.

.

DE QUÉ HABLO CUANDO HABLO DE SOKERU

~ De cielos que sí son cielos ~

Cuando el sol se pone hay oscuridad. Aunque sea verano. Aunque haya estrellas. Aunque haya cielo al que mirar.

Se balancea en el columpio. Dejó el gorro en casa. No hay mucha iluminación en el parque. Se estremece.

La arena esparcida con marcas de los niños que recién la dejaron. No tenían prisa alguna cuando había sol, pero cuando no hay sol corren al refugio ante la llamada de sus padres. Él esperó que no hubiera sol para salir. Busca la soledad para evitar la pesadilla. No busca la oscuridad pero la encuentra.

Unas manos desnudas, salvo por las muñequeras, detienen su balanceo de ambos lados. Ve su rostro sonriente cuando alza la cabeza.

—Takeru-kun. Vi el mensaje de Koushiro, me alegra que todo saliera bien.

Regresa la mirada a la arena. A los dibujos que inconscientemente dejan sus pies. No ha salido bien. Es imposible que este final esté bien.

Casi sin ruido (porque la arena no hace ruido), pero hay una bolsa de la que sobresale una raqueta. Con menos ruido (porque el amor no hace ruido), ella está sentada en el columpio contiguo.

Silencio. La mira. Su rostro serio pero amable. Su mirada en el cielo oscuro pero con estrellas.

—Wormmon murió.

No necesita observarlo para saber que el niño que ya no es niño ya no llora, tampoco perdona. Se concentra en su puño apretado. Busca su cara cuando ve que tras intensos segundos lo relaja.

—No debía haber acabado así. Ese Ichijouji…

—No conozco los detalles pero el mensaje decía que regresó a casa.

—Sí.

Frío. Oscuro. Le es indiferente lo que le ocurra al chico que se creía Dios pero no lo era.

—Soy incapaz de imaginar como te sientes, pero quizá sí debía acabar así —calla unos segundos por la demente mirada del chico. No es un niño, es un ente que odia tanto la oscuridad que se está acercando a ella sin saberlo. Pero ella es fuerte. Ahora lo es—. Si Patamon se sacrificó para derrotar la oscuridad del Digimundo, Wormmon lo hizo para derrotar la oscuridad de lo que más amaba.

Sus palabras le calman. Le enternecen. Le hacen regresar a ser niño.

—Pero si Ichijouji hubiera sido más fuerte.

Es débil, así como su voz congestionada. Lentamente regresa a la luz. Al cielo oscuro pero con estrellas.

—Todos somos débiles alguna vez. Todos podemos caer en la oscuridad y no salir. Todos podemos ser digimon kaiser dependiendo de las circunstancias —sonríe sin ser su deber. Sonríe porque sonreír a ese niño le sale natural aun cuando era su deber—. ¿Renacerá?

El chico encoge los hombros. Todavía quiere estar enfadado pero cada vez le resulta más difícil. No es su naturaleza.

—Si Ichijouji lo desea, supongo que sí.

—Entonces renacerá. No porque conozca a Ichijouji-kun ni mucho menos pero sí porque creo saber lo que es un vínculo con un digimon.

Silencio. El cielo le empieza a parecer menos oscuro. Le empieza a parecer cielo.

—Sora-san, no suelo hablar de este tipo de cosas con nadie.

Nadie es nadie. Tampoco su hermano.

—No creo tener hermanos pequeños nunca así que tú eres lo más cercano en ese aspecto —siente un hormigueo—, me hace muy feliz poder servirte de ayuda —La mira. Con el pie inquieto ha hecho un dibujo sobre la arena. Está nerviosa—. Pero estaría bien si también pudieras hablar con tu hermano sobre estas cosas.

Silencio. Hay un pájaro nocturno. Hay insectos del verano. No está oscuro porque el cielo tiene estrellas.

—No deseo preocuparle. No me perdonaría que volviera a adentrarse en la oscuridad por mi culpa.

Una risa sin serlo. Sus ojos brillan. Sus mejillas se sonrojan. El cielo es más cielo que nunca porque está plagado de estrellas.

—Cualquiera diría que no confías en tu hermano. Él es fuerte ahora.

Le emociona admirar a la niña que a sus ojos nunca fue niña y que ahora sabe que es mujer. Sus palabras son ley para él. Desea aferrarse a ella. Al cielo que es cielo pese a la oscuridad. Pero no es fuerte. Es débil todavía. Baja el rostro.

—Quizá no conozco tan bien como tú a mi hermano. Apenas recuerdo el tiempo que viví con él. Si no es por el Digimundo ahora quizá fuéramos extraños —llora con una mueca que conlleva sonrisa—. Tú lo ves todos los días. Lo llevas viendo todos los días desde la primaria. Seguro que eres capaz de saber su estado de ánimo solo con ver su rostro a la mañana. Siempre pensé que siendo familia lo demás no importaba, pero es mentira. Las familias pueden romperse sin discusiones, basta con olvidar que desayunaba tu hermano.

La arena es silenciosa. La arena absorbe las lágrimas. Unas manos desnudas toman sus manos con las que trata de limpiarse. Porque no es un niño y no debe llorar. La ve de cuclillas ante él. Ella sonríe incluso cuando sus ojos están humedecidos. Ella es cálida. En ella no va a encontrar esa oscuridad que no busca pero le acecha.

Entre sus brazos no le importa ser un niño.

—Perdona.

Se restriega fuerte con el brazo. Muestra su sonrisa a la fuerza. Ella niega.

—Te repito que me hace muy feliz servite de ayuda.

Al mirarla la sonrisa ya no es forzada. Sonríe porque lo desea. Sonríe porque le gusta. Siempre le ha gustado. Sonríe porque la ama. Siempre la ha amado.

—Detesto que las familias se rompan.

—Y yo.

—Me esforzaré para que nunca se rompa mi familia.

La chica se levanta orgullosa. Se sacude la falda. Takeru de un salto sale del columpio. Deja sus marcas fuertes y decididas sobre la arena.

—Eres mi familia también, Sora-san.

Asiente. Toma la bolsa de la que sale la raqueta. Lo mira. Su sonrisa ilumina la oscuridad así como las estrellas hacen lo propio en el cielo. Está bien. Todo está bien.

—¡Sora-san! —voltea a mirarlo—, ¿desde cuándo te sonrojas al hablar de mi hermano?

Las manos desnudas al rostro. No lo nota especialmente cálido. Su corazón bombea veloz. Se sonroja cuando habla del hermano mayor de Takeru. Es consciente en ese momento.

La sonrisa del chico es traviesa. La oscuridad lejana. Trota mientras se despide con la mano.

—¡No te preocupes, te ves muy linda!, ¡te apoyaré!, ¡os apoyaré a ambos!

Las marcas del niño que no es niño quedan sobre la arena. Cuando no haya oscuridad y el sol regrese niños que sí son niños las cubrirán haciendo cosas de niños. El cielo que es más cielo que nunca porque es oscuro pero tiene estrellas brilla con toda su fuerza. No hay oscuridad. Todo es cálido.

.

.