Digimon no me pertenece (Murakami tampoco XD)

.

.

Ya no escribo; juego, divago, experimento... vuelo por el vasto cielo.

.

.

DE QUÉ HABLO CUANDO HABLO DE SOKERU

~ De cielos que no son cielos ~

Sin bosque no hay leña. Sin leña no hay hoguera. Sin hoguera no hay fuego. Sin fuego no hay calor.

Hace frío.

Se frota los ojos con sus manos desnudas. Guardó los guantes en el bolsillo trasero del pantalón. Lo hace todas las noches. Las coloca después bajo sus piernas flexionadas. Pega las rodillas al pecho. Se estremece.

Una niña tose fuertemente. Un compañero se revuelve inquieto. El otro no hace ruido pero puede asegurar que también está despierto. El cielo son las islas de Honshu, Hokkaido, Kyushu y Shikoku. Si tuviera tiempo para explorar llegaría a ver el continente y si tuviera tiempo para explorar más cruzaría el océano y vería el otro continente. El horizonte es una montaña a la que le falta el mar y el bosque. Hay un niño tras ella.

—Sora-san, Patamon y yo haremos el resto de guardia.

Sin reparar en su rostro mira a Patamon que posiblemente esté diciendo palabras similares a su compañera. Inspira preparada para sonreír, porque siempre le debe sonreír. Ahora más que nunca. Lo hace cuando por fin lo mira y encuentra una seriedad impropia de él. Una seriedad que no es acorde a un niño.

—Intenta dormir. Nosotras estamos bien.

—No me trates como a un niño —Su puño está cerrado. Su ceño fruncido—. Ahora solo son tres para hacer los turnos, debo esforzarme. ¿No es mi deber hacer el turno de mi hermano?

Exhala tratando de encontrar las palabras. No le apetece pensar en el hermano mayor del niño. No le apetece pensar en nada en realidad. Hace frío. Extraña a su madre.

—Todos tomamos responsabilidad, no te preocupes.

Mirada al frente. Sonrisa de tranquilidad. Tono autómata. Lo nota sentarse a su lado con las piernas estiradas. Ella las estira también.

—Pero es mi culpa que mi hermano se fuera.

Esta agotada, cada vez más. Los continuos tosidos de la niña no ayudan. Los bruscos suspiros de su compañero el inquieto tampoco. Así como el silencio del que no duerme. El cielo que no es cielo le consume la fuerza. Pero es débil. Débil a ese tono. Débil a ese niño que no quiere verse como un niño pero que lo es y por eso está al borde del llanto. Además es su deber.

Su brazo ya lo ha rodeado. No hay sonrisa pero sí tranquilidad.

—¿Por qué piensas eso Takeru?

Aspira con la nariz. El tono es congestionado. La mirada fija a la tierra muerta, o lo que sea que es eso que ni siquiera puede arder para darles calor.

—Porque siempre se está preocupando por mí y eso hace que esté enfadado. Si no hubiera venido no se habría enfadado con Taichi y seguiría con vosotros —Silencio. ¿Habrá caído ya alguna lágrima? Seguramente. Pasa la manga por su rostro—. Yo solo quería que me tratara como a uno más. No ser una carga.

Acaricia su brazo, atrayendo su pequeño cuerpo hacia ella aunque él resiste. No puede darle calor. Hace frío.

—Es posible que solo seas una excusa para tu hermano. Una excusa para no enfrentarse a sus miedos. A mí me pasó. Mi excusa era mi madre.

Silencio. Tosidos pero no llantos. Lo mira. Sus ojos cristalinos pero no húmedos. Sonríe no porque es su deber sino porque le apetece sonreír a ese rostro. Le gusta ese rostro. Es posible que lo ame.

—Sora-san, cuando tú te alejaste de todos, ¿pensabas en regresar?

Ella encoge los hombros. Esos días se sienten todavía más oscuros que estos donde no hay cielo.

—No lo sé. Solo sé que me sentía tan mal conmigo misma que no quería estar con nadie.

El niño aparta la mirada. Ella la regresa a la montaña.

—¿Crees que a mi hermano le ocurre lo mismo?

—Sí.

Sorprende su falta de titubeo. El niño la vuelve a enfocar. Su palabra es lo más valioso que tiene ahora. Rostro serio. Ceño fruncido. Relaja las facciones cuando tuerce la cabeza y lo enfoca. Sonrisa que ni ella sabe si es por deber o porque quiere. A veces le cuesta diferenciarlas.

—Pero tú no regresate, tuvimos que buscarte.

—En ese caso, llegado el momento, buscaremos a tu hermano.

Silencio. Los tosidos se han calmado un poco. El compañero que se revuelve inquieto no hace ruido ahora. El que no duerme sigue sin dormir.

—Quiero ser fuerte, pero le echo de menos.

—Y yo.

El niño que no se ve a sí mismo como un niño pero lo es empieza a hipar. El brazo consigue arrastrar su pequeño cuerpo. No está segura de si puede darle calor pero lo intentará. Hace frío.

—¿Y si nunca regresa?, ¿o si lo hace y vuelve a discutir con Taichi y ya no podemos estar otra vez todos juntos?, ¿ya no podremos reír juntos nunca más?

Lo acaricia. Cierra los ojos y apoya la cabeza contra la suya. Su pequeño cuerpo sí es muy cálido.

—Cualquiera diría que no confías en tu hermano —deja de temblar. Su voz es sagrada para él—. Piensa que así como nosotros nos preocupamos por ellos, todos; tu hermano, Mimi-chan y Jou-senpai, también están preocupados por nosotros. Todos estás haciendo su mejor esfuerzo para ser útiles, para que podamos volver a reír todos juntos cuanto antes.

Silencio. Los tosidos son respiraciones un poco fuertes. El compañero inquieto cambió de posición. El que no duerme ahora está sentado analizando el cielo que no es cielo.

Sus ojos, ahora sí húmedos, la enfocan. La sonrisa no es un deber, es una muerta de amor. Le limpia los restos de lágrimas con sus manos desnudas. El niño lo evita rápidamente con su manga, regresando a su posición de no ser niño y por tanto no llorar.

Las plumas están a su lado.

—Sora, Patamon dijo que ellos harán el turno. ¿Está bien así?

Sora se sacude el pantalón y se levanta.

—Está bien así Piyomon.

El niño, con su rostro serio impropio de niño, también se levanta. Patamon queda a su lado. Ambos miran al frente, atentos. Sora lo enfoca una última vez y se inclina a él. Apoya la mano en su hombro. Sonríe porque lo ama.

—A mí tampoco me gusta cuando una familia se rompe.

La sonrisa aparece. La sonrisa acorde a su rostro de niño. Hace frío, el cielo no es cielo, el bosque no existe, la tierra está muerta y su equipo mermado ante el próximo enemigo, pero por un instante, lo que dura viendo esa sonrisa, nada de eso le pesa. Todo se siente cálido.

.

.