Escrito para el MiloShipFest 2019, con el prompt doble vida. Desde hace tiempo llevo dándole vueltas al Milo/Kyoko, y este fic fue la oportunidad perfecta. Estoy... orgullosa del resultado.

Edit: Aparentemente, Kyoko no está en la lista de personajes que se pueden agregar, así que la listé como OC. Perdón si confundo a alguien, no es un personaje que yo haya creado.


Equuleus.

Parte 1 | Una tonta vigilante


—Ten, parece que necesitas esto más que yo.

Milo alzó la vista de los papeles que estaba revisando y se giró para ver a su mentora, quien traía en sus manos una bandeja con café recién traído del Starbucks, mientras le entregaba uno de los dos vasos.

—Buenos días a ti también, Marín.

Pretendía sonar entusiasmado por el nuevo día, después de todo, su mentora era muy buena en el trabajo y le enseñaba bastante bien todo lo que debía saber.

La mujer le observó sin dudar.

—Luces como si no hubieras dormido nada.

—Saga me pidió que revisara este caso —dijo el menor, señalando los papeles que estaban desperdigados por el escritorio—. Me parece que me desmayé como a las cuatro… pero me desperté de nuevo hace media hora y…

—¿De qué se trata?

—Es de los asesinatos al norte de Atenas. Mira esto —de entre los papeles sacó un mapa, donde había varios puntos de la ciudad señalados—. Aquí hay un patrón. Está formando una media luna, y el próximo ataque será… —puso un dedo en un punto aparentemente al azar—… aquí.

Marín sacudió la cabeza. —Milo, por favor no me digas que… —la mujer le observó como quien reprende a un niño—, sabes que no podemos hacer esa clase de conjeturas. Somos policías, no detectives. Hacemos que la ley se siga y se mantenga, no para jugar a las adivinanzas.

—Pero sabes que los ignotos, especialmente los asesinos seriales, se valen tanto de patrones como de simbología. Y éste —señaló una de las fotos, donde la forma en la que estaba arreglado el cuerpo era vagamente familiar al cómo se representaba la constelación de acuario—, es uno de ellos.

Antes de que Marín pudiera responderle, ella entró. Era una joven, no mayor a 20 años, su cabello era largo y violeta, casi negro, recogido en una coleta. En sus manos tenía unas carpetas que le entregó a Marín apenas la vio.

—Aquí están los papeles que me pediste que trajera del auto. Pensaba llamar a Mii y a Katja para… —su vista se dirigió a Milo. Hubo un par de segundos en los que estuvo en silencio, después se giró hacia Marín—… ¿interrumpo algo?

—No realmente —respondió Marín—. Permíteme presentarlos: él es mi pupilo, Milo Nomikos. Milo, ella es mi hija, Kyoko.

Kyoko le extendió su mano a Milo. —Kyoko Aetós, un gusto.

Milo recordaba vagamente escuchar a Marín mencionar que tenía hijas. Dos, en realidad. Cuando Saga lo recibió en la comisaría en su primer día y lo puso a estar bajo la tutela de Marín, mencionaron cosas uno del otro, medianamente superficiales, para conocerse mejor.

Le sonrió a la joven, notando cómo sus mejillas se coloreaban vagamente.

—Un gusto —estrechó la mano que la chica le ofrecía y agregó—: me alegra finalmente conocer a una de las hijas de mi mentora.

Kyoko asintió. Al parecer, al igual que Milo, estaba enterada de su existencia a pesar de ser esta la primera vez que se veían a la cara.

El walkie-talkie de Marín sonó y se quedó hablando lo que pareció ser un minuto antes de girarse nuevamente a su hija y Milo.

—Tengo que salir ahora mismo, aparentemente surgió un problema en el oeste. ¿Crees que podrías entregarle estos a Aioria? —le entregó los documentos a Milo, quien asintió rápidamente.

—Seguro, ve con cuidado.

—Y tú, Kyoko, ya sabes, lo de siempre.

—Nada de andarme paseando ni tocar evidencias —asintió la joven, luego se sentó en la silla frente a Milo y comenzó a revisar los documentos que Milo estuvo viendo de todas formas. Marín suspiró lento, eran sólo archivos, no evidencias; supuso que debió ser más específica.

—Nos vemos al rato.

Después de que Milo entregara los papeles y regresara a su escritorio, se encontró con que Kyoko ya se había leído al menos una cuarta parte de los documentos que tenía en su escritorio.

—¿Te gusta la criminalística?

—No particularmente, sólo que este caso lleva presionando a Aioria desde hace ya varios años, con eso de que no han dado con el asesino y todo.

Milo asintió con la cabeza. Aunque estaba seguro de que podrían haber dado con un asesino hace ya muchos años, es cierto que la forma en la que se cometía el asesinato correspondiente no daba cabida a muestras de ADN, y la mayoría de las heridas o los cortes eran post-mortem, así que tampoco podían valerse de ellos.

Espera.

—¿Aioria? ¿El sub-capitán?

Kyoko asintió. —Es mi padrastro —a pesar de no levantar la vista de los papeles, sabía que Milo le pedía más detalles con la mirada—; para acortar la historia, cuando mi hermana y yo éramos niñas vinimos a vacacionar con mis padres, a papá lo asesinaron, y Aioria nos ayudó todo lo posible a buscar el responsable. Aunque a mamá no se le permitía trabajar en el caso, le pidió a su unidad en Japón que le permitiera transferirse (no me preguntes cómo lo admitieron, no lo recuerdo) acá a Atenas para seguir de cerca el caso —dejó la carpeta que estaba leyendo y tomó otra—. No obtuvo las respuestas que quería, pero la tragedia ayudó a mamá y a Aioria a acercarse y una cosa llevó a la otra.

La forma en la que lo decía sonaba tan simplona que por poco no nota el tono mórbido en la voz de la chica. A pesar de que veía muy seguido a Aioria y Marín discutir cosas sobre la comisaría y asignación de tareas y otras cosas menores dentro del complejo, no se imaginó que tuvieran algo tan formal como el matrimonio. Quizás un flechazo del que ninguno quisiera dar un paso, pero no estar casados.

—Te equivocaste con esto —ahora su vista estaba en el mapa con las pequeñas direcciones—. No va a ser en este punto, sino en este.

Milo arqueó una ceja.

—¿Y cómo puedes estar tan segura?

—Porque si fuera tu sugerencia rompería su patrón de uno cada tres, y el último que realizó lo hizo al lado de este.

Ahora que lo mencionaba, tenía mucho sentido que fuera en el lugar sugerido.

La chica recibió una llamada telefónica. —¿Mii? ¿Qué ocurre?

Su ceño se frunció conforme la chica del otro lado respondía. Se quedó pensativa varios segundos antes de asentir con la cabeza. —Voy para allá.

Colgó la llamada y, dándole una última mirada a los papeles que no había leído del escritorio de Milo y diciéndose que un día de estos los terminaría de leer, se alzó de su asiento.

El policía la observó con atención. —¿Sucede algo?

—Me había quedado de ver con una amiga dentro de dos horas, pero dijo que por una emergencia tendría que adelantarlo —acordándose de las palabras de su madre, comenzó a teclear con rapidez en su teléfono, enviando un mensaje.

—¿Planeaban tomar el autobús? Porque si quieres te puedo llevar hasta allá.

La chica se detuvo unos segundos. Lo pensó y una sonrisa nerviosa apareció en su rostro.

—Sí, te lo agradecería.


—¿Una qué, perdón?

Aunque apenas había salido de la academia, su tercera noche trabajando para la comisaría no era la primera vez que hacía un patrullaje en la noche. Lo que sí era novedoso, era que gente necesitara de su ayuda.

—Una chica bajó del techo y detuvo al ladrón antes de que entrara a mi casa, señor policía.

Milo revisó que las notas que tomaba concordasen con lo que decía el hombre.

—Dice que una chica, probablemente menor de edad, bajó del techo y detuvo a un adulto competente de entrar y robar su casa. ¿Me equivoco?

El anciano negó.

Milo soltó un suspiro. —¿Y podría darme una descripción física de la susodicha, por favor?

—Tenía… bueno, su piel era ligeramente más pálida que la del ciudadano promedio, traía una especie de vestido combinado con un… traje y máscara, algo así como las caricaturas y… —se puso una mano a la barbilla, intentando recordar— ¡oh! ¡Y su cabello era lila!

Por segunda vez, Milo se detuvo. —¿Teñido o peluca, señor?

El anciano negó. —No me parece que fuera ninguno de los dos, señor policía. El color lucía muy real.

Milo asintió con la cabeza. Bien. Probablemente se lo entregara a Saga para que viera el caso luego. Guardó su libreta en un costado y se dirigió nuevamente al civil.

—Bien señor. Dentro de un rato uno de mis colegas se estacionará cerca de su casa, y lo vigilaremos por un total de 48 horas para asegurarnos de que nadie intente atacarlo nuevamente. Protocolo, ¿me entiende?

—Uh… sí.

Milo comenzó a caminar en dirección a la patrulla, pero algo asaltó su mente.

—Oh, y una cosa más. Esta… chica, ¿tendrá un apodo que pueda proporcionarme?

Los ojos del anciano brillaron entretenidos. —En realidad, dijo que le gustaría que le dijera…


—Equuleus.

Aioria resopló. Dejó de ver el reporte que le entregó Milo, y luego se dirigió a Saga.

—Suena absurdo —mencionó el castaño, hablando nuevamente y dirigiéndose a su superior—. Cómo una de esas historietas americanas.

—¿Debería darle seguimiento al caso, señor? —preguntó Milo, esta vez dirigiéndose a Saga.

—No parece ser más que una adolescente con ínfulas de hacer justicia por sus propias manos —el capitán encendió un cigarrillo—; aunque sabemos claramente que está contra la ley que un civil haga justicia por su propio puño, me parece inofensiva. Dejémosla jugar un rato más —una calada— Quizá y descubrimos cuál es su objetivo para usar disfraces de Halloween.


—¿Cómo supiste que era mi favorito?

Kyoko se encogió de hombros.

—Mamá me dijo que ibas muy seguido a ese restaurante, y dije que no podías ir tú, así que me mandaste por "lo de siempre."

Milo alzó una ceja; es verdad que no era secreto que le gustaba la comida turca (el dueño del lugar hasta ocasionalmente le daba gratis la bebida o algún postre), aunque no creyó que Kyoko fuera a interesarse en ello. —Muy ingeniosa. Y dime, ¿cómo los convenciste de que venías por mi comida?

Kyoko desvío la vista, una clara señal de que fue algo que no debería haber hecho. Se encogió de hombros, y sonrió autosuficiencia, cuál niño que se limpia las manos tras hacer la travesura.

—Nada interesante —dijo finalmente. Se sentó en la silla que estaba frente al escritorio de Milo, y lo observó fijamente.

—¿No te pidió tu madre que la acompañaras al trabajo hoy?

Kyoko negó con la cabeza. —En realidad vine porque quería hablar contigo.

Okey, es explicaba porqué le compró la comida que le gustaba.

Terminó con el bocado que tenía en la boca. —Dime.

—Los documentos que estabas leyendo el otro día… me gustaría que me los prestaras, si no te pone en contras con tu jefe.

Milo arqueó una ceja. —¿No deberías pedírselo a tu madre, si tanto quieres saber sobre el tema?

Kyoko negó con la cabeza. —Mamá tiene prohibido el acceso a ese archivo. Con eso de que tiene un lazo con una de las víctimas y todo eso.

Dejando de lado que Kyoko también tenía un lazo con una de las víctimas, y que no era éticamente correcto prestárselos a alguien que no pertenecía a la academia, Milo soltó un suspiro.

—¿Por qué tienes tanto interés en esos casos? ¿Qué tienen de especial?

A pesar de que su rostro casi no expresaba lo que sentía con respecto a esos papeles, Milo no necesitaba ser un genio como para adivinar lo que pasaba por su mente.

—Tengo que revisarlos, de todas formas —agregó antes de que la chica pudiera hacer excusa alguna—, si quieres podemos reunirnos en una cafetería y me puedes ayudar a desentrañar las pistas.

La sonrisa que adornó el rostro de Kyoko era sorprendemente cálida.

—¿Te gustan los frappés?


Era la tercera vez que recibía un llamado sobre alguien reportando a Equuleus y de cómo la joven vigilante había atrapado a algún criminal de bajo perfil.

—¿Me podría describir su físico de nuevo?

Pero algo no cuadraba.

—Su piel era bronceada, su cabello era como lila y… ¡oh, traía una especie de máscara, como porcelana o algo, que cubría su rostro!

—¿Y cómo describiría su estatura?

La mujer se detuvo a pensar. —Yo diría… que era un poco más baja al promedio. ¿Quizás unos… 160cm?

Todavía confundido, Milo asintió con la cabeza y, haciendo las formalidades necesarias así como avisarle de la protección que recibiría, se regresó a la patrulla, donde Marín estaba ya esperándolo.

—¿Siguiéndole la pista a la niña vigilante, campeón?

Milo asintió, algo apesadumbrado.

—Las descripciones físicas varían. A pesar de que todos describen a una joven entre 16 y 20 años con cabello lila y traje de "superheroína", la complexión, tamaño y hasta el color de piel varían. Es como si describieran a personas distintas.

Marín se encogió de hombros. —Probablemente sean cosas de la luz, después de todo aparece en la noche y es muy oscuro. Además, sólo te la han descrito tres veces, no es como si llevaras toda la vida persiguiéndola.

Milo asintió y no replicó con nada. A pesar de que no opinaba lo mismo, las palabras de su mentora tenían sentido y le hacían sentirse un poco humillado de lo infantil que era.

Por una parte, sabía que Equuleus, quien quiera que sea, no iba por ahí porque un día de estos decidió que la policía de Atenas era incompetente y querría, como describió Saga, "obtener justicia con sus propias manos". Y si lo hacía, si eso es lo que buscaba con ese disfraz bobo de Halloween, entonces no eran ladrones a casa hogar o gente que intentaba quitarle su bolso a ancianas en la calle. No, debería tratarse una venganza personal, algo que quisiera buscar.

Condujo todo el camino hacia la estación de policía, pensando en quién podría buscar alguien tan presumiblemente joven como la vigilante.


—Pareces muy familiarizada con los casos

Kyoko dejó de lado su batido y le dirigió una sonrisa avergonzada.

—Como te dije, desde que era niña el caso se llevó buena parte del tiempo de Aioria; conozco la mayoría de los detalles.

—Entonces no entiendo porqué me pediste que te prestara los documentos.

—Es que eran excusas para verte fuera de la estación de policía.

Milo casi salta de la sorpresa cuando escucha a una tercera voz meterse en la conversación. Vio detrás de sí, y encontró a la mesera que los había atendido anteriormente. Su cabello era rojizo, su mirada traviesa, y sus ojos tenían la misma forma y color que los de Kyoko.

—¡Shoko!

La otra chica se hizo la desentendida.

—Una orden de papas para mi hermanita querida —de su bandeja tomó un pequeño cesto que tenía papas a la francesa—, y un batido de cereza con perlas explosivas para el caballero.

Cuando se giró a ver a Kyoko, notó que sus mejillas tenían un particular tono rojizo. Era la primera vez (desde el día que la conoció) que la veía sonrojarse, lo cual era demasiado extraño.

—Así que tú eres la otra hija de Marín, ¿eh?

—Heredé su hermoso cabello —como para probarlo, se revolvió el cabello que tenía atado en una coleta baja. Se puso la bandeja a un costado y continuó hablando—, pero si querías saber la razón por la que Kyo-nee te pidió que le prestaras los archivos era porque pensó que… ¡oye!

Antes de que pudiera terminar de hablar, su hermana mayor se apresuró a cubrirle la boca con sus manos, evitando que continuase hablando.

—En cualquier caso, muchas gracias por acceder a prestarme los documentos, si necesitas ayuda para resolverlos no te olvides de contactarme.

Shoko parecía dispuesta a decir algo más, pero decidió mantenerse callada (dejando a Milo todavía más confundido en el proceso).


—Parece que finalmente nos conocemos, oficial.

Equuleus era tal y como la describían los testigos, y a la vez no. Sin embargo, había algo en ella que le resultaba vagamente familiar.

—Suenas encantada con conocerme finalmente.

Equuleus se encogió de hombros. Su máscara de plata no revelaba ninguna de sus expresiones, peor Milo podía casi imaginar la indiferencia esos ojos de plata.

—Se puede decir que sí. La verdad es que es de los más nuevos, pero de los que siempre están cuando hago una de mis apariciones. Para mí parece que quien tiene el gusto de conocernos es otro.

Milo no se dignó en darle un respuesta a ello.

—¿Qué pretendes?

—¿Con qué?

—Esto. Poniéndote un disfraz de Halloween y maltratando potenciales criminales.

La mujer se encogió de hombros.

—¿No es obvio? Quiero deshacerme de la escoria de esta ciudad —antes de que Milo pudiera comentar algo más (cómo lo familiar que se le hacía la voz), agregó—. Bueno, se me hace tarde, tengo familia con la que estar. Nos vemos luego, señor policía.

En donde antes estuvo parada, había un par de cabellos lila. Confundido, los tomó del suelo y los guardó. Todavía tenían el folículo, así que, si llegaba a necesitarlo, podría mandarlos a por una prueba de ADN.


—En realidad, ya no es sobre los documentos.

Milo arqueó una ceja. Después de decirle que ya no podía prestarle los documentos, asumió que la chica querría una explicación al respecto. Al fin y al cabo, parecía metida dentro del tema.

—¿En ese caso?

Las mejillas de la joven se volvieron rojas.

—Quería… saber si… —se pasó una mano en el cuello, obviamente nerviosa—… ¿si te gustaría salir conmigo?

Esas palabras fueron como una revelación para Milo. Explicaba el comportamiento de Shoko en las últimas dos veces que fueron a esa misma cafetería, en estas ocasiones mucho menos sutil con lo que sea que quisiera decir, y explicaba las miradas extrañadas que Marín le dirigía. Todo tenía mucho más sentido ahora, definitivamente.

—Milo, ven a mi oficina un momento.

Antes de que pudiera darle una respuesta a la chica, Saga sacó la cabeza de su oficina y le indicó que quería hablar con él. Curioso, arqueó una ceja, y asintió.

—Espera aquí.

Una vez dentro de la oficina, podía sentir el hedor a cigarro impregnado en cada centímetro de la habitación. Lo que sea que quiera decirle Saga, lo tenía notablemente tenso.

—¿Qué ocurre, señor?

Saga apagó la colilla en un cenicero donde ya había otras quince colillas. Se recargó en su escritorio, pensando cómo se lo diría a Milo.

—Es Equuleus, Milo —Saga sacó de una carpeta en su escritorio un mapa de Atenas, el cuál extendió por su escritorio. En este había puntos marcados en la ciudad… los mismos puntos marcados que él había hecho cuando estuvo investigando los asesinatos de "Media Luna"—. Ha estado merodeando por el área donde ocurrieron estos asesinatos. Y… anoche, ya después de que todos hubieran ido a sus casas, llegaron reportes de otra víctima.

La implicación en las palabras de Saga lo dejó helado. Había hablado, aunque muy rápidamente, con Equuleus; y aunque sus palabras habían sido la típica juerga del vigilante americano, no lucía como una persona violenta. O no más violenta que una adolescente con conocimientos básicos de pelea.

No lucía como una asesina.

Sintió su estómago retorcerse, a la bilis subir. —Señor, no me dirá que esta… chica, es la responsable de todos los asesinatos, ¿o sí?

Saga negó. —Según me dices, no debe ser más grande que veinti-tantos. Los asesinatos vienen ocurriendo desde hace casi quince años —encendió otro cigarrillo, pero para estas alturas, a Milo ya no le importaba—; asumo que lo que ocurrió ayer fue basado en los anteriores crímenes.

—Y… ¿qué es lo que quiere que haga, señor?

—Mañana haré un comunicado a la ciudad para avisarles de la posible amenaza, de esta… —calada— mujer, que no es lo que dice ser. Y a partir de la próxima semana… tu tarea será capturar y entregarme a la mujer que se hace llamar Equuleus, para que pague por sus pecados.

Milo pensó en los cabellos que había recogido ése día cuando se encontró con la vigilante. Por alguna razón no quiso comentárselo a Saga, eso ciertamente habría aligerado la investigación. Se mantuvo callado, y asintió con la cabeza.

—Le avisaré a Marín, señor. De esa forma me podrá ayudar a buscar a esta persona.

Salió de la oficina y se dirigió a su escritorio, tomando el teléfono y comenzando la llamada telefónica.

—Me niego a detener a una niña sin pruebas —fue la respuesta de la mujer del otro lado—; orden de Saga o no.

Debido al shock, se le había olvidado la propuesta de Kyoko. Se giró, la buscó por todo lo largo de las oficinas, pero la chica ya se había ido, dejando sólo una nota que decía "olvida lo que dije" detrás de sí.