LATIDOS SEPULTADOS

Capitulo 1: Fugitivo

Por Okashira Janet

Naruto y todos sus personajes no me pertenecen a mí, son propiedad de Kishimoto quien se ha declarado fan de Akira Toriyama y si en Dragon Ball Bulma y Vegeta quedan juntos, ¿por qué no Gaara y Hinata?

Dedicado especialmente a Gaby-L mi Imotou-chan, porque el 27 cumple dieciséis años (olé, que rápido pasa el tiempo, apenas ayer era un gatito cualquiera).

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—¡Huye Gaara!

—¡Sal de aquí!

—¡Ahora! —Los gritos de sus hermanos retumbaron en su cabeza, se sintió mareado, perdido, sin fuerzas.

—¡Muévete! —Finalmente Temari lo sujetó de una mano y lo obligó a caminar tras ella, en su confusión trastabilló, pero el férreo agarre de su hermana le impidió caer.

—Escucha Gaara tienes que salir de la aldea, tienes que irte lo más lejos posible. —Kankuro habló rápidamente, el pelirrojo podía escucharlo como en sueños, sin entender del todo lo que le decía.

—Podrías ir a Konoha, —la voz de Temari, esa que siempre había parecido tan fuerte y segura de si misma en esos justos instantes sonaba diferente, como si intentara convencerse a si misma de su propia fortaleza—, Naruto es el Hokage ahora, él te ayudaría.

—Sí, —Kankuro apoyó la idea asintiendo con la cabeza—, Naruto te tendrá a salvo mientras nosotros arreglamos este asunto.

—Ah… —La arena contenida en su calabaza parecía bullir en respuesta a sus confundidos sentimientos pero su cabeza no le contestaba de la misma manera.

—Escucha Gaara, —finalmente Temari giró hacía él, sus ojos almendrados lo observaron con fiereza—, eres el mejor Kazekage que ha tenido esta aldea y no vamos a dejar que nadie atente contra ti, nadie lo permitirá.

—Acabaremos con la farsa que se esta creando, —Kankuro apretó sus puños—, esos viejos del consejo se van a enterar.

—Desenmascaremos a Karui, —Temari gruñó—, caerá junto con todos sus seguidores.

—Pero no puedes estar aquí. —Kankuro lo sujetó por el hombro viendo que no hacía intento por caminar y lo empujó hacía delante. Los subterráneos secretos que comunicaban a la torre del Kazekage con las salidas de la aldea estaban húmedos, fríos.

—Te salvaremos acomode lugar. —Lejana escuchó la voz de Temari, todo aquello no tenía sentido, todo aquello le era ajeno, en su mente sólo podía repetirse un pensamiento: Golpe de Estado.

La juventud del Kazekage no lo deja ver que desde el final de la guerra hemos quedado empobrecidos

El Kazekage sólo piensa en ayudar a los demás sin considerar primero a su aldea

Cuando nos regía su padre éramos reconocidos como unos ninjas sanguinarios y eficaces, ahora sólo somos unos enclenques que hablan de amor y paz

Si el Kazekage ama tanto Konoha debería irse allá en vez de jodernos la vida a nosotros con sus leyes "humanistas"

Poder, ¿qué era el poder?, ¿qué eran los lazos?, ¿qué era lo correcto?, ¿había hecho mal en intentar seguir la ideología de Naruto?, quizás era demasiado joven pero había creído que había hecho lo correcto, como comandante general del ejercito shinobi le habían llovido los elogios pero él lo sabía, que regresaba a una nación empobrecida, que innumerables shinobis se habían perdido en batalla, que la miseria se respiraba en el aire.

Ingenuamente había creído que con valor y esperanza lograría llevar a su pueblo a la estabilidad nuevamente, pero aquello había terminado siendo una ilusión tonta de joven, cuando había hambre la gente se ponía irritable, cuando la miseria se respiraba los corazones oprimidos se levantaban, la gente exigía pero él no tenía como responderles, ¿cómo alimentar a los miles que habían quedado si la fuerza shinobi se había reducido a menos de la mitad?, ¿de donde obtener recursos para los civiles si la mayor cantidad de dinero tenía que ser invertida en reparar infraestructura, tratar a los que habían quedado heridos, volver a la normalidad las actividades ninjas?.

Gaara sabía que la recesión económica que estaban sufriendo tendría que acabar tarde que temprano, algún día los pequeños que cursaban la academia vendrían a suplir a los miles que habían muerto en batalla, paciencia, paciencia, era la cantaleta de siempre y el pueblo había terminado estallando.

¡Necesitamos un líder que nos comprenda!

Claro, cómo él es el Kazekage y no carece de nada

¡Comida!, ¡Es todo lo que pedimos!

Si pudiera Gaara se quitaría la comida de la boca para dárselas, ¿no entendían que eran su pueblo?, su sueño había sido crear lazos con ellos, ser reconocido y servirles, ¡ja!, que iluso había sido, un jinchuuriki siempre sería un monstruo por mucho que el bijuu lo hubiera abandonado.

—Gaara. —Temari lo sujetó de los hombros, repentinamente volvió a la realidad, al momento que estaba viviendo y al dolor insistente en su pecho—. Gaara, yo creo en ti, Kankuro cree en ti, mucha gente lo hace.

—Vive Gaara, —con dolor Kankuro colocó una mano sobre el hombro de su hermano menor—, vive y vuelve cuando tus hermanos mayores hayan logrado arreglar esto.

—Después de todo hay cosas que sólo los hermanos mayores podemos hacer. —Temari sonrió cerrando los ojos, Gaara supo que luchaba por no llorar.

—No dejes que te atrapen.

—Te estaremos esperando.

—Hay gente que cree en ti.

—Vuelve Gaara, vive y vuelve. —Kankuro le dio un último empujón en el hombro, Temari apenas pudo rozarle con los dedos el alborotado cabello rojo al momento de colocarle el gorro de la capa ocultando así del mundo su rasgo más distintivo.

Sin ser plenamente consciente, con los pensamientos revueltos y todo lo que había creído que era perdiéndose dentro de él Gaara trastabilló por el pasillo oscuro que a cada dos pasos parecía querer que sus pies resbalaran.

Le habían quitado su calabaza por temor a que algo tan característico de su persona lo hiciera reconocible, en vez de eso apenas tenía un morral con su preciado elemento colgando de su cintura. Debía admitirlo, se sentía vulnerable, vulnerable y asustado. Casi tanto como cuando siendo niño se dio cuenta cabal del horror de su soledad y de las heridas profundas de su alma.

¿Por qué estaba pasando todo aquello?, su sueño se derrumbaba de tal manera que sentía que de un momento a otro se derrumbaría él también, todo por lo que había luchado, todo lo que había conseguido, ¿acaso era sólo un espejismo?, siempre había sabido que estar en un puesto de poder acarrearía increíbles obligaciones, pero cuando había aceptado el cargo había creído firmemente que podría sortear la adversidad.

¿Había fallado?, su respiración se estaba haciendo errática, estaba seguro de que si Shukaku continuara dentro de su cuerpo hacía tiempo que ya habría perdido el control de si mismo.

Ya no podía oír las voces de sus hermanos al inicio del túnel, ahora seguía su camino en solitario y de alguna manera era tan terriblemente triste que le destrozaba el corazón. Aún así sabía que tenía que ser de esa manera, de enfrentarse al consejo sabía que había gente que lo apoyaría, aún había ninjas que al verlo le sonreían con calidez, aún había subordinados que inflaban el pecho de orgullo por su dirigente, pero no era su fin crear un baño de sangre en su propia aldea, no.

Justo en esos momentos no quería pensar si eran más los que estaban en su contra que los que lo apoyaban, no quería saber si el plan para asesinarlo era real, no quería volver a perderse a si mismo.

¡Que difícil ser el líder de un pueblo!, suponía que ser un ciudadano más, un civil a las ordenes de una ley o un ninja que juraba lealtad a su superior debía ser infinitamente más sencillo, pero había sido él quien había elegido esa vida, él y nadie más quien había decidido crear lazos lo suficientemente grandes como para abrazar a todas las personas que le habían hecho daño en el pasado.

El túnel se acabó, la luz pálida de la luna lo bañó por entero y sintió un escalofrío al verse solo en medio de las dunas de arena, aquel era su hogar, uno del que tenía que escapar.

Volvió a trastabillar sintiéndose débil, no había comido nada desde la tarde cuando Temari había sujetado férreamente su mano por la muñeca.

—"Algo esta pasando Gaara". —Escuchar las palabras de su hermana lo puso en un estado de congelamiento total, nunca antes había escuchado la voz de Temari así, como si estuviera raspando algo en su garganta.

Suponía que si veía las cosas en reversa aquello había sido el principio del fin, toda la torre Kazekage había estallado en una revolución donde los espías se encontraban entre sus propios subordinados, aquel había sido un caos que Gaara jamás hubiese querido vivir, no, hubiera preferido haber muerto a notar como la gente que tan férreamente intentaba proteger se levantaba en su contra.

Y al final ¿de quien era la culpa?, toda era suya, había sido él el inexperto, el joven, el que no había logrado sortear el malestar de su aldea como lo habían logrado los demás, ¿no decía Naruto que a pesar de todo los lazos en su aldea se habían reforzado con la guerra?, ¿y no le había comentado el Raikage que el espíritu de la gente se había elevado después de la cuarta guerra ninja?, ¿por qué entonces él no había logrado algo similar?, le dolía en el alma no haber logrado ser lo suficiente, no haber tenido el valor, la astucia o el arrojo para llevar a su aldea a una nueva era.

Empezó a caminar lentamente sobre las dunas de arena, su cuerpo se estremecía por la frialdad de la noche en el desierto, no sentir su calabaza de arena a sus espaldas lo hacía sentir terriblemente vulnerable.

Uno, dos, tres… Sus pasos se marcaban pesadamente en la arena, casi como si arrastrara los pies, sus dientes castañeaban, con un movimiento torpe se acomodó la capa que cubría sus rojos cabellos dejando apenas un resquicio por donde pudieran asomarse sus ojos aguamarina.

Adelante, siempre adelante, eso es lo que habría dicho Naruto en la presente situación, pero él no era Naruto y nunca lo había sido. En el pasado había querido ser como él, sentir la misma fuerza que lo movía, pero luego fue relativamente fácil darse cuenta de que nunca podría ser así, porque él era Gaara del desierto y como la arena no podía tener fases intermedias o era frío como el hielo o caliente como el infierno así como la arena era una durante el día y otra por la noche.

El amor que lo movía era el amor que lo apresaba por su gente y sus camaradas, por proteger su nación y la que era su tierra, no porque hubiera nacido ahí sino porque era el desierto su única razón de ser.

Desierto

La aldea de la arena

La arena del desierto

La aldea perdida en medio de las arenas del desierto

¿Por qué no había podido ser lo suficientemente bueno para ella?, ¡la amaba tanto!, al despertar los granos de arena revoloteaban a su alrededor como besando su rostro inexpresivo, por la mañana contemplaba las dunas siempre cambiantes y al atardecer subía a la torre Kazekage sólo para ver en toda su extensión la puesta de sol como ningún otra alma era capaz de apreciar.

El viento sopló nuevamente con fuerza sobre él, sin su calabaza se sentía tan ligero que por un momento creyó que saldría volando por el embate del aire. Tuvo que apretar los dientes e inclinar la espalda hacía delante para afianzarse a si mismo sobre sus pies.

Sabía que sus hermanos lo habían hecho con las mejores intenciones, pero el morral con arena atado a su cintura no era ni por asomo algo que pudiera hacerlo sentir tranquilo. La calabaza de arena lo había acompañado desde que tenía memoria, de hecho había ido creciendo con él, cada que se volvía demasiado pequeña para contener su poder (o el de Shukaku en su momento) habían tenido que fundirla para hacerla más grande.

Para colmo ni siquiera podía decir que se deshacía de su peso cuando dormía porque ciertamente había pasado más de la mitad de su vida intentando no dormirse y la otra mitad con un insomnio trágico que había hecho imborrables las ojeras en su rostro. Así que lo más común es que se viera al joven kazekage con sus eternas ojeras de insomne paseando lentamente bajo la luz de la luna por la aldea con su calabaza a la espalda.

No tenerla en esos momentos hacía toda la experiencia incluso más angustiante, como si algo hubiese sido arrancado literalmente de su cuerpo.

Con gran esfuerzo volvió a acomodarse la capucha para que el aire no lo golpeara tan violentamente en el rostro, no estaba acostumbrado al dolor físico porque su madre vuelta una con la arena solía protegerlo siempre, pero el dolor que estaba causado por heridas en el corazón, ese si que lo conocía.

Creía que aquello había quedado atrás, que sus días oscuros y el dolor que lo acechara siempre de niño era sólo un despojo de un pasado demasiado lóbrego. Pero como siempre se había equivocado, el dolor de dejar su aldea, de hacerlo de esa manera le atravesaba el pecho como una lanza.

Trastabillo sin querer y se fue al suelo, por unos segundos arañó la arena bajo sus manos, dejando que los finos granos se deslizaran entre sus dedos, pero luego se puso de pie con decisión y siguió avanzando.

Intentó dejar la mente en blanco, sólo concentrarse en caminar, en alejarse lo más pronto posible. Dentro de muy poco se darían cuenta de que no estaba en la aldea, ¿Qué sería lo que harían sus opositores?, no podían tocar a Temari y a Kankuro, no mientras siguieran dentro del consejo de la aldea, demasiadas cosas peligraban de hacerlo, no debía preocuparse por ellos.

—"Son fuertes". —Se dijo a si mismo sin dejar de caminar. No intentaba autoconvencerse, ciertamente sus hermanos lo eran. Quizás hasta eran más fuertes que él, ¿quién era en realidad Gaara del desierto?, ¿no era acaso un muchacho perdido que ni siquiera podía combatir a sus propios sentimientos?, ¿no era ese que solo servía para luchar y que no podía llevar a su aldea la paz que tanto anhelaba?

La capucha le tapó los ojos, ¿qué haría una vez que estuviera con Naruto?, ¿pedirle ayuda como un cachorro apaleado?, siempre lo había sido, el monstruo perdido que Naruto tenía que rescatar, el hombre débil que Naruto había tenido que regresar de la muerte, el kazekage inútil que ni siquiera había podido ahorrarle a Naruto el tener que pelear contra Madara.

Naruto, Naruto, su vida estaba ligada a la del rubio, ¿quién era en realidad el protagonista en la vida de Sabaku No Gaara?, se sentía como un triste, perdido y miserable personaje secundario que se arrastrara débilmente intentando encontrar la luz del protagonista, intentando que algo de la fuerza salvaje de Naruto entrara en él y le ayudara a respirar de nuevo.

—Naruto. —El nombre del rubio se le murió en los resecos labios e inconscientemente se abrazó a si mismo con tanta fuerza que le quedaron doliendo los brazos, ¿de que servía su fuerza física y sus terribles técnicas de combate si era incapaz de vivir como un humano?, ¿de que servía su escudo perfecto si no podía protegerlo de los sentimientos que le arañaban el corazón?

Caminó, ¿cuánto caminó?, no lo sabía, su silueta era apenas una sombra que se deslizaba entre las dunas de arena, ¿qué estaría pasando en su aldea?, ¿habría muertos?, ¿lo estarían buscando?, ¿dónde lo buscarían?, la ultima pregunta le provocó abrir los ojos con sorpresa, si el Kazekage desaparecía repentinamente, ¿no sería lo más lógico ir a buscarlo donde su gran amigo el Hokage?, ¿no había sido él mismo quien había declarado en la cuarta guerra ninja que era Naruto su más preciado amigo?

Lo infantil de sus actos hasta ese momento lo golpeó en la cara como una bofetada, ¿qué pretendía yendo a Konoha?, ¿acaso quería ocasionarle problemas a Naruto?, paró de golpe y sintió como si todo el aire se escapara de sus pulmones, había salido ya del desierto y una melancólica tarde pintada de nubes de tormenta se abatía sobre él, Konoha estaba ya a unos pasos, pero no podía presentarse como el Kazekage y provocar quizás una guerra entre aldeas.

¿Buscar refugio político?, ¿no sonaba eso cobarde?, ¿no debería haber desoído a sus hermanos y quedarse a luchar?... ¡No, no!, la gente, ¡su gente!, moriría si él se veía inmiscuido.

No pudo evitarlo, se sentó en la orilla del camino, encogió la cabeza sujetándosela con las manos y cerró los ojos. ¿Qué hacer?, ¿a dónde ir?, ¿cuál era la decisión correcta?. ¿Volver?, ¿qué ganaba si volvía?, una guerra civil, su bando contra el contrario, más miseria para su aldea, prefería morir antes de que algo como eso sucediera.

Abrió los ojos observando la tierra seca a su alrededor y casi como una ironía una pesada gota de agua cayó junto a su pie, no tardo mucho tiempo para que a aquella solitaria gota de lluvia le siguieran muchas más. No habían pasado más de dos minutos cuando ya se encontraba completamente empapado, ¿sería que Dios le estaba mandando una tormenta?, nunca había sido creyente en realidad, pero parecía como si alguien conspirara para hundirlo más y más en la miseria, ¿sería ese el pago por todos sus pecados cometidos?

La tierra bajo sus pies se empezó a volver lodo, el empapado cabello rojo se le pegó al rostro aún a costa de la capucha que le cubría la cabeza, no podía caer más bajo, echado al lado del camino como un vago común, sin sueños, sin anhelos, confundido, solo.

Gaara del desierto no sabía llorar, pero de haber sabido hacerlo estaba seguro de que las lágrimas de desesperación habrían corrido por su rostro. Tenía dieciocho años, era apenas un joven aprendiendo a ser hombre, ¿podría ser que aquello fuera una prueba?, ¿era solo la representación irónica de lo que siempre había sido su destino?

Cerró los ojos, quizás fue por eso, por eso y por la tormenta que no escuchó el ruido del carruaje al detenerse a unos metros de él, estaba seguro de que en cualquier otra ocasión habría alzado la cabeza con la desconfianza que le era habitual, con los reflejos propios de su cargo, pero se encontraba tan débil y aturdido que no logró reaccionar hasta que repentinamente la lluvia dejó de caer sobre su cuerpo.

Instintivamente alzó el rostro, ¿había dejado de llover aunque los truenos y los rayos siguieran cursando los cielos?

—Kazekage-sama. —Una chica estaba parada frente a él, llevaba ropa de entrenamiento, una polera muy grande y unos pantalones a tres cuartos de altura, lo cubría amablemente de la lluvia con un paraguas.

—¿Qué…? —Gaara no pudo evitar sorprenderse, no tanto por no haberla escuchado acercarse (eso se debía solo a su profundo grado de distracción), ¿pero como había sabido quien era?, no llevaba la calabaza, su cabello y el tatuaje estaban ocultos por la capucha y en medio de la tormenta estaba seguro que sus facciones no se veían claramente.

—¿Qué esta haciendo aquí? —La voz de la chica era tan suave que apenas podía escucharla con el estruendo de la tormenta.

—Yo… —En realidad no supo que contestar, de hecho no sabía que debía hacer, acababa de notar que la joven llevaba el distintivo de Konoha alrededor del cuello—. Hyuuga. —En un chispazo reconoció los característicos ojos que lo observaban.

—¿Ne-necesita ver a Naruto-kun? —Las mejillas de la chica se sonrojaron tenuemente—. Puedo llevarlo.

—No. —Gaara negó lentamente—. No puedo…

—Hinata-sama. —Un joven se asomó del carruaje abriendo la puerta sin importarle mojarse la cabeza— Suban pronto o se van a resfriar.

—Sí Nii-san. —La chica asintió con suavidad, Gaara posó los ojos en el muchacho, a él si que lo reconocía, era Neji Hyuuga, el genio del clan Hyuuga, al instante volvió a posar la mirada en la chica frente a él, Hinata, ya la recordaba, ¿cómo olvidar el combate que lo había alterado tanto en las preliminares para Chunnin?

—Venga Kazekage-sama. —La joven adelantó una mano hacía él, no parecía tener dudas de ningún tipo en ayudarlo.

—Gracias por el ofrecimiento pero… —Gaara se colocó lentamente de pie, estando así era mucho más alto que ella—. Por el momento no sería conveniente que se sepa que estoy en Konoha.

—Podría… —La chica bajó la mirada, la volvió a subir y jugueteó con sus dedos—. Po-Podría quedarse en los terrenos del clan si lo desea, nadie sabría… —Gaara frunció un poco el ceño, ¿por qué aquella joven le estaría ofreciendo alojamiento sin conocer antes la situación que lo rodeaba?. Al instante cayó en la cuenta, él era Sabaku No Gaara, Kazekage de la aldea oculta de la arena y ella era Hinata Hyuuga, primogénita del reconocido clan Hyuuga, aquello no era más que una obligación, como representante de su clan no podía pasar por alto a un dirigente de su alcurnia.

—No quisiera causar molestias. —Habló con frialdad, pero ella no pareció achicarse ante su tono de voz.

—Hemos escuchado que en la aldea de la arena se esta despertando una revuelta civil. —La joven parecía bastante entretenida en observar el mango del paraguas, Gaara tuvo que contenerse de suspirar, al parecer las noticias corrían muy rápido.

—Siendo así sabrá que refugiarme en Konoha sería contraproducente para la política y gobierno de nuestras aldeas, no es mi intención despertar conflictos de esa magnitud. —Gaara se irguió cuan alto era, aunque le pareció que sus palabras perdían fuerza estando como estaba, mojado hasta el tuétano y con la capucha tapándole la mitad del rostro como un vulgar ladrón.

—El clan Hyuuga no mantiene vigilancia adicional de la aldea. —La chica pareció titubear un instante, pero luego se llenó de valor—. Puede perder cuidado, si gusta le daremos alojamiento hasta que decida que es lo que debe hacer.

—Hinata-sama. —La voz de Neji volvió a alzarse por encima de la tormenta—. Suban ya. —En realidad Gaara no tuvo mucho tiempo para pensarlo, tímidamente la chica lo tomó de la mano y jaló de él, antes de darse cuenta ya había subido a la carreta que no tardo demasiado en empezar a traquetear por el camino.

—Mis saludos y respetos Kazekage-sama. —Neji Hyuuga sentado frente a él le dirigió un respetuoso saludo con la cabeza y él se lo devolvió automáticamente, Hinata se había sentado junto a su primo, eran los únicos viajando dentro del vehiculo.

—Neji-nii, —Hinata colocó una mano sobre el brazo de su primo para llamar su atención—, el Kazekage debe pasar desapercibido…

—Entiendo. —El muchacho dio una cabezada, luego no quedo más que el silencio, lentamente Hinata retiró la mano del brazo de su primo y los tres giraron la vista hacía su respectiva ventana mirando el grado de la tormenta que se azotaba contra ellos.

De reojo Gaara miró a ambos primos, aunque reinaba el silencio no se notaba que estuvieran particularmente ansiosos o intrigados por haberlo encontrado en circunstancias tan extrañas, aunque, ¿de que se asombraba?, eran dos miembros del clan Hyuuga, el clan que parecía decir con cada poro de su piel "yo no me meto en tus asuntos, saca las narices de los míos", por lo menos eso era lo que siempre decía Naruto cuando se quejaba infantilmente con él.

La carroza dio un bote particularmente grande y Gaara tuvo que aferrarse al asiento, ahora que caía había mojado la banca y su vestimenta chorreaba agua que humedecía el piso. Pensó en disculparse, pero no parecía que los muchachos frente a él lo tomaran muy en cuenta.

—Ya vamos a llegar. —Neji anunció poniéndose de pie, Gaara dirigió su mirada aguamarina hacía él sin saber si aquello debía significar algo—. No creo que pregunten, pero por si acaso diré que es un hijo del señor feudal que va a arreglar unos asuntos con el clan. —Gaara asintió con la cabeza y se cubrió aún más con la capucha tapando sus hebras rojizas. No estaba muy seguro de si estaba tomando la mejor decisión (ahora aparte de estar en una aldea ajena entraría con engaños, ¿no lo hacía eso un criminal?), pero no tuvo mucho tiempo para pensarlo, la carreta pasó por la entrada de Konoha sin que se dieran siquiera el tiempo para echar una mirada dentro de la misma.

—El clan Hyuuga tiene ciertos privilegios. —Hinata aclaró avergonzada ante la aparente falta de seguridad de su aldea.

—Supongo que la tormenta ayudo también. —Neji se encogió de hombros sin tener ganas para tratar de excusar la negligencia de los guardias de la entrada.

—Entiendo. —Gaara asintió y luego giró la mirada por la ventana pensando en su aldea, ¿habría guerra?, ¿serviría de algo su desaparición?, ¿cómo estarían sus hermanos?, sus pensamientos más lúgubres rondaron sin compasión su mente hasta que repentinamente la carroza se detuvo.

—¿Deberíamos llamar a junta del consejo?

—No, llevémoslo al ala este hasta que sepamos… —Los primos cuchichearon entre sí, Gaara supuso que estaban decidiendo su destino y alojamiento.

—Le diré a Idawa que no mencione a la persona que hemos recogido. —Neji se encogió de hombros—. Con lo despistado que es seguro no se dio cuenta de que era el Kazekage.

—¿Al ala este entonces? —Hinata juntó las manos en su regazo.

—Sí. —Neji asintió con firmeza y luego se dirigió hacía Gaara—. Con su permiso. —Sin más bajó de la carreta y corrió entre la lluvia.

—Nosotros también. —Hinata parecía un poco más cohibida ahora que su primo ya no estaba con ellos—. Voy a llevarlo al ala este, es el área de meditación de la familia principal, no tiene seguridad.

—Entiendo. —Gaara se levantó con lentitud, la ropa mojada le había aterido las piernas a juego con el viaje en carreta, se sintió un poco torpe cuando bajó de un salto los escalones. Hinata abrió el paraguas y los cubrió a ambos, aunque para hacerlo tenía que alzar mucho el brazo por la diferencia de alturas.

—Por aquí. —La siguió mansamente hasta entrar a un primoroso corredor, la familia Hyuuga tenía un exquisito sentido del arte y la frugalidad—. E-esta será su habitación. —Le pareció que la joven se veía un poco nerviosa y quizás un poco insegura.

—Se lo agradezco en verdad. —Gaara entró a la habitación, como sala de meditación que era no había muchas cosas, lo que más llamaba la atención era un espejo que ocupaba la mitad de la habitación.

—Para nosotros es muy importante saber leer las facciones, —Hinata habló suavemente, casi con un sonido musical—, pero antes que leer a los demás… nosotros debemos leernos a nosotros mismos.

—Esa es una buena filosofía. —Gaara comentó con amargura, ¿se conocía a sí mismo?, ¿conocía el terror visceral a la soledad que encerraba dentro de su corazón?

—Ka-Kazekage-sama… —Hinata juntó las manos sobre su pecho, pequeñas gotas de lluvia brillaban entre sus cabellos oscuros—. Yo-yo no sé que es lo que esta pasando en su aldea, pe-pero… usted es… usted es un buen hombre.

—¿Por qué lo dices? —Con su seriedad habitual Gaara giró completamente hacía ella, no era un buen hombre, era un buen ninja y los conceptos eran abismalmente diferentes.

—Yo… —Hinata posó la mirada en sus pies—. Cuando la guerra iba a iniciar… Neji-nii y yo estábamos ahí cuando todo el mundo empezó a pelear por viejas rencillas entre sus aldeas, pa-parecía que todo se iba a salir de control, pe-pero entonces usted habló y dijo que Naruto-kun lo había salvado, —los ojos de la chica se iluminaron—, usted dijo que quería proteger a Naruto-kun, no por ser el jinchuriki sino porque era su amigo. —Gaara sintió que los ojos de la chica se llenaban de luz—. Por eso cuando Neji-nii y yo activamos el Byakugan y vimos que era usted… ¡de verdad queremos ayudarlo!, usted lo dio todo por Naruto-kun…

—No estoy muy seguro de haber ayudado a Naruto en la guerra…

—Pero gracias a usted la alianza ninja fue solo una. —Hinata se encogió un poco sobre si misma—. U-usted fue quien le dio fuerzas a todos para pelear… —Gaara abrió la boca presto a desprestigiarse, pero justo en ese momento Neji entró al salón sacudiendo la cabeza, se encontraba tan mojado como él.

—He traído un futón y ropa seca.

—Neji-nii te has mojado.

—No es nada. —El joven dejó las cosas en el suelo y luego subió la mirada para encontrarse con la de Gaara—. Por ahora el resto del clan no sabe de su presencia aquí, esta habitación de meditación le pertenece a Hinata-sama así que nadie debería acercarse.

—Se los agradezco. —Gaara se echó la capucha hacía atrás dejando al descubierto su rojo cabello.

—Debería darse una ducha. —Neji señaló hacía la izquierda—. Hay unos baños terminando estos pasillos. —Gaara asintió, tomó la ropa que le habían proporcionado y se perdió en el pasillo.

—Él se ve muy triste. —En cuanto Hinata dejó de verlo giró hacía su primo compartiendo sus pensamientos.

—¿Por qué estaría ahí sentado en medio de la nada? —Neji frunció el ceño—. Creí que era un vagabundo.

—Seguramente debe tener sus motivos para abandonar su aldea.

—No lo dudo. —Neji se cruzó de brazos—. Pienso que deberíamos pedir una audiencia con Hiashi-sama y compartirle nuestros actos.

—¿Crees que-que se moleste? —Hinata apretó con fuerza sus dedos índices uno contra el otro.

—Quien sabe. —Neji sonrió socarrón—. Ayudamos a infiltrarse en la aldea a un Kazekage fugado.

—¡E-eso suena más grave de lo que fue! —Hinata chilló asustada, por toda respuesta Neji le revolvió el largo cabello con una sonrisa, su relación se había vuelto mucho más cercana después de luchar espalda con espalda en la cuarta guerra ninja, de hecho muchas cosas habían cambiado, no solo entre ellos, también en la aldea.

—Como sea, —el joven recupero su usual seriedad—, él tiene razón, esto le traerá problemas a Naruto y a la aldea si llega a saberse así que debemos actuar con cautela.

—Sí. —Hinata observó el salón—. Me pregunto que estará pensando.

—¿El Kazekage? —Neji arqueó ambas cejas—. Dudo que pudiéramos siquiera imaginarlo.

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Gaara dejó que el agua tibia corriera por su espalda desnuda y cerró los ojos, en Suna darse un baño tranquilo era casi criminal dada la escasez de agua, pero ahí en Konoha todo parecía surgir del suelo con relativa facilidad.

¿Qué estarían haciendo sus hermanos?, ¿cómo estaría la aldea?, ¿estaba tomando decisiones correctas o equivocadas?, no tenía ni la menor idea de si estaba metiendo en problemas a esos dos jóvenes Hyuuga al quedarse en su casa, ¿si los acusaban después por ayudarlo?, no pudo evitar dar una larga y profunda respiración con pesadez.

Por pura inercia cerró la llave del agua y empezó a secar su cuerpo con una toalla, le habían traído una yukata y unas sandalias de estar en casa, aquella no era una ropa que usara normalmente, pero bueno, le estaban dando alojamiento, no podía quejarse.

Luego de haberse vestido se observó en el espejo, las ojeras estaban más marcadas que nunca, últimamente podía conciliar un par de horas el sueño, pero en su travesía por el desierto no había descansado nada.

Descuidadamente buscó su calabaza para colgársela en la espalda, pero luego recordó con pesar que la había dejado y no le quedo de otra más que colocarse el morral con arena en torno al hombro, el peso era tan desigual en comparación que sentía que se volvía ligero como la brisa.

Salió del cuarto de baño sintiendo que no era él quien estaba ahí, que era alguien más, que no era él quien se encontraba en Konoha tomando un baño irreal.

Iba con la mirada fija en sus pies, pero tuvo que levantar los ojos al escuchar las voces de los jóvenes Hyuuga.

—¿Mañana me hará usted de desayunar?

—¿Por qué?

—Mi estomago no podrá soportar que Hanabi-sama me use una vez más como conejillo de indias.

—Neji-nii, que malo. —La joven sonrió con suavidad, Gaara se detuvo en seco, hacía tiempo que no veía una sonrisa de esas, una tan tranquila y delicada.

—He soportado con valor una semana. —El joven fingió dolor—. No me pida más de lo que puedo soportar.

—Esta bien. —Gaara vio como las mejillas de la chica se sonrojaban tenuemente—. Po-Podría traerle al Kazekage también…

—Cierto, —el joven soltó un suspiro—, deberíamos irnos inventando algo para poder pasar por ahí con un plato extra de comida.

—¿Entrenamiento? —La joven preguntó con timidez, Gaara recordó vagamente una escena donde Neji siendo niño intentaba matarla.

—Es poco creativo pero todos nos creerán. —Neji se encogió de hombros—. Últimamente es lo único que hacemos.

—Tienes razón. —La chica volvió a sonreír, Gaara sintió que algo dentro de él se encogía, ¿por qué las personas en la aldea de Naruto podían sonreír de esa manera libre y tranquila?, ¿por qué él no había podido lograr algo similar con su propia gente?

—Kazekage-sama. —Los jóvenes parecieron reparar en él—. ¿Qué hace ahí?

—Pensaba. —Gaara echó a andar de nuevo hasta llegar a la altura de ellos.

—Estoy seguro de que con un poco de calma lograra encontrar la respuesta que esta buscando. —Neji se cuadró frente a él.

—Nosotros debemos volver a nuestras habitaciones, —Hinata pareció titubear—, Neji-nii duerme en la mansión secundaria y yo en la principal, pero si necesita algo…

—No se preocupen. —Gaara pensó que un gesto amable vendría bien en aquel momento, lastimeramente no era bueno con los gestos ni con las emociones—. Estaré bien.

—De-de acuerdo. —Hinata colocó una mano junto a su boca, como si quisiera decir algo más.

—Con su permiso entonces. —Pero antes de que pudiera decidirse Neji la tomó de la mano, hizo una corta reverencia hacía Gaara y salió de allí llevándose a la joven con él. Cuando se vio solo Gaara giró la mirada por el salón y se detuvo en la contemplación del reflejo que le regalaba el espejo.

—¿Eres de verdad tú Sabaku No Gaara? —Tenía la impresión de que hasta que no pudiera contestar esa pregunta no podría irse de aquel lugar.

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Notas de Okashira janet: Bien, al final no me pude resistir (rueda por el suelo), esta vez le toca a Gaara, ya era justo y necesario. Como siempre gracias a todos por leer.

22 de septiembre del 2012 Sábado