Todos los grandes descubrimientos se hacen por error
Hessefan
Disclaimer: Gintama y sus entrañables personajes no me pertenecen, dicha genialidad es de Hideaki Sorachi. Larga vida al rey mono (?)
Advertencia: AU (Universo alternativo).
Nota: Sí, raro en mí verme un au (y que para colmo no sea un Gintoki x Shinpachi xD), pero es que es un pedido u_u ¡Espero que a Rosa le guste! Y si quieren pedirme algo, ya saben… en mi página de FB está todo detallado.
En este fic van a estar ALGUNOS personajes de acuerdo a su edad, es decir, es un universo en el que Gintoki tiene 17/18 años, no puede aparecer Kagura. Lo mismo pasa con el Shinsengumi, quería meter a Okita, pero nop, siento que ya me paso de AU.
Sobre las parejas, hay bastante S. Takasugi x Gintoki, pero la principal es T. Hijikata x Gintoki.
¡Muchas gracias de ante mano por pasarse a leer este fic! Aclaro que está completo, así que no teman empezar a leer que no lo voy a dejar tirado. Solo que me gusta dejar pasar el tiempo para pescar mejor mis errores, en caso contrario lo subiría de un tirón xD
TWO SHOT
Gintoki se preparó esa mañana como todos los días, con la absoluta y desbordante pereza de quien no tiene ganas de ir a la escuela, pero debe ir. Ya estaba en la cuerda floja con las faltas y además sabía que no se iba a sacar al pesado de Zura de encima.
Katsura era su mejor amigo, aunque no se lo admitiera ni a su sombra, era la razón por la que esa mañana estaba lavándose la cara con fastidio y dejadez al mismo tiempo, mientras su compañero lo apuraba a concluir con la tarea.
—¡Rápido, Gintoki! —Lo apremió con un megáfono, lo único que parecía despertar en verdad a su amigo.
—¡Ay, ya!… ¡Deja eso! Termino de ponerme el uniforme —dijo entre bostezos— y salimos.
—¿No vas a desayunar?
Gintoki negó con la cabeza; ¿para qué le preguntaba si ya lo conocía? Rara vez desayunaba, así que no tenía hambre ni tampoco le sobraba tiempo. Su desayuno consistía en darle un sorbo al pote de leche de fresa en la nevera. De hecho era lo único que había en la nevera, además de medio limón exprimido, (típico de persona que vive sola).
En cuanto estuvieron listos, dejaron la humilde casa de Gintoki y caminaron hacia la escuela.
—La próxima vez que me despiertes así, vas a conocer mi lado más violento —aclaró quitándole el megáfono para tirarlo contra el piso y pisarlo tan fuerte que estalló en pequeños fragmentos—; de hecho, ahí tienes una pequeña prueba de mi lado violento —dijo, señalando el megáfono mientras Kotaro se tiraba al suelo horrorizado por el vandalismo de su amigo.
Sin embargo conocía a Gintoki, sabía que no tenía sentido reclamarle el objeto roto, en primer lugar porque no le daría importancia, y en segundo, y más relevante lugar, porque no tenía dinero para indemnizarlo. Como mejor amigo de ese sujeto sabía que vivía de la caridad de su tía Otose y que si no lo habían comido los piojos hasta entonces era porque Gintoki tenía una personalidad muy despreocupada.
Los chicos de su edad suelen querer cosas caras, como el último celular o la última consola de video juegos; los que no optan por eso, gustan de salir por las noches. En ese sentido Gintoki era un muchacho muy humilde que no necesitaba de lujos ni se desvivía por ellos, con poder comprar la JUMP cada semana era feliz; así de sencillo era y quizás por eso (o porque iban juntos a la escuela desde que eran niños) a Katsura le caía bien y le tenía afecto. De hecho él también pensaba que el otro era su mejor amigo, o así lo sentía.
En resumidas cuentas, Gintoki no le daba valor a los objetos, estos para él eran solo eso, así que no podía entender las lamentaciones de Kotaro. Aunque no era materialista, le había costado unas cuantas mesadas adquirir ese megáfono, ¡y todo para despertar a ese desgraciado!
—Eres un desagradecido, Gintoki. Vas a volver a quedar libre —le reprochó con dureza a lo que el otro se encogió de hombros. No sería la primera vez tampoco.
De hecho era lo usual, Gintoki abandonaba la escuela para terminar rindiendo exámenes a diestra y siniestra todo con tal de pasar de año. Se podría decir que de no ser por Katsura, en verdad estaría más perdido de lo que comúnmente estaba.
Y hablando de perdiciones, cuando llegaron a la escuela, Gintoki tuvo un gesto patente de molestia. Su amigo, quien lo conocía bien, supo interpretar esa mueca y miró hacia donde lo hacía Gintoki y vio la escena cotidiana, la de todas las mañanas: Shinsuke Takasugi acorralado por Isao Kondo, el presidente estudiantil, y su vasallo, el vicepresidente: Toshiro Hijikata.
—Camina más rápido, Zura —lo apremió jalándolo de la corbata.
—No soy Zura, ¡sabes que es Katsura! —reprochó. ¿Cuántos años más tendría que tolerar ese apodo?— ¿Estás escapando de él otra vez?
Por fortuna Shinsuke no lo había visto, estaba ocupado con los otros dos como para haberlo notado, pero cuando estaban en los casilleros, a punto de quitar los libros para la clase que tendrían a continuación, el golpe de un puño estrellándose contra el metal lo hizo sobresaltar y tirar al piso lo que tenía en la mano. Hasta Zura se sobresaltó, porque Takasugi había aparecido de la nada, por atrás, cual fantasma.
—Ve a pasear, Zura —intimó Shinsuke.
—Que no me digan Zura, ¡es Kat-¡ —No pudo terminar la frase, Takasugi le tapó con una mano la boca y le apretó fuerte la quijada. Mensaje entendido. Gintoki estaba arrinconado, con la espalda apoyada contra su casillero, mientras que la mano del otro no se movió de lugar; había dejado la chapa hundida.
—¿Crees que puedes ignorarme toda la vida? —lo encaró Shinsuke.
—Vamos juntos a la misma escuela, desgraciadamente —le respondió mirándolo entre ojos, luego se cruzó de brazos y suspiró, sin amedrentarse. Estaba demasiado mal acostumbrado al temperamento volátil de quien se suponía era su novio.
—¿Por qué mierda no contestas mis mensajes?
—¿Cuál de los 94 que me enviaste ayer?
—Te crees muy gracioso, ¿verdad? —Con fuego en los ojos lo tomó de la solapa del traje estudiantil y lo empujó con violencia contra el casillero.
—Ya, chicos, no peleen —intervino Tatsuma. Kotaro había ido en su búsqueda porque sabía que cuando la fiera se desataba hacían falta refuerzos. Aunque Takasugi era bastante irreverente con los estudiantes de la escuela, era a los únicos tres que no atormentaba, quizás justamente por eso de haber ido a la escuela juntos desde que eran niños, pero había un lazo invisible que los hermanaba.
—Tú no te metas. —Esa mirada de odio puesta en Gintoki se posó en Sakamoto, quien reía de puros nervios.
—¿Qué está pasando? —Por uno de los laterales apareció Hijikata, había estado escondido por un rato, escuchando la discusión. Decidió intervenir solo porque podía ver la antipatía crecer en ese grupo de belicosos, eran los mismos de siempre.
—Tú no te metas, es personal. —Shinsuke dejó en paz a Gintoki y enfrentó a la autoridad que representaba Toshiro en la escuela.
—Todo lo que ocurra en este curso es de importancia para mí, más si incluye sangre.
—Bah… —Takasugi dio la vuelta dándole la espalda a Hijikata y con un gesto de soberbia lo miró por sobre su hombro—. No me interesa sumar más amonestaciones, señor oficial. El apodo "Shinsengumi" les queda bien a ustedes, son perros peores que la policía —dijo, elevando una mano con desidia.
Allí quedaron los otros cuatro. Katsura y Sakamoto podían respirar aliviados, la mayor amenaza ya había entrado a clase. Gintoki se metió un dedo dentro de la nariz y miró con pereza a Toshiro.
—Si estás esperando que te de las gracias o algo, vas muerto.
—No creas que buscaba ayudarte —aclaró Hijikata con el mismo veneno.
—Además él tenía razón —señaló hacia la puerta—, era un asunto personal.
—Traten sus asuntos personales fuera de la escuela —le espetó en la cara—, te lo he dicho mil veces, Sakata.
Sí, Toshiro había intervenido en millones de ocasiones, porque esos dos no tardaban en irse a las manos y sus amigos en vez de ayudar, a veces y sin pretenderlo, echaban más leña al fuego. Eran las cuatro manzanas podridas de la escuela, a ojos de Hijikata.
—Bueno, ya, lo peor pasó y el timbre acaba de sonar —dijo Tatsuma levantando las manos y clamando por piedad; ahora parecían tener otro problema entre manos.
—Es verdad, el profesor Shoyo nos va a tomar un examen oral si entramos tarde a su clase. —A la mierda con el mundo, Zura se fue casi corriendo y los otros tres no tardaron en seguirlo. Toshiro iba más atrás, Gintoki le regaló una mirada de soslayo, pero se distrajo con Sakamoto, quien iba a su lado parloteando como siempre.
—Ey, ¿me estás escuchando Kintoki?
—Me vuelves a llamar Kintoki y te corto las bolas, ¡ah, maldición, pésima idea venir a la escuela hoy! —exclamó, revolviéndose el pelo en un arrebato de pura frustración.
—Entonces… eso responde mi pregunta, ¿al final Shinsuke y tú ya no son más novios?
Gintoki no le respondió, en el fondo ni él lo sabía. Cuando entró y, como solía hacer, se sentó en el pupitre junto a Takasugi. A veces hacían trabajos grupales con Zura, en otras ocasiones con Tatsuma, pero Shoyo no les daba a elegir con quien sentarse, él estudiaba a sus alumnos y los emparejaba en base a sus capacidades. Gintoki era muy inteligente, pero también muy flojo, así que aunque se sentaba a la par de Shinsuke, el profesor a veces tendía a emparejarlo con Kotaro o Hijikata, para que no perdiera el camino.
Cuando ocupó su pupitre, Gintoki supo que la bestia se le vendría encima. Toshiro tenía los ojos puestos en el par a lo lejos. Se sentaba en el fondo, cerca de Kondo, para monitorear el salón. Que no solo los holgazanes van al fondo.
—Esto no se termina hasta que yo lo diga. —Y ahí iba su frase clásica, esa que surgía cuando Gintoki ignoraba sus enojos, o peor aún, cuando lo ignoraba a él. No obstante, Gintoki se quedó pensando en la pregunta que le había hecho Sakamoto en el pasillo.
—No —al fin hablaba con decisión—, esto se terminó. Ahora ocupa tu asiento y deja el drama de lado.
—¿Estás saliendo con otro? —lo tomó de la quijada y lo acercó a su cara.
—¿Por qué asumes que hay otro? —soltó una risilla sarcástica— Solo te dejo porque eres un malnacido.
—Chicos, a sus asientos —apremió el profesor, pero Takasugi no podía quedarse estoico después de lo dicho por Gintoki. Ante la mirada estupefacta del Shinsengumi y del profesor, dejó el salón.
Katsura suspiró lánguidamente. Siempre era igual con esos dos, vivían peleándose y jurándose la muerte, para después volver a lo mismo. Era como el cuento de la buena pipa. Gintoki había dejado oficialmente a Shinsuke un millar de veces, y Zura sentía que esta era otra de esas ocasiones.
Esa tarde, luego de salir de la escuela y al llegar a su casa, a Gintoki no le sorprendió encontrarse con Takasugi esperándolo. Al contrario, lo conocía lo suficiente para anticiparse a sus pasos.
—¿Qué haces aquí? —reclamó Gintoki abriendo la puerta— Te dejé en claro que terminamos.
—Pensé que lo de estudiar para el examen de anatomía seguía en pie. —Lo miró desafiante—. ¿O será que ya tienes a otro con quien estudiar anatomía?
—Ya, deja eso de lado —dijo, parándose en la abertura y dándole a entender que no tenía permiso para entrar.
—No me digas que ahora Zura se hizo gay. ¿Por eso pasas tanto tiempo con él?
—Ni una cosa, ni la otra —explicó gestual con las manos. Ambos sabían que esa era una falacia grande como una casa, que incluso Zura tenía por ahí una noviecilla o algo parecido; una chica que atendía un local de ramen.
—¡Entonces explícame, maldita sea! —vociferó Shinsuke.
—¡Porque siempre estás así!
—¡¿Así cómo?! —reclamó furibundo.
—Enojado —explicó Gintoki más tranquilo.
—Es que tú me rompes las pelotas. —Lo empujó para meterse—. ¡Yo voy a enseñarte anatomía, no Zura!
Lo tomó de un mechón de pelo plateado y trató de arrastrarlo, pero Gintoki no se dejó atemorizar por ese trato. Lo tomó de la camisa y lo tumbó de espaldas sobre el suelo, ¿por qué demonios terminaba con una semi erección cada vez que peleaba de manos con él? Bueno, no sería su novio si no le produjera nada.
Sin embargo, esa ocasión fue diferente. Entre cada ida y venida, entre cada golpe a su barbilla y a cada golpe que devolvía, se daba cuenta de que no era clase de vida que quería. Él podría estar tranquilo, sin Takasugi atormentándolo; ¿por qué estaba tan aferrado a él emocionalmente que no lo podía soltar? De nuevo la respuesta podría hallarse en el tiempo que llevaban conociéndose. Se querían, era casi inevitable, pero quien quiere no lastima.
A esa conclusión llegó un Gintoki ensangrentado mientras se trataba las heridas en el espejo. Lo sacó literalmente a patadas de su casa y de su vida esa tarde. Era como si algo dentro de él se hubiera roto, como si ese lazo de amor se rompiera. Gintoki lo negaría hasta la muerte, pero esa noche hizo luto. No pudo dormir, fue más lo que lloró, que lo que durmió, por eso Kotaro se asustó cuando al otro día, como religiosamente hacía, lo pasó a buscar para ir a la escuela y lo vio con esas pintas.
—Esta vez se les fue la mano —dijo viendo la cara de Gintoki hinchada por los golpes y los ojos por el llanto.
—Pero la última. Fue algo así como la batalla final de un manga largo como One Piece —aclaró para darse ánimo.
—Siempre terminan igual y siempre…
—Pero es diferente esta vez... —lo interrumpió mientras se sentaba en el sillón con un cartón de leche de fresa que había ido a buscar de la nevera.
—¿En qué es diferente? —recriminó sentándose frente a él— Los estimo a ambos, pero la verdad es que no entiendo cómo pueden estar juntos. Supongo porque sé, en el fondo, que de cierta forma son iguales.
—No soy un maldito sádico —contradijo molesto.
—Ok, entonces, si estás soltero... —Tomó el celular de Gintoki sobre la mesilla y se puso a buscar una aplicación para citas gay.
Esperaba, en lo más profundo de su corazón, que esos dos se dieran cuenta alguna vez de que tenían una relación tóxica; así que ese era el momento que había estado esperando, porque por suerte Gintoki parecía haber aceptado la realidad.
—¿Qué haces?
—Es una aplicación de citas para gays. Te conté de ella, pero como siempre no me prestas atención. —Se sentó al lado de él para mostrarle. Gintoki tomó su celular y miró con apatía el logo.
—Hace muchas preguntas —se quejó y le devolvió el aparato a su amigo.
—No tienes que responder a todas. ¿Qué prefieres, perro o gato?
—¡Da igual!
—Bueno, haría falta una foto. —Trató de sacarle una, pero Gintoki puso una mano para que no saliera.
—¡No arruines la parte más importante!
—Al contrario —refutó Gintoki—; si alguien quiere conocerme, entonces que lo haga porque tiene un interés en mí, no solo porque le parezco atractivo.
—Entonces, tienes que rellenar bien el campo sobre lo que buscas y tus intereses.
A Gintoki le rompía un poco la paciencia que Zura se pusiera pesado con la aplicación, pero le dio con el gusto porque sabía lo insistente y obstinado que era su amigo. Al final acabó siendo sincero, diciendo lo que le gustaba, lo que no. Incluso lo que buscaba.
Cuando terminó y dio el ok para guardar dicha información, no pasaron ni dos segundos que la aplicación hizo match. Eso había sido súper veloz, pero enseguida Gintoki se dio cuenta de que llovían los mensajes. Cuánta gente desesperada por cogerse a un muchachito; pero uno solo le llamó la atención, uno que, al igual que él, no tenía foto. Muchos parecían temer ser reconocidos en una aplicación de citas gay.
Lo que le había llamado la atención del muchacho, y ahí el match, era que concordaban con la edad (aunque ambos habían mentido para poder usar la aplicación haciéndose pasar por mayores), vivían cerca y sus biografías eran bastante similares, ambos eran otaku y ambos pensaban que no hacía falta poner fotos para conocer a una persona.
Se hablaron de inmediato; iniciaron con las preguntas clásicas, así Gintoki pasó gran parte de la mañana. Zura se fue a la escuela y dejó a su amigo recuperándose de sus heridas. El muchacho con el que Gintoki había establecido conexión parecía agradable. No hicieron otra cosa que hablar de mangas de la JUMP y de algunas otras series de televisión.
A Gintoki le había gustado ver que el otro tenía una afición al shojo, no todos los hombres tenían los huevos para admitirlo, y los que lo hacían a veces eran acusados de maricones. El muchacho del otro lado, ese tal Toshiro, con voz que se le hacía ligeramente familiar, acabó por volver la conversación más privada y le preguntó qué buscaba o qué quería.
—Pues —confesó Gintoki, mientras iba a la alacena en busca de un paquete de Doritos— terminé con mi novio y un amigo me obligó a usar la aplicación… bah, supongo que en el fondo no quiero estar solo.
—Yo nunca tuve novio —dijo, incómodo por lo que él mismo había ocasionado con su pregunta.
—Podríamos salir a comer algo. —Tres doritos después estaba tratando de apurar los tantos; la paciencia no era su mayor virtud.
—Sí, podemos ir a Starbucks o algún lugar similar.
—Starbucks es una genial idea, yo pensaba proponerte Mc Donald porque es lo clásico. —Sonrió, echándose en el sillón boca arriba.
—Me gusta más que Starbucks.
—¿Entonces? —Empezaron a reír—. Ok, hagamos las dos cosas, vamos primero a Mc Donald y después a Starbucks. Yo prefiero Starbucks.
—P-Pero dejémoslo para más adelante, ¿vale? —dijo Toshiro con vacilación— En este momento se me complica salir.
—¿Trabajas?
—No, es que… necesito… necesito estar seguro.
—Ok, entiendo. —Gintoki pensó, con cierto tino, que quizás era la primera vez que ese tal Toshiro se involucraba con alguien de su mismo género.
Gintoki en ese sentido era más despreocupado, no le molestaba que la gente supiera de sus gustos, ni se escondía. No tenía que rendirle cuentas a nadie sobre lo que hacía o dejaba de hacer con su vida; no tenía padres ni prácticamente familia a la que incomodar con sus gustos, así que podía vivir libremente.
No obstante, el motivo de Toshiro iba más allá por lógicas razones; sin dejar de lado ese detalle, admitía que él sí había reconocido a la persona del otro lado. Quizás Gintoki viviera en su nube y nunca caería en la cuenta de que había estado hablando con su enemigo número uno, el rey de las amonestaciones; porque aunque Kondo era el presidente por voto popular, quien en verdad imponía orden era el vicepresidente.
(…)
Gintoki fue a la escuela al día siguiente con anteojos de sol, en un día nublado. Nunca usaba anteojos de sol así que algunos lo miraban extrañado, era como ver algo fuera de lugar. Un elefante en una habitación.
En la cafetería se cruzó con quien había hecho conexión el día anterior, pero lo trató con el desprecio diario. Tenía la maldita suerte de acabar siempre envuelto en problemas por culpa de Hijikata, o bueno, en realidad era su responsabilidad, Toshiro lo amonestaba porque era su deber.
—¿Hasta en la fila de los flanes me vas a acosar? —le dijo, y Toshiro refunfuñó algo inaudible— Me estoy portando bien, así que vete a patrullar a otro lado.
—Que yo sepa la cafetería de la escuela es propiedad pública, como toda la institución. Si te jode mi presencia puedes irte tú al jodido infierno.
—No es tan grande la escuela como para perderte de vista.
—Entonces vete tú a otro planeta y deja de fastidiarme —le reprochó entre dientes.
Antes de que su amigo se ganara otra amonestación por pelearse con el vicepresidente, tanto Zura como Tatsuma intervinieron para apaciguar las aguas. Por suerte ya era el turno de Gintoki, así que tomó su porción y fue a sentarse con los otros dos.
Shinsuke apareció por la espalda de Gintoki, mientras a lo lejos Hijikata observaba la escena sin intervenir; a esa distancia no podía escuchar, pero sí estaba atento a la bestia, aunque esta en apariencias parecía estar tranquila.
—Gintoki, ¿podemos hablar? —dijo un conciliador y redimido Takasugi—, claro, cuando termines el flan. —Lo conocía lo suficiente como para saber que nada interrumpiría a Gintoki de degustar una golosina.
Los otros dos se fueron para darle privacidad a la ¿pareja? Ya casi Gintoki sentía que no lo eran. Sí, tenía frente a él barras de chocolate y una nota con un perdón, pero ¿hasta cuándo? Siempre era igual.
—Te compré tus golosinas favoritas —dijo Shinsuke, pero Gintoki no le dio ni las gracias, se quitó los lentes de sol y lo miró con seriedad.
—Después de cómo me dejaste la cara me traes dulces, ¿sabes qué puedes hacer con las golosinas? —Soltó una carcajada de ironía—. Cada vez estás más loco, por eso terminamos. Acéptalo —dijo señalándose la herida en el labio, pero luego agarrando los dulces para guardarlos, que tampoco era tonto.
Takasugi entró en frenesí y golpeó con los puños la mesa, tambaleándola, porque Gintoki no quería aceptar su perdón; de nuevo salió a relucir la fiera y de nuevo Toshiro intervino. Aunque Kondo le había puesto una mano en el hombro para aplacarlo ya que no estaban peleando; aun así, Hijikata se sentía intranquilo y con la necesidad de entrometerse, por lo que se puso de pie y caminó hasta la mesa en donde estaba ese par.
—Como sé que no van a tardar dos segundos en empezar una trifulca —dijo Hijikata poniendo la mano tras la nuca de ambos para estrecharlos en un doloroso golpe.
—¡¿Qué haces, imbécil?! —se quejó Gintoki con sangre brotando de la frente.
—Eres hombre muerto —amenazó Shinsuke poniéndose de pie.
—Y tú expulsado si sigues comportándote como un matón —aclaró Toshiro. Ahí fue el turno del presidente de calmar los ánimos; se las arregló para que todo el rejunte de chicos dejara el altercado de lado y volviera al salón, puesto que el receso ya había terminado. Kondo de alguna forma siempre era conciliador y persuasivo, no en vano lo habían votado como presidente.
En cuanto entró Shoyo todos saludaron cordialmente. Era el profesor más querido, no solo porque lo era de múltiples materias, como lengua, historia, filosofía, geografía y matemáticas; era cordial y justo con todos sus alumnos, aunque eso no lo hacía blando en absoluto. Detrás de su sempiterna sonrisa se escondía un hombre recto y con valores. Lo cierto es que era el profesor más popular, puesto que impartía clases desde primero a tercero.
Les comunicó de qué trataría el trabajo de fin de año, el último que harían como estudiantes de preparatoria, y luego les habló sobre el futuro y posibles carreras, algo que los profesores a esa altura del año, con el curso finalizando, solían recalcar y hacer hincapié.
Por eso, al finalizar la clase, el profesor tomó la palabra para asignar compañeros a esa última tarea. Gintoki cruzaba los dedos tratando de que su mala suerte se fuera de alguna mística manera. Al final del salón, Hijikata hacía lo mismo. Sin embargo, por mucho que rogaran, sabían el destino que les aguardaba.
—Sakata, Hijikata, trabajarán juntos.
—¿Otra vez? —reclamó Toshiro.
—¡¿Qué clase de fetiche tiene con nosotros?! —se sumó Gintoki— Exijo a Zura como compañero.
—Las parejas ya las he armado y no se habla más —fue la serena respuesta del profesor, sonrisa mediante. De esa manera ambos sabían que no tenía sentido seguir pataleando.
Shoyo los juntaba porque ambos eran muy inteligentes, pero uno perezoso y el otro diligente, creía que así lograba la armonía perfecta, y no estaba tan errado, puesto que los trabajos entregados por la dupla Sakata-Hijikata tendían a ser sobresalientes.
Al sonar el timbre Gintoki guardó sus útiles de mala gana dentro del morral. Vio que no era necesario acercarse a Toshiro pues este caminaba con su bolso al hombro hacia él. Le pareció buen momento para zanjar el asunto.
—Ok, como siempre: tú en tu casa, yo en la mía, nos encontramos en la biblioteca para juntar las partes y listo —dijo Gintoki—. Me quedo con la era Meiji, te toca a ti la Edo.
—¡Ey! —vociferó Hijikata— ¡No decidas tan arbitrariamente! ¡Aparte te quedas con la era más corta!
—En apariencias, es la que más detalles tiene.
—Entonces te la cambio.
—No. —Que, de nuevo, tampoco era tonto.
—Iremos a la biblioteca ahora —demandó Toshiro—; es el último trabajo y quiero una buena nota. Si dejo que lo hagas en tu casa traerás algo a medio hacer, como siempre.
—Bah, la verdad es que necesito una buena nota así que… —Le daba flojera reconocerlo, pero Hijikata tenía razón.
Sin más lo siguió sin emitir palabra por los pasillos hasta que llegaron a la silenciosa biblioteca, doblemente silenciosa porque allí estaban ellos dos solos. Ocuparon la mesa más lejos de la señora regordeta que hacía de bibliotecaria. Hijikata aprovechó el lugar para pedir algunos libros que les sirviera a ambos y, entre insultos y malas maneras, lograron armar algo decente para entregar como trabajo práctico.
Sin embargo, de la nada, Takasugi apareció. Había estado buscando a Gintoki por toda la escuela y, claro, el último lugar donde pensaría que lo hallaría era la biblioteca. A su estilo matón golpeó con un puño el libro que Gintoki estaba leyendo, haciendo de cuenta que el otro no estaba allí.
—¿Seguirás ignorándome, Gintoki?
—Púdrete —le dijo, a la par que levantaba el dedo medio en un clásico insulto universal.
—Te vas a arrepentir —aseveró tomándolo de la camisa del uniforme. Gintoki no se mostró ni un ápice conmovido por esa actitud, quien sí reaccionó fue Hijikata.
—¡Ey, tranquilo, Takasugi!
—Tú no te metas —le dijeron a coro—. Juro que te vas a arrepentir —finalizó Shinsuke con furia disimulada en gélida calma. Sentía que salía perdiendo si empezaba una discusión con Gintoki frente al vicepresidente. Así que sin más opciones se fue dedicándole una mirada venenosa a quien no quería corresponderle.
—No deja de acosarme —dijo Gintoki ante un silencio incómodo cuando quedaron a solas, o como si el otro le hubiera preguntado al respecto.
—No deberías dejar que te trate así, ese imbécil —señaló con la cabeza por donde se había ido Takasugi—, puedes denunciarlo, si hablas con el director seguro que...
—No busques ayudarme. No pedí tu consejo. —Gintoki se sentía invadido, nadie solía preocuparse por él; bueno, sin restarle mérito a Zura, que de no ser por su presencia su vida sería más caótica de lo que ya era.
—No busco ayudarte —contradijo Toshiro—, son las normas de la escuela. Si te molesta o te acosa, lo puedo sancionar. —Y todos sabían que Shinsuke le huía a las amonestaciones. Obtenerlas implicaba aparecer al otro día golpeado a más no poder. Tenía un padre inclemente y muy severo que no toleraba esa clase de manchas en el expediente de su hijo, expediente que más se parecía a un prontuario de la policía.
—Aprendí a cuidarme solo desde que nací prácticamente, así que no, gracias. —En realidad Gintoki sabía de la relación que Takasugi tenía con su padre y no quería ponerlo en la cuerda floja con su volátil familia.
—No me digas que eres un niño de la guerra Amanto. —Las palabras dichas por Gintoki hizo sonar una alarma en su interior; hacía veinte años atrás había existido una invasión alienígena. Muchas personas murieron, y muchos niños quedaron huérfanos durante los cinco años que duró dicha batalla.
—¿Vas a empezar a mirarme con pena si te digo que sí? —preguntó Gintoki con saturación.
Hijikata no supo qué responder, ahora creía entender un poco mejor las actitudes de quien tenía en frente, el por qué era tan despreocupado y siempre lucía como un tipo desaliñado. La vida lo había forjado así, le había demostrado que estar vivo era motivo suficiente para, precisamente, seguir vivo.
—Terminemos con esto —dijo Toshiro al no saber qué responder. No obstante, Gintoki tomó sus cosas, las guardó y decretó reunirse en su casa.
—Será lo mejor. Aquí, con Takasugi, no puedo concentrarme. Además es tarde, lo dejaremos para otro día.
—¿Siempre hay que hacer lo que tú dices? —se quejó con suma molestia guardando también sus útiles.
—Te daré la dirección…
—No hace falta —Hijikata suspiró lánguidamente—, como vicepresidente tengo acceso a la información del alumnado. Puedo ver en la planilla tu dirección.
Y detalle importante, también podía conocer su teléfono, razón por la que no le costó en absoluto darse cuenta quién era la otra persona con la que había hecho match. Si bien al principio lo sospechó, solo bastó intercambiar números para percatarse de que ya lo tenía en la agenda de contactos de la escuela bajo el nombre «Sakata idiota».
(…)
Durante esa semana Gintoki estuvo hablando con el enigmático chico tras el móvil, conociendo un poco más sus gustos, sus metas y sus valores. Quería conocerlo personalmente, porque se llevaban muy bien por teléfono, pero el muchacho nunca parecía estar listo.
—Eres un maldito cobarde —le agredió Gintoki una tarde—. No voy a comerte, ¿por qué no podemos vernos en el Mc Donald de la equina de la escuela?
—Ok, tú ganas… —Toshiro suspiró, no sabía cuánto tiempo más podría sostener la mentira, además se moría de ganas de demostrarle a Gintoki que él no era tan sorete como creía.
Albergaba la ilusión de que pudiera ver tras las apariencias. En la escuela era recatado porque debía serlo dado su cargo, o esas tonteras pensaba él, pero afuera podía ser un tipo sociable y agradable si se lo proponía.
Era hora de darle un punto final a esa historia. Si Gintoki se enojaba por haberle ocultado quién era, vería en ese momento qué hacía; tampoco es que tenían la mejor relación del mundo, así que nada cambiaría demasiado. Además, pronto terminaría el año escolar y él tendría que viajar lejos para estudiar abogacía o alguna sandez similar. Había estado enamorado platónicamente de Sakata desde que lo vio en primer año, pero no se dio cuenta de ello hasta que no se percató de que Gintoki era abiertamente gay en la escuela, y encima tenía novio.
Fueron momentos de muchos planteos para Hijikata; y aunque era muy joven todavía, algo le quedaba en claro: que pese a todo, le gustaba Gintoki Sakata. Así que juntó valor y decidió aprovechar la oportunidad. Quizás la única y última oportunidad.
Quedaron para reunirse a las quince horas en punto. Gintoki iría con un pantalón y camisa negra, para que lo reconociera solo bastaba guiarse por el color de sus cabellos. Por su lado Toshiro iría con un pantalón también negro, pero una camiseta de color azul oscuro.
El día de la cita Gintoki estaba ansioso más que nervioso, le pasaba lo contrario a Hijikata. Tal fue así que Gintoki llegó tarde, pero antes que él. Pensó que se había arrepentido, así que le mandó un mensaje de texto diciéndole exactamente eso.
—¿Te acobardaste?
—No —fue la respuesta vía Whatsapp—, mira atrás tuyo.
Gintoki volteó y cuando vio a Toshiro con el celular en la mano las fichas cayeron todas juntas. Su cara fue un poema a la indignación y el asombro. ¡¿De todas las personas que había en el universo justo con él tenía que hacer match?! Sin dudas dios lo odiaba, y bien feo.

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