Digimon no me pertenece
.
.
Ya no escribo; juego, divago, experimento... vuelo por el vasto cielo.
.
.
DIGIMON 2020: LA AVENTURA EN TIEMPO REAL
Conectando…
La pantalla se divide en pequeñas pantallas, todas con el mismo mensaje. Lentamente el mensaje va desapareciendo y rostros conocidos empiezan a salir. Saludan. Sonríen. Gritan.
Takeru pide tiempo con las manos, todos van callando.
—Uno a uno o no podremos entendernos.
—Sora, solo se te ven los pechos, que por cierto los tienes súper hinchados, ¿sigues dando lactancia a Ai-chan?, yo lo dejé porque Mishi ya me destrozaba los pezones.
—Muy buen tema para empezar: los pechos de Sora-san y los pezones de Mimi-san. Me gustan tus videollamadas Takeru.
Daisuke, con el característico pañuelo en la frente de los cocineros, asiente satisfecho. La mascarilla queda en su barbilla. Hay humo tras él. Está en una cocina.
—¡Nunca defraudo amigo! —exclama Takeru, alegre y vital.
—¡Cállense! —recrimina Miyako. Está sentada en el piso, un bebé gatea a su alrededor— Sora-san, es el ángulo de cámara, ponlo recto.
Da instrucciones con las manos, como si pudiera traspasar la pantalla y tomar esa dichosa cámara. A su lado toma asiento un hombre con una gorra.
—¿Y esa gorra?, ¡por fin ya eres de mi club!
Takeru hace una reverencia, quitándose la fedora.
—No es eso, es que Miyako ya está en el punto de cortar el pelo a su familia.
La aludida, que sigue haciendo movimientos con las manos, nerviosa por la ineptitud de Sora, enfoca a su esposo lastimosa.
—¡No está tan mal! —Le quita la gorra. Todos gritan por el trasquilón tan cercano al ojo— No fue culpa mía, O-kun se caía y tuve que socorrerlo —señala al bebé, en un intento de conmover a la masa—, ¡tuve que elegir entre el pelo de mi esposo y mi bebé!
—Soy afortunado de conservar los dos ojos —añade Ken, sobrio. Aunque todos saben que se está divirtiendo.
Cuando Miyako hace un puchero, él sonríe enternecido. En otro cuadradito por fin Sora está enfocada. Se ven las manos de Yamato alejarse. Manos que ahora toman a una niña. Con ella en brazos, deambula.
—Chicos, ¡cuánto tiempo!, ¿están todos bien? —Sora pone una mueca extraña ante una de las pantallas—, Taichi, ¿estás desnudo?
El aludido saluda. Por suerte solo se le ve el torso. Agumon se asoma saludando también.
—¡¿Estás en el Digimundo?!
El que ha gritado impresionado es Koushiro, que ha escupido parte de su zumo a la cámara. La limpia con la manga. Taichi ríe.
—Me pilló aquí el confinamiento, no tengo la culpa.
—¿Y por eso estás desnudo? —vuelve a preguntar Sora.
—Estoy solo en el Digimundo, que está cerrado a nuestro mundo, obvio que me paseo desnudo —dice con sorna—. Estoy cumpliendo el sueño que todos alguna vez tuvimos.
Tras Sora, Yamato resopla con su niña en brazos.
—Deberíamos haber ido nosotros al Digimundo.
—¿Con Taichi desnudo? —pregunta Sora aterrada.
Yamato tiene un escalofrío. Mira a su esposa y suspira. Contigo desnudo.
Otra pantalla se enciende. Todos jalean, gritan, aplauden, vitorean, es Jou desde el hospital. Se quita la máscara que le deja marcas en la cara. Saluda.
—¡Hola a to… —la imagen queda congelada.
—Parece que tiene problemas de conexión —dice Takeru, ya perdiendo el interés por el héroe local. Se vuelve para saludar a los más discretos—. Hikari, ¿qué tal el confinamiento?
La chica saluda. Tiene ojeras y un paño en la cabeza.
—Creo que no es muy buena idea lo de seguir con clases online. Los niños croan a destiempo y tengo un dolor de cabeza permanente, pero por lo demás bien.
Un pequeño castaño se asoma y saluda con timidez.
—¡Mi lindo sobrinito! —grita Taichi escupiendo a la cámara.
—¿No echas de menos a tu hijo? —pregunta Mimi, que por supuesto ya ha sentado a su hijo en su regazo para que todos vean lo lindo que es.
—¿Bromeas?, tiene dos años y se parece a mí, ya no sabía lo que era vivir sin dolor de cabeza.
—No hables así de mi sobrino —recrimina Hikari, a pesar de que sin duda es el que más dolor de cabeza le provoca.
—¡Kou ensañamos a tu preciosa hijita!
Mimi grita tomando de las manos a su niño obligándolo a saludar. Koushiro no parece que estuviera preparado para esto. Empieza a rebuscar a su alrededor.
—Ahora la traigo, debe estar por aquí —se agacha.
—¿Está buscando a su hija o a un gato? —pregunta Daisuke.
Yamato se acerca y bufa.
—¿Qué clase de padre eres que no sabes donde dejas a tu bebé?
—Yamato... —Sora recrimina. Takeru ríe.
—No es obligatorio cargar a tu bebé 24/7 durante el confinamiento, hermano.
Sora ríe. Todos ríen. Yamato se sonroja, sin dejar de cargar a su pequeña.
—Pues no la voy a soltar —murmura.
—¿Por qué mi hermano está gruñón?
—Acaba de descubrir que vivimos en un apartamento donde hacer música está limitado a horarios.
—¡Pero si lleváis como siglos en ese apartamento! —exclama Taichi.
Sora encoge los hombros. Yamato vuelve a asomarse a la cámara.
—De este año no pasa que nos mudemos a una casita con jardín. Y de que tenga un perro —se voltea. Deambula—, mi niña no puede correr, ni le da el sol, ¿cuánto tiempo puede estar sin que le dé el sol sin causarle problemas de crecimiento?
Sora rueda los ojos, es la clase de padre que cuando hay sol lo evita para que a su niña no se le queme la piel. De todas formas la pregunta es para Jou, que ha dejado su congelación.
—Tienes que seguir las pautas de recomendación como todos. El confinamiento no va a tener perjuicio en el crecimiento de tu bebé, no te preocu… —la imagen queda congelada.
—Pues antes hablaba más, ¿verdad Sora?, se le está olvidando hablar.
Al igual que antes la mujer no valora esos comentarios a su juicio bastante exagerados, eso sí, le regala una sonrisa conforme. Quien se siente ahora con el ánimo de responder es Hikari.
—Es normal que no se exprese tanto, sobre todo ahora que había empezado a relacionarse con otros niños. Sentirá extraño no estar con niños. No te preocupes.
—¿Me estás diciendo que mi hija no tiene confianza en su padre como para hablarme de cualquier cosa?
Hikari se sobresalta por el rostro enfadado ocupando toda la pantalla, pierde hasta el paño de su cabeza y desaparecen sus ojeras. Sora aparta a su esposo.
—No, lo que he dicho es que es normal que un bebé de dos años —recalca la edad— se relacione con bebés de dos años —recalca la edad— y extraña la relación con esos bebés de dos años—recalca la edad. Yamato bufa, Takeru ríe.
—Déjalo Hikari, está en estado gruñón. Lo siento por ti Sora.
La mujer niega como si no fuera importante, como si supiera lidiar perfectamente con ello. Koushiro por fin aparece con su bebé. Mimi grita entusiasmada. Todos sonríen y saludan. La bebé hace una linda mueca. Todos quedan embobados. La bebé vomita sobre la cámara y Koushiro grita. Todos se asquean. Se pone en pie y se lleva a su nena boicoteadora de tecnologías.
—Bueno, al menos ha demostrado que lleva pantalones —dice Daisuke. V-mon a su lado asiente—. Iori-kun aún no nos lo ha demostrado.
—Por supuesto que llevo pantalones —dice el aludido. Discreto hasta que alguien ha reparado en él—. Lo que tú debes explicar es por qué V-mon está contigo cuando las autoridades dejaron claro que los digimon debían pasar este tiempo en el Digimundo.
El cocinero traga, bajando la cabeza de V-mon. Sonríe.
—No lo denunciarás, ¿verdad?, ¡soy tu mejor amigo!, ¡soy tu líder!, ¡estoy matándome a hacer ramen para dar de comer a miles de personas mayores que quedaron aisladas!, ¡soy un héroe!
El abogado hace una mueca. Es risa contenida. Por supuesto que nunca lo denunciaría. El más ofendido es Jou en este caso.
—Daisuke, si cada uno hace lo que le da la gana esto no tiene sentido. Mírame a mi. Aislado. Sin ver a mi familia. A mi hi… —la imagen queda congelada.
Miyako gime, ahora con su bebé en brazos.
—Ken también sale a trabajar y no quiero que quede aislado. Todo está bien si se toman precauciones, ¿verdad?
No quiero que mamá me toque el pelo —se oye al fondo a una niña llorando, traumatizada por saber que la siguiente en sufrir las tijeras de su madre será ella. Ken se levanta para calmarla.
Jou, por su parte, niega.
—Soy un grupo de riesgo y como tal no pienso volver a tocar a mi hijo hasta que tenga mi certificado de inmunidad —dictamina.
Todos, con sus hijos en brazos, de repente se sienten un poco peores padres (menos Yamato). Taichi ríe relajando la tensión.
—Si necesitas inmunidad diplomática para regresar a tu casa yo puedo tramitarlo. ¡La señora Kido gobierna con mano de hierro!
Jou, rojo de ira, se abalanza a la cámara.
—Eso está fuera de lugar Taichi. Exijo una disculpa a mi querida y dulce espo… —la imagen queda congelada.
—¿Somos malos padres? —pregunta Mimi, achuchando a su hijo hasta casi asfixiarlo.
Un momento de extraño silencio. De intento de reflexión.
—Yo ya lo era sin necesidad de virus, así que esto no me preocupa —dice Takeru divertido.
Provoca las risas de sus amigos. Su relajación y confianza. Un pequeño rubio salta a su regazo y Takeru grita fingiendo dolor.
—¡Tenshi! —exclama Sora la primera.
Saludan al niño, que despierto y descarado saluda a todos efusivamente. Yamato repara entonces en su alrededor.
—Takeru, ¿dónde demonios están?
El escritor ríe. El niño abarca con los brazos su alrededor.
—¡En Shimane! —grita con su dulce voz.
—¡Del todo una locura! —Jou regresa de su congelación—, ¿te crees que es correcto llevar la enfermedad a una zona rural y de población envejecida?, ¡eres un irrespon… —la imagen queda congelada.
El chico, ofendido, alza el dedo.
—Punto uno: estamos solos sin un vecino o familiar a más de cinco kilómetros a la redonda. Punto dos: ya estaba en Shimane escribiendo cuando saltó todo esto. Punto tres: Jou valoramos tu esfuerzo, pero quédate congelado un rato.
Yamato resopla y deambula con su nenita en brazos
—Deberíamos haber ido nosotros a Shimane.
—¿Con Takeru y Tenshi? —pregunta Sora emocionada.
Yamato tiene un escalofrío. Mira a su esposa y suspira. Contigo desnudo.
—Yamato, me pones nervioso, ¿quieres parar quieto de una vez? —pide Taichi.
Yamato gruñe. Ese descarado tiene kilómetros de Digimundo para recorrer desnudo junto a su digimon y él tiene setenta metros cuadrados para deambular con su nenita en brazos y una hora al día para hacer música en la dictadura departamental que lleva viviendo años sin ser consciente. Suspira por su perrito, su jardín, su música 24/7 y su desnudez. La de su esposa, en realidad.
—Sora, deberías cansarlo más por las noches, ya me entiendes —guiña un ojo Mimi, como si fuera sutil.
Sora enrojece.
—Hasta yo te he entendido Mimi-san —ríe Daisuke. Las manos de un niño se apoderan de un bol de ramen.
—Mimi, ¿puedes dejar de decir esas cosas delante de todos?, me estoy empezando a enfadar.
La que queda desconcertada es Mimi por la, a su juicio, exagerada e injustificada reacción de Sora.
—Solo trato de poner un poco de humor a una situación de gran estrés. Estoy intentado que todos lo llevemos lo mejor posible, ¿vale? Pero está bien, ya no lo haré más —llora, sobreactua, dramatiza. Se va con su bebé en brazos—. Vamos Mishi, dibujemos arco iris.
—Mimi-chan, Mimi-chan no te enfades —pide Sora sintiéndose culpable. Se levanta y la llama por teléfono.
—Mamá, yo también quiero saludar —una extrovertida niña, con restos de lágrimas en sus mejilla, se cuela en el regazo de Miyako. Esta queda maravillada mirando sus trencitas— Ken, ¿las hiciste tú?
El hombre de la gorra sonríe regresando a su lado. Toma al bebé en brazos para que su hija pueda expandirse en el regazo de su madre.
—Vi un tutorial en youtube.
—¿Me harás luego un recogido bonito para mi videoconferencia del trabajo?
Asiente conforme, confiado en encontrar algún tutorial de youtube que pueda ser de ayuda. No es consciente entonces de que ya se ha convertido en el nuevo señor de las tijeras de la familia Ichijouji-Inoue.
Viendo a la alegre Minako con sus trencitas, Iori se levanta.
—Iré a buscar a Shizuka, seguro se alegra de verla.
—¡Lo sabía!, ¡va en calzoncillos! —señala Daisuke.
—¡Es pantalón corto! —defiende Iori, enrojeciendo.
—¿Qué adulto lleva pantalón corto en primavera? —dice, como si fuera lógico y él no llevase pantalón corto prácticamente todos los días del año.
—No hay ninguna ley que lo prohíba —finaliza Iori amenazante. Daisuke traga, escondiendo otra vez a V-mon.
El pequeño Daisuke saluda expandiendo fideos a la cámara y la pequeña Iori se une también a Minako y sus trencitas. El hijo de Hikari y el de Takeru ya estaban en pantalla para entonces. Pronto cunde el alboroto entre los niños.
Jou regresa.
—¿Qué está pasan… —la imagen queda congelada.
Los niños cantan la canción de la rana y croan tan mal y a destiempo que Hikari se lleva las manos a las sienes de nuevo inmersa en su particular pesadilla. Los demás adultos en cambio les animan dando palmas. Yamato no, que sigue con su hija en brazos, asomado a la pantalla. La niña no tiene intención de croar de todas maneras, pero si lo hiciera Yamato está convencido que croaría mejor que todos los demás.
Al finalizar, los niños se despiden, los adultos regresan y Taichi ya está llorando.
—Extraño a mi hijo. Él croa el que peor de todos, pero de verdad que lo extraño.
Sus amigos se enternecen, aunque lo que valora Iori es que ya está vestido. Y con traje y corbata para ser más exactos.
—¿Significa que vas a regresar?
El hombre niega, olvidando ya sus lágrimas.
—No, solo es para una reunión con personas importantes, ¿lo ven? —y hace ademán de llevar la cámara bajo su cintura dónde sigue desnudo, pero los gritos de sus amigos lo detienen.
—¿Por qué considera que con nosotros sí es correcto aparecer desnudo? —dice Iori sin esperar respuesta, tan solo una profunda reflexión que tampoco se dará en la mayoría.
—¿Están bien nuestros amigos? —pregunta Miyako.
Agumon es quien responde y con un barrido de cámara, todos los compañeros saludan a sus camaradas.
—Pronto estaremos todos juntos otra vez —dice Ken.
Todos asienten. Empiezan a gritar, a despedirse. Jou toma la palabra.
—Chicos antes de dejarlo repasemos las medidas recomendadas, ¿de acuerdo? —tiene una pizarra y un rotulador en la mano—. Higiene de ma… —la imagen queda congelada. Respiran aliviados.
—¡Cógeme el teléfono!, ¡estás ahí!, ¡te estoy viendo! —grita Sora a la cámara. Mimi está al fondo, dibujando en el piso con su hijo. Se oyen los tonos, finalmente lo coge.
Sora se aleja de la cámara y Mimi deambula por la habitación, primero haciendo exagerados gestos y con expresión de enfado. Segundos después ya está sentada junto a su hijo y se oyen estruendosas carcajadas.
—Parece que se reconciliaron —dice Yamato, con su nenita en brazos, escuchando las risas de su esposa en la otra habitación. Por su salud mental prefiere no imaginar sobre qué están hablando.
—Bueno, yo tengo que dejaros ya —anuncia Taichi, con una voz serie y firme.
—Taichi-senpai ha puesto la voz de los discursos, es tan impresionante cuando lo hace —dice Daisuke, admirándolo.
El hombre sonríe y se despide junto a Agumon.
Sin conexión.
Daisuke saluda con V-mon y su hijo que ya está completamente enguarrado de ramen.
—Nosotros tenemos que seguir haciendo ramen. ¡Ánimo chicos!, ¡podemos con esto!
Sin conexión.
Menos pantallas van quedando en el monitor. Koushiro, que ha recuperado su cámara (libre de vómito) y su nenita (libre de vómito también), saluda con ella en brazos.
—Es buen momento para pasar tiempo en familia.
—Por fin actúas como un padre responsable —asiente Yamato orgulloso.
Koushiro sonríe. No cree que la tenga 24/7 en brazos pero no le parece tan descabellado.
Sin conexión.
—Los niños por fin se han rendido a la siesta —susurra Ken, volviendo junto a su esposa. Esta se sonroja, se acerca a la cámara.
—Tiempo para la pareja —guiña un ojo. Una gorra sale volando.
Sin conexión.
—Tengo que regresar al trabajo —anuncia Iori sobriamente—, espero que todos sigan bien y nos comuniquemos cuanto antes. Gracias por vuestro tiempo.
Sin conexión.
Yamato suspira con su nenita en brazos. Las risas son más fuerte y no parece que Sora vaya a regresar, pero de todas formas le parece mal cortar comunicación sin que ella se despida. En la cámara de Mimi el que aparece es el bebé con las manitas manchadas de pintura. Con sus dedos empieza a dibujar un arco iris. Mimi, con el teléfono en la mano todavía, corre tras él. Lo toma en brazos y manda un beso.
Sin conexión.
—¡Eh Hikari!, ¿has pensado ya una nueva canción? —pregunta Takeru. Su hijo está enganchado a su brazo y este juega a levantarlo.
—He pensado en el lenguaje de signos. Quizá es momento de que los niños lo aprendan.
—En nombre de la asociación de padres damnificados por el croa, croa, te lo agradezco —Hikari ríe, Takeru toma a su hijo bajo su brazo—. ¿No te parece una buena idea Tenshi?
El niño mira a la cámara. Sonríe a su maestra y al hijo de esta que se despiden sin voz. Él imita sus gestos.
Sin conexión.
—Solo quedamos tú y yo hermano gruñón.
En realidad la pantalla está divida en dos pero una de ellas es Jou congelado. El hombre se sienta al fin, con su nenita en brazos, que sonríe a su tío y a su primo. Saluda y dice un dulce hola. El padre babea con orgullo. Se vuelve a su hermano. Tan lejos, tan cerca.
—Takeru…
—Si te vas a poner sentimental déjalo, no necesito el fin del mundo para saber que me quieres con locura —corta el escritor.
Su hermano mayor niega, entonces suena una alarma en el reloj de Yamato que ilumina su rostro.
—Empieza nuestra hora de música, cielito —sonríe. Su nenita aplaude como si lo hubiese estado esperando todo el día.
La mano se acerca a la cámara.
Espera, quiero despedir… —se oye a Sora corriendo.
Sin conexión.
Takeru se tumba en el piso. Shimane es silencioso y le gusta. Su hijo le salta al pecho y aprovecha para robarle el gorro y ponérselo. Se levanta al escuchar a Jou.
—La cuarta recomendación es… ¿dónde están todos?
—Creo que se fueron.
—Pero, pero, esto es importante —empieza, impotente.
El chico sonríe. Se pone en pie y se acerca a la cámara.
—Jou, gracias por tu esfuerzo, eres nuestro mayor héroe en estos momentos.
El médico se sonroja, tartamudea y… la imagen queda congelada.
Sin conexión.
.
.