Disclaimer: Este pequeño fic no lo escribí yo, sino una amiga que no se atrevió a subirlo en su cuenta, espero les guste y lo disfruten. Espero les guste para que ella se anime a escribir y publicar sus historias jejejeje. Saludos


Aquí estaba yo, en un avión rumbo a Hawái, el que sería el destino de nuestra luna de miel, si debo admitirlo estaba nervioso, ansioso y sobretodo feliz, aunque mi cara no lo demostrara, ella era mi esposa y pronto, sería mi mujer. Sólo ella podía serlo, nadie más traía a flote todas esas emociones de una manera tan deliciosamente simple.

Si bien la boda no era lo que yo quería, gracias a las imprudencias y locuras de mi madre, el sólo ver a Kotoko tan bella y vestida de novia hacia que cada una de las ridículas extravagancias en esa fiesta, valieran la pena. Su sonrisa era el adorno cúspide de su arreglo. Me fue difícil no imaginar esa sonrisa en una situación más íntima, cálida, y sin ropa de por medio.

Ella estaba entusiasmada pues era su primera vez fuera del país y viajando en avión, iba repasando cada una de las fotos tomadas durante la boda y luego quería seguirnos tomando más mientras lo único que quería era dormir lo suficiente para reponer las fuerzas que la fiesta me había quitado y todo era por y para ella, para estar en mis 5 sentidos cuando el momento llegara, cuando tuviera que memorizar la piel que la ropa no había dejado en todos estos años que conociera ni tocara, pensaba robarme hasta su alma cada noche de ahora en adelante.

Al aterrizar, nos dirigimos para recoger nuestras maletas y trasladarnos hacia nuestro hotel y descansar un rato, sin embargo, antes de poder si quiera hacer algo, una chica impertinente comenzó a interrogarnos y a pegarse a mi como si quisiera tener toda mi atención, sentía un poco de pena ajena por el hombre que la acompañaba, pues supuestamente estaban de luna de miel, aunque pareciera que a ella no le gustaba su marido, sino yo. Se presentó como Mari, tenía una voz irritante y una actitud nefasta hacia su ahora esposo.

Llegamos a nuestra habitación, tenía una vista increíble hacía el mar, Kotoko brillaba de felicidad pues jamás había visto tal esplendor de la naturaleza. Yo veía su natural esplendor que me enloquecía, cada gesto y movimiento me tenía hipnotizado, me dispuse a leer el periódico para calmar un poco mi ansiedad, para dejar que ella disfrutara cada novedad que encontraba, sobretodo al acostarse en la cama y rodar como una niña pequeña.

Cuando escuché que me dijo que no la abandonara y que le tuviera paciencia hasta que fuera la esposa perfecta, sólo pude reír para mis adentros y decirle que no esperaba demasiado, que sólo siguiera siendo ella misma, al terminar de decirle eso, sus ojos brillaron de una manera que no había visto antes, ¿Era acaso una mezcla de deseo con amor?, Poco a poco me fui acercando a ella para besarla cuando el maldito teléfono empezó a sonar, resoplé por lo bajo y contesté:

—¡Hola Naoki-san! Soy Mari, estamos en la playa y les guardamos lugares junto a nosotros, ¡aquí los esperamos!

— Bueno — dije sin darle importancia — ¿vamos?

Kotoko se veía adorable en su traje de baño de una pieza, al igual que incómoda, conociéndola se estaba comparando con las muchas féminas que estaban en el lugar, pequeña tonta, si supieras que el ser tan diferente a cada una de ellas es lo que me conquistó de ti, no tendrías que preocuparte ¿acaso no lo dejé claro cuando le pedí la mano a tu padre?

Y en un parpadeo, sin notarlo, tenía colgada a la tal Mari de mi brazo, tan ensimismado estaba con mi esposa que no me di cuenta… ¿acaso esta mujer no tenía que ocuparse de su marido?, su actitud empezaba a fastidiarme en verdad, pero los modales están antes que todo, de acuerdo a las palabras de mi madre. Me comenzó a arrastrar mar adentro mientras veía a Kotoko decirle algo al esposo de ella, ¿en serio estaba tan entretenida con ese hombre para no venir a hacerme una escena como acostumbra? Resignado me solté de esa mujer y me dispuse a nadar para calmar mi enojo.

Después de un largo día, al fin regresamos a nuestro cuarto, nos aseamos y habíamos decidido pedir servicio a la habitación pues estábamos algo cansados y para ser sincero, prefería cenar tranquilamente a solas con ella, pues pretendía que ella fuera el postre.

Tocaron la puerta y ella abrió con entusiasmo pensando que la comida había llegado, pero cual fue nuestra sorpresa al ver a Takumi-san y Mari-san en la entrada y como si fuera poco

Ante tal invasión no nos quedó de otra que cenar y beber con ellos, por desgracia conocía demasiado bien a mi esposa, sabía que entre el malestar de soportar a esa mujer en especial más su poca tolerancia con el alcohol, esa noche sería una más sin poder hacerle el amor… y con el pasar de las horas, para mi mala suerte, comprobé que no estaba equivocado, Kotoko cayó dormida mientras Mari-san se burlaba de lo rápido que sucumbió al vino que tomó. Con la poca paciencia que me quedaba, los invité a retirarse.

Cuando nos quedamos solos, recosté a Kotoko en la cama, la despojé de sus zapatos y accesorios, evité quitarle la ropa, no porque no tuviera consideración para con ella, sino porque me estaba volviendo loco de deseo por mi esposa y ella estaba tan profundamente dormida por la borrachera que sólo me quedó ir a tomar una ducha fría con mucha resignación de por medio.

Por desgracia, con el paso de los días, la situación no mejoró, en todo momento teníamos la compañía de ese par de entrometidos y por las noches pasaba lo mismo que el primer día, Kotoko tomaba tanto que se quedaba dormida y yo tenía despierta cada célula de mi cuerpo, ansioso por hacerla mi mujer. Las duchas largas y frías se habían convertido en mi mejor amiga.

Genial, nuestro último día en Hawái, ya estaba totalmente resignado a no poder estar a solas con Kotoko cuando me dijo:

—Irie-kun ¿crees que podamos pasar el día solos nosotros dos?

Por un instante mis ojos se abrieron y se iluminaron con un destello de deseo, el cual pasó desapercibido para la distraída de mi linda esposa, sólo pude asentir con la cabeza ante tal petición. Le dije que se alistara para ir a dar un paseo y de regreso cenar en el hotel, aprovechando uno de los tantos paquetes de cena romántica en la playa a la luz de las velas que ofrecían como obsequio por quedarnos en una suite.

Estábamos a nada de salir, cuando tocaron a la puerta de una manera desesperada y muy ruidosa, esto me daba mala espina. Y para variar mi intuición no se equivocó, era Takumi-san, gritando desesperado que su esposa se sentía mal y como era malo para el inglés le daba pena ir con el guía de turistas para pedir ayuda y sabiendo que estaba estudiando medicina me pidió revisar a Mari-san, no pude negarme ante tal petición, mi vocación como médico me lo impedía, sólo pude voltear a ver a Kotoko y se me arrugó el corazón al ver su mirada apagada por la tristeza.

Nos fuimos a la habitación de Takumi-san, donde su esposa se quejaba y retorcía por el dolor, según ella, en el estómago, a primera vista no vi nada fuera de lo normal, comencé a hacer las preguntas de rutina sobre la comida consumida durante el día, quizás algo descompuesto o mal cocinado le habría hecho daño, tomé su pulso y luego comencé a palpar su estómago, cuando de la nada Kotoko gritó:

—¡no irie-kun, no la toques, ¡no toques a otra mujer!

—¡Ya basta! — le grité, como era posible que ahora sus celos salieran a relucir justo ahora, después de todo lo que ha pasado en estos días — ¡Te casaste con un hombre que decidió ser médico! ¿Cómo podré hacerlo con tus celos hacia cualquier paciente que pueda tener? ¡Si no puedes vivir con eso, ¡no creo que podamos estar juntos para siempre!

Kotoko salió corriendo del cuarto, me dirigí a Takumi-san diciéndole que fuera a la farmacia del hotel por un medicamento para el malestar estomacal de su esposa, me contestó que veía mal a Kotoko, que fuera tras ella lo más rápido que pudiera, él se había ido y yo estaba por recoger mi saco cuando la mano de Mari-san me detuvo tomando la mía y acariciando mi brazo:

—Al fin solos— me dijo— sé que no has tenido intimidad con tu esposa, no es extraño saberlo, se nota que ella no te provoca nada, es sólo una niña tonta, si me hubieras conocido a mi primero todo sería muy…

—¡Cállate! — le grité — ¡No te atrevas a compararte con mi Kotoko, es mucho más

mujer que tú!, aunque te hubiera conocido mil veces antes, te hubiera ignorado cada una de ellas.

Salí de ese cuarto como alma que lleva el diablo, porque era quien precisamente se había apoderado de mí, arruiné la última noche de nuestra luna de miel, quizás si encontraba rápido a mi esposa, todavía podía remediarlo. Corrí muchas calles, preguntaba a cada persona que encontraba en el camino si la habían visto, cada segundo que pasaba, mi angustia y desesperación crecían, si no daba pronto con Kotoko me volvería loco. Sólo pensaba en su mirada apagada después de que le grité, ¡que estúpido fui! ¿cómo pude haberle dicho todas esas cosas tan hirientes?, de haber sabido que todo era una maldita trampa de esa asquerosa mujer, jamás habría dicho todo lo que le dije y que era mentira, sí, todo era mentira, jamás podría separarme de Kotoko, así me llevara la vida en ello, trabajaría arduamente para hacerla sentir segura ante cualquier mujer que tuviera como paciente, porque para mí sólo existía ella, sólo ella gobernaba mi descongelado corazón, a ella le pertenecía mi existencia, cada vez que respiraba era un "te amo" para ella y así sería hasta que llegara el día de mi muerte..

De la nada escuché los inconfundibles gritos de mi esposa, seguí su voz y la vi, un hombre la sujetaba mientras le hablaba en inglés y obviamente ella no entendía nada, era un oficial de policía preguntándole si estaba bien, si estaba perdida y que si necesitaba ayuda con gusto se la daría, que le dijera el nombre del hotel o un número al cual llamar para notificar su paradero, tomé el brazo del hombre y con mi fluido inglés le dije que ella era mi esposa, el hombre sólo pudo reír ya que Kotoko no daba esa impresión sino la de una estudiante. Le dije a Kotoko que se disculpara con el hombre pues pensaba que le quería hacer daño, le di las gracias por auxiliarla y nos despedimos.

Terminamos llegando a la playa que estaba cerca del hotel, ella lloraba mientras me pedía disculpas, que no debió comportarse de una manera tan egoísta con una persona enferma, preferí callar para que no se pusiera peor y antes de que siguiera hablando la tomé entre mis brazos y le dije:

—no hemos podido pasar mucho tiempo a solas ¿verdad?

—no importa, yo estoy bien mientras pueda estar a tu lado

—pero, yo ya no me siento satisfecho con eso nada mas

Nos besamos como nunca lo habíamos hecho, ni siquiera cuando la besé bajo la lluvia esa noche que al fin le declaré todo lo que sentía por ella. La tomé de la mano y nos dirigimos al hotel, la tomé entre mis brazos en la entrada de la habitación pues no quería perder un segundo más, la deposité suavemente en la cama, comencé a besarla con urgencia, mis manos estaban por todas partes y ella no se quedaba atrás aunque de una manera más tímida y casi temerosa, sería nuestra primera vez y no sólo como marido y mujer, sino nuestro primer encuentro sexual de la vida, pensar en ser el primero en cada aspecto de la vida de Kotoko sacaba mi lado más primitivo y territorial, no sé qué habré hecho en mi vida anterior para merecer tanto, me sentía bendecido.

Tomé las amarras de su vestido y las deshice, poco a poco la tela fue cayendo hasta llegar al suelo, la admiré por primera vez en ropa interior y vaya la sorpresa que me llevé al verla en un conjunto de encaje color beige con detalles en negro, la ropa que usaba mi esposa no le hacía justicia a lo que mis ojos veían, sin duda las ropas sueltas y holgadas no le favorecían pues tenía mucho más de lo que alguna vez imaginé, sus pechos no eran tan pequeños, tenía una curvas muy favorables, lo justo para perderme gustoso, si en algún momento me quejé de que me siguiera la club de tenis en la universidad, estaba totalmente arrepentido de eso, pues gracias a los entrenamientos intensivos que tuvo conmigo sus piernas y trasero estaban tonificados y firmes. Regresé a ella para volver a besarla, me tomé mi tiempo entre cada caricia que le daba y ella comenzó a desabrochar mi camisa y luego mi pantalón, quedé en mis bóxers negros que para nada disimulaba la erección que tenía y observé con satisfacción como sus ojos se abrían ante mi presencia semi desnuda. Moría por hacerla mía, pero sabía que tenía que tomarme el tiempo para prepararla y que me recibiera para no hacerle tanto daño cuando la poseyera por primera vez. La puse en la cama, debajo de mí, volví a besarla, quitando su brassier, descendí por su cuello hasta llegar a uno de sus pechos, lo tomé con mi boca mientras al otro le daba suaves masajes, entre suspiros y pequeños gemidos de ella, cambié de posición, cuando acabé con ellos fui bajando por su abdomen dejando besos húmedos hasta que llegué a su monte de venus, me deshice rápidamente de la única prenda que le quedaba y mi lengua encontró su clítoris, ya estaba hinchado y palpitante, me sentí como un niño pequeño y comencé a lamerlo como si fuera el fruto prohibido y era sólo mío.

—Naoki… oh! Naoki

Escucharla decir mi nombre de pila por primera vez fue un detonante a mis ya muy descontrolados bajos instintos. Regresé a su boca mientras me acomodaba entre sus piernas, le susurré palabras que jamás pensé que usaría:

—Te amo Kotoko — la besé más profundo — quizás esto duela un poco, pero prometo que pasará pronto, ¿confías en mí?

—Te amo con todo mi ser Naoki, claro que confío en ti, hazlo

Y con mi mente en blanco la penetré de una sola embestida, era mejor así para ella, me quedé quieto mientras se acostumbraba a la invasión, limpié unas pequeñas lágrimas que salieron y

poco a poco fui moviéndome dentro de ella, se sentía tan bien estar así, ella había sido hecha para mí y así sería mientras Kami me prestara vida. Cuando comenzó a gemir de nuevo, me dio la pauta para saber que el dolor había pasado dándole paso al placer, mis embestidas fueron subiendo de ritmo, cada vez más rápido y duro, el volver a escuchar cómo me llamaba por mi nombre me encendía más si eso era posible, una de mis manos se dirigió a su clítoris lo masajeé de tal forma que no tardó en tener un orgasmo que hasta sus piernas temblaban, no me quería quedar atrás y cuando dejé de moverme un momento para acomodarme mejor, de la nada ella se movió tan rápido que no pude reaccionar, quedando arriba de mí, comenzó a moverse despacio y sensual, se apoyó en mis pectorales para tener una mejor postura y poco a poco fue aumentando sus movimientos, estaba a nada de alcanzar la gloria:

—Naoki, te amo

—Kotoko, te amo

Dijimos al mismo tiempo y junto llegamos al clímax. La recosté a mi lado, acaricié su rostro limpiando las pequeñas gotas de sudor que se habían formado en su frente, la besé de una manera tierna y suave, la invité a asearnos juntos, pero no obtuve respuesta y cuál fue mi sorpresa al verla profundamente dormida (típico de ella, dormirse en momentos importantes).

A como pude la aseé y después cubrí su exquisito cuerpo con las sábanas, me encaminé al baño para asearme y regresar a dormir a su lado, la pegué a mí, rodeando con mi brazo por debajo de sus pechos y acurrucar su cabeza tan cerca que podía aspirar su champú con olor a fresas, dejando que Morfeo se apoderara de mí.

A la mañana siguiente, teníamos que tomar nuestro vuelo de vuelta a casa, había valido la pena esperar por Kotoko todos esos días, y me encargaría de que cada vez fuera mejor, escucharla llamarme "Irie-kun" de nuevo me sorprendió totalmente, después de anoche pensé que lo haría por mi nombre de ahora en adelante, pero al menos, ahora ya conocía la fórmula precisa para que me diga "Naoki" cada vez que yo quiera y ese es el mejor regalo de bodas que puedo tener.