ADVERTENCIA: LOS PERSONAJES AQUÍ EXPUESTOS PERTENECEN A MASAMI KURUMADA Y TOEI ANIMATION. ESTO ES SIN FINES DE LUCRO.

LUEGO DE UNA MUY LARGA ESPERA, ESTOY DE REGRESO. NO SABEN CÓMO AGRADEZCO QUE SIGAN ESTE FIC QUE NO PARA DE COMPLICARSE (Y COMPLICARME EL CEREBRO).

Capítulo XII
Caballeros de Bronce

-¡Esto no es posible!- dijo el Caballero Dorado con cierto enojo- Se supone que estaríamos reunidos los Caballeros de más alto rango para decidir qué hacer ante la muerte de nuestro Maestro y sólo 3 de nosotros nos presentamos.

-Kanon- comenzó a hablar Aldebarán- Son momentos muy difíciles para todos nosotros, debes comprender…

-¡No!, esa actitud mediocre es lo que nos ha llevado a esto. Aries, Escorpio y Virgo han huido cobardemente y el resto murió estúpidamente.

-¿Estúpidamente?- terció Aioria que apenas y podía articular palabras, no se sentía muy bien- Si no mal recuerdo tú y tus amigos los Generales Marinos fueron quienes los eliminaron mientras ellos cumplían su deber de proteger valientemente a Athena. Además ni Mu, ni Milo y mucho menos Shaka han huido, deben estar en alguna misión.

-Vaya, vaya… Ha hablado el "Dorado consentido"… No eres más que un ebrio. Si no fuese por tus tonterías, en este momento tendríamos al asesino del Maestro.

Aioria guardó silencio. Quizás tenía razón, él dejó ir a la única sospechosa de la muerte de su hermano. Todo apuntaba a que ella lo había hecho. La daga, la sangre, el rencor, todo. Sin embargo, en ese momento se había quedado congelado, inundado por la indecisión.

-Aioria, no es lo que piensas- fue lo primero que ella le dijo.

El Caballero de Leo se había acercado al cuerpo sin vida de su hermano mayor sin poder entender lo que sucedía. La miró suplicando una explicación.

-Sé que también sentiste ese cosmos… Él sólo pudo transmitirme su última voluntad: Nos encomendó a Athena- hubo un silencio- Debo ir a Japón, ella está ahí, tu hermano lo sabía y quería que la protegiéramos- dudó en agregar- Ven conmigo.

Aioria miró de nuevo el cuerpo de su hermano sin soltarlo. Él supuso que Marín comprendió que él no lo haría; en primer lugar porque quería quedarse con Aioros; en segundo lugar, no sabía qué pensar respecto a ella. Finalmente ella se había marchado rápidamente, no sin antes "robarse" la armadura de Águila que le había sido retirada.

-Di un vistazo al lugar y encontré que la dichosa encarnación de Athena no está- declaró Kanon provocando la sorpresa en Aldebarán, Aioria ya lo sabía así que no mostró ninguna reacción- Así que… supongo que dadas las circunstancias, que no hay un consejo ni deidad que elija un nuevo Patriarca, uno de nosotros tres debería…- hablaba mientras se acercaba a la silla del Sumo Sacerdote- ocupar este puesto.

-Olvidas al Dohko de Libra- le interrumpió Tauro- él es el más indicado para ocupar ese lugar. Además él ya está en camino.

-Ese viejo no podrá hacer mucho, tú eres un inútil y éste- refiriéndose a Leo- bueno, es aún más inútil.

-Te equivocas- Aioria se puso de pie muy decidido- Te demostraré a ti y al Santuario de lo que soy capaz. Iré a buscar a la asesina de mi hermano, la traeré aquí y después de hacerla confesar ante todos su crimen, personalmente le aplicaré la pena máxima… Yo, Aioria de Leo, vengaré a mi hermano y castigaré con la muerte a su asesina: Marín de Águila.

-O-O-O-

Aquella tarde había una aparente calma en los 5 Antiguos Picos de China. Y sólo era aparente, Shiryu lo sabía, lo sentía. Su maestro había partido a arreglar unos asuntos y desde entonces él tenía el presentimiento de que algo sucedería. No se equivocaba.

-¿Estás bien?- interrumpió Shunrei sus pensamientos.

-Ah sí... Sólo pensaba en qué estará haciendo el maestro.

-No te preocupes. Él está bien y aquí, contigo a cargo, también lo estaremos.

-¿Fue extraño no? Irse de repente y "ponerme a cargo" ¿de qué?... Además en mi estado actual no sirvo de nada, ni como Caballero...- dudó en agregar pero se atrevió a sincerarse- ni como hombre para ti.

Ella se acercó - No digas eso, yo te quiero sobre todas las cosas.

-Pero...- estaba a punto de responder cuando sintió algo. Un cosmos poderoso y un tanto extraño, no podía determinar si era aliado o enemigo.

-Un hombre que sólo siente lástima de sí mismo no merece ser un Caballero- dijo el extraño mientras se acercaba a la pareja.

-¿Quién eres?- dijo protegiendo a Shunrei.

-Un Caballero Dorado...-dijo atónita la chica- pero luce... extraño.

-¿Cómo que extraño?- Shiryu estaba muy confundido.

-Permítanme presentarme, soy Shura ex guardián de la Décima Casa del Santuario de Athena... Y he venido para llevar ante el señor Hades al Caballero de Dragón.

-Ay no...- murmuró Shunrei asustada.

-Tranquila, no pasará nada- trató de confortarla en voz baja.

-No lo entiendes Shiryu. El viejo maestro me ha contado cosas, Hades es el Dios del Inframundo, el propio maestro estuvo en esa guerra contra él; y este hombre, Shura de Capricornio, está muerto.

-¡Suficiente! No sé cuál es el interés del señor Hades en un tipo como tú, pero debo llevarte conmigo.

-No, no vayas. Tengo un mal presentimiento- le suplicó Shunrei al oído mientras se aferraba a él.

-Yo sólo debo seguir las órdenes de Athena, así que me niego- le espetó Shiryu.

-Bien, mis instrucciones son llevarte como sea, así que no me importa llevarte en pedazos. ¡Excálibur!- ante esa exclamación, fue como si su brazo se convirtiera en una espada. Shiryu no supo cómo pero logró sentirla a tiempo y apartarse llevando consigo a Shunrei. Entonces, de la nada, la armadura de Dragón acudió a él como si estuviese esperando el momento preciso.

-Vaya, tienes agallas muchacho pero se necesita más que eso para vencerme.

Shura se lanzó hacia él. Tenía razón, aún le faltaba mucho para vencerlo, ese tipo era muy poderoso, era todo un Caballero de Oro. No obstante, a Shura le llamaba la atención que ese chico, a quien le había notado ceguera, luchaba a un nivel impresionante.

¿Cómo lo hace?-pensaba Shura- Está completamente ciego y parece como si lograra verme- ya sintiendo agotamiento; hacía mucho que un oponente no le daba problemas, y jamás imaginó que sería un Caballero de Bronce.

-Dragón Ascendente de Lushan - exclamó Shiryu - También te lo preguntas ¿cierto? No podría explicarlo con claridad pero siento como si Athena guiara mis pasos.

Shura dudo por un instante. ¿Podría ser cierto? Ese muchacho estaba siendo guiado por la mismísima Athena. En cierta ocasión, Aioros le había hablado de la jovencita que era la reencarnación de la Diosa. Su amigo quería mucho a esa chica y le contaba que al estar cerca de ella se sentía un cosmos muy especial.

-Ella- solía decir Aioros- tiene un poder inexplicable; es capaz de guiarte en la batalla cuando crees que todo está perdido.

¿Acaso a este joven lo guiaba? ¿El Caballero de Dragón era tan digno de ello?

-¡Suficiente!- lanzó un golpe que dio certero en el Caballero de Bronce, dejándolo en el suelo- Elige Dragón: ir conmigo o morir aquí…- el muchacho no contestó y Shura creyó que ese joven ni siquiera valía la pena, así que se dio la media vuelta cuando...

-Aún... aún no... has acabado con...conmigo- murmuró un maltrecho Shiryu.

-¡¿Qué?!

-Anda ven...aquí- se levantó poco a poco.

-¿Es una broma?- Shura se acercó a él y de un tirón lo levantó violentamente- ¿Quieres morir así? ¿Sin poder defenderte? ¿Humillado frente a tu mujer?- no dejaba de sujetarlo con fuerza.

-Soy un Caballero de Athena, y prefiero morir en batalla.

Shura lo soltó. Shiryu se puso de pie una vez más para intentar una última y suicida técnica de la que su maestro sólo le había hablado. Era evidente que no estaba listo para hacerla, era probable que moriría pero ya estaba seguro su destino: ser un Caballero de Athena e iba a cumplir con ello hasta el final.

El cosmos de Dragón comenzó a elevarse. Shura no entendía cómo ese joven quería continuar. Era una verdadera locura.

Un poco de extrañeza y otro tanto de soberbia, generaron en Shura la perfecta distracción para que Shiryu pudiera lanzarse al ataque, lo sujetó con fuerza por la espalda y ambos salieron disparados hacia el cielo como dos estrellas fugaces; así, Shiryu estaba ejecutando El Último Dragón de Lushan.

Mientras Shunrei miraba cómo ambos cuerpos se perdían de vista en el infinito cielo, arriba, Shura se dio cuenta de todo. Había una razón por la que Hades tenía interés en ese muchacho, ya había muy pocos guerreros como él, dispuestos a dar su vida por defender su causa. En una época él mismo hubiera estado dispuesto a lo que sea por proteger a Athena, incluso asesinar a su mejor amigo. Ahora él era un tonto, un traidor a su Diosa. Merecía que Dragón acabara con él, pero ese muchacho no debía morir. Así que antes de que fuera más peligroso para ese chico, decidió protegerlo con su propia armadura.

Shiryu, por su parte, no comprendía con exactitud lo que su oponente pretendía ¿Acaso quería protegerlo? No estaba seguro y si era así (y sobrevivía), Shiryu estaba dispuesto a cumplir con su destino y luchar por Athena. El Caballero de Cisne tenía razón, no podía huir de su destino, quizá si tenía oportunidad de seguir con vida, lo buscaría para agradecerle ver que su destino siempre fue ser un Caballero de Athena.

-O-O-O-

El ataque había sido inesperado y brutal, aunque el hombre que dirigía esa misión no deseó que fuera tan violenta…

Por otro lado, si el joven rubio hubiese sabido del altercado, quizá hubiese estado más preparado para lo que venía. Sin embargo, Hyoga no tenía ni la más remota idea de lo que pasaba en el Palacio de Valhalla.

Hyoga caminaba por la nieve con una extraña sensación, era como si algo estuviese ocurriendo en el lugar. Trató de no prestar mucha atención para no llenarse de ideas la cabeza. Sin embargo, comenzó a ver muchas huellas en la nieve las cuales guiaban al Palacio, las siguió sintiendo cómo se aceleraba su corazón, la sensación de que algo raro pasaba iba en aumento, aunque lo que encontró fue demasiado.

Sin duda algo había pasado y sin duda esas huellas lo llevaron hasta ese "algo". Era un cuerpo que yacía tirado en medio de una mancha roja inconfundible de sangre. Se acercó a toda prisa, sin poder creer lo que veía. Quien estaba ahí tirado, con apenas una pizca de fuerzas era un maltrecho Dios Guerrero.

-¡Hagen! ¡¿Hagen, qué sucedió?!- le preguntó.

-Mid…Midgard… Ellos… Ese tipo…- era evidente que había recibido una paliza de muerte; aún así estaba muy alterado.

-Tranquilo. Vamos, apóyate en mí. Vamos al Palacio, allá te ayudarán y me contarás todo con calma.

-No… No hay tiempo. Ellos… Ellos atacaron y acabaron con todos.

-¿Quiénes?

-Los Espectros de Hades y ese hombre…

Hyoga no comprendía nada. Creía que Hagen ya estaba delirando. ¿Cómo era posible que hubiera Espectros de Hades en Asgard? En una época, su maestro Camus le había hablado sobre todo eso, y era totalmente absurdo que estuvieran ahí.

-Ellos buscaban… buscaban…- intentó explicar Hagen como si pudiera leer la duda en su rostro.

-¿Qué buscaban?

-No "qué", a "quién"… Ellos te buscaban.

-¡¿Qué?!

-Creyeron que… te ocultábamos… protegimos nuestro territorio y… acabaron con todo.

Hyoga no podía creer lo que escuchaba, y entre tantas cosas que pasaron por su cabeza, de pronto fugazmente pensó en Flare. Miró a su interlocutor y se dio cuenta de que el estado de Hagen era realmente malo. Parecía que en cualquier momento lo perdería.

-Hagen… Reacciona… - lo sacudió un poco- Pon atención, dime ¿dónde está Flare e Hilda?

Por un momento no hubo respuesta y Hyoga creyó que había perdido a Hagen – Ellas… ellas están ocultas en el Palacio. Mi señora Hilda… ella se puso muy mal… cuando sintió que Siegfried había muerto. Luego de eso, nos atacaron… Debes encontrarlas, protegerlas… Por favor- agregó apenas con voz audible.

Hyoga apenas comprendía lo que escuchaba. Se quedó un momento tratando de entender y cuando miró de nuevo a Hagen éste parecía por fin descansar. El joven sintió mucha pena, Hagen no era totalmente de su agrado pero jamás le deseo aquello, y lo peor, todo lo que pasaba era su culpa. Ahora debía proteger Asgard y descubrir quién era el responsable del ataque. Se puso en marcha hacia el Palacio de Valhalla, sin imaginar quién lo esperaba ahí.

El hombre permanecía en el vestíbulo del Palacio, pensado un poco que las cosas se habían salido de control. Esos malditos Espectros no tienen límite para saciar su sed de sangre y destrucción- pensó, pues su intención no había sido causar tanto alboroto- Tan sólo si Hyoga hubiera aparecido

Y como si lo hubiese convocado, el joven rubio apareció en el umbral de la puerta. Agitado y sin poder creer que era lo que veía- Tú… - apenas pudo pronunciar el Caballero de Cisne.

-Veo que lo lograste, por fin te convertiste en un Caballero de Bronce- dijo sin mirarlo.

Hyoga no podía responder, seguía sin creer lo que veía. Frente a él estaba su maestro, era él; portando la armadura de Acuario (aunque lucía extraña, nunca la había visto pero la lógica le decía que una armadura Dorada no debía ser oscura). Además, esa Amazona le había dicho que Camus había muerto ¿acaso le había tomado el pelo? Y la última cuestión que lo perturbaba ¿acaso su maestro era el responsable del ataque?

-Bueno, de nada te servirá Hyoga. Aún no estás listo para esto.

-Ma…maestro- por fin dijo- ¿Qué hace aquí? ¿Qué está pasando?

El hombre por fin lo miró. Aunque Camus no lo expresara, estaba orgulloso de nuevo rango de su alumno. Sin embargo, sabía que no tendría oportunidad, no sólo contra él, sino contra la amenaza que se avecinaba.

-Hyoga… tu cosmos aún es débil, incluso para un Caballero de Bronce.

El rubio seguía sin comprender de qué se trataba todo el asunto. Su maestro "muerto" estaba justo frente a él y, si bien siempre había sido un hombre muy misterioso, en ese momento era alguien completamente indescifrable.

-Maestro… - Hyoga dio unos pasos, sin borrar el respeto que sentía por él- ¿Usted fue quien hizo todo esto?- se atrevió a preguntar con temor a la respuesta.

-El señor Hades me ha enviado para quietarte del camino.

-No… No puede ser…- el Caballero de Cisne se sintió traicionado, debía ser mentira. Camus, su maestro, casi un padre para él, el hombre que prácticamente lo había criado, quien le enseñó todo lo que se necesitaba para ser un Caballero, estaba ahí para asesinarlo en nombre de Hades. No podía contener las lágrimas.

-También veo que sigues dejando que tus sentimientos te ganen. Sé que, en el remoto caso que tuvieras una oportunidad contra mí, no te atreverías a hacerme daño… Esa es la razón por la que te dije una vez que podrías nunca ser digno de la armadura que hoy portas. No puedes controlar tus sentimientos… Supongo también que tu corazón aún no deja ir a esa mujer, a tu madre… - ahora era Camus el que se aproximaba a su ex pupilo- Esos sentimientos tan humanos… te hacen débil.

Hyoga se quedó inmóvil. Se sentía impotente, no podía combatir a Camus, así como no podía olvidar a su madre (ella era lo único que tenía en la vida); estaba confundido, cómo era posible que su maestro traicionara a la Orden de Athena, la misma a la que le había enseñado a respetar… No podía reaccionar ante ello.

-Bien, confirmo que aún no estás listo para combatir… Morirías al primer intento de defenderte, y si alguien debe acabar contigo… debo ser YO…- sin más, adoptó la posición para realizar su técnica y proclamó:- ¡Ejecución de Aurora!

Ante ese ataque, Hyoga no pudo hacer nada. Sólo sintió cómo su cuerpo salía disparado por los aires. Admitió su derrota.

Perdóname madre, Camus, Athena… No soy digno de ser un Caballero- fue su último pensamiento, antes llegar al suelo.

Camus lo miró; yacía en el suelo, parecía dormir en un sueño eterno. El antiguo guardián de la casa de Acuario tenía entre sus principios no atender a las cuestiones personales, sabía perfectamente que un Caballero no podía dejarse llevar por los sentimientos. No obstante, sólo pocas personas habían logrado romper con esa creencia: su amigo (al que siempre quiso como un hermano), Milo; y sus aprendices, Isaac y Hyoga, especialmente este último.

Sabía que no estaba bien, y menos en la situación en la que estaba. Había recibido instrucciones muy específicas. Claro, él no estaba del todo convencido de lo que tenía que hacer, lo único que podía agradecer era que él fuera elegido para buscar a Hyoga, sólo él podía darle un justo descanso. Lo único que le quedó por hacer fue construir un enorme témpano que protegería su cuerpo durante su eterno descanso.

-¿Ya está listo?- preguntó de pronto una voz.

Camus lo reconoció inmediatamente, era Zelos de Rana, quien había acompañado al ex Santo de Oro en esta misión (para resolver una posible defensiva de los Dioses Guerreros); cuestión que a Camus no le hizo nada de gracia, ese tipo le era muy desagradable; de hecho no confiaba en los hombres de Hades.

-Ya terminamos aquí- dijo aproximándose a la salida.

-Pero aún no hemos encontrado a esas mujeres, supongo que se ocultaron en alguna parte del palacio… - miró a Hyoga- Y ese, su cuerpo está íntegro, no sé si mi señor Hades…

-¡No te atrevas a tocarlo!... El objetivo ya se cumplió- salió de ahí para que el Espectro no notara que por sus mejillas bajaban un par de lágrimas- Ya no importa nada más.

-O-O-O-

Miraba a su alrededor cómo la oscuridad poco a poco iba llenado todo. El eclipse había sido sólo el comienzo. Ahora todo le pertenecería, la tierra de los muertos y la de los vivos. Nada ni nadie podría detenerlo. Él observaba desde su trono cómo su reino se extendía, castigando a los humanos con la muerte y más allá de ésta.

Shun se despertó muy exaltado de ese sueño, sudaba y en su mano sostenía con fuerza el medallón que descansaba sobre su pecho ¿Qué había sido ese sueño? No se sentía como él, era de nuevo el "otro", pero en su sueño ese personaje lo dominaba por completo, ya no quedaba rastro de Shun.

Se incorporó para sentarse al borde de la cama. Liberó de su mano el medallón con el mensaje "Siempre tuyo", que le había dejado la mano roja. Jamás había tenido un sueño tan… ¿aterrador?, porque había sentido un gran miedo al darse cuenta que su cuerpo no le pertenecía, y que ahora era de un ser lleno de odio y venganza. Apenas estaba limpiándose el sudor de su frente, cuando de pronto escuchó un grito. Inmediatamente se puso de pie, era la inconfundible voz de June.

Salió corriendo de cabaña y se dirigió inmediatamente al origen del alarido. Cuando llegó encontró a June junto al cuerpo tendido de Albiore.

-No maestro, reaccione por favor- decía la chica con desesperación y llanto histérico- ¡Eres un desgraciado!

-Cállate mujer. Él se lo merecía por atreverse a desafiarme- respondió el hombre. Shun lo miró, portaba una armadura oscura, sus rasgos eran muy finos, casi femeninos- Ya deja de llorar, no puedes hacer nada, mi rosa sangrienta le ha arrebatado la vida a este insignificante Caballero de Plata.

-¡Maldito!- reaccionó Shun y fue corriendo hacia ese hombre. Pero una lluvia de rosas rojas lo detuvo y le quitó la visión por un instante.

-¡Ah! Justo a quien esperaba- declaró Afrodita.

-¿Qué le has hecho al Albiore?- preguntó Shun cuando poco a poco se despejó su campo visual.

-Ah, no te preocupes por ese. Sólo era un estorbo.

El peliverde tomó una posición como si quisiera luchar contra él- Espera Shun- intervino June- Esto no es asunto tuyo, no eres un Caballero, no podrás hacer nada contra él.

La chica se lanzó al ataque. Lanzó su látigo hacia el enemigo, quien apenas se inmutó y lo detuvo con una rosa.

-Mujer, tú eres la que no debes meterte- lanzó un ataque más, que hizo que la Amazona saliera despedida por los aires- Yo vine a buscar a este niño bonito.

-¿Quién eres? ¿Qué quieres de mí?- le enfrentó Shun. Se sentía extraño, no tenía miedo de ese sujeto.

-Soy Afrodita, ex guardián del templo de Piscis. He sido enviado en nombre de Hades para llevarte conmigo al Santuario de Athena.

-Yo no iré a ninguna parte con un asesino.

Afrodita lo miró de arriba a abajo y sonrió- ¡Jum! ¿Qué podría querer Hades con un muchachito como tú? Ni siquiera eres un Caballero, no eres nada… Tal vez sere mejor recompensado si de una vez te elimino.

Elevó su cosmos para lanzar de nuevo su rosa sangrienta. Shun no sabía qué debía hacer, tenía razón, él no era un Caballero, no podía defenderse. Se quedó inmóvil, ni siquiera reaccionó cuando una rosa blanca salió disparada y dio de lleno en su pecho, llevándolo al suelo. Era justo el ataque que le había arrebatado la vida a Albiore.

-¡Shun, no!- gritó June que apenas se ponía de pie.

Afrodita rió, sin duda sería muy bien recompensado por deshacerse de ese muchacho tan fácilmente- ¡Y tú cállate mujer, ya me tienes harto!

Ella lo atacó de nuevo con su látigo, esta vez acertando en su mejilla y provocándole una cortada sangrante - ¡Maldita! Mira lo que has hecho, has arruinado mi bello rostro- y de nuevo respondió el ex Caballero con una ráfaga de rosas diabólicas; así la joven amazona cayó derrotada.

Cuando Afrodita pensó que todo había terminado, de pronto sintió algo. Un cosmos inmenso. Se volvió para ver la fuente de todo ese poder y se sorprendió al ver al joven al que había asesinado de pie frente a él.

Shun no se daba cuenta, al igual que en su sueño, su cuerpo estaba dominado en ese momento por "otro". Ante la mirada atónita de Afrodita, el joven se arrancó de su pecho la rosa ya completamente roja (lo que significaba que ya había cumplido su misión de asesinarlo). En su mano, el joven deshizo aquella flor. Su mirada era extraña, vacía; no parecía la misma de brillantes ojos verdes que antes tenía.

-Tu misión era enfrentarlo, no matarlo- dijo el joven, pero aquella tampoco parecía ya su voz.

Ahora tocó el turno a Afrodita de congelarse. ¿Cómo sabía ese chico…? Es que él ya no era el muchacho que le enviaron a buscar. Su cosmos era demasiado poderoso para ser de un simple mortal y con ese cosmos estaba a punto de destrozarlo. Volver a morir, regresar al infierno.

-O-O-O-

Mientras tanto, en Japón, Saori caminaba de nuevo solitaria por las calles. Su decisión de abandonar a Seiya era inminente. Era cruel abandonarlo cuando apenas estaba conociendo un poquito la felicidad a su lado; pero era más cruel involucrarse, arriesgar su vida sólo por amarlo. Los Dioses eran crueles, sólo la habían puesto en la tierra para sufrir, como Diosa y como mujer ¿para qué crearle un cuerpo mortal, sólo para que sufriera como una humana? Lo peor de todo era que Seiya también sufría, antes como Caballero y ahora sufriría como hombre ¿por qué el destino se empeñaba en hacer de la vida de ese joven un tormento? Él era muy bueno, noble, simpático, al menos en este "tiempo" merecía ser feliz; pero no, el destino había cruzado sus caminos de nuevo para arruinarles la vida y destrozar sus corazones con un amor imposible.

Saori se sentía muy mal, simplemente no podía, NO DEBÍA, involucrarse más con Seiya, y más tomando en cuenta todo lo que se estaba avecinando. Ella también lo había sentido, el cosmos de Aioros había desaparecido; pero no sólo eso, la presencia de otros cosmos en diferentes partes del mundo la tenían muy alerta, unos surgían y otros se esfumaban.

- Aioros, Marín, Shaina, Kiki, Caballeros… Seiya… perdónenme…- se lamentó en silencio y se preguntó: ¿Qué está pasando?. Sin embargo, la respuesta apareció ante ella.

-Buenas noches mi señora- dijo el hombre con una reverencia.

Al verlo, la chica inmediatamente entendió todo. Ese Caballero frente a ella, su aspecto, todo; no podía significar otra cosa: la inevitable guerra había comenzado- Buenas noches Shion.

El antiguo Caballero de Aries no pareció sorprenderse de que su Diosa conocía su nombre- Sabe por qué estoy aquí ¿cierto?

-Hades te ha revivido ¿estás aquí para darme muerte?- hablaba con resignación.

-Algo así… ¿Está lista para venir conmigo?

-¿Iremos al Santuario?- se acercó a él. No temía a lo que pudiera pasar. Había ido hasta el infierno sólo para ver a sus Caballeros caer uno a uno y lo peor, Seiya había sacrificado su ser por salvarla; y a pesar de revertir el tiempo, todo había sido en vano. Ya qué más daba volver al horrible territorio de Hades.

-Mi obligación es decirle que sí… pero hay cosas que aún no comprendo- frunció el entrecejo- El Dios del Inframundo tiene un plan demasiado exacto, como si supiera exactamente qué es lo que cada uno de nosotros hará.

-¿A qué te refieres?

-Soy sólo un simple mortal, quizá alguien más cercano a los Dioses pueda entender este extraño plan… - suspiró resignado- Hades sabe qué esperar de cada uno de nosotros, por eso no me importa desobedecer instrucciones.

-¿Qué harás conmigo?- preguntó Saori al fin.

-De momento el Santuario no es un lugar seguro, la llevaré con uno de los pocos hombres en el que confío plenamente- dudó un poco en agregar, Saori juraría que estaba nervioso, pero Shion era tan estoico que resultaba difícil descifrar lo que estaba pensando- Después yo iré a recibir mi castigo por no cumplir mi misión.

-O-O-O-

Fue el llanto de June lo que le hizo reaccionar de nuevo. Se incorporó un poco, no podía recordar nada.

-¿Qué sucedió?- preguntó el joven.

-¡Shun! - declaró la joven con sorpresa. Se acercó a él con mucho esfuerzo, era evidente que la batalla la había dejado malherida. Ni siquiera se había podido levantar y se desplazó a gatas. Cuando por fin lo tuvo a su lado, posó sus manos con desesperación en el rostro del joven, recorría suavemente con sus dedos cada detalle de la atractiva cara de Shun.

-Shun, estás aquí, estás aquí... Estás vivo- decía June sin poder creerlo; él había recibido el mortal ataque, no tenía oportunidad de sobrevivir ¿Cómo lo había hecho?

-June ¿qué pasó, y el maestro? ¿Dónde ese sujeto que nos atacó?

-No sé. Afrodita te lanzó su rosa asesina, traté de enfrentarlo pero caí inconsciente... Cuando desperté, ya no estaba... -hizo una pausa- El maestro Albiore murió y tú... tú también deberías estarlo.

Posó su mano en el pecho de Shun, justo donde la rosa lo había herido y que ahora sólo tenía su camiseta rasgada. Por su parte, al ojiverde le pareció un tacto muy cálido, su corazón se aceleraba de sólo sentirlo.

Shun comprendió que ella le proporcionaba una paz que jamás había sentido. Durante su vida se involucró con decenas de mujeres, pero ninguna lo hacía sentir de esa manera. June era única y no le importaba que ella no pudiera o quisiera corresponderle, para él era suficiente con sentirse así porque ese sentimiento era sólo suyo, era algo en lo que "el otro" no podía interferir.

-El maestro... -continuó June, ella también había sentido el acelerado palpitar del corazón de Shun- está ahí. Él murió.

Shun se volvió hacia donde la joven señaló con su cabeza. Suavemente tomó la mano de la rubia, que en ningún momento abandonó su pecho, y la bajó. Se fue corriendo hacia el cuerpo sin vida de Albiore.

-¡Maestro...! - se hincó junto al Caballero de Plata. Él no había sido su maestro, pero el poco tiempo que había convivido con él aprendió mucho y llegó a apreciarlo.

No pudo evitar llorar. Había tristeza sí, pero también sentía algo más. Un sentimiento más oscuro que lo inundaba violentamente. Venganza.

A él no le gustaba pelear, pero alguien debía pagar por la muerte de Albiore, no importaba hasta donde llegarían las consecuencias, él se vengaría.

Eso es Shuncito- dijo la voz en su cabeza.

Hades se sentía complacido. El ex Caballero Dorado finalmente sí había cumplido su objetivo. Necesitaba motivar a Shun, debía despertar su poder. Además, siendo Shun de naturaleza noble y pacífica, un alma muy pura, requería moldearlo más a su gusto. Dirigir su vida había sido sólo una parte, ahora debía provocar en él sus más oscuros sentimientos; todo ello para por fin dominarlo completamente.

-O-O-O-

Luego de despertar de un sueño agitado y por demás extraño, aquella noche, cuando Seiya se percató de la ausencia de Saori, inmediatamente se levantó. Estaba muy desconcertado, ella le había hecho saber que quería compartir "algo" con él, quizá no precisamente íntimo pero sí especial.

Seiya no podía ocultar que estaba completamente enamorado de esa joven. Era una completa locura, no sólo porque era prácticamente una desconocida, había algo más en ella. A Saori la rodeaba un brillo especial, una fuerza inexplicable capaz de hacer que él jamás dejara de luchar.

¿Luchar? ¿Contra qué? - pensó- Seiya ya déjate de tonterías. Actúas como un muchachito que no para de pensar en historias fantásticas. Despégate de tus absurdos sueños, actúa como un hombre y busca a Saori- se reprendió a sí mismo.

Salió de la habitación. Tal vez ella solo se había levantado por un poco de agua o al sanitario. La buscó por todo el lugar sin resultado. Al final sólo quedaba un lugar del departamento sin explorar: la habitación de visitas. Quizá, después de todo, Saori se había sentido incómoda por dormir juntos; claro, no había pasado nada entre ellos pero era una señorita y no debía dejarse llevar por un arrebato.

Abrió la puerta de la habitación esperando ver dormir a la chica, pero lo que encontró fue algo totalmente diferente. Una enorme caja plateada estaba en medio de la habitación. Se acercó poco a poco. Estaba seguro que la había visto en otro lugar.

En sueños tal vez...- pensó pero se corrigió inmediatamente- No, no fue en un sueño.

La caja tenía un relieve donde sobresalía el rostro de un equino. No era precisamente un caballo, detrás de él había unas alas: Un Pegaso.

Posó su mano en la caja. Se sintió extraño, como si ese objeto le pertenecía. Pero cómo, si jamás había visto eso... Y de pronto una idea le vino a la cabeza. Recordó aquella vez que unos sujetos intentaron atacar a Saori y a él. Su mente había bloqueado todo lo que ocurrió y seguía sin recordarlo pero estaba seguro que esa caja tenía algo que ver.

Sin algún motivo en particular, se la colocó en sus hombros como si se tratara de una mochila. Era pesada, pero más allá de eso, creía que emanaba alguna clase de "poder". De nuevo se reprendió en silencio por no dejar de pensar en esas locuras, en lugar de concentrarse en encontrar a Saori.

Saori… estaba muy intrigado por ella. Justo antes de desaparecer, ella le había intentado decir algo importante: "¿qué pensarías si te digo que no soy una mujer como piensas?", había dicho.

¿Qué sería lo que le ocultaba? ¿Otro hombre?... Seiya estaba consciente de que todos teníamos un pasado, una historia. Él mismo no era la inocencia andante; cuando conoció a Saori él tenía novia, a la que ya había dejado; si era el caso, Saori también podía abandonar a una hipotética pareja. No obstante, Seiya presentía que había algo más. Un secreto más importante que rodeaba a esa joven.

Reflexionaba todo aquello mientras ya caminaba por la calle. En determinado momento, al doblar una esquina, la vio. Saori estaba ahí, su inconfundible y largo cabello violeta ondeaba con el viento de la madrugada. El joven decidió bajar la caja que traía y ocultarla en esa calle, era un objeto muy raro como para que Saori se lo viera y comenzara a hacerle preguntas.

Se aproximó, apenas iba a llamarle por su nombre cuando notó que un hombre la acompañaba. Era un tipo extraño, sobre todo por cómo vestía. Era una armadura, algo parecida a las que había visto en sus sueños.

-¡Saori! ¡Saori!- le gritó y corrió hacia ella.

-¿Seiya?- preguntó la joven notablemente sorprendida- ¿Qué haces aquí?

-¿Qué sucede?... desapareciste y…- miró al hombre que la acompañaba- ¿Pasa algo? ¿Te están molestando?

-¿Cómo te atreves a hablarle así a mi señora?- se interpuso el sujeto.

-Shion, espera. Déjalo… Seiya, lo siento. Debo irme.

-¿Qué? ¿A dónde? Si tú y yo…- se sentía más confundido, un poco herido, tenía un mal presentimiento.

-Olvídalo- miró nerviosa al tal Shion- Debes volver a tu vida. Te dije que yo no soy como tú crees.

-Pe…pero…- intentó decir. Saori se mostraba fría y su actitud lo estaba lastimando. Ella se dio la media vuelta, junto con su acompañante- Saori espera ¿Y "nosotros"?

-¡No te atrevas a insinuar eso sobre mi señora Athena!- le espetó Shion- Ella es una deidad. Apártate de una vez. Sólo eres un insignificante jovencito- le dedicó una sonrisa burlona- Ni siquiera siendo uno de sus Caballeros podrías ser digno de dirigirle la palabra.

-Shion, por favor, déjalo en paz- pidió Saori.

En un movimiento rápido de sus brazos, el hombre de armadura creó una especie de barrera. Al "crearla", la fuerza fue tal que el cuerpo de Seiya salió despedido por los aires y cayó algunos metros más adelante. Tras unos segundos de confusión, miró hacia donde estaba y se dio cuenta que habían desaparecido.

Se dejó caer de nuevo al piso ¿Qué demonios había sucedido ahí? No entendía, pero necesitaba comprender, porque necesitaba a Saori, su corazón jamás volvería a estar en paz si no la volvía a verla, saber de ella y que estaba bien.

Se cubrió la cara con sus manos, intentando reprimir la confusión y frustración. No pasó mucho tiempo para que sintiera algo en su pecho. Alguien lo estaba pisando, y vaya que ejercía mucha fuerza sobre su cuerpo.

Se descubrió la cara y vio una bota, parecía metálica, la cual hacía juego con el resto de la armadura que portaba el recién llegado. Era un joven de brillantes ojos azules y cabellos castaño rojizo, casi anaranjados. Su complexión estaba perfectamente iluminada por la luna de aquella noche.

¿Y ahora qué?- pensó Seiya, todo lo que le estaba pasando era una locura, qué otra cosa podría ocurrir.

-¿Así que tú eres el famoso Caballero de Pegaso?- preguntó Touma aplastando con más fuerza el pecho de Seiya.

CONTINUARÁ…

AL IGUAL QUE SEIYA, YO TAMBIÉN CREO QUE ESTOY ENLOQUECIENDO CON TANTA COSA QUE ESTÁ PASANDO EN ESTE FIC. DE VERAS QUE A VECES SUFRO PARA PODER ESCRIBIRLO, PORQUE QUIERO DECIRLES TANTAS COSAS… PERO EN FIN, LO IMPORTANTE ES QUE ESTO VA A DÓNDE YO QUIERO LLEVARLO. REALMENTE NO SÉ CÓMO ME AGUANTAN CON MIS LOCURAS. COMO SIEMPRE DIGO, INFINITAS GRACIAS POR LEER.

AL GRANO. NUESTROS BRONCEADOS EN PROBLEMAS Y LO QUE FALTA UFFF… YA QUEDÓ SUPER CLARO QUE NO PUEDEN HUIR DE SUS DESTINOS. CLARO, AQUÍ PRESENTO ALGUNAS VARIANTES PERO DE FONDO CÓMO SUFREN ESTOS MUCHACHOS. PRINCIPALMENTE SAORI Y SEIYA, QUE NOS LOS QUE NOS TIENEN ENREDADOS EN TODA ESTA TRAMA.

EN FIN, A VER CÓMO SALIMOS LIBRADOS DE TODO ESTE RELAJO. ESPEREN Y VERÁN …

POR CIERTO, ANÓTENME PARA EL PRÓXIMO CAPÍTULO A MARÍN, SHAINA E IKKI, QUE NO SE DEJARON VER AHORA.