Disclaimer: Los personajes pertenecen a SM y la historia es mía.

Advertencia: Es una historia rated M, con escenas y vocabulario no aptos para personas de edad inferior a la que indica el rated. Edward dominante.

Miles de gracias a mis betas Enichepi y Claudia, que me han ayudado a reeditar este capítulo.


NOTA DE AUTOR

Bueno, pues el día ha llegado. Y llega con un pellizco en el corazón, como no podía ser de otra forma.
Acabo de retirar Rendición. ¿El motivo? No es otro que ya ha cumplido su ciclo; disfruté mucho escribiéndolo y confío en que también disfrutaseis mucho leyéndolo. No tenía prisa por retirarlo, pero después de tanto tiempo y de todo lo sucedido con las páginas espejos, he decidido que ya era hora.
No sé si habrá más de Rendición de una u otra forma, pero lo que sí sé es que atesoro en mi corazón todo el cariño que me habéis dado y tengo muy presente todo lo que he aprendido en este viaje maravilloso.
Gracias por todo 3

********************************************* Emoticono heart

1.- Punto de inflexión.

Mañana es el gran día, el que marca un antes y un después. Bueno, para ser exactos toda esta semana ha sido de días así, pero mañana será el último de una época. Ya hemos vaciado el apartamento que durante cinco años ha sido nuestro hogar, los libros, la ropa de invierno, el televisor y el monstruoso equipo de música de Alice iban a pasar el verano en un guardamuebles.

El billete de avión estaba a buen recaudo en mi bolso y mi maleta esperaba junto a la puerta de mi dormitorio, aún abierta para guardar las últimas cosas. Mañana dejamos nuestro apartamento de estudiantes. Mi compañera Alice y yo nos vamos a pasar el verano a Isla Esme, como lo hemos hecho en los tres años anteriores.

Le debemos mucho a esa isla, gracias al dinero que ganamos como gogos le hemos dado un buen empujón a nuestro fondo para pagar nuestros estudios, con eso y alguno que otro trabajo como camarera, hemos podido ir afrontando los exorbitantes gastos que suponía estar estudiando en la mejor universidad del país. Por una de esas felices y extrañas circunstancias de la vida, las admisiones para estudiar en el MIT se realizan sin tener en cuenta la situación financiera del estudiante, se basan exclusivamente en sus buenas calificaciones. Formar parte del selecto alumnado del Instituto Tecnológico de Massachusetts era un raro privilegio… Y tremendamente caro, aunque la universidad tuviese un magnífico programa para la financiación de los estudios que hacía que tres de cada cuatro alumnos recibiésemos ayuda económica. Además yo trabajaba en todo lo que podía para pagar los gastos.

Fue así como conocí a Alice, buscando un pequeño apartamento para compartir, que resultase más barato que vivir en la residencia de estudiantes. Yo estudiaba Arquitectura y Urbanismo, mientras que Alice estudiaba diseño de moda dentro de la rama de Artes y se encontraba en la misma situación que yo. Supimos desde el primer momento que siendo tan diferentes, nos complementábamos de tal forma, que acabaríamos queriéndonos como hermanas. Y así fue.

Alice se convirtió en mi familia, teniendo en cuenta que viajar desde Boston hasta Forks era un viaje muy largo y caro que sólo podía hacer un par de veces al año, en Navidad y una semana antes de empezar el verano y marcharme aún más lejos, ya que las vacaciones de primavera eran para mi madre, que venía a verme cada vez que podía desde Florida y que se llevaba asombrosamente bien con Alice, que la trataba como si también fuese su madre.

Empujadas por esa necesidad de sufragar nuestros gastos y la imposibilidad de obtener un trabajo a tiempo completo debido a la exigencia de nuestros respectivos estudios, fue como Alice llegó una tarde a casa con un trozo de anuncio arrancado de Dios sabía dónde, en el que se convocaba a todas las personas que quisiesen, a someterse a un casting como gogos. Prometían un sueldo espectacular y unas condiciones de trabajo inmejorables. Hasta ahí todo bien, atrayente incluso…

Pero había que trasladarse hasta una isla perdida en medio del océano Atlántico para hacer el maldito casting y eso ya me gustaba mucho menos. No por el viaje en sí, que sería durante un fin de semana, si no por las repercusiones que eso traería para nuestra maltrecha economía.

Pero no hubo forma de decirle que no a esa fiera indómita en la que se convertía Alice cuando algo se le metía en la cabeza y si enfadarse no surtía efecto, entonces recurría a los trucos más sucios y menos éticos que hubiese visto jamás. Ella insistía en que el viaje mismo consistía en una primera selección, quién no estuviese dispuesto a hacerlo, no les interesaba a los propietarios del lujoso complejo de ocio para el que Alice quería trabajar… Yo no estaba tan segura de querer embarcarme en semejante locura. Podían decirnos que no servíamos para bailar de forma profesional.

Pero tomamos ese vuelo y el trasbordo necesario hasta llegar a la maravillosa isla y someternos a aquel casting. Y fuimos seleccionadas contra todo pronóstico, así que volvimos con los gastos de nuestro viaje reembolsados y un prometedor contrato para bailar allí durante el verano.

Y ahora que nuestros estudios finalizaron, gracias al cielo, vamos por nuestro último verano antes de meternos de cabeza en el mundo laboral, con cierta sensación de nostalgia por la época loca, estresante y divertida que terminaba en nuestras vidas.

Nada volvería a ser igual después del verano y ambas lo sabíamos.

Hasta el primero de Septiembre tenemos Patente de Corso, es decir, vamos a dejar que se nos ponga el alma pirata, vamos a bailar por las noches, y a disfrutar del sol en la playa durante el día. Ya habrá tiempo para dormir cuando estemos muertas. Pero mientras…

Qué nadie se equivoque, bailar por las noches es nuestro trabajo y es duro aunque parezca fácil. Bailar como gogo es extenuante, exige una forma física de primera, casi como un deportista de élite, para eso pasamos todo el invierno en el gimnasio castigándonos el cuerpo, comida sana, nada de tabaco, poco alcohol, clases de baile…. Durante todo el curso hemos sido unas auténticas monjas de clausura, de la universidad al trabajo, del trabajo a casa, a la biblioteca, a clases, y poco más… Bueno hace dos inviernos fuimos un poco creativas, empezamos a tomar clases de Vertical Pole, ahí sí que nos quitábamos el hábito de clausura.

Es un gustazo dejar atrás todo el estrés en la Vertical Pole, es un ejercicio físico completísimo, pero sobre todo tenía unas repercusiones fantásticas para la autoestima. Bailar en una barra de striptease como toda una profesional pero sin desnudarse era un subidón de adrenalina buenísimo y resultaba muy, muy sexy.

-No puedo con los nervios. – Dijo Alice sacándome de mi propio mundo mientras daba vueltas por toda la cocina, exactamente tres pasos de ida y otros tres de vuelta, manoteaba en el aire y no paraba de soltar un murmullo continuo al que yo había aprendido a no prestar demasiada atención.

-La cena ya casi está lista, abre la botella de vino y ve sentándote a la mesa que voy para allá. – Yo también estaba muy nerviosa, pero a diferencia de mi amiga, a mí los nervios me tensan, me vuelvo fría y contenida, hasta el punto de que me duele la mandíbula de tanto apretar los dientes, una loba en estado de alerta, como le gusta decir a Alice.

Cuando llevé la comida a la mesa del pequeño salón Alice ya estaba llenando los vasos, cada uno distinto, uno un vaso ancho que originalmente contuvo crema de cacao y el otro no era un vaso, sino una taza de té desportillada a la que le faltaba el asa.

-Está todo, ¿Verdad Bella? – ¡Otra vez! Suspiré algo exasperada y le lancé una mirada burlona, antes de contestarle por enésima vez.

-Sí, Alice… Tenemos los billetes de avión, hacemos un transbordo en Houston y luego directas al aeropuerto de Isla Esme, en taxi hasta el mini apartamento que Carlisle nos presta como todos los años, la llave nos la dará Marco, el tipo del bar de al lado, cenamos en ese mismo bar y nos vamos a la discoteca para la reunión de empleados que todos los años hace Carlisle. Como siempre… – Le contesté como quien habla con un niño tratando de convencerle de que aún faltan algunas horas para la Navidad.

-No creo que pueda pegar ojo esta noche. – Su pierna se movía frenéticamente impulsada por la punta de su pie.

-Bebe vino, ya verás como te ayuda. – Le dije con una medio sonrisa mientras rellenaba su vaso.

Terminamos de comer entre los resoplidos frustrados de Alice y el entrechocar de los cubiertos sobre los platos, dejamos todo limpio y ella misma se ofreció a bajar la basura... No era capaz de estarse quieta y cualquier excusa era buena para descargar algo de la energía que le sobraba con los nervios.

El poco menaje y los muebles que teníamos en nuestra casa pertenecían a nuestro casero, así que sólo teníamos que preocuparnos de dejarlo limpio y de nada más, mañana a primera hora le entregaríamos las llaves y nos largaríamos de allí a encontrarnos con el resto de nuestra vida. ¡Qué nervios tenía yo también!

Cuando amaneció yo había dormido como si no tuviese conciencia, eran demasiados cambios en muy poco tiempo, todo el cansancio acumulado de los exámenes finales, del proyecto de fin de carrera… Estaba segura de que si no llega a ser por el camarero del bar de enfrente, que me mantuvo a base de café en los momentos críticos de más estrés, no hubiese terminado arquitectura en Junio, y con asignaturas pendientes no te puedes ir todo el verano a trabajar a la isla, era incompatible la vida que nos esperaba allí, con estudiar seriamente para sacar las materias.

Me di una ducha rápida, guardé el resto de mis cosas, y salí preparada para encontrarme con el 'Demonio de Tasmania' que me esperaba ya junto a la puerta.

-Buenos días Alice. – Ella ya estaba abriendo la puerta con gesto impaciente. – ¿Has dormido bien?

-Pues lo cierto es que sí, oye Bella, desayunamos en el aeropuerto ¿vale? Ahora pasamos un momento a devolverle la llave al casero y no nos paramos más, no quiero llegar tarde para tomar el vuelo. Le sonreí y seguí sus pasos nerviosos y decididos sin que se me ocurriese discutir ninguna de sus decisiones.

El viaje pasó rápido entre charlas, ipod y libro, para cuando quisimos darnos cuenta ya estábamos desembarcando en el pequeño aeropuerto de Isla Esme. Llegamos en taxi al apartamento que todos los años teníamos gracias a la generosidad de nuestros jefes, soltamos las maletas, nos duchamos para quitarnos el largo viaje del cuerpo, bajamos a cenar algo rápido en bar de Marco, y nos fuimos hacia la discoteca en la que trabajaríamos para asistir a la reunión de empleados.

Ya estábamos en el lío.

Llegamos a la discoteca de Carlisle que ya estaba abierta al público, apenas acaba de comenzar el verano y Twilight, que es el nombre de la discoteca, está a reventar, sólo faltábamos los bailarines, los gogos que vamos a contribuir a animar el ambiente. Nos dirigimos a la puerta de personal en la parte trasera del local y todo resultaba tan familiar que era como si nunca nos hubiésemos marchado. Nos miramos sonrientes y las dos expresamos con los ojos nuestra alegría por volver.

-¡Félix! – Saludamos las dos a la vez al hombre que estaba en el pasillo con un pequeño auricular en el oído.

Félix era el jefe de seguridad del local, un tipo enorme que dirige a sus chicos como si estuviesen en "Misión de Estado" y considera que Twilight es una fortaleza a su cargo. Nadie entra sin cumplir las normas de Félix, tiene una presencia realmente intimidante, pero nos tenía cariño.

-¡Alice, Bella! Qué bien que estéis aquí otro año. – El atronador torrente de su voz resonó en el pasillo y nos abrazó a ambas a la vez. – Llegáis de último, como siempre, pasad, todos están ya en el despacho de Carlisle. –

Técnicamente sólo cinco minutos tarde… subimos por las escaleras a paso ligero hacia el despacho del jefe y todo el mundo ya estaba allí, alrededor de una mesa de reuniones. Cuando entramos las cabezas se levantaron a la vez para mirarnos y al hacerlo, la instantánea de los sentimientos que les provocábamos se plasmó con nitidez. Carlisle, Esme, Jacob, Ángela y Tyler, estaban felices de vernos, y el resto, bueno… El resto tenía expresiones que abarcaban toda una serie de matices que iban desde la indiferencia, la políticamente correcta sonrisa, hasta un destello de ira que juro que vi atravesar el rostro de Lauren.

Saludamos brevemente a todo el mundo, excepto Carlisle y Esme que nos abrazaron y besaron en las mejillas a las dos.

-Niñas, me alegro de que ya estéis aquí. ¿Os habéis instalado verdad? – Y sin darnos tiempo a contestar continuó. – Sentaos, estaba comentando como va a ser el verano. Como siempre, no quiero nada vulgar, sí elegante, sí sensual, pero no explícito. Tendremos algunas fiestas de presentación de varios artículos que os comentaré cuando se terminen de fraguar, pero tenéis que saber que los clientes elegirán a sus propios bailarines para las presentaciones que se harán en el Privé, lo que supone ingresos extras para vosotros, así que debéis dar lo mejor de cada uno siempre, porque pueden venir para seleccionaros cualquier noche, incluso sin avisar. – Recorría nuestras a medida que hablaba para que todo el mundo se diese por incluido y para asegurarse de que todos le prestábamos atención y entendíamos lo que decía. Ese era el jefe, un hombre de negocios que sabía lo que quería y cuando lo encontraba, lo cuidaba.

-Los turnos, sueldos y demás, se resolverán como el verano pasado, cualquier cosa que surja, o si tenéis alguna duda, o algún problema… – Nos miró con más intensidad incluso. – Estaré encantado de atenderos en mi despacho, como siempre. Ahora, sin más, una copa de champagne por un verano magnífico y porque nos divirtamos haciendo lo que mejor sabemos: bailar y ganar dinero. – Entonces descorchó una botella mientras que Esme ponía una bandeja con copas sobre la mesa.

Todos nos levantamos, lo acompañamos en el brindis y empezamos a saludarnos formando pequeños corros.

-¡Bella! ¡Hola preciosa! – De repente me vi envuelta por el enorme cuerpo de Jake que me levantó en el aire a la vez que nos hacía girar, sólo pude abrazarlo y dejarme contagiar por su alegría.

-¡Jake! Qué bien te veo, estás incluso mejor que el verano pasado. – Era cierto, Jake tenía un físico impresionante, musculatura bien formada y con bastante volumen, pero también era ágil y flexible, con piel morena y una sonrisa perfecta que conseguía que cualquier chica se quedase momentáneamente absorta al mirarlo... Era todo un espectáculo ver a ese hombre moviéndose al ritmo de la música, era atractivo tanto para mujeres como para hombres, bien porque querían ser como él, o porque querían darse un revolcón con él. A eso también jugábamos cuando bailábamos, la ambigüedad, no podíamos desentendernos de la cantidad de turismo homosexual que recibe la isla, y a fin de cuentas nosotros representábamos un papel.

-¡Te he echado de menos cariño! ¿Qué tal tu año? –

-¡Ya he terminado por fin! Si todo sale como lo tengo planeado, este verano es el último que vengo aquí como bailarina, el próximo, vendré como cliente, para ver cómo te mueves. – Le dije sin disimular la amplia sonrisa que me provocaba pensar en mi futuro.

-¡Jake! – Alice se acercó y de un salto se colgó de su cuello. – ¡Nos vemos otro verano! Me alegro mucho., ¿Como has estado? –

Así seguimos saludando a unos y a otros, hablando y contando cómo había sido nuestro año, poniéndonos al día sobre la vida de quienes serán nuestros compañeros durante el verano, y algunos que espero que sean amigos para toda la vida.


*Vertical Pole: Barra vertical usada por las bailarinas eróticas para ayudarse en sus movimientos y bailar en ella de diferentes formas.

Es el primer fic que escribo, procuraré hacerlo lo mejor que pueda.