Capítulo 1 La chica de cada noche.
Y aquí estaba yo, de nuevo, como cada noche, asomada por la ventana de mi habitación que daba la vista a la calle, con todas las luces de mi casa apagadas.
Me removí ansiosa y saque los binoculares.
Creo que en otra vida pude haber sido detective, parezco acosadora, lo sé.
El reloj de mi mesita de noche soltó un zumbido; al voltear a verlo me di cuenta de que eran las 11:30 de la noche y aun no había señales de vida afuera, la calle estaba desierta, no pasaba nada, fruncí el ceño completamente exasperada. En ese momento los faros de un taxi iluminaron la calle y se detuvo justo enfrente de mi casa. De él salió una chica alta, su cabello era color fresa y traía una gabardina larga color caqui, conforme caminaba, podía escuchar el sonido de sus tacones de aguja en el pavimento.
Ella caminó hasta pararse afuera del imponente portón de la casa de enfrente, este se abrió y ella desapareció por la entrada, caminando por el enorme jardín hacia la gran casa.
Sentí una punzada de celos recorrerme.
Mi nombre es Isabella Swan, tengo veinticinco años y vivo en uno de los suburbios más ricos de los Ángeles, donde viven los inversionistas, los actores, los cantantes y los empresarios.
Yo no soy nada de eso, me doy el lujo de vivir aquí porque soy escritora, pero bajo un seudónimo, nadie sabe quién soy, ni a que me dedico. Mis libros por suerte han sido muy vendidos, cuando logré reunir dinero suficiente decidí invertirlo, compré unas pocas acciones de una empresa que buscaba inversionistas, aun recuerdo como mi mano temblaba cuando firmé los documentos, rezando por haber tomado la decisión correcta y no perder mis ahorros. Afortunadamente funcionó el negocio y dejé de preocuparme por el dinero. Mi curiosidad por un mundo al que nunca había tenido acceso antes me llevó a comprar esta casa.
Sin embargo yo no soy como las mujeres que viven aquí, me considero una chica normal, sencilla. Hasta hace poco no me metía en los asuntos de nadie, pero las mujeres que viven aquí son bastante chismosas, ellas hacían que mi estomago se revolviera de desagrado.
Pero claro, mi instinto acosador empezó en el momento en el que conocí al el vecino de enfrente. Edward Cullen. Empresario exitoso, veintisiete años, alto, varonil, misterioso, hermoso. Lo conocí el segundo día de haberme mudado, ya que salió a recoger el periódico, murmuró un 'Buenos días' y se metió de nuevo a su casa. Desde ese primer momento no he dejado de pensar en él, me he imaginado hablándole, tocándolo, besándolo. Gracias a San Google pude averiguar cosas sobre él, era el dueño de una empresa que se dedicaba a construir rascacielos. Era Géminis, y participaba en múltiples obras de caridad. Nunca lo habían fotografiado con una novia, se decía que su familia vivía en Londres, donde su padre manejaba otra sede de Cullen Company. A pesar de haber investigado no pude encontrar mucho sobre él, era muy discreto y rara vez se le veía sonreír.
Suspiré.
Una o dos veces por semana llegaba una mujer diferente a satisfacerlo, mi sorpresa fue mayúscula la primera vez que vi a una de esas chicas entrar a su casa y salir horas después, pero casi me da un ataque cuando me di cuenta de que siempre era una chica diferente, todas vestían igual, con la larga gabardina color caqui.
Y es así como había llegado a esto. Llevaba dos largos años espiando a mi vecino, me había enamorado de Edward Cullen, y él ni siquiera me ha mirado. Había pensado en ir a su casa a presentarme, pero los nervios al imaginarme su mirada de desdén me lo impidieron. Había acudido a una fiesta de una de las vecinas llamada Jessica Newton, solo con la esperanza de qué tal vez él apareciera, ya que ella mencionó que lo había invitado, pero no se apareció por ahí, poco antes de la media noche me cansé del ruido y salí de la enorme casa de los Newton y caminé por la banqueta para dirigirme a mi casa. Al ver a otra de las mujeres entrar por el enorme portón sentí una punzada de desilusión, él estaba muy ocupado con sus chicas como para acudir a una fiesta.
Así que decidí llevar a cabo un plan.
Tomaría solo por una noche el lugar de una de las mujeres que venían, había vigilado sus movimientos, la hora en la que llegaban y los días que las pedía; así que en tres días vendría la próxima mujer, y yo la secuestraria y tomaría su lugar, como lo había planeado. Claro que para esto tuve que contarle mi plan a Emmett y a Jasper, mis mejores amigos, ya que no me veía con la fuerza suficiente como para arrastrar a alguien a la fuerza hacia mi casa.
Era arriesgado, lo sabía, pero valdría la pena intentarlo, y tal vez, si estaba solo una noche entre sus brazos, se me pasaría la obsesión y podría seguir con mi solitaria vida.
Soy una loca de tan solo pensarlo.

A la mañana siguiente fui al centro comercial para comprar el atuendo correcto, estaba segura de que a ningún hombre le gustaría ver mis bragas de Bridget Jones debajo de la gabardina. Después de buscar y buscar encontré algo mas o menos decente, me dio vergüenza de solo mirarlo aunque no era tan extremo, solo un camisón delicado, de encaje en un tono rosa bebé , y unas balerinas del mismo tono, complementando con unas medias blancas de seda que llegaban hasta el muslo. Se podría decir que el atuendo era bastante inocente, pero no me atrevía a usar algo más descubierto.

Seguí caminando ausente por todo el centro comercial, haciendo una lista mental de lo que le tendría que hacer a mi cuerpo en cuanto llegara a casa. Jasper había sugerido la depilación brasileña, pero yo aun estaba indecisa.
Estaba a punto de bajar las escaleras eléctricas cuando choque con una chica bajita, con aspecto de duende, era muy bonita y tenía un montón de bolsas en las manos.
—Lo siento mucho—se disculpó—Es que venía distraída.
—No te preocupes, también ha sido mi culpa—le sonreí. Ella miró mi cuello, donde colgaba una cadena con un dije del escudo del clan de una de las novelas que yo había escrito.
—¿Eso es lo que creo que es?—preguntó emocionada—¡te gustan las novelas de Marie Knight?—asentí, sonriendo.
—Me caes bien ¿por qué no quedamos luego para hablar? El próximo libro de Marie saldrá a la venta en unas semanas y no tengo a nadie con quien discutir sobre ello. Incluso podríamos hacer una lectura conjunta. —preguntó efusiva.
—De acuerdo. —le dije e intercambiamos números. Una vez me despedí de ella caminé hacia mi auto, se hacía tarde y tenía que preparar todo.
En cuanto entré a casa me metí a bañar, me depilé como había dicho Jasper, lavé mi cabello con mi shampo de fresas favorito y salí de la ducha.
Me puse mi bata y empecé a secar mi cabello para peinarlo en ondas delicadas, me puse crema en todo el cuerpo y me coloqué rímel en las pestañas y un poco de brillo de labios.
Sonrojada me puse el atuendo que compré , y la gabardina encima.
El sonido del timbre en la puerta comenzó a sonar insistente, por lo que Emmett y Jasper seguro ya estaban aquí.
Salí a abrirles y me recibieron con una sonrisa.
—Estas hermosa Bells—dijo Emmett dándome un abrazo de oso.
—No es para tanto—murmuré avergonzada.
—Él tiene razón Bella, estas hermosa—dijo Jasper entrando a mi casa. — ¿Y cuál es el plan? —preguntó nervioso.
—La chica llegará en unos minutos, hay que salir, nos ocultaremos en esos arbustos, y en cuanto salga, la atrapan.
Emmett estaba ansioso por que llegara, pero Jasper no estaba del todo de acuerdo con lo que yo pensaba hacer, pero no se opuso. Solo decía que era estúpido y arriesgado.
—Te compramos esto Bells—dijo Jasper sacando una caja blanca.
—¿Qué es? —pregunté abriéndola. Me encontré con un antifaz blanco forrado con encaje del mismo color—Es hermoso ¿pero para qué es?
—No seas tonta Bella, es para cubrir un poco tu identidad ¿Olvidas que es tu vecino y puede reconocerte? —respondió Jasper incomodo, Emmett se acercó y me ayudó a ponérmelo.
—Gracias por ayudarme chicos— asintieron y en cuanto vimos los faros de el taxy acercarse salimos corriendo, ocultándonos en los arbustos.
El taxi estacionó, como siempre, enfrente de la casa. Pero no me esperaba que dé el salieran dos chicas, una de ellas era bajita, y se me hacia levemente conocida, y la otra era rubia y alta, le pagaron al taxista y comenzaron a caminar hacia la acera.
Emmett y Jazz comenzaron a contar hasta tres y se lanzaron como leones hacia las chicas, las cargaron en sus hombros y salieron corriendo hacia mi casa.
Al menos el secuestro fue rápido-pensé.
Los nervios empezaron a recorrer mi cuerpo en cuanto salí de mi escondite y empecé a caminar hacia el gran portón. Presioné uno de los botones y al momento una hermosa voz masculina me preguntó quién era.
—Soy…Isa me pidió esta noche señor—respondí, golpeándome mentalmente por el nombre.
—Pero pedí dos chicas esta noche.. —murmuró no voz apagada.
—Oh, mmm no nos informaron de eso, probablemente se equivocaron, pero si quiere me voy—ofrecí derrotada, el se quedó en silencio unos segundos.
—No importa, pasa, segundo piso tercera puerta a la izquierda—informó antes de que el gran portón comenzara a abrirse.
Corrí por el gran jardín hasta llegar al porche, abrí la puerta y me encaminé escaleras arriba, hasta llegar al pasillo indicado, donde comenzaron a temblarme las piernas.
¡Bella! ¡Esto es una locura!
Es la única manera de tenerlo-contesté a la voz en mi cabeza.
Te arrepentirás por esto, terminaras más enamorada después…-me advirtió pero la ignoré.
Caminé despacio hasta la habitación de donde salía un rayito de luz por debajo de la puerta y me paré frente a ella, nerviosa.
—Ya te escuche, pasa. —ordenó.
Respiré profundo, me acomodé el antifaz y abrí la puerta.
La habitación era hermosa y moderna, pero perdió sentido al ver a Edward sentado en un sofá de piel, con una de sus piernas reposando en la otra y su mano sostenía una copa de lo que parecía wisky en su regazo.
El me miró intensamente, extrañado.
—¿Porque la máscara? —preguntó. Me mordí el labio, tratando de inventar una excusa lo más rápido posible, pero solo me quedé callada. — ¿Y bien?
—Mmm, es…una nueva regla para proteger nuestra identidad. —dije atropelladamente.
—Las otras chicas nunca la traían—dijo mirándome con su hermoso rostro confundido y una ceja alzada.
Me mordí el labio, los nervios estaban aumentando.
—Acuéstate—me ordenó, señalando la enorme cama.
Me encaminé hacia una de las sillas, donde sonrojándome me quite lentamente la gabardina y la puse sobre la silla. Me acerque a la cama y gateé hasta llegar en medio, donde me recosté con los nervios a flor de piel.
El se levantó del sofá, y se paró frente a la cama, me observó mucho rato con los ojos entre cerrados. Así de pie pude verlo por completo, las mangas de su camisa estaban remangadas hasta sus codos, con los primeros tres botones desabrochados, dejando ver el principio de su marmóreo pecho. Por lo que pude ver antes no traía zapatos.
El observó todo mi cuerpo, se tomó lo que restaba del Wisky en un trago y dejó la copa en una mesita de noche y se acercó a mí, gateando por la cama, haciendo que mi corazón latiese más rápido conforme se acercaba.
Su rostro se posó frente al mío, observándome. El estaba recargado en sus brazos y sus rodillas a cada lado de mi cuerpo, manteniéndome cautiva.
Como si quisiera escapar...
Sin dejar de mirar mis ojos se acercó para besar mi mejilla, sus suaves labios se movieron por toda mi mandíbula hasta llegar a mi cuello, que empezó a besar y succionar, posó una de sus manos en mi cintura y yo casi sentía como mi corazón quería salir de mi pecho.
Empezó a bajar su mano por mi cintura y mi cadera, rozando mi trasero y bajando por mi muslo desnudo, justo donde terminaban mis medias y empezaba el camisón. Sentí como un líquido caliente empezaba a bajar por mi intimidad, mojando mis bragas. El seguía besando y lamiendo mi cuello, mientras colaba su mano por debajo de mi camisón, para posarla sobre mi trasero y apretó levemente.
Se incorporó y comenzó a desvestirse, desabrochando su camisa lentamente, como si supiera lo que provocaba en mí. Al quitársela no pude apartar mi vista de su hermoso pecho, sus abdominales, parecía que habían sido talladas por los mismos dioses ¿Como él podía ser tan perfecto?
Comenzó a desabrochar su cinturón, empecé a hiperventilar cuando se lo quitó y empezó a bajar sus bóxers negros lentamente, mirándome a los ojos y yo mirando los suyos, tratando de ocultar todo el deseo excesivo que sentía hacia él, y apretando mis piernas, para que no se diera cuenta de la piscina que había entre ellas.
El dejó de moverse y se quedó inmóvil, observándome. Yo dejé mi vista bajar nuevamente por su pecho, hacia sus abdominales marcadas, y la sexy V que se formaba en su muy bajo vientre, cuál fue mi sorpresa al descubrir que ya no traía bóxers, ya nada lo cubría.
Su miembro se alzaba, orgulloso, completamente erecto, era grande y grueso, perfecto. Mi clítoris empezó a palpitar, ansioso.
El se posiciono nuevamente sobre mí, al ver como miraba su miembro con deseo, algo pareció arder en sus ojos, estos pasaron de un verde esmeralda a ser casi negros por las pupilas dilatadas por el deseo; sentía como su cuerpo desnudo se apretaba contra el mío todavía cubierto.
—Tócame—ordenó suavemente en mi oído y empezó a lamer el lóbulo de mi oreja.
Yo llevé mis manos temblorosas hacia su pecho suave, pasándolas por su espalda levemente musculosa y siguiendo más abajo, posando mis manos sobre sus caderas y apretándolo a mí.
Los dos soltamos un gemido, al sentir como nuestras partes intimas se apretaban. El comenzó a bajar el tirante de mi camisón, besando mis hombros con anhelo, posó una de sus manos en mi cadera, subiendo mi camisón hasta mi cintura, y comenzó a restregarse contra mi muy húmeda braguita.
El se alzó un poco, tomó mi camisón de los extremos y me lo sacó por la cabeza, llevando inmediatamente sus manos a mis pechos desnudos, apretando ligeramente, haciéndome gemir.
Parece que le gustó ese sonido ya que tomó uno de mis pezones en su boca mientras pellizcaba el otro entre sus dedos, esa sensación y aparte sentir su miembro presionado contra mi vientre me estaba llevando al límite.
Hundió su rostro en mi cuello y lo sentí aspirar, llevó sus manos a mi trasero mientras yo enredaba mis manos en su suave cabello. El extendió su mano hacia su pantalón y saco un condón, yo rápidamente se lo quité de la mano, el me miró confundido.
—¿Lo quieres poner tu? —preguntó.
—No es necesario, me cuido— y era cierto, llevaba más de dos meses tomando pastillas, quería sentirlo sin barreras. El me miró dudoso—No te preocupes, no tengo una enfermedad ni nada por el estilo. — agregué, el lo pensó por un momento, como decidiendo si podía confiar en mi y volvió a hundir su rostro en mi cuello, posó sus manos en mis caderas e hizo las braguitas a un lado, hundiendo inmediatamente su miembro en mi, llegando hasta el fondo de una sola estocada.
Escuché su gemido ahogado en mi cuello mientras los dedos de mis pies se apretaban y él se deslizaba fácilmente en mi humedad. Empezó a penetrarme con un ritmo establecido, un poco lento pero profundo, chocando su pelvis contra la mía.
Eso mas la sensación de su respiración pesada en mi cuello, me estaba dando el mayor placer que había sentido en mi vida.
Puso sus manos en mi trasero y acercó aun mas mi entrada a su pene, en un nuevo ángulo que me hacía ver estrellas, aumentó el ritmo de sus embestidas mientras yo rodeaba su cintura con mis piernas.
En la habitación solo se oían nuestros jadeos y gemidos, nuestras respiraciones agitadas, el sonido que surgía de su pene adentrándose en mi vagina una y otra vez. Nuestras pieles se estaban tornando brillosas. El olor de Edward y el aroma a sexo invadía mis fosas nasales.
El separó su cabeza del hueco de mi cuello y me miró. Su hermoso cabello cobrizo estaba pegado a su frente por el sudor, llevó una de sus manos a mi rostro, tanteando sobre mi antifaz y lo jaló un poco pero lo detuve. Iba a intentarlo de nuevo, pero moví mi cadera en círculos para distraerlo, lo cual funcionó.
—Arg—gruñó.
Comenzó a moverse más insistentemente, entrando y saliendo de mi rápido, fuerte.
Enredó su mano en mi cabello y llevó su boca a la mía, besándome apasionadamente como nunca nadie lo había hecho. La punta de su lengua pidió permiso para entrar a mi boca, el cual concedí gustosa.
Nuestras lenguas empezaron una lucha apasionada pero suave, me sentía tan caliente que hasta llegué a pensar que tenía fiebre. La sensación de su pecho rosando contra mis pezones erectos era deliciosa.
Cada que se adentraba en mí sentía mi interior en llamas, me sentía arder, me consumía en sus brazos.
Mis piernas comenzaron a temblar mientras mis paredes se apretaban a su alrededor, llegando por fin al orgasmo más potente que he tenido en mi vida. Llevándomelo a él conmigo, su cuerpo se tensó y empezó a ahogar jadeos en mi boca, sentí como se derramaba en mi interior.
El dio otras tres envestidas lentas y se dejo caer sobre mí, separándose de mis labios y hundiendo su rostro en mis cabellos. Repartió besos dulces por mi mejilla, aun sin salir de mí, hasta que su respiración comenzó a acompasarse.
Lo que yo mas quería era dormir a lado de Edward, todo lo poco que quedaba de la madrugada, pero no podía permitirme eso. Ahora tenía que volver a la realidad, ya tenía lo que quería y no podía pedir más.
Conforme me vestía sentía una sensación de vacío recorrer mi cuerpo, pero yo estaba consciente de esto y no me arrepentía, aunque en el fondo sabía que ahora todo iba a ser mas difícil.
Tomé mi gabardina y me acerqué a Edward, que dormía plácidamente boca abajo, separé uno de sus mechones cobrizos de su frente y besé sus labios antes de salir rápidamente de su casa y dirigirme a la mía, justo enfrente.
Abrí con la llave de repuesto y lo primero que vi al entrar fue a dos mujeres con los brazos cruzados, mirándome enfadadas.
—Sabes, si querías ir en nuestro lugar solo tenías que decirlo. No era necesario que nos asustaras de esa manera con esos tontos. —dijo la chica bajita.
—Aunque tenemos que agradecerte, gracias a eso hemos encontrado a los hombres de nuestras vidas—completo la rubia, sonriéndome—O al menos eso es lo que dice Alice, y he aprendido a no dudar de su instinto.
—Ahora que me acuerdo, tu eres la chica que vi en el centro comercial, que pequeño es el mundo. — sonreí con reconocimiento.
—Lo siento—murmuré avergonzada—Pero…
—No te preocupes, los chicos ya me contaron tu situación—dijo la rubia mirándome con compasión —Fue un poco impulsivo, demasiado, diría yo. ¿Porqué simplemente no te presentaste y le llevaste unas galletas horneadas en casa como cualquier vecina normal? debes saber que ahora va a ser más difícil todo—asentí.
—¿Y?...¿cómo estuvo? —preguntó la duende alzando las cejas.
—Magnifico—contesté sonrojada. —No puedo sacarme sus besos de la cabeza.
—¡¿TE BESO?! —preguntaron las dos, exaltadas.
—Si…¿Por qué? —me confundí.
—Edward Cullen nunca ha besado a ninguna de las chicas que han estado con él —me informó la rubia frunciendo el ceño—Eso significa que le gustaste—sonrió y yo traté de desechar esa idea, no quería ilusionarme.
—¡Mira! —gritó la duende caminando hacia la ventana, la seguí y ahí parado estaba Edward, con mi mascara entre las manos, viendo ambos lados de la calle insistentemente, como buscando algo. Parece que no lo encontró ya que se llevo una mano a los cabellos y se metió de nuevo a su casa.
¿Cómo pude haber olvidado la máscara?
Ahora lo más importante era que no me reconociera, las chicas me sonrieron.
—Todo irá bien, confía en mí—me dijo la chica bajita, yo solo asentí.
—De verdad siento haberlas asustado hoy solo por mi egoísmo—dije avergonzada, ellas asintieron, al darme la vuelta para dirigirme hacia la escalera pude ver a mis amigos sentados en el sofá, con los ojos rojos e hinchados. Pude ver una botellita de gas pimienta en el suelo.
Caminé hacia el cuarto de baño, me duché rápidamente y me puse ropa cómoda, metí el camisón y las medias en una bolsa negra y la saqué fuera del baño.
—Bella—dijo Emmett atreves de la puerta—sacaré la basura—gritó.
—Está bien.
—Después de eso nos iremos—yo solo asentí, pero claro, el no me podía ver.
Ya con ropa cómoda di vueltas por toda la sala tratando de no pensar más en Edward, pero me era inútil.
El timbre de la puerta sonó insistente, fruncí el ceño ya que no esperaba a nadie y menos tan temprano, el reloj de la sala marcaba las seis de la mañana, fui a abrir.
Ahí parado, en el umbral de la puerta estaba Edward Cullen, mirándome con una sonrisa rara en el rostro, una mezcla entre complicidad y maldad, pero perfecta. Yo me quedé estática en la puerta.
—Hola vecina, espero que hayas tenido una buena noche ¿me puedes prestar tu periódico? —preguntó con voz seductora—No me han dejado uno a mi esta mañana. —me miró a los ojos y sonrió satisfecho por algo.
—Cla-claro, tómalo—contesté sonrojada, el sonrió y lo tomó de el jardín.
—Te lo traigo en un rato—sonrió otra vez, una sonrisa torcida. —gracias ISAbella.
Yo me congele en mi lugar, el hizo énfasis en ISA, ¿Ya sabría que era yo?
—¿Cómo sabes mi nombre? — le pregunté nerviosa, sentí como la sangre abandonaba mi rostro, el sonrió más ampliamente.
—Lo dice en el buzón, nos vemos pronto vecina—se dio la vuelta y se encamino hacia su casa riendo.

Hola chicas, de nuevo aquí con otra loca idea Espero que les haya gustado, déjenme sus comentarios por favor.
Ustedes deciden si se queda asi o quieren que haga más capítulos, pero si deciden lo segundo, solo sería un fic corto. Pero ustedes deciden Háganmelo saber,
xoxo

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