Per me.

Para mi Miga Bita, por su opinión y autorización. ¡Te quiero mucho, miga!.

Para Anya Tantan, porque también la adoro (no es por tu cumple, para eso vendrá un fic enteramente dedicado a ti)

Y para todas aquellas personitas lindas que me han leído y aún siguen aquí. ¡Gracias por tanto!


Loco por Ella

Capítulo XIX


Calentura, muchísima calentura y él tratando de controlar su excedida sudoración. Respira, respira… Calor. La boca seca y Ginny tan hermosa… Te quiero…

- ¿Estás bien? – había dejado de juguetear con el pelo de su nuca, y lo miraba a los ojos con el entrecejo fruncido. ¿Acaso no se daba cuenta?

- No tienes ni la menor idea de… - respira – lo que me dijiste – ella sonrió, una sonrisa preciosa, y rozó sus labios con suavidad. – y haces eso… no quiero que pienses que deseo…

¿No quería que pensara que deseaba estar con ella… físicamente? ¡Si era lo que más anhelaba! El ambicionar conocerla en todos los aspectos de su vida incluía el querer hacerle el amor de todas las formas posibles, e imposibles también. Quería experimentar todo con ella; la entrega suave y delicada, y el sexo duro y a veces sucio.

La observó, sus ojos brillaban fantásticamente, y por aquella forma de sonreír que había adquirido de un segundo a otro, él podía jurar… ella estaba…

- ¿Quieres estar conmigo, Harry? – entendió la pregunta. Lo sabía, Ginny la había formulado de tal manera que él no se confundiese. Su mente no le estaba jugando una mala pasada para dejarlo con las terribles ganas, que en más de una ocasión él solito, con su fiel mano, tuvo que resolver.

Su piel enrojeció violentamente, y su cuerpo osciló. Sus caderas se movieron hacia Ginny, haciéndola saltar sobre su regazo.

- ¡Lo siento! Yo… Ginny… no… - ella rió, de un modo tan sensual, que su anatomía pronunció aún más su abrasadora excitación. Estaba perdido.

- ¡Qué respuesta! – besó su boca, lentamente, y Harry sintió su corazón estallar. Abrió los labios e introdujo la lengua, era la gloria.

Su novia suspiró, acomodándose mejor sobre sus piernas, colocando sus muslos a cada lado y enterrando las rodillas en el sofá.

¿Iba a suceder? ¿De verdad iba a suceder? ¿No era ese episodio, otro de sus tantos sueños con ella? La tocó, abrazándola con posesividad, dio fin al roce de su boca con un pequeño beso, y su aroma a flores dulces lo llevó a un punto explosivo. La sangre de sus venas circulaba con potencia.

Merlín Santo, ¿iba a suceder?

- No quiero… – dio un besito a su mentón cuando ella se dispuso a rozar sus narices juguetonamente, un acto cursi al que se habían acostumbrado en su cuarta semana de noviazgo. El corazón le bailoteaba en el pecho con demasía, se estaba dejando perder aún más en la necesidad, en el afán urgente de ser uno con esa mujer. La piel que sentía bajo sus labios era tibia y suave. Conocerla en su totalidad, admirando cada punto… estaba seguro, más que seguro. Desde la primera vez que la vio, desde mucho antes de ser amigos, desde mucho antes de haberla besado, ¡por supuesto que estaba seguro! Mas presionarla en ese aspecto nunca estuvo en sus planes. Solito aliviaba la terrible presión que ella dejaba en sus pantalones, después de cada intenso momento. Pero ahora ella… ella al parecer quería… – Te deseo demasiado – expresó al fin, con la boca aún seca, y las mejillas más rojas que un pimiento morrón. – pero no quiero que… después… yo… Ginny… – y ahí sus enredos de lengua, siempre empañando todo.

La pelirroja lo miró a los ojos con detención, pensando. Si iba a compartir algo tan importante con él, debía estar totalmente segura. Y si iba a suceder… Merlín… temía que no fuese lo suficientemente bueno para ella. No tenía experiencia. ¿Y si no le gustaba?

- Harry…

- Te deseo como un loco – repitió – desde siempre. Ginny, no sé qué cosa hiciste para atraparme de tal manera. Es… inexplicable – ella sonrió. – Y sí, quiero estar contigo como nunca… como nunca… – exhaló – temo que te arrepientas, que no sea… es que yo… yo nunca… – las manos de la chica le tomaron las mejillas, y Harry sintió como sus dedos las acariciaban con ternura. Él se conmovió hasta la médula… conmoción que su cuerpo no tardó en exteriorizar, de pícara manera. Ginny volvió a sobresaltarse en su regazo y él cerró los ojos, tontamente apenado. Estaban llegando al punto de ya no sentir tanta vergüenza, mas para él era difícil.

- Hey… - Ginny besó sus labios con lentitud. – Cariño… - la miró. – Es… – liberó una risita y Harry la notó nerviosa. No sabía qué cosa decir, lo supo. Su rostro también estaba coloreado y hasta su piel había aumentado de temperatura. La sintió húmeda y caliente – ¿Quieres… estar conmigo… ahora? - ¿Por qué preguntar lo que ya sabía, lo que ya le había demostrado? ¿Era una nueva forma de torturarlo? Por supuesto… después de haberlo aceptado como novio, aquella mujer debía emplear alguna nueva manera de atormentar a su pobre corazón. – Es decir… ¿estás seguro de…? – él no evitó reír bajamente. En las revistas, en las películas y en los libros, era el hombre quien cuestionaba, quien brindaba seguridad antes del tiempo crucial. Aquello era una paradoja de lo más extraña en los tiempos modernos.

- En las historias… bueno, no sé. Normalmente es el hombre quien…

- Nuestra historia es diferente. Por ti. ¿No lo comprendes aún? Eres… – de nuevo empezó a jugar con el cabello. – tan diferente al resto. Eres mi "algo especial", eso que todas queremos. No lo comprendía hasta hace poco. Tú… eres totalmente incomparable al resto de los hombres con los que he salido alguna vez. Contigo me siento única, y eso sucede simplemente, porque el único eres tú. Eres excepcional, ¡y lo digo en el buen sentido!

- Ya decía yo que me veías como un bicho raro – la abrazó con efusividad contra su cuerpo, sintiendo una sensación deliciosamente burbujeante en su vientre. Una sonrisota adornaba su boca de oreja a oreja.

- ¡Un tierno y adorable bicho raro!

- Lo acepto, lo acepto, si así puedo tenerte conmigo – besó la punta de su nariz. Ginny sonrió con amplitud, antes de bajar su rostro y besarlo calmadamente. Sus manos pasaron a estar de nuevo en sus mejillas, y la sensación burbujeante que sentía en su vientre, se glorificó con sumo vigor. Ella se apretujaba a su cuerpo y él sentía ya no poder controlarse más. Sus brazos aprisionándola ansiaban moverse, sus manos le picaban por tal ambición… pero… si ella… – Quiero estar contigo – su voz había salido insólitamente ronca, alterada por semejante momento que estaba a punto de vivir. Ginny lo observaba a los ojos con magnificencia, sus castañas más brillantes que nunca; le obsequió una más de sus sonrisas preciosas y, sin romper la conexión visual, que parecía poseer alguna especie de poder en ambos, le quitó los anteojos redondeados – No veo bien sin ellos – formuló en un susurro.

- No te preocupes, me tendrás cerquita, muy cerquita – le guiñó un ojo con picardía, y Harry sintió algo que no podía describir con simples palabras. Aquello iba hacia algo más allá de lo normal. No tenía definición, no podía expresarse.

- ¿Estás tú… segura? – moriría allí mismo si ella se arrepentía al último minuto. Ginny dejó las gafas a un lado del sofá y asintió con la cabeza, sin dejar de sonreír. – ¿Y acá… en…?

- Hoy. Aquí. En este momento – ella era intensa, viva; Y aquello a Harry le enamoraba totalmente. Sucumbió ante sus encantos y su forma de ser. Ante su cuerpo perfecto, su cabello rojo, sus ojos avispados. Era una diosa con un poder terrible sobre él. Lo admitía, y era muy feliz por ello.

Sus brazos aumentaron la presión, ávido por sentirla más cerca, y sus manos… quería moverlas, pero algo… no sabía… Ginny le miró el rostro, y dejó escapar una risita aguda.

- Cariño – afirmó las manos en su pecho. – Puedes tocar… donde gustes – se acercó a él, besando su mejilla, antes de rozar sus labios contra su oreja. – Mirar, tocar… y besar… donde gustes. – se movió para observarlo, y un jadeo escapó de su boca. Harry se había movido erráticamente debajo de ella, friccionando la erección bajo sus pantalones entre sus piernas abiertas a cada lado, encima de él.

- ¡Lo siento!

- ¡No! – Posó dos dedos en sus labios para callarlo. Él los rozó delicadamente con un beso. – No te disculpes por nada… Tú… – no evitó reír, y observarlo con ternura. – Haz lo que gustes – lo abrazó – mirar, tocar, besar… – se apretó a él. Harry sintió como la sangre en su cuerpo iniciaba un recorrido ardiente e inquieto hacia su excitación… – y moverte como gustes – las caderas del moreno respondieron ante el permiso dado, y ambos gimieron.

Al escucharla, Harry se prometió no detenerse. Necesitaba oírla más, sentirla más.

- Ginny… – movió las manos hacia su cara y apartó el pelo rojo, que le estorbaba la visión de tan divino cuello. Vio como latía el pulso, acelerado y nervioso. Sonrió antes de posar sus labios en aquel lugar, sintiendo aquellas palpitaciones rítmicas darse a una velocidad inaudita. – Te quiero – susurró contra su piel, anhelando no solo el tacto físico. La pelirroja le tomó del cabello y, antes de perderse en un beso que los dejaría sin aliento, le respondió, repitiendo su confesión.

Ella lo quería. También lo quería. Al fin, era correspondido.

Y ahí la oportunidad, el momento. Soñaba con instantes fogosos desde que la conoció, mas la realidad superaba cualquier fantasía que su mente podría idear; la manera en la que mimaba, besaba, el sabor de su piel, su aroma… como suspiraba ante sus besos y jadeaba ante sus movimientos… No tenía la menor idea de si lo hacía bien o lo hacía mal, no obstante, las respuestas de Ginny le dieron a entender que no iba por mal camino. Su novia y él parecían estar sincronizados, yendo de forma frenética y al mismo tiempo pausada, cuando de un momento a otro la ropa comenzó a fastidiar. Su respiración se aceleró y, temeroso de sufrir un ataque por la emoción, dio un alto al bailoteo que gozaban sus manos, y su pubis.

Abrazó a la joven contra su cuerpo y después de un dócil beso, apoyó su frente contra la de ella. Necesitaba calmarse, pues no deseaba que aquella primera vez fuese a las apuradas. Quería todo de inmediato, pero al mismo tiempo, necesitaba disfrutar de ella, que todo se calara con tranquilidad en su memoria hasta la eternidad. Ginny pareció entender el mensaje sin él abrir la boca. Acariciando sus mejillas, le sonrió con la mirada. Dio un pequeño beso a su boca, sin dejar de verse a los ojos, y cuando la respiración "logró" volver a su ritmo "normal", finalizó el trabajo que había dejado por la mitad; se despojó de su camisa, para luego ayudarlo con la de él.

La respiración de Harry, que hacía un minuto había conseguido calmar, comenzó nuevamente a turbarse. Y aunque la atención de sus ojos había pasado a lo que guardaba el brassier de Ginny, su cabeza no le dejaba de martirizar con la inseguridad que sentía hacia su propio cuerpo.

Su mente atajó un recuerdo de sus años en Hogwarts, cuando por una apuesta tuvo que saltar desnudo al lago, y un par de chicas de Slytherin lo vieron. El apodo de "cuerpo de pollo crudo" lo acompañó por meses.

- Harry… – había cerrado los ojos y dado un par de sacudidas a su cabeza. – Cariño, hey… – le palpó las mejillas. Abrió los ojos y la observó, no había atisbo de burla en sus preciosas iris, ni de arrepentimiento, ni nada negativo que le pudiese hacer sentir un adefesio. Todo lo contrario, su mirada mostraba un no sabía qué especial, que le hacía sentirse más seguro y querido que nunca. - ¿Todo bien? – asintió con la cabeza, abrazándola con posesividad.

- Eres hermosa – se separó un poco y bajó el rostro, para detallar tan bella parte de su cuerpo. Sentía la piel de su abdomen contra la suya, fresca y tersa. El dije metálico que decoraba su ombligo le causó un recio escalofrío.

Nada de recuerdos pasados ni de vacilación ante sus pensamientos; estaba con Ginny, ella se estaba entregando sin dudas, lo estaba aceptando en su vida tal cual era ante todo, y aquello era lo que importaba. ¡Era lo único que importaba!

Se dejó perder en aquel episodio, en aquellas sensaciones febriles y paradisíacas. Ella lo tocaba con parsimonia, dejando tras el paso de sus dedos, una marca ardiente que le ocasionaba cosquillas. Tenía todo su pecoso rostro ruborizado y acalorado; era una imagen para la gloria.

- Hermosa… – besó su boca, interrumpiendo una sonrisa que estaba por obsequiarle. Sus manos palpaban su espalda y chocaban con el broche de su corpiño, aquello era una tentación demasiado grande.

- ¡Aguarda! – vociferó de pronto, asustándolo.

- ¿Qué…?

- Un segundo, cariño – le dio un diminuto beso antes de levantarse. Harry la observó, con los ojos bien abiertos; su pequeña cintura, su plano vientre, su sexy ombligo, las pecas en su pecho… y su perfecta espalda, también llena de pintitas canela, que pronto ambicionó besar. Quería tenerla nuevamente en su regazo, apretujándola contra su cuerpo, besando su boca… sin respirar, la miró inclinarse hacia la mesita de la sala para coger algo de su bolsa, Harry notó que era su varita; la apuntó unos centímetros lejos de su vientre y murmuró unas palabras que él no logró escuchar en su totalidad. – Listo – guardó la varita en su bolso y giró, regresando. – Protección, tesoro – caminó hacia el sofá y le tendió la mano. Harry la tomó rápidamente y, antes de tirar para sentarla en sus piernas, ella le había incitado a levantarse también.

Algo insípido germinó en su pecho, molestándolo. Pensó en la seguridad que mostraba Ginny, en lo bien que hacia todo, TODO… en el hecho de saber que ella conocía el hechizo anticonceptivo… Era su primera vez, la primera vez de ambos juntos, pero no la primera vez de ella. Y aquello, por más que trató de ignorarlo, le ocasionó una espinita torturante.

Las manos de Ginny se deslizaron por sus brazos hasta apoyarse en la base de su cuello, y cuando lo iba a besar, él no pudo contenerse, y apartó el rostro hacia un lado.

- ¿Qué sucede? – lo miró, preocupada.

Era una cuestión completamente injusta; ella había vivido mucho antes de conocerlo, había salido con chicos. No podía enojarse por tal cosa, no era justo. La miró a los ojos, y descubrió que su pasado amoroso no debía afectarle en lo más mínimo.

Si bien no sería el primero en su vida, a partir de ahí sería el único en su presente, y, asegurándose con toda convicción, sería el único en su futuro.

- Lo siento – sonrió como disculpa, atrayéndola por la nuca y besándola con adoración, inclinándose sobre ella, hundiéndole su lengua. Su novia se abrazó a él como si su vida dependiese de ello. Un gemido audible emergió de ambos, cuando sus caderas chocaron inevitablemente. Era el detonante.

- Esto… – deslizó un dedo índice por el borde de su pantalón. El mensaje era claro. – Vamos a deshacernos de esto.

Por Dios que es el momento…

Se tomaron su tiempo, fueron con calma. Los dos habían echado a volar los zapatos hacia algún rincón y los pantalones se vieron olvidados en el suelo.

Y Harry pensó que nunca en su vida había visto tanta perfección junta, tanta finura y belleza. Estaba perdido en ella, en su cintura, en sus piernas, en su ombligo, en sus delicados senos, en sus pecas… las pupilas se le dilataron y sintió como sus manos comenzaban a punzar. Latían voraces, queriendo recorrer cada camino de su cuerpo, explorar cada resquicio.

Quería tocarla. La atrajo con aprensión hacia él y, ciñéndola a su figura con fuerza, enterró el rostro en su cabello suelto. Su aroma florar penetró en sus fosas nasales con intensidad y la deseó más que en cualquier otro momento. Sentirla oprimida a él, frotándose mutuamente en lugares íntimos… gimió contra la piel de su hombro cuando ella dejó un pequeño rastro húmedo, desde su clavícula hasta su cuello…

- Ginny…

- Tú… – con las dos manos ahora en su pecho, lo empujó hacia el sillón. Harry volvió a estar sentado, sin estar del todo consciente del próximo paso.

Ginny llevó las manos a su espalda y desabrochó el corpiño, dejándolo caer. El muchacho gimió ante la visión, aferrando las manos al borde del sofá, como para evitar saltar sobre ella.

- Ginny… – se sentó sobre él, como al inicio de todo; con sus piernas blancas a cada lado. Su sexo se apoyaba contra su erección, sintiéndola al límite aún con la ropa interior. Entonces, ella comenzó a moverse, lenta, muy lentamente. – ¡Dios, Ginny! – pese a las telas, la fricción era increíblemente placentera. La apresó entre los brazos y comenzó a moverse también, acelerando el ritmo. Ella se contoneaba según él exigía, enloqueciéndolo. – Ginny… – la chica gimió, un gruñido ronco, un jadeo que nacía desde lo más hondo de su pecho, y brotaba de su boca con una pasión casi bestial.

Harry se obligó a alejarse, sólo para poder admirarla. Sus ojos cerrados, concentrada en su centro, sus pechos, la dureza de sus pezones, su torso meneándose, acorde con el baile de sus caderas… era el cielo mismo. Quizá más que el placer en su entrepierna, quizá más que el orgasmo final… el verdadero encanto, la auténtica delicia, era verla gozar, verla perderse, y sentirla desvanecer sobre su cuerpo…

Sus ojos la detallaron, cincelándola en su mente. Estaba en el paraíso.

- Ginny… ¡Dios! – la telilla de sus bragas expedía una humedad que poco no tardó en sentir sobre su miembro, aún cuando todavía tenía el bóxer puesto. Presentía que pronto… – mi Ginny – regresó a aferrarla a él, adueñándose con un vandálico beso de su boca. Dejándose llevar por el instinto, lamió su garganta y fue hacia sus senos. Sus manos le halaron el pelo.

- ¿Te… te gusta? – ella habló sobre su oído, sin dejar de bailar sobre su pelvis.

- Sí… sí… – besó su cuello. – Sí… hermosa… sí. No pares… por favor…

- Tesoro – apretó, con fuerza. Cerraron los ojos y Harry apreció como, después de tensarse con rigidez, ella se relajaba, cándidamente, apoyándose en él.

Su entrepierna latía, afanosa. Por poco llegaba cuando…

- Lo siento, pero… – Ginny descansó la cabeza en su hombro. Harry le acarició la espalda, perlada de sudor. – Aguarda un minuto – dio un beso a su mejilla. El muchacho comprendió que ella buscaba, al principio de todo, su propio placer. Había tenido un orgasmo, lo había sentido sobre su miembro, entre las telas que separaban sus sexos… y eso sólo, lo excitaba todavía más. – Disculpa.

- Tampoco deberías tú disculparte. ¡Por nada! Esto fue… – le buscó la cara y besó su frente, como queriendo calmarse. – Yo… yo sólo… - su entrepierna palpitaba, vehemente, desesperada. Realizó un movimiento caliente, que Ginny respondió con una risilla provocativa.

- De acuerdo – respiró, relamiendo sus labios. – Esto… – el travieso dedo de Ginny haló el borde de sus bóxers, soltándolo luego y haciéndolo sonar contra su piel – hay que deshacernos de él – volvieron a estar en pie.

Harry estaba exaltado y condenadamente excitado. Jamás se había expuesto ante una mujer y ahora, el estar desnudo ante la chica que lo traía loco, era…

- ¡Wow! – su novia se había separado unos centímetros y… – muchachote – le sonrió juguetonamente, y aquello a Harry le causó unas terribles e inevitables ganas de reír. Su novia lo acompañó, hundiendo la cara en su pecho. – Tremendo – musitó, agarrando aire. – Ahora…

Las manos de ella se deslizaron desde su pecho hasta sus hombros y, presionando con suavidad, le instó a sentarse. Era demasiado bueno para ser cierto… tenerla ahí, de pie frente a sus ojos, toda sudada, con solo sus braguitas. Su vientre sufrió de una urgente sacudida que le hicieron temblar, alterado. Sintió que el oxigeno a su alrededor no era suficiente, y que no le alcanzaría la vida para poder disfrutar de ella como tanto quería.

Calmado

Ginny lo observaba con un singular brillo en sus ojos… Ansiaba aquello quizá no tanto como él, pero lo ansiaba. Adoró verla colorearse más, acentuando así las pecas de su cuerpo. Ella había dejado caer sus braguitas al suelo y él se dedicó a recorrer con la vista el surco de pintitas canela que nacía por encima de sus senos y se dispersaban hasta llegar a su vientre. Bajo su sexy ombligo se formaba un estrecho caminito de vellitos pelirrojos casi, casi invisibles que descendían hasta el triangulo que cubría su intimidad…

Iba a recibirlo, iba a estar dentro de ella… quiso reír y llorar a la vez.

- Ginny… – brillaba. La veía como una luz. Se había acercado y colocado a horcajadas sobre su cuerpo. Era suave y extraordinaria. Alzó las manos y tomó sus mejillas ardientes, viéndola a los ojos, sintiéndose más feliz que nunca. – No… – pidió en un susurro, cuando la vio cerrar los ojos. – No los cierres. Sólo… mírame, por favor – ella le brindó la sonrisa más hermosa que debía tener en su repertorio y, rozando tenuemente sus labios, unió sus cuerpos con lentitud.

Quería observarla en todo momento, no obstante, para ambos fue imposible no cerrar los ojos por lo menos diez segundos. Gimieron, sonoramente, ante la conexión, y Harry sintió como si todo lo vivido hubiese sido dado sólo para llegar a ese momento, llegar a ella. En otras palabras, se sentía completo, realizado. Era como juzgarse un ser truncado y perdido durante varios años y, de un minuto a otro, verse llegar por fin a casa, al sitio al que pertenecía. Su hogar pleno.

La abrazó, necesitado de más, y se perdió en las sensaciones apabullantes y placenteras que ocasionaba aquel acto. La tocaba con prisa y al mismo tiempo con reserva, sus cuerpos amoldados, con unos movimientos inicialmente torpes que, pasados los primeros minutos, fueron adquiriendo ritmo y sinfonía. Estaba en el cielo. La delicia que estaba viviendo era incomparable; la suavidad de Ginny, la humedad, la tibieza con la que su interior lo acogía y apretaba… era demasiado. En su vientre, percibió como si una bomba hubiese sido activada para pronto demoler lo que a su alrededor se encontraba. Se sintió estallar, deleitándose con el placer carnal antes desconocido. El cuerpo de su novia se friccionaba contra el suyo con exigencia, gemía su nombre y ella lo besaba en la boca con voracidad.

El tratar de hacer todo con lentitud fue inútil; necesitaba saciarse de su ser. Tomándola de la nuca, profundizo el errático beso, sintiéndola suspirar dentro de su boca. Su suave lengua lo recibía con gusto y sus dientes de vez en vez aprisionaban su labio inferior, mordiendo con avidez.

Estás perdido…

No quería acabar pronto, no lo quería… quería que ella detonase antes. Quería que lo cubriese entero, todo, sentir cada partícula de su esencia femenina. Después, podría explotar con tranquilidad.

- Harry… – jadeó contra su oreja, y aquello fue la estrepitosa señal que se necesitaba para hacer estallar la bomba acoplada en su vientre. Quiso evitarlo, pero fue irrevocable. Se alivió dentro de ella, con fuerza, y Ginny, recibiéndolo con un gemido, se vio aumentando el ritmo de las embestidas, hasta llegar a fundirse junto a él.

Su humedad lo cubrió en su totalidad y Harry exhaló una gran bocanada de aire, seguido por un sonoro y largo gemido, satisfecho. Sí, pese a que el clímax no llegó como quería, se sentía campante y completo.

La abrazó y tratando de calmar sus alientos, le acarició la espalda pecosa, cubierta por el cabello pelirrojo que se pegaba a su piel. Ella descansó la mejilla en su hombro y, de apoco, empezaron a respirar con normalidad.

- Cariño… – percibió sus dedos deslizarse por su espalda. Levantó el rostro y lo besó con tersura. Todo había sido asombroso, se sentía como un hombre nuevo, capaz de todo. Y ella…

- ¿Cómo…? – Suspiró – Lamento si…

- ¡Hey! ¿Qué fue lo que te dije? Nada de disculpas… tú… – le acarició el cuello. – estuvo excelente. – le sonrió ampliamente, mostrándole todos sus perfectos dientes. No sabía si era completamente sincera, no obstante, para él había sido más que excelente. Si bien fue ella quien llevó la batuta en cada arremetida, había sido maravilloso. Maravilloso.

- ¿No lo dices por…?

- No abras la boca si dirás puras estupideces – lo besó. – Estuviste muy bien – besó su mentón – ¿Acaso a ti no te gustó?

- ¡Por supuesto que sí! – vociferó, de una manera que a ella le hizo reír. – Eres perfecta, Ginny. Y no te puedes imaginar siquiera cuanto deseaba esto – acunó su cintura con los brazos y besó un lado de su cuello. Aspiró su aroma; el perfume mezclado con su sudor, era una droga – Es… – un nuevo sonrojo coloreó sus mejillas - ¿Podemos repetirlo? – la chica liberó carcajada.

- Eres todo un caso muy particular – le acarició las orejas.

- Te quiero – comenzaba a pensar que aquellas palabras se quedaban muy cortas y pequeñas. Besó sus labios con suma dulzura y la apretó a él con delicadeza. Su cuerpo no se saciaba de su cercanía, y ahora dudaba en que algún momento aquello sucedería. Se estaba convirtiendo en un adicto a su persona, en todos los aspectos.

- Vamos a la cama – rozó sus narices. – Quiero recostarme.

- ¿No quieres…? – sus pómulos se pintaron cual ají picante. Ella lanzó otra fuerte risotada.

- Vamos a relajarnos, cariño. Es temprano, aún tenemos toda la tarde – sonriendo cual niño con juguete nuevo, tomó a la pelirroja en brazos y se dirigió a la habitación.

Eran las tres de la tarde y, con las cortinas abiertas, el sol iluminaba toda la estancia. Al dejar a Ginny en la cama, pensó en cerrarlas, pues como en las películas, se imaginó a un pervertido espiando por su ventana en el edificio del frente. Giró con la intención de hacerlo, mas la pequeña mano de Ginny tiró de él hacia ella, y terminó recostado plenamente sobre su cuerpo.

- ¿A dónde ibas? ¡No me digas que a recostarte en el sofá!

- No – rió. – Iba a cerrar las cortinas.

- Déjalas así – lo besó seductoramente, y Harry no dudó en obedecer ante su manera de atraerlo. Se acomodó a un lado y, enrollando sus brazos en su cintura, apoyó la barbilla en su pecho.

La detalló con suma precisión, estaba hermosa, con su flameante cabello despeinado y esparcido por la almohada, y sus ojos hipnóticos reluciendo como dos gemas recién pulidas. Una de sus manos se deslizó con sutileza por su vientre, chocando sus dedos con el piercing brillante y frío que decoraba su ombligo. Su pulgar jugueteó por unos minutos con él, antes de fijar sus ojos en aquella zona.

- Esto… – Ginny miró a sus dedos juguetear con su Piercing – me gusta mucho como se te ve – levantó la vista, sonriendo. – Es muy atractivo.

- Y sexy, ¿no crees? – rió tomándole del cabello, algo que Harry dedujo, le encantaba hacer.

- Demasiado – dio un mimo a su mentón con los labios. – Toda tú… eres perfecta.

- No soy perfecta, Harry – acotó, aún ocupada en su cabello.

- Claro que sí.

- Por supuesto que no. Ya lo sabes, tengo un genio apestoso, me esmero en ser una molestia cuando me provocan. Y… bueno. Nadie es perfecto.

- Eres perfecta – repitió, necio. – Toda tú. Tu cuerpo, es…

- No… en realidad… tengo un seno más pequeño que otro – Harry se carcajeó con fuerza, sin evitarlo.

- ¡Por favor, Ginny!

- ¡Es verdad!

- Si son… - se separó un poco y los observó con atención, los veía perfectos; redonditos, pequeños, sonrosados, pecosos, ambos idénticos. – Son hermosos, Ginny – se sonó el gaznate. La boca se le secó.

- El derecho es más pequeño que el izquierdo.

- No digas tonterías – sus ojos no se despegaban de sus pechos; eran admirables. – son perfectos.

- Lo dices porque te gusto.

- Me encantas. Y lo digo porque es la verdad, cualquier hombre que los viese diría exactamente lo mismo que yo.

- Humju… quizá deba mostrarle mis senos a alguien más objetivo e imparcial. Es…

- ¡Ni si te ocurra pensar tal cosa! – ella rió con ganas.

- Eres adorable – lo besó. - ¿Puedo decirte algo? – asintió con la cabeza, apretándola contra su pecho. – Antes de este día, de este momento, solo había estado con un hombre en mi vida – una extraña luz opaca se proyectó en sus ojos, muy rápida, pero lo suficientemente perceptible para hacer a Harry darse cuenta de ella – y, después de esto, me arrepiento mucho no haberte esperado – arrugó la nariz, inconscientemente, y Harry la vio encantadora.

Sus palabras le ocasionaron una algarada chispeante en el centro del pecho. Algo agradable, pues ella lo añoraba como el primero. No obstante, la espinita torturante había regresado, calándole el corazón al saber que en su primera vez un pobre idiota, totalmente desconocido para él, no la había tratado como se merecía.

Pero, ¿lo iba a lamentar tanto?

Pensando de una manera más egoísta, si aquel pobre diablo no se hubiese comportado como un cerdo, Ginny quizá aún estaría con él, y así Harry Potter no se encontraría ceñido a su cuerpo, completamente desnudos.

Ella era una joya, un tesoro al que había que cuidar. ¿Qué había hecho para merecerla?

Volvió de sus pensamientos cuando sintió el dedo índice de Ginny deslizarse desde su frente, hasta la punta de su nariz. Lo despertaba de su ensoñación.

- ¿Todo bien? – le sonrió con pomposidad y Harry, riendo feliz, le respondió con uno de esos besos que privaban la respiración. Sus senos se apretaron contra su pecho y en él nació la urgente necesidad de masajearlos, tocarlos hasta el cansancio.

- ¿Aún está en pie el permiso de...? – vio sus pechos, enrojecido, y volvió la vista hacia la carita pecosa, que le miraba con diversión. - ¿Puedo mirar, tocar, y besar… donde guste? – la pregunta le salió en un susurro áspero y profundo. Podía permitirse ser menos inhibido, ser más atrevido. Ella le sonrió como respuesta y, con mariposas bailando la macarena en su pecho, estómago y vientre, llevó su mano hacia el seno que, según Ginny, era el más pequeño (tontería).

Sentir aquella parte de su cuerpo bajo su palma era indescriptible; la miró cerrar los ojos y dibujar una tenue sonrisa sobre sus labios rosados, antes de permitirse un pequeño suspiro. Sonrió, feliz, orgulloso de saberse el provocador de tan encantadoras y seductoras respuestas. Su pulgar retozó con el pezón rosadito que, ante el contacto, se erizó instantemente. La sensación abrasiva y candente que nació en su cuerpo, rebasó toda barrera que podía imponérsele.

La deseaba, la necesitaba, la quería, la amaba.

- Ginny… – ella abrió los ojos apenas pronunció su nombre. Las pupilas de ambos centelleaban magníficamente. – ¿Puedo…? – la joven palpó su boca finamente, la punta de su lengua ardió al tocar su labio inferior.

- Lo que quieras, cariño –lo atrajo hacia ella, besándolo con efusión. – Has lo que gustes… déjate llevar – murmuró en su oído, realizando pausas que a él lo aturdieron de modo irrevocable. – Y no te preocupes, si… – rió sobre la piel de su mejilla – si sientes ponerte eufórico, tranquilo… – besó el lóbulo de su oreja. – Vuélvete loco – susurró.

- Ya me tienes así… completamente loco – jadeó, cuando sus blancas piernas envolvieron su cadera.

- ¿De verdad?

- Totalmente.

- Demuéstramelo – se enterró en ella, suavecito, apreciando cada roce centímetro a centímetro. Y las palabras comenzaron a sobrar.

Así la tarde transcurrió de la forma más asombrosa que Harry Potter pudiese imaginar. Todo tan mágico y tan único. El sentimiento de plenitud que experimentaba en cada rincón de su cuerpo era inigualable; instantes que no cambiaría por nada del mundo. Aquello le pertenecería para siempre… estaba tan feliz…

El reloj de la mesita junto a su cama indicó las siete de la noche. Ginny dormitaba abrazada a su torso, su calmada respiración le hacía cosquillas.

- ¿Qué hora es? – preguntó, con voz perezosa. Frotó su mejilla contra la piel de su pecho y bostezó.

- Las siete de la noche.

- Debo volver a casa – posó una mano sobre su abdomen y se incorporó levemente. Harry pronosticó el frío que sentiría esa noche al acostarse a dormir solo en esa cama.

- Si fuese por mí… – la miró profundamente.

- Créeme que por mi parte, me quedaría aquí contigo – dio un casto beso antes de levantarse – Pero no me he reportado en todo el día y, si no llego a casa… - le arrebató la sábana para cubrirse, dejándolo expuesto – bueno… mis hermanos saben que estoy contigo. Si llegan a pensar…

- ¡Tienes que volver a casa! – ella rió.

- Quita ese miedo, cariño – le guiñó un ojo. – Ya estamos bastante grandecitos – le tendió la mano. Harry se la tomó y, de un jalón, la volvió a tener sobre su cuerpo.

- Entonces puedes quedarte aquí conmigo – apartó el cabello de su espalda, para deslizar parsimoniosamente sus dedos sobre su piel.

- Buena sugerencia, Potter – lo besó. – Pero mañana tengo práctica. Y algo me dice que, si me quedo aquí, tú no me dejarás descansar lo necesario – él enrojeció por milésima vez. Ella rió bajito, para darle luego un beso en la punta de la nariz. – Me apetece una ducha, ¿me podrías prestar tu baño?

- Sólo si voy contigo.

- Es tu casa – su mano se deslizó sin vergüenza entre sus cuerpos. Él jadeó, exaltado.

- Un día me harás perder la cabeza.

- Creí que ya lo habías hecho.

- La verdad es que sí – la besó erráticamente. – Bien, ¿nos bañamos juntos? – la tomó en brazos al estar de pie.

¿Se saciaría algún día de su cuerpo? No lo creía. Ya estaba atrapado.

- Eres increíble – confesó ella en un murmullo, suavecito. Lo abrazaba en su totalidad bajo la regadera, sus piernas en su cintura, sus brazos alrededor de su cuello. Él besaba con extrema ternura y devoción sus mejillas, sus párpados, su nariz, su frente… – No tienes idea, ¿verdad? De lo increíble que eres… – hincó el rostro en su cuello y él enterró la nariz en su cabello.

Ciertamente, no tenía idea de si era o no una persona "increíble", siempre se consideró uno más del montoncito feo que vagaba por el mundo; nada especial, todo lo contrario. Pero estaba con ella. Estaba con una mujer hermosa que se entregaba a él con todo, y lo aceptaba, lo quería… tenía que saberlo ahora, nunca fue para estar solo.

Estaba esperando por ella. Y el que fuese tan magnífica e ideal le informaban solo una cosa; él tenía algo de lo cual sentirse orgulloso, algo único.

- Te quiero… – expresó contra su pelo rojo, totalmente empapado y con aroma a champú. – Y más, Ginny. Te quiero y mucho más – ella alzó el rostro, observándolo con fijeza. La detalló, abría los labios para decir algo cuando…

- Harry…

- ¡Ahijado!

- ¡Por Dios!

Ambos se sobresaltaron, ante la grave voz masculina que había irrumpido en la habitación.

- Es tu padrino, ¿no?

- Siempre tan inoportuno. No avisó que volvería esta semana – arrugó la cara y Ginny rió bajito.

- Harry, ¿estás ahí? – tocó la puerta del baño. – he regresado y visto en la sala ropa de mujer… ahijado, no me digas, por favor, que decidiste probar suerte yéndote al… otro… lado…

El moreno enrojeció, colérico ante la suposición de Sirius. ¿Acaso no podía pensar que por fin, una mujer había…?

- La ropa es mía, Sirius – habló Ginny en voz alta. Harry la observó, y sonrió de oreja a oreja. Ella le guiñó un ojo, divertida.

- ¿Qué…? ¿Quién…?

- Sirius, estamos ocupados ahora. ¿Podrías irte y volver más tarde? – la sonrisa que había adoptado se volvió más prominente, al imaginar el rostro de su padrino. Ni se preocupó siquiera si el hombre sufría o no un patatús de la sorpresa.

Agudizaron el odio, a ver si Sirius agregaba algo más. Nada. Después de unos minutos, escucharon sus pasos abandonar la habitación.

- No se irá – le dijo a ella. – Esperará en la sala a que salgamos, a ver si existes – la pelirroja rió. – Se irá de culo al verte, preciosa y real.

- Tonto – enredó sus dedos en el pelo de la nuca. – me avergüenza un poco que me conozca justo ahora, cuando nosotros… – coloreó sus mejillas de un rojito claro. – ¿Qué va a pensar de mí?

- Te adorará cuando te conozca.

- ¿Nunca le hablaste de mí en las cartas?

- Desde que salgo contigo no le escribí ninguna – ella lo cuestionó con la mirada. – se me olvidada. Estaba pendiente de… bueno, solo de ti. Y a decir verdad, cuando él se encuentra lejos somos poco comunicativos.

- Mal, Potter.

- No tanto. Así cuando nos vemos, tenemos mucho de qué hablar – la apretó a él. – Ahora… – besó su barbilla – a continuar con nuestro baño.

- Hey… – él la miró – Te quiero.

Y no dijeron nada más.

La suposición de que Sirius amaría a Ginevra al conocerla, era bastante obvia. Por supuesto. El hombre estaba feliz, tanto por ella como por Harry. Le enorgullecía verlo con una novia tan guapa y, le constaba, apasionada, buena persona, amable y ambiciosa.

- La combinación, perfecta, ahijado – le había dicho, alegre y con una fuerte palmada en la espalda.

Allí estaban, conversando bajo la sombra de un frondoso árbol en las afueras de la madriguera, mientras él ayudaba a Ronald a montar la parrilla para una barbacoa. Hermione se acercó a llevarles limonada, y a cerciorarse de que estaban haciendo las cosas como era debido.

- La temperatura es muy alta, Ron – indicó.

- El carbón está apenas calentándose, Hermione. – Y venían discusiones absurdas que, sabía Harry porque le dijo Ginny, las creaban sólo para contentarse mutuamente, de una manera que le costaba imaginarse… pensar en Hermione de esa forma le era imposible.

Sacudió las manos con sus pantalones antes de tomar camino hacia Sirius y Ginny, mas los gemelos le cortaron el paso y, sin él verlo venir, lanzaron sobre su cabeza una burbuja de pequeño tamaño que, al explotarle encima, le llenó los oídos de un agudo pitido que ponía todos los pelitos de punta. Se vio las manos y los brazos, toda su piel estaba cubierta de púas filosas, como las de un puerco espín.

- ¿Qué hicieron?

- Te faltaba tu bromita desde que te conocimos, Harry.

- Te la debíamos.

- Debiste estarla esperando, ¿no?

- ¿Qué es…?

- Es algo nuevo – sonrió George.

- Lo probamos apenas ayer. Esperamos Hermione no halle a Crockshanks hasta que se le pase el efecto.

- ¿No saben cuánto dura esto? – preguntó, cuando notó como las púas empezaban a formársele en la cara.

- No estamos seguros – aclaró Fred.

- Creemos que unas dos… o quizá tres semanas.

- ¡Por favor!

- Relájate, es una manera de, bueno… - empezó Fred.

- Hacer que mantengas las manos lejos de nuestra hermana por un tiempo – completó George.

- ¡Son unos idiotas! – fue una vociferación que le salió del alma. Los pelirrojos lo observaron, arqueando ambas cejas, y él sólo atinó a tragar con fuerza.

Las dos personas bajo el árbol reían ante el espectáculo. Era divertido ver el corre, corre y corre que jugaban los gemelos y Harry. Era un juego que siguió incluso cuando la señora Weasley y Hermione exigían que se detuviese, por el bienestar de los tres.

- Mira tú, no podré bailar con él en la fiesta por el cumpleaños de Bill.

- Te salvas de una, querida.

- Te sorprendería lo mucho que ha mejorado en cuanto al baile – y en cuanto al sexo, pensó, sonriente. Harry era una cajita de sorpresas.

- Da igual, tendrás el placer de bailar conmigo – rió – y no podrá refutar, porque su prioridad es que tú la pases bien – la miró. – Le importas demasiado. Nunca había visto en él tanto interés por una persona. ¿Haces idea de lo que tienes, verdad? Eres una chica lista.

Ginny asintió con la cabeza, con una sonrisa serena y la mirada bien despierta.

Sabía lo que tenía. El haber sufrido de una decepción que la mantuvo, de cierta forma, deprimida por varios meses, le había enseñado a reconocer lo que valía la pena. Harry era diferente. No tardó en saberlo, pero sí -un poco- en darse cuenta de que era lo que justamente necesitaba y envidiaba, alguien diferente y que, además, estuviese indudable y rematadamente loco por ella.

Finnite.


Nota/a: Qué emoción acabar un fic. Casi tanto como iniciarlo, pero con una sensación que te hace saber que vas a extrañarlo mucho.

Copiando y pegando las palabras que le dije a mi miga Bita; este es un fic sin rollos, sin complicaciones y sin nada de drama. Así quería hacer el final, como si fuese un capítulo más pero al mismo tiempo dando a entender que hasta ahí llegó. Harry y Ginny juntos, siguiendo sus vidas en compañía de sus amigos. Lo inicié y seguí contando todo desde el punto de vista de Harry (obviando las pequeñas partes del primer cap, donde se ve el punto de vista de Hermione), por lo que así quería terminarlo, sin irme a contar el POV de Ginny ni de ningún otro personaje. Quise hacerlo como en el libro, todo desde la perspectiva del niño pero dando a entender lo que sienten los otros personajes. Difícil siendo una inexperta y quizá no hice bien el trabajo, por lo que esa mísera parte del final agregué un levísimo pensamiento de Ginny. Tal vez decepcione a varias que querían la perspectiva de la pelirroja, pero no quería desentonar la historia (re maniática la niña, ¿ven?) jajaja. Igual, algo es algo. El fic no es la gran cosota, pero espero haberlos entretenido al menos un poquito.

Yo en lo personal lo quiero muchísimo. He disfrutado escribiendo a este Harry, simplón a la vista, pero más dulce que el almíbar ¿a que sí? jajaja. Me ha hecho bien. Con este Harry siento cierta afinidad. Cuando me dan esos ataques de soledad que, sé, a muchos nos pasa, tiendo a menospreciarme mucho, a sentirme como una fea más del montoncito que vaga por el mundo, tal como él! Episodios de a momento, pero afectan igual cuando están presentes. Pero hay que verse lo bueno y saber que todos tenemos algo excelente que nos hace únicos y especiales. Aún no hallo ni reconozco lo mío, mas por ahí ha de estar, creo! jajaja.

Y buuenoo, espero me suceda lo mismo que lo aquí escrito! Conseguirme a alguien que me diga lo increíble que soy (?) y que además esté buenísimo! jajajajaja. No crean, escribir los anhelos les da poder y se vuelven tan necesitados que terminan volviéndose realidad. (Es una creencia y pensamiento personal)

¡Gracias miles por leerme, por el aguante y por la fidelidad! Son unos soles.

Cualquier comentario, bueno o malo, pueden soltarlo con toda la confianza del mundo! Tienen en mi a una amiga que ansía sus opiniones y responde a todas. Por ahora permaneceré con Entre los Vivos, la próxima nueva historia vendrá para el 2013. Para contacto (es mentira que doy información sobre mis proyectos, jaja. No son tan grandes como para comentar algo) Twitter: (arroba) personag_yanii /Facebook: Yaniita Potter (Personaggio)

Gracias nuevamente, amores. Les mando un abrazo fortísimo y... bueno, hasta pronto, ¿no?

Yani.!