Disclaimer: Los personajes del Smash Brothers utilizados en esta historia no son míos, si no de la compañía Nintendo y/o sus respectivos creadores. No obtengo ningún beneficio monetario con esto, mi único propósito es el de entretener. Lo único que es mío, es la trama.

Aclaraciones al final.


.~Un Nuevo Comienzo~.

CAPITULO X

¡Búsqueda de obsequios!

Parte Uno

por Zeldi-chan de hyuuga


Su atención estuvo al pendiente cada segundo desde que él volteó tras su espalda, al escuchar como a ella le llamaban por su nombre. Algo no le estaba dando buena espina. ¡Lo admitía abiertamente! Le gustaba Ike Greil. Suerte para ella que sólo las chicas estaban enteradas de aquello.

Sin embargo, cada que él le dedicaba una sonrisa a la de cabello café, cada que le hablaba o cada que ellos dos caminaban juntos… el sentimiento de pura amargura la embriagaba una vez más. Ike lo dejaba claro con el simple hecho de mirarla: había algo más ahí que sólo amistad, y del cual ella, Samus, no estaba al tanto.

"¿Tienes sentimientos por Ike, Zelda?"

Pareciera que… —pensó la rubia, posando sus ojos azules en Ike, explorando como él aún mantenía esa sonrisa—. Parece que, el que tiene sentimientos es otra persona…

Sin abandonar ese pensamiento, sabía que no se iba a dar por vencida con su bombón de ojos índigo. Ella merecía una oportunidad con él. Su amor fue a primera vista, al momento de que sus perlas azules le miraron, sabía que él estaba destinado para ella. ¿Cómo darse por vencida ante una fuerza de esa magnitud? Además, que recordara a Roy le gustaba Zelda. El pelirrojo siempre le hacía reír, le saludaba, aparte de que era apuesto en algún sentido (jamás se lo diría a la cara, era demasiado orgullosa para eso) Con todo eso, ¿Por qué de una vez por todas Zelda no se quedaba con Zephiel? Es decir, ¿No le bastaba con que fuera amada por una persona? Tan sencillo es como corresponder sus sentimientos de buena gana, y dejarle a Greil para ella.

Si, admitía que sonaba bastante egoísta si lo ponía así, más ella jamás había experimentado esos… celos que estaba teniendo en ese preciso instante. Igualmente, que ella conociera, no le gustaba a nadie de su instituto. Era alta, rubia, tenía ojos azules… era meramente una imagen de la "chica ideal" de cualquier hombre.

Pero Ike nunca pensó así de ella.

Él la veía como una amiga, no como una mujer. Estuvo acostumbrada toda su vida a patanes que siempre le buscaban por el buen cuerpo que tenía, y en algunas ocasiones se atrevía a decir que había caído en los encantos de algunos, para después dejarla como si su existencia fuera un espejismo, como si nunca la hubieran conocido. Ese joven de cabello índigo era todo un caso para ella. El día que se presentó y le tendió su mano, no miró sus pechos, como muchos otros lo hacían al momento de darle la mano. Él la miró a los ojos, con ese gesto tan característico de sus labios: su sonrisa.

Pero esa sonrisa jamás se compararía con la que tenía en ese instante. Y la prima de Link fue la causante de eso. Sus ojos se perdieron en algún punto del piso. Le dolía reconocerlo, pero aquello destrozaba grandemente su esperanza de poder estar con él, de que él le pidiera un día salir juntos, o que si quiera ella le preguntara si algún día no muy lejano podrían salir con el propósito de dar el siguiente paso.

La rubia levantó rápidamente el rostro, al escuchar cómo una la voz de Falco les hablaba a los lejos, haciendo que la nube de pensamientos se esfumaran para bien.

—¡Chicos, díganme que grabaron eso! — Lombardi ni si quiera podía hablar bien por las carcajadas que tenía, en lo que un avergonzado y enojado Fox le seguía por detrás—. ¡Sólo a un idiota se le ocurría recargarse en un maniquí!

—¡Ya te dije que pensé que el torpe muñeco parecía firme! — se defendió el de ojos verdes, con un ligero tono rosa en sus mejillas.

—Tienes que tener más cuidado, McCloud— aconsejó Greil con el atisbo de una pequeña risa. Por eso se habían reído como si sus vidas dependiesen de ello. Una descripción más precisa fue que, a lo lejos, divisaron a sus amigos de cabello azul y rubio. Falco estaba escogiendo unos jeans, pero Fox se concentró más en coquetear con la vendedora y se recargó en el maniquí, creyendo que llamaría su atención con esa pose de macho que adoptó. Bueno, logró lo que quiso. Sí llamó su atención, pero sólo cuando cayó directo a saludar al piso de la tienda. Fue demasiado cómico.

—Si, lo sé— admite avergonzado, rascándose la nuca.

—¡Oigan! ¿Quieren acompañarnos al segundo piso? — pregunto Falco a los que estaban en la banca—. Aún nos faltan algunos regalos.

—Claro— el de cabello azul no lo pensó dos veces y se puso de pie. La rubia ni si quiera les replicó por que los interrumpieran, su mente estaba totalmente fuera de sí, poniéndose de pie con los brazos cruzados. La verdad, todas las ganas de las compras se desvanecieron por pensar cosas deprimentes.

¿Y si Ike nunca se fijaba en ella?

...


Luego de subir por las escaleras eléctricas y dar una larga caminata, dieron con la ansiada librería. Lucario tuvo razón, estaba algo escondida, más si ponías atención se podía notar de entre todos esos locales alejados. Abrieron la puerta y la campanita sonó, avisando la llegada de clientes. En lo que Lucas se perdía en los libreros, los otros dos comenzaron a indagar por su cuenta.

Tenía más variedad e igualmente tenía ese olor a libro nuevo.

Aun así, ya no se podía sacar esa escena en la mente. Verlo reírse le causó un cosquilleo en el estómago, casi sonrió sin darse cuenta, más luego de ver el panorama con claridad, el cosquilleo se volvió algo extraño, como una sensación de vació. Tomó un libro entre sus manos, sin saber lo que estaba leyendo. Primero el sueño, luego el abrazo… y ahora esto. ¿Qué le estaba sucediendo? No sabía cómo reaccionaba su cuerpo, y los pensamientos le estaban jugando malas cartas.

Cómo si no tuviera el peso de los recuerdos en ella, ahora le agregaba un sentimiento de amargura difícil de saciar. Lo curioso es que todo eso se le olvidaba cuando estaba con Ike. ¿Quién entendía todo eso? Necesitaba una explicación. Volteó a su derecha y se dio cuenta que Lucario no estaba mejor que ella. Hace rato lo había encontrado con rostro apacible, ahora tenía semblante agotado. Ver sus ojos le recordaba a su hermano.

—¿Estás bien, Lucario? — la pregunta casi le salió sola, en verdad se sentía mal por verlo así, intento no levantar mucho la voz. El mencionado salió del trance y la miró como si no le hubiera entendido. Después, trato de brindarle un gesto.

—No te preocupes— respondió, dejando un libro en el estante. Ni si quiera se percató de qué era, sólo lo había agarrado. Le tomó desprevenido, pero le era imposible no ponerse así cuando la vio con aquel muchacho carismático. Carisma… algo que él no tenía—. ¿Cómo te sientes tú? — era mejor desviarle el tema, no quería hablar de eso—. ¿Encontraste el libro que buscabas?

—Me siento… bien— trató de ser sincera, fallando rotundamente —. No lo he encontrado, de hecho…

—… ¿Quieres seguir buscando?

—¡Miren chicos! — un pequeño rubio volvió con ellos, sosteniendo algo en sus manos—. ¡Encontré el libro! —exclamó con alegría, mostrándolo y el título relucía con bellas letras en dorado.

—¡Bravo Lucas! —apoyó la joven de cabello café, observando con mucha emoción a su rubio amigo—. ¿En dónde encontraste?

—Estaba en la sección de Mitología— señalo con su dedo pulgar a los estantes traseros a él—. ¡Hay muchos libros!

—¿En serio? — inquirió sonriente—. ¿Crees que haya otra copia de ese?

—No me fijé, ¡Pero seguro debe de haber! — ambos se dirigieron al pasillo que había aun lado de este y comenzaron a rebuscar. Los ojos azules de Zelda pasaban rápidamente de libro en libro, hasta que lo encontró.

—¡Mira Lucas, si hay! — tomó el ejemplar con rapidez y lo abrazó contra su pecho; ¡Al fin!, al fin después de tanto tiempo de búsqueda, ahorros y dedicación, ¡Al fin lo había encontrado!

—¡Que bueno Zelda! — llegó el pequeño y la abrazó por la espalda.

—Bajen la voz chicos— regaño Lucario, pero luego les sonrió para no parecer mala persona—. Si bien no es una biblioteca, usualmente se guarda silencio aquí.

—Lo siento Lucario— se disculpó Zelda.

—L-lo siento— dijo Lucas, algo apenado por volver a tartamudear de nuevo en su presencia—. Será mejor ir a pagar, ¿No?

—Claro, vamos— anunció el de cabello azul, retomando el paso con sus compañeros.

Fueron a la caja registradora y pagaron los libros. La campanita volvió a sonar al abrir la puerta—que Lucario abrió— y salieron del local. El rostro de Zelda era el que más resaltaba de los tres. Estaba sumamente emocionada por haber encontrado el libro que tanto había buscado por mucho tiempo desde que salió a la venta. ¡Tenía que enviarle un mensaje a Sheik!

—Bueno, ¿Ahora a dónde vamos? — inquirió el rubio.

—A dónde ustedes gusten— concedió el de cabello azul, sacando su móvil para ver la hora. Era casi medio día.

—Les… ¿Les parece a una tienda departamental? — preguntó Lucas, con algo de duda—. Aun me faltan regalos por comprar…

—Si, a mi igual— secundó Zelda, en lo que los menores ahora miraban a Lucario para oír su respuesta.

—Seguro— curveó ligeramente su labio, pasándoles algo de confianza. Era un poco extraño para él estar sonriendo tan a menudo… creía que en ese viaje había sonreído más que en toda su vida. Además, había algo en aquellas dos personas que lo hacían sentir muy cómodo.

Lucas y Zelda eran amables, no lo trataban con desprecio, como muchas personas lo habían tratado a lo largo de su existencia. No hablaban a sus espaldas sobre él, ni lo excluían de sus actividades; al contrario, parecían querer incluirlo en todo lo que ellos hacían y siempre tomaban su opinión en cuenta.

Se sentía extraño

Después de haber llegado a una enorme tienda de ropa, se separaron para buscar lo que tuvieran que buscar. El rubio se había ido a la sección de ropa invernal para buscar un conjunto para Nana. Zelda y Lucario prácticamente estaban juntos en el departamento de ropa masculina, pero cada uno tenía cosas diferentes en la mente.

El de cabello azul, por un lado, estaba buscando obsequios para sus camaradas. Cómo no sabía muy bien sus gustos, prefirió comprarles prendas casi iguales para evitar conflictos. Agradecía por saber sus colores favoritos, al menos se podía basar en eso.

—Oye… Lucario…— una voz lo llamó y se giró, viendo a la joven de cabello café.

—Mande Zelda— centró su atención en ella, ya que tenía el rostro mayoritariamente rojo y estaba jugando con sus dedos. Debía ser algo importante como para que la tuviera así.

—¿Te p-puedo preguntar algo? — inquirió con ligero temor, algo inusual en ella—. La verdad no sé a quién más recurrir…

—Claro que puedes— relajó sus facciones para no se sintiera incómoda, echándose la ropa que iba a llevar en el antebrazo—. ¿Sucede algo?

—Ehm… bueno… — comenzó agachando la mirada, luego volviendo a verlo—. Tu sabes… ¿Tu sabes el talle de… de Ike?

¿La talla de Ike?

Lo analizó unos segundos, y quiso soltar una ligera risa, sin atisbo de burla. Aun así, se contuvo y mejor le brindó una curvatura de labios.

Ahora que lo recordaba, en la pijamada—que "amanecieron" como hasta las siete de la noche— todos estaban guardando sus cosas para irse a sus habitaciones y bajar a comer algo. Al estar doblando una suéter, encontró una camiseta en el suelo y acto seguido la levantó. Para su suerte, había observado la talla, para después entregársela al dueño, quien nada más y nada menos era por quien preguntaba la de cabello castaño.

—Ike es talla Mediana— concedió, rememorando la etiqueta que vio ese día y ver la letra M en ella—. Aproximadamente como la ropa del perchero de por allá— le señaló con su dedo índice, a lo que Zelda miró hacia donde le indicaba.

—Oh… bueno— trató de esconder su sonrisa avergonzada, algo que no logró mucho, y menos con una persona como Lucario de acompañante, que analizaba todo con sumo cuidado—. Muchas gracias Lucario, me será de mucha ayuda.

—No hay de qué— responde, y así Zelda se fue al perchero indicado.

Comenzó a buscar entre las opciones de ahí. Tomó un suéter azul y lo extendió para verlo mejor. Para ella lucía bastante enorme, y lo notó más cuando se lo pegó hacia ella para calcular hasta donde le llegaba. El largo le sobrepasaba la mitad de los muslos, casi llegando a la rodilla. Si se lo ponía, le quedaría como bata.

Ahora que lo recordaba, a Ike ya le había visto un suéter azul. ¿Qué tal si le regalaba el mismo? ¡Qué vergüenza se llevaría si fuera así! Mejor lo cambio y agarró uno de color gris oscuro.

—¿Piensas regalarle algo a Ike? — preguntó una voz tras su espalda, viendo a Lucario. Zelda sonrió avergonzada.

—Ehm… si— afirmó con las mejillas coloradas—. Aunque no sea muy buena con esto de los regalos, quisiera darle algo a… él— después de oír eso Lucario empezó a sacar conclusiones… no supo si buenas o malas.

De haber sabido que a Zelda le gustaba Ike, no hubiera llamado su atención al verlos a ellos en esa banca. Se maldijo mentalmente, hubiera sido más cauteloso. Sin querer, había lastimado los sentimientos de la joven de cabello café, además de los suyos claro estaba. Que idiota fue.

—¿Te parece un buen regalo este… suéter? — le mostró la prenda en el gancho, en lo que Lucario le dio un rápido vistazo con sus ojos como el rubí —. No estoy muy segura si le vaya a gustar.

—Luce como algo que él usaría— mencionó para motivarla un poco. No es como si el también conociera mucho a Ike, pero siempre lo veía con suéter o con camisetas de manga larga, y en su mayoría de color oscuro.

Como la prenda le cubría la cara a Zelda, al bajarla su rostro cambió a uno de tristeza, preocupando a su acompañante de ojos rojos y de pelo azul.

—Eh… dije algo… ¿Dije algo que la haya ofendido? — le preguntó ligeramente asustado, trayéndola de nuevo a la realidad.

—¡Ah! No Lucario, de ninguna manera. Es sólo que…— pausó unos segundos, buscando algo que decir.

Era cierto que desde que comenzó a tratar a Ike había considerado en darle un regalo de Navidad. Era una persona amigable y de buen corazón. Pensar en aquella noche en que se quedaron hablando en el comedor le traía esas cosquillas en el estómago. Aun así, la idea de qué sería un buen regalo para él la tenía con una tremenda preocupación. ¿Qué tal si la prenda que le escogió no le gustaba? Agregándole de que era muy parecida a la que le compró a su hermano…

—, … es sólo que estoy un poco insegura con el regalo de Ike— respondió con toda la sinceridad posible. Lucario percibió como sus ojos azules se apagaban por un momento.

—Estoy seguro que cualquier cosa que tengas en mente para obsequiarle… le encantará— Zelda levantó sus ojos azules al sentir como este posaba una mano en su hombro. Ciertamente le traspasaba algo de seguridad.

—¡Mira Zelda!— llegó el rubio hacia ellos, mostrándoles un conjunto de bufanda, guantes y un gorro con una borlita en la parte superior, todos de color rosa claro—¿Crees que le guste a Nana?

—¡Claro Lucas! Es muy lindo— animó la de cabello café—. Estoy segura que le fascinara. Además, el rosa pastel es su color favorito.

—M-menos mal... — admitió aliviado. Era raro ver al rubio en una expresión que no fuera de timidez, pero ¡Estaba emocionado! Ya quería ver el rostro de Nana cuando abriera sus regalos... bueno, si es que les gustaban.

Agito su cabeza avergonzado en forma de negación. Con la ayuda de Zelda era claro que nada podía salir mal. Ella era muy sabia, aparte de que le había preguntado personalmente cuál sería su regalo preferido. Esperaba que con eso pudiera llamar la atención de la pequeña de cabello castaño claro... el sólo pensar que le correspondiera lo hacía estremecer.

Obviamente, lo que no sabía Lucas y los demás presentes sí, era que los sentimientos del rubio ya eran correspondidos por la castaña. En los pensamientos de Zelda podía imaginarse el rostro de la pequeña al momento de abrir el regalo. Estaba más que segura que iba a morir de felicidad.

En lo que Zelda y Lucas se adelantaban a la caja registradora, el de cabello índigo iba detrás de ellos, perdido en algún lugar de su mente. Se quedó meditando al escuchar como Zelda se armaba de valor para escoger un regalo para la persona que le gustaba. Aunque no le hubiera dicho nada, la expresión de su rostro era muy notoria... era la misma sonrisa que él hacía al mirar a Samus.

Le sorprendía mucho como la joven de cabello castaño tenía la valentía suficiente para mostrarle una muestra de cariño a su persona amada. ¡Hasta Lucas estaba haciendo algo al respecto sobre Nana! No era posible que él, Lucario, no tuviera las mismas intenciones que ellos. Tristeza fue su sentimiento al saber que él ni si quiera había intentado para poder llamar su atención a la rubia que lo tenía de cabeza, ni siquiera en el Instituto. Lo hacía sentir ligeramente mal.

De todas maneras, ¿Cómo mantener las esperanzas al ver que Samus no lo notaba? Siempre convivían cuando podían, y en ocasiones le molestaba para hacerle reír, pero su estúpida mente siempre le impedía dar el siguiente paso, calculando más errores que victorias y deteniendo sus intenciones. Además, la señorita Aran estaba interesada en Ike, dueño (o futuro dueño) de una cadena hotelera de renombre... ¿Él que le tenía a ella?

Por un momento se distrajo al ver la sonrisa de Zelda junto con la de Lucas. Se veían muy felices, alegándose entre ellos. Miró de nuevo a la castaña, y la sorpresa le llegó como balde agua fría.

A pesar de haberles visto a ellos en aquella banca del centro... seguía sonriendo. Su rostro se había tornado en una mueca afligida, pero no dejó que eso le afectase. Seguía con la intención de obsequiarle un detalle para Navidad, no importando si le rechazaba o no, seguía con sus mejillas sonrojadas al pensarle...

... Seguía con esperanza. Algo de lo que él había perdido hace ya mucho tiempo. Aun borracho en la pijamada lo había dicho, aunque no específicamente quién, más se había animado a confesarles el amor que le tenía a esa alta rubia. ¿Por qué? Ni el mismo lo sabía.

Hizo un gesto sonriente con la mirada hacia el suelo.

—Zelda, Lucas— llamó. Ya habían salido de la tienda con varias bolsas cargando cada uno. Dos pares de ojos azules le miraron, deteniendo su paso, encontrándose con un Lucario distinto: seguía serio, pero tenía la expresión más relajada. Pusieron ligera cara de confusión, pero esperando a lo que les tuviera que decir. El de cabello índigo posó su mirada en el local justo de enfrente, aguantándose las ganas de arquear sus labios.

Si ellos lucharían por el cariño de cada uno de sus seres amados... él haría lo mismo. Se lo demostraría a la hermosa rubia de ojos como el cielo, no importase cuanto le tomara.

—¿Podemos ir al local de enfrente?... Hay algo en lo que... me gustaría que me ayudaran.

...


Al subir al segundo piso, retomaron el paso, observando varios locales en el trayecto, conversando, para luego encontrarse con las personas que estaban buscando: Link y Roy, en compañía de Red y de Jay Falcon. Los primeros tenían varias bolsas de distintas tiendas, el de gorrito invernal color rojo sólo tenía dos o tres, pero el capitán del equipo de futbol... ¿Cómo podía cargar tantas bolsas?

—¡Hola chicos! — saludó Roy en la compañía de los recién llegados.

—¡Hola!— saludó el resto.

—No sé ustedes, pero yo ya tengo mis regalos— confesó despreocupado el de cabello rojo.

—¡Yo igual!— secundó el Jay Falcon, elevando las bolsas para mostrarles la exuberante cantidad de ellas. A la mayoría le resbaló una gota de sudor por la nuca.

La plática comenzó a darse entre los jóvenes, sobre cuantos regalos habían comprado, cuantos les faltaban, y que ya iba siendo la hora de la comida.

—¿Cómo vas con los regalos Ike? — preguntó su amigo rubio, ajeno a lo que los demás estuvieran discutiendo.

—Bien, aunque aún no he terminado— confiesa, recordando el obsequio que le había conseguido al rubio. Ojalá y fuera de su agrado. Luego de eso, recordó lo que Marth le había dicho, y se le hizo un pequeño nudo en el estómago.

Hablando de él, venía en dirección hacia ellos, con el joven Icarus haciéndole compañía... pero Zelda no estaba entre ellos.

—¡Buenas! — saludó con ánimo el menor de cabello café

—Buenas tardes— esa había sido la voz de Marth. Ambos venían cargando con varias bolsas de diversas tiendas—. ¿Han visto a Zelda? — preguntó.

—No la hemos visto... ¿Por qué? ¿Sucedió algo? — el rubio se apresuró a preguntar, consternado de que algo le pudiera pasar.

—No, no, para nada. — aclaró el de cabello azul—. Nos separamos a la hora de buscar obsequios, pero hace más de una hora que no sé nada de ella... pensé que se encontraría con ustedes.

—¡Yo ya tengo su regalo! — exclamó el menor al tiempo en que levantaba la mano con una bolsa. Eso hizo sentir un poco culpable al portador de la banda... ya que ni si quiera se había dignado a buscarle algo. Nada venía a su mente—. Pero no les diré qué es... porque es una sorpresa— el argumento le sacó una risa a los presentes.

—Lo sabemos Pit— concedió el rubio de orejas puntiagudas. Siguieron hablando acerca de las vacaciones, en lo que el menor de cabello castaño le enviaba un mensaje de texto a Zelda, para que los encontrara en el segundo piso frente a un local donde vendían suvenires.

Pasados varios minutos se encontraron con Meta Knight, quien se unió al grupo, con su característica expresión seria.

—¡Hola Meta! — el pequeño hizo ademan de saludo con su mano, llamándolo efusivamente. El otro sólo se limitó a sonreir.

—Hola Pit. Hola a todos. — saludó antes de que alguien hablase, quienes devolvieron el saludo.

—Hola Meta Knight ¿Cómo van las compras? — inquirió Link con amabilidad.

—Muy bien, gracias por preguntar. Creo que he encontrado todo lo que necesitaba. — elevó su brazo, enseñando varias bolsas plásticas de diferentes colores.

—Oye Meta Knight, ¿De casualidad no te has topado con Zelda? — preguntó Lowell.

—Mhm... — murmuró, meditando unos segundos—. ¿Tenía un abrigo negro y una bufanda morada?

—Sí— respondió el de cabello índigo. Los presentes estaban expectantes ante lo que fuera a decir.

—Entonces no me equivoqué... — mencionó, más para el mismo que para los demás—. Sí, la acabo de ver en una Joyería no muy lejos de aquí. Lucario le estaba haciendo compañía.

—¿Lucario? — inquirió Link, ligeramente sorprendido, pero todos pensaron los mismo. Quizás se haya confundido.

—Creo que era él, a juzgar por su apariencia, ya que lo vi de espaldas. Estaban viendo los aparadores. —prosiguió a dar varios argumentos el de ojos blancos.

"Me gusta... alguien."

La voz de Lucario azotó su pensamiento, la noche de la pijamada, tensando ligeramente los músculos de Ike. Estaba confundido.

¿Era posible que a Lucario... le gustara Zelda?

Hace rato los vio saliendo de la librería, ¿Y si era ella a la que desde un principio se estaba refiriendo, en lugar de Samus? Probablemente había leído mal su comportamiento, y tuviera sentimientos por la de cabello castaño, en lugar de la rubia. Tampoco entendía por qué el estómago comenzaba a dolerle de sólo pensar eso.

—¡Bueno! Será mejor ir a buscarla— argumentó con entusiasmo Pit—. Ya va siendo hora de comer... y tengo hambre.

...


—¡Wou! Ese cadena es muy bonita— señalo hacia los escaparates, donde había todo tipo de joyería resplandeciente —. ¿Qué regalo tienes en mente Lucario? —preguntó Lucas con algo más de confianza. Ya no tartamudeaba tanto en su presencia, y eso era un gran alivio. La joyería era enorme, y había más gente viendo los estantes de vidrio.

—Pensaba en una cadena, o unos pendientes— comenzó, buscando algo que le convenciera en los aparadores. Si era sincero, no estaba muy seguro de lo que quería. Era por eso que había acudido en ayuda de sus ahora recientes amigos —. ¿Qué opinas Zelda?

Su llamado la sacó de sus pensamientos, mirándole a sus ojos escarlata—. ¿Qué opino yo? — tuvo que preguntar de nuevo, para corroborar si había escuchado bien. El de cabello índigo confirmó con su cabeza, y en lo que la morena comenzaba a pensar en algo. Que ella recordase, la alta rubia no era de usar mucha joyería, pero la rara vez que usaba se veía preciosa, lo que le causaba ligera envidia de su parte. Quizás por eso Ike se había fijado en ella.

Sacudió su cabeza, confundiendo a sus acompañantes. Ahora no era el momento de meterse ideas, tenía que ayudar a Lucario.

—Creo que una cadena sería un lindo regalo para ella— el mayor sonrió.

—Una cadena será, entonces.

—De preferencia con un dije azul— continuó diciendo—. Combinaría con sus ojos.

—Tienes razón— comentó con más entusiasmo, recordando los almendrados ojos de la rubia. Aun así, todo lo que ella usara se le veía precioso.

El trío se acercó a un aparador lleno de cadenas de color dorado y plateado, mientras una joven de la joyería se le acercaba.

—Buenas tardes jóvenes; ¿Puedo ayudarles en algo? — preguntó con amabilidad, recargándose en el vidrio, dejando ver su manicura color rojo. Zelda le miró, sin duda era muy atractiva, lo que la hizo sentirse cohibida, escondiéndose tras su bufanda. Era una joven casi de su edad, quizás un poco mayor. Un sonrojo aprisionó las mejillas de la vendedora al ver el semblante de Lucario, con esos profundos ojos rojos.

—Claro, si no es mucha molestia— levantó su rostro, mirando fijamente a la trabajadora.

—Eh... no, claro que... no es molestia— comentó nerviosa, junto con gesto en sus labios—. ¿Buscabas algo en especial?

—Buscaba alguna cadena, con dije azul de preferencia.

—¿De oro o de plata? — preguntó, e inmediatamente el de cabello índigo cambió su vista a Zelda, quien no se había dado cuenta que le estaba mirando, hasta considerable segundos después. Se sonrojó, al darse cuenta que estaba esperando una respuesta de ella. La vendedora también le veía, con semblante curioso.

—De... plata— ni si quiera pensó su respuesta, sólo dijo lo primero que se le vino a la mente. Se avergonzó de sí misma, pero la vendedora sólo comenzó a sacar varias cajas de terciopelo, con modelos de acuerdo a la descripción que habían dado.

—Estas cadenas acaban de llegar hace una semana— sacó aproximadamente cinco cajitas, poniéndolas frente a ellos—. Si no les convence, tengo disponible en más colores, o pueden escoger otra del aparador y se las puedo mostrar.

—Que bonitas— se apresuró a decir Lucas, viendo como todas tenían un resplandor hermoso bajo las luces de la tienda. La morena también pensó lo mismo, más el rostro del de ojos rojos era diferente. Las observó una por una. Todas tenían dijes azules, en diferentes tonalidades y formas. Uno era un rombo alargado, muy pequeño. Otro era un óvalo, muy grande. La tercera tenía forma de gota de lluvia, pero era un azul muy oscuro. Las últimas dos no les dio el tiempo de contemplarlas, simplemente no le convencían—. ¡Lucario, mira esa! — el rubio jaló la manga de su chaqueta, sacándolo de sus pensamientos, mirando hacia donde le estaba señalando, un lugar dentro del vidrio de exhibición.

Sus ojos rojos mostraron asombro.

—¿Me podría mostrar ese de allá? — no lo pensó dos veces, en lo que la joven deslizaba el vidrio para sacar la joya que el rubio había señalado, para después guardar las demás cajas.

—Esta es una muy buena elección— dijo al tiempo en que ponía la cajita frente a ellos tres. Era una cadena de plata, con un dije azul cielo colgando de ella, en forma de corazón—. Es cristal cortado, usualmente no tenemos mucho de estos.

Lucario pareció ver la solución frente a él. Ese collar era perfecto. Por un segundo se imaginó la cara de Samus al momento de abrir el obsequio... esperaba por que le gustara. Sin querer, el corazón le comenzó a latir más de la cuenta.

—Que buena elección, Lucas— felicitó al menor de los tres, quien sólo sonrió de manera avergonzada —. No lo había visto.

—N-No hay de qué... — concedió, coloreándose las mejillas—. Sólo intento ayudar.

—Has ayudado de mucho— le brindó un gesto con sus labios, algo de lo que ya se estaba acostumbrando a hacer: sonreír. Giró su mirada hacia Zelda, quien estaba viendo algo en su teléfono móvil —. ¿Qué te parece Zelda? — Inmediatamente dirigió su mirada a Lucario—, ¿Crees que es una buena elección?

—Oh, lo lamento Lucario. Pit me envió un mensaje de texto— atinó a decir y que no pensara que no le estaba poniendo atención, guardando el móvil en el bolsillo. Miró de nuevo la caja con la preciosa joya y no pudo evitar mostrar un gesto feliz. La cadena era muy bonita, y el detalle que Lucario estaba haciendo hacia la rubia le parecía lindo. Esperaba por que le gustara—. Claro que es una muy buena elección— Inclinó un poco su cabeza para ver a Flint—. Mis felicitaciones al que la eligió— rió ligeramente, sonrojando más al rubio.

—¡Ya basta! Me harán sonrojar más— el comentario hizo reír a los presentes, incluso hasta la misma vendedora.

—Entonces, ¿Se deciden por esta cadena? ¿O les gustaría seguir viendo algo más? — preguntó la joven detrás del aparador.

—No. Sería todo. Me la llevaré. — concedió el de cabello azul.

—Muy bien, si gusta pasar a la registradora y en un momento le atenderé. También tenemos bolsas de regalo por si le interesa...— continuo con Lucario, cerrando la pequeña cajita y llevándosela consigo.

Segundos después, en lo que Zelda estaba en el móvil, sintió un pequeño jalón en la manga del abrigo.

—Oye, Zelda... — el rubio susurró a su lado, llamando su atención, procurando que sólo ella le escuchara—. Mira esa cadena de allá, ¿No es bonita? — la morena volteó a donde discretamente Lucas estaba señalando. Tuvo que entrecerrar los ojos, pero vio algo muy brillante.

Ambos caminaron hacia el otro aparador, y a medida que se acercaban podían ver que el resplandor era más fuerte. Al observar bien la cadena plateada de entre todas las demás, notaron el precioso dije que colgaba de esta. Fue como si los ojos de la morena se hubieran iluminado. El colgante era un copo de nieve, brillando intensamente bajo la luz del lugar, casi se atrevía a decir que eran diamantes, más no lo podía confirmar. Los detalles eran exquisitos, el acabado era algo que jamás había contemplado en alguna otra pieza de joyería. Sin duda alguna, se enamoró de ese collar.

—Buenas tardes, ¿Puedo ayudarles? — se acercó otro trabajador de la tienda, saludándolos amablemente. La joven no pudo evitar mirarle con detenimiento. Se parecía mucho a Marth, sólo que con mucha más edad.

—Claro, eh... — regresó al presente, agachando su cara, mirando de nuevo a la cadena—. ¿Podría mostrarme esa cadena, por favor?

—Por supuesto— el joven removió el vidrio, sacando el contendedor de terciopelo negro, poniéndola frente a ambos. Verla detrás del vidrio era una cosa, pero tenerlo de frente era otra muy diferente. Hasta daba miedo tocarlo. Era precioso —. Es cadena de plata. El colgante son diamantes finamente cortados y con chispas de cristal. Además... —el vendedor se distrajo, percatándose que el teléfono del lugar estaba sonando—. Discúlpenme un momento, en seguida regreso.

—Sí, no se preocupe— concedió la castaña y el vendedor se retiró, levantando el auricular en otro mostrador. Lucas tampoco le había quitado la vista al collar. Nunca había visto unos diamantes que resplandecieran tanto como esos; Al lado de la ansiada joya había una etiqueta en blanco. Curioso, tomó el diminuto papel y le dio la vuelta.

Sintió ahogarse con su propia saliva. Las castaña le miro.

—Lucas, ¿Qué sucede?— Zelda miró como al rubio se le había puesto la cara azul. No le respondió, parecía que estaba en shock. Entonces miró a donde Flint tenía la vista puesta, nada más y nada menos que el pequeño papelito que estaba colgando del collar.

¡¿Qué?! — pensó, abriendo sus ojos azules con espanto. Su rostro se convirtió en una imagen idéntica de la expresión de Lucas.

¡El precio era de casi cuatro dígitos! ¡Diosas! ¿Cómo ese collar tan precioso podía tener ese precio? Con razón le había gustado... suspiró con desánimo.

Y, para empeorar las cosas, escuchó su nombre a lo lejos, para que cuando volteara sobre su eje se encontrara con varios de sus compañeros acercándose al local. La cara se le puso más azul.

—¡Zelda! — exclamó Pit, quién rápidamente fue hasta ella para abrazarla. La morena lo recibió en sus brazos, algo nerviosa.

—Hola Pit— quería disimular el torzón que le dio en la cara por ver semejante precio en la etiqueta, pero le fue casi imposible. Se quedaría con las ganas del collar. Vio a lo demás acercarse, y les sonrió de vuelta—. Hola a todos.

— Hola... — saludó Lucas también, quien seguía con una expresión casi de tonalidad azul en la frente. En lo que se saludaba, Lucario llegó hasta a ellos, con una bolsa pequeña en la mano.

—¡Hola Lucario!

—Hola Pit— sonrió ligeramente, para luego voltear hacia sus compañeros—. Hola a todos.

—Hey Lucario— saludó Link, seguido de los demás—. Queríamos ver si ya habían terminado. Iremos a comer a un local de por aquí, ¿Les gustaría acompañarnos?

—Clar-

—Disculpe la tardanza— la voz de Zelda fue interrumpida por la del vendedor, que apenas y había colgado el auricular para regresar con sus clientes, llamando la atención de la mayoría. Se sintió roja de la pena —. ¿Se llevará el collar?

—Eh-h... ¡No!, lo siento...— la de cabellera café agitó sus manos en negación. Lo que quería era que quitaran todas las miradas sobre de ella, cosa que no estaba logrando—. Lamento las molestias

—¿Está segura? Tenemos descuento navideño, por si está interesada.

—N-no... De verás, así está bien— trató de sonreír lo más relajada posible, sin arrugar mucho las cejas.

—¿Cuál collar Zeldi? — Pit se asomó por su hombro, viendo la reluciente pieza en la caja de terciopelo—. ¡Pero que hermoso!, ¿Por qué no te lo llevas Zelda?

¡No me ayudes Pit!

—¡Lo ve! ¿Se lo pongo en bolsa de regalo? — el vendedor cerró la cajita, a punto de llevárselo a la registradora.

—¡NO! — las voces de Lucas y Zelda hicieron eco en toda la tienda, quedando todo en silencio, observando con terror como todos les miraban. Los primeros sintieron morirse. El rubio ya estaba hiperventilando.

—Eh... muchas gracias, pero de veras, así está bien— la joven ya no encontraba la manera de decirle con la mirada que ya dejara de insistir. Le iba a dar otro tic en el ojo.

—Bueno... no se preocupe— finalizó el vendedor, por fin, guardando la caja te terciopelo en el aparador—. Si cambia de opinión, aquí seguirá el collar.

La de cabellera café suspiro de alivio.

—Gracias. Lo tendré en mente. — respondió ya más calmada, aun con ligera vergüenza.

—Zelda, ¿De qué collar habla? — Link apareció tras su espalda, por su lado derecho—. Si tú quieres lo puedo comprar para ti.

—¡No!-digo, es decir... No, Link, así está bien. Hay que irnos ya.

—¿Estás segura?

Muy segura. Andando. — fue la primera en salir de la joyería, seguido de sus amigos y de los demás restantes.

A excepción de una.

El vendedor estaba cerrando con candado el aparador, ya que las joyas de dentro eran las más finas de la tienda. Se dio la vuelta para irse a atender a una pareja en otro aparador, hasta que sintió unos toquecitos en el hombro, viendo a un hombre de cabellera azul bastante alto.

—¿Si?, ¿En qué puedo atenderlo?

—Eh..., Buenas tardes. Necesito un favor; necesito que me aparte ese collar que la joven estaba viendo hace unos momentos.

—Con mucho gusto— extendió su mano a su derecha, tomando pluma y papel—. ¿A nombre de quién?

—Ike Greil, por favor— por alguna razón, al trabajador se le hizo conocido el nombre. Prefirió ignorar ese hecho, quizás estaba confundido. Prosiguió a anotar el nombre y el pedido en el recibo.

—Listo, ya quedó anotado. La política de apartado se vence dentro de veinticuatro horas, dentro de ese tiempo puede venir a recogerlo sin haber dejado un pago por adelantado ¿De acuerdo? Aquí le entrego su recibo.

—No se preocupe, vendré a recogerlo aproximadamente dentro de unas horas. Muchas gracias.

—A usted caballero— le sonrió, para que el de la banda se retira, tratando de esconder su nerviosismo, pero era uno feliz.

Ya tenía el regalo de Zelda

Sus compañeros ya lo estaban esperando. Le preguntaron a qué se había quedado, mintiendo al decir que había apartado unos pendientes para su madre. Siendo así, se dirigieron a un local de comida.

...


Después de caminar un rato y tomar en cuenta la opinión de todos sobre dónde querían comer, terminaron decidiendo en un restaurante dentro del Centro de comida italiana. Entró el tumulto de jóvenes y de inmediato les juntaron unas cuantas mesas para que todos pudieran comer como grupo. Las únicas mujeres del grupo eran Samus y Zelda, para disgusto de la primera. No era que la odiara, pero su presencia ahora le estaba causando una extraña sensación en el estómago, una nada placentera, como si se le retorcieran los intestinos. Ella se sentó en unos de los extremos de la mesa. La de cabellera café se sentó en la parte media, seguida de sus dos mejores amigos, junto con Lucas y Lucario. Cada uno fue tomando lugar.

De alguna forma que la joven desconocía, Ike terminó sentándose a su lado, muy para el pesar de cierta rubia, que apretó el menú en desesperación. Lucario notó eso. La notó desde que había salido de la joyería, donde él le había comprado su obsequio, sin que ella lo supiera. Aun así, Samus sólo lo miró fugazmente. Sintió algo en su pecho arder en ese momento, cuestionándose si debía seguir con la tontería de sus sentimientos. Para su sorpresa, Lucas depositó su mano en su hombro, sonriéndole con empatía y haciéndole saber que todo estaría bien, lo cual logró. Le sonrió de vuelta, agradeciéndole en silencio.

Llegaron los meseros a tomarles la orden a todos. Los pobres terminarían con la mano acalambrada por la gran cantidad de órdenes que estaban tomando, sobre todo por la de Jay Falcon y Roy, que casi terminaron por pedir una cosa de cada una, causándoles gracia a algunos.

Cuando les trajeron la comida, cada uno empezó a conversar con alegría, contando anécdotas pasadas, chistes, vivencias graciosas con más de uno atorándosele el bocado en la garganta. Zelda cubrió su boca para ocultar la risa que estuvo a punto de hacer. Ya más tranquila, prosiguió a comer de su pasta con pollo.

—Oye Zelda— volteó a su izquierda, encontrándose con la sonrisa de Ike. Se cubrió la boca con la servilleta, tenía una tira de pasta colgando de esta. No puedo evitar no sonrojarse, recordando también como sus brazos la redearon ayer —. ¿Cómo vas con tus compras navideñas? — preguntó el de banda azul.

—Muy bien Ike. Gracias por preguntar, aunque aún no he terminado de comprar todos los obsequios— le sonrió, tomando un poco de su té frio.

—Somos dos. Yo tampoco he terminado— le dio un trago a su vaso con jugo de manzana. Al menos podía agradecer que ya tenía el de ella—. Zelda...

—¿Si?

—Me gustaría que me ayudaras con algo... si no es mucha molestia, claro está— procuró bajar la voz, queriendo así no llamar mucho la atención a su alrededor. Las cosquillas en el estómago de la joven afloraron de golpe, haciéndola sonrojar.

—Claro Ike— respondió amable—. Cualquier cosa ¿De qué se trata?

—Verás, precisamente lo obsequios que me faltan son los de mi madre y mi hermana— comenzó calmado, pero por dentro estaba hecho un manojo de nervios—. Nunca sé que regalarles en estas fechas, por lo que siempre termino preguntándoles... pero este año me gustaría que fuera una sorpresa. ¿Sería mucha molestia que me ayudaras a escoger sus regalos?

Sus ojos azules detonaron asombro, mirándolo fijamente; ¿Ike le estaba pidiendo ayuda para los regalos de su familia?, ¿No estaba soñando? Ese era un tema muy delicado, uno que no se le daba la tarea a cualquiera... pero él la eligió a ella. Él a ella. Quiso contener la sonrisa emocionada de su rostro, al punto de querer entumecérsele la cara. Las manos también le temblaban. No tomó mucho en cuenta que la cara se le puso roja y que sus ojos brillaran con emoción.

—Con mucho gusto Ike. Será... un honor— el mayor observó el precioso sonrojo de su rostro, mirando sus facciones una vez más. Dejó salir el aire de sus pulmones, bastante aliviado, dedicándole otra sonrisa.

—Te lo agradezco mucho Zelda, me has sacado de un gran apuro.

Las bromas y anécdotas iban y venía en la mesa. La atención se centró en el animado Roy, relatando su viaje de "negocios" con su padre, el señor Zhepiel. Habló de la aburrida junta del bufete y cómo casi se durmió a la mitad de esta. Su padre era de los abogados más cotizados, eso se sabía entre todos, y por lo tanto se esperaba un comportamiento intachable de su hijo único bajo ese apellido demandante. Sin embargo, la personalidad de Roy no le dejaba mucho a su favor. Era el más bromista de la clase, y rara vez se tomaba las cosas como debería en una situación sería. Nuevamente, gracias a su forma de ser, eso tenía sin mucho cuidado al pelirrojo. Mientras mantuviera su sonrisa blanca en el rostro y pudiera hacer reír a alguien más, él era feliz, sin importar nada.

Pasaron más de dos horas en el local. Al terminar, pagaron la cuenta entre todos, dejando una buena propina a los pobres meseros que tuvieron la suerte de atenderlos. Se retiraron, y siguieron vagando por el centro comercial.

Conforme avanzaban, se fueron dispersando en las tiendas, diversos aparadores y tomando rumbos separados. En un momento, los únicos que quedaban fueron Ike, Marth, Pit y Zelda. Al ver que todos se iban, el primero no quiso separarse de la última. No por razones afectuosas (al menos eso pensaba), sino porque la necesitaba para los regalos de sus allegadas. Hasta donde sabía, una mujer es buena escogiendo los regalos para otra mujer.

Siendo así, comenzaron con la caminata, observando las diferentes tiendas y los adornos navideños.

—¿A dónde les gustaría ir? — preguntó Marth, sacando al de cabello índigo de la cavilación y llamando la atención de los restantes—. ¿Aún les faltan obsequios?

—A mí me faltan algunos— Ike se animó a decir, con algo de pena. Con el tiempo, ahora se sentía más en confianza de hablar, y no estar tan callado como siempre.

—¡Te podemos ayudar! — animó el de cabello castaño con una sonrisa, mirando a la de su derecha—. ¿Verdad Zelda?

—Claro Pit— dijo con ternura, inclinando su cabeza para mirar al más alto del grupo. Un pequeño rosado surcó sus pómulos —. Tienes... ¿Tienes algo en mente, Ike?

—¿Para quién son los regalos Ike? —interrumpió Pit, inclinándose y tapando a Zelda, mirando al mayor con sus enormes ojos azules.

—Pit, no seas indiscreto.— regaño Marth, quien iba a su izquierda. El de banda se echó a reír, descolocando a los demás.

—Descuida Marth— le informó, para luego centrarse en el de cabello castaño—. Son para mi madre y hermana, Pit. Son los únicos que me faltan.

—¡Oh, pero que bello! ¿Y qué les vas a regalar?

—Eh... pues... — con pena, colocó una mano en la nuca—. No lo sé, siendo sincero. Le pedí a Zelda si podía ayudarme en eso.

—¡Ow, que tierno! — exclamó el pequeño, girándose para verlos a los tres, poniendo su índice y pulgar en el mentón— Ahora que lo pienso, ustedes hacen bonita pareja.

Se detuvieron estrepitosamente. Ike miró a Zelda, y ella le miró a él. No hizo falta mencionar que se imaginaron en una relación amorosa, y el calor se les subió a las mejillas. Internamente maldijeron a las imágenes mentales por traicionarlos.

—¡P-Pit! — Marth alzó la voz, también sonrojado, con ojos de espanto, e hiperventilando. Casi se le cayeron las bolsas. ¡Y lo peor, no podía decir argumento alguno para contradecir o confirmar eso! Se quedó sin nada para objetar, cosa que nunca le pasaba.

¡Maldita sea, si Icarus supiera toda la verdad!

Sonrojados, los protagonistas se voltearon la cara con suma vergüenza. La joven quería que la Tierra se la tragara e Ike quería desaparecer de ahí.

Dios, que no me descubra... —las voces de ellos resonaron en sus propias cabezas. Sin saber pensaron lo mismo.

Viendo Pit que el trío tenía las caras rojas, él se limitó a cruzar los brazos, fingiendo ofensa.

—¿Qué? Yo sólo digo la verdad.

Luego del comentario del pequeño castaño, no paso mucho para que el ambiente de nuevo se tornara normal entre todos, o al menos eso quisieron creer. Hubo un momento en que el mayor de cabello índigo y la de cabello castaño se quedaron solos en la tienda departamental; Pit se entretuvo en la tienda de enfrente y Marth fue en su compañía. A Zelda le fue muy difícil concentrarse para poder escoger algo para la familia de Ike. Se limitaban a monosílabos, y cada vez que se veían trataban de distraerse en otra cosa o mostrando falso interés por cosas de la tienda.

No sabían porque actuaban así.

...

...

...


Dato curioso: Investigué sobre cada uno de los personajes y, por si no estaban al tanto, el verdadero color de ojos de Meta Knight no es amarillo, si no blanco. Al tener puesta su máscara metálica característica, sus ojos cambiaban a amarillo (aún no sé cómo, pero lo hacía). Sin la máscara, sus ojos volvían a la normalidad. Pueden buscarlo si gustan, por si no me creen. No sé si ya se los mencioné con anterioridad, pero quería mantenerlos al tanto xD.

Lamento que el capítulo haya sido más corto de lo usual. Decidí subirlo así porque mi cerebro ya no daba para más LOL.

Me las he visto muy difícil para actualizar. Ya no podré responder cada review personalmente. Solamente agradeceré por aquí y responderé cualquier duda que tengan de la historia. He leído cada uno de sus comentarios, y déjenme decirles que son los mejores. Los aprecio mucho.

Agradecimientos eternos a mis lectores de siempre y mis nuevos lectores:

SterbenRt

Leozx95

Aylin Sakamaki

WhiteRabbit94

Alice117.97

Sugar5Star

lukagasai

¡Gracias chicos! Me motivan a seguir escribiendo.

Se aceptan reviews de cualquier tipo. Disculpen uno que otro dedazo y horror ortográfico. Me avisan y se corrige.

¡Por favor, no dejen caer este fandom! No puede ser que los grandes se hayan ido. Trataré de estar más por aquí.

¡Nos leemos!

Zeldi-chan de hyuuga

Jueves 15 de Enero del 2015