Disclaimer: Los personajes no me pertenecen son de S. Meyer, yo sólo sueño y me divierto con ellos.

Hola de nuevo, preciosas mías. Podéis creer que estoy super nerviosa.( Saraes/Noe sonrojada) y os aseguro que esta es la tercera nota de autor que escribo, ¬¬ iba a haceros una coña con el largo periodo de tiempo en el que llevo sin publicar...ajajja, pero prefiero hacerlo así. Esta historia es especial para mí, ya que empece escribirla junto a "La chica del ricón" Ya casi para dos años que llevo saliendo y entrando en ella y os aseguro que estoy totalmente enamorada de estos personajes.

Espero de todo corazón ser capaz de transmitiros, al menos, la mitad de las emociones que provoca a mí, con eso habrá merecido la pena escribirla y sobretodo, compartirla con ustedes.

Así que ahí os dejo, a quienes se animen a acompañarme en este nuevo proyecto , este primer capitulo de una historia que os prometo os hará pasar por un sin fin de emociones.

Espero que lo disfruteis. ;)


"Si me olvidaras"

Prefacio.

Me desperté asustada por el sonido de unas voces discutiendo. Me tañí los ojos tratando de despertarme del todo, tomé de una de las patas a mi peluche preferido y caminé con paso lento hasta la barandilla de la escalera desde dónde pude ver a mis padres discutiendo… de nuevo. Me senté en el suelo y permanecí entre los barrote mirándolos entristecida; pero entonces mi madre dijo algo que me aterró. Ella le dijo que nos íbamos, y que si quería podía pelear por mí, pero eso no haría otra cosa que hacerme más daño.

No pude evitar que mis ojos comenzaran a aguarse, de pronto sentí como mi estómago comenzaba a dolerme. Yo no quería irme, mi mejor amigo me esperaba para seguir construyendo la casita de Poly, una tortuguita que encontramos en el estanque del parque. Pero eso parecía que a ninguno de los dos les importaba.

Mi mamá subió las escaleras y al encontrarme allí me pidió que me vistiera, y así lo hice. No podía proferir palabra, mi padre continuaba detrás de ella tratando de hacerla desistir, pero ella estaba decidida.

De pronto comencé a llorar, y cuando ella me escuchó vino hacía mí y me pidió que no lo hiciese, que pronto me olvidaría de todo esto y que en el lugar al que íbamos haría nuevos amigos.

- El pronto se olvidará de ti Bella, todos lo hacen. En cuanto comience a salir con las chicas de su edad, sólo te verá como la niña que eres…

A pesar de todo lo que me decia mi madre, yo no quería irme, pero ella terminó de vestirme y de recoger todas mis cosas. En media hora me subió a un taxis y, llorando como nunca jamás lo había hecho, vi como mi padre se iba haciendo cada vez más pequeño a través de la luna trasera del vehículo...

Mi mamá y mi papá se estaban separando, y yo no pude hacer otra cosa más que llorar cuando pasamos por el parque y le vi allí, esperándome mientras apilaba pequeños palitos, supongo que para hacer la casita de la tortuguita…

Grité golpeando el cristal de la ventanilla pero él no me oyó, entonces mi madre me detuvo y me abrazó fuerte tratando de consolarme mientras ella misma se deshacía en lágrimas. Esa sería la última vez que lo vería…

I. La huida

De espaldas a la ventana y en la penumbra de la habitación, pude ver la silueta de su cuerpo desnudo sobre la cama. La sábana apenas cubría su magnífico trasero, dejando para mi deleite, su más que definida espalda; esa espalda que había recorrido tantas veces con mis manos, con mis labios, con mi piel… Otro escalofrío cruzó por todo mi cuerpo provocando que mi estómago se contrajera.

La plateada luz de la luna, que se colaba a través de la ventana, le marcaba cada detalle resaltando, entre claros y sombras, cada uno de sus perfectos músculos. Suspiré derrotada sintiendo como mi labio comenzaba temblar...Cómo iba a hacer para sobrevivir sin sus besos, sin sus caricias…

Mis ojos empezaron a picar y noté como una lágrima furtiva surcaba mi mejilla. Dolía demasiado… y verle ahí, ajeno a todo, con el pelo alborotado y la cara de satisfacción después de una desenfrenada noche de sexo… estaba resultando mucho más difícil.

Pero la decisión ya estaba tomada, antes incluso de haber entrado por última vez a esta habitación. Lo amaba, como jamás había amado a nadie, pero este amor me estaba consumiendo. ¿Qué haces cuándo te enamoras perdidamente de alguien qué no puede corresponderte con la misma entrega?… Yo te lo diré… Huir.

Me quedé en silencio escuchando una vez más su acompasada respiración; sigilosamente me fui acercando hasta la cama y, una vez allí, inspiré profundamente intentando retener en mi memoria cada partícula de olor, de su olor… de nuestro olor.

Era el momento de salir de su vida. El acabaría olvidándome y viviría tranquilo, seguiría adelante con sus planes y proyecciones y yo… yo intentaría retomar mi rumbo, ese rumbo que desvié al verlo… al sentirlo por primera vez.

Una lágrima rebotó sobre la sábana dejando un surco mientras depositaba sobre la almohada la nota. Era la acción más cobarde, lo sabía, pero no podía decírselo a la cara; no tendría fuerzas suficientes para renunciar a él, no tendría fuerzas para resistirme a su calor...

Llevé el dedo índice a mis labios y lo besé, descendí lentamente y presioné suavemente mi dedo sobre sus cálidos labios; ni siquiera me atreví a besarlo directamente… El se removió y yo me paralicé; no quería que despertara, ya me costaba demasiado estando dormido. Afortunadamente sólo se acomodó un poco más y volvió a sumirse en el placentero sueño.

- Adiós, mi amor… hasta siempre - musité tragándome el nudo que se había formado en mi garganta. Cogí mi bolso que estaba sobre la mesa y sin mirar atrás… salí de allí.

Cerré la puerta intentando hacer el menor ruido posible; y una vez fuera me apoye de espaldas a la puerta y dejé que mis las lágrimas fluyesen libremente. Enseguida sentí como se abría un hueco en mi pecho y el nudo se hizo más grueso en mi garganta; pero ya había dado el paso.

Con la manga de mi camisa me enjugue las lágrimas, tomé aire, y colocándome el asa del bolso en mi hombro, caminé lentamente por el largo pasillo enmoquetado de azul que me llevaría hasta los ascensores.

Pulsé el botón y esperé impacientemente. Un minuto más tarde, por fin, las puertas del ascensor se abrieron; entré y presioné violentamente el cero, pero las puertas no se cerraban -¡Ah! - grité con desesperación; ¡cuánto odiaba los tiempos muertos! Por fin el maldito ascensor se puso en movimiento y en unos minutos más estaba cruzando el portal que me llevaría de nuevo a mi destino.

Hace unos años soñaba con esto, pero ahora mis sueños se habían convertido en una puerta de escape; ya no viajaba por el puro placer de hacerlo, ahora era una necesidad; la necesidad de estar lejos de él, de estar lejos de sus caricias, de sus besos, de su risa… la necesidad de huir de ese remolino de emociones que me destrozaba el alma cada vez que lo veía marchar; la necesidad de volver a ser yo, Bella Swan, una chica introvertida pero segura en la vida; una chica soñadora con ganas de conocer el mundo tal y como era…

El aire frío golpeó mi cara cuando salí a la calle. Justo en frente, y como había predicho, me esperaba el taxis. Crucé la calle y me senté detrás.

- Al…aeropuerto, por favor - logré decir con la voz rota. El taxista no tardó en activar el taxímetro y se puso en marcha.

-¿Sale de viaje, señorita? - preguntó intentando darme conversación. Pero en estos momentos no quería conversar con nadie, así que asentí con la cabeza esperando que entendiese que no quería conversación.

Giré mi cara hacía la ventanilla y miré a través del cristal como los edificios pasaban rápidamente quedando atrás.

Era mi segunda huida, me estaba aficionando a salir corriendo y eso no me gustaba. Pero en ambas ocasiones, fue casi en contra de mi propia voluntad; y aunque literalmente nadie me obligaba a salir, las circunstancias si lo hacían. Mi mente me decía que hacia bien, que era lo correcto; no podía seguir así toda la vida. Mi cuerpo en cambio, me pedía seguir; por qué no aceptar que él no sólo iba a ser para mí, qué tendría que compartirlo; si sus besos y sus caricias me hacían tocar el cielo, si oír su risa hacia saltar de felicidad mi corazón, si sus dulces palabras me decían que a quién quería era a mí.

- Llegamos señorita - la voz del taxista me sacó de mis pensamientos -. Son diez con veinticinco - dijo pulsado algo en el taxímetro.

- Gracias - respondí mientras abonaba la carrera.

Salí del taxi y me dirigí hacía las puertas de entrada que daban acceso al enorme aeropuerto. Estas se abrieron y fui directo al mostrador de información.

- Perdón Señorita - dije a la azafata que estaba detrás.

- ¿Sí? -contestó con una gran sonrisa -¿En qué puedo ayudarle?- preguntó con amabilidad.

- Hice una reserva para un vuelo a Barcelona hace unos días a nombre de Isabella Swan.

La chica empezó a teclear los datos en el ordenador para confirmar la reserva -¡Exacto! Un asiento en primera en el vuelo 886 con destino Barcelona, ¿correcto?

- Ajam.. - contesté. En seguida me tomó los datos del Pasaporte para confirmar la identidad.

-¿ No trae equipaje?- preguntó extrañada.

- No - le respondí secamente - Ella me miró arqueando una ceja. Me estaba empezando a molestar su curiosidad - ¿Podría decirme si puedo marcharme ya? - le insté. Ella borró la estúpida sonrisa de su cara y siguió tecleando.

Diez minutos más tarde, ya con mi pasaje en la mano, me dirigí a la puerta de embarque. Otra azafata chequeó que todo estaba correcto y me dio paso hacia el pasillo de embarque.

Por fin, media hora más tarde, estábamos sobrevolando la ciudad.

Diecisiete horas más tardes el avión aterrizaba en el aeropuerto del Prat; cruce la terminal buscando una salida; subí a uno de los taxis que estaban en la puerta, y le di la dirección a la que me dirigía.

Ya estaba oscureciendo y la vista de la ciudad con todas las luces encendidas era sencillamente maravillosa. Inspire profundamente sacando un poco la cabeza por la ventanilla. El olor a sal me golpeó cuando pasábamos por el puerto provocándome un estremecimiento al recordar lo lejos que me encontraba de él. Media hora más tarde me hallaba, ¡por fin!, a la puerta del edificio en el que había estado viviendo durante tres años.

Subí los peldaños de la vieja escalera y, tres tramos más tarde, llegué al rellano donde estaba la vivienda de mi mejor amiga.

Presioné el botoncito blanco que hacía sonar el timbre de la puerta; reí al reconocer el estridente sonido que en su tiempo llegó a ponerme de los nervios. Eran cerca de las nueve y aunque sabía que me esperaba me sentía verdaderamente ansiosa.

El sonido de unos tacones me hizo voltear la cabeza.

- ¿Bella? -preguntó esa conocida voz - ¡Bellaaaa! -gritó con más entusiasmo mientras venia corriendo hacia mi con los brazos extendidos. Yo la miré y una gran sonrisa unida a lágrimas de emoción surcaron mi cara.

- Tanya - me abracé todo lo que pude a ella. La había echado mucho de menos; pero ahora estaba aquí de nuevo, aunque solo fuese de paso.

- ¡Oh, Bella, has llegado! - gritaba pegando saltitos mientras me tomaba de las manos.

-Tanya, para...por favor - intenté decir, pues con tanto entusiasmo estaba empezando a marearme. Ella volvió a pegar su cuerpo al mío en otro fuerte abrazo; sabía que ella también me había extrañado y es que éramos las mejores amigas desde la secundaria.

Aunque nadie lo hubiera imaginado, ya que al principio nos odiábamos a muerte. Ella era la jefa de las animadoras y yo era la chica nueva; y el chico con el que ella estaba, se encaprichó conmigo convirtiéndonos, irremediablemente, en férreas enemigas; aunque fue precisamente el mismo chico el que nos unió, porque acabó jugando con los sentimientos de ambas y juramos vengarnos; planeando nuestra venganza fue donde descubrimos lo parecida que éramos, salvado las distancias, claro…

Ella era rubia, con tenues reflejos rojizos, muy alta y esbelta y tenía unos intensos ojos azules; yo en cambio era más bien pequeñita, con el cabello largo y castaño y aunque era demasiado delgada, tenía muy lindas curvas; pero según todos, era el profundo color chocolate de mi mirada los que los cautivaba.

Siempre me ruborizaba cada vez que me halagaban, pero ella consiguió que perdiera la timidez que siempre me había acompañado y me enseñó a ser más segura; desde entonces nunca nos separábamos; y siempre estuvo conmigo en los bueno y en los malos momentos. Y de nuevo estaba aquí, en otro de mis malos momentos…

- Vamos dentro - dijo ella cogiendo las bolsas que habían quedado esparcidas por todo el rellano ante su arrebato; le ayudé a recogerlas y entramos al departamento.

Me quedé mirándolo todo; y todo permanecía igual que siempre. Sobre los muebles, los marcos de fotos se acumulaban con todos los recuerdos de nuestra adolescencia y de aquellos momentos importantes en nuestras vidas. Éramos tan unidas, que decidimos estudiar lo mismo para no separarnos y ahora éramos unas reconocidas publicistas; muy buenas por cierto.

Ella se acercó por detrás y, pasando sus brazos alrededor de mi estómago, apoyó su barbilla en mi hombro -. Buenos recuerdos, ¿eh? - yo me recargué en ella y suspiré profundamente -. ¿Estas bien, cariño? - me preguntó cariñosamente mientras nos mecía.

Y allí fue que me derrumbé. Después de casi veinte horas de haber dejado mi corazón, las lágrimas empezaron a brotar involuntariamente y mi cuerpo comenzó a temblar bajo los espasmos.

Tanya me volteó y me pegó a su cuerpo arrullándome como siempre hacía -. No te preocupes pequeña, llora…. llora todo lo que necesites… ya te tengo - me susurraba intentando que desahogara toda la tensión que sabía que tenía acumulada mientras acariciaba suavemente mi cabello.

Nos dirigió hasta el sofá, se sentó, y me obligó a posarme en su regazo; y allí seguí llorando hasta que no quedaron lágrimas. Ella sólo se quedo allí, como siempre, esperando a que me liberara para escucharme, no intentaría hacerme callar, ella mejor que nadie sabía lo que necesitaba.

Una hora más tarde y con la garganta rota de tanto llorar, conseguí pronunciar mis primeras palabras.

- Le… dejé.. ir..- susurré con la voz rota entre sollozos -, ya no podía soportarlo más… él …él jamás… podrá entregarse como yo lo hago. Y aunque pudiera hacerlo, jamás la dejaría a ella - Tanya me miraba con esas orbes azules vidriosas. Aunque me advirtió que esto pasaría, sabía que no me lo reprocharía.

- ¿No vas a decir nada? - le pregunté en un susurro. Ella me miró y arqueó un ceja para después sonreír pícaramente.

- ¿Estás muy cansada ? - me preguntó sonriente. Yo alcé la vista hacía ella y su rostro no me decía nada bueno.

- ¿ Por… por qué preguntas? - balbuceé.

- Mira Bella, por más que te diga, el dolor va a seguir ahí, nada puede quitarlo y menos yo…- Yo la miraba confusa -, pero…¿quién nos impide adormecerlo? - dijo arqueando una ceja.

- ¿ Me quieres emborrachar? - le grité fingiendo preocupación.

- Nop…- contestó enfatizando la "p" -, corrección… nos vamos a emborrachar- y sin más preámbulo me arrastró hasta la ducha.

Una hora más tarde salíamos las dos de la habitación enfundadas en unos estrechos vaqueros y con unas camisetas de tirantes bien escotadas. "Vestidas para matar", como vulgarmente le decía.

Aunque estaba un poco cansada no pude negarme; sabía que lo hacía por mí. Y de todas formas me vendría muy bien anestesiar este maldito dolor.

Sobre las cuatro de la madrugada regresamos, lo había pasado muy bien; pude saludar y charlar con mis antiguos amigos que no veía desde hacia un año. Y el estado de embriaguez con el que llegamos era espectacular.

- Tedj...judodd… que - me reía tontamente balbuceando.

- Qué …dicccii… dices? - me respondía ella riendo también.

- Te … Jurooo... queee… - me era imposible acabar la frase sin reírme -… lo voyyyy aaaaaa ol..vi..daaar- ella reía incontroladamente al igual que yo.

Como pudimos abrimos la puerta, llegamos hasta las habitaciones casi arrastrándonos y nos dejamos caer en la cama, abrazadas. En menos de dos segundos ya estábamos dormidas.

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Un golpe sordo me despertó, e inmediatamente un espantoso e insoportable dolor de cabeza me golpeó.

Intenté incorporarme pero al instante me arrepentí; todo me daba vueltas. Me dejé deslizar por la cama y, prácticamente gateando, llegué hasta el baño, donde dejé el regalito. Creo que eché hasta la primera papilla.

Diez minutos más tarde y con la garganta adolorida por el esfuerzo del vómito, me levanté y me enjuague la boca. Cogí la pasta de dientes de mi neceser y me cepillé hasta no quedar el más mínimo rastro de ese agrio sabor.

Si al despertarme el dolor de cabeza me golpeaba, ahora mismo me martilleaba. Abrí el grifo de la ducha y después de despojarme de la ropa de ayer, que aún llevaba puesta, me metí bajo la regadera.

Dejé que el agua me despejara, me enjaboné intentando quitar de mi piel el olor a tabaco y a alcohol, me lavé bien el pelo, pero en el acto me arrepentí.

En cuanto el olor a fresa que desprendía el champú, se coló por mis fosas nasales, los recuerdo de las veces en las que Edward se quedaba oliendo mi cabello me asaltaron…

" Me encanta como hueles" decía siempre susurrando en mi oído ," este olor a fresas me hace querer comerte"- Un fuerte escalofrío recorrió mi espalda y de nuevo las lágrimas volvieron a brotar.

Sabía que lo de anoche era sólo una tregua. Hoy tendría que enfrentar el dolor cara a cara. El amor que sentía por él era demasiado grande cómo para olvidarse en una noche, ni siquiera estaba segura de poder hacerlo nunca. Sólo confiaba en poder sobrellevarlo, dejar este inmenso amor guardado en uno de los cajones de mi corazón y seguir adelante...

Cuando salí del baño fui hacia el clóset para tomar algo de ropa limpia. Me puse unas mallas y una camiseta; quería estar cómoda, ya que no pensaba salir en, al menos, un par de días.

Salí de la habitación y golpeé la puerta de la habitación de Tanya.

- ¿ Tanya ? - la llamé en un susurro , no quería despertarla de golpe. Pero cuando terminé de abrir la puerta comprobé que la habitación estaba vacía.

Dejé la habitación a tras y fui hacia el salon y luego hacia la cocina, pero ni rastro de mi amiga.

Cuando entré en la cocina, el penetrante olor a café recién hecho me llegó de lleno; cogí una taza de la alacena y me serví uno, pero al sentarme en unos de los taburetes que había en la barra de la cocina vi la nota…

Di un sorbo más al café y lo dejé para leerla.

" Bella, siento no haberte avisado pero he tenido que salir de viaje urgentemente, problemas en la sucursal en Roma. Estás en tu casa. Regreso en unos días. Te llamaré más tarde. Te quiero. Tanya."

Hice una bola con la nota y la lance al cubo de la basura. Por supuesto fallé, con lo que me levanté y la recogí para tirarla de nuevo. La cabeza seguía martilleándome y para colmo tendría que pasar estos días solas.

Me dirigí al botiquín que tenía Tanya en su baño y busqué algo que me pudiera tomar para aliviar el dolor. Una vez que me tomé la milagrosa pastilla, me dirigí de nuevo a la cocina y rebusqué por todas las estanterías. Conseguí recopilar dos paquetes de galletas, una tableta de chocolate y dos paquetes de patatas fritas. ¿Me pregunto por qué tendría tanta comida basura con lo que le gustaba cuidar su línea? , pero a mí me venia de lujo; si iba a llorar , al menos lo acompañaría con estos aditivos.

Me dirigí al salón con todo lo que había saqueado y encendí mi portátil para chequear el correo. Y allí estaban, por lo menos veinte mensaje de E.C.

Mi corazón brincó alborotado al saber que al menos intentaba localizarme. Pero aunque me estaba destrozando el alma, la decisión la tomé por los dos. Ya de nada serviría escuchar sus palabras de nuevo. Sin abrirlos siquiera, los seleccione y, mientras nuevas lágrimas dejaban surcos sobre mi mejilla, hice un clic en eliminar.

Me acurruqué como una bolita en el sofá y dejé que los recuerdos me invadieran. Al menos me quedaría eso de él….

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Un año antes…

- ¡Buenas tardes, señorita! - dijo una seductora voz cerca de mí. Yo aparté la vista del libro que estaba leyendo y alcé la mirada hasta enfrentarla con la de uno de los camareros que sostenía una bandeja con un cóctel. Arqueé la ceja y él me dedicó una enorme y sugerente sonrisa-. De parte del caballero.. - me indicó, y con un movimiento de cabeza, señaló el lugar donde se encontraba…

Continuará…


N/A: Sé que este primer capítulo es algo triste, una huida, pero os aseguro que una historia no es como empieza, sino como termina. ¿Quereis conocer cómo empezo todo? Os aseguro que es una hermosa historia de amor.

Espero que os haya gustado. Y para que no tengaís que esperar mucho para ver a nuestro Edward en acción, este mismo miércoles os subo el capitulo siguiente.

Muchas gracias a todas. Requees...Uff...por fin, ya tenemos aquí la promesa. (Movimiento de cejas)

Un besazo a todas y nos vemos el miércoles...

/(^_^)\saraes.