¿Por qué siempre tenía que ser de noche?

¿Por qué siempre debía hacer frio?

Ya no importaba realmente.

No por cómo iban las cosas.

Al menos todo terminó ya de una vez por todas.

Cerró sus ojos mientras que la vista de la guerra era evadida, cientos de cuerpos, sino miles, nadie tuvo noción del final de todo, al menos, cada Noé junto con el conde se habían ido para no volver, una pena al final.

Dado que Allen Walker al igual que cada maldito exorcista estaba muerto.

Bueno, todos, menos él y ella.

Pero no había mucho sentido a la espera de que él viviera por mucho tiempo más, no cuando alcanzó hasta la última gota de lo que su cuerpo podía dar.

Cayó de rodillas, bueno, sus rodillas cayeron mientras que se quedaba mirando el cielo nocturno, hacia frio, como siempre, al menos, al final, supo quién era esa persona, pero.

No era algo lo cual había seguido buscando de todos modos, no cuando, todo lo que encontró, fue otro tesoro, uno menos brillante, pero, de igual manera uno precioso.

Cuando el catorceavo renació y todo terminó para empezar, Allen Walker quedó dividido, era raro, pero no importaba, no al menos para los superiores, siendo que explotaron del catorceavo hasta la última gota en la guerra.

Guerra, curioso, como de todas las cosas, habían sido divididos los exorcistas en actuar de dúos.

Su dúo, por casi dos años, aquella mujer torpe, que no podía pararse sola por más de cinco minutos sin tener que cargarla para evitar que se lastimara.

Curioso, como la vio, las sonrisas torpes que daba.

Las preguntas constantes insignificantes.

Las risas nerviosas.

Las disculpas excesivas, pero todo aquello no era más que una historia lejana ahora.

Ahora que todo terminaba.

― ¿Por qué precisamente esa mujer? ―él pudo ver, como ante su actitud la mujer bajaba la cabeza con miedo y resignación, apretando las manos en forma de pesar, la mujer se limitó a mirar hacia abajo avergonzada de sí misma.

― Eres un general, ustedes no necesitan ir en dúo, lo sé, pero, ella necesita protección extra y lo sabes, tienen una historia de trabajos ya hechos, no hay drama con ella, después de todo, no hay mejor guarda espaldas que tú ―Allí estaba, el Komui serio, el hombre lo odiaba, lo odiaba con todo su ser.

― Kanda-kun…―Aquella dulce voz, casi demasiado melodiosa, nombró al hombre que la miraba con desprecio, aquella mujer que solo miraba el suelo, apretó con más fuerzas sus manos mientras que dio un gran suspiro. ― Realmente no quiero molestarte, por lo cual, no tengo problemas en esperar a otro compañero o ser desplegada en solitario como algunos que no son compatibles con otros ―la sonrisa de la mujer, era forzada, pero, al momento en que Kanda lo vio, la sonrisa de Miranda rogando que no se enojase con ella.

No era una sonrisa que pidiese mucho.

Solo.

Decía una palabra.

Cuídame.

Eso era todo, lo que realmente podía sacar de la mujer de cabello castaño oscuro alborotado, la cola de caballo de la mujer se mecía por su hombro con delicadeza mientras que relajó de apoco a poco sus facciones.

― Pero si decides aceptarme, por favor, cuídame ―la voz junto con la sonrisa de Miranda hicieron que Kanda se quedase en su lugar mientras que casi dio un paso hacia atrás por la acción de la mujer.

Ella no había dicho nada raro, no le había propuesto nada raro, pero de igual manera, todo aquello, cada pequeña cosa, le rogaba a Kanda.

Que aceptara.

― Ne, Kanda-kun ¿Ya puedo caminar por mi cuenta? ―la voz de mirando fue calmada mientras que era cargada en brazos por el espadachín mientras que este bajaba su velocidad.

No hubo gruñidos, no hubo molestias de parte de Kanda, solo un simple asentimiento tranquilo mientras que dejaba que los pies de la mujer toquen el suelo con delicadeza.

Un año.

Llevaba un año viajando por el mundo con la mujer.

― Gracias Yu-kun ―la sonrisa de Miranda no bajó en ningún momento a pesar de que Kanda siempre le reprochaba que le llamase así, pero.

Solo por ser ella, ahora podía hacer una acepción.

― Sabes, no siempre es adecuado comer soba, te va a hacer mal, necesitas equilibrar tu dieta ―Kanda rodó los ojos mientras que posaba sus ojos en la mujer sonriente que se sentó a su lado.

― Sabes mejor que nadie que algo como esto no me puede matar, no seas tonta mujer ―Miranda hizo un puchero ante las palabras de Kanda, más en vez de eso, puso un plato de ensalada frente a Kanda.

― Vas a comer eso ―Kanda entrecerró los ojos.

― Realmente echo de menos cuando me preguntabas si podías hablar y hacías todo lo que te decía ―Kanda murmuró por lo bajo mientras que pudo ver como todos en la sala del comedor de la orden lo veían con diversión.

Los nuevos exorcistas recién reclutados y los de antes lo veían.

El gran y poderoso general Kanda, aquel que era temido por todos, siendo instigado por la mujer que siempre estaba a su lado a comer algo como una ensalada y cuidar su dieta.

¿Acaso esa mujer no sabía que tenía una imagen que mantener?

Contra todo pronóstico, Miranda se acercó al lado de Kanda mientras que le susurraba algo en el oído.

― Sabes que siempre escucho todo lo que dices a la noche ―la mujer tenía un tinte rosa, pero con una sonrisa hermosa en el rostro.

Kanda, bajo la mirada, no podía dejar que nadie más lo vea, mucho menos ese bastardo de Allen y el catorceavo.

Podría escuchar a Allen discutir consigo mismo, solo para que, si era burlarse del espadachín, fuera el código entre ambos habitantes del cuerpo, para ponerse de acuerdo y que saliesen las voces al unisonó en burla.

― Lo que sea ―la respuesta de Kanda fue corta mientras que se dedicó a comer su comida.

Miranda Loto, la mujer que podía no solo controlar el tiempo, sino al indomable general Kanda.

Miranda se recostó en el hombro del hombre mientras que daba un suspiro de alivio.

― ¿Ya sabes que hacer que cuando todo esto termine? ―la pregunta de Miranda hizo que Kanda se quedase quieto de su comida para mirar a la mujer.

― No seas molesta mujer, ya te lo dije ¿No? ―Kanda comenzó.

― Nos iremos juntos ―

Irse juntos, en un pequeño pueblo, compartir de cosas cotidianas.

Simpático.

¿Qué pasaba por la cabeza del espadachín en ese momento? Al menos era eso lo que se preguntó Kanda mismo.

Levantó su mano en su frente.

Ya era tiempo.

Iría con Alma, al menos Miranda estaba viva.

La mujer estaba frente suyo, sonriendo.

Kanda sonrió, el mismo le pidió que si muriera no llorase, no lo iba a soportar, el ver como aquella mujer lloraba.

Pero lo que no espero es aquella risa encantadora salir de sus labios.

― ¿Estas disfrutando de mi muerte? ―si hubiera sido la Miranda de hace dos años, estaría en un mar de lágrimas.

Pero ahora, aquella mujer no era la misma, más endurecida, pero igual de amable.

Alguien que se merecía vivir.

Un piano.

Fue audible en algún lugar.

Kanda miró por todos lados.

No era Walker.

No era su melodía.

― Tu no vas a morir ―Kanda arqueó una ceja a la mujer mientras que vio la inocencia de la mujer resplandecer.

Dos palabras lo dejaron helado en su lugar.

Punto.

Critico.

Un reloj negro, con manecillas blancas apareció detrás de Miranda.

― El tiempo, un maravilloso concepto, amaba el tiempo en que me abrazabas, el tiempo que me decías que mejore, el tiempo que pasamos juntos, el tiempo que siempre me acurrucabas, el tiempo que nunca discutíamos por nuestra compatibilidad, el tiempo que me decías que me amabas ―La voz de Miranda era casi fantasiosa.

El reloj marcaba el tiempo real del mundo.

― El tiempo es cruel, realmente cruel, pero, siempre amé el tiempo, más cuando ese tiempo era contigo, a pesar de mi resbalo en muchas cosas, de entrar a tu habitación, de mis tropiezos, de que siempre tuvieras que cargarme, siempre amé…―

― El tiempo que cuidaste de mi ―

Los ojos de Kanda se abrieron cuando su cuerpo fue de vuelto en una pieza, su traje restaurado.

― El tiempo en tu cuidado es lo que más amé, por lo cual…―la cicatriz, no, el tatuaje del pecho de Kanda, regreso a su estado original.

Los ojos de Kanda se abrieron ¿Aquel era el poder de Mirando después del punto crítico?

Entonces.

¿Por qué sonaba a una despedida?

― Are, Yu-kun, no te puedo ver ―el reloj en la espalda de la mujer dejó de girar para dar marcha atrás después de cientos de vueltas o miles, todo eso hasta que se fragmentó y rompió.

Kanda alzó su cabeza, vio sus manos, pies, todo en orden, su ropa se restauró.

Se puso de pie rápidamente mientras que llegaba hasta Miranda para abrazarla, algo no le gustaba.

El abrazo fue correspondido al instante.

― Ah, Yu-kun, estas aquí ―una suave risa, aquella risa suave de la mujer salió mientras que Kanda no entendió nada.

― El tiempo, tu tiempo, sigue ―Miranda dejó caer su cabeza en el pecho del hombre.

Alzando una mano para ponerla sobre los mechones de la frente de Miranda Kanda vio la sonrisa perpetua en el rostro de miranda.

Miranda alzó una mano para tomar la de Kanda.

― Ah, estas cálido, como siempre, esta noche ¿Quieres que te haga lo mismo? Yu-kun, sí que eres un pervertido ―una suave risa sonó de la mujer.

Kanda se quedó callado, no había dicho nada.

― Loto…―Kanda habló mientras que vio a la mujer.

― Yu-kun, nunca lo dijiste, ya veo, supongo, que no tuve el tiempo suficiente ―la mano que subió para entrelazarse con la Kanda, estalló en polvo.

Los ojos de Kanda se abrieron mientras que su boca se abrió de igual manera por la sorpresa.

― Tiempo, siempre es el tiempo, nunca pude estar todo el tiempo para satisfacerte, es vergonzoso ―el pelo ahora de Miranda, empezó a tornarse polvo.

― ¿Qué? ―fue débil, aquella fue la única reacción de Kanda cuando vio aquello.

― Nunca llegué a escucharte decir mi nombre…―lagrimas por fin cayeron de la cara de Miranda.

El trato era, que ella no iba a llorar la muerte de Yu.

No su propia muerte.

― Iba a ser una pésima esposa, si nunca me llamaste por mi nombre, al menos si tuviera…más tiempo, seguro que…―polvo.

No hubo más tiempo.

Lo que en algún momento fue la mujer que Kanda protegió con todo, ahora era polvo que el viento empezaba a llevar.

Un anillo cayó al suelo mientras que el traje de exorcista se deslizaba de entre sus manos por no tener más que polvo dentro.

El viento sopló.

Kanda miró horrorizado, junto con sus manos el polvo tan rápido como pudo, las pequeñas motas que estaban volando, las trajo junto al montón.

Lo que no entendió, era porque había motas de polvo más grande, no lo entendía, parecía que se estuviera mojando.

Raro, no estaba lloviendo.

Oh.

Su vida.

Su rostro.

Estaba goteando.

Raro.

Él dijo que no iba a llorar.

― Miranda…―Susurró Kanda.

Era cierto.

Kanda nunca quiso ser tomado por el tipo dulce, a pesar de que la mujer siempre le decía que lo era, el intentó aquello, por lo cual, siempre la llamó Loto.

Loto.

― ¡Miranda! ―estaba vez fue un grito, intentando llamar al mundo de cero que volvió a la creación.

Si sabía que esto iba a ser así.

Busco el anillo de la mujer.

El anillo de compromiso.

El anillo que él le dio.

Kanda se quedo mirando el polvo.

No había nada más que eso de Miranda Loto.

Si sabía que ella iba a darlo todo por él.

Nunca se hubiera sobre explotado en un principio.

Entonces.

¿Por qué?

Kanda golpeó el traje junto con el polvo.

¿Por qué no la llamó al menos una sola vez por su nombre? Ella se merecía vivir, si sabía que esto iba a terminar así.

No hubiera.

Desperdiciado su tiempo.

Estoy pensando hacer un crossover de esta pareja como principal, pero ni idea en que mundo lanzarlos, tengo todo en mente, pero bue.

¿Quieren una historia de azúcar y colores de Kanda y Miranda? Apoyen con los comentarios.

Ah, realmente no sabría qué decir, no sé si hice muy OOC, los personajes, creó que hice lo justo, como sea.

Rey de picas fuera.