The Holders. [1]
00. Introducción.
En cualquier ciudad, en cualquier pueblo, hay una institución mental o una casa a medio camino donde puedes intentar ir por un objeto. Había 2538 de ellos, pero 2000 se perdieron.
Los restantes 538 jamás deben unirse. Jamás.
Estás historias han sido recogidas de varias fuentes, muchas de las cuales son cuestionables, pero todos tienen una trama similar; ellas cuentan la historia de un número de objetos, los cuales, cuando se ponen juntos, traerán horribles consecuencias.
La veracidad de estas historias está siempre en cuestión; así es como estaba pensado ser. Nadie sabe si esos objetos son reales, o si de hecho hay un número fijo de objetos que existen en el mundo que anhelan una reunión con los suyos. La especulación corre desenfrenada; parte de lo que hace a las historias de The Holders tan incitante es la posibilidad de cualquier persona de ir a una institución mental, preguntar por visitar a un Holder, y estar forzado a someterse a una prueba de fuerza para conseguir un objeto.
Algunos de los Holders han posteado sus propias historias, añadiéndole misterio a una tétrica y enervadora serie. Los Holders por sí mismos han saltado a los campos del reino y sabiduría de tiempos inmemorables, y los objetos están inquietos por su reunión.
Los objetos, aunque poderosos y temibles, carecen la habilidad de unirse libremente por su propia voluntad, y por lo tanto se ven obligados a convocar la ayuda de ciertos individuos. Estas personas se convierten en Seekers [2]; con historias tan retorcidas y detestables, como las de los mismos objetos. Estos buscadores han salido por 3 razones principales: buscar Poder, buscar reunión o buscar separación. Sus metas son conocidas por mutarlos en villanos y monstruos, y sólo podemos esperar que uno con corazón justo prevalezca sobre estos seres.
Quizás haya una buena razón para que hayas llegado a este sitio, querido lector. Los objetos han de estar llamando.
¿Responderás la llamada?
—Son puras fanfarronadas—gruñó Romano, cruzado de brazos. Veneciano lo miró con confusión.
— ¡Es verdad!—gritó Inglaterra golpeando la mesa. Un brinco fue la respuesta de ambas Italias.
—F-Fratello~ ¿r-realmente no crees?—preguntó su hermano, temblando por la repentina mirada insistente del inglés.
Romano observó a Inglaterra, él se mostraba tranquilo, pero había algo que le inquietaba. Algo no estaba bien.
— ¿Hay Skeers? ¿Los hay?—preguntó hacía él. Inglaterra alzó sus ojos verdes de la taza de té. Romano dejó salir aire de su boca, los ojos de Inglaterra no mentían.
—No hay ninguno. Por eso vine con ustedes.
Veneciano apretó sus manos que se encontraban entrelazadas. Miró de reojo a su hermano, se mostraba serio, incluso cuando él sabía el miedo que el Inglaterra le causaba. Tenía un mal presentimiento al respecto.
— ¿A que te refieres?—preguntó Veneciano, Romano no desvió en ningún momento la mirada de Inglaterra. Tenía la misma mirada que cuando se enteraba que había un traidor en la mafia. Fría y analizadora.
—Los Skeers que necesito, son ustedes.
Veneciano dio un salto de sorpresa. —Ve~ ¿Cómo podemos ser nosotros? Acabamos de enterarnos de que existen.
—Largo de aquí, gilipollas. —exclamó con enojo Romano, sacando una Beretta 92F, apuntando directamente a la cabeza de Inglaterra.
Italia del Norte, chilló.
—Ve~ Tranquilízate fratello. Seguramente es una broma. ¿Verdad, Inglaterra?—el rubio se puso se pie, mirando directamente a Romano.
—Tú… ¿estás consiente de que…?
— ¡Vete a la mierda, dije!—un disparo paso rozando su mejilla, dejando una marca roja. Inglaterra gruñó pero no se movió.
—Italia—miró al castaño menor, quien temblaba en una esquina del sillón. — ¿Me crees?
—Si no sacas tu culo de mi casa ahora—la pistola se cargo de nuevo. —Tendremos una guerra.
Inglaterra abrió los ojos con sorpresa, Veneciano hizo lo mismo. —Fratello~ para, para.
—Solo una vez. —dijo Inglaterra. —En cualquier ciudad, en cualquier país, ve a cualquier institución mental…
— ¡Cierra tú puta boca!—cuando Romano iba a disparar, su hermano lo detuvo, dándole un manotazo para que soltara el arma.
—…o centro de reinserción social donde puedas ir por ti mismo. Cuando llegues al escritorio principal, pregunta por visitar aquel que se hace llamar The Holder of the End.
Italia del Sur se puso delante de su hermano. El arma apuntando de nuevo directamente a Inglaterra.
Él sonrió. —Sabes que no se puedes deshacer lo hecho, Romano.
—Ve~ ¿Fratello?
Inglaterra avanzó a la puerta y la cerro tras de sí.
—.—.—.—.—
La lluvia caía sobre el mar. El menor de las Italias cubriéndose con un paraguas de un color amarillo chillante y botas del mismo tono, dandole el aspecto inocente que tanto lo caracterizaba. Las gotas de agua se fundían directamente con el agua del mismo mar.
—Ya está listo, señor—uno de los nativos de Venecia llego hasta él. Ofreciéndole amablemente un bote, en sus manos traía dos remos. —Déjeme decirle que si lo descubren, estará en graves problemas con los guardias. Por favor no delate que yo lo he traído hasta aquí.
Italia de Norte sonrió, abriendo sus ojos, con una mirada enternecida pero firme.
—Jamás traicionaría a mis propios ciudadanos. —tomando los remos y remplazándolos por el paraguas, lo paso de largo. —Así como jamás los pondría en peligro. Pagaré por su barco después de regresar.
Comenzó a remar, importándole poco que terminara empapándose por la lluvia y el agua de mar. Seguramente Alemania no lo reconocería, se encontraba molesto, más que molesto, enojado. Enojado con su fratello.
Inglaterra se había marchado. Veneciano se giró a su hermano con cierto temor, cuando Romano había dado la vuelta hacía él, lo hizo con enojo.
— ¿Qué cojones crees que hacías creyéndole al cejotas? ¡Es más que obvio que solo nos esta viendo la cara de imbéciles como todos lo hacen!—había guardado el arma en su funda y estaba de pie mirando hacia Veneciano.
—Lo siento, fratello~. Pero… ¿crees que si hacemos la prueba, surja algo?—dijo de manera inocente, Romano estalló, peor de lo que era costumbre.
— ¡Inclusive, si fuera cierto, joder, ¿Quién coño quisiera investigar eso poniendo en peligro su cordura mental?! ¡Nadie, Veneciano, nadie! Así que no me salgas con pendejadas y a penas se te ocurra ir a donde te dijo el cejotas, ten por seguro que haré lo imposible para que Alemania desaparezca—gritó.
Italia de Norte estaba en un silencio atónito. Sus ojos y boca abierta con sorpresa, Romano maldijo un par de veces y salió por la misma puerta que el británico. El Norte de Italia llevó una mano a su pecho cuando recupero el sentido. ¿Había escuchado bien? Romano no solo había amenazado con declararle la guerra a Inglaterra, una potencia mundial que contaría con el apoyo de la Unión Europea, de donde ellos también pertenecían.
También amenazaba con atacar a su mejor amigo. ¡A Alemania!
Por primera vez en un siglo un gruñido acompañado de una maldición salió de su boca, poniéndose de pie, tomó una decisión firme que quizás haría que Romano lo odiará, pero él debería saber que no era tan tonto. Su hermano debería haberse enterado que, desde que Inglaterra pronunció la palabra Holder, se había dado cuenta que le estaba ocultando algo.
—Fratello ya lo verá. Si no cree en esas cosas no deberá pasar nada.—dijo bajito, el bote removiéndose con las pequeñas olas.
Sintió que su espina dorsal se estremecía y un frío le penetraba hasta los huesos. Sensación que tenía siempre cuando se encontraba cerca de esa Isla. No le tardo más de tres horas llegar con la marea subiendo a medida que los truenos y relámpagos se expandían por el cielo. Decir que tenía miedo era poco a comparación.
El pánico y el terror ya eran parte de su ser. A Veneciano jamás le habían gustado las historias de terror, tampoco las tormentas, lo que más quería era sumergirse con Alemania en su cama y abrazarlo para tranquilizarse. Pero Inglaterra le había dicho que no podía ir con nadie que no fuera Romano o él. Veneciano había rechazado la oferta de Inglaterra de acompañarlo, la isla era algo que no quería que nadie que no fuera él o su hermano conocieran.
Empujando el barco hasta que la marea no pudiera tocarla, pues sabía que lo necesitaría, no necesariamente por lo que había dicho Inglaterra. Cuando lo hizo, en ningún momento dejo de sentir miles de miradas clavándose en su espalda. Italia dio un suspiró, no era buena idea cerrar los ojos. Solo trató de alejar todo el miedo con él, como fuera, y avanzó hacía el enorme edificio.
Aquel lugar había sido el indicado por Inglaterra, muy a pesar del malestar que le causó a Italia. Romano no podría cuestionarle que salio del país, aunque Veneciano suponía que eso sería en lo último que se figaría su hermano.
Isola di Poveglia. [3]
Había sido el lugar elegido.
Glosario:
[1] Los portadores.
[2] Buscadores
[3] Isola di Poveglia. [Isla de Poveglia]. Es una isla situada entre Venecia y Lido en la Laguna de Venecia en el norte de Italia. Un pequeño canal divide la isla. El turismo esta prohibido en esa isla. Fue utilizada como cuarentena cuando la peste negra ataco. A principios del siglo XVI la ciudad de Venecia entro en pánico y mando a los enfermos a está isla (incluso a los que apenas presentaban síntomas). Se cree que alrededor de 16.000 hombres, mujeres y niños fueron llevados a la isla.
Se dice que gran cantidad de cuerpos formaron una 'capa' de ceniza pegajosa en la parte superior de la tierra de la isla.
En 1800 se construyo un lugar para enfermos mentales. Se dice que los pacientes del hospital comenzaron a tener terribles visiones de cadáveres y de fantasmas victimas de la plaga. Durante 1920 un medico responsable del lugar torturó a una gran cantidad de pacientes. Llevó a cabo terribles experimentos que él creía que lo harían famoso en la comunidad médica […]
Bibliografía: *http*:*/*/*www*.*mundoesotericoparanormal*.*com*/*isla*-*maldita*-*poveglia*/* (quitar asteriscos)