Disclaimer: los personajes de Twilight le pertenecen a Stephenie Meyer. La autora de esta historia es LyricalKris, yo solo traduzco con su permiso.


ADVERTENCIA: Es un consejo de la autora, y estoy de acuerdo con ella. No asuman nada de lo que va a pasar :)


Prólogo

Bella no había tenido nada de comer desde el almuerzo el día anterior.

Se echó un vistazo en la ventana de la tienda vacía y se sorprendió tanto que se detuvo en seco. El reflejo era algo sacado de una película de Tim Burton. La chica allí era esquelética y pálida, excepto las partes de su piel que estaban pintadas de azul y negro cortesía de su padrastro. Su rostro estaba lleno de moretones violetas que se esfumaban hacia un verde y amarillo en los bordes. Sus rasgos eran débiles y finos, lo que hacía que su vientre de nueve meses fuera grotesco en contraste.

Su estómago se retorció con una puntada fuerte. Bella colocó sus manos a los costados de su vientre.

—Lo siento —susurró entrecortadamente a su bebé—. Sé que tienes hambre. Yo también. Ya estamos cerca. Solo aguanta un poco más.

Tomó aire profundo, intentando ser valiente. La chica en el reflejo lucía como una niña de doce años. Pero tenía diecisiete. Ella cumpliría dieciocho en tres meses—sería una adulta.

Desafortunadamente hasta que lo fuera legalmente, su madre y su padrastro seguían siendo sus tutores. Era por eso que no se detuvo a pedir ayuda. Ella sabía que había muchos lugares que la ayudarían, la alimentarían a ella y su bebé, pero harían preguntas. Llamarían a su madre, y todo esto sería por nada.

Esta era la única oportunidad para ella y su bebé de salir del infierno en el cual se encontraban. Una oportunidad, y ella ya casi estaba allí.

Su estómago dio otro pinchazo fuerte y Bella gritó. Se detuvo a un costado de un edificio vacío. Estos dolores por el hambre estaban empeorando.

Todo dolía. Cuando se fugó de la casa de su madre, ella ya estaba lastimada. Después de una semana caminando mayormente desde California a Washington—había logrado subirse a algunos autobuses por aquí y por allá—solo añadió dolores y rasguños. Tenía hambre, estaba deshidratada, y completamente exhausta.

—Ya casi estamos —murmuró de nuevo, para ella y el bebé.

Cerró sus ojos, respirando para soportar el nuevo dolor y fijando su mente en el futuro brillante que se imaginaba. Ella conocía el dicho popular sobre no colocar todas tus fichas en una sola canasta. El problema era que solo tenía una canasta. Una variable que quizás, solo quizás, pueda funcionar a su favor.

Por el bien del bebé, eso esperaba.

Bella había crecido sabiendo absolutamente nada sobre su padre. Su madre había esquivado el tema cada vez que Bella lo sacaba a colación, excepto para decir que era un chico bueno. Amable. Cuando ella tenía dieciséis, Renée le había dado un nombre: Charlie Swan. Y Bella era lo suficientemente inteligente como para hacer las cuentas. Ella había sido concebida durante los catorce meses que Renée había pasado en el pequeño pueblo de Forks, Washington cuando la abuela Marie se había mudado con un leñador.

Tampoco fue difícil encontrarlo, solo tomó buscar rápidamente en una página de teléfonos. Charles Swan seguía viviendo en Forks, Washington.

Desde entonces, Bella tenía la pequeña fantasía de venir a buscar a Charlie. El hombre que no sabía que ella existía. Si era tan bueno como Renée dijo, era muy posible que Charlie estuviera feliz de saber que tenía una hija. A pesar de lo que su padrastro siempre decía, ella era una buena niña. Bastante reservada. No hacía muchos problemas. James la había odiado, pero James era un idiota. Si Charlie no lo era, quizás le agrade Bella.

Quizás incluso la ame.

Y ella no deseaba una limosna. Ella quería un lugar para quedarse, un lugar seguro para tener su bebé, cumplir dieciocho y arreglar su vida. Ella podía hacerlo. Si tan solo alguien le diera la oportunidad, ella lo haría, aunque fuera solo por el niño. No intentaba ser una carga para nadie. Charlie entendería eso.

Bella gimió cuando cualquiera que fuera ese dolor finalmente desapareció. Dios, estaba tan cansada. Tan cansada.

Recuperando el aliento, Bella miró a su alrededor para ver si alguien la estaba observando. Lo último que necesitaba era atención. Había un hombre del otro lado de la calle con una expresión que decía que quizás pensaba involucrarse. Bella se giró y se apresuró rápidamente hacia un callejón.

Ni siquiera logró salir de allí cuando el dolor la envolvió de nuevo. Ella gimoteó, inclinándose contra la pared de ladrillos. Sus piernas se negaban a seguir soportándola, así que se sentó en el suelo.

Era verano, y no estaba lloviendo. Eso, al menos, era bueno. Pero era Washington, y a principios de verano no era exactamente agradable aquí. Sus pies, sus pies llenos de ampollas y lastimaduras, eran bloques de hielo. Deseaba tener un abrigo. Deseaba tener muchas cosas, pero todo lo que tenía era la ropa que tenía puesta, y una cartera con una billetera vacía adentro.

Otro pinchazo de dolor la golpeó, y fue entonces cuando Bella se dio cuenta de que era una idiota.

No eran dolores de hambre. Esto era trabajo de parto.

Abrazó su vientre mientras el terror de los últimos días se multiplicaba.

—No, no. No, no, no. No aún. —Contuvo un gemido—. Solo necesito un día más. Solo un par de horas, probablemente.

Un par de horas y ella encontraría a su padre. ¿Por qué no había memorizado su número? ¿Su dirección? Podría haberlo llamado ni bien llegó a Port Ángeles si hubiera sabido su número.

La voz más pesimista en su cabeza le dijo que estaba soñando. ¿Qué querría este hombre, este extraño, con una idiota embarazada de diecisiete años? Estaba soñando. Se había llenado de fantasías de nuevo, y ¿no había aprendido su lección?

Por estúpidas fantasías se había acostado con un tipo semanas antes de su cumpleaños número diecisiete, y mira cómo terminó eso. Ahora era una fugitiva embarazada en trabajo de parto en algún callejón sucio de Port Ángeles.

Diablos, necesitaba salir de allí.

El parto puede durar mucho. Eso es lo que ella intentaba decirse mientras luchaba para ponerse de pie. Todo lo que necesitaba era descifrar cómo conseguir unos dólares. Necesitaba buscar el número de teléfono de Charlie. Habían ciber-cafés, ¿no? O quizás podría encontrar una biblioteca. Eso no costaría nada.

Ella estaba tan, tan cerca.

—Aguanta. Solo aguan… ¡Ah!

Bella se desplomó sobre sus rodillas de nuevo.

No. Este bebé no iba a aguantar. Necesitaba ayuda. Necesitaba ayuda ahora.

Ahí fue que Bella se dio cuenta que su cabeza daba vueltas. No era solo sus piernas que estaban demasiado débiles, todo su cuerpo temblaba. Su energía, casi agotada después de todos estos días, se encontraba rápidamente en negativo.

Su mente se volvió confusa, sus pensamientos se nublaron. Estaba teniendo problemas con analizar lo que sentía emocionalmente con lo que estaba pasando físicamente. Debió ser esa la razón por la que le llevó mucho tiempo sospechar lo que estaba pasando. Presionó una mano entre sus piernas, contra sus jeans y observó la sangre que manchaba su palma cuando la apartó.

Oh, no. Se encontraba en problemas. Su bebé estaba en problemas, y estaba asustada. Necesitaba salir de allí, hacia la calle donde alguien podría ayudar, pero se encontraba demasiado débil y rápidamente empeoraba.

No. No se suponía que debía terminar así. No antes de poder arreglar todo.

—Ayuda —dijo, y la palabra salió como un graznido, demasiado débil para ser escuchado—. Ayuda —intentó de nuevo, pero fue inútil.

Otro pinchazo la sacudió, y el instinto se apoderó de ella. Logró desabrocharse sus jeans y quitárselos.

Había mucha sangre. Muchísima.

Demasiada.

Esto fue lo último que vio antes que la oscuridad se la llevara.


Sí, la ansiedad me ganó. Preparen los pañuelos y agárrense de sus teléfonos jajaja se viene un viaje medio turbulento.

Gracias por leer :)