Nota: Esta historia va a continuación de El Legado


El Legado II


Prólogo

(10 años después del último capítulo de El Legado)


Cuando el ataque comenzó, Vegeta, de 28 años, ya se encontraba en el planeta esperando por la llegada de las naves y guerreros gracias a la información que había recibido a tiempo. La oscuridad de la noche, junto con su armadura oscura de material parecido al acero sirvieron para ocultarse entre las sombras y no ser descubierto a medida que se iba acercando a su objetivo. Debía ser cauto, pues si bien era capaz de ocultar su ki a voluntad, los cientos de soldados que continuaban llegando a atacar contaban con scouter y podían detectarlo en cualquier momento.

A medida que se fue acercando a la nave de guerra principal, el rastro de destrucción aumentó considerablemente. La pequeña ciudad escogida para enviar un mensaje al resto del planeta, en pocas horas se vio vuelta en llamas, destrucción, caos y muerte. Los verdugos, guerreros de diferentes razas, siguieron la orden al pie de la legra: no debía haber sobrevivientes, de esa forma el mensaje sería claro para el resto de las ciudades y sería mucho más fácil tomar el planeta y dominar a los nuevos esclavos.

Tremendamente ágil y veloz, corrió por las calles destruidas llenas de cadáveres y edificaciones colapsadas. Cualquier objeto servía para esconderse y pasar desapercibido: un auto en llamas lo ocultó de una tropa de guerreros menores que fácilmente pudo haber eliminado, pero era demasiado pronto para llamar la atención. Quería ver por sus propios ojos al dueño de todo este infierno, su razón de involucrarse en esta misión suicida y su última obsesión por la que decidió dejar todo de lado, pese a las advertencias.

Los gritos, los llantos desesperados, las súplicas penetraron los oídos de Vegeta. Las muertes, decapitaciones y abusos cometidos por los guerreros envueltos en armaduras de colores claros y hombros anchos le hicieron recordar aquella vida pasada que hasta el día de hoy luchaba para olvidar por completo.

Una madre con su niño en brazos corrió hacia los escombros de un edificio derrumbado intentando protegerse de los guerreros que la divisaron entre el humo de las llamas que envolvían un negocio cercano. Vegeta, desde su escondite observó la situación. Aprovechó el momento de descuido de los soldados y continuó su carrera hacia la nave.


La mujer con el niño de tres años en sus brazos se internó entre los pilares que difícilmente continuarían afirmando las toneladas de fierros y cemento. Por un momento sintió una pizca de esperanza al ver más gente oculta entre los escombros, pero pronto el miedo fue más grande. No había hacia dónde más ir y los asesinos la habían seguido. Pidió clemencia para su hijo, al menos él debía salvarse, pero sabía que era en vano. Ella misma había visto cómo asesinaban a un grupo de niños hace no más de media hora, por lo tanto la única opción que le quedó fue abrazar más a su hijo y esperar que todo terminara pronto.

Todo fue tan rápido y confuso que ni la mujer, ni los sobrevivientes ocultos pudieron ver lo que realmente había pasado, pero los ocho soldados yacían inmóviles en el suelo. No sabía si muertos o inconscientes, pero no hubo tiempo para analizar la situación.

—¿Qué están esperando? ¡Fuera de aquí! —bramó Vegeta al ver que ninguno de los habitantes se movía y en cambio lo observaban con temor—. Busquen naves en los estacionamientos subterráneos y lárguense. —No esperó a que le obedecieran y continuó con su carrera. Ya había hecho demasiado y el resto le correspondía a ellos.

Logró recorrer una distancia considerable hasta que un golpe en el costado derecho del abdomen lo mandó disparado hacia una construcción a medio terminar que jamás vería la luz. Adolorido se puso de pie entre los escombros y fierros doblados que amortiguaron su caída, pero no se puso en posición de combate ni intentó ocultarse, pues sabía muy bien quién lo había atacado.

—No puedes hacer esto —dijo la mujer en cuanto llegó a su lado a paso rápido. Vestía una armadura similar con ropa oscura para pasar desapercibida. Su largo cabello castaño oscuro lo tenía amarrado en una ordenada trenza y sus ojos eran claros, casi verdes.

—Ya lo estoy haciendo —respondió el hombre levantando una ceja, y limpió el corte que se hizo en la mejilla a causa del impacto.

—Te dije que podía ayudar, no tienes que hacer esto solo.

—No necesito ayuda, Jaz. No resultará si voy acompañado —respondió Vegeta y caminó con intención de seguir su plan, pero la joven mujer se puso delante. Era un poco más alta que él.

—Detecté tu ki en cuanto puse un pie en este planeta, ¿acaso crees que nadie más podrá hacerlo?

—La mayoría usa scouters, y no necesité gran cantidad de energía para eliminar esos guerreros — dijo decidido, y nuevamente intentó avanzar, sin embargo la guerrera lo abrazó con fuerza para que no se marchara.

—No lo hagas. No seas estúpido. No puedes desperdiciar todo lo que has hecho estos años. No es tu obligación.

—Necesito hacerlo —dijo y correspondió el abrazo con una mano en la nuca de la mujer.

—Esto es una excusa para alejarte de todos. Estás haciendo esto para escapar. Siempre lo haces —dijo Jaz ahora mirándolo con ojos llorosos—. Lo hiciste cuando eras adolescente, cuando alguien se acercaba y lo vuelves hacer ahora. Hay gente que cree en ti.

—¿Vienes en nombre de ellos, o es solo por ti? —preguntó frunciendo el ceño, molesto. Odiaba cuando le recordaban el pasado. Era de las pocas personas que tenía algo de información sobre su vida pasada y no era la primera vez que se arrepentía de haber hablado.

—¿Y qué si vengo solo por mí? Si te vas ahora puede que no nos volvamos a ver, y sabes lo que siento por ti. —Lo besó en la boca, y él respondió enseguida, tomándola del cuello. En cuanto se separaron un poco, continuó su intento por detenerlo—. Ese engendro es un maniático, te va a matar en segundos.

—No me menosprecies, hice mi investigación.

—Entonces voy contigo.

—Ya te lo dije, voy solo. —La soltó y esta vez avanzó hacia la salida. No había tiempo que perder.

—Pensaba que después de estos meses juntos por fin confiarías en mí —dijo dolida, y al menos logró que el hombre se detuviera y volteara.

—Eres la única en que he confiado, nadie más sabía que vendría aquí —respondió serio—. Y por lo visto cometí un error al informarte.

—Yo fui quien se equivocó al pensar que confiabas en mí solo porque una noche me dijiste tu verdadero nombre.

—Maldición —dijo ya impaciente—. ¿Qué demonios quieres?

—Somos un equipo, y por eso estoy aquí por ti. Tú me ayudaste cuando lo necesité y en esta ocasión yo quiero estar para ti ahora que quieres ir a que te maten. No puedes solucionar todo solo, necesitas ayuda.

—Está bien —dijo resignado—. Si quieres arruinar todo, vamos y no perdamos más el tiempo —dijo, y le mostró el camino para que avanzara.

En cuanto Jaz pasó por su lado y le dio la espalda, Vegeta no esperó y la tomó por atrás del cuello con el brazo para cortarle el paso del aire. La joven luchó e intentó liberarse, golpeando a Vegeta en el abdomen con el codo, pero el guerrero lo resistió en silencio y elevando lo menos posible su ki para no llamar la atención. En medio de la desesperación, la guerrera intentó volar, pero Vegeta la afirmó con fuerza y la obligó mantenerse en tierra. En cuanto Jaz dejó de luchar y perdió el conocimiento la cargó y dejó en un lugar seguro donde no pudieran encontrarla. Despertaría en poco tiempo, así que debía actuar con rapidez.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca de la nave observó a quienes debían estar a cargo de la misión. Ninguno era su objetivo, pero si quería llegar a él, debería dejar que lo atraparan y llamar la atención lo suficiente para ser digno de él.

Continuó acercándose, ocultándose entre los escombros, pero esta vez no fue cuidadoso y el ruido que hizo alertó a un grupo de guerreros que resguardaba la nave. Le gritaron que se detuviera, pero Vegeta corrió hacia el lado contrario y cuando tuvo a tres soldados armados detrás de él, no dudó en dejarlos fuera de combate. Era justamente lo que quería, llamar la atención para que más soldados fueran a su encuentro. Esta vez guerreros con alto nivel de pelea, y él se alistó para dar de baja a cualquiera que se atreviera a tocarlo hasta que estuviese seguro de haber llamado la atención y luego se dejaría atrapar.


(...)


Bulma apagó el computador, se puso los zapatos de tacón que solía sacarse cuando estaba al escritorio trabajando y salió de su espaciosa oficina. En cuanto comenzó a recorrer su laboratorio, no tardaron en aparecer científicos y trabajadores con requerimientos y en busca de sus consejos. Ella, como siempre, no se hizo problema y aclaró la duda de todos, corrigió a otros y dio instrucciones al resto. Ya estaba acostumbrada a trabajar así, era lo que la mantenía alerta y entretenida. El lugar, de colores claros, pulcro, no contaba con muchas paredes de separación, pero sí con grandes ventanales para dejar entrar el sol y apreciar la hermosa vista hacia el exterior de prados floridos, algo totalmente diferente a la ciudad que se encontraba a media hora en aeronave, llena de edificios rascacielos y tecnología de punta.

La joven mujer de 26 años, pasó gran parte de la mañana supervisando los trabajos de naves y otros asuntos de interés. Recibió personal de otro planeta y les hizo un corto tour por las instalaciones hasta que otro de sus trabajadores continuó por ella. Aún con su tacones puestos y con su falda y camisa fina, se metió a uno de los tantos talleres para verificar por sí misma que el ensamblaje de los motores fuera tal cual ella había indicado. Al finalizar, le facilitaron una toalla para que limpiara sus manos y rostro, pero su camisa blanca no volvería a verse igual ni con diez lavados. No le importaba, tenía más ropa en su oficina para cambiarse cuando sucedían cosas así.

Ya casi a la hora de almuerzo volvió a su oficina, una de las pocas con separaciones de vidrio que se podían ensombrecer para mayor privacidad (casi todo el tiempo las tenía activadas) Como de costumbre, en la mesa junto a la ventana ya habían dejado su almuerzo, pero esta vez lo ignoró cuando vio que tenía una llamada entrante. No tardó en sacarse los tacones en cuanto se sentó al escritorio y contestó la llamada. Sabía muy bien quién era, siempre llamaba a la misma hora y la misma fecha.

Una pantalla más pequeña que el monitor del computador se encendió, y Bulma sonrió cuando vio el rostro de Yamcha.

—Puntual como siempre. No sé cómo lo haces —dijo atenta a su amigo—. Yo llego tarde a todo aunque la reunión sea en la oficina del segundo piso.

—No tengo mucho trabajo, y Morgan me mataría si no me comunico contigo —dijo jovial, ya todo un hombre de 27 años con cabello corto, pero siempre desordenado. Bulma no podía ver mucho detrás de él, pero se notaba que se encontraba en una nave—. Imagino que sabes por qué te llamo.

—Lo sé —dijo Bulma como una niña pequeña que odia que le repitan las cosas.

—La última vez lo sabías y no fuiste, por eso ahora no me queda otra opción que llamarte todos los días para que no vayas a inventar alguna excusa.

—Te prometo que esta vez sí iré. Ya tengo anotada la reunión en mi agenda y mi secretaria ya sabe que tiene que avisarme.

—Eso me gusta… —dijo el hombre—. Se pondrán muy feliz de verte.

—Yo también —respondió un tanto melancólica—. Los he extrañado a los tres.

—Tal vez cuando termine el próximo viaje me pase a hacerte una visita a tu planeta.

—No es mi planeta —respondió Bulma con una risa—. Y sí, me encantaría que vinieras unos días a verme.

—Bueno, es casi tu planeta… ¿Vas a traerlo a la reunión?

—No, no creo. Tiene mucho trabajo que hacer.

—Es una lástima, aunque por otro lado es mejor, así te tengo para mí por unos días, él te tiene todo el tiempo.

—Soy yo quien tiene que compartirlo con todo el mundo.

La conversación se extendió por unos minutos hasta que finalmente cortaron. Bulma permaneció en su asiento unos minutos observando a la nada. En su escritorio solo tenía articulos de oficina y lo más personal era un modelo a escala de la primera nave que construyó. No tenía fotos, ni obsequios o algún recuerdo. No le gustaba encariñarse con nada.

Luego de que fueron rescatados de la Tierra y sus heridas curaron bien, emigraron al planeta donde vivía la familia de Morgan: su hija de la misma edad y la madre de ésta que ya había rehecho su vida junto a otro hombre al creerlo muerto después de tantos años. No tuvo mucho tiempo libre, siempre había querido estudiar y así lo hizo. Le tomó muchos años ponerse al día con todo lo que le faltó aprender y las miles de cosas nuevas que tuvo que descubrir en esta nueva realidad que le permitía viajar de planeta en planeta para pulir sus conocimientos. Luego de eso se tomó un tiempo para viajar y conocer, pero claro, todo alejado del nuevo imperio saiyajin que logró extenderse hasta donde nunca antes lo había pensado. La Comunidad, conformada por todos los planetas y emperadores que sobrevivieron debieron tomar la difícil decisión de alejarse para sobrevivir.

Luego de cambiarse de ropa, Bulma fue a la mesa para almorzar en silencio. Le gustaba observar la quietud y tranquilidad del paisaje, totalmente diferente al ritmo de vida acelerado del resto del planeta. A veces, si tenía suerte, podía ver algún animal entre los árboles y plantas buscando comida. Generalmente almorzaba sola en su oficina, le gustaba la soledad y tranquilidad que le daba su posición de jefa de laboratorio.


(...)


El plan de Vegeta había funcionado, aunque con unos pequeños inconvenientes. Había eliminado una gran cantidad de guerreros, pero justo cuando pensaba dejarse apresar, llegaron más soldados, mucho más fuerte de lo que esperaba que terminaron por dejarlo fuera de combate al no querer usar todo su poder para defenderse.

No supo cuánto estuvo inconsciente, pero debió ser mucho, pues su cuerpo se sentía demasiado adolorido dentro de la pequeña jaula donde lo habían metido. Estaba acostado de lado, esposado y algo habían puesto alrededor de su cuello que le apretaba y molestaba. No mostró indicios de haber despertado y observó en silencio cuando dos hombres grandes cargaron la jaula para cambiarlo de habitación.

Definitivamente estaba dentro de la nave principal, y por lo que alcanzó a ver, ésta se encontraba en movimiento. Los guerreros y guerreras con armadura iban de un lado a otro ocupados de sus obligaciones y una vez más el recuerdo de su planeta se le hizo presente. Hace tantos años que no vestía una armadura similar a la que usó en esa vida pasada que se esforzó por olvidar, y mucho menos sus colores, y ahora este día todo se lo recordaba.

Cuando arrojaron la jaula sin delicadeza alguna a un cuarto pequeño con potente iluminación, no pudo seguir fingiendo estar dormido. La puerta de su mini prisión se había abierto debido al impacto con el suelo, lo que aprovechó para salir y alistarse, ya que era obvio que no había sido llevado a ese lugar para una recepción. Lo había hecho tantas veces cuando fue príncipe: el cuarto, la luz, los intimidantes grandulones. El interrogatorio estaba a punto de comenzar.

Los tipos de piel roja y llenos de tatuajes por donde la ropa no cubría su cuerpo, hicieron sonar sus nudillos alistandose para la paliza. Vegeta supo que no eran tan fuertes como para dañarlo de gravedad, pero no por eso les permitiría que lo tocaran. Intentó romper las cadenas de las esposas para encargarse de los dos, sin embargo solo consiguió que sus muñecas se lastimaran más. No lo entendía, esas simples cadenas no podían contra su poder, era imposible. Intentó hacer estallar su ki y lanzar una energía para fundir el metal, pero nada salió de sus manos.

Terminó en el suelo por el brutal golpe de puño de uno de los matones.

—Si continuas elevando tu energía harás que el collar de tu cuello explote —dijo el hombre que continuó en la entrada y cerró la puerta para mayor privacidad.

Vegeta escupió sangre e intentó ponerse de pie, pero otro golpe en su rostro hizo que su cabeza se azotara contra el duro metal. Todo dio vueltas violentamente. Sabía de esos collares drenadores de energía, pero jamás se había imaginado que fueran tan efectivos.

—¿Por qué estabas en ese planeta? —preguntó el hombre junto a la puerta, encargado del interrogatorio. El otro grandote era el de los golpes—. En ese lugar no hay gente poderosa, ¿qué estabas haciendo ahí?

Ahora fue un golpe de bota en su abdomen que ni siquiera la armadura fue capaz de amortiguar por completo. Su espalda se azotó contra la pared y debió escupir más sangre antes de poder responder.

—¿Sabes siquiera cómo funciona esto, pedazo de idiota? Primero tienes que esperar que responda y luego viene otro golpe.

El encargado del ataque miró a su compañero y este le hizo una seña para que volviera a pegarle. Vegeta apretó los dientes para evitar gritar cuando el hombre le tomó la mano y quebró el dedo anular.

—Eres resistente. Pensé que por tu tamaño te quebrarías enseguida.

—Si hablo será porque ya no tolero este interrogatorio de principiantes —respondió despectivo.

En respuesta, el matón levantó a Vegeta del pecho de la armadura para volver a agredirlo, pero el saiyajin se adelantó y aprovechó el impulso para golpearlo en el rostro con la cabeza. Los dos terminaron en el suelo, el grandote con la nariz sangrando y Vegeta con la frente herida. Sin energía el ataque no había resultado como esperaba.

—Será mejor que te calmes. Mientras más pronto colabores, más pronto tu señor te dará la libertad.

—No tengo ningún señor, no obedezco a nadie —respondió Vegeta mirándolo a los ojos, ya de pie, igual que el otro hombre. Ni siquiera esposado y sin energía se dejaba intimidar.

—En eso te equivocas. Ya llamaste su atención, desde ahora tienes un amo y tu vida depende de él. —Se le acercó y lo tomó del cuello. Fue tan fácil levantarlo, que no entendía cómo podía resistir tanto dolor sin su energía—. Ahora vas a hablar, vas a decirme todo sobre ti. De lo contrario no saldremos de este cuarto.

—Tengo tiempo de sobra y estoy acostumbrado al dolor. Buena suerte —dijo burlón y sonriente. Sus dientes blancos se habían manchado de sangre y pronto sería mucho peor.


(...)


Después de dejar el trabajo, Bulma tomó su nave personal con rumbo a su hogar. Considerando su puesto de importancia no debería viajar sola en una nave común, sino que con chofer y guardias, pero el planeta era tan tranquilo que la joven consideró no era necesario, y cuando le insistieron no dudó en ser enfática en negarse. Adoraba su libertad e independencia y no la cambiaría por nada.

Luego de una hora de viaje, la nave finalmente aterrizó en el patio privado de palacio, una construcción digna de los cuentos de hadas que la madre de Bulma le leía cuando pequeña. La construcción de cuarenta metros de alto y que abarcaba una superficie de más de setenta mil metros cuadrados construidos, contaba con bellos jardines interiores y a su alrededor, una laguna privada y otras delicias a la vista que hacía que Bulma deseara que su madre estuviera viva para ver tanta perfección en un solo lugar. Ella ya estaba acostumbrada a los tiempos modernos y tecnología, sin embargo le encantaba que en este lugar el tiempo se hubiera detenido, y fue por eso que no le tomó trabajo acostumbrarse cuando se mudó a vivir hace casi un año. No se comparaba con su departamento en la ciudad.

Los soldados reales la saludaron como siempre y no le impidieron el paso a ninguna habitación, ya que tenía acceso a cualquier área del lugar. La joven caminó por lo amplios pasillos iluminados hasta que llegó a su destino. Dos guardias hicieron una pequeña reverencia y le permitieron entrar al salón, pese a que el rey se encontraba en una importante reunión.

Bulma se mantuvo en silencio y se sentó en un sitial a la espera que Troy terminara la reunión. Estaba sentado a la cabecera de una amplia mesa de madera fina, y en los asientos en lugar de haber gobernantes de carne y hueso, estaban sus hologramas para evitar el largo viaje innecesario cuando se trataba de reuniones de rutina, y así ser más expeditos a la hora de tomar decisiones.

Encendió un cigarro y se dedicó a mirar por una ventana, pero su atención estaba en la conversación que se llevaba a cabo.

—...Ahora, pasando a otro tema, lo que me preocupa es la parte sur de la galaxia —dijo Troy mirando de reojo a Bulma, pero enseguida regresó su atención a los reyes y reinas que habían asistido a la reunión—. Aún hay muchos planetas dejados a su suerte y creo que si elevamos la cuota podríamos conseguir hacer mucho más por ellos.

En cuanto una de las reinas presentes tomó la palabra, Troy se concentró en Bulma y sonrió cuando hicieron contacto visual. Ella también lo saludó con la mano y luego le hizo una seña con la cabeza para que prestara atención a lo que decían.

—No podemos seguir gastando recursos y gente de forma desproporcionada —comentó otro rey, un hombre mayor de piel verde, ropa elegante y muchos kilos de más—. Las pérdidas son monumentales, además la cuota que ya damos sin pedir nada a cambio es bastante elevada.

Otros monarcas secundaron la opinión y dieron más cifras y datos de por qué era tan mala idea seguir invirtiendo en rescates y ayuda.

—No creo que tengamos que ver el rescate de planetas necesitados como una inversión de la que tengamos que obtener una ganancia —respondió Troy. Luchó para que su sonrisa permaneciera en su lugar, pero era cada vez más difícil. Odiaba todo lo que tenía que ver con protocolos—. Se trata de solidaridad, tal como todos recibimos ayuda en su momento.

—Es fácil decirlo muchacho cuando heredaste los planetas de tu madre. Ella y tu padre fueron los que hicieron todo el trabajo duro.

—Qué mala memoria tienes, Higgon. El imperio de mi madre fue el más afectado cuando los saiyajin se aliaron a los draxon y luego a los otros monarcas poderosos. Te recuerdo que perdí a mi hermano, mi madre y gran parte de los planetas y sus habitantes durante los peores momentos que vivimos. También parece que se les olvida que ustedes juraron honrar su memoria. Ella hubiera deseado que continuáramos ayudando a la gente, sin importar si pertenecen a la Compañía o no.

—Todos sufrimos por la muerte de tu madre, Troy —dijo ahora una mujer de cabello largo blanco y piel oscura. Sus orejas largas y puntiagudas sobresalían y no se podía decir con facilidad si era una mujer joven o mayor—. Pero desde que nos alejamos del peligro, en nuestros planetas ha reinado la paz. La galaxia del sur está muy lejos y todavía hay muchos planetas para mantener al enemigo con su atención fija muy lejos de nosotros. Es una lástima no poder hacer más, pero creo que ya hemos invertido suficiente en ayuda, no estoy dispuesta a aumentar mi ayuda.

—Así es —volvió a hablar el rey gordo—. Estos son momentos para ahorrar y hacer sacrificios. Creo que todos piensan como yo.

De los diez monarcas en hologramas que se encontraban en la sala, al menos ocho apoyaron con fuerza el comentario.

—Por favor —exclamó Bulma ya harta de escuchar tanta mierda. Apagó el cigarro en la tierra de un macetero antes de pararse e ir al lado de Troy que no hizo nada por detenerla—. Ustedes hablan de sacrificios cuando están cómodamente echados en sus asientos haciéndose más gordos mientras millones de personas sufren a diario. ¡No me vengan a hablar de sacrificios!

—Esto está totalmente fuera de lugar —exclamó el monarca de piel verde—. Esta reunión es de…

—¿Cómo es posible que no hagan nada al respecto? —dijo Bulma sobre la voz del rey—. Es mucho más fácil refugiarse en sus planetas que están alejados y dejar que esos asesinos hagan lo que quieran con el resto, después de todos no son ustedes los que están en peligro inminente. En este momento mientras hablan desde la comodidad de sus palacios, millones de personas son asesinadas y esclavizadas, ¿y ustedes están preocupados de no obtener ganancias?

—Niña, te pido por favor un poco de mesura —dijo la reina intentando mantener la calma ante la situación, pero a Bulma tampoco le importó el rango de la mujer y continuó hablando.

—Es increíble que el enemigo siga haciendo alianzas con otros dictadores y ustedes que se supone son los buenos, no logren ponerse de acuerdo en asuntos de suma importancia.

—Es evidente que esta reunión terminó, Troy —dijo Higgon tremendamente ofendido de que una corriente mujer viniera a decirle qué hacer—. Mi última palabra ya está dicha. No habrá presupuesto extra para desperdiciarlo en utopías absurdas. Ya viene a ser hora que pongas los pies en la tierra y te comportes como el rey que eres —Dicho eso, su imagen holográfica desapareció, junto con la de cinco monarcas más.

—Supongo que tampoco tendré el apoyo de ustedes —dijo Troy aún calmado.

—Lo siento —dijo la reina de cabello blanco—. Pero no podemos seguir gastando así nuestros recursos… Y con todo respeto, Troy, deberías hacerle caso a Higgon.

—Con todo respeto —respondió Troy—. Intento ser el rey del que mi madre se hubiera sentido orgullosa, de lo contrario no sería tan educado ante la injusticia que se está llevando en esta reunión.

—Tenemos que preocuparnos por el bienestar de nuestros planetas y gente antes que terceros, Troy... Y para la próxima reunión podrías advertirnos que está permitido traer un perro guardián. —El holograma de la reina también desapareció al igual que el resto de los monarcas.

En cuanto quedaron solos en el salón, Troy se quitó su corona dorada, la dejó en la mesa y se llevó las manos a la cara., agotado después de una reunión de casi tres horas.

—¡Qué hijos de puta tan egoístas e indolentes! Sería mucho más fácil mandarlos al carajo y no asistir más a estas reuniones y sus fiestas donde no hacen más que adularse y felicitarse por ser tan buenos y generosos.

Bulma lo abrazó y él, aún en su asiento, le rodeó la cintura con los brazos y escondió su rostro en el abdomen.

—No puedes dejar de hacerlo, de lo contrario dejarán de dar su ya poco apoyo por la causa.

—Lo sé, lo sé… Gracias por salvarme. Estaba a punto de explotar.

—No te preocupes —respondió Bulma sonriendo y pasó su mano por el cabello castaño claro, casi rubio de Troy—. Yo no debo guardar ningún protocolo, así que feliz de decirles las cosas como son cada vez que puedo.

No era la primera vez que Bulma decía lo que opinaba sin recato alguno ante los monarcas, durante reuniones oficiales y más aún en fiestas donde toda la monarquía se reunía para celebrarse entre ellos, por eso cada vez que veían llegar a Troy con Bulma del brazo intentaban evitarlo.

Troy hizo que Bulma se sentara en sus piernas y la besó. Cuando se separaron, Bulma ordenó su tupida barba que lo hacía lucir de mayor edad, pese a solo tener 26 años. Había heredado los mismos ojos verdes que su madre Alina, al igual que su belleza, pero con rasgos masculinos.

—Qué bueno que llegas temprano, tengo el resto del día libre y eso no pasa muy seguido, así que no sé qué hacer. —Fue directo a su cuello, pero ella en medio de risas lo obligó a alejarse un poco. Esa barba siempre le daba cosquillas.

—Bueno, yo tengo un par de ideas para que se nos vaya el resto del día. —Se puso de pie y lo tomó de la mano para que lo siguiera. Era alto, casi un metro ochenta—. Pero vamos a un lugar más privado, ya estoy cansada de que los guardias nos escuchen hacerlo.

Salieron del gran salón por otra puerta, rumbo al cuarto del monarca.


(...)


Días después de palizas interminables y no haber sacado ninguna respuesta creíble, llevaron a Vegeta sin armadura, solo con pantalones y bañado en sangre a un gran y elegante salón repleto de soldados formados en hileras. Detrás de ellos hombres y mujeres observaban curiosos y otros guerreros, evidentemente de mayor rango se mantenían de pie y orgullosos junto al trono que no se trataba de un asiento convencional, era más como una copa sin asidero que levitaba sobre una tarima.

A Vegeta le tomó un momento darse cuenta que ya no se encontraba en la nave, sino dentro de un palacio de altos pilares de mármol oscuro al igual que el suelo. Lo habían golpeado tan duro que había perdido la cuenta y no sabía cuánto habían viajado, y mucho menos cuándo había llegado a destino. Una vez que lo arrojaron al suelo, en medio del salón, tuvo la oportunidad de ver al emperador por el que había hecho todo esto, por el que se dejó atrapar y torturar. El motivo de haber dejado lo construido atrás, sin detenerse a ver consecuencias.

Pese a no contar con su energía, debieron obligarlo entre dos para que se arrodillara ante su nuevo amo.

—¿Qué tenemos aquí? —preguntó el emperador mientras un esclavo a su derecha llenaba su copa de vino.

—Es el hombre que encontramos durante el ataque a Arastro, gran Freezer.

—Ah, sí —respondió con su voz suave. Era tan temido que jamás había tenido que levantar la voz para ser obedecido—. Es el guerrero que ridiculizó a mis torturadores, ¿verdad?

—¿Esos torturadores? —dijo Vegeta sonriendo con desprecio, aún con las esposas en las muñecas, el collar en el cuello y múltiples heridas por todo su cuerpo—. Eran asesinos de cuarta, y llamarlos asesinos ya es demasiado.

—¡Hablarás cuando el gran Freezer te lo permita! —exclamó uno de los hombres de la sala e inmediatamente lo golpeó en el rostro.

Vegeta se tocó la mandíbula ante la agresión, pero no dijo nada. Aprovechó de observar bien el lugar. Los guerreros eran poderosos, pero no tanto como pensaba, al igual que el emperador. Sin embargo no debía confiarse, ya que muchos de ellos debían estar escondiendo su poder real tal como él lo estaba haciendo. Le llamó la atención los dos guerreros junto a Freezer, uno gordo rosado bastante feo y otro de muy buen estado físico, color verde claro.

—Es injusto que si vamos a tener una conversación, tú sepas quién soy yo, pero yo no sé absolutamente nada de ti —dijo Freezer y luego de darle un sorbo a su vino, agregó—. Al menos deberías tener la cortesía de decirme tu nombre.

—Argon —respondió con voz ronca, mirando directo a los ojos de Freezer.

—Está bien, Argon, te llamaré así pese a que a mis hombres les diste más de veinte nombres diferentes.

—No preguntaron con amabilidad —dijo encogiéndose de hombros.

—¿Y qué se supone que estabas haciendo en ese planeta?

—Lo mismo que tus hombres, buscando algo de utilidad en ese chiquero de planeta. Y por cierto, destruyeron mi nave, me deben una.

El tirano esbozó una sonrisa ante su respuesta. Algunos pensaron que con esa boca el recién llegado ya hubiera terminado con un rayo atravesando su pecho, pero no fue así.

—¿Es esa una cola lo que rodea tu cintura? —preguntó con sumo interés.

Vegeta la liberó unos momentos para complacer a Freezer, pero luego la volvió a enrollar.

—¿De qué planeta vienes, Argon? Jamás había visto a alguien como tú.

—Mi planeta fue destruido por el impacto de un meteorito cuando era un niño, y si no has visto a nadie como yo es porque no hubo sobrevivientes.

—Vaya, si que es una lastima… —Una vez más bebió vino antes de continuar—. Argon, tienes dos opciones. Soy una persona magnánima y suelo darle una oportunidad a quienes considero dignos de mi atención. Quienes pertenecen a mis tropas y destacan jamás se arrepienten.

—Trabajo solo, no estoy interesado.

—Parece que no estás entendiendo, Argon. Este no es un ofrecimiento, y no suelo repetir las cosas. Me caracterizo por tomar todo lo que quiero y no preguntar.

Vegeta se tomó unos segundos antes de responder.

—Entonces no veo el punto de esta conversación.

Freezer frunció el ceño. Solo tuvo que extender su mano izquierda y el guerrero rosado obeso que estaba a su lado le tendió su scouter. En cuanto se puso el aparato lo activó para analizar el poder del guerrero insolente, pero tal como pensaba no marcó mucho.

—No registras gran nivel de pelea para un hombre que eliminó mi escuadrón 433 sin problemas, pero si fuiste capaz de acabar con ellos y poner problemas al resto de mis hombres para dominarte, entonces vale la pena darte una oportunidad. Necesito un voluntario. —Entre los soldados que resguardaban el lugar, uno de ellos dio un paso adelante—. Muy bien, Argon, si logras sobrevivir te doy la bienvenida a mi escuadrón, si no quieres aceptar mi oferta, deja que mi soldado te elimine.

—Tú sí que sabes negociar —dijo poniéndose de pie al ver que el soldado se encaminó hacia él. Inmediatamente se hizo hacia atrás para esquivar su ataque. El collar que drenaba su energía y las esposas que limitaban los movimientos no le facilitó nada.

—Soldado, usa solo tu cuerpo, no tienes autorizado usar energía.

El hombre volvió a ir contra Vegeta y fue tan rápido que logró golpearlo en el abdomen y en el rostro sin problema alguno. Lo tiró al suelo y desde ahí continuó agrediéndolo a vista y paciencia de todos.

—Fue una pérdida de tiempo, gran Freezer —dijo el guerrero rosado a su lado—. Debe haber sido pura suerte el que eliminara a tantos guerreros del escuadrón.

—Es una pena, soldado Dodoria, ya que nunca me equivoco. —Hizo una mueca al ver que su guerrero continuaba golpeando a Argon en el suelo y no hacía nada por levantarse—. Está bien, ya es suficiente. Odio que no hagan nada por defenderse, mátalo de una vez, soldado.

—Como usted ordene, mi señor —dijo dejando a malherido prisionero por unos segundos para hacerle una reverencia a Freezer antes de ejecutar su comando.

Vegeta aprovechó el momento que el soldado le dio la espalda, y usando toda la energía que le quedaba saltó para atrapar el cuello con la cadena de sus esposas. Hizo fuerza hacia atrás haciéndolo caer de espalda, con él debajo de su pesado cuerpo y continuó tirando. Abrazó con las piernas el torso del hombre y logró atrapar uno de sus brazos, por lo que tuvo que soportar solo el ataque de un codo en sus costillas ya severamente castigadas. No dejó de presionar con la cadena que poco a poco se fue incrustando en la piel del hombre hasta ponerse roja.

Freezer comenzó a reír con ganas, deleitándose con la escena donde el soldado ya casi muerto continuaba luchando por liberarse y su próximo nuevo juguete gritaba ejerciendo más fuerza con la cadena hasta que finalmente se escuchó el característico sonido que hacían los cuellos al quebrarse.

—No fue muy valiente el ataque por la espalda, pero no estaba equivocado, gran Freezer —dijo el guerrero de piel verde.

—Así es, soldado Zarbon. Pero cuando se trata de sobrevivir el honor no sirve de nada.

Vegeta corrió el cuerpo inerte con sus pies para poder ponerse de pie. Si antes estaba herido, ahora apenas podía mantenerse de pie y la sangre no dejaba de gotear por diferentes heridas. Le costaba demasiado respirar a causa de las costillas rotas.

—Acepto… —dijo jadeando y botando sangre por la boca y nariz—. No me va a venir mal la paga… Tan solo no me mandes a lugares de mierda.

Freezer volvió a reír. Le encantaba encontrar nuevos guerreros que llamaran su atención. Eso no sucedía muy seguido.

—Llévenlo de regreso a su celda y atiendan sus heridas, pero no le quiten las esposas ni el collar. Deberá probar que se puede comportar antes de darle su libertad.

En cuanto dos soldados tomaron a Vegeta de los brazos, éste ya no pudo seguir sosteniendo su propio peso, así que dejó que lo llevaran a rastras por el lugar. Al menos el primer paso del plan había funcionado, ahora debía ganarse la confianza del tirano.


(...)


Después de una reponedora ducha, Bulma salió del baño envuelta en una toalla blanca. Se sentó frente al tocador y comenzó a peinar su melena que llegaba hasta los hombros. Esta noche era especial, cumplía dos años de relación con Troy y saldrían a comer. En la cama ya estaba el ajustado vestido rojo que usaría y los zapatos negros recién comprados para la ocasión. En el tocador, junto con su maquillaje, perfumes y cremas, estaban los aros y el collar de piedras preciosas que Troy acababa de regalarle.

Estaba preocupada de su cabello cuando la toalla terminó por soltarse de su cuerpo y terminó en el suelo. Entonces vio el reflejo de su cuerpo desnudo en el espejo y su mirada se perdió en las pequeñas cicatrices de su abdomen y pecho, el recuerdo palpable del infierno vivido en la Tierra. Eso, junto con las pesadillas que a veces sufría no la dejaban ser libre por completo pese al tiempo transcurrido.

Tan concentrada estaba en el pasado que no escuchó cuando Troy entró a su habitación, ya listo y arreglado para la cita. Casi dio un brinquito de susto cuando lo sintió detrás, en su espalda.

—¿Todo bien? —preguntó y después de darle un beso en el cuello se sentó a los pies de la cama. Ya sabía reconocer esa mirada perdida de Bulma, él muchas veces había pasado por lo mismo, pero a diferencia de ella, había sido capaz de dejarlo atrás.

—Sí, todo bien —respondió y continuó ordenando su cabello. Cuando estuvo listo, se puso la ropa interior y volvió al tocador para seguir con el maquillaje.

—Si te pones los tacones, cancelo inmediatamente la reservación y pido que nos traigan la comida al cuarto, ¿te parece?

—Pasé muchas horas escogiendo el vestido. Lo voy a usar fuera de este lugar, te guste o no —dijo divertida. Una de las cosas que más le gustaba de Troy era su sentido del humor. Siempre le arrancaba una sonrisa aunque la situación fuera adversa.

El joven emperador se mantuvo en silencio un rato mirando a Bulma arreglarse hasta que no resistió más el silencio en la habitación.

—¿Te gustó el regalo?

—Por supuesto —dijo Bulma mirándolo por el reflejo del espejo—. Pienso usarlo de nuevo en la próxima fiesta del pomposo de Higgon.

—Entonces tendré que conseguirte joyas más grandes. Conociendolo, llevará muchas más que tú.

—Eso es verdad.

—¿Hay algo más que quieres que te regale?

—No, Troy, no es necesario nada más. El collar es hermoso, y los aretes también.

—Pero siento que no son suficientes.

—Claro que lo son. Me haces regalos todo el tiempo. Tengo joyas que nunca alcanzaré a usar, un cuarto lleno de ropa, del que no me quejo para nada, y tengo el mejor laboratorio del planeta. No es necesario más.

—El laboratorio lo levantaste tú. Yo solo puse los recursos, y también me he visto beneficiado con todos tus descubrimientos… Pero me gustaría darte algo más significativo, más valioso. Me gustaría que tu mirada se iluminara más seguido.

Bulma se volteó para mirarlo.

—¿De dónde sacas esas cosas? —preguntó riendo.

—Soy rey, tengo que leer mucho para hacer discursos creíbles y atrayentes.

Bulma fue a la cama por el vestido, pero él la tomó de la mano y la hizo sentarse a su lado.

—Vamos a llegar tarde y esta vez no será por mi culpa.

—¿Sabes que si me lo pidieras te daría todo, verdad? —dijo ahora serio, acariciando su rostro.

—Lo sé.

—¿Y qué podría darte para evitar esas miradas melancólicas que tienes a veces? Sé que estás pensando en el pasado, pero no sé qué hacer para evitarlo.

—Incluso hasta para ti es imposible darme algunas cosas.

—Ponme a prueba. Lo que sea para hacerte feliz.

—Venganza y justicia —dijo Bulma enseguida. Troy se sorprendió de que ni siquiera pensara en la respuesta. Eso había salido de su corazón.

El hombre se puso de pie y comenzó a dar vueltas por la habitación, pensando muy bien lo que estaba a punto de decir. Bulma quiso hablar, pero decidió guardar silencio hasta que él hablara.

—¿Hablas en serio? —preguntó serio.

—Sabes que nunca bromearía con algo así. ¿Por qué? ¿Tienes algo que decirme?

—No sé… No sé si deba. —Se sentó en el banco del tocador y desde ahí la miró sin saber si era correcto seguir con la conversación.

—Ya lo dijiste. Sabes bien que no voy a dejarte tranquilo ahora.

—He estado trabajando por separado de la Compañía. Sabía que pronto dejarían de darme su apoyo para ayudar a los planetas de la galaxia del sur… Así que decidí tener un plan B.

—Continúa —dijo Bulma expectante.

—Tengo un contacto en Vegetasei… Aún no es seguro, pero existe la posibilidad que pueda infiltrar un espía en el planeta para que nos informe de sus movimientos y sus planes, así en unos años podría ser capaz de…

—Mándame a mí —dijo sin pensarlo. Simplemente abrió la boca y las palabras salieron.

—¿Qué? —preguntó Troy horrorizado.

—Lo que escuchaste. Mándame a mí.

Entonces Troy pudo ver ese brillo en los ojos de Bulma que tanto anhelaba.


Continuará…


Tal como le había dicho a algunas lectoras: esta historia comienza con todo.

Estoy tan emocionada de comenzar la segunda parte de El Legado que había dado por descartada, pero fue tan lindo el apoyo que recibí que las ganas nacieron y no me dejaron en paz.

Voy a ser breve porque estoy desde ayer escribiendo el capitulo, y tengo los ojos agotadisimos.

Este prólogo fue para mostrar la vida de los protagonistas y en especial el cambio que ha tenido Vegeta en estos 10 años. (Cuando escribí la primera parte fue para justificar al Vegeta de hoy, y estoy feliz de haberlo hecho)

El nombre Argon es evidentemente un guiño a Casualidad. Me gustó volver a usar ese nombre con tanta personalidad.

Bulma está en su nueva vida, con su trabajo de ensueño, un novio espectacular, pero como se pudo ver aún no es capaz de dejar el pasado atrás. Y bueno, en el summary se dice bien lo que está por ocurrir.

Para quien no se acuerde de Troy, le recomiendo que vaya a leer el epílogo de la primera parte.

En la biografía de esta página encontrarán cómo llegar a mi facebook donde aviso de las fechas de actualizaciones y otras cosas relacionadas a mis fics.

Espero que les haya gustado este prólogo. Si en la primera parte puse mi corazón, en esta ocasión puse mi alma, corazón, sangre y lágrimas. Espero ansiosa sus rws, que es la recompensa al esfuerzo y dedicación y lo que me motiva a seguir escribiendo.

Nos estamos leyendo en una próxima actualización.

Dev.

02/07/20.