cuatro años atrás
—Mis padres volvieron a rentar esa cabaña en Portland para pasar el verano...—dijo Ángela desganada—no quiero pasar dos meses en medio de la nada, no podré llamarte, no haremos pijamadas. Isabella miró a Ángela con una ceja arqueada, algunas veces su amiga era muy dramática.
Isabella contuvo una sonrisa.
—Salir es mejor que quedarse aquí durante el verano. Las responsabilidades de papá no lo dejan abandonar el pueblo más de tres días, mamá siempre lo lamenta.
Ángela ajustó sus gafas y suspiró.
—Debería poder elegir quedarme, ya estoy grande, me están creciendo los pechos, papá sigue diciendo que soy una bebita.
—Emmett también me trata como a una bebé.
—Pronto cumpliremos catorce, deberíamos poder elegir qué hacer en verano, nuestro único tiempo de libertad.
—Ángela, es mejor que lo aceptes, si haces capricho tu madre te castigará y no podrás venir a mi casa.
Ángela hizo una mueca. Sus ojos se perdieron al observar que unos chicos de su salón formaban un pequeño círculo y reían. Jessica, su compañera se sentó a lado de ellas.
—Mike encontró una revista Playboy debajo del colchón de su padre—soltó la chica apenas se sentó.
—¿Qué hacia Mike revisando debajo del colchón de sus padres?—preguntó Isabella con el ceño fruncido. Miró al grupo de chicos, pudo identificar a Mike, Tyler, James y a Edward.
—Buscaba dinero—Isabella y Ángela negaron con la cabeza ante el alboroto de sus compañeros.
—A los chicos les gustan las chicas con poca ropa—dijo Jessica, segura.
—¿Que sabes tú sobre chicos? Tienes trece años.—Ángela se burló.
—Pues yo ya he dado un beso de lengua—le respondió Jessica de manera arrogante.
—¿A quien?
—Al hermano mayor de Mike?
—Pero Jessica, tiene dieciocho años—dijo Isabella con incredulidad.
—Aun no, falta un mes.
Isabella suspiró abatida y miró una vez más a los chicos, todos estaban absortos con la revista, excepto Edward, que jugueteaba con un bolígrafo.
—Solo recuérdenlo, si quieren tener novio algún día, no deben ser tan puritanas—dijo Jessica y se levantó del asiento.
Isabella y Ángela se miraron con la boca abierta y luego empezaron a reír.
—De cualquier modo, Ángela, no sé porqué te quejas, debe ser genial tener un lugar para ti sola, un lugar privado en medio de la montaña donde poder escapar.
—Dices eso porque no has pasado dos meses encerrada en uno—refunfuño y después se arregló el cabello detrás de las orejas—Edward nos está mirando—esto último lo dijo en un susurro, pues él chico se encontraba a tres metros de distancia.
La sonrisa en los labios de Isabella decayó cuando se fijó en el repentino brillo en los ojos de su mejor amiga.
...
Isabella se puso la almohada contra la cabeza, podía escuchar la voz amortiguada de sus padres discutiendo en la otra habitación. Minutos antes había optado por ponerse los audífonos, pero su celular se había descargado y no podía usarlo. La almohada no sirvió de mucho, pues seguía escuchando.
—¡Por favor Charlie, basta!
—¡Basta tu, Renne! Es tu hija, ha tenido un día duro hoy, deberías ir a ver cómo está.
—¡No! ¿Acaso no entiendes? ¡Verla me provoca náuseas!
—¡Renne!
Isabella se encogió.
—No la quiero en mi casa, Charlie, quiero que se vaya.
—No sabes lo que dices...
—Puede irse con mi madre, a Florida, le gustará.
—No, es nuestra hija y su lugar es aquí, este es su hogar.
—Debió haber sido ella—dijo su madre entre sollozos.
Isabella no pudo soportarlo más, se quitó las cobijas de encima y se dirigió a la ventana. Emmett que estaba sentado en la orilla de su cama la miró alarmado.
—¿Que haces?
—No puedo seguir escuchando eso—La castaña subió a su escritorio y pasó un pie por la ventana, se aseguró que estaba firme sobre las tejas y tomó impulso para salir.
—¡Cielos! Ten cuidado por favor.—Emmett salió detrás de ella.
Isabella se sentó sobre las tejas, en el techo y suspiró temblorosamente, la noche estaba fría y ella sólo traía un ligero pijama.
—Espero que no te enfermes.
Isabella negó con la cabeza.
—Sabes que ella no lo decía enserio ¿verdad?
Isabella se restregó el rostro con las manos.
—¿Tu crees?—preguntó en un murmullo.
—Estoy seguro.
Ambos miraron la tranquilidad de la noche, la parte trasera de la casa era solo bosque y no tenía vecinos cercanos, a lo lejos podía ver la luz del porche de la casa de Jasper encendida, a casi un kilómetro de distancia.
—Me alegra que estés aquí conmigo, Emmett. Solo tengo fuerza por ti.
—¿En que otro lado podría estar? Eres mi hermanita, solo no tomes esas pastillas.
—No lo haré— Isabella sonrió, sus ojos estaban húmedos.
—No creas que he olvidado que te subiste a esa motocicleta a pesar de que te dije que no lo hicieras, me ignoraste.
—Segundos antes me dijiste que no te hablara ni te mirara, yo solo hice lo que dijiste—Emmett gruñó.
—Mañana será un día difícil, Bells.
Isabella soltó el aire que estaba conteniendo.
—Lo sé.
...
Edward maldijo por lo bajó mientras miraba su examen.
—Una D, vaya, siempre pensé que la historia se te daba bien.
—Y se me da bien, mierda, solo estaba distraído y perdí mucho tiempo, cuando el profesor recogió el examen la mitad seguía en blanco.
James negó con la cabeza mirando el examen.
—Debes esforzarte más, amigo, sabes cuál es la condición del decano, entras a Stanford si tienes promedio perfecto. Si no tienes una buena nota final no importará que mi padre pague todo, simplemente no entras.
Edward suspiró.
—Creí que tu padre me ayudaría a conseguir una beca, no necesito que lo pague.
—Y eso hizo, no tienes que preocuparte por el dinero, él estudió en Stanford, mi abuelo y mi tatarabuelo también, tiene sus contactos.
Edward asintió mientras miraba el examen de nuevo, sabía cada una de las respuestas.
—El profesor piensa que el examen está sin terminar porque no sabía las respuestas, me ha ordenado ir con un tutor a pesar de que le dije que no era necesario, tengo que entregar un trabajo escrito si quiero mejorar la nota.
—¿A quien te ha asignado?—Edward se encogió de hombros mientras miraba el pequeño post it naranja que le había dado el profesor, en él había tres nombres para elegir.
Ángela Webber.
Erick Yorkie.
Isabella Swan.
Edward guardó el examen y el papel en la mochila.
—Me asignó a Swan.
—¿La loca?—soltó James, incrédulo. Edward asintió y caminó por el pasillo hacia el comedor—No puedes hablar en serio, estoy sorprendido de que no hayan empezado a hablar mal de ti por lo que pasó ayer, tuviste suerte, no quiero que nos relacionen con ella.
—Son sólo tutorías, James—dijo Edward mientras se formaba en la fila para comprar la comida. El murmullo en el comedor se silencio repentinamente, miró hacia enfrente y pudo ver que casi todos miraban hacia la puerta de la entrada, donde Isabella estaba parada con aspecto perdido. Pudo ver que algunos chicos hacían un ademán de desmayo fingido. Sin pensarlo se dirigió a ella.
—Hola.
—Hola Edward.
—¿Cómo te sientes?
—Estoy bien, lo de ayer sólo fue un mareo—mintió Isabella.
—Me alegró, el señor Molina te ha asignado a ti como mi tutora.
Isabella lo miró sorprendida.
—Está bien—se removió incómoda.
—Podemos almorzar juntos.
—Edward, no tienes que hacer esto, estoy bien.
Isabella se dirigió a su mesa habitual, dejando al cobrizo parado en medio de la estancia. Los susurros eran atronadores.
Isabella sacó su almuerzo de una bolsa de papel y le dio una mordida a la manzana, tratando de ignorar a sus compañeros, escuchó que alguien dejaba caer en la mesa una bandeja, a su lado. Levantó la vista y pudo ver a Jasper sentarse de manera brusca.
—Los pueblos pequeños no dejan de sorprenderme, desde que vivo aquí parece que estoy presenciando una telenovela.
Isabella sonrió, mirándolo. Emmett gruñó —¡Es verdad! Imagina esta escena, un chico común, con mucho estilo, va saliendo de su salón de clase cuando ve a otro joven caminando en medio del pasillo con una chica en brazos. Alrededor de ellos una muchedumbre de chicas celosas y jóvenes incrédulos. De verdad que parecía una película, él, con su aspecto fiero y su cabello desordenado, ella con porte delicado. Parecías una princesa en apuros y el tu Romeo salvador.
Isabella se hecho a reír.
—Vaya imagen que dimos, debió ser horrible de ver.
Jasper le devolvió la sonrisa.
—No, fue interesante. ¿Cómo estas? Quise ir a verte pero mi madre dijo que el Jefe me echaría, tu padre de verdad tiene un problema juzgando a las personas por su apariencia.
—Si papá no lo echaba, lo haría yo—resongó Emmett
Isabella miró a su nuevo amigo, iba todo vestido de negro.
—Yo te veo normal, tal vez fue la moto lo que lo asustó.
—O mi historial—dijo el rubio riendo, Isabella lo miró con la boca abierta—no te preocupes, nada grave.
—Eso espero—murmuró Emmett entre dientes.
—Cambiará de opinión cuando te conozca mejor.
Jasper asintió y miró detrás de ella. Luego sonrió, divertido.
—Ya veo de dónde venían los puñales que se me enterraban en el cuerpo...—murmuró jocoso, Isabella frunció el ceño—no es nada, olvídalo.
Hola chicas, muchas gracias por sus comentarios, los he leído todos, me inspiran para seguir escribiendo, espero que les haya gustado este capítulo. Háganmelo saber.