EL VIAJE DE CANUTO

Capítulo 21: Por siempre Canuto

Por Okashira Janet

Hubo días de sol, hubo días de lluvia, hubo periodos de espera y largos meses en pausa, pero por fin, estamos ante el último capítulo, ¡gracias por tu paciencia!, ¡gracias por estar ahí hasta el final!

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A mí me toca decir que seré la persona que siempre estará ahí. (1)—Sirius canturreó, los pantalones le cayeron flojos por la cadera cuando levantó la mano para mover su varita—. Para mirarte, cuidarte y también expresarte, y dar mi vida por ti. —Con el movimiento de su varita cinco brochas se movieron al tiempo pintando de blanco la pared, una dejo un gotero de pintura, como hormigas gordas, alguien se iba a enojar con su trabajo a ese paso—. Las veces que sea necesario. —Aun así siguió cantando.

—¡Sirius! —Ron caminó tras él con un montón de madera sobre el hombro, lucía muy varonil a pesar de que también a él le caían flojos los pantalones por la cadera—. Lo estas dejando perdido.

—Se puede arreglar. —Sirius hizo un movimiento con su varita intentando arreglar la pintura chorreada—. De todas maneras nadie viene mucho por aquí.

—Por supuesto, —Ron rodó los ojos—, solo la escuela completa cuando pasan al campo de Quidditch.

—Estamos gastando nuestro tiempo reparando la escuela. —Sirius rodó los ojos—. Deberían ser más permisivos.

—Solo trata de no chorrear demasiado. —Ron resopló, la madera le pesaba sobre el hombro así que siguió caminando, mientras se alejaba escuchó la voz afinada, ronca y varonil de Sirius, casi como si estuviera seduciendo a alguien, aunque no había ninguna chica que pudiera escucharlo por ahí.

Y ser por siempre el que a toda hora cuide de tu alma, y ser tu sueño fugaz, tu sueño fugaz. —Ron sacudió la cabeza, hacía sol, un sol tremendo que le hacía correr gotas de sudor por la espalda.

Pesadamente siguió caminando con las maderas sobre el hombro, más adelante Neville estaba acomodando un montón de plantas en el vivero, parecía un trabajo difícil porque una cuartilla de muchachos con guantes intentaban que las plantas no los devoraran en el proceso, Ron escuchó una vieja radio colgando de la rama de un árbol, una de esas radios muggle que funcionaban con pilas, había una canción que sonaba un poco mal, interrumpida por la estática.

Los chicos no lloran, tienen que pelear (2)

Ron pensó en saludar a Neville, gritarle alguna tontería, quizás "¡Cuidado con esos dedos líder!", pero se lo pensó mejor y decidió no hacerlo, los alumnos siempre se ponían patidifusos cuando lo veían. De hecho lo mismo pasaba con Harry, Hermione, Sirius, Neville e incluso Draco, Ginny y Luna tenían su buena fuente de fans. Cuando uno de ellos estaba solo no había tanto alboroto, pero cuando se juntaban era como si se reuniera la banda de rock juvenil más famosa del momento (de hecho Ron estaba seguro de que habían superado en popularidad a las aclamadas "Brujas de Macbeth").

No, mejor pasar desapercibido.

¡Como pesaban esas tablas!, Ron las bajó un momento, las tablas que flotaban tras él guiadas por su varita también cayeron al piso. Últimamente le pasaba eso, tenía que concentrarse para usar la magia, hacer esfuerzo físico le ayudaba… la mayoría de las veces…

Se permitió un descanso, dos minutos, luego volvió a echarse las tablas al hombro y apuntó la varita a las tablas que flotaban tras él.

(Y había sangre, sangre por todos lados).

Cerró los ojos, los volvió a abrir, a veces también le pasaba eso, como pequeñas visiones estando despierto.

Un grupo de chicas de cuarto año estaba intentando poner nuevamente una columna de piedra derecha, pero no lo hacían bien del todo, alguien tendría que repararlo después, Ron pensó en decirles que hicieran algo menos peligroso, pero entonces ellas voltearon a verlo y aquello se convirtió en un corro de suspiros ahogados.

Ron Weasley, el que desarmó al Señor Tenebroso, el que llegó del cielo en un hipogrifo con el grito de la batalla. Sabía bien cuál era su leyenda.

(Y no volvió a abrir los ojos, nunca, nunca).

A pesar de todo dio un cabeceo en dirección de las chicas y siguió caminando; demasiado jóvenes para él.

Casi topó de frente con Luna que llevaba unos enormes audífonos en torno a sus orejitas de duende y no lo había escuchado.

—¡Luna! —Ron soltó con un jadeo.

—¿Uh? —La joven lo observó con ojos soñadores, se oía el retumbar de la música a pesar de la distancia.

—¡Bájale a esa cosa! —Ron la regañó—. Hermione dijo que si se usaba muy fuerte podía hacerte daño en los oídos.

—¿Qué? —Luna preguntó ladeando la cabeza.

—¡Que le bajes! —Ron le retiró un audífono, gritando, en el aire retumbo la música.

Seré tu amante bandido, bandido (3) El ritmo era pegajoso, acorde a la personalidad de la chica.

—Oh. —Luna se quitó los audífonos que quedaron colgando alrededor de su cuello, la música retumbando sobre sus clavículas—. ¿Qué?

—Decía que… —Ron negó con la cabeza—. Solo no le subas mucho a la música, ¿qué estás haciendo?

—Reparando el camino. —Luna señaló soñadoramente alrededor, ahora que caía múltiples piedras se iban apilando sobre la tierra formando un camino donde antes solo había tierra explotada—. Quisiera arreglar el pasto también. —Luna pestañeó—. Y flores.

—Creo que con el camino tendrás suficiente trabajo. —Ron bajó las maderas de su hombro, al instante las maderas de atrás cayeron con estruendo a la tierra. El pelirrojo enrojeció, pero Luna simplemente ladeó ligeramente la cabeza.

—Creo que ya lo haces mejor.

—¿Tú crees? —Ron preguntó con sorna.

—Sí. —Luna giró atrás, las piedras se le habían acabado y las últimas que había conseguido botaban arriba y abajo del camino como pidiendo ser colocadas en su sitio, con un movimiento de varita las dejó estar en el suelo—. De verdad.

—La llevo al Comedor. —Ron señaló la madera—. El techo real quedó hecho trizas, ahora cuando llueve afuera llueve de verdad adentro, aunque el encantamiento muestre un cielo azul.

—Oh, —Luna abrió los ojos—, eso suena agradable.

—No lo es. —Ron estuvo tentado de rodar los ojos, pero en lugar de eso se rio. Los audífonos seguían tocando "Seré tu héroe de amor, seré tu héroe de amor", realmente usaba aquella cosa muggle en un volumen dañino para sus orejas—. No lo uses tan fuerte.

—¿Qué? —Luna volvió a parpadear, Ron la miró antes de recoger la madera y echar a andar, seguía estando demasiado pálida, casi como un fantasma, era la única del grupo que a pesar de todo no había podido recuperar algo de color.

—La música.

—¡Oh, claro! —Ron se fue, aunque dudó mucho de que Luna siguiera sus consejos.

("Es que cuando hay silencio me acuerdo de la celda").

Ninguno soportaba el silencio, por razones diferentes, claro, pero ninguno podía hacerlo.

Ron sintió el sudor perlarle la frente, no debería haber tanto sol, ¿por qué había tanto sol?, ya eran finales de Septiembre.

La madera flotó tras él por todo el camino que Luna había reparado y luego trepó los escalones.

Trip-trap.

(Llueven hechizos prohibidos, maldiciones imperdonables).

La madera crujió detrás de él, como si intentara soltarse de su agarre mágico, Ron apretó la varita, esas cosas le costaban, la magia común, la magia simple, pero aún era capaz de lanzar hechizos en plena batalla… que raro.

—¿Por dónde? —A su izquierda un grupo de chicos estaba intentando acomodarle la nariz a una estatua que se quejaba ruidosamente acerca de que "había perdido todo rastro de ínfima belleza".

Ron se ocultó entre sus hombros para que no lo vieran, a veces los chicos se conformaban con verlo a la distancia, pero en ocasiones se acercaban solo para tocarlo o pedirle autógrafos. Ron no hubiera podido firmar un autógrafo ni aunque Victor Krum se lo pidiera.

Como quisiera, poder vivir sin aire, como quisiera, poder vivir sin agua (4) La música llegó con suavidad hasta él y Ron no tuvo que asomarse al salón para saber que ahí dentro se encontraba Draco, con su enorme tocadiscos. El rubio se había dado a la tarea de reparar a las estatuas una por una, siguiendo indicaciones precisas, acomodando dedos, escudos, lanzas, espadas, ojos, narices. No dejaba a una estatua hasta que la misma estaba satisfecha con su trabajo.

—¡Gracias chico dragón!

Draco Malfoy, el que había desafiado a Lord Voldemort enfrente de su ejército, el chico dragón.

Lo que se les había olvidado contar es que en aquella guerra había perdido a su padre. Draco de por sí ya era difícil, la verdad.

Pero no puedo, siento que muero.

Cuando había llegado aquel día con su enorme tocadiscos Ron y Sirius se habían burlado ruidosamente de él por "aquella cosa espantosamente grande", pero luego habían sido los primeros en correr como críos a colocar los discos y ver la aguja correr. Draco ponía el tocadiscos en una esquina del salón y se dedicaba a reparar estatuas, todo el día, todos los días. Ron ni siquiera sabía si escuchaba la música o no.

El disco tocaba, la aguja giraba y los estudiantes se paraban en el vano de la puerta a verlo trabajar, sin atreverse a entrar.

(Y el fuego maldito arrancó entero el brazo de su hermano).

Ron siguió avanzando, sin detenerse ante la puerta abierta. Porque a veces aunque dejaran la puerta abierta eso no significaba que quisieran visitas.

Adentro del castillo no hacía tanto calor y Ron agradeció eso. Las tablas tras él volvieron a crujir. Concentrarse, sentir el peso de la tabla sobre el hombro, la magia estaba con él, la magia no se iría.

Finalmente llegó al comedor. Ginny estaba ahí, arreglando el techo junto con un montón de chicas, su cabello rojo parecía fuego, brasas encendidas que refulgían de vida. Ron se detuvo en la puerta solo para verla, ella (a diferencia de casi todos los demás) no había tenido que pasar hambre así que el pantalón se ceñía ajustado a sus piernas,

Ginny, tan llena de vida, tan valiente, tan fuerte.

—Ya volví. —Ron dejó caer con pesadez las tablas, el estruendo provocó que todas las chicas giraran a verlo, por lo menos la mitad de ellas se sonrojó. Había una bocina en el centro del salón.

Yo sé que tienes miedo y no es un buen momento para ti, y para esto que nos viene sucediendo (5) Ron nunca había escuchado esa canción y estaba seguro de que la mayoría de los magos puros tampoco lo había hecho, pero de eso se trataba la revolución, de cambiar. Eso había dicho Hermione cuando llenó aquello de música muggle, cuando trajo sus aparatos de ciencia sofisticada y pidió que lo intentaran.

—"Terminemos con esto, terminemos con esto de ser sangre sucia, de ser sangre limpia". —A algunos les había costado, por supuesto, pero por eso ellos, a los que llamaban "héroes" habían dado el ejemplo.

—"La música rompe barreras". —Eso había dicho Sirius y no se había equivocado.

—¡Te tardaste muchísimo! —Ginny lo increpó con diversión, incluso le tiró un trapo encima, Ron lo tomó al vuelo y se secó el sudor de la frente, las chicas suspiraron.

—Lo siento. —A su hermanita que había crecido hermosa y más fuerte que él.

—¿Todo bien? —Aun así Ginny se acercó, lo sujetó del brazo como al descuido.

—Todo bien, dijo Luna que ya voy mejorando.

—Sí. —Su hermana le sonrío, el salón estaba lleno de esa sonrisa.

"Eres para mí, me lo ha dicho el viento" la bocina siguió tocando, notas que parecían flotar.

(Y si había alguien que podía salvar a Harry Potter era ella, estaba seguro).

—Me quedaría a ayudarte. —Ron se pasó una mano tras la nuca—. Pero…

—Si te quedas ellas se te van a lanzar encima. —Ginny sonrió señalando con un dedo atrás—. Vete a buscar trabajo en otro lado.

—De acuerdo. —Ron dio media vuelta y se fue. No estaba muy seguro de qué dirección tomar así que dio dos vueltas largas por los alrededores, por algunos minutos ayudó a Hagrid a retirar escombros, dejando que el hombre le contara (por séptima u octava vez) todo su agonizante peregrinar cargando a Harry pensando que estaba muerto, luego le comentó que partiría pronto en un viaje, pero que volvería a tiempo para las clases. Cuando terminaron tomaron una limonada que Dobby amablemente les llevó y luego Ron volvió a buscar trabajo.

(Porque cuando trabajaba olvidaba, la mayoría de las veces).

No pudo evitar pasar por la biblioteca, sin hacer ruido, apenas asomándose. La vio moverse por entre los estantes, con el cabello vuelto un abrojo alrededor de la cara, el suéter cayéndole flojo en los hombros (porque toda la ropa seguía quedándole demasiado grande) y espirales negras aun asomándose tímidamente por su clavícula. Remus había dicho que la maldición iría cediendo en el mismo orden que había aparecido así que aquel tatuaje maldito aún no se iba, recordándoles, siempre recordándoles.

(Y la sentía fría y muerta en unos brazos que no eran los suyos).

Hermione, por supuesto, tenía música clásica, violines que parecían vibrar más allá de las paredes. La biblioteca no había recibido daño directo en realidad, pero con tanto bombarda y correrías la mitad de los libros se habían caído de su estante, ahora formaban un revoltijo en el suelo.

Ron cerró los ojos intentando recordar qué canción era esa, la primera vez que la habían escuchado, quien sabe por qué, pero Ron había llorado, nadie se había dado cuenta, pero igual había sido vergonzoso.

(Ojos que no se abren, brazos que no vuelven).

Hermione se paró de puntillas para acomodar unos libros en el estante de arriba, no lo había visto y sus ojos castaños parecían perdidos en los recuerdos, como un hada efímera y fugaz.

—"Se llama Capricho 24, es de un compositor llamado Nicolo Paganini, creo que fue mago". (6) —Oh, sí, ya recordaba. Había ocasiones en que algún mago o bruja también se volvía famoso en el mundo de los muggles.

Ron cerró los ojos, el violín era un abejorro, un beso escurridizo, una nota que desgarraba. Un capricho que no se podía cumplir.

Dio media vuelta y la dejó, a la chica de cabellera revuelta con los ojos más dulces del mundo.

(Y ninguno de los tres había podido salvarla al final)

Un grupo de niñas estaba barriendo en las escaleras y recogiendo los pedacitos de cerámica sueltos, Ron las esquivó y pasó sin hacer caso a Dean que colocaba algunas pinturas que se habían caído de vuelta en las paredes. Al final llegó a la torre de astronomía, el único lugar donde no había música. Harry estaba ahí, con el ceño un poco fruncido colocaba correctamente los ladrillos para que la torre volviera a su estado original.

—Ey. —Ron saludó, como si cualquier cosa.

—Ey. —Harry apenas le dirigió una mirada.

—¿Cómo vas?

—Bien. —Últimamente así eran sus conversaciones. A Ron le hacían recordar cuando habían peleado en cuarto año, aunque en esta ocasión no podían usar a Hermione de lechuza mensajera.

Harry no pareció que fuera a hacerle más caso así que Ron se acodó en el barandal y miró hacia abajo, para su diversión notó a Sirius bailando a lo lejos, parecía movido por una melodía que solo él podía escuchar y tocaba una guitarra imaginaria.

—Ese tonto. —Ron se rio entre dientes y se inclinó sobre el barandal para verlo mejor (y burlarse libremente de él), para su sorpresa sintió que Harry lo sujetaba de la playera y tiraba de él hacia atrás.

—¡Ah! —Ambos jadearon y Ron terminó de sentón en el suelo, por un momento los dos se vieron con expresión aturdida, pero finalmente Harry se llevó una mano a los ojos.

—Lo siento. —Ron realmente no necesitaba más explicaciones, aun así no pudo decir nada cuando la garganta de su amigo tembló—. Fue como con Dumbledore.

—Ya. —Porque eran héroes, pero quebrados. Eran las cosas que no salían en las noticias.

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Draco sintió su cuello crujir y alzó la mirada, era la primera vez en cerca de dos horas que se estiraba.

—¡Perfecto chico dragón! —La estatua a la que había estado haciendo reparaciones giró sobre sí misma satisfecha.

—De nada. —Draco miró el reloj en la pared, estaban por dar las nueve de la noche, relativamente temprano tomando en cuenta que el día anterior se había ido cerca de las doce de la noche al no darse cuenta del paso del tiempo. Con un suspiro el joven Slytherin se dirigió al tocadiscos y lo apagó, con gesto distraído pasó una mano por la madera del mismo. Antes, en algún tiempo anterior a la guerra, habría sido una ofensa que él tuviera aquel tocadiscos muggle, uno con una marca que en el mundo de la magia desconocían, uno que tocaba música que no era de brujos. Pero ahora aquel tocadiscos había sido, no solo música, había sido una declaración.

Draco cerró los ojos recordando el momento en el que su madre lo había visto entrar con aquel armatoste a la casa, lo había llevado cargando (porque la paquetería muggle no iba a dar con Mansión Malfoy de ninguna manera). Su madre había apretado las manos una contra la otra, casi en un ruego, luego lo había visto a los ojos.

—"Entiendo Draco". —Al final su madre tampoco había sido una mortifaga, al final su madre había traicionado al señor tenebroso declarando que Harry Potter estaba muerto cuando no era así. Si tenían un bando ese era con los buenos. Su padre era el de las ideas diferentes, su padre era el de la sangre limpia… su padre era el que había muerto.

Draco sacudió la cabeza. Ahora él también formaba parte de ese grupo que brillaba con el fulgor de las leyendas, "Draco, el chico dragón", el representante de los Slytherin, aquel que demostraba que la inteligencia y la astucia podían servir para el bando correcto.

Habría disfrutado de eso, sí, estaba seguro que incluso el año pasado podría haberlo disfrutado, pero actualmente apenas le causaba una ligera sensación de satisfacción. ¿Qué había sido más que un chico perdido que intentaba desesperadamente formar parte de algo?, al final no había sido un factor decisivo en la batalla final, algunos —los que se habían quedado en el bando mortifago hasta el final— seguían mirándolo de reojo y escupiendo la palabra "traidor" a su paso.

—Draco. —Apenas salía del salón cuando se encontró con Neville, igual que todos ellos Neville aun lucía un tanto desmejorado, pero tenía esa aura que decía a todas luces que era un líder, la clase de persona que los demás podían seguir a la muerte—. ¿Has terminado?

—Esto nunca se acaba. —Draco siseó entre dientes.

—No. —Pese a todo Neville se rio, una risa libre—. Pero las clases están por iniciar.

—Pidamos a Merlin porque no nos caiga un pedazo de techo encima. —Draco miró alrededor con el ceño fruncido. Muchas vidas se habían perdido en la guerra, estaban faltos de mano de obra.

—La profesora McGonagall ha traído a un experto que dijo que era seguro. —Neville oteó alrededor—. Aunque faltan los detalles.

—Sí claro, detalles. —Draco estuvo tentado de rodar los ojos, Neville volvió a reírse y le palmeó la espalda.

—¿Vas al Gran Comedor? —Últimamente Draco no tenía demasiado apetito (lo malo de comer poco por tanto tiempo es que el estómago parecía irse encogiéndose también), aun así asintió con la cabeza.

—Granger sería capaz de pedirle a alguien que me saque arrastrando de mi habitación si no lo hago. —El rubio se quejó. Hermione los había reunido un día para decirles lo flacos que estaban y que tenían que reponer fuerzas, en definitiva, no importaba lo tristes, melancólicos, asustados o inestables que estuvieran, tres comidas al día y no se hable más.

—Lo haría. —Neville sonrío—. El otro día sacó de una oreja a Harry, creo que es la única en este mundo que se atrevería a hacer eso. —Draco no comentó que la razón por la que Harry se dejaba hacer era por su sentimiento de culpa, no había podido salvarla y aunque seguía con vida solía reprochárselo.

—Oh. —Neville alzó una mano, en acto reflejo Draco también levantó la mirada, Luna se acercaba a ellos saltando, como algún conejo que se hubiera extraviado. Draco entrecerró los ojos, instintivamente dio un paso atrás, Neville lo miró de reojo y el rubio casi pudo haber dicho que se burlaba de él.

—Hola. —Luna se detuvo de golpe frente a ellos, tenía el largo cabello rubio enredado y lleno de hojitas.

—Hola novia del chico dragón. —Neville no pudo evitarlo, lo soltó con una risita y Draco enrojeció de rabia. Desde aquella escena pública de "amor" frente a Voldemort todos habían dado por sentado que Luna era su novia, peor aún, dado todo el aire de heroísmo que había despedido la escena a nadie se le hacía raro que Lunática Lovegood estuviera con él, como si la guerra le hubiera echado a perder el cerebro a todos.

—Ya te he dicho que no somos novios. —Luna musitó al tiempo que daba un parpadeo. Y que lo negara y nadie le hiciera caso ponía más irritado a Draco.

—¡Ey! —Sirius que venía de algún punto del pasillo se les unió corriendo, oteó con una mano alrededor y luego sonrió—. Mesa a la izquierda está sola. —Los demás no tuvieron de otra más que seguirlo, desde que habían regresado a la escuela comían juntos, no importaba si era mesa de Griffyndor, de Ravenclaw, de Slytherin o de Pufflepuff, los ocho comían juntos y el resto de los voluntarios para reparar la escuela los veían con adoración.

Los cuatro se dirigieron a una mesa en cuyo centro descansaba un pollo asado, Sirius se sentó con desparpajo ganándose algunos suspiros lejanos, Draco, no obstante, notó que Sirius miraba alrededor inquieto, siempre era así hasta que la veía aparecer por ahí con sus rizos alborotados y la ropa que aún le quedaba grande.

—Hermione dijo que ya venía. —Luna anunció como si cualquier cosa, Sirius le dirigió una de sus sonrisas más galantes, la clase de expresión que provocaba que a las demás se les aflojaran las rodillas, pero en ella no hizo efecto.

—Es de mala educación que pongas de manifiesto mis intereses amorosos. —Sirius declaró con aire ofendido al notar con exasperación que no podía perturbarla, Luna dio un largo pestañeo, casi como una ensoñación.

—Pero todos lo sabemos. —La chica miró a Neville y a Draco como si ellos tuvieran que atestiguar a su favor, Neville se rio, Draco gruñó fastidiado.

—Bueno, pues esa chica va a ser mía. —Sirius le dirigió una mirada oblicua—. Sé lo que te digo.

—Sí. —Luna se llevó un poco de puré de papa a la boca—. No lo dudo.

—A veces dices cosas agradables. —Sirius se acodó en la mesa, se había sentado frente a ella, Draco y Neville la franqueaban, como un par de guardias de seguridad (solo que ellos no se daban cuenta porque eran idiotas y eso hacía más difíciles las cosas). Sirius se preguntó si debía intervenir, mover un poco las cosas. Pero luego se lo pensó mejor, quizás aún no era tiempo.

—¡Ey! —Ron saludó mientras llegaba a la mesa, Harry iba ligeramente detrás de él, ambos se sentaron del lado de Sirius—. ¿Qué tenemos para cenar?

—Delicias a lo Hogwarts. —Sirius hizo ademan de chuparse los dedos, luego inclinó un poco la cabeza hacía Harry—. En la escala de emociones del profesor Snape, ¿en qué número pondrías tu estado actual?

—Siete. —Harry tomó una cuchara para poder tomar la sopa de champiñones—. Cuando pensaba seriamente en matarte. —Sirius soltó una carcajada, Harry sonrió, no era la sonrisa de antes, pero era un avance.

—Hola. —Todos giraron la mirada cuando Hermione llegó a su mesa, traía un pergamino en las manos y sin mucho cuidado se dejó caer a un lado de Neville, Sirius gruñó para sus adentros, había esperado que se sentara a un lado de él—. ¡No van a creer lo que encontré! —Con Hermione siempre era así, siempre había descubrimientos fascinantes e ideas que iban creciendo cada vez más y más. Si alguien había renacido después de la batalla de Hogwarts había sido ella, sin lugar a dudas.

—¿Algo acerca de cómo convertir plomo en oro? —Draco arqueó una ceja, pero Hermione lo ignoró.

—Las Reliquias. —Su voz bajó considerablemente y giró alrededor—. ¿Dónde está Ginny?

—Allá viene. —Neville giró la mirada a la puerta. Ginny venía entrando con su ruidoso grupo de amigas, pero se despidió de ellas rápidamente y luego de echarse el cabello rojo hacía atrás con un gesto distraído caminó hacía ellos. Por un momento los siete la miraron sin tapujos, finalmente fue Sirius quien suspiró.

—Siempre me sorprende lo bonita que es. —Hermione también suspiró, entendía a qué se refería Sirius, Ginny era la única de ellos que era bonita desde un punto de vista externo, todos ellos estaban rodeados del halo de heroísmo, de ese aire de leyenda, pero los siete bien podían parecer ruinas humanas. Neville estaba flaco, desgarbado y su nariz parecía haberse roto unas tres veces a causa de los golpes, el cabello de Ron ya no era rojo brillante, parecía alguna clase de zanahoria marchita y la ropa seguía quedándole grande, Sirius era salvajemente atractivo, pero lucía ojeras y había algo en su mirada que no había estado ahí antes, Hermione sabía lo que era, era dolor. Draco estaba tan pálido que casi pasaba por un fantasma y Luna era del mismo estilo, de hecho cuando se paraban uno al lado del otro parecía que en cualquier momento se irían flotando. Harry tenía una mirada peligrosa y ella… bueno, ella tenía la mitad del cuerpo cubierta por espirales.

—Hola. —Ginny se sentó a un lado de Harry, con aire alegre, tenía un poco de barro en el cabello, pero no parecía tomárselo en cuenta—. ¿A qué no saben?, llegó un cargamento de lechuzas y han cagado entera a Mildret, daba unos gritos tremendos. —En automático todos sonrieron, aunque Sirius fue el único que soltó una risita baja—. ¿Y eso?, —ante la parca muestra de hilaridad Ginny giró a ver a Harry—, ¿qué sucede?

—Hermione encontró algo de las reliquias. —Harry le explicó con amabilidad, ella dio un pequeño salto en su lugar.

—¿Qué?

—Hay una ocasión en que las tres reliquias estuvieron juntas. —Hermione se inclinó ligeramente adelante—. Tres amigos que las poseían se unieron para combatir contra Marokov el grande, al matarlo cada quien tomó su camino—. Hermione suspiró—. La fuente no es muy fidedigna…

—Sí, los cuentos de Beddle el Bardo tienen esa peculiaridad. —Ron sonrío de medio lado.

—Sigo pensando que es peligroso que las tengamos. —Hermione dio un suspiro—. De hecho siento que es peligroso que existan.

—Somos nosotros… —Ron empezó a hablar, pero luego se corrigió—. Tú eres la que debe tenerla justamente porque piensas así. —Hermione abrió la boca, pero luego de un breve momento volvió a cerrarla. Lo cierto es que Harry tenía la capa de invisibilidad, Sirius la piedra de la resurrección y ella la varita de Sauco, la mayoría de las personas creían que esta última se había quebrado, Ron había dicho que después de desarmar a Voldemort había quebrado la varita por miedo de que él pudiera arrebatársela, pero no había sido así.

Una varita que se había usado para derramar tanta sangre… Hermione no estaba muy segura de quererla.

—Somos los guardianes de las Reliquias. —Sirius se inclinó adelante para evitar que nadie los escuchara—. Vencimos con ellas a Voldemort.

—Lo que da una idea de lo poderosas que son. —Hermione musitó mortificada.

—Otro mago igual de poderoso podría aparecer. —Ginny jugueteó con el tenedor sobre su espagueti—. Y nosotros estaríamos ahí para detenerlo.

—¿Y si ese mago terrible sale de uno de nosotros? —Hermione preguntó con cansancio y todos guardaron silencio hasta que Draco carraspeó.

—No sucederá. —El rubio meneó la cabeza—. Si uno de nosotros empieza a tomar el camino equivocado los demás lo detendrán. —En acto automático levantó las manos—. Por eso yo no soy un guardián directo, los traicionaría más rápido que decir "Abracadabra patas de cabra".

—No nos traicionarías. —Luna giró a verlo con convicción, Draco se percató de que lo incomodaba su confianza pero no tenía fuerzas para zaherirla.

—Además somos ocho. —Sirius los miró a todos, uno a uno—. Las Reliquias pasaran a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos, siempre habrá ocho magos dispuestos a arriesgar sus vidas, siempre habrán ocho guardianes.

—Es peligroso. —Neville respiró hondo—. Pero confío en nosotros, confío también en el futuro.

—Cuando llegue el momento cada uno de nosotros transmitirá su lugar a un nuevo mago o bruja. —Ron respiró hondo—. Alguien que lo merezca.

—Los hermanos mayores no tuvieron descendientes. —Hermione acotó con serenidad refiriéndose a la leyenda de los tres hermanos—. Pero Harry, —ahora se dirigió hacía su amigo—, tu familia es descendiente del hermano menor y la capa ha pasado de generación en generación de padre a hijo, creo que debería seguir siendo así. —Harry asintió distraídamente, como pensando otra cosa, Sirius echó una mirada de reojo a Ginny quien enrojeció y luego le frunció el ceño.

—Silencio. —Draco se echó hacia atrás en su silla, un grupo de resentidos hijos de mortifagos pasaron a su lado, con la barbilla bien elevada.

—Esto aún no acaba, ¿cierto? —Hermione los vio pasar con tristeza.

—No, aun no. —Y en la voz de Harry era patente que dolía y que seguiría doliendo por mucho más tiempo.

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Sirius alzó la mano en la oscuridad y observó la piedra de la resurrección entre sus dedos, frente a él Ron dormía como un oso (ronquidos y todo), Harry estaba de espaldas a él así que no podía verle la cara.

Sin hacer demasiado ruido Sirius deslizó la piedra entre sus dedos, rodándola con agilidad, no iba a mentir, aquella reliquia le causaba cierta sensación de inquietud.

Quería usarla.

Y no era el único, ¿quién de ellos no había perdido a alguien importante en la guerra?, para Sirius era aún peor, él mismo venía de un pasado lleno de fantasmas, no quedaba nadie de su familia con vida de aquella época. Sabía, muy dentro de él, que si presionaba un poco aquella piedra podía enloquecerlo como lo había hecho en su día con el segundo hermano.

Y es que a veces tenía tantas ganas de ver a Remus…

No pudo evitar que los dientes se le apretaran. Si cerraba los ojos aun podía verlo, saltando frente a Ginny, sin miedo, sin vacilaciones. Se preguntaba qué era lo que su amigo había sentido en el último momento, ¿habría tenido tiempo de sentir miedo?, no, seguramente no.

—Remus… —Musitó sin fuerza en medio de la oscuridad. De día trataba de no pensar mucho en ello, había infinidad de cosas que hacer y Sirius trataba de estar en todas ellas (casi como alguna especie de duende hiperactivo que se metiera en todos lados), pero de noche…

La piedra bailoteó en sus dedos, estaba fría, como si contuviera una serie de espíritus helados. Sirius no pudo resistirse más, se puso de pie, se colocó los zapatos deportivos y salió de la habitación tomando una sudadera a la pasada. Le pareció que Neville se despertaba y lo veía por el rabillo del ojo, pero al final el líder Gryffindor no dijo nada. Sirius bajó las escaleras con premura, pero se detuvo a medio barandal, abajo las luces estaban prendidas y alguien leía en torno a un sillón.

—¿Tampoco puedes dormir? —Sirius puso un tono jovial, había ahí un chico que se afanaba escribiendo en una pequeña libreta, corrigiendo sus apuntes y volviendo a la carga con sus notas.

—¡Oh! —El chico dio un respingo, como atrapado en falta.

—¿Exactamente qué estás haciendo? —Sirius podía oler la culpa a metros de distancia, no por nada había sido un Merodeador.

—Na-nada… —El chico se puso rojo, Sirius le quitó el cuaderno sin que pusiera mucha resistencia.

—Los héroes de la guerra… —Sirius leyó estupefacto, con premura pasó las hojas llenas de apuntes, había ahí una buena colección de historias, relatos, fotografías, murmuraciones y hechos comprobados. Todos hablaban de ellos, los ocho héroes de la escuela. La última página (la que el chico había estado corrigiendo) relataba con tono triste que el padre de Ginny y Ron Weasley había muerto dos meses después del último gran enfrentamiento, Ron parecía no superarlo aun.

—Nunca lo va a superar. —Sirius le regresó la libreta, porque él no había podido superar ninguna muerte aun—. Pero vivirá con ello.

—¿Puedo usar esa frase? —El niño le dirigió una mirada esperanzada y pese a todo Sirius sonrío.

—¿Eres periodista, investigador, novelista o algo así?

—Todo. —El chico infló el pecho—. Pero sobre todo un gran fan.

—Adulador. —Sirius le sujetó la nariz y salió de la sala común—. No le digas a nadie que me viste ni tampoco que salí.

—De acuerdo. —Sirius le guiñó el ojo y luego de un poco de convencimiento halagador logró que la Dama Gorda le flanqueara la entrada pese a la hora avanzada. La piedra parecía un gran peso en su bolsillo, pero, no estaba haciendo nada malo, ¿cierto?, no era como si fuera a usar a los fantasmas para fines malévolos.

El corazón le latió con fuerza, casi como cuando se preparaba para una aventura, pero ahora no había James ni Remus a su lado, ahora no estaban Harry ni Ron. Ahora estaba solo y el sudor que le mojaba finamente las manos decía a las claras que lo que estaba por hacer no era tan inocente como se lo repetía a sí mismo.

Finalmente entró a una habitación vacía, la habían encontrado hacía relativamente poco mientras hacían labores de restauración, era un salón sin ventanas, sin muebles, un simple salón enorme sin mobiliario, pero el sonido no podía salir de ahí y por más que intentaras dañar las paredes no ocurría nada, era perfecto para tener sesiones de entrenamiento o duelos. Esa noche, sin embargo, Remus lo había buscado por otra razón.

—Remus. —Sacó la piedra y la besó, un beso frío—. ¿Puedes venir… por favor? —Recordó hacía cerca de dos años, cuando había caído desorientado en esa época y Remus había intentado por todos los medios hacerlo sentir aceptado, pese a que él le cerraba la puerta en las narices.

—Siempre fuiste tozudo. —Remus apareció frente a él, era un fantasma, claro, pero aun así Sirius no sintió miedo, en acto reflejo intentó abrazarlo, pero las manos se cerraron en el aire y solo tuvo la desagradable sensación de que caía en alguna sustancia húmeda.

—Tocarnos ya no es posible. —Remus le sonrió—. Es como con Nick el decapitado.

—Oh… —Sirius ya lo sabía, pero no se le ocurrió qué otra cosa decir.

—¿Hay algo que desees preguntarme? —Remus habló con amabilidad.

—Yo… —Solo quería verlo, aunque ahora que lo había hecho tenía unas inmensas ganas de llorar.

—Fue una muerte rápida, —Remus puso las manos a su espalda—, ni siquiera lo sentí, ¿sabes?, no sufrí ni nada. —Sus ojos lo observaron con calidez—. Y tampoco tuve arrepentimientos, por eso pude seguir mi camino. No te preocupes por mí Sirius.

—Tú hijo ya nació. —Sirius lo soltó con rapidez, porque entre los Merodeadores los sentimientos eran preciados pero rara vez se decían en voz alta.

—Tampoco tengo remordimientos en cuanto a eso, Harry tenía razón, un padre debe estar ahí para su hijo, pero tú también estabas en lo cierto, hay momentos en los que un padre debe sacrificar todo para mantener a ese hijo a salvo. Mi vida fue un precio muy barato por la salvación del mundo.

—Dicho así suena bastante heroico. —Sirius sonrío.

—Quería pedirle a Harry que fuera su padrino. —Remus suspiró—. Como disculpa, pero también porque nunca he encontrado un hombre mejor que él. Es incluso mejor que su padre.

—Ni que lo digas. —Sirius se burló—. James hubiera convertido la caza del Horrocruxe en un juego del tesoro.

—¿Podrías decírselo tú? —Remus suspiró—. Sé que llegara un momento en el que necesite escucharlo.

—De acuerdo. —Sirius bajó la mirada—. Tonks es más fuerte que yo, creo… Nunca la he visto llorar.

—Se casó con un hombre lobo. —Remus compuso un rostro muy extraño, mezcla de orgullo y tristeza—. Es la mujer más fuerte del mundo. —Luego cerró los ojos—. Sirius, éste ya no es mi mundo y las noticias que me das volverán a perderse en cuanto vuelva al reino de los muertos. Me alegra verte, pero necesito que entiendas que no puedo estar viniendo aquí.

—Ya… —Y Remus jamás lo había visto tan triste.

—Esa piedra que tienes en tu mano puede hacerte creer que la muerte no es eterna, pero lo es. Estoy muerto. James, Snape, OjoLoco, Arthur Weasley, todos ellos están muertos. No puedes llamarnos, aunque quieras hacerlo. La piedra de la resurrección se creó por las razones equivocadas por lo tanto es difícil usarla de manera correcta.

—Entiendo. —Sirius musitó, Remus no le dijo que también para él era doloroso, que también él quería tocarlo y acariciar su cabello negro, decirle que había madurado y estaba orgulloso de él, en lugar de eso siguió hablando con tono suave.

—No me llames, no invoques a James, no intentes cuestionar a nadie que ya no éste aquí, la muerte tiene esa peculiaridad, vuelve secreto todo lo que no se dijo en vida.

—Te extraño. —Sirius apretó la piedra.

—Y yo te extraño a ti. —Remus lo miró con tristeza y desapareció en el aire, en acto reflejo Sirius estuvo tentado de llamarlo de nuevo, pero se contuvo. La visita de Remus no había sido alegre, no lo había aliviado, se sentía increíblemente triste, pero estaba tentado de incumplir su palabra y llamarlo de nuevo.

—¿Sirius? —La voz en medio de la noche tuvo la cualidad de asustarlo y dio un brinco que por poco provocó que la piedra se le resbalara de la mano—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Qué haces tú aquí? —Sirius contraatacó, Luna lo estaba observando con curiosidad, pero era ella la que paseaba por el castillo con piyama y en pantuflas.

—No podía dormir. —Ella contestó encogiéndose de hombros—. Así que vine aquí a hacer Expectros Patronums.

—¿Y eso? —Sirius arqueó ambas cejas.

—Es que para hacerlos tienes que pensar en algo alegre. —Luna parpadeó—. Inmensamente alegre.

—¿Tú en qué piensas? —Para todos ellos hacer un Expectro Patronum en los últimos tiempos era difícil.

—Hay muchas cosas. —Luna entró en el salón, la puerta se cerró tras ella y movió la varita en el aire—. Cuando me sacaron de la celda. —La joven dio una vuelta como si estuviera haciendo algún paso de vals—. Cuando Ginny, Neville y yo nos volvimos mejores amigos. —Su mano hizo una floritura en el aire—. Cuando mamá se ponía ese delantal de conejos con dientes saltones y hacia pie de limón.

—¿No quieres verla?, —dentro de su bolsillo Sirius apretó la piedra—, a tú mamá. —Pero antes de que Luna pudiera contestar la puerta se abrió y Draco entró como tromba, los ojos grises se veían irascibles y cuando los vio a los dos ahí lució como si lo hubieran golpeado.

—Hola Draco. —Aun así Luna habló tan fresca como siempre—. ¿Qué haces despierto?

—¿Qué hacen ustedes despiertos? —El rubio se dirigió a ellos con mala cara.

—Hablábamos de la muerte. —Luna se paró en la punta de sus pies—. Y de querer ver a los muertos.

—Eso suena como artes oscuras. —Draco los observó con recelo.

—Aun no nos dices qué haces despierto. —Sirius arqueó ambas cejas.

—Que-te-importa. —Draco siseó, parecía enfadado pero Sirius detectó algo más, quizás un orgullo que se negaba a ser aplastado.

—¿Vienes a practicar aquí también? —Luna preguntó como si cualquier cosa, Draco abrió la boca, no dijo nada y volvió a cerrarla, aunque se notaba frustrado.

—¿Y qué si venía a practicar?, de día no puedo con toda esa gente siguiendo cada uno de mis pasos, ustedes son los que parecen sospechosos hablando de ver muertos. —El rubio gruñó—. Los muertos, muertos están.

—Pero si pudieras, no sé… —Sirius tragó saliva—. Hablar con tu padre.

—¿Para qué?, —el rubio se cruzó de brazos, había un rastro de dolor en el fondo de sus ojos, pero aun así fue honesto—, no hay nada más que podamos decir. Nunca me entendió pero dio su vida por mí, yo nunca fui lo que él quería que fuera, pero aun así lo amaba. —Su mirada se volvió acero—. Y al final se enfrentó a Voldemort para salvarme.

—Mamá murió en un accidente doméstico. —Luna anunció con timbre alegre—. Siempre dijo que moriría así, de pronto, entre risas. —La joven sacudió la cabeza de un lado a otro y el cabello rubio le bailó sobre los hombros—. No quisiera volver a verla y decirnos cosas tristes, creo que para ella siempre seré su niñita que la seguía a todos lados. —Draco carraspeó incomodo, desconocía que la madre de Luna hubiera muerto así, aunque a ser sincero en el pasado nada de lo que tuviera que ver con Lunática Lovegood había sido de su interés.

—¿Esto es por la piedra? —Draco frunció ligeramente el ceño—. Esa cosa te puede volver loco si la dejas. —Tomado en falta Sirius soltó un suspiro.

—Ya que estamos aquí vamos a practicar, —Luna se arremangó las mangas del piyama, había ahí unos brazos delgados y blancos—, ¡Expectro Patronum! —De su varita surgió un hurón que corrió veloz por el salón, Luna gimoteó encantada—. ¡Ha cambiado de forma de nuevo! —Sirius sonrió, pero Draco entrecerró ligeramente los ojos.

—¿Te estas burlando?

—¿Qué? —Sirius no entendía nada.

—Cuando estábamos en Cuarto año Ojo Loco me convirtió en un hurón. —Draco gruñó.

—¡Oh, sí! —Luna dio media vuelta, como una bailarina—. ¡Eras tan adorable!

—Voy a matarte. —Draco gruñó y se lanzó hacia ella, Luna chilló, aunque era más bien un chillido de "no me aguanto la risa", ambos terminaron en el suelo, Draco la tomó del cuello, sin apretarla, mientras ella reía y se retorcía para liberarse de él.

Sirius suspiró, a ser sincero era de muy mal gusto que coquetearan enfrente de él cuando su asunto con Hermione se encontraba en pausa. Aun así aquella escena, con Draco divirtiéndose fingiendo que no y Luna riéndose por los dos le hizo tomar la decisión adecuada.

—Oye Luna. —Sonrojada y un poco sudorosa por la pelea Luna alzó la cabeza y Draco también giró en su dirección—. Creo que tú deberías cuidar esto. —Acto seguido le lanzó la piedra y Luna la atrapó con ambas manos, un tanto sorprendida—. Estará mejor con ustedes.

—¿Qué quieres decir con "ustedes"? —Draco gruñó.

—Lamento interrumpir, sigan con lo suyo. —Sirius se burló y les dio la espalda mientras se dirigía a la puerta.

—No entiendo. —Luna parpadeó, Draco giró a verla, se encontraba sobre ella, Luna había abierto las piernas y él estaba arrodillado en medio, inclinado hacia ella.

Draco Malfoy, el chico dragón, seduciendo inconscientemente a Lunática Lovegood en una habitación vacía de Hogwarts al amparo de la noche. Draco casi podía ver los titulares del periódico.

—Ni de broma. —De un solo movimiento se paró y la jaló con él, torpemente Luna chocó contra su cuerpo y Draco la sujetó del codo viéndola con fiereza—. ¡Ni de broma! —Pero al ver esos ojos enormes que lo veían con curiosidad se preguntó si es que acaso había caído redondo y la condenada broma se había vuelto realidad.

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Hermione despertó a las cinco de la mañana, era algo que le venía sucediendo con cada vez mayor frecuencia, no tenía problemas para dormir, pero se despertaba de madrugada, insomne. Oteó alrededor pero la habitación se encontraba vacía, ninguna de sus antiguas compañeras de cuarto habían regresado a Hogwarts a ayudar con las reparaciones, no era por mala fe, algunas aún estaban llorando a sus muertos, otras tenían que reconstruir sus propias casas y cuidar a sus heridos.

No todas eran como Ginny que a pesar de la muerte de su padre y la herida de Fred seguía alzando la cabeza y trabajando para recuperar su antiguo mundo… o quizás para recuperar a Harry. Hermione estaba segura de que sí había algo que anclaba a Harry era la joven pelirroja, Harry no podía perderse, no podía desviarse sin ofender aquel amor que se le entregaba sin reserva.

Ginny no había sido discreta, pero a esas alturas y después de sobrevivir a la muerte no es que hubiera tiempo para considerar normas y discreción. Un día, mientras comían calabaza rellena en la Madriguera viendo el atardecer le había soltado a Harry que lo quería y que iba a esperarlo. Hermione los había visto por una terrible mala suerte (en ese momento caminaba por el jardín ensimismada viendo el lodo de sus botas y preguntándose cuando terminaría de despintarse la maldición de su cara). De la sorpresa no había atinado a irse, en cambio había subido la mirada para notar como Harry asentía con la cabeza, en silencio.

Ginny tenía a Harry, luchaba por él para desasirse de los fantasmas que la cercaban, Harry vencía la oscuridad para estar listo para ella, poco a poco y a vuelta de rueda, pero lo hacía. ¿Y ella?, Hermione había sobrevivido por muy poco a la guerra mágica, había descubierto que la amaban más personas de lo que jamás hubiera esperado, había visto caer al mago tenebroso más terrible de su época y se había convertido en una leyenda.

La verdad nunca había soñado con la fama y había intentado por todos los medios serle esquiva. Había sido imposible, claro. Harry Potter era su mejor amigo, había salido un breve tiempo con Viktor Krum, se había convertido en la bruja más buscada en el periodo en que Harry se escondía… No la había buscado, pero la fama estaba ahí con ella.

Había personas a las que la fama le iba como anillo al dedo, Sirius, por ejemplo, no paraba de lanzar sonrisas brillantes, hacer guiños coquetos y comentarios audaces. Ya no era el galante playboy de Hogwarts, era una leyenda andante, una historia que los chicos repetirían por años. Un animago, un controlador de muertos, un grito de esperanza. La leyenda de Sirius caminaba tenuemente por la oscuridad, algo que seguramente le producía gracia y que, a ser sincera, iba de acuerdo con él.

—Sirius… —Hermione murmuró, bajo sus mantas procuró hacerse un ovillo. Sus sentimientos no estaban del todo claros. Quería a Sirius, pero también quería a Ron. No, sus sentimientos no eran tan tibios. Lo cierto es que los amaba, pero desdichadamente los amaba a los dos.

Se sentía levemente tonta cuando alguno de los dos coqueteaba inocentemente con alguna chica, ¿pero qué podía hacer?, ellos no le habían puesto un ultimátum, pero mientras seguían así, como un triángulo amoroso que no terminaba de cerrar, ¿elegir a uno?, no sabía si podría hacerlo.

—Debería dejarlos ir a los dos. —Susurró para sí misma aunque le dolió el pecho al decirlo. Tenía confianza en sus habilidades y conocimientos, pero, ¿no estarían esos dos confundiéndose?, habían pasado mucho tiempo juntos, estaba segura de que la amaban, ¿pero no sería un sentimiento fraternal el que los impulsaba?, ella los amaba, pero también los deseaba (en algún punto escondido de su cuerpo).

—Ah. —Aturdida por sus propios pensamientos escondió la cabeza en la almohada. Quizás cuando ambos reaccionaran recordarían que Hermione Granger era la empollona que los regañaba y los trataba más como una madre enfadada que como una posible amante. Hermione no era tan inocente como todos creían. En su tiempo había compartido besos con Viktor Krum, besos que habían sido húmedos y con los que el estómago se le había hecho un nudo… y eso que a Viktor ni siquiera lo amaba.

No soportaba la idea de besar a Ron o a Sirius y darse cuenta de que se había equivocado, de perder la relación estrecha que habían formado en aquellos meses de sufrimiento y peleas. Le había comentado sus penas a su madre, pero para su sorpresa ella solo le había sonreído acariciándole el cabello.

—"Y yo que creí que ya te habías acostado con alguno de los dos". —Hermione se había escandalizado, claro, con una maldición imperdonable y el tiempo en su contra no parecía el momento de darse algún acoston. Su madre, en cambio, parecía tener la mente más abierta.

—"Justo porque podían morir en cualquier instante es por lo que era un buen momento". —Su madre se inclinaba a pensar que Sirius parecía un amante más adecuado aunque Hermione había enrojecido entera, también creía que Ron podría sustituir la pericia con atolondrada ternura.

En definitiva la conversación con su madre en lugar de aclararle algo solo había provocado que ahora que veía a Ron o a Sirius se imaginara sus manos tocando delicadamente sus brazos y su boca contra la suya. Aquello no podía estarle pasando a ella. Siempre sensata, siempre inteligente, siempre por encima de las banalidades, si alguien pudiera ver dentro de su mente seguro silbaría diciendo "vaya con la mosca muerta".

Sin poder soportar más la ponzoña de sus propios pensamientos Hermione se levantó, se colocó unos pantalones de mezclilla, las botas, un gorro y un suéter abrigador pero que le quedaba bastante suelto (aunque a ser sincera a esas alturas toda la ropa le quedaba suelta). Era domingo así que la mayoría haría un poco de trabajo y luego haría la remolona, Hermione miró el reloj, eran las seis de la mañana, pero le apetecía dar un paseo por los patios.

Sin hacer mucho ruido por simple costumbre bajó las escaleras a la sala común y no pudo evitar sorprenderse al encontrar ahí a Ron, Sirius y a Harry.

—¿Qué hacen despiertos? —Sus amigos no eran la clase de hombres que se levantaban por sí solos un domingo a las seis de la mañana.

—No podía dormir. —Harry contestó, llevaba puesta ropa como si fuera a dar un paseo, Sirius y Ron en cambio seguían en piyama.

—Yo tampoco. —Hermione pasó distraídamente un mechón de cabello tras su oreja preguntándose si lucía muy desaliñada. Tonterías. Ellos la habían visto arrastrarse a través del campo y caer desfallecida en sus brazos, la belleza ya poco importaba—. Iba a dar un paseo…

—Te acompaño. —Harry comentó al instante y todos lo miraron sorprendidos, en los últimos tiempos no es que su amigo fuera muy social.

—¡Esperen entonces!, —Sirius corrió escaleras arriba—, ¡me cambio en un momento y voy con ustedes!

—¡Yo también! —Ron lo siguió a las apuradas, saltando los escalones de dos en dos, Hermione y Harry los vieron desaparecer por el pasillo superior.

—Ese par de celosos. —Harry arqueó las dos cejas y Hermione distinguió en él un pequeño destello del amigo que había sido antes—. No es como si te fuera a seducir o algo.

—¿Y si escapamos? —Hermione lo tomó de la mano y tiró de él, Harry giró a verla con sorpresa—. ¿Y si nos escondemos de ellos? —Era una broma de niños, pero Harry sonrió, lo hizo como no lo había hecho desde el día en que una maldición imperdonable salida de su varita había matado a Voldemort.

—¡Corre! —No pudieron evitar reír mientras se deslizaban fuera de la sala común, la Dama Gorda los dejó salir con un bufido de exasperación, riñéndolos por revoltosos a esas horas de la mañana. En su carrera pronto se vio que a ella le faltaba el aire y Harry la haló de la mano. Corrieron como el viento y bajaron de dos en dos las escaleras que daban al Bosque Prohibido, afuera había niebla y aun no terminaba de amanecer, pero no les importó y jadeando se escondieron detrás de un enorme árbol cercano a la cabaña de Hagrid.

Entre la diversión y el sofoco apenas podían respirar y Harry se asomó por un costado del árbol para ver si no eran seguidos.

—¿Se ven?

—No. —Volvieron a esconderse, como niños muggles jugando a las escondidas. Harry notó que las mejillas de Hermione estaban rojas y que se le formaba un hoyuelo cuando sonreía, notó también que era la primera vez en meses que sentía que volvía a ser un muchacho.

—¿Hermione?

—Sí.

—Yo también te amo. —Por un momento hubo un breve silencio, luego Hermione lo miró con sospecha.

—Le voy a decir a Ginny. —Intentó mostrarse ceñuda, pero sus ojos se veían divertidos, Harry sin embargo le acarició un brazo, sabía que por debajo del suéter las espirales de la maldición aun persistían.

—Ese día no pude decírtelo, ¿te acuerdas?, Ron dijo que te amaba y Sirius también, pero yo no pude. Creí que te morías y estaba tan furioso… —El aire los golpeó, alborotando su cabello.

—Yo ya lo sabía. —Hermione le tocó la cara, ese rostro que tanto quería—. Les dije que los amaba, no era necesario que tú lo dijeras.

—Eres la hermana que no tuve. —Harry suspiró—. Y sentí que te perdía.

—Tú eres el hermano que no tuve. —Hermione le sonrió—. Y a esas alturas no sabía si estabas enloqueciendo.

—Un poco, creo. —Harry se rio—. Pero estoy sanando.

—Lo sé. —Hermione suspiró—. Aunque creo que mi próxima decisión va a hacer que te enfades.

—¿Ya decidiste? —Harry echó una mirada alrededor, como para asegurarse que los otros dos no estaban por ahí cerca.

—En realidad pensaba pasar de los dos…

—Eso sí haría que me enfadara. —Harry estuvo tentado de rodar los ojos.

—¡Ah! —Hermione tiró de él para esconderlo—. Veo a Ron. —Harry se asomó por un costado del árbol y chasqueó la lengua.

—Sirius esta convertido en perro, seguro nos está olfateando, ¡corre! —Ambos echaron a correr en dirección al Bosque Prohibido, ese sitio vedado a los estudiantes que para ellos había sido como un campo de juegos.

—¡Allá van! —Ron los señaló, Sirius se convirtió nuevamente en humano y corrieron en persecución. La verdad Hermione consideraba todo aquello un juego, pero llegó un momento en el que por alguna razón no quería ser atrapada, Harry y ella se separaron en un cruce de caminos y escuchó que Ron y Sirius les habían perdido la pista y no sabían qué camino seguir.

Siguió corriendo. Henchida de vida, libre por primera vez en meses, alegre, plena. Se planteó usar altavoz y burlarse de ellos, pero apenas estaba ideando lo que les iba a decir cuando una voz tenebrosa habló tras ella.

—Vaya, vaya, miren a quien tenemos aquí.

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Harry no esperaba que Sirius y Ron se pusieran tan salvajes cuando al fin lo atraparon, aquello fue un enredo donde los dos le saltaron encima como changos y rodaron entre las hojas poniéndose la ropa hecha un desastre de lodo y ramas.

—¡Apresa al traidor! —A Harry casi se le escapó el aire de los pulmones cuando Ron se le subió encima para atraparle las manos detrás de la espalda. Sirius lo rodeó como alguna clase de interrogatorio muggle.

—Y bien mequetrefe, ¿dónde está la chica? —Incluso había puesto entonación de policía rudo, era un peligro que Sirius viera tantas series muggle.

—Nos separamos, ¡bájate Ron!, no puedo respirar.

—Aquí nosotros ponemos las reglas, hijo. —Pese a todo aquello era gracioso y Harry tuvo que apretar los dientes para no reírse.

—La chica es mía. —Harry gruñó como lo hacía el chico malo de la serie—. Y no pienso dárselas.

—Podemos hacerlo a la buena, —Sirius sacó su varita y la golpeó contra la palma de su otra mano—, o a la mala.

—Mejor a la mala. —Ron gruñó, seguramente por los resquicios de celos que le quedaban hacia él.

—¡Oigan!, —Harry se rodó y Ron cayó al suelo—, dejando eso de lado, me separe de Hermione hace un montón.

—Conque dejando chicas solas en el Bosque Prohibido. —Sirius fingió atusarse un bigote imaginario—. Vaya, vaya.

—Es en serio idiotas. —Harry no pudo evitar que se le colara una risa, pero luego respiró hondo—. Nos separamos en la vieja baya.

—¡Te dije que era mejor idea por la derecha! —Ron rodó los ojos, Sirius guiñó un ojo.

—No se preocupen mis amados y simples magos, yo, el gran Canuto iré tras ella.

—¡Oye!, —Ron adelantó una mano—, ¡yo también voy! —Pero ya para entonces Sirius se había convertido en perro y había salido corriendo como flecha, Harry no pudo evitar reírse.

—Creo que esta vez te lleva ventaja.

—Maldito. —Ron se cruzó de brazos, pero luego le dirigió a Harry una mirada aliviada, la clase de mirada que decía que se encontraba feliz de verlo contento. Harry se preguntó (no sin cierta culpa) cuanto tiempo había tenido a sus amigos preocupados.

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Hermione giró en automático y atacó.

—¡Expelliarmus! —Un hombre gritó y su varita cayó al suelo, pero la voz que había escuchado no era de él, era de Greyback.

—¡Atrápenla! —Volaron un montón de hechizos, Hermione puso un escudo, no sabía a donde voltear, la neblina le dejaba poca visibilidad.

—¡Desmaius! —Gritó y corrió. Desde la muerte de Voldemort que no había vuelto a pensar en el hombre lobo, aunque no se había contado entre los muertos simplemente su mente lo había relegado al olvido. ¿Qué hacía en el Bosque Prohibido?, ¿Quiénes eran los que estaban con él?, ¿anteriores mortifagos?

Escuchó que los hombres corrían tras ella, también para ellos la neblina era un impedimento, quizás pudiera escapar, Ron, Sirius y Harry no podían estar muy lejos. Sintiendo que los pulmones le ardían corrió lo más fuerte que le daban las piernas, los murmullos de los hombres fueron quedando atrás, pero había uno que no le perdía el rastro, había uno que se escuchaba cada vez más cerca.

—Ah. —Hermione rodó por la tierra, algo fuerte le cayó encima y su mejilla se azotó contra el suelo causándole un agudo dolor. Medio aturullada intentó debatirse.

—Te tengo. —Escuchó a Greyback susurrarle en la oreja, agitado por la persecución—. Te tengo. —Era mucho más grande que ella y, por supuesto, mucho más fuerte, aun así Hermione se retorció, tenía la varita en la mano, pero no podía apuntarla hacia él porque le tenía apresadas las muñecas contra el suelo—. Si solo te hubiera atrapado antes. —Greyback gruñó, Hermione sintió que le apretaba las caderas con los muslos—. El Señor Tenebroso dijo que ibas a morir, que no te capturáramos, que Potter sufriría más contigo a su lado, pero no te moriste. —Greyback le mordisqueó la oreja, Hermione sintió terror.

—Suéltame. —Aun así su voz fue firme, sin rastro de súplica.

—¿Me amenazas? —El hombre lobo entrelazó los dedos con los suyos, Hermione apretó los dientes mientras el corazón le latía violento contra el pecho, había escuchado que aquel hombre convertía a los demás por simple entretenimiento, ¿pero no estaba su pelvis demasiado cerca de ella?, Greyback estaba sobre su espalda, ambos estaban a cuatro patas y a Hermione le pareció de pronto que aquello se parecía mucho a la forma en que copulaban los perros.

—Solo te estoy advirtiendo. —La voz fue filosa como una navaja, aún tenía la varita en su mano y era mucho mejor bruja de lo que él era mago.

—El Señor Tenebroso se equivocó. —Greyback susurró—. Pensé que no se equivocaba. —Aquel era un pensamiento infantil, incluso Hermione sabía que Harry se equivocaba, ninguna persona era perfecta—. Y ahora me he quedado sin nada. —Greyback dejó caer su peso sobre su espalda y las fuerzas de Hermione le fallaron, quedo tendida en el piso con él encima, sus dedos entrelazados contra la tierra—. ¿No te parece gracioso?

—No. —Hermione intentó encontrar alguna escapatoria a esa situación, su varita estaba apuntando a la derecha, ¿Qué había ahí?, nada más que un árbol enorme, si le lanzaba un hechizo el árbol les caería encima, bueno, eso era preferible que ser abusada, pero lo iba a dejar como última opción.

—Hay algunos que siguen conmigo, pero son desperdicios que nadie quiere, los de las familias grandes han buscado salvoconductos y perdones. —Greyback gruñó, Hermione lo sabía, que los mortifagos de las grandes familias habían hecho todo lo posible para volver a integrarse a la sociedad, casi como si su periodo oscuro jamás hubiera existido.

—¿Por qué no cambias de vida? —Era ridículo intentar razonar con su agresor tendida en la tierra con él montado encima, pero si ganaba un poco de tiempo quizás sus amigos la encontraran.

—¿Cambiar? —Para Greyback aquello resultó hilarante, pero al cabo pareció considerarlo—. Sí, la verdad siempre quise morder a alguien en el momento justo, ya sabes, bien adentro. —Hermione sentía sus manos, casi como garras sobre sus dedos, movilizar la varita le sería harto difícil, pero tenía que intentarlo.

—Si no me muerdes podría considerarlo. —Intentó darle a su voz indiferencia, aunque por dentro estaba temblando.

—¿Si entiendes de qué estoy hablando? —Greyback preguntó francamente asombrado.

—Sí. —Hermione sentía el corazón latiéndole fuerte, que él no lo oyera, sabría que estaba mintiendo, cuando Remus estaba por convertirse en hombre lobo sus sentidos se volvían más agudos, ¿cuándo era luna llena?, no lo recordaba—. Bien adentro, puedo cooperar, pero solo si no me muerdes.

—¿Tan desesperada esta por un polvo la heroína? —Greyback se rio, el agarre en sus manos se relajó un poco, pero su pelvis se apretó contra su trasero, Hermione sintió aquella dureza contra ella.

—La heroína quiere muchas cosas. —No podía fingir coquetería, nunca se le había dado, pero podía parecer una mujer de mundo, una mujer segura—. Un hombre lobo en el bosque suena como una buena fantasía.

—Puedo hacer esa fantasía realidad. —Greyback susurró y por un momento casi fue gentil. Hermione apretó los dientes y arqueó el trasero un poco hacía él, solo un poco más, solo un poco más. Aquel gesto pareció convencer por completo al hombre lobo quien soltó la mano que no tenía la varita para pasar a manosear torpemente su seno por encima del suéter. Sí, que se entretuviera con eso, había adelgazado tanto que sería una suerte si encontraba algo.

—Eres muy bonita. —Greyback jadeó. Era una mentira por supuesto, nadie podría encontrarla bonita a esas instancias. Hermione consideró usar la mano que le había soltado para forcejear por la varita, pero era un plan arriesgado que seguramente fallaría, él seguía aprisionándola con su cuerpo.

—Pensé que los mortifagos no se acostaban con Sangres Sucias. —No pudo evitar mencionarlo y si él hubiera estado menos entretenido habría notado el sarcasmo.

—Tonterías. —Greyback se rio, ahora que estaba relajado su risa había perdido el toque oscuro—. ¿Acaso no escuchaste de todas las violaciones que sucedieron?

—Supongo… —Hermione suspiró cuando él le besó el cuello succionando su piel, solo un poco más, ya sentía su mano aflojando su agarre.

—Voy a cogerme a la novia de Harry Potter. —Greyback le besó la oreja, seguro era de esos hombres que se encendían diciendo obscenidades.

—No soy su novia.

—¿No? —Fue un instante, apenas un instante, pero los dedos que aprisionaban los suyos se relajaron.

—¡Crucio! —Nunca había odiado tanto a alguien, nunca había realizado una maldición imperdonable—. ¡Crucio! —Como pudo escapó de debajo de él, aun gritando histérica, atrás sus compinches parecieron escuchar los gritos, Greyback cayó hacía atrás con los ojos en blanco, Hermione corrió, con los ojos enormemente abiertos y el terror apretando todo su cuerpo.

¿Por qué no se iba la neblina?, ¿por qué volvía a estar sola cuando más miedo sentía?, ¿por qué su cuerpo aún seguía frágil y débil?, ¿por qué?, de pronto un perro enorme apareció frente a ella, Hermione chilló, el perro se transformó en un hombre y la atrapó en su loca carrera. Ella forcejeó dando de gritos.

—Hermione soy yo. —Sirius la apretó entre sus brazos, impidiéndole escapar—. Soy yo, ¿qué sucede?.

—¡Vienen, ya vienen, corre! —Hermione le arañó el pecho para que despabilara, los iban a atrapar, no iba a poder escapar una segunda vez.

—No te entiendo. —Sirius la miró fijo a los ojos, no entendía qué estaba ocurriendo, pero algo la había asustado, no, algo la había aterrorizado. Con sobresalto se dio cuenta de que había un enorme chupetón en su cuello, de hecho se estaba poniendo de un morado oscuro.

—¡Corre Sirius, mortifagos! —Ella gimoteó, comprendiendo que no podría liberarse de sus brazos.

—¿Quién te hizo eso? —Pero Sirius no podía pensar en nada más. Ya una vez le había fallado, ya una vez había sido un peso inútil a su lado.

—Greyback. —Hermione respiró agitada, girando atrás por si alguno aparecía de pronto—. Pero le hice Crucio y se desmayó, los demás vienen y son unos siete, por favor vámonos.

—¿Crucio? —Sirius chasqueó la lengua—. Esa es mi chica. —Hermione, sinceramente, no estaba para halagos—. Escucha, toma este camino, te vas a encontrar a Ron y a Harry, diles lo que pasó.

—¿Y tú? —Todo el miedo la abandonó cuando intuyó lo que iba a hacer—. ¡No puedes!, te prohíbo que lo hagas. —Y fue como si regresaran al tiempo cuando ella le ordenaba algo sabiendo que él no le haría ningún caso y solo causaría problemas.

—Se atrevieron a tocar y a asustar a la chica que amo. —Sirius la tomó de la nuca, juntó sus frentes—. Nadie puede tocar a la chica que amo.

—E-e-eso… —Hermione tartamudeó, aquella era una cursilería y una tontería, una manera de arriesgarse a lo bruto y pensaba decírselo, de verdad que pensaba dejárselo clarito, pero Sirius pegó sus labios a los suyos y Hermione por fin entendió lo que sentían las damiselas tontas que eran rescatadas por el héroe de turno.

—Sé buena y consígueme refuerzos, ¿va? —Le guiñó un ojo y antes de que Hermione pudiera aferrarlo por la playera se perdió en el bosque. ¿Por qué los hombres eran tan tontos?, doblemente asustada de lo que ya estaba antes corrió por la vereda que Sirius le había señalado, a lo lejos vio a Ron y a Harry que caminaban con paso tranquilo y al verla parecieron presentir todo porque corrieron hacia ella palpándola, buscando heridas, preguntando si estaba bien como en el tiempo en que la maldición avanzaba.

—Mortifagos. —Hermione señaló atrás—. Son como siete. —Notó que Harry veía fijamente el chupetón en su cuello, siempre había sido rápido encontrando pequeños detalles, no pudo evitar enrojecer un poco—. Gre-Greyback me atacó, pero estoy bien, Sirius necesita ayuda.

—No te ves bien. —Los ojos de Harry se oscurecieron, Ron se adelantó corriendo.

—¡Voy con él!, Harry, cuida de ella.

—¡No!, —Hermione intentó seguirlo desesperada—. Tenemos que ir todos, debemos…

—No. —Harry la encerró entre sus brazos y Hermione notó con estupor que la contenía igual que Sirius la había contenido hace unos momentos.

—¿Qué pasa?, Harry, ¿qué les ocurre a todos?

—Ellos podrán vencerlos con facilidad.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque hemos estado entrenando.

—¿Cuándo? —Hermione entreabrió los labios, luego sacudió la cabeza—. ¿Por qué?

—Hicimos una promesa. —Harry le apretó la cabeza contra su hombro, solo hasta entonces Hermione se dio cuenta de que estaba temblando—. Prometimos que no volveríamos a fallarte y a las primeras de cambio volvemos a romper nuestra palabra. —Harry suspiró—. ¿Te hizo mucho daño?

—No. —De hecho medio que ella lo había seducido—. Solo lo del cuello, nada más. —No tenía caso explicarle a Harry aquel manoseo tendidos en la tierra.

—¿Sirius te salvó?

—Pues no. —E incluso se sintió ridícula por ser una pésima damisela que se salvaba sola—. Pero me encontró cuando iba corriendo y gritando como loca.

—¿Lo venciste tú?

—Sí. —Y por algún motivo no le dijo que había usado un Crucio.

—Esa es nuestra chica. —Harry le palmeó la espalda y Hermione entendió, gracias a la interacción que había tenido con los tres ese horrendo día, que en realidad sí que había tomado una decisión. Ahora solo esperaba que esos dos tontos a los que llamaba amigos regresaran.

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El grupo de Greyback fue aprehendido y entregado a Azkaban, aquello logró que la fama que ya tenían creciera como espuma aunque realmente lo único que los demás sabían es que Harry, Hermione, Sirius y Ron los habían atrapado en el Bosque Prohibido.

Aquel día se había ido transportando a los vencidos hasta los terrenos de la escuela, llamando a la autoridad correspondiente y llenando un montón de formularios. Hermione no habló casi nada, intentó no tocarse mucho el cuello para no llamar la atención, pero notaba que de vez en cuando Sirius, Ron y Harry la observaban de reojo.

No quería pensar en lo que había pasado, no quería contarlo y tampoco creía tener un trauma ni nada parecido, aunque al parecer correr chillando como loca por el bosque no le hacía tener la misma idea a sus amigos.

En cuanto los dejaron libres Luna y Ginny se la llevaron casi arrastrando y la sentaron en medio de un montón de divanes listos para la ocasión con unas tazas de chocolate. Les tuvo que contar todo, obviamente. Luna y Ginny se encontraban aterrorizadas y fascinadas a partes iguales con el episodio con el hombre lobo, ambas admitieron no haber tenido la sangre fría que había tenido ella para engañarlo.

—Yo hubiera preferido que me mordiera. —Al final Luna declaró con un suspiro, Hermione llevó la mano a su cuello, por fortuna aquello no era una mordida, Luna sí que era una chica rara.

A pesar de todo el dramatismo de la historia las dos chicas chillaron cuando Hermione les contó con aire tímido lo que había dicho y hecho Sirius.

—Lo siento por mi hermano. —Ginny suspiró—. Pero él perdió su oportunidad hace mucho. —Era cierto, Hermione sabía que algo se había quebrado en ella durante su noviazgo con Lavender. No es que no le gustara Ron, le seguía gustando y mucho, pero lo cierto es que Sirius…

Sofocada se cubrió la cara con las manos, Luna y Ginny le palmearon los hombros.

—¿Y bien?, —siempre la más práctica Ginny arqueó las cejas—, ¿cómo vamos a hacer para que vuelva a confesarse y tú le digas que sí?

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Desde aquella pelea en el Bosque de la Muerte Hermione se había encerrado en sí misma como caracol. Harry, Ron y Sirius conversaban acerca de eso. Hermione no les había dado muchos detalles, Greyback había querido abusar de ella y ella le había lanzado un par de Crucios. Esto no era como cuando viajaban juntos y Harry le había obligado a levantarse la piyama para ver qué tanto había avanzado la maldición, no podían obligarla a mostrarles su cuerpo por sí había más daño del que ella quería mostrar.

—Estoy bien. —Cuando le preguntaban siempre les gruñía lo mismo y se alejaba con una maestría asombrosa.

Estaban tan preocupados por ella que Harry había olvidado seguir dando tumbos en la oscuridad, Ron había salido de la melancolía por la muerte de su padre y Sirius no había vuelto a pensar en los muertos que ya no regresarían. De hecho se habían convertido rápidamente en el grupo dorado que eran antes, solo que ese grupo no estaba completo sin una chica con la cabellera más indómita de la escuela que no paraba de repartir conocimientos como si fuera una enciclopedia andante.

La acosaron.

La acosaron en serio.

De nada servía que Hermione les suplicara que quería estar sola, la seguían como fieles perros y solo se alejaban un poco cuando Ginny los espantaba con la varita mugiendo que no podían estar presentes en las reuniones de chicas.

Draco y Neville los veían de lejos como si fueran un caso perdido, Sirius se cuidaba de no decirles que estaban en las mismas condiciones, pero pasaría mucho tiempo antes de que aceptaran sus sentimientos y a esas alturas Sirius había aprendido algunas cosas de la vida, entre ellas que no siempre es buena idea intervenir en asuntos del corazón.

Finalmente volvieron a empezar las clases, no fueron demasiados alumnos de último año, pero Hermione los convenció de cerrar ese ciclo. El año empezaba tardíamente y las clases no eran muy regulares, algunos maestros no habían regresado, otros más estaban recuperándose de las heridas y otros, como la profesora Trelawney, sufrían crisis de estrés postraumático.

Aun con todo, los nuevos héroes, a excepción de Draco, se sintieron increíblemente dichosos cuando se apretujaron en la casa de Hagrid a recibirlo luego de su viaje en busca de criaturas fantásticas heridas por la guerra. El semi gigante les contó sus aventuras con buen humor, volvió a llorar cuando le revolvió a Harry la cabeza contándole cuando había sido un bebe y finalmente los mandó de vuelta a la escuela. Era el último año que podría darles órdenes, aunque todos estaban seguros que aun siendo adultos seguirían escuchándolo.

Un día el cuarteto dorado habló con los retratos de Dumbledore y Snape, ambos habían sido directores y aunque quizás demasiado tarde, pudieron terminar de cerrar todas las heridas que aún quedaban abiertas. Ese día cuando Hermione vio a Harry sonreír estuvo segura de que dentro de poco tiempo su corazón estaría listo para recibir a Ginny.

La escuela era un cumulo de sentimientos encontrados, felicidad por la victoria, tristeza por los daños, rencores de algunos hijos de mortifagos. A la nueva directora, la profesora McGonagall, se le ocurrió que un baile de Halloween podría levantar un poco los ánimos. Sirius se enteró el primero porque estaba jugando a echar carreras con Peeves en el pasillo principal cuando vio que colgaban el letrero.

Baile de disfraces de Halloween

31 de Octubre

El Gran salón

Abajo, con una letra pequeña y ladeada alguien había agregado que disfraces ofensivos o que faltaran a la moral causarían un reporte en el alumno y se le negaría la entrada. Siempre había algún aguafiestas.

Pese a todo Sirius corrió todo el camino hasta encontrarse a sus amigos.

—¡Chicos, fiesta de Halloween! —Y con su grito, que dejó un poco confundidos a los demás, también envolvió a toda la escuela.

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Hermione tenía un plan de acción (más o menos). Luna y Ginny serían sus cómplices y quienes se encargarían de chillar "¡abortar misión!" si algo salía mal. A ser sincera Hermione estaba nerviosa, los asuntos del amor siempre se le habían escapado, era buena con las palabras pero no sabía si aquello le serviría en una pelea de sentimientos.

—No pienses mucho en eso. —Ginny le masajeó los hombros como si se tratara de alguna especie de boxeador que se preparara para su próximo asalto.

—No estoy segura, pero voy a hacerlo. —Hermione se observó en el espejo, se había disfrazado de bruja, una tontería, pero lo había hecho como se lo imaginaban lo niños muggles, llevaba un sombrero puntiagudo, un corsé negro que se le pegaba al cuerpo, una minifalda negra rizada y unas calcetas negras con morado que rodaban en espirales hasta sus rodillas. La marca de la maldición aun le cubría media parte del cuerpo, pero parecía quedar bien con su disfraz.

Luna iba disfrazada de hada y había sido tan entregada a su caracterización que iba descalza y sus dedos blancos jugueteaban con las baldosas del piso, a ser sincera a Hermione le parecía que en cualquier momento las alas transparentes que llevaba en la espalda se pondrían a funcionar y se iría volando a capturar pegasos.

Ginny había preferido disfrazarse de elfo, se había hechizado las orejas para que parecieran puntiagudas y había conseguido ropa tradicional que la hacía verse como una joven elfa en espera de su amado. Los chicos no habían querido ponerse muy creativos, Sirius los había convencido de disfrazarse como una banda de rockeros muggle, por un error habían creído que los rockeros eran como los personajes de la película "Vaselina" (un error que Hermione no había aclarado), así que los cinco se habían puesto chamarras de cuero, pantalones negros, cabello engominado y camisetas interiores blancas. Las chicas habían planeado burlarse de ellos, pero lo cierto es que no habían podido, se veían tan atractivos que más de una chica había aguantado la respiración al verlos pasar.

Con disimulo Hermione tocó el espejo que le regresó su reflejo, poco a poco los demás habían ido recuperándose, ganando peso, volviendo el color a sus rostros, caminando con seguridad… ella en cambio tenía el cuerpo frágil, como si la maldición le impidiera recuperar la salud. Se había dejado el cabello revoltoso y vuelto una maraña de rizos para darle a su disfraz el aire de bruja que se imaginaban los niños muggle, pero solo hasta entonces se preguntó si se vería bonita.

—¿Están listas? —Ginny preguntó con ánimo y Hermione asintió distraídamente. Bueno, ya no había vuelta atrás, por primera vez en la vida iba a dejar de ser una espectadora e intentaría alcanzar al hombre que quería… Que Merlín la amparara.

Las tres salieron de la Sala Común de Gryffindor hablando banalidades para no prestarle atención al corro de susurros que se disparaba a su alrededor. Hermione ya había sufrido eso antes, de hecho lo había sufrido toda su vida, pero creía que ahora cuando hablaban acerca de ella ya no lo hacían para intentar desprestigiarla.

Por toda la escuela se encontraron chicos disfrazados, chicos que corrían y chicos que avanzaban al Gran Salón, cuando por fin lograron entrar en el escenario una banda se estaba presentando y en cuanto terminaron las gentilezas la guitarra de una de ellas estalló y alrededor todo fue música y rock.

Luna miró alrededor con aire soñador, Ginny fingió desinterés y Hermione buscó a su objetivo, para su sorpresa Sirius se plantó frente a ella tapándole la visión de la pista y del salón en general.

—Sí que se han tardado. —Los ojos grises de Sirius la observaron jocosos, ojos de plata a medio derretir.

—Ah, sí. —Hermione se escuchó balbucear—. Quería darle un toque natural, —tomó un mechón de su cabello y lo frotó como para darle más énfasis—, ya sabes. —Sirius se echó a reír, Hermione se sintió ligeramente tonta observando más de la cuenta sus hermosos dientes blancos.

—Acabo de ver a Neville. —Luna hizo visor con la mano, hizo un pequeño paso de baile y se despidió con ese aire de abandono de siempre.

—¡Te ves bien Luna! —Sirius le gritó mientras la veía desaparecer, luego le guiñó un ojo a Hermione—. Se lo digo yo porque Draco no va a hacerlo. —Hermione quiso preguntarle qué tenía que ver Draco, pero antes de que abriera la boca un chico se acercó muy tieso y le pidió a Ginny que bailara con él, aleteando sus pestañas la pelirroja giró hacía ellos hizo un gesto vago de "ah, lo que sea" y caminó con el pretendiente a la pista de baile.

—Y aquí tenemos a una chica que se sabe divertir. —Sirius rio entre dientes—. Harry va a tener que apurarse. —Luego pareció reaccionar y giró con prontitud hacia Hermione—. ¿Bailamos?

—Ah… —Sirius tenía la mano tendida hacia ella y no se vería bien que lo rechazara así que Hermione puso la mano sobre la de él y habló despacio—. En realidad quisiera hablar con Ron primero…

—¿Con Ron? —Hermione asintió con la cabeza—. Bueno, lo vi cerca de la cerveza de mantequilla, puedo acompañarte si quieres.

—No… —Hermione pasó saliva—. Tengo que… debo decirle…

—¿Algo importante? —Los dedos de Sirius se encogieron.

—Sí. —Hermione bajó la mirada.

—Bueno, está por allá. —Sirius sonrió jocoso, le puso las manos sobre los hombros y la impulsó con suavidad—. Te ves preciosa así que no tengas miedo, solo quiero que sepas que rechazarme un baile equivale a cinco años de mala suerte.

—S-sí. —Aturdida Hermione avanzó por el camino que le había señalado Sirius, luego de unos pasos giró atrás de reojo, Sirius la estaba viendo y le sonrió confiado al tiempo que alzaba su pulgar, como en señal de apoyo.

Hermione asintió levemente con la cabeza para que notara que había recibido su mensaje y siguió caminando, entre los alumnos que se contoneaban distinguió a Ron. El cabello rojo lucía brillante gracias a la vaselina, la chaqueta negra le marcaba a la perfección la espalda y por lo menos cinco chicas se entretenían sonriéndole y haciendo comentarios alegres acerca de todo lo que él decía.

Por un momento estuvo tentada de dar media vuelta y regresar por dónde había venido, pero se mantuvo firme, era Hermione Granger, la más grande heroína de esa guerra y ya había huido suficiente de aquel amor agridulce.

—Ron. —Se plantó frente a él, porque nunca había sido buena con las indirectas ni con la coquetería—. ¿Podemos hablar? —A destiempo se dio cuenta que parecía una frase demoledora, las chicas alrededor huyeron como palomas y Ron la miró hondo, casi como si escudriñara su alma.

—Sí. —Ron nunca había sido bueno descifrando sentimientos ajenos, nunca calibraba el estado de ánimo de los demás, generalmente las cosas giraban a su alrededor, tomaba los problemas como propios, pero supo en ese instante que también él había cambiado, que la muerte y el dolor lo habían cambiado.

Intentaron ir a una parte del Salón que fuera menos ruidosa, pero no había caso, todo aquello era un griterío mortal, Ron la tomó de la mano y le gritó por encima de la música que sería mejor que salieran al pasillo. Hermione estuvo de acuerdo y por un par de minutos avanzaron así, tomados de la mano en medio de un aquelarre de disfraces. Hermione observó la mano que la guiaba con añoranza. Siendo niña había soñado que esa mano tomara la suya, siendo adolecente había llorado cuando aquellas manos habían acariciado a otra chica y siendo la adulta que era ahora había podido apoyarse en esas mismas manos cuando más lo había necesitado.

Ron la guio a un pasillo en el que no había más personas, dio media vuelta y medio desdibujado por la oscuridad suspiró.

—Esto es malo para mí, ¿verdad?

—Siempre voy a quererte Ron. —Hermione notó, con incomodidad, que la voz se le había puesto nasal en un instante.

—Yo te amo. —Ron le acarició el dorso de la mano, la vista fija en el suelo—. Te amo muchísimo. —Ella lo sabía y por eso las cosas eran más difíciles.

—También te amo Ron. —Tuvo que parpadear para que no le corrieran las lágrimas—. Lo he pensado mucho, esto no es solo por… —No podía pronunciar el nombre de Sirius, no en ese momento—. Sufrí mucho por ti.

—Lo siento. —Ron apretó sus dedos—. Pero ya no soy el mismo, dame una oportunidad.

—Lo siento… —Y esta vez no pudo evitar llorar aunque se le arruinara el maquillaje—. Lo siento tanto.

—No llores. —Los dedos rudos de Ron le enjugaron las lágrimas torpemente, Hermione nunca había notado lo rasposas que eran sus manos—. No soporto verte llorar, cuando éramos más jóvenes intentaba no verte cuando eso sucedía, era un tonto. Nunca supe consolarte.

—Tú eras el que me hacías llorar. —Hermione hipó recordando aquel día en primer año cuando un comentario cruel de Ron la había hecho encerrarse a llorar en los baños de niñas.

—Sí. —Ron acunó su rostro en sus manos—. Quizás es que estas tomando la decisión correcta pero no quiero aceptarlo.

—No quiero que me odies.

—Nunca podría odiarte.

—Quisiera que siguiéramos siendo amigos.

—Los mejores.

—De verdad te quería. —Hermione vio borroso y apretó su playera, aunque igual se la dejaba embarrada de mocos y lágrimas.

—Yo de verdad te quiero. —Ron se inclinó y besó una lágrima que le corría por la mejilla, fue el gesto más tierno que jamás hubiera tenido para con ella—. Y no voy a dejar de quererte. —Ron intentó sonreír, la sonrisa más triste que Hermione había visto en su vida—. Así que cuando Sirius te sea infiel y te divorcies de él voy a estarte esperando.

—Tonto. —Hermione le pegó con el puño en el hombro.

—Déjame abrazarte. —Ron la apretó contra él—. Harry te abraza y solo es tu amigo, exijo el mismo derecho. —Aun llorosa Hermione sonrío.

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Sirius no se había sentido más herido en toda su vida. Hermione quería hablar con Ron y algo en ella le había dejado claro a Sirius que se había decidido. Había elegido a Ron. Quizás por eso los días previos había intentado alejarse de ellos, como para poder darse perspectiva.

No, aun no podía saber si aquello era definitivo, quizás Hermione quería hablar con Ron acerca de los exámenes, quizás había descubierto que habían sido ellos los que habían lanzado papel higiénico mojado al dormitorio de unos Slytherins resentidos y pensaba interrogarlo siendo el eslabón más débil (y quien seguramente se rompería y confesaría todo).

Podían ser muchas cosas, no podía ser tan pesimista. Aun así se tomó tres vasos de ponche desconsolado porque no sirvieran alcohol en una fiesta escolar.

—¿Viste? —Un par de chicas cuchichearon cerca de él—. Hermione Granger y Ron Weasley están abrazados en el pasillo que da a la clase de Herbología, yo los ví. —Sirius se puso pálido, sintió que alguien lo golpeaba muy fuerte, casi como si lo hicieran físicamente.

No, no, no.

Ron y él habían prometido que respetarían la decisión de Hermione, pero justo en esos instantes quería revolcarse frente a ella suplicando que lo eligiera a él. Que irónico, el playboy de la escuela convertido en un despojo enamorado al que ya no le importaba ni tantito su reputación.

Ginny pasó bailando con un chico que no era el mismo que el anterior, no sabía si semejante comportamiento lograría que Harry espabilara o no. Bueno, él ya no tenía a nadie que espabilara por él.

Con pasos largos se dirigió al primer grupo de chicas guapas que divisó. En el pasado era un especialista en seducir, divertirse y conversar con cualquier grupo, podía hacerlo de nuevo, por lo menos para olvidar aquel día, por lo menos para que Hermione no sintiera culpa o pena al verlo medio destrozado.

No.

Apenas las chicas giraban a verlo entusiasmadas cuando dio media vuelta y avanzó atropelladamente entre la gente. No podía simplemente terminar así. Ron y Hermione tendrían que decírselo, tendría que escucharlo de ellos y entonces se forzaría a sí mismo a sonreír, sería para ella un amigo incondicional, la amaría en silencio por toda su vida.

Con el corazón violento salió del salón y caminó en dirección al pasillo que las chicas habían mencionado, podría ser que interrumpiera un apasionado encuentro, pero al mal tiempo darle prisa.

Sintiendo que el pecho se le estrujaba dio vuelta en la esquina y se encontró a Hermione apoyada en la pared, había huellas de lágrimas en su rostro y veía con melancolía la luna, se encontraba sola y el gorro de bruja se inclinaba tristemente hacia abajo como si compartiera el dolor de su dueña.

—¡Hermione! —Sirius corrió hacia ella y la joven dio un brinco, sobresaltada—. ¿Por qué estas llorando?, ¿Dónde está Ron?

—No es nada. —A las apuradas Hermione intentó limpiarse la cara, pero solo se corrió más el rímel—. Solo quería un rato a solas.

—¡Estas llorando! —Sirius exclamó sujetándole los hombros.

—Sí, pero no es nada. —Hermione argumento mortificada, había esperado explicarle las cosas a Ron, tomar aire, volver a la fiesta y con el paso del tiempo hacerle saber sus sentimientos a Sirius, aquello no se parecía para nada a sus planeaciones.

—¿Dónde está Ron?

—Le pedí que me dejara sola un momento. —Hermione farfulló abochornada.

—No entiendo, si te confesaste ¿por qué estas llorando?, ¿te rechazó?, no, imposible.

—¡Yo-yo no me confesé! —Sintió como las mejillas se le encendían.

—¿Lo rechazaste? —La luz pareció abrirse paso en la mente de Sirius, sus ojos se abrieron grandes.

—No quería lastimarlo… —Hermione sintió que los ojos se le aguaban de nuevo—. Yo no quería… —Pero no pudo seguir hablando, Sirius la tomó de la cintura, la empotró contra la pared y la besó, aturdida Hermione ni siquiera atinó a abrir la boca.

—¿Vas a rechazarme a mí también? —Sirius sonaba horriblemente asustado, eso no era como lo había imaginado, ya veía a Ginny y a Luna chillando "abortar la misión, ya, ya, ¡ya!"

—Yo… no, no pensaba… —Con horror se dio cuenta que se le enrojecían las orejas.

—Gracias. —Sirius le mordió suavemente el labio inferior—. Gracias.

—Sirius, basta. —Hermione pasó saliva.

—Te voy a amar siempre. —Sirius le acarició los costados—. Te haré feliz siempre.

—Si-Sirius… —Pero no pudo seguir hablando cuando él atacó su boca y metió la mano por debajo de la pequeña falda para acariciar su muslo. Hermione intentó escandalizarse, de verdad que lo intentó, pero apenas podía razonar con todo su cuerpo convertido en masa que parecía moldearse bajo sus manos.

—Te amo, te amo mucho. —Sirius le mordió los labios con cadencia, le sobó los senos por arriba de la ropa y le robó de tal manera la razón que Hermione reaccionó hasta que ya le rodeaba las caderas con las piernas y él la apretaba contra la pared presionándole algo duro contra su entrepierna.

¡Merlín!, su fama no era mentira. Asustada Hermione rompió el beso y el pareció enfriarse al instante.

—De acuerdo, dejaremos eso para después. —Sería descarado—. No me importa ir despacio si es contigo.

—Eso no me pareció ir despacio por ningún lado. —Hermione se acomodó la falda avergonzada.

—Tampoco es necesario esperar tanto. —Sirius hizo un puño la manga de su chaqueta para limpiarle la mejilla, aun embarrada de rímel—. Vas a ser mi esposa algún día. —Y Hermione no encontró en ese momento razones para rebatirlo.

—¿Quieres volver a la fiesta? —Se sentía vulnerable solo con él en aquel pasillo oscuro, si Sirius volvía a besarla no sabía si tendría la fuerza de voluntad para detenerlo.

—Claro, ¿puedo decirle a todos que ahora eres mi novia?

—Es que Ron…

—Esperaré entonces. —Sirius le sonrío, pero tiró de su mano luciendo terriblemente contento, con aquella expresión era imposible no darse cuenta de que estaba enamorado y correspondido. Hermione se sentía feliz y abochornada al mismo tiempo.

Por fortuna cuando entraron al salón nadie les prestó mucha atención, la música retumbaba y todos alrededor bailaban, reían o intentaban conversar a gritos.

Harry y Ginny estaban bailando juntos, su amigo no era muy bueno con los pasos de baile, pero su adorable elfa pelirroja tenía gracia para los dos. Neville y Ron estaban tomando ponche junto a una bocina, algo les había causado gracia y ambos sonreían distraídos, más de la mitad de las chicas del salón los veían embelesadas, Hermione pidió en silencio porque alguna de ellas le diera a Ron el amor que se merecía, aunque sabía que el pelirrojo no era de los que olvidaban fácilmente.

Más allá Luna se había detenido para que una lluvia de estrellas fugaces falsas le cayera encima, estaba perdida en su mundo dando vueltas bajo las luces tintineantes y no notaba que Draco la veía con gesto amargo desde una esquina, como preguntándose qué tan ridícula podía ser. Hermione se dio cuenta de que a pesar de qué se lo preguntaba no podía dejar de verla, como si estuviera amargamente hechizado por aquella hada estrafalaria, solo hasta entonces entendió lo que había querido decir Sirius antes con respecto a los dos.

Habían sido ocho alumnos de ese colegio, uno de ellos había sido por años su archirrival, pero de alguna manera habían compartido meses de exilio, se habían vuelto aliados y amigos, habían logrado organizar una guerra, vencer al mago más terrible de la historia de la magia y finalmente se habían comprometido a ser los ocho guardianes de las Reliquias de la Muerte.

Aquella historia aun no acababa, quedaban aventuras por recorrer juntos, quedaban peleas, duelos y disputas, pero lo iban a conseguir, lo harían de alguna forma.

—Hoy por fin entiendo. —Sirius le susurró al oído y a Hermione le sorprendió poder oírlo a pesar del escándalo, como si estuvieran conectados por algún vínculo mágico e invisible—. Por fin entiendo porque hice este viaje, porque perdí mi antigua vida y terminé aquí.

—¿Para venir a una fiesta de Halloween? —Hermione giró hacia él sonriente, Sirius la miró con ternura, la misma ternura con la que algún día vería a su primer hijo y lo besaría en la frente.

—Fue por ti. Hice este viaje para ser tuyo, para que fueras mía y pudiéramos cumplir nuestro destino. —Sirius apretó su mano, dulce, muy dulcemente—. Volvería a viajar en el tiempo cientos de veces para estar contigo.

—Y yo lo haría para estar contigo.

—Sé que lo harías.

—Y todas las veces volvería a fastidiarme contigo al principio. —Hermione tiró de su pelo, él se rio, cerró los ojos para sentirla y vio, quien sabe por qué, a un cachorrito juguetón, un pequeño Canito que bailoteaba entre sus pies, se dio cuenta que era el futuro de aquel hijo que convertiría en animago apenas alcanzara a comprender la magia.

¡Ya se imaginaba los quebraderos de cabeza que le iba a dar a su madre!

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FIN

Notas de Okashira Janet: Pongo los puntos finales a esta historia en un empleo que pronto se irá (cual estrella fugaz), he escrito este capítulo de una manera atípica, en pedazos, conectando los párrafos cuando por fin cuento con alguna conexión a internet. Como consecuencia siento que este capítulo final se formó de pequeñas historias que fueron agarrándose de la mano cómo pudieron, aun así estoy conforme.

Han pasado años desde que escribí el primer capítulo de este fanfic. Nuestra aventura empezó en el 2011, en aquel entonces cursaba la universidad y aquello estuvo salpicado de exámenes, clases, materias, paros y vuelta a recobrar la pluma.

Gracias a los que siguieron esta historia por seis largos años, a los que no perdieron la fe, a los que me siguieron impulsando, ¡esta historia es suya!

Últimas aclaraciones

1 La canción que Sirius tararea es "Fugaz" de Panteón Rococo.

2 Neville está escuchando "Los chicos no lloran" de Miguel Bosé.

3 Luna escucha en sus audífonos "Amante Bandido" también de Miguel Bosé (no me di cuenta de que había elegido dos canciones de él).

4 Draco escucha "Vivir sin aire" de MANA en su tocadiscos.

5 Ginny y sus compañeras arreglan el Gran Salón oyendo "Eres para mí" de Julieta Venegas.

6 Hermione escucha una pieza de música clásica compuesta por "Nicolo Paganini" quien tenía fama de brujo, por eso Ron menciona que fue un brujo que decidió llevar su música a los muggles.

Gracias a

Haanah Reeven

Sakura Lovely

Sagiie

CassioBlack

TenshiMarie-chan

Diosa Luna

Silneleh

Cecilia695

Melissablack04

Rania Cirse Gaunt

Alex Bello

Jenks

Crazzy76

Tokh

Artipinck94

Norely

Marleen

Rigel Orion Black

Lavida134

Camifunmu

MissPerchman

ItzeelJs

Me estoy poniendo sentimental así que mejor lo dejamos aquí. Aún tengo proyectos en el fandom de Naruto y en Wattpad donde tengo historias originales que me harían un honor si algún día pasan a leer. Me pueden encontrar como Janet Gaspar por esos lares.

Hasta pronto, nos vemos en otra aventura.

26/10/17 Jueves