Los personajes de esta historia no me pertenecen. La trama es mía.

Y sí, después de treinta y dos capítulos PLUGGED llega a su fin.

CAPÍTULO DEDICADO A CADA UNA DE VOSOTRAS, POR SEGUIRME EN ESTA TRAVESÍA Y MUY EN PARTICULAR, A UNA NENITA QUE SE LLAMA SILMO Y QUE ME HA DADO UNA DE LAS ALEGRÍAS MÁS PROFUNDAS DE MI VIDA.

Beteado por Jocelynne Ulloa, Betas FFAD.

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PLUGGED

Capítulo 32

BELLA'S POV

María sonreía con aprobación a Bree, al ver a tremendo espécimen de hombre que traía consigo. Pude verlo inmediatamente en sus ojos asombrados. Jacob llamaba poderosamente la atención a cualquier tipo de fémina. Era irrelevante su edad.

Me reí para mis adentros, apoyándome en el hombro de Ben. Él no se había acercado a saludar a sus padres, que hablaban con María y Miguel, mientras Jake y Bree caminaban hacia nosotros con una sonrisa en sus labios.

Bree dio un saltito medio metro antes de llegar a nosotros y se colgó del cuello de su hermano, haciéndolo sofocar una carcajada.

—Has engordado—, enfatizó Ben. —Este chico te alimenta demasiado—. Hizo un gruñido y tanto Jake que se mantenía a una distancia prudente de Ben como yo, reímos abiertamente.

—Tú en cambio, te ves más delgado hermanito, quizás demasiado ejercicio—. Los ojos negros de Bree me buscaron con picardía y sentí mi cara arder. — ¡Shhh! Bella, no te hagas, seguro que os habéis pasado todo el tiempo metidos en la cama—. Susurró inclinando su cabeza hacia mí.

—Te encanta incomodarla. ¿Verdad, Bree?—. Espetó Jake a Bree. —Ven acá, Bells. Dame un abrazo.

Di apenas dos pasos para abrazar a Jake y con él evoqué el perfume de Washington y por supuesto, el recuerdo de Edward y su reciente perdida.

Bree nos había llamado días antes para darnos la noticia. La mujer de Edward había perdido el control del vehículo donde viajaba, teniendo un accidente mortal. Recordaba a Victoria y me abrumó su muerte, pero también pensé en Edward y en los malos momentos que podía estar atravesando. Tuve intención de llamarlo para darle el pésame, pero Bree lo hizo por mí y pensándolo bien, era lo mejor. No sabía que decirle y como.

—Toca evaluación, ¿no Bells? Yo la he pasado y con franqueza te digo que no es tan malo—. Jake me guiñó un ojo y sonreí nerviosa.

Después de todo, Ben ya me había informado de lo puristas que eran sus padres. Su padre, un hombre fuertemente arraigado a lo más sobrio de la sociedad canadiense y su madre, una concertista de piano vencida por el peso y la fuerte personalidad de su marido.

Los miré mientras Jake, Ben, Bree y yo charlábamos divertidos.

Viveka Tunner era una mujer bella, con cabello negro y ojos oscuros como Ben y Bree y pese a su edad, que debería rondar los cincuenta, tenía un cuerpo de infarto impactante. Poseía unas largas piernas, embutidas en vaqueros estrechos y una camisa con mangas recortadas, anudada a la cintura. Cuando llegué a su rostro, ella también me estaba mirando y gemí para mis adentros. Aquella no era la mirada de una mujer que deseara conocer a la novia de su hijo. En aquellos ojos había una acusación escondida que se me escapaba, pero aún así, trató de esconder el gesto y caminó hacia nosotros, después de darle a su marido una palmada en el hombro.

Ben carraspeó al verla llegar y la agarró de la cintura para besarla con calidez.

—Mamá—. Susurró. Sus ojos viajaron hacia mí, rebosantes de amor y con el mismo tono enronquecido. —Ella es mi Bella. Mi novia.

Escuché la risita de Bree, pero los ojos oscuros de Viveka Tunner trataban de monopolizarme la cabeza. Sonrió, forzada lo sé, y acercó sus labios a mi rostro para besarme las mejillas.

— ¿Así que tú eres la hija de Charles y Reneé?—. Fruncí el ceño y miré a Ben intentando ver en su rostro alguna respuesta. Mi novio estaba tan impactado como yo y sonrió nervioso a su madre.

— ¿Conocías a los padres de Bella? Mamá, no me habías dicho nada—. Había una especie de ruego en aquella frase y me aferré a su mano con ferocidad. Hablar de mis padres me dañaba, nunca lo hacía y el saber que aquella mujer que me incomodaba los había conocido, no me hizo sentirme más segura en su presencia.

Ella rió, palmeando el pecho de su hijo.

—Sí, por supuesto. ¿Quién no sabe de la familia de Aro Vulturi?—. Ella volvió a reír y sus ojos se estrellaron contra los míos. —Encantada Isabella Swan.

Sólo fue esa frase, ni una sola más.

En una semana Viveka Tunner no me dirigió más la palabra y no quise decirle nada a Ben, pero pude ver con claridad el odio en sus ojos cuando Ben puso en mi dedo en un gesto de lo más dulce, el anillo de prometida en mi mano.

La joya era una pieza de la familia de Jhon Tunner. Un anillo delicado y sencillo sin ninguna ostentación. Ben se emocionó al verme puesta la joya en el dedo y aquella noche, pese a que desde que habían llegado sus padres dormíamos en habitaciones separadas, vino a hacerme una visita nocturna y acabamos haciendo el amor.

Jhon Tunner en cambio, me trataba con generosidad y sonreía en todo momento. No creo que le pasara por alto la acritud con la que me trataba su esposa, pero él la enmascaraba, agarrándonos a Ben y a mí dando paseos por la finca, visitando los caballos y las diversas parcelas de terreno de su propiedad.

En algún que otro momento Ben y él se quedaban a solas y hablaban con gesto serio, pero Jhon Tunner siempre cerraba aquella conversación con algún gesto cariñoso para su hijo.

Bree y yo casi no pudimos estar a solas ni un solo momento. Viveka monopolizaba todos los momentos e intentaba apartarme de todas las conversaciones, sin mirarme si quiera.

Llegué a la conclusión que aquella mujer estaba celosa. Yo le había robado a su hijo, de alguna manera y hasta que no le demostrara que era una buena chica para él, no me trataría con algo de estima.

Estuve algo apagada hasta que no se marcharon una semana después.

Ahora de nuevo Ben y yo estaríamos solos, lo que nos restaba de vacaciones.

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EDWARD'S POV

Aro había decidido sin preguntarse, apartarme de Cullen Ltda, por un tiempo. Su argumento fue mi reciente viudez. Según el viejo debía de poner mis ideas en orden y aceptar el hecho de haber perdido a mi esposa.

Admito que soy un cabrón, pero algo de sentimientos han aflorado en mí, ya que sí me siento responsable de la muerte de Victoria y de mi hijo.

Me ahogaba en el alcohol hasta que perdía el sentido, me levantaba tarde y volvía comenzar aquella monotonía que estaba acelerando a marchas forzadas una cirrosis mortal en mi hígado.

Varias veces tuve noticias de aquel inútil detective privado que había contratado, diciéndome que todo iba por buen camino y, que dentro de poco, tendría algo con lo que machacar a Ben "bastardito" Tunner.

Bella se había metido dentro de mi piel y era como una especie de droga, de la que no encontraba cura. Su síndrome de abstinencia me mataba poco a poco. Si tan solo pudiese verla, quizás y solo quizás, algo de este dolor menguaría.

Una tarde a mediados de Agosto mamá se presentó en el apartamento, aporreando la puerta. Yo ya llevaba en mi cuerpo dos whiskies a las escasas cuatro de la tarde.

Abrí la puerta con el batín mal anudado, viendo el rostro de mi madre cargado de disgusto.

—Edward—. La voz de mamá, pastosa y juvenil aún, me hizo hacerle una reverencia cómica para darle paso. Ella puso los ojos en blanco y traspasó el umbral de la puerta, fijando la mirada en aquel desmadre de habitáculo. —Creo que además de tu vida, tienes que poner algo más en orden—. Susurró.

Bufé a su espalda y agarré de nuevo el vaso de licor que reposaba en la mesa de centro. Tragué hasta vaciarlo y me senté en uno de los sillones, mirando el dulce rostro de mamá.

— ¿Qué has venido a hacer aquí, mamá?— Pregunté llevándome una mano al cabello, tirando de éste. Isabella Swan tendría la culpa de mi más que posible calvicie en un futuro no tan lejano.

—Hijo…—. Ella sonrió de manera maternal y se sentó junto a mí dándome una palmada en el muslo. —Sé que no estás así por Victoria. Tu padre y yo hemos hablado de ello y Dios sabe que nunca me he metido en tus cosas, pero esto no tiene razón de ser Edward. ¿Quieres destruir la vida de una chiquilla que no ha hecho otra cosa que no caer rendida ante ti?

O sea, ¿qué era aquello? ¿Venía a abogar por Bella y su novio bastardito?

—No sé de qué me hablas—. Increpé

—Has estado tan metido en este caos que ni si quiera sabes que tu hermano y Bree han marchado a España para pasar unos días con ellos—. Mamá intentó buscar algo en mi mirada y bajó los ojos al continuar hablando. —Se casa, Edward. Déjala en paz. Ella… ella será feliz con ese chico y tú no puedes hacer nada para parar eso, nada.

Me levanté como una fiera, dando dos zancadas de nuevo hacia el mueble bar. Allí agarré la botella y directamente di un trago de ella.

— ¡Te equivocas! Yo… tengo en mi mano una serie de documentación que puede hacer que ella, ella… lo deje. Si tanto lo ama, será así y entonces será mía.

—Edward—. Mamá gimió mi nombre y se levantó del sofá caminando hacia mí. —Edward cariño, no… no lo hagas.

— ¡Cuando Aro planteó el casarme con Victoria no te negaste! ¡Ahora quiero que Isabella Swan sea mía y tampoco te inmiscuirás! ¡La quiero para mí, madre! ¿No lo entiendes?— Me llevé una mano al rostro y lo aplasté, arrugando las comisuras de la boca en el proceso.

Mamá bajó la mirada y se tocó la alianza, rodeándola con su dedo anular y sacándola, jugueteando con ella.

—Está bien, Edward—. Llegó a mí con los ojos llenos de lágrimas y besó mi mejilla. Unos instantes después me había dejado de nuevo solo con mi botella de licor.

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—Buenos días señor Cullen, un placer tenerlo de nuevo en Cullen Ltda. — Jane. Sí, creo que Jane se llama la rubia de recepción. Me había dedicado la mejor de sus sonrisas mientras que caminaba sobre el hall de las oficinas, en dirección al elevador. Yo la imité y esperé pacientemente a que las puertas del ascensor se abrieran.

— ¿Qué tal estas, hijo?—. La voz de Aro me asaltó los sentidos y cuando giré el rostro eleve una ceja. El maldito viejo se veía más delgado y cetrino desde la última vez que lo había visto, pero lo achacaba a la edad más que a otra cosa. ¿Qué edad podría tener Aro?

—Bien—. Sonreí sin ganas, encerrándonos ambos en el elevador. —Espero que las cosas aquí no hayan cambiado mucho desde que las dejé hace más de un mes.

Aro me miró con un brillo malicioso en los ojos y sonrió.

—Septiembre siempre llega con cambios, Edward. Parece mentira que un tiburón de las finanzas como tú no se acuerde de eso.

Septiembre, había contado todos los días, los había tachado del calendario de la cocina. Siendo una pesadilla cada uno de ellos.

Ella volvería de sus vacaciones en Septiembre y con su vuelta todo el engranaje para verla entre mis piernas estaría a punto. Sonreí y abrí la puerta de mi despacho, para encontrarme con el rostro de Tanya forzado en una sonrisa, papá estaba allí. ¡Que me jodan! Pero no soportaba que Carlisle me siguiera los pasos.

Después de aquella mínima conversación con mamá sobre mis planes para Isabella Swan, tanto él como ella, se apartaron del asunto y no me dieron más la murga, pero algo me decía que aquel comportamiento era mucho peor que el primero.

—Edward—. Papá, sonrió y me ofreció su mano. — Qué bueno tenerte de nuevo en la empresa. ¿Cierto Aro?

Los ojos de papá se focalizaron en los del viejo que estaba a mi espalda.

—Sí, claro.

Su celular sonó y se marchó de la oficina, dejándonos a Tanya a papá y a mí, solos.

—Me alegra verte de nuevo, Edward. —Tanya llegó hasta mí con sus labios pintados de rojo y su cuerpo infarto, me abrazó con efusividad. —Esto no ha sido lo mismo sin ti.

Le sonreí sinceramente y caminé hacia mi mesa, encendí el ordenador y me dispuse a sentarme haciendo caso omiso a Tanya y a papá, que parecían expectantes por algo.

Los miré y elevé ambas cejas.

— ¿Qué?—. Pregunté.

Papá comenzó a decir algo, pero Aro irrumpió de nuevo en la oficina haciéndolo callar.

—Carlisle, lo siento mucho pero mi nieta acaba de llegar de España y me muero por verla.

Apreté el puño debajo de la mesa y una risa de triunfo me inundó el pecho.

No perdería ni un solo día más. La separaría de aquel hombrecito aquella misma tarde. Debía de pensar con detenimiento como hacerla llegar hasta mí y plantarle la información que tenía del bastardito, en sus delicados morros.

Jenks había abierto otras líneas de investigación que me llegarían a última hora de la tarde, pero no podía perder ni un minuto, quería apartarla lo más rápido posible de aquella mierda que se la bebía con la mirada. Yo la iba a devorar y no con la mirada precisamente.

Me pasé la lengua por los labios, en gesto de lo más felino y los ojos se desviaron hacia Tanya que me miraba con curiosidad.

Sonreí, feliz por lo que deparaba el día y pregunté.

— ¿Lista para comenzar de nuevo con "El Ogro", querida ex?

Ella achicó los ojos y asintió con la mirada. Aro se había marchado y Carlisle se mantenía en una de las sillas que había al otro lado de la mesa. Aquello no me olía bien.

—Tanya—. Ella obedeció, saliendo del despacho y yo junté mis manos encima de la mesa, listo para escuchar lo que debía de decirme mi padre.

— ¿Y bien? Sé que no estas aquí para halagarme o darme palmaditas en la espalda, papá. Suéltalo. Ya.

Él se paseo la mano por el cabello. Un gesto muy Cullen y se retorció las manos. Estaba nervioso y aquello me hizo poner aún más atención sobre él.

— ¿Qué ocurre?—. Insté con gravedad.

—Mira, Edward—. Comenzó. —Siempre te has preguntado el porqué de que Aro te casara con Victoria. Sí, es cierto que hay algo oscuro y violento en todo esto, para hacerlo obrar de esta manera. Aro es un hombre bueno que siempre ha dado la cara por las personas que más ha amado y a nosotros también nos ama, Edward. Eso quiero que lo tengas claro.

Reí con amargura.

—Sí, claro, por eso me invitó muy amablemente a casarme con Victoria.

—Él lo hizo por nosotros Edward, solo por nosotros—. Papá se levantó y comenzó a pasear a lo largo y ancho de toda la oficina.

Saqué un cigarrillo de mi pitillera y esperé pacientemente a que comenzara a relatarme lo que le corroía las entrañas.

—Fue hace mucho tiempo, pero no lo suficiente porque mi mente lo recuerda una y otra vez. Tú aún no habías nacido, pero tu madre ya te llevaba en el vientre. Ella tenía diversas amistades entre ellas, la mamá de Bella—. Me tensé oír su nombre, me enfebrecía en todos los aspectos. —Renée y tu madre iban a tomar clases de piano en una academia de Boston, allí intimaron de tal manera con la maestra que muy pronto la vimos en nuestro círculo de amistades. Un día, otro y otro… —. Papá se hincó de rodillas y comenzó a gimotear como un niño pequeño. —Yo te juro Edward, que no supe cómo pasó, cuando nos vimos fue como si el aire se cortara. Nos deseamos y vivimos una aventura a espaldas de tu madre. Pero tan solo de ella, ya que Renée supo de todo, obligándome a optar por una de las dos mujeres que abanderaban mi vida. Tú estabas en el vientre de tu madre y yo no pude dejarte. Sencillamente no pude.

Aplasté una mano en la mesa de escritorio y lo vi todo rojo.

— ¿Elegiste a mamá porque me llevaba a mí en su vientre? ¿La elegiste por esa razón?

Papá se tapó la cara con las manos y comenzó a llorar con auténtica amargura.

—Edward, cometí un error y créeme que lo he pagado, pero a ti también te ha arrastrado en el proceso. Cuando los padres de Bella murieron, James, que era por aquel entonces becario de Charles, el muy cabrón encontró unos documentos en un cajón bajo llave y éstos son con los que nos ha ido chantajeando con el paso del tiempo.

—Aro. Dejaste que Aro diese la cara por ti—. Hice una mueca de repugnancia. —Eres un cobarde. ¡Debiste de aceptar tus errores! ¿Qué miedo tienes ahora, después de tanto tiempo? Si solo fue una aventura, no debisteis de preocuparos tanto.

—No—. Lloriqueó como una autentica nenaza. —De aquel error, nació un hijo, que murió por falta de atención médica. ¿Edward, sabes lo que puede pasar si el mundo de enterara de esto? Las acciones caerían en picada y nuestra credibilidad se esfumaría como el humo. Victoria siempre estuvo enamorada de ti y a ti te gustaban todas las mujeres. ¿Qué más daba unirte a ella? Tendríamos callado a James y de vez en cuando Aro le proporcionaría unas muy suculentas sumas de dinero.

Estaba al borde del vómito. Hubiese levantado a mi padre del suelo y lo hubiese golpeado sin piedad una y otra vez hasta dejarlo tirado en el suelo sin poder mover ni un solo músculo.

Pero me asqueaba tocarlo, aunque fuese para matarlo a palos.

Pasé a su lado para salir de aquel recinto que me ahogaba.

—Cuando salgas, cierra la puerta.

No volví a la oficina en una cuantas horas.

Aquella información martilleaba mi cabeza una y otra vez y aún lo hizo más cuando recordé el nombre de mujer que el hijo de puta de James vociferó antes de salir de su despacho, en los funerales de Victoria.

"Viveka Spencer".

No podía dejar de devanarme los sesos con aquel tema y me forcé a pensar en Isabella Swan y en su dulce figura debajo de mi cuerpo.

Había bebido, pero no lo suficiente para quedar tumbado ni para tambalearme. Agarré el celular y marqué su número esperando que contestara.

— ¿Edward?—. Mi nombre en su boca me hizo gemir y aplastar los dientes sobre mi labio inferior. Mis ojos se volvieron de sus cuencas de simple deseo y reí roncamente.

—Te espero en la sala de juntas. En media hora.

— ¿Pero…..? Estas loco si piensas que voy a…

—Sí, si vendrás. Te voy a contar un cuento y ¿sabes? ¡Que casualidad! Es de tu noviecito Ben, bast…Tunner.

—Es un ardid, no creo que tengas nada de él. Todo en la vida de Ben es limpio, muy diferente la tuya.

—Bueno, Bells. ¿Tu novio tiene padre, no? Te interesará saber que se está follando a su secretaria de campaña y te advierto, tengo muuuucho, muuucho más.

Se creó un silencio incomodo y colgó.

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—Aún no sé qué hago aquí. Contigo, Edward. ¿Se puede saber en quá andas metido ahora?

Oí su voz y continué con mi revisión.

Aquellas piernas largas, ahora parecían más torneadas de lo que recordaba y su color había subido un par de tonos, las vacaciones en España le habían sentado tan maravillosamente bien, que mi polla saludaba con entusiasmo, intentando salir de mis calzones.

Embutida en aquel vestido demasiado corto y por supuesto demasiado escotado, parecía darse perfecta cuenta del poder que ejercía sobre mí. Carraspeé al llegar a su rostro, revolviéndome nervioso en la silla giratoria de la sala de juntas.

—Vienes exponiendo mucha carne, Bella. ¿Acaso es un mensaje subliminal?— Pregunté ganándome una mirada asqueada por parte de ella.

Movió sus ondulaciones castañas hacia un lado y comenzó a jugar nerviosa con un mechón de aquel cabello, que algún día, más pronto que tarde, se enredaría en mi reloj de pulsera.

—No sé qué hago aquí…—Susurró incómoda.

—Sí, si lo sabes—. Me levanté de la silla y caminé hacia ella. —Lo que te ha hecho conducir hasta aquí como una loca y venir vestida para follar, es tu noviecito Ben.

— ¡No te consiento que…! Yo no he venido vestida de esta manera para ti.

Comprendí. La muy jodida se había vestido en plan putón, para levantarle la polla a su novio, el bastardito Tunner.

Reí, reí de manera ronca, haciendo que ella abriera los ojos sorprendida por mi reacción. El eco de mi carcajada era el de un demente, pero ¡jodido Dios! me lo estaba pasando como nunca. La tenía acorralada y dentro de muy poco, la tendría hincada rodillas chupando mi polla.

—Jum….bueno, no importa—. Mordí mi labio deteniendo la mirada en sus piernas y pechos. —Últimamente tengo un don para ver el futuro, Bella. ¿Y sabes? —. Arrugué la nariz con sorna. —He visto que vas a dejar a tu novio el bastardito.

Bella elevó la mano y la estrelló con fuerza en mi rostro. Ardió un poco y, por supuesto, me conmocionó durante unos instantes, pero la agarré de las muñecas, arrastrándola hacia mí, separados solamente por algunos breves centímetros.

—Supongo que no querrás que tu novio sufra y que la carrera de la persona que lo crió se vaya a la mierda ¿No Bella? — Ella que luchaba para apartarse de mí, pero al oírme se detuvo abruptamente para mirar mis ojos.

No tengo idea de lo que ella pudo ver en los míos, pero en los suyos pude ver el horror y no me compadecí, jugaba mi última carta. Haría lo que fuera porque aquel enlace donde ella sería la esposa de Ben Tunner, explotara como una pompa de jabón. Me la traía muy floja si ardía en las llamas del infierno de por vida. No quería que visitara otra cama, que no fuera la mía.

Me separé de ella y caminé hacia un rincón de la sala de juntas. Abrí con una pequeña llave uno de los cajones y saqué los documentos que tenía sobre el bastardo y su familia postiza. Aún debían de entregarme por fax los últimos documentos, pero ardía en deseos de que ella se diera por vencida y dejara a Benjamin.

Le ofrecí los documentos y ella me miró con auténtico odio antes de echarles un vistazo.

Bella pareció tambalearse y buscó con su mano sostenerse en el respaldo de una de las sillas. Su hermosa tez cambió de color en tan solo unos segundos. Reí interiormente, posiblemente estaba viendo las fotos sacadas a Jhon Tunner con su putita.

Cerró los ojos y le dio vahído. Corrí hacia ella y la sujeté entre mis brazos, preocupado seriamente por ella.

— ¿Estás bien?—. Pregunté atontado por la forma de sus labios.

— ¡Suéltame, Edward!—. Vociferó a duras penas. — ¿Cómo… cómo has conseguido esto?—. Preguntó moviendo el dossier lentamente.

—Hay detectives privados…—. Sonreí alzando una ceja.

—Déjame, por favor. Aléjate de mí, me hace daño tu sola presencia. No tienes corazón. No, no lo tienes—. Ella elevó el mentón, pero todo su cuerpo temblaba. —Supongo que lanzarás esto a la luz si no me aparto del camino de Ben.

Sonreí y elevé una ceja.

—Bingo, para la señorita.

—Bien—. Apretó sus labios y pude ver como la mano le temblaba al dejar el dossier encima de la inmensa sala de juntas. —Desapareceré de la vida de Ben, pero esto debe de quemarse y olvidarse para siempre. ¿Puedes darme tu palabra?

Me sentí victorioso. Que buena samaritana era Isabella Swan, casi me dio pena el brillo que había en sus ojos, por las incipientes lágrimas.

—Tienes mi palabra de caballero, querida.

—Bien—. Carraspeó y bajó la cabeza, llevándose una mano a la mejilla. Seguro que una lágrima silenciosa surcaba su rostro. —Yo hablaré con Ben.

Una carcajada inundó la sala y ella me miró con aquellos ojos imponentes y brillantes.

— ¿Crees que esto quedará así sin más?—. Caminé hacia ella y envolví con una de mis manos uno de sus senos hermosos. —Quiero tenerte para mí, aunque sea solo una vez. Será como sellar el pacto.

Ella dio dos pasos hacia atrás y se echó mano al corazón, con una mueca de repulsión.

— ¿Acostarme contigo?—. Preguntó horrorizada.

—Exacto—. Volví a pasear la mirada por aquel cuerpo perfecto. —Quiero follarte, Bella. He querido hacerlo siempre—. Hice una mueca con los labios. —Si lo piensas fríamente no es tan horrendo, una sola vez y cerraré la boca.

Se pasó una mano por la frente. Sudaba.

Levantó el rostro y me miró con una sonrisa asqueada en su rostro.

—Está bien—. En tu apartamento. Esta noche.

Me sentí hinchado de júbilo y hubiera danzado si no hubiese quedado en vergüenza.

—A las diez. Bella.

Caminé hacia ella y acerqué mi mano a su rostro, ella se separó y negó con la cabeza.

—Esta noche.

Sonreí y pasé de largo, dejándola allí encerrada. En la sala de juntas.

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—Edward. Te ha llegado esto por fax. Es urgente—. Tanya, me ofreció un manojo de folios y los llevé hacia mi despacho después de mi entrevista con Bella.

Después de todo, estaba más que feliz. Ella eclipsaba todos los posibles problemas que se enmarañaran a mí alrededor. Sentir su calor corporal en mi piel, bien valía mandarlo todo a la mierda.

Pero algo me llamó la atención de todo aquel papeleo.

Información sobre Benjamín Thomas Tunner.

Y fotos de la que era su madre, de joven.

Fruncí el ceño al ver a los padres de Bella incluidos en aquellas fotos y me quedé sin respiración al ver a Carlisle con mamá y la madre del bastardo.

Algo en todo aquello me hizo cerrar los ojos y marearme de la impresión.

Busqué entre los papeles de la oficina el número de teléfono de aquel detective de mierda y lo llamé a gritos cuando agarró el teléfono.

—Me descifras lo que hay aquí. ¡Ya!—. Paseaba de un lado a otro del despacho, como un león encerrado.

Tanya entró y lancé una patada a la puerta dándole en las narices.

—Señor Cullen, la madre del hombre que investigamos tuvo en un pasado, roce con su familia. No he podido llegar a nada claro sobre esto, pero sinceramente pienso que el padre de Benjamín se encuentra en esas fotos.

Inspiré profundamente y lancé el teléfono hacia la pared.

Corrí con la adrenalina campeando por mis venas.

Debía de saber y solo había una persona que podía darme la verdad. La única persona que nos había amparado, para que no nos rozara ni el suave pelaje de una pluma.

Me paré delante de su puerta y jadeando, me encogí con las manos en las rodillas, él mismo me abrió la puerta y pasé faltándome la respiración.

— ¿Qué ocurre, Edward?

—Aro, dime qué significa esto—. Le lancé todos los papeles del dossier junto con los que me había mandado Jenks por fax, aquella tarde.

El viejo los miró unos momentos, para dejarlos apartados en una repisa.

Alguien del servicio pasó y ordenó que se llevaran aquel montón de papeluchos y los quemaran.

Tragué en seco varias veces y esperé con la poca cordura que me quedaba.

—Eres un chico listo, Edward. Sabes lo que significa. Solo tienes que admitirlo, aunque sea demasiado doloroso.

Negué varias veces, tirándome del cabello y lanzando algunos de los jarrones que Aro tenia en las rinconeras.

— ¡No puede ser! ¡Jodeerrrrr!

Aro caminó hacia mí y puso una mano en mi hombro.

—Edward, tienes que afrontar la verdad. Eres mucho más hombre que tu padre.

Me llevé una mano al rostro y asombrado vi la humedad de una lágrima que me surcaba el rostro.

—Él… piensa que está muerto—. Gemí.

—Eso es lo que ella le hizo creer, pero no es así. Charles y Renée también lo sabían, pero murieron con ese secreto. Gracias a Dios James no sabe nada de esto.

—Lo sé...

Me llevé las manos a la cabeza de nuevo y me hinqué de rodillas. Me oí llorar como un niño y me arrastré buscando algo dentro de mí de aquel hombre sin sentimientos. En aquellos momentos era un guiñapo.

— ¿Y Be…?

Aro no me dejó terminar…

—Ha quedado en verse, con tu hermano.

Grité, grité hasta perder el sentido, con la imagen del rostro de Bella en aquella sala de juntas.

FIN.

Chicas,

La primera parte de esta trilogía ha llegado a su fin. Espero que os haya gustado lo que hasta aquí hay escrito.

Se despide de vosotras vuestra sierva,

Sistercullen.