El capítulo final.
Dejo leer... ¡Y gracias a todos!
Entre los Vivos.
Capitulo XX
Tenía la cabeza bajo la almohada, presionándola. Estaba tan cansada que creyó poder dormir un par de horas más. No obstante, algo se lo impedía. Había comido, sobre su velador estaba el plato con tan solo algunas migajas del sándwich que su madre le había llevado. Se sentía agotada y su mente turbada. Cansada de tantas cosas, de tanto desastre, de tanta histeria y locura. ¡Dios! ¿Qué había sucedido? Su cerebro consternado buscaba explicaciones, muchas más de las que Kingsley y sus hermanos se permitieron darles. Quería llorar, dejarse vencer.
Dios, Ginny, estás como para echarte en la basura. – se quitó la almohada, volteando sobre la cama y mirando el techo.
Los Aurores habían llegado a tiempo. No, ¡mentira! Aquella puta había matado a Harry. ¡Cielos! ¡A Harry! Dejó libre un gemido, acompañado de algunas lágrimas bandidas, ¿qué más daba? Ya había llorado tanto, que pensó que un poco más no haría daño.
- ¡Maldita puta! – escupió, formando un puño y golpeándolo contra el colchón. – Maldita, maldita… que te pudras en Azkaban. – Se secó las majillas en vano. – Harry… - jadeó, tocándose el pecho y abriendo los botones de su pijama, sentía que le faltaba el aire. – Harry… - gimió, llorando descontroladamente.
Nadie le creyó una palabra. Atribuían aquel estupor al hechizo que emplearon para dejarla inconsciente y secuestrarla. ¿Cómo iba a tratarse de Harry Potter si él murió, señorita? – los Aurores podían ser crueles en sus interrogatorios, insensibles. ¡Era Harry, maldita sea! – su familia accedió a que le suministraran un tranquilizante, bajándole la guardia, drogándola en su estado de demencia. ¡Era Harry! ¡Mi Harry!
- Harry… – respiró hondo, tratando de serenarse. ¿Valía la pena desfallecerse, si igual aquella puta lo había asesinado? – Harry… – se hizo un ovillo en la cama, llevando las rodillas hasta su pecho. – Después de todo, si viniste a salvarme, mi amor – sollozó, descargándose.
Le tomó unos minutos recobrar la compostura. Fijó sus ojos en la ventana, abierta para que airara el cuarto, y se perdió en el baile de sus cortinas. Apenas escuchaba el ruido de su madre en la cocina, preparando el almuerzo. Cerró los ojos y, cuando a punto estuvo de dormirse, alguien tocó la puerta. Se sacudió sobre la cama, sentándose. Si no era su madre, debía ser Hermione.
- Ginny – la alborotada melena castaña se asomó por apenas una abertura de la puerta.
- Pasa, Hermione – indicó, doblando las piernas en posición india.
- ¿Cómo te sientes?
- Bien – volvió a mirar hacia fuera, el cielo estaba clarito. – Poco a poco, voy a estar bien – se dijo, convenciéndose. Su cuñada sonrió apenas, sentándose junto a ella.
- Recién hablé con Neville.
- ¿Cómo está?
- Ya recuperado. Casi se intoxica ante tantas pócimas – Hermione le tomó una mano. - ¿Estás tranquila?
- Sí – clavó sus ojos en ella. – Yo… trato de no pensar mucho en ese día, pero hay momentos en los cuales se me es imposible no rememorarlo. Me asusta, porque… perdí el juicio, Hermione, por un momento, lo perdí. Y no… - soltó su mano y se tocó los dedos. La punta del índice de su mano derecha brillaba con una diminuta herida ya cicatrizada. Aquel cuchillo también fue especial, la marca del hoyuelo tardaría en desaparecer. – Podría ahora estar internada en San Mungo, ¿no crees? – y al hablar de la pérdida de su juicio, no se refería al especial asunto con Harry, porque, verán, de eso sí estaba segura. Al nombrarlo, se refería a la fase de estupefacción en la cual permitió que esa bruja la manejase a su antojo, a su merced. Si todo le hubiese resultado, ahora estarían a punto de luchar contra una nueva desequilibrada oscura en el mundo mágico.
- No fue tu culpa, ella te manipuló – la pelirroja negó con la cabeza.
- Recuerdo todo, Hermione. Pese a mi estúpida mente ida, lo recuerdo. Ella necesitaba que yo accediese, sin manipulaciones de por medio. Y yo estaba tan… encerrada en mi dolor, que a punto estuve de hacer que ella…
- Olvídalo. No ocurrió, gracias al cielo.
- Sí – gracias a Harry, pensó. Estaría muerta si él no hubiese intervenido.
No volvería a decir aquello en voz alta. ¿Para qué? ¿Buscarse, a la final, una habitación en el sanatorio?
Hermione volvió a tomar su mano, acariciándole el dorso con el pulgar. Ginevra esperaba, no preguntara nada sobre el episodio después del rescate, en donde gritaba a todo pulmón que Harry había regresado.
- Nos asustamos mucho – habló, y Ginny notó como sus ojos se empañaban, aguantando las lágrimas. – Me sentí tan preocupada por ti, y tan mal por haberte dejado sola…
- No fue culpa de ustedes, Hermione – Ginny apretó su mano, buscando calmarla. – Todo pasó sin nosotros saber. ¡Y ya! ¡Quedó en el pasado!
- Ronald estaba… – soltó su mano y se la llevó a la boca, ahogando un gemido. – Cuando descubrimos tu paradero, Ronald a punto estaba de un ataque. Quería ir por ti con Bill pero… hasta vomitó y él…
- Ya – la atrajo hacia sí, abrazándola. – ¡Ese tonto! – trató de reír, distendiendo el ambiente. – ¿Y así quiere ser Auror? Debes de trabajar con él el manejo de sus emociones. ¡Mira que vomitar!
- No puedes culparlo – le acarició el pelo antes de separarse. – Eres su hermanita menor.
Ginny dejó que Hermione le peinase la melena. Aquello pareció tranquilizarla, había dejado de hipar.
- ¿Mejor? - le preguntó.
- Sí, discúlpame – dijo, avergonzada. – No debí ponerme así cuando tú…
- ¡Estoy bien, amiga!
- Sí – suspiró. – ¡Cómo te extrañaba! Así, más tú. – Ginevra movió la cabeza, medio sonriendo.
De cierta forma, se sentía diferente. Dolía siempre, aquella herida había echado raíces profundas. La ausencia de Harry le quebró el alma y, cuando de apoco lograba unir los trozos, pasaba aquella desgracia. Lo tuvo de nuevo y, en un abrir y cerrar de ojos, volvieron a arrebatárselo, lacerándola, dañándola sin contemplaciones, cómo si hubiese hecho algo muy, muy malo, y debiese pagar por ello con todo el sufrimiento posible.
Mas ahí estaba, con vida. Pensó que si Harry volvió para salvarla, y murió por ello, mínimo ella debía tratar de continuar. Tratar, al menos.
O O O O
Jake Brands era de descendencia latina, vivía en las afueras de Londres y trabajaba como asistente de recursos humanos en una pequeña empresa encargada de las entrevistas a posibles nuevos empleados. Su familia residía en Norte América; el ministerio no tardó en contactarlos para las malas nuevas.
John Holmes, como fingió Octavius (el hombre carecía de apellido), sí laboraba con los pasantes sanadores en San Mungo. Joven, guapo y aplicado. Su cuerpo fue encontrado en las afueras de Smithfield. Los señores Holmes no asimilaron la pérdida sino días después. Fue terrible la escena, y Ginevra agradeció no estar presente.
El ministerio no se había visto con tanto movimiento desde los tiempos de Lord Voldemort. Esa misión los mantuvo ocupados por varios días. Papeles, hechos, confesiones e interrogatorios… Alecto Carrow fue sentenciada a Azkaban de por vida, y Octavius la siguió incluso en aquella condena.
La mujer, más rígida que una tabla de madera, no hacía más que observar las paredes de piedra, húmedas y frías, de su nueva casita.
Algún día, algún día. Saldré de esta y ya verán. Algún día. – Y tarareaba una canción para pasar el rato, meciendo su cuerpo hacia delante y hacia atrás. ¿Qué más podría hacer? iba a esperar. – Algún día.
O O O O
Ginny permanecía en la madriguera y creía que por tiempo indefinido. Sabía que a su departamento, no debía tenerle miedo. Era su pequeño hogar, el refugio que la protegía de las locuras exteriores. Mas no ansiaba estar sola al menos hasta dentro de unas semanas, cuando el apogeo por lo acontecido bajase de ritmo. El profeta ya había lanzado el artículo, y pasaría un poco de tiempo antes de que la gente olvidase el asunto.
Se concentró en seguir; respirar, comer, salir a dar una caminata por los jardines y dormir. Pronto se reincorporaría al trabajo, y lo que menos deseaba era darles la vista a sus colegas de una mujer neciamente estropeada. Sí, estaba siguiendo, dando los pasos. Y si aquella desgracia ocurrida sirvió para despertarla, en parte agradecía que hubiese pasado.
Pensaba en Harry todo el tiempo; y no como se mostró la última vez, en un cuerpo oscuro, con el pelo a ras y la boca gruesa. No, pensaba en su Harry de indómito cabello, con su cicatriz de rayo, sus ojos verdes, sus lentes redondos y sus labios delgados. Todos sus pensamientos se hilaban unos con otros hasta formar el tejido de su historia; los dos juntos cuando estaban en Hogwarts, cuando volvieron después de la guerra, las comidas, las charlas en su mesa en la misma cafetería, las películas, los besos, las noches de sexo, cuando saltaron al vacío con tan solo una soga atada a sus cinturas…
Hey, Ginny – leyó un mensaje de Luna. – Te extraño.
Sonrió. Si bien era muy pronto para las farras con los amigos, se contentaba con hablar con ellos. Luna le escribía a diario y en más de una ocasión pasó la noche en la madriguera. No hablaron de nada, ambas se dedicaron a escuchar un viejo CD muggle que su padre había encontrado entre tantos de sus cachivaches. Dido, era la cantante.
Sus hermanos eran igual de atentos, o más. Un poquito asfixiantes, se decía. Teddy llegaba de visita y le apretaba en un abrazo demasiado fuerte para un niño de su edad, y Victoire ¡ni hablar! Ella dejaba que le trenzara el cabello como la princesa Rapunzel, enredándoselo más que peinándoselo. Pero, ¿qué más? Le hacía tanto bien estar con ellos…
Respondió a Luna y dejó el celular sobre la cómoda, estirándose como si recién despertara de una siesta, los huesos de su espalda sonaron. El cielo se mostraba abierto y por la ventana se colaba un agradable viento fresco, refrescándole la piel. Respiró, expandiendo sus pulmones, y decidió dar un paseo. Su madre estaría en el jardín trasero.
Se levantó de un salto y se acomodó el cabello hacia atrás, dejándolo suelto. El clima estaba tan rico que ni siquiera pensó en llevar abrigo. Bajó de su habitación y cruzó la madriguera a paso veloz.
O O O O
- Se te ha dado más tiempo que a cualquier otro.
- Y lo agradezco mucho.
- ¿Sabes qué viene, no?
- Sí.
- Bien – Aarón suspiró. – Y a pesar de todo…
- Terminó bien. Ginny está a salvo.
- Era tu prioridad.
- Sí – miró sus manos, sólo para hacer algo, y una preguntó surcó su mente. – Aarón, ¿puedo hacerte una pregunta? – el ángel lo observó, los rizos danzarines le acariciaban las mejillas tersas.
- No tuve la participación que debía de tener en esta historia.
- ¿Cómo?
- Al terminar todo y analizar los acontecimientos, noto que yo fallé. O no, es decir, cuando negaste mi ayuda…
- Descuida.
- Quise hacértelo lo más fácil posible. ¡Pero tú…! Ya... – respiró. – Lo lamento. Pero debes entender que en cuestiones de lucha, no trabajamos como ustedes desean. Los dejamos bajo sus propias decisiones, siendo ustedes los principales y únicos responsables. – pasó una mano por su cabellera. – ¿Qué querías preguntar?
- La primera vez que hablé con Ginny después de mi muerte, aquí, bajo este árbol, y la socorrí en el parque, me veía muy diferente a como soy. ¡Totalmente distinto!
- Sí – Aarón movió una mano, instándolo a continuar.
- Estando en el cuerpo de aquel chico, podía verme y hablar con ella, porque estaba vivo. Pero, cuando estuve en su departamento y ella despertó…
-"Pequeño" truco – dijo, marcando las comillas con sus dedos. – No está del todo permitido, y sé que aún cuando escuche las campanas, el sermón será memorable.
- ¿Campanas?
- Ya verás – sonrió. - ¿Estás preparado? Mi deseo es darte un poco más de tiempo, aún con todo el que se te ha otorgado, pero mis alas me dicen que ya los minutos se están agotando.
- Yo… – Harry escuchó los pasos acercarse. Ya lo sabía, Ginny salía a su caminata matutina.
Penetró a Aarón con una profunda mirada, y él, pese a tratarse de un ángel, se sintió atolondrado ante tanto sentimiento encontrado en aquel gesto. Harry tenía razón, no concebía del todo a los seres humanos.
- Bueno… – suspiró. – Ya estoy en ciertos problemas por el truquillo, así que ¿qué más da? – entrelazó sus manos e hizo como si se sonara los huesos. – Un último presente, antes de partir.
- ¿Qué…? – Aarón abrió una mano, y posó su palma abierta sobre el pecho de Harry, en todo el centro, donde aún se apreciaba cierto latir frenético.
- El alma siempre vibra – comentó el ángel.
- ¿Qué haces?
- Me iré después de esto. Tú sabrás qué hacer.
- ¿Lo sabré?
- Lo sabrás, en unos minutos – quitó su mano, volviendo a pasarla por encima de sus cabellos. – Listo.
- ¿Qué…?
- No desperdicies el tiempo – Harry volteó hacia Ginevra, a tan solo unos metros lejos del árbol. Viró una vez más hacia Aarón y notó, con un escalofrío peculiar, que el ángel ya no estaba.
Unos minutos.
- ¿Qué…? – Ginny detuvo su andar, a medio camino de la sombra que extendía el árbol un poco más allá. Qué su mente dejase las malas jugadas, que las abandonase cuando ya estaba dando pie con bola a su recuperación. – Por favor…
- Ginny – Harry dio un paso hacia ella, vacilante. La mujer abrió y cerró los ojos, se los frotó con las manos, se pellizcó los brazos, volvió a frotárselos y se palmeó las mejillas. – Cariño…
Nada. No iba a parar a un manicomio. Huiría de sus alucinaciones hasta que éstas desistieran y la dejaran en paz.
Miró a lo que creía, era una proyección de su alterada mente, y casi se echó en llanto. Llevó una mano su boca y, girando, se dispuso a correr hacia la madriguera.
- Ginny, yo… ¡Aguarda! – Harry alcanzó a sostenerle la muñeca.
Fue un vigoroso estremecimiento, una potente sacudida. Su piel se erizó, sentía frío en todo su cuerpo menos ahí, en donde su piel desnuda era abarcada por los dedos de él. Era indefinible la emoción, la sorpresa. Una ráfaga le dio en la cara y trajo consigo un dulce aroma a flores silvestres. Le despeinó el cabello y aquel hombre, supuestamente Harry, se atrevió a depositar un mechón tras su oreja, rozándole la piel de la mejilla en el camino, ida y vuelta. Lo vio alzar su mano, pretendiendo volver a tocarla y ella, estupefacta, le permitió hacerlo.
Anteriormente, había aceptado la demencia. Una posible puerta que la guiaría a la senda en la cual Harry la esperaba con los brazos abiertos. Pero… si llegaba a perder la cordura, su familia…
¡Dios! Estaba tan confundida. Por un segundo, pensó en que morir hubiese sido lo mejor.
- Ginny…
- Déjame – las primeras lágrimas mojaron sus mejillas. – Ya… pensé una vez que estaba loca, y ahora no sé si esto…
- Estoy aquí – dijo él, rápidamente. Ya había aprendido, no debía perder el tiempo. – Estoy aquí, yo. Ginny, soy yo. De verdad.
- No sé…
- Aquí – repitió la caricia sobre su cachete, secándoselo con el pulgar. – No sucederá de nuevo – aclaró, creyendo adivinar sus pensamientos – seré yo hasta el final.
- ¿Harry?
- Sí – sonrió. – Yo… tenía unos minutos y me permitieron…
- ¿Estar aquí?
- Por unos minutos – ella asintió con la cabeza, pasmada. No lograba conectar todas sus neuronas, su estado de enajenación le superaba en todos los aspectos.
Aquí está Harry, tomándote la muñeca, acariciándote… y dice que será por pocos minutos. ¿Es así?
- ¿Eres tú? – Harry movió la cabeza en una afirmación, no desvanecía la sonrisa, aún cuando ella continuaba llorando.
- Lo siento mucho, mi vida. Yo…
- No sé si esto… – se acercó un paso, titubeante. La mano que tenía libre se elevó hasta el rostro de él y, hundiendo los dedos en su mejilla, lo sintió. La piel blanca y lozana; perfectamente lisa, como porcelana fina. No había siquiera un vestigio de su cicatriz. Era perfecto.
Le explotaron los sentimientos como una bala en plena guerra. Se dejó llevar por todas esas emociones, por todas esas excitaciones que nacieron allí, en el momento en el cual captó que, en definitiva, Harry volvía a estar con ella.
El muchacho tomó su mano y besó la palma, después su dorso, y hundió la nariz en su muñeca, aspirando el aroma de su jabón frutal. Veía sus ojos sin parpadear y, con un pétreo movimiento, la atrajo hacia su cuerpo, asiéndola con firmeza, así, como tantas veces lo hizo estando en vida. Ginny pestañeaba, aún confundida. Sus terminaciones nerviosas lanzaban chispazos en todas direcciones, desconcentrándola. Su cuerpo vibraba en donde Harry la tocaba, casi entera. Percibía el roce de sus muslos, el dorso bajo su camisa perfectamente blanca, los brazos en su espalda, hundiendo las manos en su cabello suelto, y después sintió su boca; demasiado exquisita, demasiado perfecta.
Entreabrió los labios para profundizar la unión, afianzándose a su agarre, apoyándose contra él, entregándose.
- Harry – suspiró contra su boca y sollozó, muy familiarizada con aquella reacción. Volvía a llorar y Harry, pacientemente, volvía a secarle las mejillas.
- Ya no llores.
- ¿Cómo pretendes que no lo haga? ¿Y esto…? ¿Cómo es posible?
- Un amigo me ayudó. Tengo unos minutos antes de… – viró la cara, escuchando un tenue campaneo. Era tan armonioso y tan bello que sus ojos comenzaron brillar.
- Harry…
- Ya escucho…
- ¿Qué? Harry…
- Escucha – la miró con intensidad. A Ginny se le escapó todo el aire, los ojos de Harry se veían más extraordinarios que nunca. – Lamento todo, Ginny. Que tú…
- No importa, me salvaste – dijo en un murmullo. – Gracias.
- Por ti haría cualquier cosa…
- ¿Vas a quedarte conmigo? – Harry tomó sus brazos para apropiarse de sus manos. Pegó sus dedos a su boca y comenzó a llenarlos de besos.
El corazón de Ginny empezó a latir con violencia.
- Voy a estar contigo siempre – ella asintió ininterrumpidas veces con la cabeza.
- Sí… pero…
- Hay que seguir, ¿verdad?
- Harry…
- Eres tan fuerte y tan hermosa – acarició las muñecas con sus dedos. – Vas a estar bien, tú todo lo puedes.
- Harry, no quiero… - hipó del llanto, sorbió por la nariz y se hubiese tapado la cara si él no estuviese apretando sus manos. – ¡Lo siento mucho! Perdóname.
- ¡No, Ginny! – interrumpió en un bramido. – Yo no tengo nada de qué perdonarte… yo…
- Yo sólo quería que fueses feliz, yo… después de que sufriste tanto, quería hacerte feliz. Solo eso. Y luego el accidente y…
- ¡Me hiciste el hombre más feliz de la tierra!
- Quiero…
- Preciosa – una mano abarcó un lado de su cuello, bajo la mata de pelo rojo. – Contigo viví la dicha que pensé, nunca tendría. Tenlo claro, siempre. Doy las gracias por haberte tenido y quiero que sepas que eres y serás siempre el amor de mi vida; de la que fue, de esta que tendré, y de la que vendrá. ¿Entiendes? Algo me lo dice, volveremos a encontrarnos.
- Harry – gimió dentro del llanto. – No sé si pueda…
- Podrás con cualquier cosa – la besó. – Con cualquier cosa – apoyó sus frentes. – ¿Verdad que sí? dime, podrás con todo.
- Yo… – volvió a sorber. – Sí… yo…
- Vas a ser feliz.
- Voy a… ¡Ay, Harry!
- Dilo, vas a ser feliz.
- Voy a… - lo abrazó – voy a ser feliz. ¿Y tú estarás…?
- Voy a estar bien, siempre y cuando lo estés tú, ¿de acuerdo? Es un trato.
- Sí – dijo en un hilillo de voz. – Sí… Harry, sí.
- Te amo – se adueñó de sus labios, ansioso. El campaneo era aún más fuerte y creía escuchar…
- Yo también te amo.
- Voy a estar contigo, viéndote ser feliz, con tus hermanos, con tus sobrinos, con nuestros amigos, con nuestro Teddy... ¿Está bien? Vas a hacer las cosas que siempre quisiste hacer, y yo estaré en cada uno de tus logros – la apretó en un abrazo. – Te amo.
- Yo te amo igual. Pero, Harry…
- Están riendo – el joven miró por encima de la cabeza pelirroja, detallando no solo el sonido de las campanas, sino también unas risueñas voces que parecían carcajearse por momentos.
Se sintió ligero, alivianado. Una etérea nube de algodón le elevaba desde lo alto y le atraía como un imán hacia sí. Era poderosa la fuerza y él, sujetado a Ginny, no podía negársele.
- Preciosa…
- No, Harry, no… - negaba con la cabeza. – Yo quiero…
- Dame un beso – ella obedeció. Harry pasó de su boca a su mejilla, de su mejilla a su nariz, besó su frente y acabó en sus párpados.
Ginevra disfrutó del roce, plegada de incontables conmociones.
- Tenemos un trato.
- Sí… Harry… - no escuchó nada más. Aún podía sentir sus brazos, su tibio aliento y el roce de su nariz. – Harry…
Abrió los ojos, estaba en su cama. Su celular sonaba con un mensaje de Luna y el aire penetraba en la alcoba, perpetrando la estancia con un fresco aroma. Se llevó una mano a la cara, atenuando las lágrimas, y de un salto se levantó. Su madre estaría en el jardín trasero, trabajando con sus plantas.
Corriendo, casi desesperada, cruzó el umbral de la puerta de la madriguera. El árbol de frente, sobre la pequeña colina, se veía aún más grande que de costumbre. Se apoyó en el tronco, recuperando el aliento, y esperó. Esperó y esperó.
¿Qué cosa, Ginny? ¿Qué esperas? – Respiró hondamente y, dejándose caer sobre la tierra, apoyó la cabeza contra el árbol. Era tan placentera su sombra que Ginny pensó en volverse a dormir.
Inhaló con fuerza, oxigenándose, y una brisa veraniega se deslizó entre sus cabellos. La envolvió, rodeándola de una paz purificada y llenándola de una benévola sensación de plenitud.
Entre lágrimas, sonrió. Escuchaba el arrullador susurro de las hojas y, por encima de ellas, una suave risa que la ennoblecía, acariciándole el alma.
Fin.
Nota final:
Casi cuatro años, más si tomamos en cuenta la primera vez que publiqué el fic.
¡Dios! me ha costado esta última parte. No quería que quedase tan cursi ni TAN inverosímil. ¿Ustedes qué opinan? aquí estamos para mejorar, y una última crítica de su parte me haría bien en esta historia. Espero los lectores silenciosos se animen, ya estando el último capítulo.
¡Gracias a quienes estuvieron siempre presentes! de una u otra forma. A mi amiga Cata por su constante apoyo y atención, ¡gracias, amiga! Espero no haberte decepcionado.. Y gracias a lunatipola, Severus8, Aldana, pax399, Cristina, Ginevra, Sunny, Anaa, tinazuaje, Kaniety (quien es la creadora de tan linda portada, ¡gracias, bella), Redgirl, fatty73, susy snape, paoevans y Natty! Que en su momento dejaron un comentario. ¡Gracias por su tiempo y por, en algún punto, darle una oportunidad a este fic!
Por estos lares había comentado mi posible retiro de este mundo. Peeero (el típico pero, jaja) tengo ideas en mente, que no me veo desarrollándolas como un original, sino como un fanfic. Pronto subiré junto con mi amiga Cata (Kathleen Cobac) una pequeña historia Draco/Ginny, y tengo en proceso un Harry/Ginny también, ya con primer capítulo listo, así que bien... probablemente sepan de mí pronto.
Nuevamente, las gracias infinitas por todo. Este fic ha sido todo un reto para mí. Es la primera historia "nudosa" que me atrevo a escribir, y ya con el resultado, me siento en cierta medida satisfecha.
Disculpen las fallas y errores, pero de ellos se aprende ¿verdad?
Y sin más que agregar, len mando un fuerte abrazo, gente hermosa..