EL VIAJE DE CANUTO

Capitulo I: Cuando se pierde un Black se gana otro

Por Okashira Janet

Sé que en un día no muy lejano me arrepentiré de esta inspiración creadora de fics que me entró, por ahora sólo decir que Harry potter no me pertenece, es propiedad de J .K. Rowling maestra de maestras.

Pensé que tomando en cuenta que los viajes en el tiempo abundan, ¿por qué no uno a la inversa?

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Harry corrió, la sangre surgiendo de su frente, el pantalón desgarrado, sintiendo cada latido de su corazón rebotar dentro de su ser y la profecía de que ninguno podía morir mientras el otro viviera.

Había sido una trampa, Voldemort lo había dejado entrar en su cabeza para poder atraerlo, ¡y él había caído!, si por lo menos le hubiera prestado más atención a Hermione, si hubiera pensado más antes de actuar.

—¡Harry! —Escuchó un chillido de mujer y tuvo un miedo atroz a que algo le hubiera pasado a alguna de las chicas, Hermione, Luna, Ginny… ¿cómo se le había ocurrido envolverlas en aquel desastre?, ¿hasta donde llegaba el orgullo de Harry Potter que se creía invencible por ser el chico de la profecía?

En su carrera se encontró con un escenario que no había esperado y se detuvo de golpe, Bellatrix peleaba chillando con ira en contra de Sirius, su padrino parecía incluso divertido, aquel brillo demente en sus ojos grises mientras le reclamaba a su prima no ser lo suficientemente buena para detenerlo, fue apenas un segundo, Harry hubiera podido sonreír, hubiera podido hacerlo, pero aquella luz verde salió disparada de la varita de la bruja, para Sirius todo pareció suceder despacio, la enorme sonrisa en su rostro no desapareció mientras caía hacía atrás, hacía ese velo oscuro que parecía tener manos sombrías queriendo pedir por él.

—¡Sirius! —Harry tuvo la impresión de haber gritado, tal vez si lo hizo, tal vez no, su padrino se perdió tras la oscuridad, sintió que todo el mundo alrededor se volvía un escenario sordo, que no podía escuchar los gritos y los hechizos, la gente que corría y peleaba a su alrededor.

Tuvo la impresión de que Remus lo aferraba entre sus brazos impidiendo que se lanzara tras el velo, ¿cuánto duro todo aquello?, no podría haberlo dicho con exactitud, porque entonces una inmensa esfera de luz apareció frente a ellos, iluminando el salón de tal manera que los lentes de Harry reflejaron aquel resplandor, de detrás del velo una llamita blanca surgió lentamente, casi tímidamente y se fue a unir con la esfera de luz más grande.

—Sirius… —Lupin susurró débilmente, sus brazos aflojando el agarre que mantenía en Harry y entonces ahí, en medio del combate, el peligro, la sangre y el dolor quedo tendido un muchacho con el uniforme de Hogwarts, el cabello negro meciéndose con la brisa, las pestañas oscuras enmarcando sus ojos cerrados y un rictus en la boca como si alguna travesura no le hubiera salido del todo bien.

—¡Sirius! —Lupin volvió a gritar corriendo hacía el muchacho en el suelo y Harry simplemente se quedo quieto, ambas manos flojas en el aire.

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—Vamos, vamos. —Un Sirius de dieciséis años recién cumplidos se colgó del cuello de su mejor amigo, un chico de gafas y cabello rebelde.

—Jo, no tienes que llorarme tanto Canuto querido. —James puso una falsa entonación melosa y al instante Lupin que caminaba tras ellos negó con la cabeza para después apartarlos de un manotazo.

—¿Podrían dejar de hacer cosas de esas?

—¿Estas celoso Lunático? —Sirius se pasó una mano galante por el cabello al tiempo que cerraba los ojos—Sé que soy irresistible pero…

—Creído. —Lupin masculló, pero aunque sus ojos querían parecer severos la pequeña sonrisa en su rostro lo delataba.

—Pe-pero… —Peter que caminaba en la orilla izquierda abrió grandes los ojos—. Ya le han quitado cien puntos a Gryffindor por nuestra culpa y si…

—Ya, ya… —Sirius, siempre el más despreocupado de los cuatro agitó una mano en el aire—. Empiezas a sonar como Lily Evans cuando esta con sus regaños.

—No te permito que hables a la ligera de mi amor platónico. —James se puso en posición de duelo, aunque ninguna varita se apreciaba en su mano.

—¿Te atrevéis a desafiarme? —Al instante el joven Black se puso en posición de duelo frente a su amigo—. ¿Retáis vuestra valiosa amistad por el sueño de una dama que no os comprende?

—¿Qué sabéis vos del amor que me apresa por esos rojos cabellos?

—¡Oh traidor!

—¡Oh desventura!

—¡Pelear o morir!

—Ya estuvo. —Con un suspiro Lupin puso la palma de ambas manos en la cara de sus respectivos compañeros separándolos uno del otro.

—Oh Lunático, que aburrido. —James aún con la cara machucada contra la palma de su amigo masculló por lo bajo.

—Sí, deja que despedace a Potter. —Sirius gruñó.

—¿No estábamos hablando de lo que íbamos a hacer esta noche? —Peter intervino con su habitual sonrisa nerviosa, aunque era parte de aquel grupo lo cierto es que tendía mucho a meter la pata y James y Sirius por lo general jugaban de abuchearlo al por mayor cuando eso pasaba.

—¡Oh sí!, esta noche. —Sirius se frotó las manos olvidando la rencilla que estaba manteniendo con James.

—¿Exactamente que quieren hacer? —Lupin se frotó la frente, su cabello castaño se meció con él, por más que le pusiera pegas al plan lo cierto es que esos dos siempre terminaban embaucándolo en una de sus tantas travesuras.

—Fácil mi querido Lunático. —Sirius rodeó con su brazo los hombros del hombre lobo quien supo al instante que estaba perdido—. Entramos a la biblioteca, llegamos a la sección prohibida, sacamos ese libro tan peculiar que no hemos podido leer en estos buenos cinco años y lo llevamos al bosque para ver que dice.

—En resumidas cuentas arriesgarnos a lo idiota.

—Bueno Lupin, así como lo dices no suena tan lindo. —James se rascó la nuca.

—No es lindo.

—¿Pero iras con nosotros verdad? —Cuando los ojos grises de Sirius se clavaban de esa manera en alguien no había modo humano de poder decirle que no.

—Saben que no tienen que preguntarlo. —El joven largó un hondo suspiro, había que ver, solo porque era un hombre lobo que por fin se sentía integrado…

—¿Y tu Peter? —James codeó a su compañero quien sonrió tímidamente.

—Si no, no estaría en Gryffindor, ¿no?

—Saben que es por ese desparpajo para hacer las cosas que nos tachan de descerebrados. —Lupin murmuró pero nadie le hizo demasiado caso.

—¿Qué traman ustedes? —Un muchacho de cabello negro y resbaloso como baba los observó con una mirada fría mientras interrumpía su amena charla.

—Nada que te interese demasiado Snivellus. —Sirius giró en redondo, su amplio pecho ensanchándose más al mirarlo, como si estuviera listo para una pelea en cualquier momento.

—Gryffindor tenían que ser. —Snape respiró de manera tan serpentil que Peter se echó inconscientemente atrás.

—Y a ti hay que reconocerte el valor que tienes para enfrentarte solo a nosotros en los pasillos Snivelly, —James levantó ambas palmas de sus manos meneando su cabeza muy pagado de si mismo—, si no fueras una serpiente oscura, insoportable y arisca me preguntaría si acaso no habrías entrado a Gryffindor, después de todo nuestra casa es la de la valentía.

—La de los cabezas huecas. —Snape siseó, su delgado cuello pareció estirarse de mala manera, Remus lo observó sin ningún sentimiento cruzando su rostro, Severus dirigió hacía él toda la fuerza de su oscura mirada, sí, Remus no era la clase de persona que se divirtiera a costa de los demás y sin embargo no ponía pegas en andarse con aquellos descerebrados de James y Sirius, a su manera de ver las cosas era tan culpable como los otros dos y no despertaba en su ser ni la menor simpatía.

—Los Gryffindor no nos caracterizamos por atacar en manada, —Sirius palmeó el bolsillo de su tunica—, tú decides Snivellus, a varita o a puño limpio, de cualquier manera planeó ganarte.

—Es obvio que una cabeza tan hueca como la tuya solo puede atenerse a sus músculos. —El Slytherin siseó.

—Lastima que tú ni inteligencia tienes. —James acotó y Peter celebró la ocurrencia con una carcajada tan escandalosa que Sirius tuvo que fulminarlo con la mirada, mira que le quitaba dramatismo a la escena, al instante el pequeño joven se encogió sobre si mismo completamente azorado.

—¿Qué están haciendo diablos? —Al instante los cinco muchachos echaron a correr sin haberse puesto siquiera de acuerdo, nada como la espantosa voz del dueño de cierta gata para poner pies en polvorosa, en su carrera James golpeó con su hombro a Severus, el joven se tambaleó y como toque final Sirius le dio con su pesada mano en el pecho arrojándolo entre trompicones en un rincón del pasillo, golpeándolo de mala manera contra la estatua de un mago ilustre de tiempos pasados.

—¡Ugh! —Snape medio gruñó-quejó cuando se dio de lleno con la piedra.

—¡Suerte para la próxima Quejicus! —Canturrearon en armonía Sirius y James mientras seguían corriendo.

—¡De-descerebrados! —El rostro de Snape estaba rojo de ira, pero ahí, en el desolado pasillo, no había nadie para poder verlo.

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—Bien, este es el plan. —James que solía ponerse particularmente ansioso ante una nueva travesura recorrió a grandes trancos el cuarto con cortinas rojas y doradas propio de los leones que eran—. ¿Mapa de merodeadores?

—¡Listo! —Lupin levantó el pergamino en su mano.

—¿Capa invisible?

—Aquí. —Sirius agitó el objeto en el aire.

—¿Peter convertido en rata?

—¿Qué? —El flacucho muchacho retrocedió un paso bastante mosqueado.

—Vamos Peter, sabes que no cabemos los cuatro bajo la capa. —Sirius hizo el comentario con aparente irritación y el joven solo pudo soltar un suspiro antes de que sus orejas se encogieran extrañamente, su nariz se volviera una bola desagradable y surgiera una cola de sus pantalones, instantes después se había convertido en una patética rata que el joven Black levantó del suelo y sostuvo frente a sus ojos con aparente curiosidad.

—Madre mía, de verdad que eres feo. —La rata se revolvió en sus manos, sus ojillos observándolo al tiempo que sus pequeñas patitas intentaban arañarlo sin éxito.

—Ya estuvo Peter. —Con un fingido suspiro Sirius se echó a la rata en la bolsa de su tunica.

—Bueno y lo más importante, ¿merodeadores?

—¡Listos! —Sirius y Remus alzaron la mano al tiempo.

—Bien. —James asintió con la cabeza—. Salgamos pues compañeros de excursión. —Acto seguido les echó la capa por encima y encogiéndose un poco los tres chicos salieron de su cuarto protegidos por la invisibilidad de la capa, la dama gorda que ya se había habituado a que un fantasma le diera la contraseña dejo pasar a los jóvenes sin saber bien a bien quienes eran (como ya llevaba ocurriendo desde hace cinco años si las cuentas no le fallaban).

Los tres avanzaron lentamente y casi sin respirar, eran tan dados a recorrer el castillo en todas direcciones prohibidas que habían aprendido a caminar con el mismo pie, en la misma respiración e incluso podría ser que con el latir de su corazón en la misma sincronía.

En su camino se encontraron con los prefectos de Ravenclaw que discutían acerca de una poción que al parecer no había salido como esperaban.

—¡Te digo que su color no era de un verde pasto sino de un verde vomito!

—¿Qué clase de vomito has visto Syd?, porque a mi me pareció que… —Siguieron discutiendo mientras los tres amigos y la huidiza rata pasaban a su lado, la señora Norris también se acercó viéndolos con sus felinos ojos, Sirius casi podía asegurar que las aletas de su nariz se abrían más en busca de olfatear donde se encontraba su delicioso aperitivo, suerte que Peter estaba bien seguro en la bolsa de su tunica.

—¿Sucede algo querida? —El señor Filch ronroneó acercándose a acariciar a su mascota y los tres muchachos se alejaron lo más rápido posible sintiendo nauseas de aquella muestra de cariño animal.

—¿Creen que algún día Filch encuentre a alguien a quien amar además de a su gata? —James preguntó con un estremecimiento.

—Por supuesto que no. —Sirius negó con un dedo—. Morirá el día que esa horrorosa gata muera.

—Ya llegamos. —Remus los sacó de sus cavilaciones, abrieron la puerta con mucho cuidado y entraron dentro.

—Lumos. —James apuntó con su varita al frente, pero antes de que la luz llegara Sirius se la bajo de un manotazo.

—Nox. —La luz desapareció.

—¿Eh?

—Espera compañero. —Con gran parsimonia sacó el mapa de merodeador de debajo de su capa, los tres se vieron solemnemente como si estuvieran a punto de recibir la enmienda de un rey y luego pronunciaron al tiempo. —Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas. —Al instante el mapa del merodeador les dio la bienvenida mostrando la tinta para ellos.

—Luminion indocare. —James susurró suavemente apuntando al pergamino con su varita, en la biblioteca solo aparecieron ellos.

—Correcto. —Sirius hizo una reverencia a James quien arqueó la ceja con diversión patente, ya era seguro encender la luz.

—Lumos. —La luz se hizo patente, con el menor ruido se internaron en la sección prohibida, había un libro que se les había resistido en esos cinco años.

—Lo tengo. —Remus lo escondió bajo su tunica y dando una cabezada los tres salieron del lugar, a la salida tuvieron que aguantar la respiración porque la profesora McGonagall estaba dando su habitual vuelta nocturna enfundada en su bata escocesa.

—Esa mujer da miedo, —cuando estuvieron lo suficientemente lejos Sirius se permitió suspirar—, pero tiene estilo.

—Dicen que su esposo murió o algo así. —James echó una ojeada hacía atrás, ningún Gryffindor admitiría abiertamente que en realidad sentía cariño por aquella mujer que sabía imponerse con la mayor severidad.

—Debe ser triste no tener nunca a nadie. —Remus murmuró sin que los otros dos le pusieran mucho caso, estaba acostumbrado de cualquier forma y de alguna manera era mejor así, aquel aire distraído de James y Sirius era lo que había logrado que fueran amigos a fin de cuentas, agradecía que su amistad alocada no les dejara ver que había momentos donde Remus Lupin suspiraba sabiendo que el amor nunca podría entrar en su vida.

—Vamos. —Sirius caminó con tal rapidez que los tobillos de James quedaron un momento descubiertos.

—¿Podrías calmarte Canuto? —El de anteojos jaló el cabello de su amigo cerrando los ojos—. Joder, que te pones como una niña caliente.

—Que curiosa analogía. —Remus arqueó una ceja.

—¿Qué tan lejos deberíamos ir para abrir esta cosa? —James se frotó las manos, la verdad él también estaba emocionado cuando salieron del castillo y el aire frío pegó en su rostro.

—La última vez que lo abrimos pegó tan asqueroso grito que estuvimos a punto de ser expulsados. —Sirius bufó, pero luego la sonrisa regresó a él—. Vamos lo más lejos, hasta el territorio de los unicornios.

—No creo que haya que molestar a los unicornios, —una sonrisa ladeada que en la oscuridad no pudieron ver apareció en el rostro de Remus—, con las arañas basta.

—Con las arañas entonces. —Sirius empezó a brincotear alegremente ante los chillidos de Peter que rebotaba contra la tela de su tunica.

—Creo que ya estamos lo suficientemente lejos para quitarnos la capa. —James guardó la tela entre los pliegues de su tunica y Sirius echó a Peter al suelo, al instante la rata se convirtió en un escuálido jovencito con pinta de sentirse mareado.

—Lo siento por eso, —Sirius le frotó la cabeza con los nudillos a pesar de sus débiles reclamos—, es que estoy muy emocionado.

—Si no vamos ya nos dará la luna llena aquí. —Remus echó a andar con sus amplios pasos y los tres restantes lo siguieron aullando vigorosamente.

—¡A-A-AUUUU!

—Idiotas. —Una sonrisita se coló en el rostro del castaño mientras Sirius y James se pasaban el brazo por los hombros sin dejar de aullar.

—¡Abran paso!

—¡Al magnifico!

—¡Al inigualable!

—¡Hombre lobo adolescente!

—¡AAA-AAA-AUUUU!

—Muy graciosos. —Remus intentó frenar la estupida sonrisa que aparecía en su rostro, Peter ya estaba aplaudiendo mirando con ojos embelesados a James, a veces a Remus le parecía que los limites de admiración de su amigo hacía Potter superaban lo recomendable.

—Creo que ya estamos suficientemente lejos. —Remus se sentó en el suelo, el pasto acariciando sus rodillas y colocó el libro en el suelo, al instante su rostro se volvió una mezcla de seriedad, ansiedad y aventura, Peter, siempre precavido, se sentó al lado de James, un poco atrás para poder cubrirse con la espalda del joven por si ocurría algo desagradable, Sirius siempre aventurero se colocó al frente, ambas rodillas sobre el suelo y bastante separadas una de la otra, casi encima del libro.

—Bien compañeros merodeadores, —Sirius se llevó teatralmente una mano al pecho—, si algo pasa esta noche tengan la seguridad de que no los olvidare, así viajen por el otro mundo, que así sea.

—No tan rápido, —James sonrió de medio lado—, podría ser que fueras tú el que terminara muerto.

—Nah, —Sirius negó con una mano—, soy un Black, hierba mala nunca muere.

—Si tu lo dices.

—¿Listos? —Los ojos de los cuatro brillaron, aunque los de James y Sirius compartían un toque especial de complicidad—. A la cuenta de tres lo abro, si ven que sale algo espantoso gritan como nenas y avienten hechizos a lo bruto, ¿entienden?

—¿Ese es el plan?

—Tan digno de merodeadores. —Remus levantó un puño con orgullo.

—Bueno idiotas, ya empiezo… —Sirius pasó saliva—. A la cuenta de uno… —Peter empezó a temblar—. A la cuenta de dos… —Remus y James pasaron saliva—. A la cuenta de… ¡TRES! —El espantoso libro fue abierto y al instante los cuatro fueron arrojados hacía atrás, una cara oscura y brutal intentó por todos los medios escapar de las hojas mientras gritaba.

—¡Ah! —Peter se llevó ambas manos a las orejas, sus ojillos cristalizándose de miedo.

—¿Qué diablos es eso? —Remus pataleó intentando alejarse, sentía que la oscuridad de ese libro lo llamaba, que intentaba encontrar la oscuridad en su corazón y engullirlo.

—¡Hay que cerrar esa cosa! —James se había puesto pálido, pero era en ocasiones difíciles cuando su valentía y liderazgo salían a flote—. Sirius ayúdame.

—¡Si! —Aturdido el animago se puso de pie.

—¡Oppugno! —James se dirigió a una piedra y la lanzó contra el libro, pero el resultado fue que la piedra fuera lanzada directo hacía ellos.

—¡Protego! —Remus gritó poniéndose frente a sus amigos antes de que la piedra pudiera golpearlos, pero a causa de eso quedo más cerca del libro quien gritando se dirigió hacía él, fue como si aquella oscuridad pudiera hablar con el hombre lobo dentro de él, se sintió mareado, sintió que aquello lo engullía.

—¡Remus! —James gritó sujetando a su amigo de la manga antes de que aquella cosa lo tragara.

—¡Ah! —Peter que se había puesto a llorar tembló como hoja al viento sin ser capaz de abandonarlos, pero sin poder intervenir tampoco.

—¡¿Qué te crees? —Sirius explotó, nadie apartaba de él a sus amigos, mucho menos un libro viejo, oscuro y tétrico—. ¡Reducto! —gritó apuntando al libro con toda la intención de romperlo en mil pedazos, James chilló asustado, no se podía atacar de aquella forma a las artes oscuras.

—¡Sirius! —Pero el libro ya había devuelto el poder, más no de la manera en la que había planeado, Sirius cayó al suelo completamente inerte, algo blanco escapó de él y se perdió en el aire, el libro se cerró con un chillido de dolor, como si ponerse en contacto con aquello que había arrancado de Sirius hubiera sido demasiado para él.

—¡Sirius!

—¡Sirius!

—¡Sirius! —Los tres amigos chillaron, pero fue en vano, Sirius Black siguió inconsciente en el suelo y así tuvieron que regresar asustadísimos, con un libro prohibido bajo el brazo, su amigo desmayado en las espaldas de James y poca imaginación para crear una historia creíble de lo que había sucedido sin que los expulsaran de la escuela.

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Sirius empezó a escuchar sonidos a su alrededor, le dolía la cabeza como un demonio y aún no se sentía lo suficientemente fuerte para abrir los ojos.

—Explíquemelo bien. —Escuchó la voz de James, aunque un poco más seca, hablando con propiedad.

—Es lo que intento Harry, —luego la voz de un hombre mayor, una voz calmada que le recordó vagamente a la de otra persona—, esto aún son especulaciones, pero creo que es lo que en realidad ocurrió.

—Mi padrino, —la voz de Harry se volvió un doloroso lamento—, ¿él en verdad murió?

—Sí y no, —Remus inhaló profundamente—, el hombre al que llamabas padrino, el que pasó años encerrado en Azkaban y escapó gracias a ti hace dos años de la muerte, ese hombre definitivamente ha desaparecido.

—Ah. —Los puños de Harry se apretaron con fuerza, tanta que estuvo a punto de sacarse sangre.

—Sin embargo este joven que ves aquí es él, probablemente a los dieciséis años.

—¿Pero como…?

—Escucha, —el hombre que anteriormente había sido su maestro se acomodó recargándose en la mesa cercana—, cuando tu padre y yo teníamos dieciséis años hicimos algo muy estupido, robamos un libro de la sección prohibida y nos fuimos a leerlo al bosque, las cosas salieron mal, Sirius arrojó un hechizo que rebotó, cuando lo llevamos a la enfermería tardó una semana entera en despertar, Dumbledore nos dijo que lo que había pasado era muy grave.

—¿Cómo grave? —Harry que estaba particularmente ansioso lo interrumpió.

—Su alma se había roto en dos.

—¿Qué? —El joven de anteojos echó la cabeza hacía atrás aturdido.

—Dumbledore estaba preocupado porque su alma rota a la mitad fuera débil y se inclinara a la oscuridad, sabes bien Harry de la familia de la que provenía Sirius.

—Pe-pero… —El muchacho considerado como el elegido se sentó sin acabarlo de creer frente a donde descansaba aquel muchacho, cabello negro, rostro hermoso y cuerpo atlético.

—Por suerte eso no ocurrió, aunque a veces cuando veía esos ojos que se cargaba… —Remus negó con la cabeza alejando los recuerdos—. Con el paso del tiempo todos olvidamos que el alma de Sirius estaba rota, ahora, esto es lo que creo, su alma rota, esa que tenía dieciséis años encontró un modo de llegar aquí, tenía un cuerpo físico, el cuerpo de Sirius a los dieciséis años y las memorias que él había conseguido hasta ese momento, al momento de que el Sirius mayor ha caído… muerto tras el velo… —Lo último lo susurró y aún así Harry se estremeció con los ojos desenfocándose levemente—. El alma que habitaba en el cuerpo de tu padrino se desprendió y se unió con esa alma que había estado buscando a su contraparte por tantos años, es decir, el alma de Sirius ahora esta completa.

—Creo… es muy difícil de entender. —Harry apoyó la cabeza entre sus manos, sus ojos fuertemente cerrados, Sirius que había escuchado toda la platica sin entender casi nada abrió finalmente sus ojos, aquellas pupilas grises giraron alrededor sin que el hombre y James frente a él lo notaran, demasiado sumidos en otra cosa, no estaba en el bosque y tampoco parecía la enfermería de Hogwarts, más bien parecía que lo habían subido a toda prisa en un escritorio sin mayores comodidades.

—Ey James. —susurró pero aún así los dos hombres giraron a verlo con los ojos bien abiertos, el mayor con una especie de ansiedad que a Sirius le incomodó, hubiera jurado que conocía aquellos ojos melancólicos de algún lado, pero no supo ubicarlos en su confusa mente.

—¿Sirius? —La voz de Harry tembló y el joven se incorporó a medias sobre el escritorio sujetándose con algo de dolor la cabeza.

—Ya James, —intentó quitarle hierro al asunto—, estoy bien, ¿cómo salimos del bosque?, ¿dónde están Remus y Peter?, ¿no nos han castigado cierto? —El aluvión de preguntas provocó que Harry abriera la boca sin saber que diablos responder, fue hasta ese momento que Sirius notó el mal estado en el que se encontraba su amigo, ¿y de donde había salido esa condenada cicatriz en su frente?

—¡Oye! —Con rapidez Sirius se abalanzó a tocar la cicatriz e instintivamente Harry se echó hacía atrás—¿El libro te hizo esto?

—¿Cuál libro? —Harry balbuceó demasiado impactado por la confianza que ese chico parecía tener en él.

—De verdad, ¿te hiciste daño en la cabeza?, a mi me duele una hostia. —Sirius se sujetó nuevamente la cabeza, empezaba a repiquetearle como si alguien le hubiera metido un montón de pájaros carpinteros dentro—. ¿Quién es este? —Giró disimuladamente a ver a Remus que seguía estático al lado de él, viéndolo tan ávidamente que el joven Black empezaba a incomodarse en serio—. Oye James, te estoy hablando.

—No soy James. —Harry murmuró débilmente.

—Oh claro, —Sirius bajó la voz de tal manera que sólo el de gafas pudiera escucharlo—, y Remus no es hombre-lobo, ¿no?

—Sirius, —Harry tomó aire poniendo distancia entre ese joven y él, entre la juventud de su padrino y él—, no soy James, soy su hijo, Harry.

—Claro. —Sirius soltó una carcajada que resonó en todo el salón.

—Te esta diciendo la verdad. —Remus intervino suavemente, Sirius volvió a verlo, sintiendo algo extraño en su estomago cuando él habló.

—Por supuesto, ¿esto es una broma, cierto?, sí es por lo de la gomita con sabor a mocos James, de verdad que…

—Sirius, ese día cuando lo del libro prohibido… —Remus resopló y cerró los ojos pasándose la mano por la frente sin saber como explicarlo, pero al final supo que no le creería de todas formas, no el Sirius de dieciséis años, tampoco el de treinta y lo soltó sin más—. Viajaste en el tiempo, yo soy tu antiguo amigo, Remus Lupin.

—James… —Sirius se inclinó hacía atrás frunciendo de tal manera la nariz que de haber sido otras las circunstancias Harry hubiese sonreído—, ¿de donde sacaste a este Lunático? —Sin embargo el rostro de Remus al ser llamado de esa manera se iluminó de tal forma que Sirius sólo pudo pensar en una cosa, "mierda".

—Soy Harry, hijo de James Potter y Lily Evans, —Harry habló lenta y suavemente, los ojos grises de Sirius lo buscaron como no queriendo escuchar lo que decía y al mismo tiempo completamente absorto en él—, tú eres Sirius Black, mi padrino, por alguna razón tu "yo" de dieciséis años ha viajado en el tiempo para encontrarse con el pedazo de alma que le faltaba al morir el Sirius Black del presente.

—¡¿Estas de broma? —El joven Black saltó agitado—, ¿me asesinaron?

—Ah… —Harry dio un paso atrás ante la pasión de sus palabras—. Algo así.

—¿Quién?

—Bellatrix. —Remus soltó con frialdad, Sirius abrió los ojos parpadeando.

—Sabía que no debía prestarle mis muñecos cuando éramos pequeños. —Remus fue consciente de que el joven se escudaba en su oscuro humor para no reconocer lo que se le estaba viniendo encima.

—Escucha Sirius… —Harry iba a empezar a intentar explicarle detalladamente la situación cuando de pronto la puerta se abrió y una jovencita de desordenada cabellera castaña entró al lugar como una tromba.

—¡Harry! —Instantáneamente los brazos de la joven se adhirieron al cuello del muchacho y sus labios buscaron su mejilla de manera casi demencial, el joven de gafas apretó a la muchacha de tal manera contra él que parecía que en cualquier momento iba a romperla.

—¡Pensé, oh dios, pensé que él te había… o Harry! —La chica gimoteó sin soltarlo, su rostro estaba sucio, su ropa desgarrada y tenía sangre en diferentes partes del cuerpo que Sirius no supo distinguir como suya o como ajena.

—Todo esta bien. —Harry le acarició el cabello y entonces Sirius saltó por fin.

—¡Eh James!, —gritó de tal manera que provocó que Hermione volteara inmediatamente hacía él asombrada de no haberlo visto antes por concentrarse en el bienestar de su amigo—, ¡pensé que habías dicho que solo te interesaba Evans!

—¿Evans? —Harry sintió el rubor recorrerlo al oírlo mencionar de aquella manera a su madre.

—Harry, —aún en sus brazos Hermione parpadeó mirando al extraño joven—, ¿quién es él? —y algo en el pecho de Sirius se removió, porque ninguna, absolutamente ninguna chica de Hogwarts podía no conocer al gran, al magnifico, al único, Sirius Black.

—Sirius Black. —Pronunció el nombre antes de que Harry pudiera suavizar un poco las cosas para ella—. Y yo que tú no le haría mucho caso a James, esta enamorado de otra chica.

—¿James? —Hermione parpadeó.

—¿Otra chica? —Harry no pudo evitar colorearse más.

—¿Qué Sirius Black que? —Ron apareció en la puerta parpadeando y Sirius que empezaba a enajenarse sujetó a Harry por el brazo por ser lo único conocido en aquel loco lugar.

—Eh James, ¿quién es ese rojito que acaba de entrar?

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Notas de Okashira Janet: Mi primera incursión en este fandom, que Dios nos ampare, ojala el inicio haya sido de su agrado, un beso Ciao

1° de Agosto del 2011 Lunes