Disclaimer: Love Live Sunshine! y sus respectivos personajes pertenecen a sus respectivos autores.

Resumen: Ha pasado más de dos años desde que las chicas de Uranohoshi fueron transferidas a la escuela en Numazu. Entre todas las antiguas integrantes de Aquors, la más maravillada fue la curiosa Hanamaru. Pero, ¿qué pasará cuando la tecnología termine aislando a la niña del templo?

Hola a todos y todas

Desde que comencé en FanFiction hace como año y medio no es un secreto que adoro a Hanamaru, venga, que mi nombre de usuario es en parte mi nombre real pero también tiene una gran influencia de ella. Así que, como hice el año pasado y como planeo hacer mientras que a mi cerebro le pueda exprimir una idea, estoy escribiendo una ligera historia en honor a la que, en mi opinión, es el mejor personaje de Love Live Sunshine! (Ya saben que para más rollo me pueden ir a leer abajo). Así que, haciendo lo que no hago ni por Hanayo-chan (que fue por mucho tiempo mi personaje favorito) aquí tienen esta ligera historia.

Sin más por el momento, por favor lean, disfruten, y quiero que sepan que para mi siempre es un honor escribir para ustedes.

Un cumpleaños para recordar

Las mañanas de primavera en Numazu son cálidas, y aún así son mucho más frías que las del templo en Uchiura. ¿Puede ser que todo el modernismo de la ciudad termine por enfriar el ambiente? ¿Será que estar lejos del mar gentil y suave haya cambiado mi percepción? ¿Podrá ser que la antigua brisa que chocaba contra mi cuerpo al encontrarme limpiando los patios se haya ido para no volver? ¿Para no volver como la tranquila vida en el pueblo, para no volver como los tiempos de Uranohoshi, para no volver como la alegría, para no volver como la compañía, para no volver como mis amigas…?

Admito que eso último no es culpa de la brisa, no es culpa de Numazu, no es culpa de la gran ciudad que cautiva con todas esas invenciones del futuro que sólo los del centro saben cómo manejar, ni siquiera es culpa de ellas: todo es mi culpa.

Por cierto, casi lo olvido, hoy es 4 de marzo, y casualmente es mi decimoctavo cumpleaños. Yo me llamo Hanamaru Kunikida, y sí, soy la misma chica a la que hace dos años impresionaba el botón de encendido y apagado de una computadora. Y sí, soy la misma chica que devoraba y devoraba libro tras libro. Y sí, soy la misma chica que nunca ha destacado por nada. ¿Cómo puedo ser la misma y al mismo tiempo sentirme como una persona completamente diferente? Porque, a final de cuentas, es cierto, soy la misma chica de hace dos años, pero también soy la misma chica que terminó como hace tres: sola, apartada, reservada…

¿Cómo pude ser hechizada tan fácilmente por algo tan superficial? Lo peor de todo, es que ya casi tiene dos años que pasó, y aún no puedo responderme eso, y es que ni siquiera sé por dónde empezar. De un momento a otro, todo comenzó a irse al agujero, y nunca supe en qué momento pasó. Quiero imaginarme que todo comenzó un par de meses después de mi cumpleaños número dieciséis, cuando ya habíamos sido transferidas a la escuela en Numazu. No fue nunca un secreto que las estudiantes de Uranohoshi no habíamos sido muy queridas al principio, pero a Chika-san, a You-san y a Riko-san no pareció importarles. Seguían estando las tres unidas, con sus problemas de vez en cuando. Con el tiempo, ellas consiguieron acostumbrarse; sin embargo, Yoshiko-chan, Ruby-chan y yo no tuvimos la misma suerte.

Si soy honesta, creo que de las tres fui la que menos intentó mantenernos unidos, porque fui a la que menos le interesaba: creía que éramos irrompibles; que no habría fuerza alguna capaz de romper nuestro vínculo. Después de todo lo que habíamos pasado, después de haber ayudado a Leah-san en Hakodate, después de haber viajado prácticamente por el mundo… Una pelea entre nosotras era algo que ni siquiera pasaba por mi cabeza.

Di cosas por hecho. Demasiadas. Estaba muy ocupada maravillándome por tener a mi alcance la internet todos los días y todo el día, estaba demasiado maravillada teniendo al alcance una biblioteca casi tan grande como todo el auditorio de Uranohoshi. De las seis, fui la que mejor pasó desapercibida. Cuando salí de la preparatoria, era mejor recordada por haber sido la estudiante perfecta que por mi pasado como miembro de Aquors. Chika-san y sus amigas habían sido el principal centro de atención durante su tercer año, pero Yoshiko-chan no se había quedado para nada atrás. Entre sus antiguas compañeras de la secundaria, había regresado como una especie de leyenda. Había pasado de ser la chica a la que todos veían como la rara a ser una estrella. La querían y la admiraban

En cuanto a Ruby-chan, ella fue la que más lo intentó, ella fue la que intentó que las tres estuviéramos unidas, por lo menos durante nuestro segundo año. Para tercero, ya estábamos demasiado fracturadas como para que alguna de las tres se atreviera a siquiera intentarlo. Y es cierto que, en el fondo, tal vez Yoshiko-chan está tan avergonzada como yo de lo que dijimos ese fatídico día en el que conseguimos que Ruby, la chica que había hecho de todo porque no nos fragmentáramos como Dia-sama, como Kanan-san y como Mari-san en su segundo año, se rindiera. Ese día, nuestro trío se separó.

En un principio, Ruby-chan me prefirió a mí, y ahora que me pongo a reflexionar, ese fue el punto en el que realmente tiré todo por la borda. Aún después de haber perdido a la que había sido mi mejor amiga desde que era literalmente una florecita, no aprendí la lección. A Ruby nunca le hubiera dicho nada feo, de ninguna forma me hubiera podido perdonar el dolor de decirle algo a una chica tan dulce. Sin embargo, mi silencio fue el mayor insulto que pude haber profanado. Casi no le decía nada, evitaba casi todos los temas, la hacía sentir incomoda, sí, yo, la misma que antes había sido su confidente, la que había tomado el valor de encarar a Dia-sama con tal de verla cumpliendo su sueño.

Con el tiempo, ella sola se fue alejando de mí, y yo, demasiado clavada en las maravillas de Numazu, ni siquiera me di cuenta. El punto de quiebre había sido en septiembre, durante nuestro mismo segundo año en la preparatoria, cuando, demasiado distraída para darme cuenta de lo que estaba haciendo, olvidé ir a casa de Ruby-chan. No puedo imaginarme ni siquiera su expresión cuando se dio cuenta de que en todo el día ni siquiera llegó algo parecido a una felicitación, cuando ella siempre había estado en cada uno de mis cumpleaños desde que la conocía. Al día siguiente, demasiado temprano, llegó al teléfono del templo un mensaje de voz de ella. Su tono era quebrado, y, gracias a las estrellas, lo escuché yo y no mi papá. "Maru-chan. Yo te quiero, pero tienes que decirme. ¿Tengo que ser una pantalla para que me correspondas con un poco de cariño?". Lo primero que hice fue borrarlo, y por tonta, intenté hacerme la fuerte, intenté que no me afectara, y perdí a la única amiga que todavía tenía.

Y fue entonces que pasó. De cierto modo, lo que yo quería que pasara terminó sucediendo cuando me quedé sola. Crecí como la espuma en mis calificaciones, que nunca habían sido malas. Lo había perdido casi todo, y por eso la escuela se volvió el centro de mi vida. Devoraba el triple de libros que antes, me volví una experta manejando el internet, y hasta perfeccioné mi inglés, todo en menos de dos años. Y aún así, el vacío volvió. Cada que terminaba un libro, volvía a sentir el mismo vacío que antes. Me sentía devastada, desesperanzada, sola.

Más allá de mi papá, de mi abuela y de la bibliotecaria de la escuela, no hablaba con nadie. Me enteré de que, cuando había destruido el corazón a Ruby-chan, se le pegó como estampa a Chika-san y a sus amigas por lo que restó de ese año. Cuando se graduaron, incluso limó las asperezas con Yoshiko-chan. Yo no. Yo seguía apartándome en el rincón más cercano a la puerta del salón, para poder escapar de ellas y del resto.

Curiosamente, la que por tres años había sido mi hermana mayor no dejó de serlo cuando me peleé con Ruby-chan. Dia-sama me comprendió, y aunque nunca le terminó de agradar la idea de que Ruby-chan y yo nos hubiéramos distanciado, nunca llegó a portarse grosera conmigo. Seguía dándome consejos, y hasta hoy, continuaba hablando con ella por mensaje todos los días.

—No importa lo que haya pasado entre mi Ruby y tú. Siempre las dos serán mis hermanitas. —me dijo. Yo la quería como tal, y aunque cada que hablaba con ella era como recordar a Ruby-chan, nunca pude renunciar al regazo consolador de Dia-sama.

Dia-sama me solía decir que recomendaba que nos volviéramos a reconciliar. Decía que ella por experiencia propia sabía que la soledad no le venía bien a nadie. Y nosotras ni siquiera teníamos hermanitas que nos alegraran el día. De mi parte yo nunca tuve el valor de regresar con Ruby-chan. Para cuando me di cuenta a mediados de mi tercer año de todo lo que había perdido, para mí ya era demasiado tarde. Sentía que Ruby-chan, en todo su derecho, me mandaría al diablo con mis disculpas. Aun así, cuando llegó el siguiente septiembre, me atreví a felicitarla en su cumpleaños, y no fue usando uno de esos correos electrónicos que tanto me maravillaban. Tomé una hoja de papel, una pluma, y le pedí a mi Obasan que me ayudara con mi caligrafía. No me atreví a escribir todo lo que pensaba, solamente le deseaba un feliz cumpleaños y le pedía una disculpa por todo. La metí en uno de los cierres de su mochila, con la esperanza de que la abriera cuando estuviera en casa, y seguramente así fue, aunque como nunca me dijo nada, no estoy ciento por ciento segura.

Después de ese día, finalmente caí en cuenta de todo lo que había perdido. Cuando le conté a Dia-sama, incluso se le escapo decirme Hanamaru-chan, en diferencia al Hanamaru a secas que siempre había usado conmigo. Ya no sólo era por Ruby-chan, sino también por Yoshiko-chan. Veía en invierno y en verano que, en Uchiura, Chika-san, You-san y Riko-san seguían siendo inseparables, y me preguntaba a mí misma por qué había sido tan tonta como para dejar que mi pasión por esas maravillas terminara por quitarme a mis amigas.

Hice examen para quedarme en la Universidad de Numazu, en la cual me aceptaron casi de inmediato, y, en cuanto mis vacaciones terminen dentro de una semana, comenzaré a estudiar literatura japonesa, creo yo, que igual de sola. La mayoría de mis compañeros habían decidido tomar el vuelo, ir más lejos, pero yo, a pesar de haberme quedado maravillada con las ciudades del futuro, preferí quedarme en la conocida Numazu, terminar de estudiar y regresar a hacerme cargo del templo de mi familia. Era mi ideal de una vida tranquila, una vida en la que ya he cumplido todo propósito posible. Era como en los libros que tanto me gustaba leer: el viaje había terminado. Ya podía regresar a casa. Y, sin embargo, en los libros, el protagonista regresa cambiado. Yo sólo regresaría, igual o peor a cómo empecé.

No suena como el cumpleaños más optimista de todos, sin embargo, como una bendición caída del cielo, me llego la felicitación de Dia-sama

"Feliz cumpleaños pequeña Hanamaru. ¿Estás en el templo?"

Era una pregunta rara. No sabía por qué habría de interesarle que estuviera o no estuviera en el templo. Además, supuse que ella sería la primera en saber que yo, cuando no estaba en la escuela, siempre estaba en el templo. Aún así, le respondí que sí. Ella estaba muy lejos, estudiando en Tokio, así que, si ni siquiera por el cumpleaños de Ruby había venido a Uchiura, no creía que por el mío lo haría.

Mi papá, mi abuela y yo, nos quedamos en casa casi todo el día. Desde el año anterior mi cumpleaños lo había celebrado solo con ellos dos. La abuela había hecho un pastel con las mandarinas que le había dado directamente la familia Takami en señal de buena fe. Por otro lado, mi papá había decidido contarme qué había pasado con mamá, y era una historia de la cual yo ya había escrito historias al respecto. Esperaba que alguna coincidiera, casi como fanática de un show de misterio.

Aún así, cuando íbamos terminando de comer, sonó la campana de la entrada del templo. Era raro, pues los miércoles nadie solía venir. Cuando salí a abrir, la mandíbula casi se me fue al piso.

—Hanamaru-chan —estaba en la puerta, con una conversación que yo perfectamente había memorizado en la pantalla del celular—, feliz cumpleaños.

—¿Ruby-chan?

Fin del capítulo

Sí, dije fin del capítulo, sé que se supone que esto de los cumpleaños suele ser para escribir cosas como one-shots y cosas de ese tipo, pero no me pueden juzgar, se me fue un poco la mano, y pensé que dejarlo todo junto quedaría muy largo. Además, sabía que no terminaría para antes de las 9 de la mañana de México, que es en teoría cuando el 4 de marzo acaba en Japón. Por eso es que, nunca he actualizado tan temprano (de hecho son las 6:30, llevo como media hora en la escuela terminando con los detalles de este capítulo), pero a veces, hay personas que son así de importantes. Literalmente traigo puesta encima mi playera estampada con la flor circular de Hanamaru. Así de tanto la quiero. Pero bueno, el otro capítulo lo subiré hoy mismo, un poco más tarde, y entonces sí hablaré realmente sobre mi amor por Hanamaru. En serio, creo que este capítulo casi no tendrá relleno, pero el que viene estará lleno de estas cosas en negritas, porque simplemente podría decir mucho más de lo que tiene de extensión de esta historia de mi cariño hacia Hanamaru. Sé que suena un poco malo de mi parte, pero literalmente se me olvidó que ayer era cumpleaños de una tía, pero desde el domingo estoy acordándome de que es cumpleaños de Hanamaru.

En fin, supongo que, gracias a esto, no tengo ni que decirles de donde saqué la inspiración para esta historia. Es un poco amarga, pero más tarde que suba la siguiente parte entenderán el porqué de las cosas. Hanamaru es linda, Hanamaru es linda, pero ni siquiera ella está exenta de cometer una o dos tonterías.

Y pues, creo que ya que suba la siguiente parte se tendrán que leer el rollo de esta niña rarita venerando a su Hanamaru como en mil palabras o más, así que, ya los dejo descansar de mí por el momento.

Nos vemos más tarde, yo soy Aramaru, los quiero a todos y todas, y desde aquí les digo que… ¡Ohayou! (Chale, nunca había actualizado temprano, no queda lindo el Oyasuminassan, pero bueno, hoy es día de Hanamaru, así que, al demonio con las temporalidades, en Japón son las 9 de la noche ¡Oyasuminassan!)