Disclaimer: Harry Potter no me pertence. Son propiedad de J.K Rowling y este fic está hecho sin ánimo de lucro.


¿Es una mala persona, o tan solo se está comportando como una mala persona?

Pudiera parecer lo mismo, pero la segunda opción quiere dejar entrever un atisbo de redención.

Y ella cree, firmemente, en que podrá redimirse.

Claro que, si su credo fuese tan seguro, no se repetiría la misma pregunta una y otra vez.

Le parece escuchar unos murmullos ahogados en el pasillo y se lleva la mano al medallón que cuelga de su cuello, en un acto reflejo. Pronto el sonido de una risita coqueta la obliga a incorporarse, notando los furiosos latidos de su corazón.

Sabe que es Rose, despidiéndose de su novio, después de su excursión nocturna. También sabe que solo dan un paseo por el jardín, tomados de las manos, con la chica parloteando sobre el futuro que les espera al salir de Hogwarts, y él apretando suavemente la mano de ella.

De nuevo se filtra un ruido en su habitación. Un sonido que claramente no debería de estar escuchando. El de un beso clandestino, aunque Rose no tenga ni idea del verdadero significado de esa palabra. Para ella escabullirse con Scorpius mientras todos duermen (o eso piensa) y morrearse al amparo de la oscuridad es suficiente para considerar que hace algo sensualmente prohibido. ¡Por favor! Su relación no es ningún secreto, no sólo porque era obvio que la hija mayor de Ron Weasley estaba enamorada de Scorpius Malfoy desde la primera vez que lo vio, sino porque en cuanto él le propuso que saliesen juntos; reunió a toda la familia para darles la buena noticia.

La puerta de su propia habitación se abre con tremenda lentitud, después de todo es imperativo hacer el menor ruido posible. El muffliato pronunciado en un susurro termina con la obligación. Lily Potter podrá gritar todo lo que quiera mientras Scorpius le hace el amor, ansioso y desesperado. A veces desea que el hechizo falle y sus gemidos sirvan como confesión de sus pecados. ¿Estaba siendo una mala persona o solamente se estaba comportando como si lo fuese?

No tiene tiempo a seguir pensando en ello, pues la lengua de Scorpius recorriendo su cuerpo borra cualquier remordimiento, dejando un rastro de placer en cada lugar que toca.


—No debes decir nada, Lilu, pero Scorpius y yo vamos a casarnos.

Se atraganta con el zumo y sabe que sus ojos han centelleado de rabia, pero Rose tan solo se ríe.

—Perdona, perdona... Lily. Es la costumbre — comenta risueña con respecto al apodo de la niñez de Lily, creyendo que es lo que ha molestado a su prima. — ¡Es que estoy tan contenta! Lo hablamos ayer por la noche, cuando salimos a escondidas. Vamos a empezar nuestro último año en Hogwarts, y sé que quiero estar con él para siempre. No sé si planearla para el próximo verano, cuando nos graduemos, o quizás algo un poco más loco, para estas Navidades. ¡Me parece muy romántico casarse mientras se está estudiando! Y ambos seremos mayores de edad para entonces...

Rose sigue hablando y a cada palabra que pronuncia la carga en el corazón de Lily pesa un poco más.

—Cuando te he dicho que no dijeses nada; no me refería literalmente — espeta Rose de pronto y su prima se da cuenta de que ha vuelto a dirigirse a ella. Lily la mira. La mira de verdad, por vez primera en muchos meses. Y cuando contempla esos ojos azules, tan brillantes que dos diamantes palidecerían a su lado, sabe por fin la respuesta a la pregunta que la atormenta.

—Es que me has dejado sin palabras, Rose. Pero me alegro mucho por ti, por ti y por Scorpius — farfulla en tanto que su prima se lanza a abrazarla, ignorante de la intensidad con la que Lily ha pronunciado el nombre del chico rubio.

— ¡Gracias, Lily! — exclama Rose con tanta emoción en su voz que Lily debe hacer esfuerzos por no apartarla de un empujón y espetarle la verdad en ese mismo instante. — Ya sabes que, aunque no debería de tener favoritismos… — Rose sonríe y, de nuevo, sus ojos relucen. — Eres mi prima preferida — confiesa en bajito, aferrando una de las manos de Lily.

La menor de los Potter tan sólo asiente. No puede caer tan bajo como para corresponderla. Pero la mirada de Rose es tan intensa y anhelante... Es una mala persona.

—Y tu la mía, Rose. Y tú la mía.


Queda menos de una semana para el término de las vacaciones de verano. Agosto llega a su fin, y con él, el clásico mes de vacaciones familiares en la Madriguera. Y si bien en Hogwarts no va a tener la oportunidad de llevarse a Scorpius a su cama, Lily no sabe como afrontar la perspectiva de convivir con él en el colegio.

Desde ese desayuno de hacía unos días, en donde Rose le había confesado sus planes de matrimonio, la pelirroja más joven de la familia había guardado las distancias con Scorpius. Ni siquiera se ha animado a unirse al partido de quidditch que estaba jugando su familia en ese momento, necesitada de un rato de soledad para poner en orden sus ideas.

Cuando ya se encuentra lo suficientemente alejada de la casa se derrumba sobre la hierba, disfrutando de los cálidos rayos de sol sobre su frente.

— Lily...

No hace amago de incorporarse, sin embargo, su corazón vuelve a latir como loco. ¿Cómo podía haber luchado contra su influjo, si tan sólo su nombre en los labios de él hace que le tiemblen las rodillas?

Nota que Scorpius se sienta a su lado, y le gustaría pedirle que lo dejasen. Que hagan como si todas esas noches pasadas no hubiesen existido. Pero no puede. No puede porque tan sólo con tenerle al lado su cuerpo se estremece. Porque un nudo se instala en su estómago cuando él se va. Porque es una mala persona.

— No quiero soltarte, Lily — comienza él, leyéndole la mente sin necesidad de magia. — Pero tampoco puedo dejar ahora a Rose. Después de haber pasado tanto tiempo suplicándole que correspondiese a mis sentimientos… Parecería que… — el rubio no sabe como poner en palabras sus complicados sentimientos y Lily no necesita preguntar porque sabe que o más irónico de toda aquella historia, era lo profundamente enamorado que había estado Scorpius de Rose.

Ella nunca había caído en sus insinuaciones, porque era bastante consciente de que no se parecía en nada al tipo de chicas que le solían entrar por el ojo a Scorpius. Siempre se había considerado la menos atractiva de sus primas, lo que achacaba a su físico tan parecido al de la abuela Molly. Tampoco había heredado el pelirrojo espectacular de Lily o Hugo, sino que su cabello era más bien caoba. Si bien Lily siempre había envidiado sus espectaculares ojos, de un azul tan profundo, que parecía que albergaba en ellos toda el agua del océano.

Sea como fuere, Rose había temido confiar en Scorpius y salir escaldada.

Hasta el día de San Valentín.

Lily lo recuerda perfectamente, porque ella misma pretendía invitar a Scorpius a tomar una cerveza de mantequilla en las Tres Escobas.

El equipo de Slytherin tenía práctica de quidditch aquel día, así que decidió agarrar su propia escoba y bajar con la excusa de volar un rato. Con un poco de suerte, él decidiría quedarse después de que Lily le picase un rato sobre como Gryffindor aplastaría a Slytherin en el próximo partido. Y con otra poca más de suerte, podría ingeniárselas para apostar unas cervezas en Hogsmeade a pagar por el perdedor.

Sin embargo, todos sus planes se fueron al traste nada más llegar al campo y contemplar, estupefacta, a su prima Rose besando al chico.

Al verla aferrada a él, de puntillas y con el viento revolviéndole el pelo, Lily no pudo hacer otra cosa que montar sobre su escoba y pegar una fuerte patada al suelo para elevarse por los aires y alejarse de la escena que acababa de romper sus ilusiones.

— ¿En que momento lo estropeamos todo, Scor? — pregunta Lily todavía con la vista en el cielo y él sabe que la chica no está enfadada. Cuando se enfada ligeramente, casi en broma, usa su segundo nombre. Y sólo cuando está dolida de verdad emplea su apellido.

— No lo sé —admite él sin dudar. — Y me arrepiento, pero, a la vez, me alegro de que sucediese. No sé si me estoy explicando bien... — murmura, mientras agarra el medallón que lleva Lily al cuello y juguetea con él.

La chica tuerce el rostro para mirarle. Él la contempla desde arriba, recostado sobre un codo, el sol incidiendo directamente en su rostro. Su rubio platino parece blanco y sus ojos grises casi traslúcidos. Y sabe que jamás le servirá de excusa, pues todo el mundo le dirá que podría haberlo evitado, pero sólo ella sabe que era imposible no haberse enamorado de Scorpius Malfoy.

— Siempre hemos sabido que esto estaba mal —habla ella en un susurro. — Pero a la vez estaba tan bien que me convencí a mi misma que si estaba sucediendo era por algo que escapaba a nuestra razón. Sin embargo, Rose es mi prima y si tú vas a convertirte en su marido...

Lily deja de hablar porque no soporta llorar en frente de nadie, aunque es, de hecho, una gran llorona. Incluso tiene programado un día al mes dedicado única y exclusivamente a ver todas las películas muggles más tristes que conoce y llorar sin descanso. Pero le gusta hacerlo a solas.

— No es como si yo lo hubiese decidido —trata de defenderse él, aunque Lily frunce el ceño. — Rose siempre está hablando de planes e ideas. A veces me resulta complicado saber cuales se van a quedar en su cabeza y cuales tiene previsto poner en práctica. Y lo de casarnos cuando nos graduemos...

— O mientras estáis estudiando —apostilla Lily, satisfecha al ver la mueca que cruza el rostro de Scorpius.

— Es una idea pasajera.

— No lo creo.

— Tu tío pondrá el grito en el cielo.

— Rose es tan cabezota como él y tan lista como su madre. Se saldrá con la suya.

— En ese caso...

Scorpius no termina la frase y Lily sabe que es porque no sabe nada. Nada acerca del futuro. Nada de porqué quiere a Rose, pero necesita tanto a Lily. Nada de porqué están siendo tan malas personas. Nada de porqué son tan malas personas.

— En ese caso mejor que me beses y lo olvidemos todo, para siempre — acota Lily, aún sin creerse del todo sus palabras.

Y Scorpius la agarra por la nuca y la atrae hacia él, y comienza a devorar sus labios, culpable y exultante a la vez.

— ¿Se puede saber qué cojones estáis haciendo?


Albus los ha arrastrado hasta el ático, ha bloqueado la puerta con un hechizo y lanzado el muffliato para que nadie pueda escucharlos.

Dentro de la desgracia de haber sido descubierta por su propio hermano, tan solo puede agradecer que haya sido Albus y no James, o a esas alturas ya estaría enterada toda la Madriguera.

— Por lo que he podido ver no me tiene pinta de que ese beso haya sido un hecho aislado —comienza el mediano de los Potter en voz baja, a pesar del conjuro. Se mantiene sereno y dispuesto a escuchar una explicación, pero tanto Lily como Scorpius le conocen bien y saben que está muy decepcionado. — ¿Podríais explicarme a que demonios estáis jugando, por Merlín?

Lily aprieta los labios, porque realmente lo único que quiere hacer es mandar a su hermano a meterse en sus propios asuntos. Por desgracia sabe que, para esos ojos verdes, aquello son sus asuntos. Su hermana, su mejor amigo y su prima más querida. Así que calla y le deja la noble tarea de explicarse a Scorpius, quien sabe que su inquebrantable amistad con Albus pende ahora de un hilo.

— Albus, yo quiero mucho a Rose, de verdad — comienza Scorpius y Lily mira al suelo. Albus no dice nada porque está en su carácter él escuchar la explicación antes de emitir un veredicto, pero la pelirroja está segura de que su hermano tiene ganas de partirle la cara a su amigo. — Sabes perfectamente que la he querido desde siempre. Puedo recordar nítidamente la primera vez que la vi. Con su pelo enmarañado y su cara de buena persona. También sé que empezó a gustarme de verdad en tercero, porque todas estaban como locas con el nuevo golpeador de Hufflepuff y sólo ella decidió animarme a mi, a pesar de que tenía todas las de perder contra ese tipo. Y sé que me enamoré de ella en quinto, cuando le lanzó un hechizo a Emilia Rosewood porque había insultado a Lucy y, sin embargo, cuando semanas atrás la había llamado gorda ni se había inmutado ni me dejó defenderla. Rose es especial y es buena y lista y también es guapa, aunque ella no se lo cree. Y creo que la he querido precisamente por eso.

Lily mira a Albus cuando Scorpius termina de hablar. Su hermano mantiene sus ojos verdes entornados y le resulta evidente que aún está analizando la situación. Entonces vuelve a hablar y a la pelirroja se le disparan los latidos.

— ¿Y Lily? ¿Si tanto quieres a Rose, en que momento te pareció buena idea engañarla con mi hermana? — inquiere con acritud.

El rubio dirige su mirada hacia ella porque la pregunta que Albus ha hecho jamás se la han cuestionado. Ellos, simplemente, habían sucedido.

— Lily es... Simplemente es Lily. No es nada parecido a lo que tengo con Rose...

— Es decir, que tan sólo la usas para acostarte con ella porque con Rose no puedes hacerlo. Mi hermana menor de edad — sentencia Albus en voz baja, pero su tono es tan peligroso que a Lily se le erizan los pelos de la nuca.

— Entiendo que nos juzgues por traicionar a Rose — habla Lily por primera vez en todo el rato que llevan ahí — Pero lo que yo haga con mi cuerpo es mi decisión. Lo único que debes saber es que Scor, por supuesto, no me ha obligado jamás a nada.

Albus aprieta las mandíbulas y por un momento Lily piensa que todo termina ahí. Que saldrá del ático directo a buscar a Rose, o a James, quizás a sus padres. Puede que a todos. Pero entonces Scorpius vuelve a hablar.

— No puedo decirte cuando me enamoré de tu hermana porque no lo sé. No recuerdo un momento con claridad porque lo cierto es que Lily siempre ha sido la misma para mí. Siempre ha sido la enana de la familia Potter que un día creció y gustaba a todos los chicos del colegio. Y yo pensando que tenía suerte de que no tener tanta competencia con Rose. Mi rival en el quidditch, pero mi amiga el resto del tiempo. Y nunca me empezó a gustar, nunca supe que estaba enamorado de ella o que comenzaba a quererla. Pero el día que nos besamos... Fue como si, por primera vez, estuviese seguro de algo al cien por cien.

Scorpius termina su discurso y ninguno de los hermanos Potter presentes saben que responder. Lily siempre ha sabido que Scorpius quiere realmente a Rose. Está claro que todo el mundo pensaría que poca verdad hay en ello si es capaz de engañarla tan descaradamente como lo hace. Y con su propia prima. Y, sin embargo, aquel beso...

Era pascua y Lily, que había comenzado a evitar el contacto con la gente, se comía un delicioso huevo de chocolate que le había enviado su madre a la orilla del lago.

Menos mal que aquel dulce siempre le levantaba el ánimo, puesto que más deprimida no podía estar. Tampoco ayudaba el recién estrenado noviazgo de Rose y Scorpius quienes, al poco de verlos besándose en el campo de quidditch, comunicaron a todos que eran pareja.

Nunca le había envidiado nada a Rose a pesar de que, para la mayoría de su familia, resultase todo un ejemplo de carácter, inteligencia y belleza. Y es que, aunque Rose se sintiese algo acomplejada por su apariencia, Lily tenía que coincidir en que era muy guapa, aunque la propia Rose no fuese consciente de ello: esos expresivos ojos azules, su melena caoba siempre salvaje y su sonrisa brillante. Sin embargo, hasta esta ese momento nunca había creído que Rose pudiese tener algo que Lily ansiaría tanto.

— ¡Pesadilla! ¡Lilu! ¡Lilylulilo! ¡Eh, Lily!

Era Scorpius quien se acercaba, gritándole desde que la había avistado allí, bajo un árbol, meditando taciturna sobre lo desdichada que se sentía y sobre si al calamar gigante le gustarían los huevos de chocolate.

Scorpius se derrumbó a su lado, con una sonrisa de oreja a oreja.

— ¿No deberías estar estudiando, entrenando o haciendo algo mejor que molestarme? — cuestionó Lily por todo saludo. El rubio simplemente suspiró, pasando los brazos tras su cabeza y dejándose caer en el verde pasto.

— No puedo estudiar, Lily. No consigo concentrarme. ¡Estoy muy feliz!

Lily le contempló con detenimiento. El chico había cerrado los ojos y sus labios dibujaban una apacible sonrisa. ¡Qué guapo era!

Y ojalá solo pudiese presumir de belleza, entonces la benjamina de los Potter sabía que nunca se habría enamorado tan profundamente de él. Pero Scorpius era especial.

Incluso aunque hubiese sido escogido para Slytherin, no se parecía en nada a lo que se podría esperar de un estudiante de las serpientes. A ver. Albus también estudiaba allí y no era un ser maligno y retorcido. Pero Scorpius parecía ser demasiado divertido y sociable, simpático y natural, como para no creer que hubiese encajado mejor en cualquier otra casa.

Cuando Scorpius reía, Lily podía asegurar que jamás en toda su vida había escuchado un sonido que la hiciese creer tanto en la magia como lo hacía su risa.

— ¿Y tú, que te traes? — cuestionó él, de pronto, todavía sin abrir los ojos. Pero, aunque pareciese que era una pregunta sin ninguna segunda intención, la pelirroja detectó un matiz impostado en la aparente ligereza de la cuestión.

— No se a que te refieres — contestó ella, haciéndose la desentendida.

El chico se incorporó y la fulminó con aquellos ojos suyos, esos que Lily evocaba en su mente cada noche antes de dormir.

— Llevas semanas que casi no vemos ese chillón pelo tuyo — habló él, burlón. Pero sus palabras, que apenas unos días atrás habrían hecho saltar iracunda a la chica, no modificaron ni un ápice la expresión ausente de ella.

Scorpius la miró de reojo, algo preocupado.

— Estoy bien, Scorpius. A veces, simplemente, me apetece estar sola. Siempre hay demasiada gente a mi alrededor — confesó ella, sin contarle toda la verdad, pero sin mentira en sus palabras.

Y entonces él se había inclinado sobre ella. Estaba analizando su rostro, que enrojeció en seguida, en busca del malestar que podía estar haciendo mella en su amiga.

Su cara estaba tan cerca que creyó que era imposible que no escuchase los desbocados latidos de su corazón.

Se humedeció los labios, en un gesto inconsciente, mientras los ojos grises de Scorpius trataban de leer los castaños suyos. Buceando en ellos, buscando una respuesta que Lily consideró más que obvia en ese instante.

Y ella, joven e inexperta, pero, quizás por eso mismo, ajena a la tormenta que podría desatar con sus actos… Le besó.

Salvó la distancia entre los labios del rubio y los suyos con los ojos cerrados, temblorosa pero anhelante.

Scorpius había tardado unos segundos en reaccionar y lo hizo, tal y como ella se imaginó, rompiendo el beso.

Pero no se puso en pie de un salto, ni farfulló algo ininteligible sobre Rose, Lily siendo su amiga y todas esas cosas. Tampoco se alejó, colorado, como alma que lleva el diablo.

Se quedó allí, en silencio, con su cara todavía muy cerca de la de Lily.

Podrían haber transcurrido unos minutos o, quizás, varios días.

Lily nunca podría asegurarlo con claridad.

Pero entonces Scorpius pasó su mano por detrás del cuello de la chica y la atrajo hacia él, besándose de nuevo.

Había comenzado a devorar sus labios provocándole varios gemidos involuntarios, obligándola a preguntarse si tendría que recordarle a Scorpius que ella aún tenía catorce años.

Sin embargo, él no había ido más allá de morder su cuello con cierta lujuria mal contenida.

Y había sido cosa de brujas que nadie hubiese reparado en ellos.

Allí tirados, incapaces de separarse.

Olvidándose de que estaban en el colegio.

Olvidándose de Rose.

Olvidándose de que no solo existían ellos dos en el mundo.

Sale de su ensoñación al escuchar el carraspeo de Albus, quien la mira esperando a que ella diga algo. Sabe que su hermano se está percatando del hecho de que, al final del día, Lily es familia de Rose.

Scorpius es su mejor amigo, y no lo habría imaginado traicionando a Rose, pero es un hombre, al fin y al cabo. Pero Lily es su prima. ¡Se han criado juntas, por el amor de Merlín!

— No hay nada que pueda decirte que vaya a ser lo que quieres oír, Albus — habla entonces la pelirroja, quien en esos meses parece haber crecido varios años.

El mediano de los Potter se soba el rostro, en un gesto que denota agotamiento.

Sabe que si habla todo se irá al caño. Duda que su amistad con Scorpius vuelva a ser la misma y tampoco cree que pueda volver a mirar a Lily con los mismos ojos de antaño. Pero si confiesa lo que ha visto; Rose odiará a Lily y Scorpius, ¡quien sabe durante cuanto tiempo! Su hermana pasará a hallarse en el más profundo ostracismo familiar, pues incluso sus padres se horrorizarán al saber de lo sucedido. Scorpius jamás volverá a ser bienvenido en su casa, y el tío Ron probablemente acabará en Azkaban por tratar de lanzarle alguna maldición asesina. Y lo peor es que ni siquiera esto último era una broma.

— Terminad con lo que sea que haya entre vosotros — dice entonces Albus con un suspiro de hartazgo. — Yo haré de cuenta que no he visto nada y todo podrá volver a ser como debería — finaliza alternando miradas entre Scorpius y Lily, con una profunda amargura pintada en sus verdes ojos.

Se acerca a la puerta y, tras deshechizarla, está a punto de salir cuando se gira súbitamente, contemplando con gesto gélido a Scorpius.

— Si vuelves a acostarte con mi hermana — comienza con una voz tan áspera que no parece la suya propia. — Te mataré — remata, dejando al que hasta unos minutos atrás era su mejor amigo, completamente consternado.


Lily se revuelve inquieta en su cama.

Después de la conversación con Albus ni Scorpius ni ella tuvieron ánimo para decirse nada más.

La tarde estaba transcurriendo insoportablemente despacio.

Escucha las risitas ahogadas de Rose y sus otras primas y asume que la chica las está poniendo al corriente sobre sus planes de matrimonio.

Ahoga un grito en la almohada.

Se pregunta si, con Albus al corriente, podrán seguir Scorpius y ella con su clandestino romance.

Bufa.

Por supuesto que no.

Conoce a su hermano, y sabe que cualquier momento en que el rubio y la pelirroja no estén presentes hará saltar las alarmas en su cabeza.

Casi debería de agradecer el que les hubiese descubierto, pues en algún momento tendrían que haber puesto fin a su locura.

Apenas habían pasado unos meses juntos… No era tan grave. Una pequeña falta cometida por Scorpius al principio de su relación, nada que no pueda llegar a olvidar.

¿Y ella?

Recuerda, de pronto, el día de su décimo quinto cumpleaños, el siete de junio.

Ya estaban de vacaciones, pero se encontraba en casa de sus padres, en Grimmauld Place.

Hacía ya muchos años que prefería pasar su aniversario a solas con Harry, Ginny, James y Albus.

No le había mentido a Scorpius al confesarle que, a veces, se sentía asfixiada rodeada por toda su familia. Sus abuelos, sus numerosos tíos y tías y su ingente cantidad de primos y primas.

Reflexiona, ahora, que tal vez por eso le resultó casi fácil traicionar a Rose.

Porque ella no parece ser como los demás, quienes se regocijan estando juntos, incluso aunque se ven todos los días en Hogwarts.

Aquel día, mientras soplaba las velas del enorme pastel que su madre había conseguido cocinar (no sin cierta ayuda mágica, hay que añadir) se descubrió deseando con todas sus fuerzas que Scorpius estuviese allí.

Él se había contenido, haciendo gala de una fuerza de voluntad que Lily ponía todo su empeño en minar, en no tocarla más allá de lo que debería.

Cumplía quince años, pero se sentía como si estuviese soplando el doble de velas, lidiando con una situación demasiado compleja para ser vivida por alguien de su verdadera edad.

Sus padres habían comprado entradas para la ópera, pero se quejó de que había comido demasiado pastel y le había sentado un poco mal.

Dadas las cuestionables dotes culinarias de Ginny nadie pensó que estuviese mintiendo.

Y aunque insistieron en quedarse con ella, consiguió convencerles de que era una pena desperdiciar esas entradas que habían reservado tanto tiempo atrás.

No tardó mucho en aparecerse Scorpius allí puesto que, dada su amistad con Albus, gozaba del privilegio de ser inmune al hechizo anti-aparición que protegía la casa. Y aunque ese mismo privilegio lo ostentaban también el resto de los miembros de su familia, ninguno iba a dejarse caer por sorpresa a aquellas tempranas horas de la noche.

Haber sido el bicho raro que clamaba por un cumpleaños casi solitario tenía sus ventajas.

Se habían besado con la acostumbrada pasión.

Necesitados el uno de el otro, como quien necesita del oxígeno para respirar.

— Lily… — había mascullado el rubio con voz ahogada en medio de uno de sus besos. — Te he traído un regalo — consiguió decir, al fin, cuando ella consintió en soltarle.

Sacó del bolsillo trasero de su pantalón un hermoso medallón de oro, bailando en una larga cadena también dorada, que, sin embargo, no tenía ningún grabado.

Lo contempló durante un instante, atesorándolo por ser el primer regalo que Scorpius le hacía, pero confundida por el mismo. Él sonrió al ver la expresión de su rostro.

— Tienes que tocarlo — aclaró Scorpius tendiéndoselo.

Al tomarlo en sus manos el dibujo de un lirio apareció en uno de los lados del medallón. Lily le miró con los ojos brillantes de la felicidad.

— Siempre que roce tu piel aparecerá el lirio dibujado — comentó el chico con cariño. Iba ella a abrazarle cuando él la interrumpió. — Pero si yo lo toco, siempre a la vez que tú… — susurró tomándolo por un extremo y dándole la vuelta.

La pelirroja ahogó un grito al ver el grabado de un escorpión apareciendo en la trasera del medallón. No pensó que pudiese estar más asombrada hasta que vio al mismo moverse y desaparecer hacia el borde de la joya. Volvieron a girar el medallón para soltar una risa contemplando como el escorpión se escondía entre las hojas del lirio, quien parecía haber cobrado vida y se movía como mecido por un viento inexistente. Entonces Scorpius soltó el extremo por el cual lo sujetaba y el escorpión desapareció, quedando el lirio solitario e inmóvil.

— Es… No tengo palabras… Es precioso… — consiguió musitar Lily, incrédula ante la belleza de semejante regalo.

Scorpius simplemente asintió mientras se situaba detrás de ella para abrochárselo al cuello.

— Me ha llevado siglos conseguir que el hechizo funcionase — confesó él con una carcajada cuando ella se giró para mirarle.

El reloj del salón dónde se encontraban marcó las once y Lily calculó que su familia debía encontrarse en la mitad del espectáculo. Aún faltaban un par de horas hasta que regresasen.

Tiró por el brazo del chico, despojada de cualquier tipo de duda que pudiese quedarle, y le condujo hasta su habitación.

Scorpius ya había estado allí. Eran ya muchos veranos y Navidades visitando la casa de los Potter como para no haber oteado nunca el interior de la habitación de la pelirroja, si bien le pareció que era la primera vez que la veía realmente.

Había libros y pergaminos desparramados por el escritorio e incluso en el suelo, así que se imaginó que la chica ya había comenzado con la tarea de verano, aunque solo llevasen unos cuantos días de vacaciones.

Tenía muchas fotos de su familia, aunque casi todas eran de sus padres y sus hermanos. Las fotos no se movían y ella le explicó que las había tomado con una vieja cámara de fotos muggle que su padre le había regalado.

— Me gustan más, de hecho, que las fotos mágicas. Tienes que ser muy precisa para capturar justo el instante que quieres conservar — explicó ella. — En las fotos mágicas no existe esa necesidad, al captar los segundos previos y posteriores al disparo — continuó para después añadir — Además, acaban haciendo lo que quieren. En la foto familiar que hay en el comedor James siempre termina por empujarme para hacerse con mi sitio en primera fila — añadió quejumbrosa, aunque con una risita.

Recordó, de pronto, aunque no se lo dijo a Scorpius, la foto que tenía Albus en su cuarto. Había sido tomada un par de años atrás, al término de un partido de quidditch en la escuela. Cada vez que la veía recordaba muy bien el momento, pues había sido cuando ella había debutado como buscadora y perdido contra Slytherin. Eso explicaba el motivo de la fulgurante sonrisa de Scorpius, a un lado de la foto, con Albus en el medio y Rose en el otro extremo.

Y si uno se la quedaba mirando largo tiempo, como tantas veces había hecho Lily, se podía ver al Scorpius de la fotografía pegándole un amistoso empujón a Albus para colocarse al lado de la chica de ojos azules.

Hacía mucho tiempo que Lily no contemplaba aquella fotografía, y se preguntó si el rubio de la imagen seguiría haciendo lo mismo. ¿La magia que había en las fotos revelaba los sentimientos existentes únicamente cuando fueron tomadas? ¿O quizás el Scorpius de la foto permanecía ahora en su esquina, avergonzado?

— ¡Voy a sacarte una foto, espera! — exclamó ella, de pronto, abriendo uno de los cajones de su cómoda.

Le pidió que se acomodase junto a la ventana y que mirase fijamente al objetivo, sin moverse, o saldría borrosa.

Y cuando se disponía a apretar el botón habló sin duda alguna en su voz, deseando conservar para siempre aquel instante.

— Quiero hacer el amor contigo, Scorpius.

La puerta de su habitación en la madriguera se abre y durante un segundo cree que es él. Pero es su padre, quien le pregunta si no va a bajar a cenar.

Al final la tarde ha terminado por pasar mientras ella se sumergía en sus recuerdos.

— No tengo hambre, papá — comenta, girándose hasta darle la espalda. Escucha el suspiro de Harry y nota como la cama se hunde un poco cuando él toma asiento en ella.

— Lily… ¿Estás bien? — inquiere el hombre. — Llevas unos meses un poco extraña, hija.

Se incorpora, dispuesta a contárselo. Su padre es la persona que más la ama en este mundo. Él no la juzgará. Le dará un buen consejo. La ayudará en su dilema.

Pero entonces se fija en los verdes ojos que relucen tras los cristales de sus inconfundibles gafas. Son los mismos ojos de Albus.

Y recuerda los días en que envidió a Rose por sus ojos como diamantes, preguntándose porque ella no habría heredado aquel verde esmeralda que la habría terminado por convertir en un calco de su difunta abuela.

— Estoy bien, de verdad — miente descaradamente, pues al final del día es y actúa como una mala persona. — Ya sabes que hay momentos en los que prefiero estar sola.

Harry Potter asiente, aunque no termina de comprender del todo a su hija.

Para él, quien siempre ansió una familia, no hay dicha que se compare a los momentos en los que están todos juntos, reunidos, disfrutando los unos de los otros.

Pero Lily, a pesar de su nombre y de su apellido y a pesar de su pelo rojo y de que juegue como buscadora al quidditch, no es su abuela. No es su madre ni él mismo. Y su manera de ser… Lo cierto es que no encuentra similitudes con nadie en la personalidad de su hija. A veces introvertida, a veces el alma de la fiesta. Normalmente callada y reflexiva, pero de lengua rápida cuando se trata de dar una réplica. Dulce y cariñosa con aquellos a quienes tiene en más estima, pero… Sorprendentemente distante con el resto.

Su padre se va en silencio tras depositar un beso en su frente y ella nota las lágrimas quemando en la comisura de sus ojos.

Recuerda la expresión derrotada de Albus unas horas atrás. Aunque les ha dicho que deben dejarlo, ella es consciente de que es poco probable que cuente lo que sabe, incluso si no le hacen caso.

Hablar de lo que ha visto entre Lily y Scorpius tendría el mismo efecto que si se pusiese a lanzar varios hechizos bombarda sobre la Madriguera.

Acabaría por destruirlo todo. Incluidos esos lazos familiares que, si bien antaño parecieron sólidos, hoy Lily descubría infinitamente frágiles.

Lo único que encuentra irrompible es, irónicamente, su relación con Scorpius. Esa que deben terminar.

Recuerda como él, aunque inseguro al principio, acabó por ceder a los besos que ella le había dado. A los suaves mordiscos que propinó a su cuello. A sus manos desabrochando la camisa que llevaba puesta.

Le hizo el amor con lo que Lily creyó experiencia, aunque no fue hasta muchos encuentros después que se percató de lo torpes que habían sido ambos en realidad.

El placer, los gritos, los gemidos y los cuerpos con sabor a sal llegarían más tarde.

Pero en aquel momento, mientras el rubio se hacía uno con ella, se dijo que había encontrado su sitio en el mundo.

Lily pertenecía a ese lugar, los brazos de Scorpius. A su aliento caliente contra su cuello. A sus dedos recorriendo con lentitud su espalda, erizándole el vello. A sus ojos grises, convertidos en dos abismos dónde rugía la tormenta.

Se incorpora de golpe y el medallón rebota contra su pecho.

Es ya noche cerrada y Lily decide salir a dar un paseo.

Se encuentra tan ensimismada en sus tortuosos pensamientos que no se ha percatado que es la hora en la que Rose suele escabullirse con Scorpius.

Por suerte, ellos no la ven a ella y consigue esconderse tras un árbol del jardín, con el corazón a punto de subirle por la garganta.

— No se, Rose… Quizás deberíamos tomárnoslo con más calma — le escucha decir a él.

— Se que es apresurado, Scor — contesta Rose y Lily se promete que no volverá a llamar a Scorpius por su diminutivo. — Pero nos conocemos desde hace años, y creo que sería muy romántico organizarlo para estas Navidades.

Lily la escucha, incrédula, comprendiendo que están hablando sobre los ridículos planes de boda de su prima.

Siempre creyó a Rose igual de pragmática que su tía Hermione, por lo que la asombra estar oyéndola decir aquella sarta de chorradas. ¡Si ni siquiera han echado un polvo!, piensa furibunda.

— Aún así… Creo que necesitamos algo de tiempo para poner en orden nuestros sentimientos. Yo, bueno… — Lily contiene la respiración, pues sabe por el tono de Scorpius que está a punto de decirle algo importante. Pero entonces Rose vuelve a hablar.

— En realidad, sería algo casi simbólico — la escucha decir, con tono apresurado. — Verás… La abuela lleva un tiempo bastante enferma y temo que cualquier día le pase algo. Yo la quiero muchísimo y me apenaría mucho que no fuese a estar el día de mi boda, ¿comprendes? — finaliza y la menor de los Potter es capaz de detectar el tono compungido de sus palabras.

Scorpius no responde y, si lo hace, Lily es incapaz de oírle.

No sabe si las palabras de Rose son ciertas o está jugándosela a Scorpius.

No puede saberlo porque, piensa entristecida, apenas ha pasado tiempo con su abuela durante ese verano.

Ellos se alejan del lugar donde se encuentra escondida, y se deja resbalar por el tronco del árbol hasta acabar sentada en el suelo.

La noche es cálida y se encuentra a gusto allí, bajo el cielo estrellado.

No sabe si Scorpius irá a buscarla cuando termine su paseo con Rose, pero es consciente que su historia se agota si no hacen algo.

Scorpius terminará por casarse con su prima, si no es esa Navidad puede que el próximo verano, o tal vez el siguiente.

Ella se contentará con dirigirle ansiosas miradas de tanto en tanto y quizás sus manos se rocen ligeramente cuando se crucen por los pasillos del colegio, tan llenos de gente, que podrán atribuirlo a la casualidad.

A ella aún le quedan dos cursos todavía, y es posible que se eche algún novio.

Todavía no sabe a que quiere dedicarse, pero está segura de que se irá al extranjero durante unos cuantos años.

Para cuando vuelva Scorpius y Rose quizás se habrán convertido en padres.

¿Y ella?

Suspira a la par que agarra el medallón que Scorpius le regaló y lo contempla mientras los ojos se le llenan de lágrimas.

Ella siempre será un lirio solitario.


Cuando vuelve a su cuarto Scorpius está allí, esperándola.

¿Acaso se ha vuelto loco?

Es poco probable que Albus los delate, pero aquello es tentar demasiado a su suerte.

— ¿Se está muriendo tu abuela? — le pregunta él antes de que ella pueda protestar por su intromisión y comprende que el chico está buscando una salida desesperadamente.

— No lo sé.

— ¿Cómo puedes no saberlo?

— ¡No lo sé, ¿vale?! Por si no te has dado cuenta trato de pasar el menor tiempo posible con mi familia.

— Y eso es culpa mía.

— Yo no he dicho eso. Pero si siempre me ha costado estar rodeada de tanta gente, ahora que no puedo ni mirar a la cara a la mayoría de ellos…

— ¡Joder!

Scorpius parece fuera de sí y Lily se pone a pensar en que nunca le ha visto enfadado. Saca su varita, dispuesta a conjurar el muffliato por si aquella conversación se sale de madre, pero él la detiene. Y ve tal determinación en sus ojos que se asusta.

— Déjalo. No lo conjures. Necesito acabar con todo esto. Todos lo necesitamos — murmulla contra su boca y Lily nota como la excitación se pone a bailar con el miedo que la invade.

— Estás loco — susurra ella justo antes de que él la bese.

Lo está haciendo de una manera tan apasionada que cree que acabará por desmayarse si no la deja tomar aire. Pero entonces ataca su cuello a la vez que baja sus manos por los glúteos de la pelirroja y la impulsa para que rodee su cuerpo entre sus piernas.

Lily sabe que está cerca de descontrolarse. Y que sus gemidos, por el momento apenas audibles, se tornaran en gritos en unos minutos.

Él la desnuda y la lleva hasta la cama.

Se quita la ropa a su vez, mientras ella le mira, todavía incapaz de creerse el descaro que están cometiendo.

El escorpión aparece y desaparece una y otra vez mientras el medallón oscila entre ambos, chocando con el desnudo pecho de Scorpius al ritmo de su particular danza.

El lirio se deja mecer, rítmicamente, mientras el escorpión acaricia sus pétalos y se pierde, juguetón, entre ellos.

Las luces de la Madriguera comienzan a encenderse y se filtra hasta su habitación el murmullo de las voces confundidas y somnolientas de sus habitantes.

¿fin?


¡Hola! Bueno… Antes de nada, he de decir que el próximo capítulo del Club S ya está listo. Pero como organicé una suerte de encuesta de cinco días de duración a partir de la última actualización… Pues he tenido tiempo para dedicarme a otros menesteres. Y Harry Potter y relaciones truculentas entre sus personajes parece haberse convertido en mi principal pasatiempo.

De este fic, de hecho, tenía escrito gran parte desde hacía muchísimo tiempo. Justamente hasta el momento en el que Lily recuerda su primer beso con Scorpius. A partir de ahí el resto ha salido de corrido, íntegramente en el día de hoy.

Sospecho que, dado el estilo de narración inicial, pretendía hacer una suerte de drabble o viñeta, que terminó por alargarse más de la cuenta.

Retomando la historia tanto tiempo después se ha ido por unos derroteros un poco imprevistos, pues creo recordar que pretendía que no tuviese un final feliz.

Aunque no se si se puede considerar este final como "feliz" exactamente…

Y es que cuando, por fin, Scorpius parece ser capaz de tomar una determinación y cortar por lo sano, Rose le sale con el tema de su abuela, que a vuestro criterio queda si es cierto o no.

Percatándose de que nunca va a ser capaz de tener esa conversación con ella en la que pongan fin a su relación opta por ir "de perdidos al río".

Lo que pase después de eso… Bueno. Será algo parecido a eso que piensa Lily sobre su hermano lanzando hechizos bombarda sombre la Madriguera. Jajajaja.

Últimamente no se que me pasa con el rollo de las relaciones prohibidas, las infidelidades y todo eso. ¡Os prometo que todo va bien en mi vida! Jajajajaja.

Y sí, se que hay un fic mío que se llama Infieles, precisamente, esperando a que me decida a continuarlo. Lo tengo presente.

Por si gustáis, he publicado hace nada mi primer dramione: Brujería en sus labios. Un poco así de este palo.

Y creo que eso es todo. ¡Muchas gracias por leer y espero que os haya gustado la historia! Tanto si es así como si no, me encantará leer vuestras opiniones en los comentarios.

¡Un saludo y salud para todxs!

Inuka