Monótono.
Así empezó a ser la vida de adulto de Andy. Adiós juegos, adiós diversión, adios a sus juguetes.
Monocromático.
Los colores tan vivos, se volvieron apagados y una rutina aburrida era su vida: De la casa, al trabajo. Del trabajo a casa.
Todo le resultaba agotador, ya no tenia la energía de antes. Además de dejar de maravillarse, de impresionarse; Dejo de soñar, o mas bien olvido cual era su sueño.
Hasta que la volvió a ver. A Bonnie. Y su mundo se coloreo.
Su risa, sus sonrisas, su alegría. El brillo de sus ojos que tenia, cada vez que veía algo como si fuera la primera vez.
Con Bonnie nunca era tarde para intentar algo nuevo.
Se contagio. Volvió a sonreír como un niño, volvió a reír con fuerza, de tal modo que su estomago comenzó a doler. Ya no recordaba cuando fue la ultima vez que había reído de ese modo. Volvió a jugar con sus antiguos juguetes como si nunca hubiera crecido. Volvió a encontrarle diversión a las cosas cotidianas de la vida.
Bonnie era joven. Y así es como Andy se sentía en su presencia.
Con balbuceos. Con nervios. Un niño, un adolescente.
Volvió a sentir el amor. Y con ella sentía que todas eran sus primeras veces.
Todas sus relaciones no duraban mucho. Siempre buscando su complemento, alguien con envejecer. No obstante con Bonnie era diferente. Dándose cuenta que no hay que encontrar alguien con quien envejecer sino encontrar alguien quien nos haga sentir nuevamente como niños.
Y con ella podía retroceder. A lo mejores años de su vida.
-Vamos a envejecer y morir jóvenes -El sonrió sin soltar su mano.
Su cuerpo, su piel podía envejecer, pero su corazón seria como el de un niño.
Junto a ella. Andy seguía siendo muy joven.