Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.
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Capítulo 9:
Apocalipsis
PARTE I
"Dime tus pequeños pensamientos
Atarte no es suficiente
Dame ese mal amor
Muéstrame que eres una criminal
Muerde hasta que hable
(…) Lujuria intensa
Toque fuerte…"
Isabella POV
Sus manos me sostenían las caderas, impidiéndome el movimiento, sus dedos se clavaban en mi piel, manteniéndome para su merced y mi cerebro me instaba a pensar en las mismas consecuencias que llevaba planteándome luego de eludirlo, pero era imposible de sostener, lo ansiaba y lo deseaba con fervor.
Arañé su cuello con cuidado y me mantuve cerca, recibiendo sus besos, cada vez más hambrientos, deseosos y ruines. Sabía el poder que tenían en mí. Nuestras lenguas se rozaban sin siquiera dudarlo, manteniendo la humedad de nuestro deseo nada sutil y desequilibrado, explosivo… peligroso. Sus besos no se parecían en nada a los que había recibido antes, y aunque mis pocos novios eran chicos de mi edad, sabía que nunca iba a olvidarme de lo que me hacía sentir. Bajó con besos por mi mentón, por mi cuello y finalmente por mis hombros descubiertos. Cuando fue el momento de devolverse a mi garganta, tiró con suavidad de mi cabello para tener acceso a esta y lamerla con poderío.
Gemí.
La sensación de su barba incipiente junto a la suavidad de sus labios era abismante.
—No puedo alejarme —murmuró, bajando una de sus manos por la curva de mi culo—, odio todo de ti…
Me orilló hasta la pared, con los cuadros a mis lados y me tomó el muslo para rozarme con él… con esa masculinidad fuerte y dura. Me ruboricé, temerosa de lo que me estaba haciendo sentir, de su manera de tocarme, de tomarme entre sus manos y de mirarme como lo hacía. Me sentía tan pequeña físicamente, pero en mi interior crecía una mujer que no conocía, una mujer con intenso deseo, con una locura desbordante y un sinfín de emociones difíciles de controlar. Sus dedos apretaban la piel de mi muslo y mi falda subía, así como mi ansiedad por continuar con sus besos. Sus labios se movían con suavidad en esta ocasión, volviendo a deleitarme con su lengua. El erotismo en sus movimientos eran tales, que me sentía presa de él. Nunca había sentido la sexualidad de esta forma… por más que quisiera negarme a la idea. Solo había tenido un par de experiencias, la primera cambió mi vida y la segunda solo había sido la despedida que le di a uno de los hombres que más daño me había hecho. Y a pesar de aquello, la manera abrumante e intensa de besar de Edward, catorce años mayor que yo, no me intimidaba, sino que me instaba a más, como si fuera presa de lo que tenía por entregarme, aunque fuera… él.
Seguía siendo una mujer de veinte, aunque intentara actuar como si no fuera así.
El recorrido de sus manos era lento. La libre bajaba por mi curva trasera, apretándome con mucha suavidad, como si fuera un crítico de arte… valorando una pieza invaluable, una obra tal que solo podía percibir con todos sus sentidos a la vez.
Sentí la humedad entre mis muslos.
—Isabella —gruñó, mordiéndome el labio inferior.
Bajé las manos por su pecho, tirando de su camisa pulcra.
—¿Qué estoy haciendo? —preguntó, mirándome a los ojos.
No sabía qué responder. Yo tampoco sabía qué estaba haciendo, pero no podía alejarme, la idea era inconcebible.
Nos mantuvimos contemplándonos, mirada tras mirada, contemplación tras contemplación. Al hacerlo, sus ojos parecían desnudarme y clavarse en cada aspecto de mí, en especial en mi interior. Cuando mi respiración ya se encontraba entrecortada y podía sentir su erección chocarme con fuerza, Edward gruñó y apretó la mano que había estado en mis nalgas, descontrolado por algo que pasaba por su mente.
—Mierda —gruñó, alejándose irremediablemente de mí.
Puso sus manos en el escritorio y luego frunció el ceño, mirándome de forma dura y críptica. Me quedé tambaleante, frenética y desestabilizada. Él se limpió los labios manchados por mi labial y luego se acomodó el pantalón, inquieto por la dureza entre sus piernas, pero por algo más.
Entonces, tocaron a la puerta.
—Pase —ordenó, permitiendo el acceso de la persona.
Me acomodé el cabello mientras él seguía mirándome, subiendo y bajando por mi cuerpo, desnudándome y disfrutando de la visual.
—Edward, hola —exclamó una mujer.
Nos encontramos de frente.
—Oh… Buenas tardes —respondió.
Era bastante más alta que yo. Su cabello hasta el mentón, rubio cereza, acentuaba su rostro sereno y frío. Llevaba un conjunto blanco y unos tacones negros.
—Buenas tardes —murmuré.
—Irina —dijo Edward.
Ella sonrió, iluminando el color de sus ojos.
—Estaba esperándote. —Al contemplarme otra vez, evidentemente sabiendo quién era yo, tendió su mano para saludar—. Irina Denali, miembro del concejo del senador Cullen.
Se la apreté un segundo y luego la solté.
—Isabella Swan —fue lo único que dije. No necesitaba más presentación.
Nos miramos otro par de segundos y luego se dirigió a él.
—¿Nos vamos? —Enarcó una ceja.
El senador asintió y tomó su abrigo.
—Hay un restaurante fabuloso que va a encantarle a Demian, ¿qué dices?
Edward no respondió y siguió su camino con ella, que a ratos parecía querer tomar su mano de forma íntima.
Me quedé en medio de la oficina, sabiendo que debía salir. Aun cuando quería mover mis pies, el ardor en mis labios producto de sus besos era suficiente para mantenerme en mi posición. Quemaba de una forma difícil de explicar. Y además de eso, las preguntas respecto a la mujer que acababa de conocer no dejaban de aparecer en mi cabeza.
—La única respuesta es que eres un bastardo hijo de puta, nada más —musité, inspirando y luego saliendo del lugar, disfrutando una última vez del olor.
Él se había alejado… Me quería lejos. ¿Por qué se sentía de esta forma tan extraña?
.
Quedé con Elizabeth para comer unos días después de encontrarnos en la fundación. No era tan grato tener que vernos en el lugar más apartado y exclusivo de la ciudad, considerando que siempre me gustó la sencillez. Pero, de no hacerlo, los periodistas podían seguirnos.
—Necesitaba verte como antes —susurró, poniendo su mano sobre la mía.
Sonreí.
—Ya estamos aquí —afirmé, sintiendo la alegría y alivio de tener a alguien más cerca.
—¿Edward no fue muy descortés contigo ese día en la fundación? —inquirió, mirando de vez en cuando su taza de té.
Me quedé en silencio a medida que recordaba lo que había pasado ese día. Sus besos no se iban de mi cabeza y probablemente jamás lo harían.
—No sé por qué te lo pregunto, siempre ha tenido un carácter tan difícil —musitó—. O bueno, lo tuvo desde… —Negó y se pasó la mano por el brazo—. Olvídalo.
Me mantuve con el ceño fruncido. ¿Qué quiso decir?
—¿Desde hace cuánto conoces a Edward Cullen? —pregunté, muy directa.
—Bastantes años, eso no es lo importante —respondió—. Lo que me importa es que tú no seas la persona que reciba todo el odio de los demás, en especial el de él.
Suspiré.
—¿Cuál es el punto? Sé que me odia y que me querrá muy lejos. Edward Cullen es un patán, diga lo que diga, me tendrá sin cuidado. Sabía a lo que estaba enfrentada cuando decidí ocupar este lugar.
Elizabeth suspiró y me siguió acariciando la mano donde estaba el anillo que Carlisle me había dado.
—Sé que te habría gustado tener uno —murmuré.
Los ojos de amor en su mirada, pero de un amor que nunca pudo disfrutar en su totalidad, dolían.
—No quiero que te sientas culpable por estar en tu lugar, era todo por seguridad.
Arqueé las cejas.
—Ustedes fueron los padres que nunca tuve, no quiero saber que viviste así… No es justo, Elizabeth.
Apretó los labios y se mantuvo con la sonrisa de siempre, como si no sucediera absolutamente nada.
—A veces, somos capaces de dar todo por amor —afirmó—. Carlisle… Él siempre quiso protegerme, aun cuando no teníamos futuro…
Suspiró.
—Eran diez años de diferencia y él debía asumir su posición. Tú sabes que Esme no iba a dejarlo ir, a pesar de saber que nunca la amó.
Ponerme en el lugar hacía que me doliera el corazón. Era tan duro imaginar lo que debió sentir tantos años actuando como una asistente personal más, sabiendo que otra mujer ocupaba el lugar que ella merecía.
—Sigo haciendo esto por ti también —susurré—. Porque todo esto también es tuyo y lo sabes.
Elizabeth sonrió con tristeza, porque a pesar de todo, ella solo amaba a Carlisle y las riquezas eran algo que nunca le importaron.
—Nadie puede saber quién soy y fui, ni siquiera Edward —afirmó con la mirada aterrada.
—¿Temes que Edward te haga… algo? —inquirí.
Negó con rapidez.
—Temo que Edward se decepcione de mí.
Pestañeé, muy inquieta.
—A quien realmente le temo es a Esme —sentenció—. Cariño, aléjate de ella, por favor… Y Edward… Él hará todo por su… madre.
Tragué.
—¿Incluso cosas que no son correctas?
Se encogió de hombros.
—Lo ha manipulado por años, ¿crees que realmente no lo haga ahora?
.
Edward POV
Irina sostenía la copa mientras bebía, lo que me transportaba a los recuerdos de Isabella. Aquello me nubló y de improviso recordé lo que había pasado hacía tan poco.
Tuve que poner una mano en mi frente para calmar el desasosiego que no podía explicar, en especial porque aún no sabía quién carajos era ella y qué planeaba hacer con mi familia.
—Y para el siguiente viaje a Washington D.C., se hará la votación en la cámara para el veto de la ley…
Seguía sin estar pendiente realmente de ella, los recuerdos de Isabella eran más fuertes de lo que podía soportar. La imagen de Perséfone detrás de ella era erótica, imaginarla en sus ropas grecas y la naturaleza misma de la diosa, solo me enloquecía más. Pero luego revivía el odio interno de saber su realidad, de notar cómo estaba manipulándome a su maldito antojo, sabiendo sus efectos.
—¿Estás escuchándome? —inquirió.
La miré.
—Evidentemente, no —respondí.
—¿En qué piensas?
Suspiré.
—Sabes que no diré lo que pasa por mi cabeza, eso es secreto de estado —afirmé, sosteniendo la copa delante de mí.
—Entonces, comienza por aceptar nuestra salida de la próxima semana.
—¿Tu padre nuevamente me quiere en su casa?
—Sabes que le gusta que vayas.
No respondí. Me tensaban los planes de mi madre y de Eleazar.
—Pues bien. ¿Iremos juntos al Capitolio?
Dejé la copa sobre la mesa y me levanté, tirando de mi chaqueta.
—No lo sé —contesté con sequedad—. Debo ir a solucionar unos asuntos. Dejemos esto para después.
—Oh, está bien. —Se veía decepcionada, pero no le di importancia.
Tanya estaba esperándome en el mismo lugar de siempre, solo que esta vez tenía lo que tanto necesitaba. En cuanto nos vimos, ella se acercó, bebiendo su copa de vino.
—Buenas tardes, senador —saludó.
—¿Tienes lo que te pedí?
Suspiró y abrió el legajo, mostrándome sus averiguaciones. Cuando iba a tomarla, ella alejó la carpeta, mostrándome el tajo de su vestido.
—Al menos espero recibir algo a cambio —musitó.
Tensé mi mandíbula mientras sonreía, incrédulo ante sus peticiones. Enseguida miré hacia las esquinas, esperando que no hubiera alguien que fuera a mirarnos. Tomé su mandíbula y la hice contemplarme fijamente.
—No espero condiciones tuyas, Tanya Denali, ¿qué pretendes? —inquirí.
Su respiración chocaba con mi rostro.
—No me agobies, sabes que no lo tolero, ni de ti ni de nadie. Las condiciones las pongo yo y eso no va a cambiar, ¿quedó claro?
Cuando la solté, Tanya tragó y se mantuvo en silencio por varios segundos.
—Sabes que por ti dejaría mi compromiso —susurró.
Entrecerré mis ojos.
—Atrévete y perderás todo —respondí—. No quiero juegos de ese estilo, ni compromisos que puedan interrumpirme, ¿te ha quedado claro?
Asintió y se bebió la copa, manteniendo los ojos llorosos.
—Muéstrame qué tienes —espeté, sin paciencia.
—Averigüé al respecto. —Me mostró la información, algo acotada para mi gusto—. Tu padre la quería para absolutamente todo, tú lo sabes.
Boté el aire, inquieto al escucharla.
—Ella llegó a tu padre cuando tenía diecisiete.
Fruncí el ceño y bajé la mirada a la mesa, sin saber de qué manera sentirme al respecto.
—Como empleada doméstica.
Empleada doméstica…
—Tengo registros de su contrato a tiempo parcial, de sus horarios y de cómo estos iban cambiando conforme pasaban las semanas —siguió diciendo.
Cuando todo eso pasaba, estaba dedicado a cuidar netamente de Demian mientras impulsaba mi carrera política como senador. Padre y yo estábamos distanciados y madre estaba inmersa en una profunda depresión de la que nadie podía sacarla. Y ella… Ella estuvo ahí, llegando desde lo más bajo para apoderarse de las riquezas de mi padre, todo mientras mi madre bebía en medio de su profunda angustia. ¿Desde ese entonces la había dejado por ella? ¡Era una adolescente de diecisiete! Maldición.
—Carlisle dejó de darle horarios y hay registros de idas a hoteles, cenas, momentos… —susurraba Tanya—. Todo parece indicar que el expresidente no tardó mucho en llevarla a su cama.
Apreté el puño, inquieto, sin ser capaz de reconocer a mi propio padre. ¿En quién se había convertido? ¿Desde cuánto ellos estaban realmente juntos? Era solo una adolescente.
—Hay visitas a distintos lugares, todo para dos —musitó Tanya—. Tu padre no tardó en comprarle el departamento y luego vestirla. Una amante en toda la extensión de la palabra. Hay un par de escándalos hechos por tu madre, los que tuvieron que ser ocultados con varias sumas de dinero.
Me levanté de la silla. No toleraba seguir sabiendo más cosas que ya no podía controlar.
—Sé que Carlisle siempre defendió a Bella, lo que hizo que tu madre…
—Fue en ese entonces cuando tuvieron que internarla, no tienes que decírmelo —bramé.
Tomé el legajo y lo guardé en mi maletín.
—Ninguna palabra de esta mierda a nadie, Tanya, ¿te ha quedado claro?
—No podría hacerlo, sé que contigo no puedo jugar y menos dar un paso a ciegas.
No le respondí y me marché, pensando en lo que acababa de decirme mediante su investigación.
Isabella era la causante de los peores momentos de mi madre, Isabella… usó todo a su favor. Mi padre era un total canalla, ¡un total hijo de…!
No pude seguir con aquel camino odioso de pensamientos erráticos, así que me metí a mi coche, mirando el otro con los guardaespaldas detrás. Le envié el mensaje a mi madre y me dirigí a casa, la misma de siempre. No sé por qué quería seguir viviendo allí, era demasiado grande y estaba a solas con Rosalie. Naturalmente, no había manera de hacerle cambiar de opinión, no importaba si tenía la verdad en frente.
Cuando llegué, la ama de llaves, Rosemary, me recibió como siempre y me comentó que mi madre estaba bebiéndose su whisky de la tarde. Aquello no me gustó, pero me callé. Las dos empleadas de la casa, Lily y Gia, siguieron su recorrido mientras me preguntaban qué quería para beber.
—No necesito nada, gracias.
La música clásica era todo lo que escuchaba en la silenciosa casa de mi madre. Al topar con la fotografía de ella cuando era más joven, conmigo a su lado, sentí una suerte de recuerdo incómodo.
—Edward —dijo madre, sentada en el sofá frente a la fuente de agua que estaba frente a la sala.
—Ya he llegado —respondí.
Palpó su lado del asiento y fui tras ella. Al momento de detenerme, alzó su ceja.
—¿Qué ocurre, cariño? —inquirió con la voz suave.
—No me gusta que bebas —señalé.
—Soy tu madre, no me des órdenes.
Le tomé el vaso y se lo quité de la mano.
—No voy a escucharte si estás bebiendo —espeté, dejándolo sobre la mesa.
Se rio.
—A veces te pareces tanto… tanto a él —enfatizó con la rabia en su mirada.
Tragué. Sabía que era así, odiaba aquello cuando era un pequeño de cinco años.
—Está bien —musitó, cerrándose el cardigán con los ojos llorosos—. Al menos has venido, siempre sueles olvidarte de mí.
Preferí ignorar aquel comentario y continuar con mi mirada imbatible.
—Isabella —añadió, alzando su atención a mí—. ¿Tanya ha logrado encontrar algo?
Me quedé un momento en silencio.
—Aún no es suficiente. Ya tendré más, lo prometo…
Se levantó molesta, comenzando a llorar, recordándome a esa mujer que existía cuando yo era un pequeño…
—¿De qué estás hablando? Creí que sería fácil hacerlo, Edward, ¡es solo una zorra de mala muerte! ¿Cómo no van a encontrar…?
—Debes pensar con la cabeza fría, madre, sé que ella te quitó lo que merecías como la esposa de tantos años de mi padre, pero actuar de manera impulsiva no llevará a nada.
Mantuvo los ojos entrecerrados y se acercó a mí.
—¿De verdad lo dices para ayudarme?
Fruncí el ceño.
—Es una mujer muy guapa, joven… Sabe lo que hace.
Tragué.
—No quiero saber que algún día ella fue más inteligente que tú y logró embaucarte como los tontos… Tal como tu padre que cayó en sus redes como un viejo sin oportunidades —escupió—. Si llego a saber que tú te estás involucrando con esa zorra…
—No hables ese tipo de cosas, madre, ¿por quién me tomas?
Estaba furioso y luego culpable… La decisión correcta era alejarme de ella, era una promesa, una que no podía romper.
—Solo estoy siendo clara contigo. —Sonrió, relajando su gesto—. Sé que eres más inteligente que eso. Mi hijo favorito. —Me acarició las mejillas y juntó su frente con la mía—. Destrúyela.
La miré a los ojos unos largos segundos.
—Esa mujer pagará por haber llegado a mi vida a llevarse todo lo que más me importa… Lo bueno es que tú, hijo mío, siempre estarás conmigo.
No respondí y recibí su abrazo, guiándome por la paz que solo significaba para mí ceder a sus requerimientos, situación que no hacía con nadie… excepto ella.
—Prométeme que la destruirás, por favor —gimió, sollozando de esa manera amarga, tal como esos años, esos malditos años…
—Lo haré, madre, por ti y por la familia.
Me besó la mejilla y siguió abrazándome mientras miraba las cicatrices de sus cortes en cada muñeca, cortes que llevaban años ahí y que, de alguna forma, siempre volvían a mi mente.
Isabella POV
Miré hacia la puerta, recordando al senador.
Suspiré.
Él llevaba días sin visitar la empresa, lo que debía tenerme sin cuidado, pero…
A la mierda.
Abrí la puerta para encontrarme con Jasper, esperando a que pudiera ayudarme con un par de arreglos en mi agenda, sin embargo, encontrarme al senador no era lo que esperaba. Estaba contemplando a mi mejor amigo, dispuesto a ir tras él como un depredador.
—Nuevo asistente —murmuró—. Imagino quién dio la autorización.
—¿Hay algún problema? —inquirí, alzando mi voz.
Edward me contempló, de arriba abajo, sosteniéndose en mis detalles.
—Veo que rápidamente estás metiendo a tus informantes aquí —añadió—. Y nadie más ni nadie menos que él. Ya veo.
—Señor Cullen —dijo Jasper—, mi trabajo aquí no tiene absolutamente nada que ver con la señorita Swan, estoy aquí como cualquier persona, dispuesto a hacer mi trabajo con honestidad.
Edward se acercó de forma amenazante.
—No te atrevas a dirigirme la palabra una vez más —musitó, mirándolo a los ojos—. No te atrevas.
Todos los ojos estaban ante nosotros, en especial en Edward.
—¿Cómo se atreve? —espeté enardecida.
Pasó por delante de mí, mirándome por sobre su hombro.
—Necesito los informes. No tengo tiempo para desviaciones —gruñó, repentinamente de mal humor, mirando constantemente a Jasper y luego a mí.
Se sentó a un lado de las asistentes, poniendo una mano en cada brazo de la silla. La imponencia de su semblante me hizo estremecer, no solo por su posición, sino porque me contemplaba, repasando mis piernas, luego mis brazos y finalmente mi rostro, dirigiendo su atención a cada parte de mí, como si buscara penetrar mi alma con su oscuridad.
—Lo siento —murmuré, mirando a Jasper para calmar la inquietud que me provocaba el senador.
—No, no tienes que sentirlo, Bella, sé a lo que vine y también sé que no me quiere aquí.
Mientras estaba cerca de mi mejor amigo, sus ojos quemantes seguían ocasionándome un estremecimiento en las entrañas. Era tan fuerte la manera que tenía de fijar sus ojos fríos en mí, que tuve que alejarme e ir al pasillo. Cuando estaba a punto de meterme a uno de los baños, sentí su perfume detrás de mí, por lo que me tensé.
—Esto debe revisarlo, señorita Swan —afirmó, mostrándome la carpeta con la información de las empresas en la que estaban nuestras inversiones—. Es la presidenta, ¿no?
Cada palabra saliendo de su boca parecía calculada y mis ojos se iban directamente a ella, hipnotizada.
La tomé y en el solo movimiento sentí el roce de sus manos enguantadas, provocándome una fuerte sacudida. En aquel instante, el senador aprovechó la proximidad para tirar de mí y poner su mano a la altura de mi cabeza.
—No dejaré de analizar cada paso que da, así sea lo último que haga. La destruiré, señorita Swan, a usted y a cada persona que esté cerca —susurró a mi oído, rozando sus labios con el lóbulo de mi oreja.
Boté el aire al verlo separarse y mirarme una última vez, lamiéndose suavemente el labio inferior, como si analizara cada milímetro de mí, calculando mis movimientos y mi entereza. Entonces se separó, ocultándose en su oficina y dejándome en medio de la misma hecatombe, totalmente enfrascada en la odisea que significaba estar cerca de él.
Tragué, incapaz de pensar en algo más que la palabra "destrucción" saliendo de sus labios.
.
Miré la invitación a la inauguración de la fundación que Carlisle ideó antes de morir, sintiendo el cálido tacto del sobre burdeos de terciopelo. Al sacarla vi las letras doradas con mi nombre, dándome la bienvenida y esperando que me presentara en el Marriot de Manhattan. Sería una fiesta de beneficencia para iniciar las bondades de la fundación y todos debíamos llevar un distintivo greco en honor a Carlisle, a quien le fascinaba estudiar su democracia. Me parecía una ocasión perfecta para, no solo inaugurar un gran proyecto, sino también para honrar la memoria de él.
—Su vestido está listo, señorita Swan —anunció Serafín, mostrándome la caja.
—¿Es de…?
—Tal como pidió. Diseñado por jóvenes emprendedoras, nada rimbombante. —Sonrió.
Me quedé satisfecha de saberlo. Había tantas mujeres buscando una oportunidad; ahora que podía hacerlo, necesitaba ayudar.
Tomé la caja y la dejé sobre la cama. Al abrirla, me sorprendí de lo que tenía ante mis ojos. Lo estiré y me llevé una mano al pecho, sonriendo de impresión. Era un vestido larguísimo de color marfil, de tela suave y de perfecta caída hasta mis tobillos, tenía un tajo espectacular desde la mitad del muslo hacia el final. En la zona superior cubría solo un hombro con suaves brillos y dijes dibujados en una perfecta y sincronizada enredadera de formas preciosas, que caían en una malla de brillantes y tela traslúcida. En la zona de la cintura, simulaba un cinturón con pequeñas piedras doradas, mismas que hacían un juego delicioso con los dibujos superiores.
—Es…
—Perfecto, ¿no?
Me di la vuelta con el vestido entre mis manos.
—Debes retribuirles a esas mujeres, no es suficiente lo que hemos pagado, mira qué hermosura. —Suspiré—. Necesitan más.
—Tranquila. Ellas no podían creer lo que usted estaba pagando, ¿no cree que con toda la publicidad que le dará es más que suficiente?
Oh, claro. Había olvidado que habría prensa, que sería la persona más buscada de esa fiesta y que todo lo que haría estaría en boca de cada uno de ellos.
—Sus tacones —recordó Serafín, teniéndomelos.
No podía creer que cada accesorio para la fiesta fuese más hermoso que el anterior. Las sandalias de tacón, doradas y brillantes se ajustaban a mis piernas como enredaderas, haciendo un juego ideal con el vestido.
—Han venido a maquillarla y a peinarla —finalizó—. Más vale que se apresure, no querrá llegar tarde.
Suspiré y asentí, mirando mi tenida de esta noche, una noche que, desde el momento en que confirmé mi asistencia, sabía que iba a cambiarme la vida por completo.
—Ahora vete a tus días de descanso, los necesitas —le recordé.
Serafín sonrió.
—Una vez que la vea lista, me iré.
Reí.
—Está bien.
.
Cuando me miré al espejo, me sorprendí de lo mucho que me recordaba a las pinturas en la oficina del senador. Me habían trenzado el cabello y agregado flores y hojas sutiles en el cabello. El maquillaje era sobrio pero femenino, lo que acentuaba mis expresiones y colores. Una vez que tuve el vestido y los tacones puestos, me sentí más hermosa que nunca.
—Impresionante —susurró Serafín, mirándome con mucho orgullo.
Sonreí.
—Ya estoy lista para marcharme.
—Ante cualquier eventualidad, puede llamarme.
—Ve tranquilo, mereces ese viaje a la playa.
Me dio un beso en la mano y se alejó.
Era mi momento de comenzar a moverme a solas, lo que sin duda me aterraba pero no amilanaba. Podía hacerlo, era una mujer valiente.
.
El centro de eventos del hotel Marriot estaba cubierto de periodistas de diversa categoría. Los flashes enceguecedores me mareaban, así como el miedo a enfrentarme a lo desconocido. Cuando abrieron mi puerta y puse un pie en el suelo, las cámaras se dirigieron a mí. Frente a cada uno de ellos, seguí mi camino e ignoré cualquier pregunta que quisieran hacerme.
—Señorita Isabella —exclamó un hombre, indicándome por dónde debía ingresar—. Por favor, señores, respetemos la zona.
Estaba repleto de personas y aun así eran las más exclusivas del círculo de Carlisle.
El vestíbulo principal tenía una alfombra persa que servía de dirección hacia la zona de la fiesta de inauguración. Todo estaba muy bien decorado, con la modernidad de nuestros tiempos y la belleza de la antigua Grecia. Cuando crucé el acceso hacia las mesas, el coctel y la zona de baile, con la plataforma al fondo, sentí los ojos de todos, absolutamente conscientes de mi llegada.
—Bienvenida, señorita —dijo un hombre. Era el diputado Eleazar Denali—. Es un gusto verla nuevamente.
—Buenas noches —murmuré.
Venía con su esposa, Carmen, y una de sus hijas, Tanya, la abogada que vi la otra vez. Cuando nos encontramos frente a frente, ella con un vestido negro y el cabello amarrado en lo alto, sentí el calor de su fulminante mirada.
—¡Bella, cariño! —exclamó Elizabeth, caminando hacia mí.
Ver una cara conocida hizo que me sintiera mejor.
—Con permiso —musité, pasando de aquella familia que, por alguna extraña razón, no me gustaba en absoluto—. Elizabeth. —Le di un abrazo y luego me quedé disfrutando de su lindo vestido turquesa—. Estás muy guapa.
Ella tomó mis manos y acarició el dorso de estas mientras me contemplaba con el cariño mismo de una madre.
—Estoy impresionada.
Levanté mis cejas.
—¿Por qué?
—Es que… estás hermosísima —afirmó—. Si querías llamar la atención aquí, lo vas a lograr.
—Ante la mirada de todos soy la esposa de Carlisle —susurré muy cerca de ella—, debo demostrar quién soy.
Sonrió.
—Con solo mirarte los demás sienten que eres la protagonista de todo esto.
—Los protagonistas son los beneficiarios de este inicio. Haremos maravillas por ellos, créeme.
En medio de todas las miradas de los demás, algunas indecorosas, otras intrigadas y finalmente con rencor u odio, sentí el fuego abrasante de la única mirada que podía poner mi mundo al revés. Él estaba al fondo con una copa en la mano, con dos hombres charlando respecto a algo que no sabía pero que parecía tenerlo sin cuidado, porque estaba contemplándome sin miedo, de los pies a la cabeza, una y otra, y otra vez. Sentí el estremecimiento en mis entrañas cuando vi los detalles de su tenida: un traje oscuro, de chaqueta burdeos y pantalón negro azabache, camisa blanca, pegada al cuerpo y un corbatín negro en el cuello; en la solapa de la zona superior de su traje había un pañuelo dorado que hacían juego con los gemelos, que incluso a la lejanía, brillaban con orgullo. Llevaba un abrigo sobre los hombros, uno tan largo como una capa oscura y vil que le hacía ver como el demonio que era… o no, era más bien el Dios del Inframundo. Su ropa se ajustaba bien a su cuerpo, como siempre, pero era todo él lo que hacía el conjunto ideal de lo incorrecto y la búsqueda del pecado.
Lo vi tragar al contemplar una vez más mi vestido y se bebió la copa de un solo movimiento, siempre con sus ojos fijos en mí.
Buenos días, les traigo un nuevo capítulo de esta historia. Sí, lo tuve que dividir porque la carga de emociones era demasiada, así que imagínense cómo se viene la parte II. ¿Qué creen que lleve este odio de Edward hacia Bella? ¿Realmente la odia? ¿Qué pasa con Esme? A pesar de todo, el deseo reprimido es cada vez más fuerte. ¿Aguantarán lo suficiente? Yo diría que no, así que preparen su cuerpo para el fuego que se avecina, porque Perséfone ya encontró a Hades en el averno. ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas
La parte II ya está lista, por lo que muy pronto y en pocos días estará acá, así que depende de ustedes
Agradezco los comentarios de CazaDragones, ale173, Pam Malfoy Black, Elmi, Kamile Pattz-Cullen, BreezeCullenSwan, DanitLuna, Ivette marmolejo, Yoliki, Fernanda javiera, SeguidoradeChile, Ruth Lezcano, Salve-el-atun, Heart on winter, PielKnela, Desi 81, Anita4261, cavendano13, Brenda naser, valem00, Makarena L, jackie rys, Mar91, Belli swan dwyer, Brenda Cullenn, Dominic Muoz Leiva, Tereyasha Mooz, patymdn, Pancardo, Veronica, catableu, LadyRedScarlet, kathlen ayala, Gladys Nilda, GabySS501, viridianaconticruz, Valevalverde57,Liz Vidal, Lore562, Bell Cullen Hall, AnabellaCS, Noriitha, Valentina Paez, JMMA, Jeli, rjnavajas, Rose Hernandez, Jelitam, sool21, Rero96, ELLIana11, Eli mMsen, Kriss21, Gibel, jrobles garavito96, gina101528, Ana Karina, krisr0405, ELIZABETH, llucena928,Elizabeth Marie Cullen, diana0426a, Coni, Isis Janet, Gabs Frape, NoeLiia, Melany, fernyyuki, freedom2604, saraipineda44, debynoe12, LoreVab, valentinadelafuente, Diana, piligm, crazzyRR, ConiLizzy, Ceci Machin, Markeniris, Pameva, Bitah, alyssag19, NarMaVeg, Paliia Love, calia19, Damaris14, Jakare Orta Talip, somas, DiAnA FeR, Andre22-twi, Nati98, maribel hernandez cullen, ManitoIzquierdaxd, Olga Javier Hdez , morales13roxy, magic love ice 123, Aidee Bells, LicetSalvatore, Mayraargo25, Emara, Nadsanwi, joabruno, Vero Morales, Rosana, Fallen Dark Angel 07, rosy canul10, Santa, dana masen cullen, CelyJoe, DianaG, Cris, isbella cullen's swan, Ana, Liliana Macias, Fer Yanez, bbluelilas, almacullenmasen, morenita88, barbya95, Esal, Vanina Iliana, sollpz 1305, Adrianacarrera, natuchis2011b, Anghye Taisho, Jocelyn, LuAnKa, twilightter, claribel cabrera 585, jupy, carlita16, Tata XOXO, beakis, Milacaceres11039, Naara Selene, Iza, ari kimi, Chiqui Covet, Bells Cullen8, viridiana hernandez1656,miop, esme575, CCar, Gan, Alexa Nash, liduvina, stella mino, Amaya cullen, Smedina, Johanna22, Coni, paramoreandmore, Maria Ds, Jade HSos, KRISS95, Robaddict18, Diana2GT, Flor Santana, Eve vanegas, AstridCP, Lu40, Jenni98isa, luisita, Massiel Oliva, lunadragneel15, camilitha cullen, Adriu, Alejandra Va, MariaL8, Darknesssorceress18, y Guest, espero volver a leerlas nuevamente, cada gracias que ustedes me dejan es invaluable para mí, el apoyo que me dan, su cariño, las ganas de que siga y su constante entusiasmo hace que todo sea mejor, de verdad gracias
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Baisers!