PRÓLOGO:

Habían pasado dos años desde la última vez que lo vio frente a frente. Él era tan sólo una silueta frágil parada frente suyo como una flor marchita, una flor que aún podía enmendar a pesar de estar al borde de romperse.

Lo vio partir en el día en que más roto lo apreció, aún con su bella sonrisa se despidió de él en el aeropuerto de Tokio, donde él buscaba superar a su antiguo amor, el bastardo mitad y mitad que le partió el corazón en pedazos.

Se despidieron como los buenos amigos que eran, él chico de los ojos verdes le agradeció mucho el haberlo acompañado al aeropuerto hasta su salida, así como también le agradeció de antemano el no haberle dicho a todos de su partida, pues le hubiera resultado muy difícil despedirse de todos los amigos que hubo hecho en la UA.

Lo vislumbró irse con su pequeña y frágil espalda alejarse de su vista, escuchó el sonido de las llantas diminutas de su maleta, el sonido de sus pasos desapareciendo del piso de marfil del aeropuerto.

Lo sintió tan débil, tan vulnerable y tan vacío, que quiso retenerlo con todas sus fuerzas, sostenerlo entre sus brazos y hacerle saber que él lo amaba desde la preparatoria (o quizás desde la infancia), decirle que lo ayudaría en todo lo que necesitara para sanar su dolor, pero no pudo hacerlo, ni siquiera pudo mover un pie de su estoico cuerpo, porque todo en él se hallaba seco, áspero de cada sensación que pudiese devolverlo a la vida.

Él amaba a Izuku Midoriya.

Su Deku.

Su querido amigo de la infancia.

Su rival.

Su amor no correspondido.

El verlo querer seguir su camino por su cuenta, no tuvo el valor para retenerlo y decirle todo aquello que tenía apilado en su ser.

Ese factor lo retuvo de poder hacer más, porque él pudo haber hecho todo y más, pudo abrazarlo hasta que el universo se destruyera y pudo haberle dicho cuánto lo amaba hasta quebrarse frente a él y sentir cómo sus tiernos brazos lo sostenían sin dudarlo.

Sin embargo, fue tarde para poder siquiera hacer algo al respecto.

La voluntad inquebrantable de Deku era mayor que sus deseos de tenerlo con él; la voluntad con que Deku juró superar al bastardo mitad y mitad por romper su relación era algo indescriptible.

A pesar de tener esos sentimientos por él, reconoció que debía de darle su espacio, darle tiempo para sanar por su cuenta, de hacer una nueva vida de la anterior y resarcir su corazón roto.

Al verlo marcharse, hizo exactamente lo mismo que Deku: jurar algo que nadie ni nada podría intervenir y romperlo. Poner toda su voluntad y determinación en una sola meta.

Se juró a sí mismo esperar a Deku el tiempo que fuera necesario, si fueran dos o tres o diez años o viente, lo esperaría.

Lo esperaría hasta el día en que él decidiera regresar y ahí él nunca lo dejaría marcharse jamás de su vida.

Se juró esperarlo, porque sus sentimientos nunca cesaron de existir desde que se percató de tenerlos, a pesar de que al principio aborreció sentirlos, con el tiempo se acostumbró a los deseos intensos de querer tomar la mano de Deku entre la suya, de querer abrazarlo, de querer besarlo y cuidarlo por siempre.

Se juró esperarlo, mientras que lo único que sus oídos escucharon eran sus palabras de despedida.

Recordando cada sonido de su voz cuando le dijo dulcemente:

"Adiós Kacchan"

"Cuál, adiós?" Le había dicho él con el ceño retorcido. Palpó la risa triste de Deku, notando cómo él se esforzaba por no llorar frente a él, porque sus ojos empañados hacían un último intento por no quebrarse.

"Nos veremos otra vez, Kacchan" Le aseguró, obsequiándole su más cálida sonrisa antes de girarse e irse al avión.

En ese breve instante, quiso decirle:

Nos veremos otra vez, Deku…

Definitivamente nos volveremos a ver.

Lo que desconocía era que sus caminos volverían a encontrarse.

.

.

.

.

P.D. Nuevo fic de este fandom, esperando que sea de su agrado.