DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a knicnort3. Yo solo me adjudico la traducción.
Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)
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*Advertencia: El TID (Trastorno de Identidad Disociativo) usualmente es causado por una serie de eventos traumáticos durante la infancia, como lo es un caso de abuso grave. En capítulos posteriores puede abordarse el tema del suicidio. Si alguno de estos temas es sensible para ti, por favor piénsalo bien antes de leer esta historia. Gracias*
Capítulo 1: Olvidado
Nunca olvidaré la primera vez que vi a Bella Swan…
Las luces parpadeaban, la música resonaba, y las personas estaban calientes y pegajosas por el sudor. Era el puro infierno y no estaba lo suficientemente ebrio como para propiamente olvidarme de la atrocidad de todo el asunto. Aun así, era la única distracción que valía la pena en este apagado pueblo, así que de mala gana pasaba mis noches de sábado en esta triste excusa de club nocturno, esperando olvidarme de mi vida por unas cuantas horas. Usualmente tendría a unos amigos a mi lado, pero esa noche estaba solo, tratando de emborracharme y salir antes de que alguna de mis conquistas olvidadas pudiera verme.
Siendo un pueblo pequeño, el club más que nada era frecuentado por la misma gente aburrida, así que a menos que buscara acostarme con alguien, rara vez les prestaba atención, sin embargo, esa noche fue diferente. Esa noche los insulsos idiotas que hacían el ridículo en la pista de baile, fueron bendecidos por la presencia de una chispa.
No estaba seguro de si fue el alcohol, o la emoción de un rostro nuevo, pero dejé que esa sensación me guiara hacia la horda de cuerpos moviéndose, en donde la sexy extraña y yo encontramos química de inmediato. Además de intercambiar nombres, no hablamos demasiado, y la noche terminó demasiado pronto. Nadie nunca va a un club buscando una relación, así que nunca esperé algo más; solo deseaba que mi cerebro pudiera olvidarla tan fácilmente como olvidaba a las otras mujeres con las que me había encontrado. Su energía y espíritu habían sido embriagantes, y cuando no regresó al club el siguiente fin de semana, me encontré pasando las siguientes semanas obsesivamente esperando verla alrededor del pequeño pueblo.
Justo cuando estaba a punto de rendirme, me encontré con una librería local, y casi me resbalé con mis propios pies cuando la vi sentada detrás del mostrador.
Alzó la cabeza desde las páginas de Jane Austen y me miró críticamente mientras desaparecía detrás de las repisas; necesitaba un minuto para recuperarme antes de descubrir qué es lo que le diría. Había entrado al establecimiento por puro accidente pero, en ese momento, supe muy dentro de mí que mi vida nunca sería la misma…
—Hola —dije incómodamente cuando finalmente me armé de valor para acercarme a ella—. ¿Cómo estás?
—Um… bien. ¿Hay algo con lo que pueda ayudarte? —cuestionó, dejándome claro que estaba manteniendo este encuentro estrictamente profesional.
—Uh. —Miré alrededor, esperando ver a su supervisor cerca como una razón por su tono tan seco. No vi a nadie más en la tienda además de nosotros dos, pero decidí mantenerlo casual solo por si acaso—. ¿Sabes si este es bueno? —pregunté, después de tomar el libro más cercano al mostrador.
—"Cómo ganarme al hombre de mis sueños" —leyó la portada, y luego me miró divertida—. Lo siento, no puedo decir que haya leído este.
Sonreí.
—Tomé el libro equivocado. Um, en realidad estoy buscando un libro de texto que necesito para una de mis clases. ¿El sitio web dice que lo tienen disponible aquí?
—Si me dices el nombre del libro, puedo buscarlo por ti —ofreció.
—Genial. Um, "Los Fundamentos de la Patología", por favor —dije, algo avergonzado. Por alguna razón, siempre me daba vergüenza decirle a la gente que estaba en la escuela de medicina. Parecía tan jodidamente pretencioso, y realmente no era ese tipo de chico. Demonios, si ser doctor no fuera un legado familiar, probablemente nunca lo hubiera considerado.
Y, por supuesto, Bella me miró como todos siempre lo hacían cuando mencionaba la medicina: como si fuera un idiota pretencioso.
—¿Patología, eh? —murmuró mientras tecleaba en el teclado de su computadora—. Síp, definitivamente lo tenemos. ¿Quieres que corra a conseguirlo para ti, o que solo te señale en qué dirección?
—Puedo ir por él —dije rápidamente, no queriendo parecer un mayor idiota del que probablemente ella ya me consideraba.
—Bien, está justo por allá. ¿Ves el letrero que dice libros de medicina? Estará listado bajo el apellido del autor.
—Gracias —dije con una sonrisa amable, antes de ir por el libro.
Cuando regresé al mostrador, con el libro en la mano, y ella comenzó a escanearlo, su indiferencia se convirtió en algo insoportable.
—No te estoy acosando, por cierto —dije, esperando sonar menos idiota de cómo me sentía.
—¿Acosándome? —preguntó arqueando una ceja.
—Sí. Realmente vine por este libro. Es más barato aquí que en la librería de la universidad. Lo prometo.
Sacudió la cabeza en confusión.
—Lo siento, ¿nos conocemos? —preguntó, pareciendo sincera con su falta de familiaridad conmigo.
—Guau —dije, no pretendía vocalizar mi shock, pero no pude evitarlo. Y luego, porque no podía ponerse peor, mi vergüenza creó una especie de diarrea verbal—. Lo siento, es solo que no estoy acostumbrado a que me olviden. Quiero decir, usualmente soy yo quien tiene problemas para recordar a los ebrios amoríos de una noche… guau, eso sonó horrible. Creo que me callaré ahora. ¿Realmente no me recuerdas? —pregunté, aún confundido.
—Lo siento —dijo, pareciendo ponerse un poco ansiosa—. Quizá me estás confundiendo con alguien más —añadió mientras prácticamente arrojaba mi libro en una bolsa de papel y me lo tendía.
—Bella, ¿cierto? —cuestioné, aunque en mi mente no tenía ni la menor duda. Para realmente hablar con alguien por primera vez, ya conocía cada centímetro de su perfecto cuerpo. Había pasado horas esa noche descubriendo todas sus líneas y curvas, y la maravillosa forma en la que estaba hecha. Difícilmente hablamos, pero en su lugar usé mis labios para besarla más de cien veces en ese maravilloso periodo de tres horas en las que la había tenido entre mis sábanas.
Bella no era mi primer encuentro con una extraña, pero a pesar de que se fue antes del amanecer a la mañana siguiente, era la primera a la que parecía no poder dejar ir. Quizá era mi orgullo, pero el hecho de que al parecer no dejé una impresión duradera, solo añadía más a mi intriga por ella. Quizá solo estaba jugando a ser coqueta, o quizá necesitaba un recordatorio.
—Escucha, realmente me alegra haberte encontrado. He estado pensando demasiado en ti y esperaba poder quedar de nuevo.
Mis ojos se fueron a su perfecto labio inferior, el que sujetó entre sus dientes, recordándome a la forma en la que ese mismo labio sabía entre mis propios dientes. Era un sabor que desde entonces había deseado.
—Uh. —Miró mi tarjeta de crédito que aún estaba en el mostrador—. Edward, lo siento, pero no tengo tiempo para salir, o lo que sea. Fue lindo verte, de nuevo, pero necesito volver al trabajo.
Miré alrededor de la tienda aún vacía, y luego a ella mientras descaradamente abría de nuevo el libro que estaba leyendo cuando entré a la tienda.
Acababa de rechazarme.
¿Era posible que ella no hubiera disfrutado la noche de la manera en la que yo lo hice? Realmente me engañó porque de verdad actuó como si lo estuviera disfrutando.
Asentí para mí aceptando la derrota y luego recogí mi orgullo del suelo, me lo puse en el hombro y salí de la tienda. Por supuesto, fue ahí cuando me di cuenta de que había olvidado mi libro nuevo, junto con mi tarjeta de crédito.
—Mierda —bufé.
A regañadientes volví a la tienda y me impresionó la belleza que seguía en el mostrador. Ya no estaba leyendo tensamente a Jane Austen; en el minuto que me tomó regresar a la tienda, su comportamiento se había alterado dramáticamente. Ahora, estaba retorciendo goma de mascar alrededor de su dedo, mientras pasaba las páginas de alguna revista de adolescentes y cantaba al ritmo de una vieja canción de las Spice Girls que sonaba por las bocinas de su teléfono.
—Um… hola —dije arrepentido, esperando que no se avergonzara por sus extrañas pero adorables gracias.
Desafortunadamente, no solo estaba avergonzada, sino que también un poco asustada por mi reaparición.
—¡Oh, por Dios! —Su rostro se enrojeció y peleó con su teléfono para apagar el sonido.
—Lo siento, yo solo…
—No, yo lo siento. No se supone que esté haciendo esto en las horas de trabajo. Por favor no le digas a mi papá.
—¿Tu papá? —pregunté perplejo.
—Él es dueño de la tienda, así que... —Se encogió de hombros, y luego tomó un profundo respiro—. ¿En qué puedo ayudarte? Por favor no me pidas que te ayude a buscar un libro en la sección de adultos, no lo tengo permitido.
—Uh… yo solo olvidé mi libro y mi tarjeta —le dije lentamente, sintiendo como si algo muy extraño estuviera pasando pero sin tener idea de qué.
—¿Dejaste algo? —preguntó para aclarar.
—Sí, mi libro que acabo de comprar, y mi tarjeta de crédito.
—¿Tienes el recibo? —preguntó casualmente.
—Um… —Palmeé mis bolsillos—. No, creo que está en la bolsa que dejé.
—¿Dejaste una bolsa también? ¿Pensé que habías dicho que dejaste un libro y una tarjeta de crédito? ¿Era como una bolsa de mano, o más como una mochila? Necesitaré que me muestres algún tipo de prueba de que eres dueño de las cosas que dejaste.
Arqueé las cejas en completa perplejidad.
—No, por bolsa me refiero a la bolsa de papel en la que pusiste el libro que acabo de comprar. Y la tarjeta de crédito que acabo de usar para comprar el libro.
Frunció el ceño.
—¿Hace cuánto fue esta compra?
Miré por encima del hombro, convencido de que estaba en un frustrante show de cámara oculta, pero la tienda aún estaba vacía.
—¿Qué está pasando aquí? —le pregunté—. Es decir, he conocido a chicas que se hacen las estúpidas, pero ¿estás jugando conmigo ahora?
—¡No soy estúpida! —gritó, de repente poniéndose muy emocional—. Qué cosa tan horrible por decir. ¡Necesitas irte antes de que llame a la policía!
—¿La policía? Mira, solo necesito mis cosas. Literalmente acabo de estar aquí. Mi tarjeta de crédito tiene mi nombre en ella: Edward Cullen. El libro es acerca de Patología. ¿Por favor tan solo puedes revisar en donde sea que dejan las cosas que los clientes olvidan? ¿Por favor? Debe estar en algún lugar detrás del mostrador. Literalmente estuve aquí hace unos minutos.
—Oh —dijo, de repente volviéndose muy callada pero luego me sonrió—. Así que eres tú por quien están discutiendo.
—¿Eh? —pregunté frustrado.
—Espera —dijo antes de desaparecer bajo el mostrador. Extrañamente, pareció estar ahí por un tiempo inusualmente largo. Cuando finalmente se puso de pie, tenía mi bolsa y la tarjeta, y prácticamente las arrojó hacia mí.
—Listo. ¡Ten tu mierda y no vuelvas! —dijo, volviéndose abruptamente muy hostil.
Estaba tan sorprendido por toda la cosa que solo la miré por unos momentos, y me moví cuando alzó las cejas y señaló para que me fuera.
Ya estaba de vuelta en el auto para cuando mi cerebro por fin me agarró el ritmo.
¡Qué mierda!
¡Bienvenidas a una nueva traducción!
Espero nos acompañen a Yani y a mí en esta nueva historia y la disfruten tanto como yo :), ojalá este primer capítulo sea de su agrado y las deje con ganas de leer más ;)
Por lo mientras, espero se animen a dejar un review con sus opiniones o primeras impresiones acerca del capítulo :D
Nos leemos muy pronto ;)