Título: Lady of the Night.

Resumen: Hola. Soy Kagome Higurashi... O Matsuda... En realidad, llámame como prefieras. O también puedes decirme Dama de la Noche. Lo único es que te tengo que pedir un favor: ni una palabra a InuYasha Taisho. Bueno, ya sabes, nuestros trabajos nos hacen enemigo y si hay algo que tengo claro es que nada sale bien si pones besos, policía y ladrón en una misma oración. Para el reto "Por un puñado de besos" del foro ¡Siéntate! [AU]

Disclaimer: Ninguno de los personajes me pertenecen, sino que son de la maravillosa Rumiko Takahashi. La historia, que sí es mía, sigue el reto, ya mencionado, de "Por un puñado de besos" del foro ¡Siéntate!, el cual será el de los 10 prompts.

¡Espero que os guste!


Capítulo 1: Primer beso.

Estuve escuchando atenta mi alrededor mientras permanecía agazapada en la oscuridad de la habitación. Me había asegurado de que tendría vía libre con Naraku Tatewaki. Él se encontraba en una de sus tantas "galas benéficas" y no volvería hasta bien entrada la madrugada, yo me había asegurado de ello. Sango avisaría en el momento que ese malnacido abandonara el hotel donde tenía lugar la fiesta.

Entonces, ¿qué era ese ruido que había escuchado?

Los segundos pasaron en los que contuve la respiración y cuando estuve cien por cien segura de que no habría problemas, me incorporé con mucho cuidado, mirando siempre a todos los lugares posibles. Pero la casa estaba vacía; debía haber sido algún ruido de la calle.

A veces, extremaba muchísimo de cuidadosa, pero como siempre me decía, mejor que sobrara a que faltase. Además, tenía tiempo para no meterme prisa y que después las cosas salieran mal.

Miré por la ventana del salón y descubrí que había luna llena, lo que me hizo sonreír.

Un pitido en el oído consiguió que despertara de mi ensoñación y rápidamente me puse en movimiento mientras activaba el chisme que tenía en una de mis orejas. A pesar de llevaba mucho tiempo trabajando con la alta tecnología, nunca me acostumbraría a ella.

—¿Miroku? — susurré, distinguiendo en mi camino las formas oscuras de la habitación. El corazón parecía que iba a escapárseme por la boca.

—¿Qué te ha pasado? Llevas mucho tiempo quieta— respondió la voz de uno de los miembros de mi equipo. Su voz sonaba calmada, lo que tranquilizó un poco mis nervios.

—Creí oír algo, pero debió ser un gato en el jardín.

Salí del salón y me adentré por el largo pasillo hasta subir a las escaleras. Vale, ahora en el segundo piso la primera puerta era un baño, la segunda una habitación de invitados, enfrente estaba el dormitorio principal y al fondo… lo que estaba buscando. El despacho.

—Todo sigue normal. Tatewaki sigue en la fiesta y Sango se está asegurando de que nunca le falte una copa de champagne en la mano— me explicó Miroku, haciendo alusión a otro de los miembros del equipo.

Miroku y Sango Ishida, mis mejores amigos desde la primaria y los mejores compañeros en batalla que jamás había conocido. El primero conocía los ordenadores y la tecnología en general como si fuera un mero juego de niños, mientras que su mujer era la mejor estratega y apoyo que podía existir en el mundo.

No podía haber escogido mejores personas que ellos para que me ayudaran en mi batalla. Bueno, nuestra, más bien.

—Ahora mismo está todo controlado— confirmó mis anteriores palabras. A unas calles de distancia, Miroku era mi compañero en esta misión y se aseguraba de que todo estuviera en orden mientras me esperaba en un vehículo con uno de sus ordenadores en la mano.

—Voy a entrar en el despacho— le informé, aunque no hiciera mucha falta. Conocía en cada momento cuales eran mis pasos en la casa; los míos y los de cualquier persona que se encontrase a medio kilómetro de la casa.

La puerta chirrió un poco cuando la abrí y una sonrisa se plasmó en mis labios; la escena parecía sacada de una estúpida película de miedo, aunque, en este caso, yo no era precisamente la chica buena e indefensa.

La habitación estaba a oscuras también y de mi cinturón lleno de bolsillos saqué una linterna. Ahora tenía que buscar la caja fuerte, abrirla, robar el botín y largarme pitando. Pintaba la cosa muy fácil, ¿eh?

Me adentré en el despacho y me sorprendí un poco por lo elegante y ordenado que parecía todo. Había muchos cuadros en las paredes y montones de ornamento lujos y ostentoso. No pude evitar hacer una mueca.

—Detrás del cuadro del dragón— me indicó Miroku al oído.

No le cuestioné cómo sabía dónde se encontraba, confiaba en él con mi vida. Efectivamente, cuando quitabas el enorme cuadro de un dragón oriental, detrás se encontraba el motivo por el que yo me encontraba aquí. Sonreí satisfecha.

—¿Cómo lo sabías? — bueno, vale sí, me picaba la curiosidad, así que tuve que preguntárselo mientras me ponía la linterna en la boca para tener las manos libres.

Como respuesta, se rio pagado de sí mismo.

Me costó un poco, pero me había enfrentado a retos muchísimos peores, así que más pronto de lo que esperaba escuche el click de la cerradura y la puerta se abrió frente a mis ojos.

—Te tengo— susurré, extendiendo los brazos. Mis manos enguantadas tocaron el objeto en cuestión y con cuidado la sostuve para admirarla. Su brillo violáceo me dejo sin respiración por un momento— Vaya, es impresionante….

La Perla de Shikon, la mayor piedra preciosa que existía actualmente en el mundo, se encontraba ahora mismo entre mis dedos.

—¿Lo tienes? — preguntó Miroku, y noté cierta urgencia en su voz.

Salí de mi fascinación y rápidamente me guardé la joya en el cinturón.

—Sí— afirmé, cerrando de nuevo— Salgo inmediatamente.

—Vale, Sango me ha envidado un mensaje. Dice que Naraku está empezando a despedirse de sus invitados.

—Entendido.

Cortamos la llamada -si pasara algo importante él entraría otra vez en contacto- y me dispuse a salir, no muy asustada. Aunque saliera ahora mismo del lugar, todavía le quedaría media hora de camino. Para el momento en el que volviera a su casa y descubriera lo que había pasado, yo ya estaría en mi bañera, disfrutando de un buen vino y admirando mi nueva adquisición.

Sonreí, entusiasmada, volviendo a colocar el cuadro en su sitio con destreza. El trabajo ya estaba hecho prácticamente.

Entonces, en el silencio del lugar, escuché como le quitaban el seguro a un arma y mi cuerpo se paralizó.

—Yo que tú no me movería, gatita— la voz sonó ronca e intensa y yo sentí como me estremecía. Durante un par de segundos, no hubo movimiento alguno— Date la vuelta. Despacio y con las manos donde yo te vea, no quiero sorpresas.

Tenía el corazón a punto de salírseme por la garganta, pero hice caso a sus palabras. Un par de luceros dorados me atraparon en la oscuridad del lugar y mi respiración se atragantó.

—Vaya, vaya, pero mira a quién tenemos aquí… A la Dama de la Noche, ni más ni menos, qué sorpresa— ironizó, todavía con el cañón apuntado hacia mí. La burla en su voz hizo que mi mentón se izara solo, con orgullo, y esbocé una mueca despectiva en su dirección.

—Inspector Taisho, ¿qué hace usted aquí? Creí que había sido invitado a la importante fiesta que se está celebrando.

Ahora que me fijaba bien, no venía vestido con su ropa habitual: vaqueros y camisetas, y su chaqueta de cuero oscura; sino que el traje oscuro y elegante, junto con su camisa blanca y la corbata a juego con el traje, le sentaba como un guante. No pude evitar lanzarle una mirada apreciativa, pero me di cuenta tarde y me maldije entre dientes cuando advertí que él también supo lo que había hecho por la sesgada sonrisa que apareció en sus labios.

—¿Y perderme donde está toda la diversión? No lo creo— sus ojos se encontraron con los míos y sentí los vellos ponérseme de punta — ¿De verdad creías que no me daría cuenta de lo que pretendías hacer?

—No te imaginaba tan astuto— me encogí de hombros, aparentando indiferencia— Te he subestimado, al parecer.

El inspector me observó de arriba abajo, un mechón de su incomparable cabello albino se escapó de la cola que siempre llevaba, colocándose delante de sus ojos. Con un movimiento de cabeza distraído, se lo apartó y yo contuve un extraño suspiro que quiso escapar de mi pecho.

—¿Dónde lo tienes?

—¿El qué? — me hice la inocente. Mierda, el tiempo estaba pasando y Naraku cada vez podía estar más cerca.

No, este no podía ser el final. De peores había salido. Tan solo me tocaba improvisar una vez más.

—No me tomes por tonto y muéstrame lo que te has guardado. Ahora— su voz se había agravado una octava y un estremecimiento me recorrió de arriba abajo— Dame la perla.

—Vamos, ¿qué les importa a estos hombres unos cuantos millones? — chasqueé la lengua, como si estuviera disgustada— Seguro que podrá sobreponerse a la pérdida mientras se hunde en una piscina de billete— seguí diciendo, rompiendo con mi máscara de indiferencia pues me había salido con más fuerza de la que había pretendido en un principio.

El inspector me miró fijamente, sospechando, y yo se la sostuve con firmeza. Jamás me vería agachar la cabeza.

—¿Por qué lo haces? — soltó, de pronto, cogiéndome desprevenida. Él también pareció sorprenderse por lo que había dicho, pero no se retractó de ellas, sino que me miró con mucha más atención— ¿Por qué destruyes tu vida de esta manera, al margen de la justicia?

Reflexioné por un par de segundos cual podría ser una buena respuesta que no me involucrara mucho.

—¿Qué es para ti la "justicia"? — terminé diciendo lentamente, haciéndole llegar cada una de mis palabras— ¿Ser el perrito faldero de un sector de la población superior, con más dinero y poder, con sus propios deseos e intereses, incapaz de poder oponerte a sus órdenes? Eso dista mucho de mi opinión sobre eso que crees llamar justicia.

Vi un destello de rabia aparecer en su mirada, pero sus ojos se entrecerraron, como si intentase desentrañar el mensaje oculto que había que ellas. Oh, si tú supieras…

—Se acabó del juego— espetó y su semblante cambió hasta mostrar una fría indiferencia y regocijo— Cuéntale tus cuentos a quién te crea, me cansé de tanta cháchara absurda. Queda arrestada por hurto y allanamiento de morada, tiene el derecho a permanecer en silencio…

—Dame dos minutos— me susurró Miroku al oído y tuve que hacer acopio de toda mi voluntad para no mostrarme sorprendida o aliviada.

Nuevamente, Miroku no me había fallado, aunque no es que hubiera estado muy preocupada, confiaba ciegamente de él. Sin embargo, sí me sentía un poco impaciente y molesta por lo pagado de sí mismo que se creía este odioso y prepotente inspector. Pobrecito si creía que podía conseguirme así de fácil. Siempre, siempre, teníamos en cuenta todas las variables cuando hacíamos un plan y esta había sido una de ellas. Eso sí, me sorprendió verlo solo. Pensé que traería refuerzos.

Si no me equivocaba, después de tantos meses dándole esquinazo, ya me estaba tomando como algo personal. No pude evitar sentirme orgullosa por eso; Taisho era el mejor de su promoción y que me viera como un rival digno me subía un poco la moral, todo sea dicho.

Ahora, si Miroku me había pedido dos minutos, yo se lo daría.

—Se encuentra usted muy elegante, ¿lo sabía? — comenté con fingida inocencia, aunque mis palabras no es que fueran precisamente una mentira. Taisho se quedó callado, mi comentario le habían pillado desprevenido y había perdido el hilo de lo que estaba diciendo— Ese traje le sienta como un guante y su cabello… siempre quise decírselo, me tiene fascinada. Jamás había visto un cabello como el suyo, me llamó la atención en un primer momento… y aún ahora lo hace. ¿Es natural?

—¿Qué cojones? — pareció molestarse por mi comentario, aunque la sorpresa no desaparecía su rostro.

Yo callé por un momento porque nunca antes unas palabras se habían deslizado con tanta facilidad por mis labios; y más tarde descubrí que era porque no solo se trataba de cháchara superficial, sino porque era verdad cada una de ellas. ¿Qué mierda estaba diciendo? ¡Joder! ¡Y ahora no podía echarme atrás!

—Vamos, no se enfade— una sonrisa bailó en mis labios y di un pequeño paso en su dirección— Es solo simple curiosidad…—Otro paso. Y otro. Y otro más— No todos los días se ve a alguien tan joven con ese color, ni tan largo… y tan limpio— vale, siempre había querido preguntárselo. ¿Y qué mejor momento que este? Además, la mueca de confusión y asombro que tenía en el rostro hacía que tuviera ganas de reírme en su cara. Lo había dejado completamente descompuesto.

—¿Por qué mierda estamos hablando de mi pelo? — gruñó, intentando recomponerse.

—¿No quiere? —Otro paso. Vamos, debía acercarme, desconcertarlo. Sorprenderlo— Bueno, siempre podemos hablar de esos ojazos dorados que tienes— musité con más firmeza de la que realmente tenía; menos mal que estábamos a oscuras prácticamente, si no toda mi fachada se iría al garete al ver el rubor que se había adueñado de mis mejillas.

—¿Qué…?

Me quedé a un par de pasos de él, tan cerca que fui capaz de sentir un aroma penetrante y masculino adentrarse por mis fosas nasales. Me sorprendí cuando supe que venía de él. Jamás pensé que olería tan bien. Sus ojos no se apartaron de los míos y jadeé suavemente cuando sentí la intensidad de su mirada.

Desde tan poca distancia, sus ojos eran mil veces más profundos y bonitos de lo que pensaba. Joder.

—¿Usa lentillas? — susurré y mi voz tembló ligeramente. ¡Joder! ¡Joder! ¡¿Qué me estaba pasando?!

Él abrió la boca, queriendo decir algo, y entonces me fijé en su boca por primera vez, en sus labios finos pero aparentemente suaves, y mi estómago cosquilleó por un ansia que apareció en ese momento en mi cuerpo. ¿Qué…? ¿Me estaba volviendo loca?

Pero, al parecer, no debía ser la única porque lo escuche expirar y, para mi sorpresa, sus orbes dorados se deslizaron hasta mis labios mientras el oro se oscurecía. Mi respiración se detuvo.

—Cinco segundos— habló Miroku, aunque yo tampoco le eché mucha cuenta. Mi atención estaba puesta en él, en su rostro, en sus ojos, en sus labios, en su nuez de Adán que no dejaba de moverse…

Y no lo pensé.

Agarrándolo del pecho, tiré de su cuerpo hacia mí y él no ejerció ninguna resistencia porque su cuerpo se movió como si de un muñeco de hilos se tratase, y se inclinó hacia mí. Nuestros labios se rozaron, su aroma y su calidez me rodeó, y el mundo pareció estallar a mi alrededor.

Me costó abrir los ojos, alejarme de él y de las millones se sensaciones que me hacía sentir con tan solo un roce, pero era el momento. Todo lo ocurrido había sido para esto… ¿verdad? Me deslicé entre el humo que había aparecido a causa de las bombas que había tirado Miroku y por primera vez no fue satisfacción lo que sentí cuando supe que había vuelto a escapar, sino que había algo más, algo inexplicable, que me hacía sentir… extraña.

Cuando InuYasha Taisho, el inspector de policía que llevaba meses intentando atraparme, volvió en sí y sus ojos se mostraron mientras tosía sin parar, yo ya había desaparecido.

Una vez más.

Sin embargo, pasarían días antes de que se desvaneciesen la sensación de tener sus labios sobre los míos.