Disclaimer: Esta historia no me pertenece, los personajes son de S. Meyer y la autora es Mr G and Me, yo sólo traduzco.

Disclaimer: This story doesn't belong to me, the characters are property of S. Meyer and the author is Mr G and Me, I just translate.


Thank you Mr G and Me for trusting me with your story!


Los Caídos

Capítulo 1

Fui creado en las últimas esferas de la Orden de Ángeles. El penúltimo de Su creación; un Vigilante enviado a ser Guardián. Mi estatus dentro de la Hueste Angelical, aunque estaba abajo en la jerarquía, era de todas formas importante. Nos encomendaron la misión de ser los pastores terrenales para la creación final de nuestro padre y aunque fue algo venerado entre la población de creyentes, fue una maldición desde el mismísimo principio. Como los últimos de Sus hijos, y creados con el diseño de tener menos autoridad y poder entre nuestros hermanos, estábamos inevitablemente llenos de imperfecciones. Imperfecciones y deficiencias que pronto se convirtieron en nuestra perdición.

Cuando nos enviaron a la Tierra para cuidar y proteger a los humanos de nuestro padre, muchos de nosotros sucumbimos rápidamente a las tentaciones de la carne que repentinamente nos encontramos encarnando; sólo para descubrirnos a la merced de Su furia. El pecado final para nosotros fue profanar Su rudimentaria creación y nuestra sentencia fue rápida. Inmediatamente nos echaron del Paraíso.

Yo no fui la excepción. No forniqué con la humana que me enviaron a cuidar, me enamoré de ella.

Amor: el epítome del afecto que tenía mi padre por sus hijos e hijas humanas en su forma más simple y pura, pero lo suficiente para convertirme en un exiliado. Esto a pesar de que como ángel no tenía un concepto verdadero de lo que significaba el amor, ya que éste pertenecía a los humanos. Debió ser un concepto extraño para mí, pero no lo fue.

Su nombre era Isobel y era la primera humana que me asignaban para cuidar durante la primera mitad del milenio que procedió al diluvio. Mi tarea: susurrar en su oído, más nunca jamás intervenir en el curso de su vida. Pero Isobel fue diferente desde el principio. Desde el momento en que nació me sentí atraído a ella y mientras maduraba, esto sólo incrementaba con una intensidad y un magnetismo que apenas podía entender. Ella era la primera, y única, humana a quién me habían enviado a vigilar. Era capaz de racionalizar la conexión que sentía con ella como un componente de nuestra relación guardián/humana. Hasta que me di cuenta de que ella podía verme. Los humanos, aparte de los que son muy jóvenes, no se supone que sean capaces de vernos en nuestra forma celestial y nosotros tenemos prohibido revelar nuestras alas cuando somos de carne. Pero no sólo Isobel supo inmediatamente qué era yo, también conocía mi nombre.

Desde una edad muy joven me di cuenta de que su mente estaba en blanco para mí – por razones que inicialmente no reconocía – y al crecer hasta volverse mujer se hizo aparente que ella no estaba dejando atrás su don de la visión. Pensé que quizá había mantenido la mente de un niño, pero era con facilidad la humana más inteligente de su aldea. Se convirtió en la sanadora de la aldea y parecía tener un entendimiento innato del cuerpo humano. La miraba cada vez más enamorado de ella mientras acomodaba huesos rotos, suturaba heridas y creaba elaborados brebajes herbales para curar a sus compañeros aldeanos de varios males. Los humanos venían de millas a la redonda para verla y muchas veces era llevada a las batallas de Canaán para curar los miembros heridos de su tribu.

Ella nunca estaba sin mí a su lado y no tardé mucho en quedar firmemente hechizado. Me convertí en su sirviente, dispuesto en cada momento a seguir sus órdenes. Proveía para ella y su familia con todas sus necesidades; ganado, agua fresca, especias, ropa y materiales, al igual que con gemas y metales preciosos. Yo personalmente le entregué diamantes, perlas, oro y plata. Cosas que los humanos apenas comenzaban a descubrir su valor; cosas que ella guardó cerca de su corazón cuando pudo haberlas vendido y haber hecho a su familia, a su aldea, muy rica.

Cuando estaba en peligro yo no vacilaba en intervenir directamente; hasta que eventualmente fue su don para ver lo que comenzó a ser la causa de ello. Mientras que yo estaba acostumbrado a escucharla hablarme, casi paso por alto el hecho de que ella comenzaba a atraer la atención. Muchos fanáticos que la rodeaban comenzaron a sospechar que estaba poseída por un espíritu maligno y día y noche era obligado a protegerla de sus supersticiones.

Mi sola presencia se convirtió en un detrimento para ella cuando mi propósito era lo contrario. Temía que me resintiera por ello y, en consecuencia, yo resentía a cada humano que la rodeaba. Ya había exterminado más de los que podía contar, pero eso sólo la ponía en más peligro. Estaba cruzando unos límites precarios. Podían removerme del deber y no podía soportar la idea de que la pusieran a cargo de otro ángel.

Tomé la decisión de aparecerme frente al anciano de su tribu y amenazarlo con un destino peor que la muerte si algún daño caía en ella. Los ángeles pueden aparecer y hablar con los humanos, pero sólo bajo una instrucción; algo que yo no tenía. Corrí el riesgo de ser llamado al Paraíso, pero no fue así. De hecho, cada una de mis acciones parecía estar siendo pasada por alto y eso sólo me volvió más atrevido. Comencé a aparecer físicamente con Isobel, mostrándole mis alas, mientras era consciente de que estaba cruzando el punto de no retorno. Pero estaba tan seducido por esta hermosa mujer humana que lo veía todo, que no pude descansar hasta que la entendí en cuerpo y alma.

Fue entonces cuando mi destino fue sellado, porque no podía leer su mente. Se supone que la mente humana está abierta para nosotros, abierta y sujeta a tentación y persuasión. La de Isobel estaba tan silenciosa como el vacío del espacio y firmemente inquebrantable a mis silenciosas órdenes.

Estaba tan acostumbrado a su voz audible que tardé más de lo que debería en darme cuenta que no podía escuchar su voz mental. Ingenuamente creí que su don de la visión estaba eclipsando su mente cuando estaba en mi cuerpo de luz; hasta que me di cuenta que incluso siendo de carne su mente estaba cerrada para mí. Esto sólo reforzó el encantamiento que sentía por ella, obligándome a entenderla desde un nivel más primitivo; como si fuera otro humano. Y rápidamente se volvió aparente para mí que su corazón y su alma, incluso su mente silenciosa, eran más complejos y sofisticados del crédito que le había dado a mi padre por ellos.

Como guardianes, somos libres de aparecer como hombre o mujer, pero al ser nacidos de luz, como nuestras contrapartes humanas son nacidas de carne, somos tan hipnotizantes físicamente que eclipsamos sus sentidos y los hechizamos. Por supuesto, podemos aparecer de cualquier tipo de humano, desde un niño hasta una anciana, pero no hay forma de negar la sublime belleza que irradia a través de nuestro revestimiento de carne. Esta es la razón principal de por qué los ángeles no permiten que los humanos se familiaricen con sus formas físicas, porque comenzarán a detectar lo que son o se enamorará involuntariamente.

Isobel no fue la excepción. Únicamente me había aparecido frente a ella en el equivalente humano de mi físico angelical – masculino y joven – aunque ella ya estaba íntimamente consciente de que no era nada de eso.

Seguí protegiéndola de muertes prematuras, también seguí asesinando sin piedad a varones parecidos a changos que deseaban en ella un recipiente donde desatar sus impulsos animalísticos. Hasta que comencé a aniquilar prospectos de parejas cuyos motivos con ella no eran tan impuros, y al hacer eso estaba quebrando las leyes más extremas de mi padre: ningún Hijo de Dios debe aniquilar a un inocente.

Para ese momento, yo ya me había salido de control.

Siendo de carne, tenía la fuerza de cien hombres y podía desatar mis alas y elevarme al cielo en un segundo. Algo que hacía muy seguido para proteger su aldea de un ejército invasor tras otro. Era cuidadoso con mantener mis alas escondidas de la mayoría de los hombres de su tribu. Para el limitado alcance de la mente humana, nuestras alas eran muy abrumadoras y una prueba muy grande de un conocimiento que no tenían permitido saber. Sólo Isobel tenía el privilegio de ver mis alas y para ese entonces yo ya había roto cada una de las leyes de mi padre con cada respiración que tomaba en carne y sangre, todas menos una. Esa era la única razón por la que Su mano había permanecido inmóvil.

Al ser originalmente un Vigilante, había observado la historia de la humanidad por varios miles de años. Entendía la logística biológica de la anatomía humana y lo que llevaba a la fecundación de las mujeres. Mujeres que muchas veces no sobrevivían mientras luchaban por parir al infante que se gestaba dentro de sus cuerpos. Sabía una cosa; no podía – no permitiría – que Isobel muriera en el acto grotesco y barbárico de multiplicar la creación de mi padre, pero más importante que eso era que no podía soportar la idea de ser testigo de ella y el varón elegido en el acto de concebirlo. Comencé a remover a cualquier varón de su vida por el que ella sintiera el más ligero interés, e inevitablemente causé que su anhelo por mí creciera. Ella era humana, era gobernada de forma innata por la carne y me deseaba. Me deseaba como yo la deseaba a ella, y la deseaba tan profundamente que no cesaba cuando me deshacía de mi camuflaje humano. Sabía cuáles serían las consecuencias si actuaba en ello. Todos lo sabíamos. Ya habíamos perdido a miles de nuestros hermanos que habían sido exiliados del Paraíso. Si la profanaba, me uniría a ellos y la perdería a ella para siempre.

Luché contra ello por una década en años humanos. Mantuve el contacto físico al mínimo posible y me aseguré de mantenerme alejado de ella. Interactuábamos sólo cuando estaba en mi forma celestial, cuando estábamos separados por los inevitables límites de nuestra creación. Ella podía verme, podía hablar conmigo y aunque yo podía hablar con ella también, elegí no hacerlo. Sólo la veía; como era el propósito de mi naturaleza.

Ingenuamente creí que eso disminuiría mi deseo por ella. Culpé la carne humana en la que me encontraba en repetidas ocasiones y sus inherentes impulsos sexuales como el motivo de por qué estaba perdiendo la razón por esta humana. Fue en vano porque había una luz que existía dentro de Isobel que me atraía. Me atraía sin importar si estaba en forma física o espiritual, y nada podía disminuirlo.

En el centro de todo estaba una injusticia que no podía ni comenzar a comprender. Mi padre tenía que estar consciente de esto cuando la creó, pero ¿por qué?

El cuerpo humano es una entidad física muy poderosa y no estábamos diseñados a pasar mucho tiempo en él. Para mí, me tomó mucha disciplina y autocontrol no volverme completamente loco por ello. Aunque es un estado antinatural de ser para todos los ángeles, seguíamos estando en riesgo de sucumbir a sus tentaciones carnales. Eso es exactamente lo que estaba permitiendo que me sucediera. Siendo de carne era cuando sentía esa verdadera afinidad con Isobel y entre más tiempo pasaba encerrado en ello, más crecía mi inclinación. Siendo de carne, mis sentidos se volvían tangibles y podía estirar la mano y tocarla. Estaba muy consciente de a dónde podían llevarme mis acciones, pero estaba siendo motivado por una fuerza que sentía como si estuviera fuera de mi control.

Era una lucha de control que estaba perdiendo rápidamente, hasta que acepté mi futuro, renuncié a la casa de mi padre y rompí la más severa de Sus leyes: la besé. Se lanzó a mis brazos, rogándome con lágrimas cayendo de sus ojos por su delicado rostro. Quería que fuera su esposo, a pesar de lo que era, y en un solo momento de debilidad me rendí completamente. Tomé los más suaves de los labios humanos entre los míos y en ese único momento me fusioné por completo con ese inútil cuerpo humano que tenía.

Y sentí todo.

Fue un despertar que no pude negar, ni estaba dispuesto a apartarme de él. Actuando sólo en impulso, le arranqué las ropas de su cuerpo y la acosté en la improvisada cama de paja sobre el piso de tierra. Probé y exploré cada centímetro de su cuerpo humano, al moverme entre sus piernas fue cuando me detuve. No tengo idea de dónde encontré la fuerza de voluntad, pero al sostenerme sobre ella extraje lo que quedaba de mi racionalidad y me solté del agarre de la perdición.

—VETE… ¡AHORA, ISOBEL! —le rugí, mi voz alcanzó un tenor que ningún humano podía replicar. Pretendía asustarla y lo logré.

—¡Dashiel! —lloró en Paleo-hebreo, el lenguaje de su tiempo, y pude sentir la vibración de sorpresa y dolor sin necesidad de ver su rostro—. Lo siento mucho. No pretendía…

Por favor… —le rogué con desesperación, manteniendo los ojos cerrados con fuerza incluso mientras sentía que me debilitaba.

Fue entonces cuando sentí la momentánea alteración en el campo electromagnético de la Tierra que inmediatamente captó mi atención. No es algo que los humanos puedan detectar, pero supe en instinto que era un ángel acercándose. Lo sentí mucho antes de sentir la radiación de energía que acompañaba su proximidad. Entonces, antes de estar consciente en el siguiente segundo Gabriel ya había llegado para llevarme de regreso a casa.

Luche contra él, negándome firmemente a irme. Como arcángel Gabriel tenía el doble de mi fuerza, pero batalló para contenerme; eventualmente tuvo que enlistar también a Miguel. El Arcángel Miguel es el más fuerte de todos los ángeles y rápidamente me superó en poder. Tirándome bocabajo sobre el piso de la casa de Isobel, piso mi cabeza con su la sandalia de su pie, su espada de luz laceró la carne de mi cuello mientras él y Gabriel me detenían las manos tras la espalda.

Esos eran mis últimos recuerdos como guardián de Isobel y ella presenció cada segundo; sus ojos quedaron sellados con los míos. Gritó, les rogó a mis hermanos que me liberaran, pero se mantuvieron indiferentes, y mientras me arrastraban de regreso para enfrentar mi castigo, sus llantos me siguieron a través del tiempo y el espacio.

Gabriel había venido personalmente por mí. Tan sólo eso debió haberme hecho consciente de la seriedad de mis acciones. Pero no fue así, porque para ese punto yo ya había llegado a creer firmemente que Isobel no estaba destinada para la frívola historia de la humanidad, sino para .

Esperé mi juicio y consecuente castigo sin tener ni absoluta idea de lo que me iba a suceder. No la había profanado, así que tenía la seguridad de que no me exiliarían. Tal vez, si hubiera sabido cuál sería mi destino, me habría lanzado ante la misericordia de mi padre y habría rogado Su perdón. Al final, me mostré indiferente y me mantuve firme con mis convicciones. Ella podía verme a mí y sólo a mí. ¿Qué otro propósito tenía su creación aparte de ser para mí? Lo que no sabía en ese momento era que Isobel podía ver a todos los ángeles; yo no era una excepción.

Como referencia, esto fue durante la tercera edad del Paraíso. La Gran Guerra había ocurrido hace mucho tiempo y Lucifer, junto con una tercera parte de la jerarquía y la orden de ángeles habían sido exiliados. Sin embargo, los ángeles siguieron siendo exiliados por mucho después y la mayoría de las veces esos ángeles entraban en las órdenes de Guardianes y Vigilantes. Azazel fue el primero. Él estuvo entre la primera legión de vigilantes que le enseñó a la humanidad sobre el arte de la guerra, de hacer armas y les enseñó hechicería, también llevó a hombres y mujeres a la prostitución. También fue el primero en fornicar con ellos. Ese fue el acto que lo hizo caer. Nuestro padre estaba listo para perdonarlo por el resto, pero en el mismo instante en que plantó su semilla en esa primera mujer humana, él fue arrancado de la gracia de nuestro padre y echado a la oscuridad.

Lo que se engendró a consecuencia fue el híbrido humano/ángel. Una abominación ante los ojos de Dios y la razón del gran diluvio; algo de lo que la mayoría de los humanos no está consciente o descartan por completo. En el sentido bíblico se refieren a ellos como los Nefilim, gigantes; aunque para el siglo veintiuno ya no son nada más que un cuento de hadas.

Cinco mil vigilantes y ángeles guardianes fueron exiliados del Paraíso antes de encontrar su camino hacia la tierra. Yo fui uno de ellos. ¿Mi crimen? No fue profanar a Isobel, ni siquiera besarla o codiciarla. Me exiliaron por interferir en su vida. Había alterado el futuro de su genealogía e impedí que miles de generaciones nacieran. Esencialmente la había hecho obsoleta.

Es importante notar que, aunque me exiliaron, no soy uno de los caídos. Permanezco bajo la gracia de mi padre, pero estoy condenado a renacer durante generaciones; algo a lo que también condené a Isobel. Sin embargo, hay una cláusula. Si puedo encontrarla de nuevo, regresarle la vida que le robé y sacrificarme por ella, seré restaurado a mi estado natural y me permitirán volver a entrar al Paraíso. Tengo cincuenta años humanos para hacer esto – el equivalente humano de mi edad angelical cuando me exiliaron – o moriré y naceré de nuevo. Y aunque vagamente parezco humano, no soy uno de ellos. Ni soy un ángel por completo, más bien algo entre los dos. Soy algo que nunca antes ha existido.

Entre los ángeles y demonios que caminan en la Tierra, soy la única excepción.


En donde vivo ya es casi media noche, así que ya cuenta como actualización de miércoles.

Espero que les guste la historia. No olviden dejarme sus reviews y contarme qué opinan de este primer capítulo ;)