Disclaimer: Love Live Sunshine! y sus respectivos personajes pertenecen a sus respectivos autores.

Resumen: Ha pasado más de dos años desde que las chicas de Uranohoshi fueron transferidas a la escuela en Numazu. Entre todas las antiguas integrantes de Aquors, la más maravillada fue la curiosa Hanamaru. Pero, ¿qué pasará cuando la tecnología termine aislando a la niña del templo?

Hola a todos y todas, aquí estoy de regreso para que vean que no soy puro cuento, bueno, sí soy, pero sólo en parte, aunque teóricamente no han pasado 24 horas así que...

¡Qué día fue hoy! Ya saben que tratándose de Hanamaru, me voy a extender en la parte de abajo más de lo usual. Pero cómo todo lo que había que dejar en claro lo deje ya bien clarito en la mañana, no hay que ser tan repetitiva ahora.

Sin más, para los que hayan leído la primera parte y para los que apenas estén llegando con esta segunda, por favor lean, disfruten, y hónrenme leyendo esta historia que tanto he disfrutado escribir. Nos vemos en la parte de abajo.

Recuerdos desenterrados

—¿Ruby-chan?

Me quedé embobada en la gran puerta del templo cuando salí a abrirle a la que había sido mi amiga querida. Ella estaba de pie con su característica sonrisa de oreja a oreja, sosteniendo el teléfono con la conversación que yo había tenido con Dia-sama en la semana. Supuse que me debí de quedar mucho tiempo estoica, pues ella fue la que rompió con el silencio, cosa que, ni con la confianza que obtuvo con los años, se atrevía a hacer.

—¿Puedo pasar? —dijo, haciendo una reverencia.

No fui consciente de mi respuesta, pero creo que abrí la puerta para guiarla adentro. No me creía que ella estuviera aquí, en mi casa, otra vez. Si antes estaba embobada, cuando se sentó en la mesa del comedor de mi casa, quedé completamente aturdida. Seguro que ella, que estaba comiendo rodeada por mi abuela y por mi papá estaba tan nerviosa como yo. Se veía más roja de lo normal, como cuando recién la conocía.

—Que gusto volver a verte Ruby —dijo mi padre, mirándome discretamente, mientras terminaba de comer. Ruby-chan había llegado precisamente cuando estábamos terminando de comer, así que, por cortesía, le servimos para que comiera con nosotros, y mi padre, mi abuela y yo, los tres la acompañamos con otro plato—. Ya tenía bastante que no aparecías por el templo.

—Y qué lo digas —le siguió la abuela, masticando con los ojos cerrados—. Pensé que no te volvería a ver por aquí.

Ruby-chan terminó de comer, nos dio las gracias, y entonces, yo, que hasta ese momento no había dicho ni una palabra, me atreví a hablar.

—¿Cómo están tus padres? ¿Cómo está Dia-sama zura? —le pregunté casi por protocolo. No sabía de que hablarle después de que hubieran pasado tantos meses sin decirle ni una sola palabra. No era incómodo, simplemente era raro. Mi tono era nervioso como no lo había sido nunca. Cada palabra me pesaba una tonelada

—Onee-chan vendrá la semana que entra. Tal vez nos quieras acompañar —mi tono nervioso terminó por ponerla nerviosa a ella. Estaba bien, por lo menos así no me vería tan mal. —Pero ahora, ¿quisieras acompañarme a caminar un poco? —dijo con una reverencia, tan tímida que terminó por sacarme una ligera sonrisa; volteé a ver a mi papá.

—Otosan, ¿qué opinas zura? —busqué apoyo en el hombre sentado a mi lado.

—Ve, diviértete un poco Maru-chan —¡Por un demonio papá! Eso es justo lo que no necesitaba que dijeras en este momento. Le lancé una discreta mirada de enojo que no pareció notar.

—Está bien zura— no sabía lo que me esperaba, pero también sabía que ya no tenía escapatoria. De todas formas, ya tenía bastante que no caminaba por las playas de Uchiura, a pesar de tenerlas prácticamente a lado. No era muy divertido caminar si lo hacía sola, y la abuela decía que ya no podría llevar el ritmo por toda la costa. Sería divertido, o por lo menos interesante.

Caminé con Ruby-chan por los pasillos de mi casa, y posteriormente por los sagrados corredores del templo. Todavía traía puesta la ropa con la que había hecho los quehaceres del templo en la mañana, así que metí las manos en los enormes bolsillos. Ruby caminaba con la cabeza baja, sabía que realmente estaba tan avergonzada como yo del silencio incómodo.

—¿Qué nos pasó, Maru-chan? —Fue lo primero que dijo cuando ya íbamos a salir del templo.

Me armé de valor para atreverme a dirigirle la palabra a ella directamente, por primera vez en varios meses.

—Numazu pasó zura. —le dije en voz baja, demasiado apenada para siquiera levantar la voz.

—Lo has dicho antes, cada día desde que empezamos tercer año. — me dijo en el mismo tono apenado.

—¿Y tú cómo lo sabes? —le dije sin parar de caminar. —Dia-sama me dijo que nunca diría nada de lo que hablara con ella a nadie. Desde el primer día que me atreví a mandarle un correo electrónico zura.

—Es cierto, tú no lo sabes. Onee-chan me regaló su teléfono cuando compró una nuevo en Tokio antes de iniciar tercer año. Nunca lo reinicié, y entre todo lo que tenía, nada era más valioso que un modo de seguir, de cierta forma, sabiendo de ti. Lamento que a veces se me escapara decirte Hanamaru-chan.

Eso fue un golpe duro. Había dicho tantas cosas que nunca me hubiera atrevido a hablar con la verdadera Ruby-chan, o con Yoshiko-chan, ni siquiera con la abuela o con papá. A "Dia-sama" le había contado todo. Absolutamente todo, no sólo lo de Ruby, le había contado mis inquietudes, había sido mi maestra de lágrimas, había sido la confidente que había recibido todas mis teorías sobre mi mamá. Ruby lo sabía todo. Yo le había contado todo.

—¡¿Qué hiciste qué?! —le dije más sorprendida que molesta. En el fondo, no me molestaba. De hecho, me avergonzaba. Nunca hubiera dicho una cosa fea de nadie, ni siquiera en la mayor de las confianzas, pero si había dicho cosas feas de mí misma. —¡¿Cuánto tiempo estuviste engañándome haciéndome creer que eras Dia-sama zura?!

Ahora volvió a ser ella la que se puso rojísima, como un tomate. Y agachó la cabeza más de lo que yo lo había hecho en un principio

—Bueno, pues, solamente todo nuestro tercer año. Perdóname. —me dijo triste.

Agaché la cabeza un momento en vergüenza tanto como ella. Le había contado tantas cosas tan indecentes… Y ella… Y ella lo había entendido, porque, aunque imitaba el vocabulario culto y formal de Dia-sama, yo siempre había podido leer las intenciones de los mensajes. Era de todos modos mi consuelo.

—Solamente —dije entre pequeñas risas.

—¿No estás molesta?

—Por supuesto que estoy molesta —le dije con una pequeña sonrisa nerviosa. —. Pero estoy más avergonzada de lo que puedo estar molesta zura. Dije tanto… tanto que creí que nunca nadie sabría…

—Tu carta decía mucho más —me soltó, para luego taparse la boca. Las dos nos pusimos rojísimas de la vergüenza con su comentario, tan rojas, que nos paramos en un banco y nos sentamos hasta que se nos pasara la vergüenza—. Si la recuerdas, ¿cierto?

—Cada palabra zura.

—Me enteré de que te irás a la Universidad de Numazu— me dijo mirándome como si me estuviera interrogando. Yo no me quedé atrás. Le contesté con una pregunta.

—¿Tú a Tokio?

—Onee-chan me ha ayudado bastante. Sí, me iré para Tokio. Son mis últimos días por aquí.

—Ya veo —dije. Por alguna razón me sentí triste. Una parte de mí esperaba que Ruby-chan se hubiera acobardado y hubiera decidido quedarse en Numazu como yo. Pero había crecido, y se había hecho fuerte. Ahí está la prueba. —Me alegro por ti.

Continuamos caminando. Pasamos por dónde antes había estado Uranohoshi, ahora, sólo quedaban sus ruinas, y según entendía no quedaba mucho tiempo antes de que la demolieran por completo. Era triste.

—Te has quedado muy cómoda, Hanamaru-chan —me soltó de pronto— ¿Dónde quedó la Hanamaru-chan que quería devorar al mundo? ¿La que quería llegar al rincón más remoto del país?

—Se fue como Uranohoshi —dije con una sonrisa nostálgica, para contener las lágrimas—. Se fue como Aquors, se fue como Yoshiko-chan —para este punto, ya no podía contenerme, me solté a llorar, y no a llorar leve, me solté a llorar desconsoladamente. Sentía como todo lo que tría encima comenzaba a desinflarse, casi literalmente como una pelota que poco a poco va empequeñeciendo. —Se fue como tú Ruby-chan. ¡Se fue como mi mamá! Se fue por mi culpa zura.

No dejé de llorar ni por la confesión. Ruby, que siempre había pecado igual que yo de ser chillona, no se quedó atrás. Me acompañó lagrimeando con la misma intensidad que yo, aunque más silenciosa. Seguía sintiendo como me desahogaba con cada grito que pegaba. El mar era el único que podía ahogar todo eso, y sus olas iban y venían, iban y venían, opacando el sonido de mi llanto.

—¡Perdóname Ruby-chan! Todo fue mi culpa. Tenía miedo, y cambié. Dejé de ser una buena amiga. Me convertí en un asco de persona. Si tan solo tuviera un deseo, si tan solo, desearía que nunca nos hubiéramos transferido. ¡Que nos hubiéramos quedado para siempre en nuestro pueblito, lejos de todo lo malo que hay allá afuera! ¡Fui una tonta! Me maravillé por tantas cosas que, a final de cuentas, son irrelevantes, ¿y todo para qué? Al final perdí a mis amigas zura.

—Sí que eres llorona Zuramaru.

Esa voz, la reconocí. Cuando miré hacia el otro lado, vi que ahí estaba Yoshiko-chan, sentada junto a nosotras. Ruby apenas y la saludó con la cabeza, y yo no supe ni que decirle. Toda esta tarde había estado llena de sorpresas. Y yo que había tenido una mañana tan tranquila.

—¿Yoshiko-chan?

—¡Yohane! ¿Ni por lo que me dijiste puedes intentarlo? ¡Yohane! —dijo exasperada en el mismo tono infantil que usaba cuando íbamos en primer año. A mí me enterneció verla así de nuevo, por lo que solo le pude gesticular una sonrisa sincera.

—¿Y ahora qué? Esto no es literatura, aquí no volveremos a ser amigas porque un día nos sentamos a platicar, ¿o sí? —me atreví a decir llamando la atención de ambas— Las tres nos hemos fragmentado demasiado como para poder olvidarlo como si nada. Vaya, ¿qué no recuerdas lo que te dije ese día zura?

Ella no se inmutó ni un poco, solamente se acomodó en el banco.

—Por supuesto que me acuerdo. Y después de dos años sin poder hablar con un ángel caído como yo, creo que tu penitencia ya quedó pagada. ¿Qué no me extrañas tanto como yo te extraño Zuramaru?

—A las dos las extraño —dije.

—Por cierto, ¿quién es la chillona del cumpleaños? —dijo a modo de burla, antes de envolverme en un abrazo asfixiante. Vaya que su fuerza sí era sobrenatural. —Felicidades Zuramaru.

—Yoshiko-chan, ¡me asfixias zura!

—No espero que nos perdonemos como si nada —dijo Ruby-chan entre lágrimas—. Pero cuando nos traje a las tres aquí, fue para que empecemos a trabajar en ello. ¿Cómo podemos vivir cargando con tanto rencor? Las extraño tanto a las dos.

—¿Cómo no extrañar a las dos Little demons más leales que he tenido? Desde que se fueron me he debilitado demasiado, casi he sido derrotada. Pero hoy, desde las sombras, resurgiremos juntas para volver a la grandeza de tiempos anteriores.

—Chicas— les dije, entre lágrimas de nostalgia— Gracias por haber celebrado mi cumpleaños conmigo. En serio que no me puedo imaginar un mejor regalo que este. Había estado pensando tanto en ustedes recientemente, que verlas aquí, a las dos aquí conmigo, es como una bendición del cielo.

—Y espera a que llegues a tu casa— me dijo Yoshiko-chan—. Ojalá que el regalo que te llevé haya podido entrar por la puerta del templo.

Ese comentario tan natural era la razón de que la quisiera tanto. Este ambiente tan lindo era la razón de que las quisiera tanto. Sabía que no me habían perdonado, pero ya habían hecho demasiado por mí al ayudarme a dar este primer paso. Ahora me tocaba dar el resto, para conseguir salvar todo lo que todavía fuera posible de lo que alguna vez había sido el cielo en la tierra.

Fin de la historia.

¿Y bien? Ahora sí ya de a de verás, ¿qué tal les pareció esta historia? En lo personal, em divertí más escribiendo esta que la del año pasado, y afortunadamente tuve estos dos días suficiente tiempo libre para ponerme a escribir. Por otro lado, dije que actualizaría ayer, me disculpo por la tardanza, pero se me hizo tardísimo entonces terminé ya el capítulo apenas ahorita que llegué a la escuela.

La verdad es que me encantó escribir algo que sucediera después. Hasta ahora la mayoría de mis experimentos habían sido con el antes. Un después es lindo, un después es lindo. Más tratándose de ellas tres, que siempre son divertidas de escribir, y quiero imaginar, que de leer. ¿Qué habrá pasado con la mamá de Hanamaru? ¿Se podrá reparar su amistad tan quebrada? ¿Todo fue un sueño? No lo sé, me encantaría ver teorías conspirativas en sus reviews, si me honrasen con una.

Como ya sabrán, Hanamaru es mi personaje favorito de todo Love Live, en serio, de las musas, de las acuarelas y de las PDP. Y no sólo Hanamaru, también la voz de Kanako Takatsuki me encanta. Para mí, el principio del capítulo 4 de la primera temporada de Sunshine (el único capítulo que vi más de dos veces) es magnífica, casi perfecta, sólo no lo fue porque ya a Hanamaru la habían presentado antes, pero aún así es bastante linda (pero eso ya es muy personal).

Recuerdo que School Idol Project lo vi por primera vez por ahí del 2016, de hecho, un par de semanas después del Final Live. A las de Aquors no las conocí hasta 2017 principios de 2018, personalmente uno de los períodos más inestables de mi corta vida.

Y pues, ya se me hizo tan tarde que me ahorraré todo el choro que tenía planeado sobre Hanamaru, porque ya no quiero seguir retardando la publicación de este capítulo.

Pasando a la sección de la historia que nada tiene que ver con esta historia, para los lectores de las otras historias, por regla este fin de semana tocaría actualización, pero técnicamente ahorita ya actualicé, entonces pues, nos vemos dentro de dos semanas para continuar con Catálisis.

Y bueno, pues ya vamos terminado aquí con este capítulo y a la vez con esta historia. Espero que hayan disfrutado leerla tanto como yo escribirla. Sin más yo soy Aramaru, me despido, y ahora si llega el momento de decir ¡Oyasuminassan! (En Japón es de noche, así que sí vale)