El silencio es pesado, cortado tan sólo por una pareja que espera el tren, la paz tan rara en esa lejana época se disfruta lo que puede... Ambos extraños ignoran por completo aquella vida, aquella alma abandonada que se extingue cuál llama de una vela
Ignoran por completo a un adolescente, agazapado no muy cerca de allí, escalofriantemente delgado, con sus ropas rasgadas y sucias y su rostro cubierto de hollín, pasa desapercibido para la elegante pareja, quienes lejos de sentir lastima o piedad por el pobre chico, lo pasan de largo, concentrados en sí mismos, con la conciencia plena y convencida de que ese pobre muchacho no es asunto suyo...
Por su parte, el pobre muchacho no espera nada más, su estómago ha dejado de sentir el hambre, su cuerpo carece de fuerza siquiera para sentarse, sus ojos esmeralda van perdiendo cualquier brillo y su angustiado corazón va tocando sus últimos latidos...
Sabe lo que le espera, sabe que si cierra los ojos no los volverá a abrir, pero no le importa, ya nada tiene que lo ate a este mundo, acepta a la muerte con los brazos abiertos, desecha los escombros que alguna vez fueron sus sueños y deja que su cansado espíritu vague a la deriva...
Cierra los ojos finalmente, muere en silencio, sin nadie que lo llore, sin nadie que lo note, completamente solo...
Un luminoso espíritu abandona el demacrado cadáver, el joven recién fallecido se levanta como si nada del suelo, abandonando su antigua y maltratada carne y avanza hasta el otro lado de la estación, en la que otro espíritu lo espera..
El pequeño moreno corre a sus brazos y él no tarda en arrodillarse para recibirlo, ya no sienten hambre, ya no sienten dolor, lo único que prevalece en ellos...
Son los recuerdos, recuerdos de un intenso sufrimiento y una batalla perdida contra el atroz mundo...
No sé por qué se me ocurrió escribir esto, la tragedia no es lo mío pero haré lo que pueda...
Aioros y Aioria no me pertenecen, pertenecen a Kurumada-sama...