Aspiración Híbrida.

Prólogo.

—Al menos finge que pones atención—. Me recrimina Haruhi mientras repaso con aburrimiento las notas de mi cuaderno. —Los exámenes para la universidad son en poco tiempo y tienes que estar preparado.

—Funcionamos a niveles diferentes. Si no me gusta lo que estoy haciendo, simplemente no va a entrar a mi cabeza sólo porque tú así lo quieres. Además, apelas al esfuerzo en el estudio cuando tú sólo necesitas dar una leída el día anterior.

Ha estado de malas. Ignoro la razón, pero la última semana su humor ha sido el acumulado de un año entero de rabietas, insultos e inconformidades, como si la mayoría de edad le hubiera robado el poco buen carácter que tenía. Pienso en ello mientras la miro y simulo escuchar el regaño que me está haciendo. Hoy no quiero estudiar, tampoco quiero discutir. Es domingo, podríamos estar haciendo cualquier otra cosa.

—Siempre es lo mismo contigo, tuve suficiente de ti por hoy.

Sin decir nada más, subió a la planta alta, regresó segundos después, preparada para salir a la calle.

—¿Vamos a algún sitio?

—Tú no… iré a ver a mis padres, volveré por la noche.

No se despidió. Sin comprender a ciencia cierta tan raros exabruptos de humor, la vi abrir la puerta y desaparecer por el parque.


Sin embargo, esto no comenzó hoy, sino más bien el jueves previo, fue ese día en que me di cuenta mientras la veía lanzar miradas melancólicas por la ventana de su asiento de siempre, el último de la fila del fondo. Es por demás decir que mi asiento es el de delante de ella. Durante estos meses nos las habíamos arreglado para mantener en secreto que vivíamos juntos, aunque ocultarlo por completo era virtualmente imposible. Todo mundo sabe que hay algo entre nosotros, pero nadie, salvo por la dirección de la escuela y por razones meramente administrativas, sabe que compartimos el mismo domicilio.

—Suzumiya luce decaída hoy—. Lanzó Kunikida con esa voz suave como de jovencita mientras abre su portaviandas.

—Y me lo dices a mí porque…— Le respondo con desgana.

—Porque seguramente hiciste algo que la molestó—. Interviene Taniguchi con sorna. —Es una sorpresa que no te haya botado aún, creo que eres el desafortunado que ha durado más tiempo con ella.

¿Desafortunado? Envidioso de porquería, al menos a mí no me mandó al diablo en cinco minutos como a ti y sé que morirías por estar en mi lugar. Me enerva escuchar hablar a este tarado sobre cosas que no entiende.

—Tarde o temprano se le pasará—. Dije al fin y tratando de dar la menor relevancia posible al tema.

—¿Y qué pasará con ustedes terminando el bachillerato? ¿Seguirán viéndose o se despedirán?— Preguntó Kunikida de vuelta. Sé que su pregunta es bienintencionada y corresponde a un interés legítimo, pero eso no le quita el grado de entrometido. Así que mi contestación me sacaba del problema y la conversación:

—No lo sé.

Sin embargo, el día terminó y el humor de Haruhi no mejoró. Al día siguiente lo comenté con el resto de la brigada a horas diferentes.

—Tal vez fue algo que hiciste y no te diste cuenta—. Era lo que Koizumi pensaba cuando le platiqué sobre el enrarecido ambiente en el que estaba viviendo últimamente, en el cambio de clases de la primera y la segunda hora.

—¿Algo como qué? No suelo tomar sus cosas o decir nada inapropiado con sus padres o los míos… no creo haber cometido ningún error.

—Probablemente olvidaste alguna fecha importante.

—Organicé con un mes de anticipación su fiesta de cumpleaños, hice mis averiguaciones para conseguirle un buen regalo de navidad, ya compré el chocolate que fundiré en marzo por el día blanco y aún falta para el primero de abril.

—¿No tendrá algún desorden hormonal?— Opinó Asahina, llegó a visitarnos a la escuela y nos llevó un almuerzo digno de reyes (con té y todo). —Tú sabes… por ser día veintiocho…

—Quizás suene raro lo que voy a decir, pero estoy más o menos al pendiente de esas fechas y no es el caso… además, cuando está en esos oscuros días, su humor no es tan malo.

—¿Has estado al pendiente de lo que te platica? Probablemente sienta que no le das atención.

—Aunque resulta particularmente difícil retener todas las tonterías que normalmente dice, trato de escucharlas a integridad al menos media hora luego de volver del trabajo.

—Insatisfacción sexual—. Disparó Nagato mientras caminaba junto con ella al salir de la escuela, pues mi trabajo queda por el mismo rumbo que su departamento.

—No… no lo creo…— Respondí sintiendo mi intimidad vulnerada. —Además… de unos días para acá, no hemos tenido… ¿cómo decirlo…? ese tipo de actividad.

—Un cambio radical e inevitable—. Dijo esas últimas palabras al detenerse en la calle que ella debe tomar para llegar a casa.

—¿De qué hablas?— Otra vez… esa sensación de que algo de vital importancia está pasando a mi lado sin darme cuenta.

—Suzumiya Haruhi podría tener un presentimiento. No tengo forma de demostrar que es el caso, es únicamente una suposición. Podrías tratar de averiguarlo por ti mismo, charlando con ella.


Casi las seis de la tarde del mismo día. Una rutina que está matando mi espíritu.

—Le atiende Kyon, es un placer recibir su llamada, ¿Cómo puedo ayudarle esta tarde?

Escucho el tonto problema técnico de la persona del otro lado de la línea. Tengo que darle orientación y buen servicio a quién me llame entre las cuatro de la tarde y las ocho de la noche… es un trabajo aburrido, monótono y repetitivo, pero gano lo suficiente para mantener por mis propios medios la casa que desde hace poco más de un año comparto con Haruhi. Hablando del diablo, ella se encarga de los gastos que refieren a la alimentación y tiene un pequeño fondo de ahorros para contingencias.

—Luces decaído esta tarde, Kyon. ¿Algún problema te aqueja?— Pregunta con su voz política, amable y confiada mi jefa de área. Por qué me habla con tal familiaridad, se preguntarán. Bueno, es porque es una amiga… una intima y vieja amiga.

—No en realidad. Supongo que sólo estoy cansado. Es una fortuna que sea viernes al fin.

—¿Grandes planes de fin de semana para ti y Suzumiya?

—Ojalá así fuera.

Mi superior se acerca a mí, es raro decirle superior cuando tiene exactamente mi edad. Con la misma confianza con que me habla deposita una de sus suaves manos sobre la mía.

—Si tienes algún problema del que necesites hablar, no dudes en acercarte a mí. Siempre tengo tiempo para un viejo amigo—. Me regala con su encantadora sonrisa.

—Gracias, Sasaki.

La veo regresar a su oficina y me asalta el recuerdo del día que Haruhi se enteró que ella sería mi superior. Una semana completa vino por mí al trabajo, su argumento era que "el primer amor es siempre el primer amor". Por supuesto, una vez más hice todo lo posible por convencerla que Sasaki no era ese primer amor… parece que no le cabe en la cabeza que la amistad entre un hombre y una mujer no siempre tiene que terminar en una relación de pareja. "No tienes por qué sentir celos, ¿No fui y regresé de ese aislamiento por ti y sólo por ti?" era lo que le preguntaba ante sus dudas, ella me respondía con un "idiota", pero se sonrojaba y a veces le resultaba imposible ocultar su alegría… ahora que lo pienso, esos días parecen hoy tan distantes…


—¡He vuelto! ¡Traje algo de sōmen!— Exclamé apenas llegué a casa. Sin embargo, las luces apaggadas y el silencio fueron mi único recibimiento ese día, Haruhi trabaja desde casa, por lo mismo pensé que sería raro no hallarla.

—Ah, sí… es que… mamá me pidió que me quedara esta noche con ellos, ha estado un poco enferma…— Me dice Haruhi por teléfono, sonaba poco convencida. —Disculpa por no avisarte… mañana estaré en casa temprano.

"Temprano" era un término ambiguo. En todo el tiempo que llevaba como miembro de la Brigada SOS "temprano" significaba "una hora antes". Haruhi lo redefinió al llegar poco después de las siete de la noche. Huelga decir que se pasó el resto de la noche fingiendo que yo no existía o tratando de pegar a mi cerebro los exámenes de prueba para la universidad. Eso sin contar que al llegar la hora de dormir apenas me dedicó un tajante "hasta mañana" antes de apagar la luz y fingir que dormía. No obstante, los hábitos son difíciles de quitar. Por la mañana amanecí con mi rostro en su estómago y mis brazos rodeando su cintura mientras ella abrazaba mi cabeza. No tengo la menor duda de que seguíamos amándonos tan intensamente como descubrimos poco más de un año atrás… sin embargo, algo faltaba, o sobraba, o estaba incompleto. No podría decir qué en realidad.

—No sé de que hablas—. Fue su respuesta al preguntarle, igual de tajante mientras desayunábamos el sōmen que había traído.

Lo peor que puedes hacer en una situación así de tensa es enojarte. Y eso fue exactamente lo que hice. Sin poder evitarlo, solté los palillos sobre la mesa… bien, siendo honesto, arrojé los palillos a un lado del plato.

—Notarás que a menos que me digas que es lo que te tiene tan molesta, no puedo hacer nada por corregirlo, ¿verdad?— Le dije con seriedad mientras trato de encontrar su mirada. Ella no se atreve a verme. Tampoco me responde. —Haruhi…

—No tengo nada, déjame en paz.

—Bien, juguemos a tu jueguito del escondite—. Me levanté de la mesa y tomé mi plato aún sin terminar para lavarlo, como era la política de casa. —Pero considera que mi paciencia no es infinita.

Es una niña caprichosa. Esa es la única verdad. No me habría sorprendido en lo más mínimo que se hubiese ido a un rincón a hacer una rabieta luego de que me retiré de la mesa, sin embargo, no fue así. Terminó su desayuno tranquilamente y minutos después me llamaba nuevamente a la mesa para estudiar para los dichosos exámenes. Fue ahí donde comenzamos, y como notaron, bastó un inocente comentario para hacerla salir del lugar sin dar siquiera una explicación.

Jugué un videojuego de guerra la siguiente hora. De alguna forma que no entiendo me resultaba relajante desmembrar extraterrestres para distraer la mente (espero que Nagato nunca se entere de eso), pero con todo y la aparente diversión, había decidido un rato atrás que iría por ella un poco más tarde… iría sin avisarle, quizás charlar un poco con sus padres resolvería el misterio. El destino, como siempre, tenía planes diferentes para mí esa tarde. El timbre sonó y yo abrí.

—¿Qué hace usted aquí?— Pregunté, sonando un poco grosero.

—¿No invitas a este viejo a tomar una taza de té?

—Ah, por supuesto… pase, Señor Suzumiya…

El hombre era, como seguramente ya concluyeron, el padre de Haruhi. Él nunca se enteró del verdadero motivo por el que Haruhi y yo terminamos viviendo juntos, según él, era porque nos queríamos mucho y no éramos lo suficientemente pacientes como para esperar nuestra mayoría de edad. Aunque parte de ese argumento es cierto, la verdad estuvo más bien en la llegada de la extinta Brigada SOS-Ni, hace más de un año. Los primeros meses el tipo fue una pesadilla, casi tanto como Haruhi en cuestiones de actitud, en algún momento llegué a temer que estuviera espiándome y era sumamente difícil ocultarle cualquier cosa, su intuición y capacidad de observación eran iguales a las de Haruhi, pero sazonadas con veinte años de ventaja sobre su hija.

Sin embargo, una vez que se hizo a la idea y comenzamos a tratarnos, me gané en muy poco tiempo su confianza y él la mía, volviéndonos buenos amigos.

—Justo estaba pensando en ir a visitarlos esta noche—. Le comentaba mientras bebía el té mal preparado que improvisé.

—Tú y Haruhi tienen problemas, ¿verdad?

—No lo sé. No me dice nada.

—Lo noté porque en todas las veces que ha ido a visitarnos, procura no hablar conmigo… supongo que es porque piensa que podría venir a contártelo.

—¿Y usted lo haría?

—Estoy aquí, ¿no?

Discutimos un rato sobre las posibles causas del desasosiego de Haruhi, jugamos videojuegos y un rato después, la charla tomó algo más de seriedad.

—Y dime, muchacho… ¿Ya han pensado que harán?

—Pues si no me entero que es lo que la tiene tan molesta…

—No me refiero a eso. Son una pareja joven, todas las parejas tienen peleas. Me refiero a qué harán en el futuro. En menos de un mes terminarán el bachillerato y ambos son ya mayores de edad… Veo que viven bien y todo eso, sin presiones…

—¿A dónde quiere llegar?

—Quizás Haruhi está molesta porque no has tomado providencias para el futuro, no le das esa estabilidad que puede estar buscando.

—¿Estabilidad? ¡Por favor! ¡Usted la conoce desde que nació! La estabilidad no es precisamente su fuerte.

—Por eso mismo. Ella te ama, no tienes idea de cuánto… probablemente teme a que tú no lo tomes tan en serio y no busques un futuro a largo plazo con ella.

No respondí de inmediato. Aparentemente él no esperaba a que lo hiciera y me miraba condescendiente. Tal vez fuera eso… yo pago impuestos, hago el mínimo esfuerzo posible para tener calificaciones adecuadas, no busco la perfección como ella… ella tiene un fideicomiso y una cuenta de ahorros, está más preocupada de que yo logre entrar a la universidad que ella misma. Creo que él tiene razón. La pregunta es: ¿Cómo cambio mi actitud en la dirección correcta? Es increíble pensar que hemos enfrentado el fin del mundo más de una vez y no pueda lidiar con un problema doméstico de este tipo.

—Tiene razón. Lo hablaré con ella cuando llegue.

El viejo me sonrió como sonríe quien se siente satisfecho de haber hecho su buena acción del día y comenzó a despedirse.


Me quedé en el banco del pórtico un par de horas luego de que el padre de Haruhi se fuera, después de ese tiempo vi llegar a su hija y quedarse plantada frente a mí por algunos segundos, luciendo ese encantador vestido blanco de tirantes que la hace ver como un bellísimo alcatraz.

—¿Vino papá?

—Sí… ¿Cómo lo sabes?

—Bueno, pues a menos que tenga una amante, no tiene otro sitio a donde ir—. Se sentó a mi lado, a disfrutar del buen clima del final del invierno.

—¿Qué dices si te invito a cenar a un lugar lindo y volvemos más tarde a terminar de repasar las pruebas para el examen a la universidad?— Le propuse. Por primera en muchos días la vi sonreír.

—Vamos a la cafetería junto a la estación. Y no estudiemos más por hoy… es domingo, deberíamos hacer otras cosas.

Su intranquilidad de perturba. Verla tan dócil y quieta, sin ese particular demonio que vive dentro de ella y la hace ruidosa y molesta me estruja el alma. La jovencita que ganó mi corazón por azares del destino estaba oculta debajo de esta chica que había dejado atrás la melancolía para dar paso a una incipiente nostalgia… esa nostalgia del adulto joven que está dejando detrás la crisálida de la niñez y una adolescencia que se antoja demasiado rápida, y que ha terminado sin que te des cuenta.

Ese fue únicamente el prólogo, la introducción, la antesala, el previo obligatorio… faltaba muy poco para que terminara ese apacible domingo y con él, mi tranquilidad. Papá Suzumiya vino hasta aquí y aclaró parcialmente el misterio que representaba el pésimo humor de mi compañera de vida, digo que parcialmente porque sé que hay algo más, pero haber encontrado esta parte ya fue un avance importante… sin embargo, ese no era más que el principio de un pequeño viacrucis que la brigada debería atravesar en los próximos días y que daría comienzo formalmente el día siguiente, lunes. La señal que anunciaría que todo se pondría de cabeza sería un aparentemente común accidente de tránsito.

Si tan sólo hubiera imaginado lo que se nos avecinaba…

Prólogo.

Fin.