AMISTAD EXPLOSIVA

Capítulo 3: Amistad

Por Okashira Janet

Estaba aburrida y no había remedio contra su mal, ni siquiera tenía oportunidad de hablar mucho, si estuviera al lado de Kenshin sabía que no se cansaría de hablar sin parar, él siempre la escuchaba, con paciencia y una sonrisa serena en el rostro, en cambio en ese lugar no podía conversar mas que con la pared y de vez en cuando con Enishi, pero eso sucedía solamente cuando se lo topaba por coincidencia (cosa que raramente sucedía) y cuando le llevaba de comer (auque a veces ni en esas ocasiones intercambiaban palabra).

—Qué horror… —La chica puso una mano bajo su barbilla y dejo escapar un sonoro suspiro, ¿cuándo podría escapar de ese lugar?, ¿cuándo llegaría un nuevo barco?, ¿cuándo Enishi se cansaría de ella y la regresaría a Tokio?.

Últimamente extrañaba a todos, a Sano, a Yahiko, a Misao, a Kenshin más que a nadie e incluso a veces extrañaba a Megumi.

—Para extrañarla a ella ya debo estar algo trastornada. —murmuró al tiempo que una sonrisita se asomaba en sus labios, cierto, Megumi podía ser detestable (la mayoría del tiempo lo era) pero había ocasiones en las que era de suma importancia—. Me pregunto si ellos me extrañaran. —El aire golpeó con fuerza su rostro y sintió un escalofrió recorrerla.

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Enishi tomó aire y observó con detenimiento la isla que se extendía frente a él, siempre lo relajaba ver ese lugar, el mar como un espejo que se extendía sin fin y el cielo celeste y blanco cuando hacía buen tiempo, como justo en ese instante.

—Lindo día. —El muchacho cerró su mano y la volvió a abrir, era sorprendente como se recuperaba su cuerpo, eran los resultados de años de practica, años de entrenamiento y claro, años de acostumbrar a su cuerpo a las masacres; no es que anteriormente lo hubieran golpeado mucho, quizás cuando era niño lo habían maltratado un poco, pero nunca fue demasiado. No, solo lo suficiente para que su único deseo adquiriera mayor fuerza, derrotar a Battousai.

Ahora ese deseo se volvía realidad y lo único que le molestaba un poco era una mujer de cabello negro azabache que se paseaba por su mansión, no es que hiciera algo desagradable (aparte de su forma de cocinar, claro) pero su constante presencia lo confundía, desde que habían lavado trastes juntos una extraña conexión parecía haber surgido entre ellos, había algo calido en el ambiente cuando por coincidencia se encontraban en algún pasillo de la mansión, y aunque él en rara ocasión iniciaba una platica ella parecía hablar por los dos y contrario a lo que cualquiera hubiera podido pensar, no le desagradaba.

Y eso era confuso porque se conocía y cualquier otra persona que actuara de esa manera se habría ganado su desagrado e incluso su repulsión, pero esa chica definitivamente rompía los esquemas de su comportamiento. Por esa razón intentaba mantenerse alejado de ella, cuando se cruzaban dejaba que ella hablara y rara vez le contestaba, gracias a sus lentes oscuros ninguna emoción parecía surcar su rostro.

—Problemática. —Chasqueó la lengua con enfado al tiempo que bajaba rápidamente las escaleras y tomaba su espada ajustándosela en la cintura, definitivamente nunca tendría pinta de samurai pero eso no le importaba, después de todo no era un samurai, solo era un vengador, no había sitio en él para el honor, por más que su padre hubiese intentado sembrar en él buenas costumbres.

Su padre… se preguntaba que había sido de él después de perder a sus dos hijos, nunca había sido particularmente fuerte, lo recordaba como un hombre más bien amable y con un optimismo poco saludable para los tiempos de guerra que vivían. Si se ponía a pensarlo mucho su padre tenía esa sonrisa poco dada a la ocasión como la que tenía Kaoru, incluso se parecían en la ingenuidad de ayudar a alguien que no lo merecía.

—Tsk. —Se tronó el cuello intentando alejar los pensamientos que hacía mucho tiempo no hacían mella en su memoria, sin analizarlo demasiado caminó hacía el patio principal, siempre que había algo que lo molestaba o lo sobrepasaba su única respuesta siempre había sido el entrenamiento, para su desgracia en cuanto llegó a su destino se encontró a la persona que menos quería ver asomada a la ventana.

Bueno, no iba a desistir de sus propósitos solamente porque ella estuviera ahí, después de todo nada lo despejaba más que un buen ataque, un estremecedor asalto explosivo; así que se detuvo frente a ella pero sin girarse a verla en ningún momento, el árbol frente a él era alto y frondoso, ¿cuántos años de antigüedad tendría?, ¿cuánta resistencia le ofrecería?, en cuestión de segundos obtendría una respuesta.

Su mano izquierda tomó el final de la empuñadura al tiempo que colocaba la derecha veinte centímetros mas arriba con el dedo anular e índice levantados, sabía que eso parecía extraño, sus movimientos eran mezcla de artes marciales, cultura e impacto, era un estilo propio después de todo, levantó la rodilla hasta que su pie estuvo a la altura de su cintura, sus ojos se concentraron en un solo punto y entonces atacó, la espada y su pie volaron al mismo tiempo contra el árbol en un doble impacto impresionante que partió el tronco en dos dejando miles de astillas volando en el aire.

Dejó el brazo extendido como si de esa forma pudiera admirar su obra en todo su esplendor, el árbol que caía y el tronco que ahora aparecía mutilado pero… su cara se lleno de sudor y sus ojos bajaron al piso, de nueva cuenta la imagen de su difunta hermana parecía mirarlo entristecida, ¿no era suficiente su esfuerzo?, ¿en que estaba fallando?, podría haberse hecho miles de preguntas, pero el silencio fue roto por ella, la chica que desequilibraba su mundo.

—Tus movimientos me sorprenden. —Sí, así era ella, parecía no tener problemas para decir lo que pensaba justo cuando quería, era algo que no lograba entender, ¿cómo una persona así había logrado cautivar a Battousai?, tan diferente de su hermana, tan abierta, tan sincera… Se giró hacía ella despacio, su semblante duro, ella lo miraba con solo la candidez pintada en su rostro—. Supongo que eres de esos que se lanzan con todo contra el enemigo. —Enishi la observó indiferente, ella de verdad creía en lo que afirmaba pero no sabía si era un halago o una critica y de cualquier manera, no dejaría que importara.

—Pues no será gracias a tu pésima comida. —Su comentario ni siquiera hilaba con lo que ella había comentado, pero supo que había dado en el clavo cuando pudo ver, casi literalmente, su espíritu arder.

—¡Oye! —Cuando se enojaba aquella muchacha era pura energía, su cabello, sus ojos, los puños cerrados y la respiración agitada—. ¡Pues no la comas, de todas maneras siempre te comes la mitad! —No se parecía en nada a su hermana y era ingenuo de su parte buscar alguna similitud entre ellas, lo que aquella joven le provocaba no tenía que ver en lo más mínimo con su amor fraternal, ella no era y nunca sería Tomoe.

—Lamento interrumpir jefe. —La voz clara y con algo de arrogancia desvió la atención de ambos jóvenes hacía el recién llegado: Heishin, el segundo al mando, precedido de sus cuatro guardaespaldas, Kaoru al verlos paso saliva disimuladamente, aún recordaba haber golpeado a uno de ellos.

—Heishin. —Exclamó el joven de cabello plateado por todo saludo al tiempo que recargaba la espada contra su hombro.

—¿Podemos hablar? —El hombre le mando una nada disimulada mirada a la joven kendoka quien simplemente frunció el ceño, pero Enishi no se dio por aludido y ella no hizo el intento de retirarse. La relación entre esos dos cada vez era más peculiar.

—Habla. —Yukishiro notó su gesto inquisidor y le devolvió una mirada fría. El segundo al mando tentado estuvo de morderse la lengua, justo lo que pensaba, entre Yukishiro Enishi y su rehén estaba pasando algo extraño y eso no era bueno para la organización, no si el joven seguía al mando— ¿Se enteraron de Arakawa? —Enishi se adelantó a las noticias, de cualquier forma ya veía venir que descubrieran su escondite en tierra.

—Gein reveló todo, la policía japonesa comandada por ese tal Hajime resultó ser más hábil de lo que cualquiera esperaría. —Una mueca de sonrisa apareció en el rostro del joven, le había ordenado a Heishin que se deshiciera de Gein pero obviamente no lo había cumplido, ¿ahora quería que arreglara el desastre?, ya quería verlo.

—Hajime… —Kaoru susurró despacio apretando las manos frente a su pecho, no podía equivocarse, debía tratarse de Saito, ¿sería que a final de cuentas sería el Lobo medio enemigo quien diera con su paradero?

—Ya veo… pero ahora eso no tiene nada que ver conmigo, la organización es toda tuya puedes hacer con ella lo que quieras. —Enishi arqueó una ceja.

—Por supuesto, —el tono de voz de Heishin fue irónico—, pero hay algo más, —el segundo al mando alzó un dedo como para darse aires de importancia—, al mismo tiempo escapó el hombre que usaba un arma en su brazo y se dirigió a la ciudad. —Kaoru desvió ligeramente la mirada, recordaba ese hombre, Kenshin y Sanosuke habían peleado en su contra, era un hombre enorme que en vez de brazo tenía una especie de cañón, lo último que recordaba era que había quedado fuera de combate tirado en el patio del dojo.

—Kujiranami. —murmuró Enishi con una sonrisa divertida, ese hombre había sido de mucha ayuda para la captura de Kamiya Kaoru en el último momento—. De seguro que se volvió loco, ¿y que paso?, ¿se murió?

—No. Desconozco los detalles pero un espadachín con una cicatriz en su mejilla izquierda peleo contra él y lo detuvo. —A pesar que el tono de voz de Heishin fue neutral provocó grandes reacciones en los rostros de sus interlocutores, Kaoru saltó hacía delante mientras sus ojos se abrían con infinita sorpresa y los labios de Enishi se entreabrieron al tiempo que su boca se secaba.

—¡Kenshin! —La chica apoyó las manos en el marco de la ventana y gritó con toda la fuerza que poseían sus pulmones, sus ojos brillantes.

—Mmm. —Murmuró Heishin con una mal disimulada satisfacción—. Sabía que tenías algo que ver. —Enishi enmudeció y en cambio la chica parecía la persona mas feliz sobre la faz de la tierra, no entendía que hacían personas tan diferentes bajo el mismo techo, pero estaba seguro que esa noticia quebraría el frágil equilibrio que habían creado. Se dio la vuelta al lado de sus cuatro guardaespaldas como si fuera una gran personalidad y procedió a alejarse al tiempo que dejaba oír sus últimas observaciones.

—La policía y ese hombre están en camino así que será mejor que te prepares, el mejor plan es quedarse en la isla y esperar. —¿Esperar? Enishi realmente no había oído las ultimas palabras, su mente estaba en blanco y en su rostro podía verse una inocencia que a Kaoru se le antojaba engañosa, ¿cómo podía tener esa expresión alguien tan malvado como él?, no parecía posible pero así era, en esos instantes el rostro de Enishi parecía el de un niño confundido que descubre que sus planes no salieron exactamente como lo deseaba.

—"¿El Battousai?, ¿Volvió en sí?". —Por un instante semejantes pensamientos lo atormentaron, pero de pronto la imagen triste de su hermana apareció a su lado y una sonrisa se dibujo en su rostro.

—Sí, eso es, ahora lo entiendo… —Cualquier imagen de inocencia desapareció de su rostro, como un camaleón que enseñara sus verdaderos colores—. Una vida de infierno no fue suficiente, lo mandare al verdadero infierno, eso es lo que mi hermana hubiera querido.

—¿Qué? —La pregunta de Kaoru fue apenas un susurró ahogado, todo su cuerpo se estremeció, él realmente lucía peligroso en ese estado, Enishi se giró a verla, no, no la estaba viendo a ella, observaba más allá, ahí donde todo era violencia y una venganza que había consumido su vida. Caminó hacía ella, sus blancos dientes formando una sonrisa mortal.

—Si lo mato con mis propias manos ella me sonreirá de nuevo… —Kaoru quiso decirle que no, que Tomoe no hubiera deseado eso, que ella en realidad amaba a Kenshin, que había muerto por él, pero sabía que Enishi no la escucharía, estaba ahogado en sus propios pasionales sentimientos.

—No es así… —Aun así lo intentó, palabras que se ahogaban en su garganta, Enishi alcanzó con una mano su barbilla obligándola a verlo fijamente a los ojos, las gafas habían resbalado y ahora las orbes azules se encontraban frente a frente con la mirada oscura del joven.

—Si mato a ese hombre… —Si lo mataba, si finalmente lo mataba, su hermana le sonreiría de nuevo, sí, había sido una tontería de su parte creer que Battousai era lo suficientemente humano para quebrarse después de perder a una mujer, ¿no había asesinado a su hermana a sangre fría?, ¿no era eso lo suficiente para notar que Kaoru no era más que un entretenimiento para él?, un hombre como ese no era capaz de querer, no era capaz de amar, un asesino no tenía ese don.

—Enishi…—La voz quebrada de la chica lo sacó de sus cavilaciones, lo olvidaba, aún la mantenía sujeta de la barbilla, sentía su respiración agitada sobre su rostro y ella seguramente sentía lo mismo.

—Él no te ama. —No se detuvo a preguntarse por qué, por primera vez en todo ese tiempo, ella lo llamaba por el nombre y no por el apellido, le pareció apropiado para aquel momento.

—¿Qué?

—Battousai, —Enishi desplazó el pulgar por su mejilla, era una bonita mejilla, aunque luciera tan pálida—, le hice creer que te había asesinado, se suponía que caería en el infierno, si en realidad te amara no podría recuperarse, pero parece que ya esta tan recobrado que incluso puede volver a luchar.

—Kenshin…

—Battousai, es Battousai. —Enishi la sujetó del cuello de manera floja, Kaoru llevó temblorosa las manos hasta las suyas, eso ya había ocurrido antes, si Enishi no se contenía terminaría matándola, la ahorcaría motivado por la furia.

—Él… —Kaoru apretó los dientes, no podía verse débil, no en ese momento—. Quizás no me ame… es probable que no lo haga. —Al decirlo se dio cuenta que cierta parte de su corazón lo temía, cierta parte de ella sabía que Kenshin nunca le había dado la certeza de un amor esperando por ella—. Pero aunque no lo haga yo lo amo a él y…

—¡Es un asesino! —Enishi le gritó, como le hubiera gustado gritarle a su hermana, como le hubiera gustado zarandearla por los hombros, ¡va a matarte, va a matarte!, ¡aléjate de él!

—¡Él ha dejado de serlo!, —no le importaba estar en manos de Enishi, no le importaba que sus brazos torneados se cernieran sobre ella con aquella supremacía, tenía que hacerle entender—, y si no me ama es solo porque no soy la mujer indicada, eso no tiene nada que ver con su corazón. —Por un instante, por un par de latidos de corazón ambos se vieron a los ojos, Enishi quiso estrujarla, quiso apretarla hasta que todo aquel amor mal encauzado se terminara con ella, quiso desaparecerla.

La chica que le hacía de comer comida asquerosa.

La chica que lo obligaba a limpiar su cocina.

La chica que le decía, honestamente, que sus movimientos eran buenos, a pesar de todo.

No lo pensó, antes de que ella pudiera siquiera reaccionar la tomó por la nuca y la estrechó contra él, sus labios se unieron, los ojos de ella se abrieron con sorpresa y lo observaron fijamente, los ojos de él le devolvieron una mirada dura, la mirada que había atravesado el infierno con tan solo diez años.

Soltó violentamente la espada y con su mano libre abrazó su cintura atrayéndola mas a él, Kaoru sintió que el aire se le escapaba de los pulmones, él estaba afuera, ella adentro, sus piernas chocaban con la pared, colocó sus manos como pudo en el pecho de Enishi y lo empujó con todas sus fuerzas sin que lograra moverlo un ápice. La lengua afilada de Enishi se abrió paso en su boca, su mano saltó de su cintura a su espalda

—¡Ah! —Kaoru logró zafarse, apenas lo suficiente para golpearlo, pero Enishi aceptó el golpe sin problemas, la sujetó por la cintura con ambas manos y la sacó casi a rastras por la ventana. Sin muchas contemplaciones ambos cayeron al suelo, forcejearon, pero finalmente su fuerza masculina se impuso, apresando ambas manos por encima de su cabeza la redujo con el peso de su cuerpo.

—¿Por qué? —Kaoru giró la cabeza, Enishi dejo descansar los labios sobre su mejilla.

—No sé. —Porque siempre había sido así, explosivo y violento, porque nunca, ni siquiera con su hermana, había logrado ser sincero.

—Pensé que habías decidido que no podías herir a Kenshin por medio de mí. —Kaoru se estremeció—. Dijiste que él no me amaba. —No, no era por eso, no estaba pensando en herir a Battousai, pero tampoco quería herirla a ella, la mujer que era una repetición de su hermana, la mujer que a final de cuentas tampoco podía alcanzar.

—Eres molesta, —se lo soltó con enfado, ante la sorpresa de ella—, no sabes cocinar, no sirves para mi venganza. —Se puso de pie y la jaló consigo, notando, en algún lugar de su mente, que le agradaba más cuando sus mejillas se volvían rojas de furia que cuando el miedo las hacía empalidecer.

—¡Pues uno no va por ahí besando a las mujeres molestas que no saben cocinar y que no sirven para la venganza! —Su cabello se erizó como si se tratara de un gato al que hubieran mojado—. ¡Y ese fue mi primer beso! —Enishi la jaló tras de él sin atreverse a admitir que también había sido el de él, por alguna razón, a pesar de haber consumado el acto muchas veces nunca había besado a las mujeres que pasaban por su cama. De reojo observó a la furia de ojos azules que arrastraba de mala gana por la mansión. Muchacha idiota. Si hubiesen sido otras sus circunstancias, otra época, otro lugar, podría ser que aquella negada hubiese sido agradable de tratar, no, era, agradable tenerla cerca, incluso en esos momentos. La recordó discutiendo con aquel joven, Sanosuke, y se imaginó que su relación hubiese sido parecida, como se les decía… ¿amigos?, algo se burló dentro de él al imaginarlo.

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Kaoru había tenido tiempo para serenarse, pensarlo y entenderlo, Enishi la había mantenido encerrada desde el día anterior y a ser sincera no sabía lo que pasaría si volvían a verse.

Aquella agresión contra su persona —porque un beso no era así, estaba segura—, aunque al principio no la había entendido ahora sentía que podía entenderla de algún modo. Enishi era un hombre retorcido, no sabía sentir afecto, no sabía amar, incluso el odio tomaba tintes indefinidos en su alma. Pero le había cobrado aprecio a ella, Kaoru no podía equivocarse, atacar las heridas de su corazón había sido lo correcto, había logrado crear una existencia para él que ahora era preciada. El problema era que el espíritu de Enishi se revelaba contra tal hecho, si no podía apretar su cuello hasta sentir que lo rompía quería herirla, de la forma que fuera.

—¡Enishi!, ¿me escuchas?, ¡soy yo! —Pensó que estaba soñando, pero le pareció que la voz de Kenshin rebotaba por las paredes de su habitación, imposible.

—¡Vine por la señorita Kaoru, sal de dondequiera que estés, terminemos con esto aquí y ahora!

—¡Ah! —No pudo evitar una exclamación de sorpresa, temblorosa junto las manos frente a su pecho, Kenshin, ¡Kenshin había venido!, pedía por ella, como en esas historias románticas de los libros… pero en todas esas historias había una batalla y un perdedor—. Enishi… —Porque si había un fallo en su plan era que por desgracia, también ella, había terminado entendiendo y aceptando a aquel joven arrogante, si era posible no quería verlo sufrir más.

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Enishi estaba sentado en su cómodo sillón europeo, tenía las piernas abiertas y las manos apoyadas en la empuñadura de su espada como si estuviera cavilando algún asunto importante, hace apenas unos segundos había conseguido escuchar el grito de Battousai retándolo a pelear por su mujer, así que a fin de cuentas estaba equivocado, Battousai se había podido recuperar porque sabía que Kaoru no estaba muerta, no porque no la quisiera. Aquel pensamiento, frustrante de algún modo, le provocaba apretar con mayor fuerza su arma.

Kaoru, la mujer que aceptaba a regañadientes revoloteando a su alrededor, pero que nunca sería un sitio seguro para pararse a tomar aire, Battousai siempre estaría ahí, en medio para recordarle sus propósitos.

Y justo ahora Battousai proclamaba pelea desde la playa, como si la arena fuera su área de combate, había llegado acompañado de un policía y sus ruidosos amigos, los conocía, los había investigado: Sanosuke Sagara, conocido como Sanza en el bajo mundo, Saito Hajime quien en el pasado había sido un lobo del Shinsengumi, Yahiko Myojin, pupilo de Kaoru, Megumi Takani, una brillante medico de Tokio y dos ninjas Oniwabanshu: Shinomori Aoshi anterior Okashira y Makimachi Misao, Okashira actual —y una criatura con una puntería asombrosa a juzgar por todas las bombas que habían quedado inutilizadas alrededor de la playa—, un nutrido grupo para rescatar a su damisela en peligro.

¿Amigos, eh?

Heishin lucía más entusiasmado que de costumbre, hablaba tonterías sobre atacar con todos sus hombres y proteger la organización.

—Hoy terminare con mi pelea, después la organización será tuya, mientras tanto quiero que te vayas. —Enishi habló con su tono frío de siempre viendo de reojo a Heishin quien se mantenía aparentemente apacible rodeado de sus guardaespaldas.

—¿Por qué?, ¿qué tienes en mente?.

—Eres una molestia. —Quizás con esas palabras todo le quedara claro.

—No puedo hacerlo… dices que cumplirás tu promesa pero si te capturan, ¿quién sabe cual será el rumbo que tome la organización?. No estoy dispuesto a sentarme y ver como se arruina todo, hasta que la policía y tus asuntos personales no estén resueltos no puedo asumir tu posición, si me retiro estaré…—Pero no pudo terminar de hablar, un escalofrió terrible lo recorrió de pies a cabeza cuando se giro a ver a Enishi, el joven tenía las gafas algo caídas y sus ojos se veían inyectados de rabia, asimismo las venas de su rostro se le habían saltado a juego con su temperamento.

—¿Cómo te atreves a pensar que cabe la posibilidad de que pierda?, tienes media hora para salir de aquí, sino seré yo mismo quien te acabe. —El ahora tembloroso y aterrado segundo al mando dio un paso atrás al tiempo que se ajustaba el cuello de su traje.

—Ya entendí.

—¡Desaparece! —La orden se había convertido casi en una sentencia de muerte y Heishin salió intentando no caer de la habitación.

—Me retiro.

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—¡Oyeee! —Kaoru gritó lo más fuerte que podían hacerlo sus pulmones al tiempo que golpeaba la puerta con su puño—. ¡Ábreme la puerta! —Dudaba que Enishi la escuchara o atendiera a sus reclamos, pero no había otra cosa que pudiera hacer en la presente situación—. ¿Hasta cuándo vas a tenerme encerrada? —Como si la pregunta fuera profética la puerta se abrió de golpe estampándose en sus narices y arrojándola hacía atrás con violencia y donde antes había madera ahora aparecía la figura atlética y varonil de Enishi ordenándole que se callara, aunque de hecho eso ya no era necesario porque la chica estaba tirada en el suelo con los ojos en espiral.

—Vaya que eres frágil. —Enishi murmuró por lo bajo, sin siquiera atinar a reclamar Kaoru se puso de pie, era la primera vez que se veían desde el evento anterior, no sabía muy bien que iba a pasar a continuación.

—Es ropa, —el joven le lanzó un morral—, te iras en media hora. —El contacto visual que hubo entre ellos pareció durar una eternidad, finalmente Kaoru hablo despacio.

—Esa voz… ¿es Kenshin verdad? —Quizás fue la esperanza en su voz, pero Enishi habló con completa seguridad.

—Sí, vino a que lo mate. —Se recargó en la pared viendo hacía otro lado al tiempo que sonreía, Kaoru lo observó un momento, al hombre que seguía siendo aquel niño que no entendía los sentimientos de su hermana.

—Kenshin no perderá. —Apretó el morral contra su pecho, Enishi la miró de reojo.

—Será una batalla a muerte.

—Kenshin no perderá, —Kaoru repitió con ahínco—, y tú no morirás, lo sé.

—No tengo intención de morir, —Enishi chaqueó la lengua—, ahora cámbiate.

—Bueno… —Por un momento se quedó, torpemente, sin saber qué hacer—. ¿Cuándo vas a salir?

—¿Salir? —Enishi le dirigió una larga mirada de incomprensión.

—Porque voy a cambiarme. —Kaoru se debatió entre la irritación y la vergüenza.

—Olvidas que todo lo que pueda ver ahora ya lo vi cuando te puse esa bata por primera vez.

—¡Ah! —A Enishi realmente no lo sorprendió que lo atacara con el morral intentando golpear su cara, a ser sincero lo estaba esperando y no se preocupó en averiguar porqué semejante acto no lo molestaba.

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Enishi caminó un poco mas rápido dejando atrás a Kaoru, no era su intención portarse pedante con ella en el último minuto, pero no quería ver ese rostro observándolo como si quisiera detener lo que se avecinaba. Nadie podía detener una batalla que se venía arrastrando desde hace diez años.

A lo lejos escuchaba el repiquetear de las getas de la joven, como una muñeca en aquel vestido inservible que le hacía dar pasitos pequeños.

—¡Espérame! —No planeaba hacerlo, cuando Kaoru lo miraba a los ojos lo hacía sentir que no le mentía, que aquel tiempo en la isla compartiendo comida insalubre había formado un nexo que solo podía venir de una intoxicación crónica por alimentos.

—¡Yukishiro! —En otra época y en otro lugar…

—¡Ah! —Se encontró a Heishin, su segundo al mando, luciendo tan asustado como un niño despavorido.

—¿Qué haces aquí?, te dije que tenías media hora para desaparecer. —Un solo golpe fue suficiente para que saliera despedido por los aires y él quedara con el puño bañado en sangre—. Insecto. —Lo recordó viendo de reojo a Kaoru, como si analizara fríamente una relación que ni él entendía—. Sufre un rato, dentro de poco serás comida para los tiburones. —Gruñó apretando su espada, el grupo de Battousai lo esperaba adelante, en la playa.

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Kaoru caminó lo mas rápido que sus getas se lo permitían (y su apretado kimono) pero Enishi no había querido esperarla, no se lo reprochaba. Un silencio incomodo se había formado entre los dos cuando habían empezado a caminar lado a lado, como si aquella farsa del rehén y el secuestrador nunca se hubiese visto más obvia. Hubiera querido tocarlo, solo para que entendiera que aquello no era necesario en realidad, pero la habría rechazado, no escucharía a nadie, tampoco a ella.

Y ahora casi estaba segura de que se había perdido, todo eran árboles, palmeras, verde sobre verde, estaba por volver a gritar su nombre cuando la espalda musculosa y varonil de Enishi se vislumbró entre los árboles, la joven kendoka sintió como su cuerpo se relajaba ¡lo había encontrado!, sin perder tiempo corrió hacía él, pero casi al llegar se quedó sin resuello y se detuvo apoyando la mano en una palmera y agachándose para recuperar el aire.

—Ah, ah, no me dejes sola, traigo getas, no conozco la isla, camine mu… —Iba seguir su lista de quejas cuando al alzar la vista vio a sus amigos, todos, no solamente Kenshin.

—¡Kaoru! —gritaron al tiempo Misao y Yahiko.

—Se ve que está bien. —murmuró Megumi.

—¡Esa no es ninguna muñeca! —Se vanaglorio feliz Sanosuke.

—¡Todos! —Kaoru abrió la boca de la impresión, y allá, al final, sentado en una barca se encontraba Kenshin, fue automático, sin pensarlo intentó caminar hacia él pero Enishi le cortó el paso extendiendo su espada.

—¡Hasta ahí! —A Kaoru le sorprendió su tono autoritario—. La traje para que no te preocuparas por ella y te concentraras del todo en la pelea, mas no fue para traértela y decir adiós. —Kenshin que aún se encontraba sentado en la proa de la barca con la cabeza algo gacha no pudo evitar levantar la mirada para procesar sus palabras "traértela y decir adiós" sonaba como si no quisiera despedirse de ella, rápidamente giró la vista hacía ella, si encontraba una señal, un solo indicio de que le había hecho algo… pero Kaoru se encontraba muy lejos, no podía descifrar los sentimientos que pasaban por su rostro.

—Si la quieres de vuelta tendrás que pelear contra mí. —Enishi continuó con decisión—.Mujer, estas aquí para ver como muere el Battousai. —Kaoru lo miró de reojo, recordando un momento en dónde habían lavado trastes lado a lado—. Sí te atreves a dar un paso más… te mato… —Todos saltaron ante la ultima advertencia, sin embargo bajo sus lentes los ojos de Enishi mostraron debilidad, no, lo que decía carecía de sentido, sabía que no sería capaz de matarla, ella también lo sabía, los dos eran conscientes pero seguirían el juego como si todo lo que había pasado entre ellos no hubiera sucedido, como si la relación rehén-aprehensor hubiera transcurrido en un infierno.

Él se preparó a pelear, ella se quedo de pie observando, el amor de su vida que era rojo como el fuego y aquel hombre de cabello blanco que podía gritar, llorar y rabiar como si fuera un niño y se propuso, en lo más profundo de su ser, que no permitiría que ninguno de los dos muriera, esperaría y cuándo llegará el momento perfecto intervendría, no sabía como, no sabía cuando pero no dejaría que la vida de ninguno se apagara.

Por un instante Enishi volteó a verla y ella lo vio a él, recordó sus labios suaves que de cualquier manera no lo encendían, recordó sus manos abrazando su cadera al tiempo que lloraba y la manera en la que los dos ponían mala cara después de comer.

Suponía que en otra época, en otro lugar y en otras circunstancias hubieran logrado ser algo, suponía que podrían ser amigos.

¿Con qué amigos, ah?, la sonrisa maligna apareció en su rostro nuevamente.

No había un espacio ahora para un amigo y él siempre sería Yukishiro Enishi, el destino estaba echado, era hora de avanzar.

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FIN

Notas de Okashira Janet: Éste último capítulo cambió tanto que solo la idea quedo flotando por ahí y de todas maneras no me terminó de convencer, nunca me gusto ese beso entre Enishi y Kaoru, pero ya que todo el capítulo giraba en torno a eso no podía quitarlo sin que los lectores anteriores se sintieran defraudados.

En el manga ya saben qué pasó con Enishi y Kaoru, ya que yo solo quería reflejar su relación en solitario durante la isla la historia termina aquí (soy solo yo o siento que le faltó un final más épico), en fin, se hace lo que se puede con las historias de una niña de dieciséis años.

Agradezco a Light Sunshine por su amable review, muchas gracias. A todos los que leen muchas gracias por acompañarme en las historias nuevas y las viejas, de verdad son muy amables.

17 de Enero del 2016 Domingo