Disclaimer: los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia es de Rochelle Allison,yo solo la traduzco.
Hola, ya he vuelto :)
Empezamos con una nueva historia y esta vez de mafiosos, espero que os guste tanto como a mí ^^
Capítulo 1: Rise
Incluso con mis gafas de sol, el sol abrasador del mediodía brillaba fuerte a través de mis párpados cerrados. Hacía calor aquí, tal vez más calor que en cualquier otro sitio en el que había estado. Me gustaba. Estaba limpio.
Se estaba tranquilo aquí: silencioso total, si no fuera por el reflujo y el flujo del agua, el suave movimiento de las palmeras, el gemido ocasional y distante de los jets pasando por encima. Me gustaría poder quedarme para siempre, así. Ojalá no necesitara nada.
Pero necesitaba cosas, y la gente me necesitaba.
A pesar de que lo pensaba, una suave campanilla sonó, mi teléfono me informó de que mi tiempo estaba acabando. Si no estaba de vuelta donde me esperaban en diez minutos más o menos, iba a ser buscada y eso no era necesario. Tomando una respiración profunda, me levanté, deslicé mis pies en las sandalias y puse mi brazo a través de los tirantes de mi bolsa.
Tal vez, si tenía suerte, podría volver a esta playa que íbamos a dejar.
Sabía, sin embargo, que no lo haría.
De vuelta en la casa, las cosas estaban como las dejé. Él estaba sentado fuera, era un pequeño rey de su propia creación, rodeado de aduladores. Ellos bebían, fumaban, hablaban mierda y jugaban al póquer, todo el rato haciendo tratos y perfeccionando planes. Chicas contratadas, vestidas mínimamente, se balanceaban dentro y fuera de la escena, asegurándose de que esos idiotas tuvieran lo que querían: cigarros, alcohol, pastillas, liberación física. Estuve un día de relax en la piscina para darme cuenta de que eso no era relajante en absoluto, por lo que la playa se convirtió en mi lugar de consuelo.
No es que importara. A partir de mañana íbamos a estar de vuelta en Estados Unidos, y este lugar sería otro recuerdo.
Una pelirroja de piernas largas con la piel bronceada y pecosa, y los mejores pechos que había visto, apareció con una bebida y un plato de comida. La vi caminar en línea recta hacia él, deteniéndose solo cuando estuvo casi encima de él. Colocó la bandeja con cuidado en un lugar vacío de la mesa, inclinándose hacia abajo para que pueda susurrarle en el oído. Sus labios se curvaron y se enderezó, asintiendo.
Todavía estaba mirando cuando él miró hacia arriba y me vio. Compartimos una mirada: él, neutral, yo, neutral.
No me importaba lo que hiciera. Al final era yo la que calentaba su cama, decoraba su brazo, gastaba su dinero. Yo lo amé una vez, pero eso era antes. Mucho antes, cuando las personas que éramos, éramos... la gente que éramos. Apenas recordaba a esa yo o a ese él. Yo lo dejé, pero no fue tan simple.
Lo sabía porque había tratado de dejarlo una vez.
Me prometió que me mataría si alguna vez lo intentaba de nuevo.
Dentro de la cocina, el ama de llaves de la villa alquilada estaba regañando a varias de las chicas. Ella era mayor de lo que parecía, todavía hermosa, y sospechaba que antes de que tuviera la edad que tenía, ella estuvo haciendo lo que el resto de estas chicas hacían ahora.
— ¿Quién es la responsable de esto? —preguntó ella, señalando un plato roto. No era gran cosa, y odiaba que la gente se metiera en problemas por tales infracciones menores, pero ellas eran fuertes aquí. A veces me preguntaba si esas chicas eran más libres que yo. Ellas trabajaban, se les pagaba bien. Esperaban... ir por encima y más allá.
Y debajo, si me entendéis.
Pero debajo de todo eso estaba ese trasfondo de desesperación, y lo había visto en todos los lugares que habíamos estado: México, Bahamas, Miami, Los Ángeles, República Dominicana... y ahora, las Islas Caimán. La raza y la cultura podían diferir enormemente, pero el dinero y los vicios eran universales líneas de fondo. Alec y sus muchachos siempre, siempre, contrataban a chicas como esas para atender sus necesidades.
Yo no me iba a quedar alrededor para ver cuál de las putas siervas admitía haber roto el plato. Agarrando un plátano de un cuenco, hice mi camino hacia arriba, hacia el dormitorio. No hacía más que pasearme y complacer a mi novio, pero nunca estaba cansada.
Una ducha, un cambio de ropa. Se escuchó un golpe en la puerta mientras yo estaba en el baño, un "regalo" de Alec. Es una de sus formas no violentas de mantenerme bajo su pulgar, y mantenerme a la vez coherente y cooperativa. Me recogí el pelo hacia atrás, me incliné hacia abajo, resoplando sin fanfarria, y abrí la ventana, sintiendo sonrojada.
A lo lejos, el sol descendía. El cielo estaba de todos los colores.
Miré hacia abajo a la escena alrededor de la piscina, a la pelirroja sentada en el regazo de Alec, el suave resplandor de las luces que se habían encendido con la caída del crepúsculo. De repente no puedo esperar para salir de ahí. Por lo menos en casa sentía que podía salir cuando quisiera, incluso si era solo una ilusión.
Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos. Me giré, me aclaré la garganta y me pasé una mano por encima de mi camiseta, alisando las arrugas.
—Adelante.
Era Masen. Yo apenas lo miré antes de cruzar hasta la cama, sin orden ni concierto metí las cosas en mi bolso. No era nada, yo no iba a ir a ninguna parte. Era un acto para mantenerme ocupada, para despojarme del zumbido nervioso a través de mi cuerpo, cortesía de la coca y la mirada de ese hombre.
— ¿Qué? —estallé, cuando ya no pude lidiar con el silencio.
—Mírate —estaba haciendo una mueca, con los ojos fijos en mi cara.
— ¿Qué? —repetí.
Sacudiendo la cabeza, él llegó hasta el otro lado de la cama y suavemente puso su mano bajo mi nariz.
— ¿Por qué haces esta mierda? —susurró, frunciendo el ceño, supuse, por el residuo blanco en sus dedos.
—Ya basta —me alejé, irritada. La preocupación de Masen era falsa, una actuación por su puesto de trabajo. Alec lo contrató hace un año para que fuera mi guardián, aunque así no era como cualquiera de ellos lo llamarían. Guardaespaldas. Chofer. Lo que fuera.
Su rostro se endureció.
—Alec me ha mandado para ver cómo estabas.
— ¿Por qué? Él parece muy bien ahí abajo.
—Has estado aquí durante horas.
¿Lo había estado? Eché un vistazo a la ventana de nuevo y entonces vi el reloj junto a la cama. La seis en punto. Supuse que había perdido la noción del tiempo. Me encogí de hombros, dando un paso atrás, resistiéndome al impulso de limpiar mi nariz.
—Vamos a irnos —dijo Masen, tocando mi brazo.
Me alejé, no me gustaba cómo me sentía cuando me tocaba. Me sentía atraída por él, y a veces pensaba que él se sentía atraído por mí, pero esos hombres eran todos iguales. Sólo hablan el lenguaje de la violencia y de la comodidad, dejando poco espacio para cosas como el amor y el afecto.
Su belleza era irrelevante. Las mejores caras pueden ocultar las almas más podridas.
Bueno, pues aquí está este capi cortito, luego ya irán siendo más largos.
Deciros que actualizaré Lunes, Miércoles y Viernes sobre las 7 de la tarde hora española (hoy más pronto porque era el estreno, jeje), y por si me lo preguntáis la historia tiene 26 capítulos :)
¡Nos vemos el miércoles! ;)