TUS DESEOS SON ORDENES
Por Okashira Janet
Rurouni Kenshin no me pertenece es propiedad de Nobuhiro Watsuki, un mangaka que admiraba y que terminó rompiéndonos el corazón a todos.
Kaoru era feliz, dentro de poco sería su boda con Kenshin y sus amigos irían al dojo a festejarlo con ella, era feliz… pero aunque ridículo había una cosa que siempre había envidiado de Misao… algo que también quería para ella KaoKen.
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Kaoru se encontraba un poco nerviosa, no iba a negarlo, pero, ¿qué mujer no lo estaría en vísperas de su boda con el hombre que tanto amaba?, y para aterrizarlo un poco más, ¿qué mujer no estaría poco menos que agobiada si no había un solo familiar que la ayudara en semejante tarea? Kaoru sabía que las bodas requerían trabajo, ¡pero no hubiera esperado que fuera tanto!
Había pensado que todo sería más sencillo si se casaban en el templo local y hacían una pequeña recepción en el dojo, pero para su sorpresa aunque la lista de invitados de Kenshin era risiblemente escasa su propia lista crecía y crecía a manos llenas. Yahiko había hecho una lista de todas las personas que habían ido a su falso funeral e incluso se había dado a la tarea de anotar a un lado quienes habían llorado más, ¡era muchísima gente!, todas esas personas que habían sufrido ante su falsa muerte debían estar presentes el día más feliz de su vida, se lo merecían.
Entre más avanzaba con eso de la boda más angustioso se volvía todo, para reservar el templo había tenido que dar vueltas y más vueltas porque no había un familiar que la presentara y hablara del honor y la respetabilidad de su familia, al final el doctor Genzai había tenido que intervenir para que accedieran a darle una fecha.
Luego había estado el asunto de adornar el templo, Yahiko y ella se habían pasado angustiosas tardes yendo de una florería a otra donde encontrar flores apropiadas para la ocasión y para su bolsillo. A ser sincera Kaoru no confiaba en su buen gusto y se sentía un tanto ridícula de pedir el consejo de un niño de once años, pero con su lengua afilada Yahiko era más confiable que Kenshin, Kenshin siempre decía que cualquier cosa estaba bien. No se podía confiar en su buen criterio siendo tan humilde.
Pero lo peor de todo había sido el kimono nupcial, usar el que había sido de su madre estaba fuera de toda discusión, su padre lo había usado un par de veces para llorar sobre él y aparte de arrugado, manoseado y manchado parecía que la tela se había desgastado a causa de una plaga de grillos.
Mortificada Kaoru había notado que los kimonos nupciales, hermosos como los había soñado, estaban muy por encima de su presupuesto. Nuevamente había sido Yahiko quien se había visto arrastrado a un espantoso peregrinar por las tiendas de novias.
—Con ese te ves horrible.
—Te ves más gorda.
—Pareces una empanada. —Quizás es que el niño ya estaba harto de tanto esperar para que le ajustaran metros y metros de tela, pero a Kaoru también se le empezaba a fracturar el corazón. No tenía dinero para algo hermoso, pero esperaba que con un presupuesto justo encontrara un kimono que, de ser posible, la hiciera sentir bonita… aunque sea un poco.
Tae tenía demasiado trabajo en el restaurante como para ayudarla, ya bastante la estaba apoyando prometiéndole que llevaría el pastel de bodas, uno tan enorme que casi era una monstruosidad.
Conforme pasaban los días Kaoru incluso había estado por suplicarle a Megumi que fuera a ayudarla, pero aquello hubiera sido cruel, Kaoru ni siquiera estaba segura de que la guapa doctora tuviera la fuerza para asistir a la boda, ¿no estaba ella enamorada de Kenshin también?, pedirle que le apoyara cuando le estaba quitando al hombre que quería era algo que simplemente no podía hacer.
Y encima todo el asunto financiero corría a cargo de ella porque Kenshin se había pasado todos esos días arreglando el dojo usando el dinero que había recibido en recompensa por lo de Shishio.
Por ahí había una puerta que no servía.
Por allá una ventana que les había roto un gamberro.
De aquel lado las maderas del suelo estaban podridas.
Parecía que en lugar de un dojo funcional habían estado viviendo en una casa en ruinas.
Kenshin trabajaba diligentemente todo el día con una sonrisa en los labios y cuando Kaoru y Yahiko regresaban de sus andanzas enfadados el uno con el otro por sus escasos avances les daba un vaso de té y los instaba a relajarse.
—Todo va a salir bien Kaoru-dono. —Pero Kaoru quería decirle que no, que todo iba a ser un desastre y Yahiko no ayudaba repasando en voz alta todo lo que les faltaba y que estaba en vías de volverse un verdadero merequetengue.
Y luego estaba el asunto de la comida, Kenshin, por supuesto, no podía ser novio y cocinero, pero Kaoru no sabía a quién más recurrir, ¿y qué iban a hacer con el sake?, ¿de dónde iban a sacar dinero para comprarlo?, ¿y los platillos sagrados que debían intercambiar en el templo?, Yahiko y ella se habían quedado helados cuando les habían dicho el precio.
Kaoru quería hacerse un ovillo y llorar, por desgracia Yahiko era tan ruidoso y la culpaba de todo con tantos bríos que no podía hacer otra cosa que gritarle en contestación, y mientras tanto Kenshin tomaba té, tan tranquilo.
A veces es que Kaoru quería ahorcarlo.
En ocasiones, no muy seguido, pero sí de vez en cuando, se preguntaba si es que para Kenshin eso de casarse no era tan importante, después de todo él había estado casado una vez y en aquella ocasión la única ceremonia había sido entre los novios y un sacerdote, nadie más había sido testigo de aquella unión que había cargado con dolor y un amor retorcido. A lo mejor Kenshin no estaba emocionado, ni nervioso ni angustiado por la boda porque ya había pasado por eso, a lo mejor y todo eso le traía malos recuerdos. A lo mejor, incluso, le daba un poco de gracia que su futura esposa estuviera por ahí corriendo de un lado a otro como una niña cuando su anterior esposa había sido una dama en todo sentido.
Y a lo mejor ella debía dejar de pensar tonterías antes de su boda.
A ser sincera quien le había pedido a Kenshin que se casaran había sido ella y a su favor cuando lo dijo había sido solo una broma.
—Deberíamos hacerle caso a Sanosuke y casarnos Kenshin, la gente va a hablar mal de mí si Yahiko se va y me quedo sola contigo.
—Entonces vamos a casarnos. —Había pensado que Kenshin estaba bromeando, pero había girado a verla con esa sonrisa tierna que a veces le regalaba y luego le había besado la boca, apenas un roce para después levantarse e irse.
Kaoru estaba que alucinaba.
Y aquel había sido, hasta la fecha, su primer y único beso.
Kenshin no le había dicho que la amaba ni que quería envejecer a su lado ni que la deseaba, ni nada en realidad, pero ella tampoco se lo había dicho, bueno, no claramente, solo en una ocasión antes de que ocurriera lo de Enishi había musitado que quería quedarse a su lado… eso era como media declaración, ¿verdad?
Cuando se ponía en modo dudoso o melancólico Yahiko la zarandeaba y le decía que cuando Enishi había fingido su muerte Kenshin había querido morir también, ¿qué otra declaración de amor quería?, sí, perspectiva, tenía que enfocarse.
Gracias a los amigos vagos de Sanosuke habían conseguido rentar mesas y sillas para tanta gente a un precio aceptable, también habían rentado platos, vasos y platillos para el sake.
¿Qué más faltaba?, la comida, el kimono, el traje de Kenshin, los recuerdos para los invitados, alguien que dijera unas palabras, ropa elegante para Yahiko, ¿iba a haber música?, en algunas bodas las había, ¿con qué iba a entretener a los invitados?, ¡los anillos!, se le habían olvidado por completo, los rosarios…
Con un suspiro desalentado Kaoru se llevó ambas manos al rostro, estaba sentada en el corredor externo del dojo y se sentía casi desdichada.
—Todavía faltan tres semanas. —Yahiko, por primera vez en días, la consoló—. Solo llama a la Comadreja.
—Pero… —Kaoru dudó, sabía que Misao era la clase de persona que iría corriendo al escuchar la simple mención de ayuda, pero retirar a la Okashira de sus deberes por su boda sonaba un tanto egoísta (así esa Okashira fuera una joven simplona y atontada).
—De todas maneras la ibas a invitar. —Yahiko se cruzó de brazos—. Solo dile que la necesitas antes. —A veces Kaoru se preguntaba que hubiera hecho sin Yahiko.
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Misao llegó en el tren de las cinco de la tarde, botas y hakama rosa, el cabello recogido en un moño alto que después había trenzado, Kaoru pensó al verla (aunque después se arrepintió por tener un pensamiento mezquino) que en lugar de 17 parecía tener trece años.
—¡Hola Kaoru! —Pero su felicidad al verla y sus ojos verdes chispeantes le provocaron soltar un suspiro de alivio, como si al fin su hermana hubiese llegado a pelear con ella lado a lado en aquel combate llamado boda—. Tengo mil de equipaje. —Misao trastabillo intentando cargar una pesada maleta con ambas manos—. ¡Las chicas me dieron muchísimas cosas para la ceremonia! —Antes de que pudiera seguir con su perorata una figura apareció tras ella y le retiró con habilidad la maleta de las manos, Kaoru y Yahiko no pudieron evitar abrir la boca, porque ahí se encontraba ni más ni menos que Aoshi Shinomori.
Kaoru tuvo el infantil deseo de taparse la cara con las manos, ¿cómo es que Misao había arrastrado a Aoshi hasta ahí para preparar una boda?, ¿es que era tonta?, ¿o era que él tenía que atender otros asuntos?, por favor que fuera lo último.
—¡Traje a Aoshi-sama para que ayude también! —Misao soltó con desparpajo lanzando todos los pensamientos de Kaoru a la basura.
—¿Ayudar a la boda? —Yahiko entrecerró los ojos, como preguntándose si podía usarlo y sacando cuentas de lo que podría o no hacer.
—Claro. —Misao bajó del tren entusiasta, sin esperarlo, siendo una pequeña egoísta sin siquiera notarlo—. Aoshi-sama es un experto en ceremonias y rituales. —Para ese entonces Kaoru no tenía ni idea de cómo disculparse con él, una cosa había sido pedirles ayuda cuando la situación con Enishi, pero la situación actual era una simple boda, nada que mereciera la presencia de un afamado y ocupado guerrero como él.
—Pero… —Con aprehensión Kaoru sujetó a Misao por la tela de su haori—. ¿Lo arrastraste aquí así, sin más?
—Sí. —Misao parpadeó, Aoshi acababa de bajar del tren, llevaba las manos ocupadas con maletas y bultos. Tan estoico y poco interesado en las personas a su alrededor como siempre.
—¿Y él dijo que sí?, ¿venir solo por la boda? —Kaoru estaba que estallaba de la vergüenza.
—Sí. —Misao la observó extrañada—. Le dije que iban a casarse y si podía venir conmigo para ayudar. —La joven giró la mirada hacia su tutor—. ¿Verdad? —Aoshi simplemente asintió con la cabeza como respuesta.
Kaoru se quedó un momento ahí parada, por mucho que pasara el tiempo dudaba mucho que algún día comprendiera a Aoshi Shinomori.
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Con eso de la boda Kaoru había descubierto que las listas eran importantes, esenciales y casi imprescindibles.
Kimono
Y por supuesto, no podía haber una boda sin kimono. Podía faltar todo, pero no el kimono de la novia.
—Así que escuchen bien. —Misao estaba parada en medio de la habitación, a su alrededor había metros, metros y metros de tela blanca, tanta que todo el piso estaba cubierto—. Cada quien se hará cargo de un patrón y al final los voy a juntar todos, ya corte la tela así que solo tienen que coser, no pueden equivocarse. —Estaba muy segura al decirlo pero para Kaoru todo aquello era una locura, Misao había dicho que si lo hacían todos juntos sin parar estaría listo en dos días, ¡pero si acababa de recibir un curso intensivo de costura apenas!, no estaba segura de hacerlo bien, ¡si hasta Yahiko hacía puntadas mejores que ella!
—No puedo creer que éste haciendo el kimono de la busu. —Yahiko fue el primero en empezar, renegando entre dientes.
—¡Vo-voy a hacer mi mejor esfuerzo! —Tsubame también había sido reclutada, quizás quien más experiencia tenía pues solía hacerle muñecas a las niñas.
—Siento que esto va a salir muy mal. —Pero no tenía suficiente dinero y Misao ya había comprado la tela y mal que bien sería a la medida así que no pudo hacer otra cosa que tomar aire e iniciar. Misao por supuesto, era más rápida que todos los demás (había dicho algo acerca de trajes oniwabanshu y bordados, pero la verdad Kaoru había estado tan angustiada que apenas la había oído).
La mañana se les fue entre costuras, picarse con la aguja, quejarse, pensar que todo era un desastre y cambiar de posición porque se habían cansado. A media tarde Kenshin les llevó sandia, los observó con una sonrisa amable que parecía decir a las claras que los encontraba adorables y se marchó porque debía arreglar todavía la cerca.
Kaoru se preguntó con mortificación si arruinaba algo que él viera su kimono de bodas (peor aún, el kimono a medio hacer), pero apenas su mente se ocupaba en los estragos de un mal augurio cuando la voz de Misao la hizo girar a verla horrorizada.
—¡Oh Aoshi-sama!, —la joven se puso de pie en un salto, como siempre que veía a su amado y su corazón se llenaba de regocijo—, ¿quiere ayudarnos con el kimono? —Kaoru quiso sacudirla, los kimonos y todo lo que eso conllevaba era cosa de mujeres, si Yahiko estaba ahí era porque no tenía otra opción (y porque aun podía pasar por un niño y no por un hombre), pero pedirle ayuda a Aoshi, ¡oh por Dios!
—Usted puede ayudar con esta parte. —Y Misao parecía no leer el ambiente—. ¡Terminaremos más rápido! —Para su desconcierto Aoshi caminó hasta estar junto a ellos y se sentó, Misao le pasó los utensilios que necesitaba y él inició el trabajo, sin palabras, con una rapidez sorprendente y una habilidad que superaba a la de todos ellos, sus manos moviéndose con una agilidad innata, dedos largos que plisaban la tela y volvían aquello de cierta manera hermoso.
—No hay nada que Aoshi-sama no pueda hacer. —Misao presumió inflando el pecho, Kaoru quería darle un buen golpe, a ser sincera.
Pero no la golpeo.
Y cuando lo que cosieron fue el traje de Kenshin fue peor, Aoshi se volvió parte del equipo de costura, todo alrededor era silencio, los únicos que hablaban sin parar eran Misao y Yahiko, la primera elogiando las habilidades de Aoshi, hablando del clima, de política, de las flores y de lo feliz que estaba por ella.
Yahiko se quejaba, se quejaba y se quejaba, lo hacía por todos los presentes.
El segundo día de costura Kenshin les sirvió a cada quien de comer en un pocillo y se dejó tomar las medidas con muy buen humor, dio las gracias a Aoshi y halago que fuera un hombre que pudiera hacer tantas cosas. El antiguo okashira contestó secamente que en ocasiones tenía que fabricar sus propios camuflajes.
Tsubame se encargó del bordado y pronto aquello se volvió hermoso, más de lo que Kaoru había soñado. Le hubiera gustado abrazar su bonito kimono (en el que había tenido tan pocas esperanzas) y llorar de agradecimiento, pero la presencia de Aoshi ahí no se lo permitió. Solo le salió un "gracias" ronco que rebotó torpemente por las paredes cuando por fin terminaron.
—De nada. —Misao se chupó el dedo pulgar que sangraba por una puntada mal dada y luego le sonrió, encantada de ser de ayuda. Kaoru dirigió torpemente la mirada a Aoshi, preguntándose si sería capaz de agradecerle personalmente en forma, pero Aoshi ya se había dado la vuelta y sin esperar nada se había marchado.
Recuerdos
Los recuerdos para los invitados eran algo importante, una muestra de que les agradecías asistir a bendecir tu unión, debía tener significado.
—Kenshin, ¿no se te ocurre nada?
—Lo que decida Kaoru-dono estará bien. —Kaoru quería gritarle que no, que lo que decidiera no estaría bien, que tenía un pésimo gusto, que aquello lo tenían que elegir los dos. Pero Kenshin se levantaba temprano para hacer el almuerzo para todos, iba de compras, limpiaba la casa, preparaba la comida, se aseguraba de que todos tuvieran ropa limpia, arreglaba el techo, lijaba los postes para que ningún invitado se enterrara una astilla.
¿Podía realmente reclamarle a Kenshin su falta de interés en los recuerdos o la boda en general?, ¿no estaba él haciendo cosas esenciales también?, ¿pero entonces por qué se sentía tan sola en aquello?
—Deberían dar espadas. —Yahiko tirado en el suelo daba sus opiniones sin importarle si eran viables o no—. Los dos usan espadas.
—No sé si dar espadas le dé buena suerte a un matrimonio. —Y Misao también empezaba a divagar—. ¿No suena algo así como un poco yakuza?
—Tiene que significar algo, eso significaría algo. —Yahiko rodó los ojos.
—¿No debería ser algo más amoroso? —Misao ladeó la cabeza para ver a Kaoru de cabeza, se encontraba tirada en el suelo cerca de la jardinera—. ¿Debe representar amor, no?
—Creo… —Kaoru no estaba muy segura, la única boda a la que había asistido había sido cuando era niña, ni siquiera recordaba que les habían dado para conmemorar su asistencia.
—Dos espadas entonces. —Yahiko extendió los brazos, harto con todo aquello—. Unidas hasta la muerte.
—Eso no suena tan mal. —Misao parpadeó—. ¿Qué te parece a ti Kaoru?
—No sé… —Y era verdad, para ella una espada protegía la vida, pero para Kenshin… ¿Qué pensaría de aquello Kenshin?, ¿serían sus recuerdos grises y atormentados?, ¿sería para él un momento de tristeza?, ¿o acaso eso significaría que su matrimonio se enfrentaría para siempre a los fantasmas del pasado?
—¿Qué dice Kenshin? —Yahiko giró la cabeza para verla, Kaoru quiso decirle que Kenshin no decía nada, que aquello de la boda no le interesaba para nada, pero en el último momento supo que aquello era triste para ella, que eso le dolía más de lo que quería admitir.
—Él dice que yo puedo elegir. —No era una mentira a fin de cuentas.
—Pareciera que no sabe de tu mal gusto. —Yahiko bufo, porque para él Kenshin era su héroe y no alcanzaría a comprender que aquello representaba un problema para su relación.
—Pues elige. —Y Misao también era tan densa, sin entender entre líneas que aquella neutralidad de Kenshin dolía hondo—. Si él dice que elijas elige lo que quieras. Puedes dar un pastel de arroz si quieres.
—Una hoja de cerezo.
—Un pescado cocinado por ti.
—Una tarántula. —Serían un par de insensibles.
—Para empezar no me gustaría dar algo inadecuado… —Kaoru quedó en silencio cuando notó con turbación que sabía quién sería el apropiado para decirle si algo era inadecuado o no, después de todo el antiguo okashira era un experto en ceremonias, ¿pero cómo preguntárselo?, todo lo que conllevara relacionarse con Aoshi le resultaba difícil, aunque después de lo del kimono era obvio que aquel hombre haría casi cualquier cosa que Misao le pidiera.
—¿Busu? —Yahiko la miró con sospecha al notar que tensaba los puños.
—¡Misao! —No era el momento de ser tímida, se trataba de su boda ni más ni menos—. Podrías… ¿puedes preguntarle a Aoshi-san que le parece a él apropiado?, puedes decirle su idea de las espadas.
—¡Y las tarántulas! —Yahiko se paró de un salto.
—Las tarántulas no. —Kaoru sentía que le martillaba la cabeza—. Solo, si te da su opinión de lo demás…
—¡Claro! —La joven okashira se paró de un salto—. ¡Déjamelo a mí! —Sin más se largó corriendo. En lo que esperaban Yahiko y Kaoru se entretuvieron en llenar las invitaciones con el nombre de los asistentes, ambos esforzándose lo más que podían en hacer una letra elegante y luego colgándolas de un cordón para que secaran adecuadamente. Su caligrafía no era la mejor, pero no podían contratar a un maestro caligrafista para eso y Misao les había dicho, encogiéndose de hombros, que su letra era fea.
De Kenshin ni hablar, Sanosuke solía decir que su letra parecía unas letras de araña, completamente incomprensible, casi como escribiría un niño pequeño. Si en los demás no la había ayudado porque no quería hacerlo con lo de las invitaciones sí que tenía una buena excusa.
Al momento de pensar aquello Kaoru dejo caer el pincel, sintiéndose angustiada, culpable y muy desdichada.
—¡Busu!, ¿qué diablos haces? —Yahiko la regaño con bríos—. ¡No puedes echar a perder las invitaciones!, ¿sabes lo que nos costaron? —Parecía que el niño quería darle un buen golpe en la cabeza, después de todo había sido Yahiko quien la había acompañado por medio Tokio buscando, siempre buscando el precio más accesible, lo más útil, lo que podrían hacer funcionar con sus ingresos.
Kaoru estaba segura que Kenshin ni siquiera sabía cómo eran las invitaciones.
—¿Qué pasa? —La voz de Yahiko cambió, inquieto y perplejo—. ¿Por qué quieres llorar? —Y hasta que él lo dijo no había notado que tenía los ojos llenos de lágrimas—. Solo fue una invitación, no es para tanto, solo se echó a perder una. —Y quería decirle que no eran las invitaciones, que no era el pincel, que no era nada de eso, que era Kenshin, siempre Kenshin.
—¡Miren! —Pero su melancolía fue interrumpida por Misao quien entró dando una vuelta teatral en una sola pierna para después mostrarles muy ufana un trazo—. Lo diseño Aoshi-sama. —Había ahí dos espadas entrecruzadas, el hilo rojo del destino que los unía y un Dios zorro bendiciendo su unión.
—¡Wow! —Yahiko sujetó el papel—. Es perfecto.
—Aoshi-sama dijo que los recuerdos también deben contar con la bendición de los dioses, dijo que las espadas estaban bien, que los representaban, y el hilo rojo del destino los unía. —Misao suspiró—. Dijo más cosas, pero la verdad las olvide porque nunca lo había visto dibujar y estaba muy entusiasmada.
—Enamorada demente. —Yahiko gruñó.
—¡¿Qué dijiste?! —Enseguida los dos se entrelazaron en una pelea por el suelo con arañones de pelo y mordidas, el papel con el trazo tirado en el suelo. Kaoru lo recogió y lo observó, ciertamente era hermoso y estaba segura de que un amigo de Sanosuke podía recrearlo en madera a un precio accesible. Se preguntaba si a Kenshin le gustaría…
"Lo que decida Kaoru-dono estará bien".
Recordó sus palabras, su sonrisa amable, la mirada que giraba a ver la olla que estaba por derramarse, su completa y total falta de interés. El papel se arrugó en su mano. Se preguntó si algo de aquella boda le interesaba a Kenshin, si es que no estaba jugando a casarse con su novio ficticio.
Una semana
La gente, sobre todo las mujeres, le habían dicho a Kaoru que conforme la boda se acercaba los nervios eran algo de temer. Que aquello podía lograr que una novia llorara sin control o entrara en una crisis de ansiedad.
Así que sentirse triste debía ser también parte de eso.
Es decir, no tenía razones para estar triste, iba a casarse con Kenshin y él parecía estar conforme con eso. Cada cierto tiempo iba gente a felicitarlo y Kenshin siempre sonreía y decía que estaba esperando que llegara el día. Siempre era amable y cortes. Cuando algún malicioso quería hacer un comentario malévolo de su comida o del hecho que daba clases de kendo Kenshin siempre la defendía con caballerosidad y buen humor.
Si alguien veía el escenario por fuera parecían una perfecta pareja, trabajando lado a lado para su gran día. Pero aquello no era así. Kenshin era y seguía siendo Kenshin, el mismo que la llamaba Kaoru-dono, el que mantenía la distancia y la trataba con cordial deferencia.
Ella no parecía en ningún sentido ser su futura esposa.
Y fingir, Kaoru sentía que todos esos días había tenido que fingir una fortaleza que no tenía mientras a su alrededor todo era ruido y preparativos.
—Una semana para que tu vida se vuelva horrible Kenshin. —Yahiko llevaba la cuenta regresiva y Kenshin siempre se reía cuando se lo recordaba. Kaoru pensaba, a veces se preguntaba si ella haría horrible la vida de Kenshin.
Quizás por eso cada vez preguntaba menos sus opiniones acerca de nada, quizás por eso retrasaba las compras importantes hasta el último momento.
—Kenshin, —pero había cosas que no podía retrasar más—, ¿quieres elegir los rosarios conmigo?, —al final la había vencido la timidez—, son importantes…
—Oh. —Los ojos violetas de él habían refulgido, tan brillantes y profundos—. Hoy tengo algo que hacer Kaoru-dono, quizás podría acompañarla Yahiko.
—¿Y mañana? —Se sintió tonta, como si tuviera que mendigar por su amor y atención.
—Pero dijo que era importante. —Kenshin parpadeó y ella no supo, con lo intuitivo que era siempre él, no entendió porque la hacía a un lado de aquella manera.
—Tienes razón, iré. —Notó que su voz se había endurecido por el orgullo herido, por el amor lastimado y la desilusión.
—¿Kaoru-dono?
—Le preguntare a Yahiko. —Al final se recompuso, de alguna manera y con el corazón latiendo dolorosamente contra las costillas.
—¿Segura? —Y quiso ver en sus ojos si comprendía su dolor o solo era un rasgo de la caballerosidad que entregaba indistintamente a todos.
—Sí. —Pero como siempre no pudo ver nada, como si aquellos ojos le bloquearan la entrada a la profundidad de su persona—. No hay problema Kenshin. —Y se preguntó qué tan adentro de sí mismo se encontraba él, que tan profundo para que por más que lo intentara no alcanzara a sujetarlo.
—Parece que va a llover. —Kenshin giró a ver el cielo—. No olviden llevar paraguas.
—Sí. —Pero a pesar de haber dicho aquello no llevo el paraguas, tampoco preguntó a Yahiko si podía acompañarla, el niño se encontraba en esos momentos con Misao, ambos juntando hojas de cerezo porque querían hacer quien sabe qué que les cayera encima cuando los casaran.
Misao y Yahiko a pesar de lo cabezotas que eran… sus ojos se humedecieron, tenía buenos amigos, amigos en los que apoyarse, amigos que no la dejarían caer, pero Kenshin… ¿no se suponía que Kenshin debía ser su pilar y fortaleza?
Si Misao le hubiera dicho a Aoshi que la acompañara por unos rosarios hubiera ido sin rechistar, sin preguntar ni cuestionar. Aoshi no daba una sola muestra de sentir amor por Misao y sin embargo cuando su protegida pedía algo para él era como si hubiese dado una orden.
"Aoshi-sama, no quiero que Himura muera"
Kaoru la recordaba de aquel día, cuando llorando se había dirigido a Aoshi en aquella isla de Enishi. "No quiero que Himura muera" significaba que Aoshi iba a poner su vida en peligro para cumplir aquel deseo.
Para Aoshi parecía simplemente que los deseos de Misao eran órdenes.
Si Kenshin alguna vez…
Sus deseos no eran extravagantes como los pedidos de Misao, ella quería cosas más bien pequeñas, que la acompañara a comprar los rosarios que ambos usarían el día de su boda, los rosarios que significarían su unión para toda la vida, que le dijera que quería casarse con ella, que le dijera que la quería… si tan solo la quisiera…
Sus compras no fueron a bien, los rosarios no le dijeron nada así que compro uno blanco porque le pareció que no podía equivocarse con aquello, fue hasta después, cuando regresaba al dojo mojándose bajo la lluvia, que recordó a Tomoe, bello ciruelo blanco al anochecer.
No pudo evitarlo, las lágrimas corrieron por su rostro y tuvo que apretar los dientes para no sollozar. Sintió que la visión se le ponía borrosa y que el rosario dentro de la bolsa era como una maldición, quiso arrojarlo lejos, quiso abrazarlo contra ella y llorar, quiso hacerse una bola pequeñita en algún sitio seguro y cálido, un sitio donde alguien la amara.
—Kaoru. —Quizás por eso fue una sorpresa verse de pronto envuelta por un par de brazos—. ¿Estás bien? —Los brazos de Misao eran delgados, su cuerpo pequeño, pero se sintió protegida por ella.
—¿Por qué diablos te fuiste sin paraguas? —Yahiko estaba ahí, cubriéndola con un paraguas y luciendo preocupado y disgustado a partes iguales.
—Lo olvide. —Aunque estaba hipando y cualquiera, incluso ellos, podía notar que estaba llorando sin control, pese a lo muy fuerte que golpeaba la lluvia.
—Vamos al dojo. —Misao le acomodó un mechón de cabello tras la oreja—. ¿Sí?
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Le había pegado un resfriado y a pesar de que Misao le había hecho un brebaje asqueroso diciendo que en tres días estaría perfectamente Kaoru lo dudaba en serio.
Kenshin, por supuesto, había pasado por ahí, preguntándole si estaba bien, si necesitaba algo y poniéndose a su disposición para lo que necesitase.
Solicito pero no amoroso. Preocupado pero no angustiado. Atento pero sin consentirla.
A Kaoru le pareció que su presencia le robaba el aire y le producía dolor en el estómago, en cuanto se fue se giró a Misao quien había estado ahí, sin notar el ambiente, haciendo arreglos al hakama de Yahiko.
—Misao, ¿por qué te consiente tanto Aoshi-san?
—¿Tú crees? —Lo extraño es que ella no se hubiera dado cuenta—. Quizás se siente culpable. —Y aquella respuesta tan madura y horrible no parecía haber surgido de ella—. O a lo mejor me ama en secreto. —Misao se tiró al piso a fantasear como colegiala. No se podía ser serio con ella.
—A mí a veces, —Kaoru pasó saliva—, me gustaría que Kenshin hiciera algo así por mí.
—¿Algo así? —Misao la observó, en sus ojos cierto aire de perplejidad—. ¿Estas envidiándome?
—Un poco… —Las mejillas de la joven kendoka se colorearon.
—Himura es tan tonto, eh. —La joven okashira ladeó la cabeza, ojos verdes que estaban llenos de vida—. ¿Quieres verme en el pozo a media noche?, te voy a contar un secreto, pero no puedes hacer ruido.
…
….
…
..
.
Kaoru nunca había sido muy buena en la oscuridad, para su fortuna Misao la guio, donde pisar, como respirar y como acurrucarse junto a los setos sin hacer ruido. Esperaron ahí, porque Misao le había dicho que él no las notaría si llegaban primero.
En la oscuridad de aquella noche sin luna apenas distinguía el contorno en medio de las sombras, pero percibió que el primero en llegar fue Aoshi. El joven ninja las descubrió al instante, girando la mirada hacia ellas y por primera vez desde que Kaoru lo conocía soltando una especie de suspiro.
—¿Qué haces Misao?
—Estoy salvando un matrimonio Aoshi-sama. —Así que la dejo estar, sin hacer más preguntas. Poco después llego Kenshin, él no las notó, lucía inquieto, Kaoru notó con desazón que apretaba y extendía los dedos de las manos como preparándose para alguna batalla.
—¿Lo tienes? —Aoshi preguntó.
—Kaoru-dono. —Por un momento de horror Kaoru pensó que la había descubierto—. El día de hoy estoy aquí para jurar por los dioses antiguos y nuevos, por la eternidad y el sol que nunca dejara de brillar que deseo que seas mi esposa. —El pelirrojo respiró hondo—. No soy el hombre que te mereces, estoy roto en tantas formas. —Su voz tambaleo, Kaoru nunca había escuchado su voz tambalear—. Pero a pesar de que el mundo me atrapa, a pesar de que todos los días siento que la vida me golpea… Kaoru-dono, tus ojos azules en la mañana son más cálidos para mí que cualquier cielo y cuando sonríes lo poco de corazón que no se llevó la guerra es todo tuyo. Kaoru-dono, no te merezco y sé que debería hacerme a un lado y dejar que seas feliz con alguien digno, alguien honorable que pueda mirar la misma belleza en los arboles de cerezo que ves tú… Pero te amo y si tú me amas a mí… —La emoción le partió la voz—. Voy a vivir para amarte todos los días de mi vida. —Hubo un breve silencio y luego Kenshin giró hacia Aoshi—. ¿Así suena mejor?
—Un poco críptico la parte de los cerezos, pero ella lo entenderá.
—¿Lo cambio?
—No.
—¿Debería alargarlo más?
—Tiene el tiempo justo.
—¿Crees que le gustara?
—Solo una cosa más. —Aoshi habló con la parquedad de siempre—. En cuanto a lo que ella desea… —Kaoru quiso fulminar a Misao ahí mismo, ¡por kami!, ¿como es que podía irse de la lengua con Aoshi con esas cosas?.
—¿Sus deseos?, —distraído Kenshin buscó en la bolsa de su hakama—, ya conseguí la comida, la música y los anillos serán una sorpresa. —Kenshin se río bajito—. Incluso para mí porque los traerá mi maestro.
—Los deseos de las mujeres son muchos y variados. —Aoshi lo interrumpió—. Hay deseos importantes y muchos que no lo son, los importantes a veces son pequeños, a veces engorrosos, a veces lucen insignificantes, pero debes saber diferenciar un deseo importante de uno que no lo es, porque Himura, los deseos importantes…
—Los deseos importantes son órdenes. —Kenshin desenvolvió con cuidado un papel. Ahí dentro estaba una invitación, escrita con patas de araña, para el señor y la señora Kamiya—. Mañana iré a entregarlo. —Porque Kenshin era y siempre había sido de los que amaban en silencio y cumplían deseos en el anonimato.
—¡Oh Kenshin, me gustaría que mis padres pudieran verme!
Y ahí, en medio de la oscuridad supo que aquel hombre cumpliría cabalmente todos y cada uno de sus deseos. Los más importantes, los que más anhelaba, los que llenaban su corazón y de vez en cuando alguno tonto también.
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Notas de Okashira Janet: ¡Hace tanto que no me pasaba por aquí!, pero después de verme las tres películas live action de Kenshin me entró la furia RuroKen de nuevo. Por supuesto aunque adore al Kenshin del live action comprimir la saga de Shishio en dos películas era imposible así que falta mucha trama y a Kaoru le tocó hacer papel de damisela en peligro (otra vez).
En cuanto a este fanfic lo encontré hoy en la computadora y cuando me estaba picando pues que ahí lo tenía abandonado, ¿cómo qué esta cosa no tiene final?, pues se lo hacemos. Fue súper divertido, como si hubiera terminado el fanfic de otra persona, no lo recordaba para nada.
Un par de aclaraciones, la frase "Aoshi-sama no quiero que Himura muera" la dice Misao en el manga y prácticamente de esa escena surgió este fanfic, porque a pesar de lo parco que es Aoshi comprende al instante la orden y avanza para cumplirla. En cuanto a los votos de Kenshin, la parte de los cerezos hace referencia a que cuando Kenshin ve los pétalos de cerezo caer le recuerda la sangre derramada en Kyoto y no una escena hermosa como el resto de las personas.
Este oneshot es puro romance, me sentí rara sin meter batallas o algo por el estilo, pero espero que aunque sea un poco la hayan pasado bien.
13 de Abril del 2020 Lunes.