Con una sonrisa pintada te miran
Falsa, mustia que oculta un gesto de impotencia
Con una mirada hermosa, blanca y dulce
Pero que encierra un profundo dolor
Mei era hermosa, todos lo sabían, lo era tanto por dentro como por fuera.
Empezamos por su cabello, de un color azul oscurísimo, casi negro, hermosamente rizado y que se extendía hasta la mitad de sus muslos.. Brillante y tan suave que los imaginabas deslizándose entre tus manos.
Su bello rostro de porcelana, de facciones elegantes a la vez que angelicales, pero un suave tono rosado en sus mejillas que le daban un aspecto inocente, sus labios en forma de arco de cupido, brillantes y de un tono apetitosamente rosado, una sonrisa cargada de dulzura y unos ojos tan azules y brillantes como los zafiros más pulidos enmarcados por espesas pestañas.
Una piel tan blanca como la nieve que manejaba y tan suave como la seda, una figura esbelta, primorosa y con todas sus curvas y una sonrisa cristalina y llena de dulzura, una voz melódica, risa divina igual que su canto y un aroma dulce y floral.
Una belleza inhumana propia de un Yokai..
Pero esa encantadora sonrisa no era más que una máscara y Aioros lo sabía, lo sabía muy bien
Con un rostro hermoso pero pálido de amargura
Así es su hermosura, pura
Pero débil y quebradiza por dentro
Él lo sabía, sabía que esos ojos alegres estaban bañados en incontables lágrimas, reprimidas hasta el más ínfimo momento de soledad. Sabía que detrás de su rostro angelical se ocultaban millones de cicatrices y gritos de dolor, era consciente del sufrimiento que intentaba esconderse tras esa hermosa sonrisa.
A él no lo engañaba, veía perfectamente a través de esa bella máscara que Mei portaba...
Cualquiera diría que parecía una muñequita, tan frágil y capaz de romperse ante el más mínimo descuido.
Pero ella no era una muñeca de porcelana, era una muñeca de cristal, brillante pero terriblemente quebradiza, como su alma.
Su corazón se desmorona como hoja seca al viento
Sus esperanzas de ser amada se van con el tiempo
La muñeca de porcelana, hermosa, pero destrozada por sentirse menos
Lo percibía en sus ojos y no podía evitar sentirse morir por ello. Porque su amada sufría por amor, sufría por sentirse poca cosa e insuficiente para recibir el sincero cariño, los dulces sentimientos de su ser amado.
Aunque ella no dijese nada y siempre ofreciera una radiante sonrisa, esa sonrisa no llegaba a sus ojos, que estaban opacos, cristalizados, a punto de estallar en llanto.
El arquero la miraba y la comparaba con la luna, preciosa, brillante y enternecedora, pero dueña de una oscura cara oculta que no dejaba ver a nadie.
Y Aioros tenía unas inmensas ganas de correr a matar a quien sea que hubiese lastimado a Mei, por quebrar aquella joya que él daría lo que fuera por tener en sus brazos.
Ruegas una plegaria de ayuda
Gritas al cielo un por qué y nadie te responde
Lloras y nadie te consuela
No sólo su mirada lo decía, también la había visto llorando un par de veces, lloraba con un desespero tal que siempre conseguía hacer que sus propios ojos se cristalizaran. Su postura perfecta encorvada, su rizado cabello ocultando los lados de su cara y las lágrimas empapando sus palmas, que cubrían su rostro en un intento de ocultar aquél doloroso derrame y callar los tímidos llantos que emitía.
A veces la oía sollozar abiertamente e incluso gritar, rogando al cielo que acabase de una vez con su sufrimiento, que tuviese piedad de su destrozado corazón y no lo quebrase más de lo que ya estaba.
Para Aioros esa visión era simplemente desgarradora, verla tan rota, tan vulnerable... Era una tortura.
Quieres ser amada por lo que llevas dentro
Y no por ser de fina porcelana
Mi muñeca deteriorada
Si de él dependiera, saldría corriendo hacia ella para acunarla en sus brazos y secar esos interminables riachuelos de dolor, con su propio cuerpo la protegería de todo daño y sin titubeos le ofrecería todo su calor.
Pero no podía, porque si lo hacía no podría contener lo que sentía y acabaría cometiendo una tontería.
Y lo que menos necesitaba su Mei, su adorada muñeca deteriorada, era otra carga en su espalda.. La carga de su egoísta amor por ella, amor del que demasiado tarde se dio cuenta.
Mei sólo deseaba a alguien que la amase de verdad, que tomase su mano y le dijese que todo estaba bien, que viese en ella algo más que un rostro angelical y viese la pureza que aún sostenía su corazón.
Ese alguien estaba mucho más cerca de lo que creía... Pero no lo veía.
No duermes por no ver tu vida pasar tras pesadillas de locura
Te esfumas, te pudres y poco a poco pierdes la cordura
El insomnio se hacía presente en la chica, cargándola de recuerdos dolorosos, poniendo a prueba la resistencia de su pobre alma.
La muerte de sus padres, cuando intentó rescatar a sus moribundos hermanitos y acabó con resultados fatales, cuando fue abandonada por su propia gente por enamorarse y defender a un humano, siendo ella un demonio, cuando todos los que consideraba amigos le dieron la espalda, cuando un enloquecido Saga la destruyó por dentro, arrebátandole la firme pureza que guardaba con recelo, invadiéndola sin su consentimiento.
Todos esos recuerdos tan amargos se personificaban en despiadadas pesadillas que le arrebataban la poca paz que podía encontrar.
A estas alturas, la presencia de su amado, por mucho que la lastimara, era lo único que le quedaba, lo único que la mantenía cuerda.
Ocultas tu mirada bajo negras pestañas
Y desvaneces tu tristeza bajo una sonrisa pintarrajeada
Finges ser feliz, finges poder vivir, mientras mueres por dentro
Mei era una actriz consumada y admirable, pudo perdonar la profanación cometida por Saga al comprenderlo y saber que no era él... Era Arles.
La tristeza que el geminiano sintió al verse rechazado por la princesa de la nieve ocasionó que sus emociones se descontrolaran y su contraparte malvada lo dominara.
Ella aceptó sus múltiples y sinceras disculpas y aseguró que el incidente sería un secreto entre los dos, aún así, Saga era incapaz de perdonarse por herir a una criatura tan delicada e inocente como lo era Mei.
La máscara se había vuelto parte de ella y la actuación una rutina, siempre fingía.
Fingía ser ese angelito inmaculado cuando su mente le gritaba lo sucia que estaba, que estaba profanada... Que el tesoro que reservó para el amor de su vida ya no estaba, fingía ser feliz cuando sólo deseaba morir.
Todo en ella era fingir...
Gritas, corres, lloras, te arrodillas frente a un altar, imploras morir
Ruegas por un mensaje luctuoso y tu alma se torna negra como la noche
Te ocultas tras una cortina, como una liebre tímida que corre por su vida
Y te apagas como una flama tambaleante de una vela rígida
Sólo sentía su dañada alma sollozando, su frágil corazón perdía las esperanzas de ser reparado, su sonrisa se volvía cada vez más forzada, tenía miedo de despertar, había ocasiones en las que incluso la idea del suicidio resultaba atractiva.
Pero no, no podía renunciar de esa forma, no podía atormentar a Athena y a los demás Caballeros con la incertidumbre y la culpabilidad, no podía colocarle esa carga en la espalda a Saga, no podía abandonar a Camus, a Aioria, a Shion, a Saori.. Menos a su amado, su dulce Aioros, era capaz de soportar la peor tortura con tal de ver a Aioros feliz.
Si su existencia brindaba alguna alegría a Sagitario, ella gustosa soportaría cualquier Yugo.
Si sólo supiera que Aioros también se moría por ella, que deseaba abrazarla, besarla y decirle tantas cosas, si sólo su mente no estuviese tan nublada por la culpabilidad y la inseguridad.
Si sólo pudiese darse cuenta de que a pesar de todo lo sucedido, a pesar de ser considerada por muchos un ente maligno, ella también tenía derecho a amar.
Así te mueres de dolor y de pena
Nadie te ama, todos miran tus ojos, pero no ven vida
Todos ven tus labios y nadie los besa por amarte sin pensarlo
Desearía que Aioros la amara, que con sus dedos acariciase su mejilla, que tomara sus pequeñas manos entre las suyas, que besase sus labios que por años suplicaron por él y rodease su pequeño cuerpo con sus musculosos brazos.
Pero no era más que una fantasía, o eso creía...
Saber que el hombre por el que enloquecía jamás la vería como más que una amiga alcanzaba a extinguir sus pocas ganas de vivir.
Poco sabía ella que su adorado Caballero, como el valiente guerrero y el hombre enamorado que era, enfrentaría todos sus demonios con tal de rescatarla, rescatarla de la depresión.
Todos quieren a la muñeca de rostro hermoso
Pero nadie la mira por dentro, para ver su gran tesoro
Frágil, tímida, dulce, amante perfecta
Una noche más, una noche más en la que Aioros la observaba llorar, una noche más en la que ella se desahogaba en soledad.
Pero esa no sería una noche como las demás, estaba vez Aioros estaba dispuesto a actuar...
Armándose de valor, salió de donde estaba oculto y caminó con paso firme hacia Mei, quien estaba sentada en una roca junto al mar, mirando a la luna y con rastros de lágrimas en su rostro angelical.
Ella se sorprendió cuando vio al dueño de sus sueños caminando hacia ella con rostro pacífico, pero la preocupación y compasión marcando su mirada, se sobresaltó y se apresuró a borrar las lágrimas de su rostro y de entre sus pestañas con sus manos.
Pero unas manos fuertes y cálidas la detuvieron, haciendo que todo su ser se tambaleara y sus mejillas se colorearan más de lo que ya estaban por el llanto.
Aunque nadie lo vea
Aunque nadie lo crea
- ¿A-A-Aioros-kun? - Tartamudeó al sentir las manos del castaño acariciando su rostro, mientras un dulce escalofrío le recorría la espalda y su corazón se aceleraba.
La chica chilló cuando Aioros la atrapó entre sus brazos, haciendo que su mejilla quedase contra su pecho, duro como roca, permitiéndole oír los acelerados latidos contrarios.
"Tiene que ser un sueño"
- Deja de ocultarte, Mei - Susurró el arquero en su oído, sintiéndola temblar al sentir su cálido aliento - No te avergüences de tus cicatrices, te hacen ser quien eres, no tienes que pensar que tienes que cargar con todo tú sola, porque ya no lo estás... Saga hizo algo terrible e imperdonable, más bien, Arles hizo algo imperdonable - La Yuki-onna se congeló ¿Él sabía lo que había pasado entre Saga y ella? ¿Cómo? ¿Cuando? ¿Por qué? - Y no te averguences por eso porque no fue tu culpa, no te sientas corrupta, el cuerpo es muy fácil de ensuciar pero tu corazón es tan puro como cuando nos conocimos - Los espasmos en el cuerpo de la Peli-Azul indicaban que ella había empezado a sollozar.
- Yo.. Y-Yo - Intentaba negarlo todo, mantener su máscara, pero le resultaba imposible, sus llantos la delataban y esos preciosos ojos verdosos parecían poder ver a través de su alma.
- No intentes mentirme - Mei se sobresaltó ante el tono serio del de Sagitario, sintiendo como este estrechaba su agarre como si temiese que ella se escapase - Lo puedo ver en tu mirada, veo todo lo que te afectó ese incidente.. Pero Mei... Tú no has cambiado nada, aunque hayan corrompido tu cuerpo, sigues siendo esa hermosa criatura que me canta cuando me siento mal y que me patea cuando hago alguna tontería, que siempre estuvo ahí para apoyarme y motivarme... Esa que siempre piensa en los demás y disfuta de hacerlos sonreír...
Mei sonrió débilmente, aún con las lágrimas bañando su rostro, sonreía de alivio, de felicidad... De paz.
Aioros no veía sólo a una chica bella, no veía sólo a un espíritu, no veía sólo a una criatura atormentada.
Aioros veía a un ángel que lo enamoró con su buen corazón y sus puros sentimientos, y estaba más que dispuesto a hacerse cargo de estos.
Vistes hermosa, más no veo tu máscara de porcelana
Tus sentimientos y tu pasión es lo que te engalana
Él lo sabía, sabía lo triste y sola que se sentía, estaba enterado del crimen del Ex-patriarca, había podido leer todos sus pensamientos y sentimientos más profundos... Le estaba diciendo lo que por tanto tiempo necesitó oír.
El chico apartó su rostro del hombro femenino sólo para apoyar su frente contra la de Mei, su mano derecha se posó en la sonrojada mejilla mientras que el brazo izquierdo la sujetó por la pequeña cintura para acortar distancias.
-... Sigues siendo mi ángel, Mei - Terminó su discurso, contemplando el rostro lloroso, pero aún así tan bello de la Oji-azul.
- ¿P-Por qué, Aioros? - Susurró la dama de las nieves, apenas pudiendo hablar entre sus llantos - ¿P-Por qué me dices todo esto?
Sin separar su frente y sin apartar sus profundas esmeraldas contra los luminosos zafiros, el guardián de Sagitario sonrió mientras movía su otro brazo para atrapar completamente el cuerpo femenino.
- Mi muñeca hermosa de porcelana, quisiera que me miraras, mi muñeca de porcelana fina, quisiera que aceptaras mi vida - La Yokai abrió sus ojos como platos ¿Acaso eso era una declaración? - Mi muñeca misteriosa, te adoro cuál diosa... Mi muñeca preciosa.
E inmediatamente después de la última frase, el joven no se contuvo más y atrapó los rosados labios femeninos con los suyos y estremeciéndose de placer al sentir que eran aún más suaves de lo que había soñado nunca...
"Porque al final, el amor sincero siempre puede contra la inseguridad"
Les voy advirtiendo que el siguiente capítulo contiene lemon.
La cita de la página de dónde saqué el poema la pondré en el próximo capítulo...