso sí, no tengo dudas —contestó con una sonrisa más amplia y ella lo abrazó con fuerza.
Estaba derrotado. Por primera vez en su vida sentía que lo habían derrotado en una batalla en la que jamás se levantaría ningún puño. Y por extraño que pareciera, sentía una inmensa paz al respecto. No habían dicho demasiado, pero al mismo tiempo todo estaba dicho. No había más por agregar y aunque ninguno de los dos sabía con exactitud en dónde estaban parados, se sentían ligeramente seguros de estar en el mismo lugar.
— Seremos cuidadosos y todo irá bien —dijo ella y acarició su frente, marcada de guerra y desesperanza—, así que deja de preocuparte —continuó y volvió a hacerse con sus labios.
Bra le pidió que volviera a acostarse a su lado y así jugó con sus manos entre las suyas. Y él la observó maravillado por las pequeñas cosas que hacía y podían hacerlo sentir tan completo. Le contó que una vez había decidido pintarse el cabello de rubio pero los amigos de su mamá le hicieron tantos comentarios sobre super saiyajines que decidió volver a su verde azulado natural. Luego le comentó sobre la vez en que chocó una de las naves de su mamá contra otras tres, dentro del estacionamiento de Corporación Capsula y su mamá tuvo que pagar los daños por los vehículos de sus empleados. Trunks se rió al escucharla contar sobre la vez en que Vegeta y ella discutieron por un cachorro mal educado que había decidido adoptar y a la primera noche se orinó sobre su traje de entrenamiento, fue el mismo día en que aprendió a usar la lavadora automática y entregó al cachorro en adopción ya que aparentemente, lo descuidaba demasiado.
Trunks le contó a Bra sobre un viejo monje que conoció en uno de sus viajes, luego de la muerte de Gohan, con quien perfeccionó la meditación que su maestro había intentado enseñarle muchas veces. Le dijo que suponía que el señor Piccolo se la había enseñado a él y lamentaba no haber podido aprender a llegar a ese estado mental antes del fallecimiento de su maestro. Luego le dijo que al cabo de unos años, al volver a pasear por esas frías montañas en las que el monje vivía, lo encontró muerto en una vieja silla, había fallecido en un sueño. Pero aunque las historias de Trunks sonaban por lo general bastante tristes, esta lo atrapó con una expresión tranquila, entre tanta miseria, un anciano que moría de avanzada edad, en un sitio tranquilo y apartado de todo mal, era un milagro. De los que a él le gustaba apreciar.
Antes de darse cuenta el cielo se había pintado de acuarelas rosas y anaranjadas acompañando a los primeros rayos de la mañana.
En el rostro de Trunks se dibujaban débilmente un par de ojeras que hicieron reír a Bra. Ella le acomodó el cabello y cerró de forma meticulosa su chaqueta, intentó sostener el largo cabello de él pero era tan lacio, fino y suave que siempre terminaba perdiendo unos mechones junto a sus orejas. Él acarició sus frías y sonrojadas mejillas con el reverso de su mano y le besó la frente otra vez. Se tomaron de la mano y regresaron a Corporación Capsula.
Bra se dio cuenta a pocos kilómetros que Trunks la sostenía con más fuerza que antes, imaginó que anticipaba tener que soltarla y ninguno de los dos lo encontraba agradable.
— Puedes soltarme —le dijo antes de que tuviera que hacerlo—, y nadie nos verá.
Él se giró sorprendido y aunque un escalofrío le pidió que no hiciera caso, sabía que era lo que debían hacer y luego estrecharle la mano por última vez, la soltó. Su semblante cambió inmediatamente y no se volvió otra vez a su rostro. Bra se lamentaba por esos futuros momentos en los que debieran desconectarse y estaba segura de que la mente de Trunks y sus escrúpulos destruirían todo lo que ella se estaba encargando de construir para los dos. Ya podía escuchar en su mente comentarios inoportunos de Bulma que lo hicieran recapacitar, ya que sin saberlo, ella era una experta en eso.
Al llegar a Capsule Corp., Trunks tuvo especial cuidado al introducir la llave en la cerradura, pero aun así le pareció estar golpeándola con un martillo, ya que a esa hora de la madrugada, ni siquiera el rechinido de los grillos estaba presente. Bra entró a hurtadillas en su dormitorio y se vistió por segunda vez la camiseta de Trunks y se metió en la cama. Estaba tan ridículamente cansada que ni siquiera tuvo tiempo de repasar la noche y se quedó dormida al instante en que su cabeza tocó la almohada. El guerrero en cambio se sentó dubitativo en el sofá, con las manos apoyadas sobre sus rodillas comenzó a recapitular.
¿¡Qué diablos estaba haciendo!? Bastaba un minuto alejado de la gentil seducción de Bra para cuesitonarse cada minuto, pero parecía caer en un hechizo cuando ella le sonreía. ¿Así de inoperante se vuelve un hombre enamorado?, se preguntó y acarició su frente. Sin embargo no había vuelta atrás, ya no. El camino de vuelta se había desdibujado hacía mucho tiempo, al parecer. Se había comprometido incluso a usar un anillo que lo uniera a ella, y a pesar de que sintió resucitar el calor de su pecho al pensarlo, se apagó al escuchar los pasos de Bulma bajar las escaleras.
— Qué madrugador estás últimamente, hijo —lo saludo la científica entre bostezos y al pasar frente a él notó algo nuevo.
Un escalofrío recorrió la espalda de Trunks cuando ella se acercó con una mirada acusadora. Entonces se colocó frente a él y se agachó quedando a la altura de su rostro.
— ¿Qué… —murmuró él y ella lo tomó del mentón con determinación.
— Debes dejar de trabajar tanto, mira tu hermoso rostro, tienes ojeras. ¿O es que estás preocupado por algo?
Bulma podía ser distraída, podía encerrarse en su laboratorio por días y al salir, cómo si pudiera leer la mente, sabía si él había comido lo suficiente o trabajado demasiado, si había dormido o si algo le perturbaba el pensamiento.
Trunks forzó una sonrisa, sabía que Bra debía estar durmiendo en ese mismo instante y si existía algo que lo empujaba siempre a continuar, era su afán por proteger a los demás. Era la primera vez en que se veía obligado a hacerlo a base de mentiras, pero ¿qué pasaría si Bulma lo supiera? ¿La echaría de casa?, ¿le gritaría?, ¿cómo la defendería de la fiera que podía llegar a ser su madre?, ¿qué pensaría ella de él? Y si todo se desatara de forma desastroza, ¿sería él capaz de darle la espalda a su propia madre por Bra?
— No pude dormir mucho, eso es todo.
Bulma se cruzó de brazos y en su rostro se reflejó una penetrante preocupación que lo hizo removerse en su asiento por el remordimiento.
— Tenemos que terminar las otras habitaciones, no deberías seguir durmiendo en el sofá. Hoy mismo iremos a comprar todo lo necesario y empezaremos. No creo que falte mucho tiempo para que Bra regrese a su casa y recuperes tu habitación, pero de todas formas es algo que debemos terminar.
Él asintió con el corazón presionado dentro del pecho, esbozó una sonrisa cansada y lo imaginó todo. ¿Y si no la volvía a ver? Tal vez tenía razón al decirle que debían aprovechar todo minuto que tuvieran a solas. Quizás ella ya tendría en mente que no quedaba mucho tiempo y era eso exactamente a lo que se refería. Quizás era lo mejor, que se marchara lejos a un lugar inalcanzable. Tal vez debía destruir la máquina del tiempo luego de devolverla a su hogar y así cerrar definitivamente esa prohibida puerta que los unía y separaba a la vez.
— Hay algo que no me estás contando —agregó Bulma y él se giró a su rostro con sorpresa—. No eres tan diferente de tu padre —le dijo ladeando una sonrisa—. Está bien, no tienes que decirme nada, pero sabes que puedes contarme cualquier cosa.
— Lo sé —contestó simulando controlar su incomodidad.
Al parecer tenía un rostro muy fácil de leer, así que trató de apartar de sus pensamientos a Bra y compartió el desayuno con su madre. Le aconsejó no despertar a la más joven, que seguramente estaba hecha un manojo de cabellos y sábanas. Juntos hicieron una lista de materiales y al terminar Trunks apartó unas tostadas y un vaso de jugo en caso de que Bra despertara con hambre. Bulma liberó su agenda sólo para realizar las compras junto con su hijo y de inmediato lo subió a su nave. Trunks se colocó el innecesario cinturón de seguridad y esperó en silencio a que su madre comenzara a conducir. Soltó un bostezo, se rascó un ojo con el puño y se durmió.
Bulma estrechó su brazo al llegar al estacionamiento y él sacudió la cabeza. Meticulosamente la científica eligió el color de la pintura, mientras Trunks se preguntaba la diferencia entre "celeste cielo" y "celeste bebé". Eligió las baldosas, los azulejos para el baño, una pequeña alfombra y la ventana. Balbuceó sobre muebles que comprarían de segunda en un viejo local cerca de casa y le comentó sobre una futura ampliación que él creyó innecesaria, pero asintió al verla entusiasmada.
Cargaron todas las bolsas de compra de Bulma sobre la nave y regresaron a Corporación Capsula. Como de costumbre su madre encontró la manera de rellenar cada espacio silencioso de tiempo con uno que otro comentario mientras que él sólo podía pensar en entrar a casa y ver a Bra una vez más. Comenzó a preguntarse cómo iba a poder disimular las sensaciones que lo abordaran frente a Bulma, que sin con sólo pensar un par de desafortunados paisajes, ella se lo ponía entre ceja y ceja.
Fuera como fuera, Trunks debía encontrar la manera de mantener a las dos satisfechas, a Bra feliz y a Bulma tranquila. Así que al llegar a casa le dijo a la científica que en un minuto la ayudaría a bajar todo de la nave y caminó apresurado a la cocina, pero la encontró exactamente igual a como la habían dejado. El pan sólo estaba más duro, pero el vaso de jugo no se había corrido centímetro. Ni tampoco lo habían hecho las sillas, ni la mesa, ni los platos. Él se giró, preguntándose si seguiría durmiendo y caminó hasta la puerta de su habitación. Y aunque todo su cuerpo le suplicaba que tocara y le preguntara cómo estaba, se resistió por un momento. Apretó el puño, buscó la presencia de Bulma y al notarla alejada tomó coraje y tocó con delicadeza la puerta.
— ¿Bra? —la llamó pero no escuchó respuesta.
Tocó la puerta una vez más, y el silencio lo envolvió. Se preguntó si estaría en el baño, sólo necesitaba asegurarse de que estaba bien.
— Voy a pasar —avisó y tomó la perilla de la puerta.
Al entrar se sorprendió de que la cama estuviera tendida como en el cuartel de un ejército. Miró a los alrededores y extrañado por el piso impoluto y carente de ropa tirada. No había rastro que evidenciara que Bra había estado viviendo allí las últimas semanas. Con duda se arrimó a la puerta del baño y no escuchó más que un profundo y perturbador silencio. Tocó la puerta una vez más, sin obtener respuesta y al mirar al suelo se dio cuenta de que no había ninguna luz prendida del otro lado, así que luego de tocar un par de veces más, la abrió.
Se extrañó aún más al ver que todo estaba perfectamente acomodado en su lugar y repentinamente temió lo peor. Se dio media vuelta y salió disparado al laboratorio y al llegar y abrir la puerta, a pesar de la penumbra se dio cuenta inmediatamente de que lo que más temía era cierto.
— No está —dijo en voz baja caminando entre las sombras, asombrado de su descubrimiento—, se fue… —murmuró.
La máquina del tiempo ya no estaba.
Se quedó allí parado mirando el espacio vacío y se preguntó por qué, y repentinamente empezó a sentir algo dentro de él que nunca había experimentado antes. Se sentía como si lentamente la fuerza que lo sostenía desde adentro se estuviera despedazando, y que cada grieta que se formaba en ese sostén le calcinara el pecho. Una y otra vez, aunque pasaban los minutos, esa sensación de estarse resquebrajando, no terminaba ni se sentía menos dolorosa. Y cuando quiso pronunciar otra palabra se dio cuenta que la garganta le dolía y los ojos le quemaban.
Se había marchado.
¿Cómo?, ¿cómo se había ido sin decirle nada? Se tocó el pecho y apretó los dientes, sorprendido de aún tener la fuerza de seguir de pie cuando sentía que se había desplomado sobre el piso.
— ¿Hijo? —le dijo Bulma desde el marco de la puerta a sus espaldas y él apretó los ojos con fuerza. No tenía el valor de mirarla a la cara—. Hijo, Trunks —repitió—, ya llegamos —y él abrió los ojos.
Miró la nave y aún estaban en el estacionamiento. Bulma lo miraba con preocupación esparcida en todo el rostro y luego suspiró. Él se miró a sí mismo y aún tenía una mano aferrada al pecho, la sensación de ahogarse comenzó a esfumarse aunque no por completo. Al cabo de una inspección superficial y al ver que finalmente el ceño de su hijo parecía relajarse, se bajó de la nave sin hacer preguntas.
Dicen que los sueños pueden ser la representación de nuestros miedos más profundos, y Trunks pensó en eso durante toda la tarde que pasó junto con Bulma. De ser así debía enfrentarse a la idea de que realmente, dentro de poco tiempo Bra se tendría que marchar. Y esa sensación que lo invadió entre sueños volvería y tal vez sería más intensa.
A pesar de que en su mente él pensaba que era lo mejor para ambos, que Bra tuviera una vida plena del otro lado del universo y alejado de él para siempre, una pizca de egoísmo le decía que no la dejara irse. Y ese egoísmo lo consumía.
Al volver a casa, bajo la preocupada mirada de Bulma, él abrió la puerta principal y miró de reojo la de su cuarto, que permanecía cerrada. Acomodó todo lo que su madre había comprado y al terminar ella se despidió y le comentó que iría a ver a Milk. Fue entonces que Trunks se quedó a solas una vez más, en una casa vacía y silenciosa, con un inmenso temor escondido.
Miró la puerta y contuvo el aliento. Ella eventualmente se marcharía y entonces ¿qué sería de él? Debía enfrentar la realidad, Bra no pertenecía a su mundo.
A paso lento se aproximó y tocó la puerta y como en su sueño no obtuvo respuesta.
— Bra, ¿estás despierta? —le preguntó y ella no respondió, entonces tomó una vez más de la perilla y se empujó adentro de la habitación.
Para su tranquilidad la cama estaba hecha jirones. Los pantalones cortos de ella estaban tirados cerca de la ventana junto con una blusa y un brasier que intentó pasar por alto. Entonces escuchó el sonido del agua corriendo en el baño y se acercó justo cuando ella abrió la puerta.
Bra lo miró con una ligera sorpresa, acababa de cepillar su cabello y aún llevaba puesta la camiseta de él, que usaba para dormir.
Trunks se sorprendió de la serenidad que lo invadió viéndola allí parada. Descalza y con su ropa puesta. Y sin poderse contener la tomó entre sus brazos y la abrazó con fuerza. Respiró profundamente el aroma natural de su cabello y casi la levanta del suelo. Bra sorprendida, sentía que se había quedado parada sobre la punta de sus pies desnudos, se sonrió y abrazó la espalda de su guerrero.
— También te eché de menos —le dijo con suavidad.
Él soltó una risa casi imperceptible y aceptó que los sentimientos que habían crecido en él se habían vuelto casi indomables. Se preguntó cómo haría para estar sin ella cuando parecía que estaba hecha para estar a su lado, y se inclinó un poco más hasta quedar acurrucado en el cuello de ella.
— Me haces cosquillas —le dijo ella entre risas y cuando él se alejó de su abrazo y la miró a los ojos, no hubo fuerza en el mundo que pudiera detener el beso que se dieron.
¿Cómo no repetir esos besos una y otra vez?, se preguntó el guerrero, aceptando que había perdido esta batalla.
Continuará…
N/A: ¿Cuánto tiempo, verdad? Gracias por estar ahí, leyendo otra vez. Me gustaría aclarar que tuve muchísimas dificultades al escribir este capítulo, que creo que ya lo reescribí tres o cuatro veces. Para quienes han leído mis otros fics, siempre escribo sobre Bulma y Vegeta, y debo decir que es más fácil escribir un Vegeta enamorado que un Trunks enamorado, ¡y para peor es mirai Trunks! Es un caso complicado, él es tan cerrado y solitario (me parece más solitario incluso que Vegeta), que es como exprimir una piedra. Debía imaginarme desde el principio que no iba a ser fácil, y espero estar cumpliendo con las expectativas que ustedes tendrían a esta altura del fic. Y si no cumplí con lo que ustedes esperaban leer de un Trunks enamorado, espero que tengan presentes que me rebané los sesos intentando escribirlo. Lamento mucho si lo han encontrado corto, pero es porque la mayoría del capítulo está enfocado en Trunks y me cuesta un poco más que explayarme con Bra. La idea era enfocarme en el conflicto que todo esto le hace a él, como habrán notado.
También quiero que sepan cómo AMO, AMO SUS REVIEWS, todos los reviews, los largos, los cortos, los que piden que continúe, los que me cuentan que adoran a Trunks, los que me dicen que les daba no sé qué leer este fic pero aun así lo hicieron, los adoro a todos. Y quiero aprovechar también este momento para pedirles perdón si les decepciona que no haya contestado. Mis amigas saben que yo voy y vengo del fandom a la vida, y que trabajo mucho. Y muchas veces el tiempo libre que tengo se me desvanece entre familia, amigos o dormir. Pero estoy tratando de ponerme al día, y no se ofendan si actualizo otro fic en vez de este, quizás los otros no me consumen tanto el cerebro como este, que sepan que pongo TODO. Y me critico, me autoflagelo, y me desespera hasta el mismo momento en el que lo publiqué. Y por eso de nuevo les digo gracias, a todas las leo y las releo cuando estoy desanimada, cuando no me salen palabras de los dedos, ustedes son mis musas. Los/as quiero.
Nade.