Realmente no sé qué rayos pasó aquí, jajajaja, yo misma leí el capítulo ya publicado y ahora resulta que era otro, mi no entender nada. (?) Pero en fin, aquí el primer capítulo, disfruten.
Disclaimer: Naruto le pertenece a Masashi Kishimoto.
Advertencia: Ninguna por ahora.
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Capitulo 1: Mentira
Abrió sus ojos con calma y tranquilidad, sintiendo que este amanecer era infinitamente diferente a todos los demás en su vida, los cuales habían sido muy pocos.
Desde que ya no tenía en su interior a Shukaku, dormía de vez en cuando, pero nunca había descansado tan bien como ahora, percibiendo la calidez que le transmitía el cuerpo de ella, que dormía tranquilamente a su lado.
La observó embelesado, amando cada rincón de su cuerpo desnudo, ese que anoche ella le había entregado, enseñándole por primera vez el verdadero significado del amor, la palabra que llevaba grabada en su frente. Su mano se acercó lentamente a ella, recorriendo suavemente su cintura y su espalda, hasta que logró despertarla.
—¿Gaara? –preguntó la joven, abriendo lentamente sus ojos de color verde esmeralda. Se volteó para ver al muchacho que estaba a su lado, sólo cubierto por las sábanas de la cama. Su largo cabello rubio cayó hasta su cintura cuando se sentó, emitiendo una dulce sonrisa.
—Aoi –susurró el pelirrojo, mostrando un brillo totalmente diferente en sus ojos aguamarina, ya no demostraba odio en ellos, sino una enorme felicidad, porque al fin había logrado conocer el amor junto a esa joven kunoichi de la aldea escondida entre las nubes.
La había conocido hace tres meses, cuando ella llegó a Suna a causa de una misión que consistía en un tratado de alianza entre las dos aldeas, no obstante, Aoi ya le había conocido antes, durante la cuarta guerra ninja, en donde Gaara había sido el capitán de las tropas de ataque. Durante su misión en Suna, ella debió pasar mucho tiempo junto al Kazekage y, sin darse cuenta, ese sentimiento comenzó a aflorar entre ellos de pronto, un sentimiento que ninguno de los dos había podido reprimir.
—Buenos días –sonrió la chica de cabellos dorados, provocando una sonrisa en él también. Gaara se acercó a ella, abrazándola muy fuerte para transmitirle su calor.
—Buenos días –respondió, para después ofrecerle un tierno y dulce beso, un beso de amor verdadero.
En un momento como ese, Gaara pensaba que su felicidad duraría para siempre.
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—Ah, qué lindo día –se dijo alzando sus brazos para desperezarse un poco. Sus grandes ojos negros miraron hacia afuera por la ventana de su habitación, notando el hermoso sol que brillaba fuerte en lo alto del cielo. Pero a pesar de lo feliz que aparentaba estar, muy pronto su dulce sonrisa se borró, mostrando una profunda tristeza.
Ella lo sabía, anoche mientras se dirigía a la oficina de su ex sensei le había visto besándose con esa chica de la nube. ¿Por qué debían ser las cosas de esa manera?
—Aunque era obvio que Gaara-sama no me vería, ella es una chica hermosa, no como yo… –bajó la mirada, dejando escapar una amarga lágrima de sus ojos.
El dolor era insoportable, el saber que esa persona que tanto amaba, el ser al que más admiraba sobre la tierra, el único que era capaz de acelerar los latidos se su corazón, estaba enamorado de alguien más. Por más que lo había intentado nunca pudo reprimir esos sentimientos; estaba profundamente enamorada de Sabaku No Gaara, siempre lo había estado, pero eso ya no importaba, porque él quería a esa chica y no a ella. Desde que Aoi había llegado, se la pasaba todo el día junto a Gaara, supuestamente por su misión diplomática, pero Matsuri estaba enamorada de Gaara, ella podía darse cuenta enseguida de que esa mujer sentía algo por su Kazekage, pues se encontraban en la misma situación; y no se equivocaba.
Se levantó con desánimo, secándose las pequeñas lágrimas que habían surcado sus mejillas; no necesitaba llorar, sabía que esto pasaría algún día, algún día Gaara se enamoraría y esa persona no sería ella.
—Que tonta he sido, aún guardando la esperanza de que Gaara-sama… de que Gaara-sama me haga caso… soy patética… –se miró al espejo, volviendo a llorar al instante mientras observaba su reflejo. Era una joven linda, su cabello castaño claro ahora había crecido un poco, llegando a la altura de sus pechos, los cuales habían crecido también ya que ahora tenía dieciocho años y su cuerpo estaba más desarrollado, pero aún así él jamás la había mirado con otros ojos, él nunca la iba a amar.
Lo mejor que podía hacer era rendirse para siempre y vivir con la idea de que ahora su amado ya tenía a una persona con quien ser feliz. Debería sentirse feliz por él y no amargarse de esa manera, después de todo, su adorado Gaara lo merecía.
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—¡Oh, me siento tan feliz por ti! –exclamó cierta rubia de ojos verde azulado y cuatro coletas, quien abrazaba alegremente a su hermano menor, emocionada por la noticia de que él ya tenía una novia.
—Suéltame por favor –dijo tranquilamente Gaara, mientras su dulce novia sonreía con elegancia, lo que hacía latir su corazón.
—De verdad es una gran noticia, sobre todo porque tienes una novia muy bonita –opinó esta vez un chico de cabello y ojos castaños, quien abrazó ahora a Aoi, la cual seguía riendo.
—Kankuro, suelta a mi novia ahora –exigió el pelirrojo malhumorado, provocando cierto miedo en su hermano mayor.
Estaban los cuatro en la oficina del Kage, los dos hermanos mayores acababan de regresar de una misión y abrieron la puerta justo en medio de un beso de la parejita, así había sido como descubrieron su relación, cosa que los puso muy contentos por su hermano, aunque Temari no dejaba de sentirse inquieta, pues había algo que no le gustaba.
—Si Gaara está con Aoi… ¿Qué pasará con Matsuri? –se preguntó, sintiendo de pronto cierta tristeza hacia su amiga, pues conocía a la perfección sus sentimientos y ahora sufriría demasiado cuando viera a su hermano con esa chica.
Sin embargo, no sabía que la respuesta a su pregunta vendría tan pronto, pues la puerta se abrió de sorpresa, dejando ver a la castaña que ahora tenía el cabello amarrado en una coleta baja.
—Gaara-sensei… –susurró mirando al Kazekage, notando enseguida que él y Aoi se tomaban de las manos. Dolía mucho, más de lo que pensó, a pesar de que venía preparada para esto, pero, con todo y eso, se sintió morir.
—Matsuri, ¿sucede algo? –el ceño del Kazekage se frunció al observar a su ex alumna, no porque le desagradara verla, sino porque se dio cuenta de que algo le pasaba. Conocía demasiado a Matsuri, gracias a todo el tiempo que compartieron juntos sabía cuando ella estaba afectada por algo, esa joven se había convertido en una amiga muy especial para él y no le gustaba que estuviera triste.
—No, Gaara-sensei, es sólo que le venía a dejar los informes de entrada y salida de la aldea –la castaña sonrió dulcemente, dejando lo que traía en sus manos sobre el escritorio de su ex maestro, a quien aún llamaba con respeto.
—Gracias –fue todo lo que dijo Gaara. La kunoichi le volvió a sonreír y se alejó, no sin antes hacer una leve reverencia a todos los presentes; sin embargo, el ambiente quedó un poco tenso, porque a pesar de que Gaara fue el único en no notarlo, todos se dieron cuenta de lo lastimada que se sintió Matsuri al verlo con Aoi, incluso la misma chica lo notó.
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—¿Por qué duele tanto? –se preguntaba Matsuri, corriendo hacia el exterior del palacio Kazekage, no quería estar cerca de él, no quería verlo, no podía hacerlo.
—¿Matsuri? –escuchó una voz conocida. Se volteó y vio a una chica de larga cabellera castaña, más alta que ella, de ojos grises —. ¿Matsuri qué te pasa?
—Sari… –Matsuri se lanzó a sus brazos, ya no podía contenerse, había sido lo suficientemente fuerte cuando estuvo frente a él, pero ya no podía más —. Sari, Gaara-sama… Gaara-sama tiene novia…
—¿Qué? –cuestionó incrédula la chica, era casi increíble que algo así pasara, que su serio Kazekage tuviera una novia. No negaba que a ella tampoco le agradaba la noticia, al igual que todas las muchachas de la aldea, tenía sentimientos hacia su líder, pero sabía que lo de su amiga Matsuri era mucho más profundo, porque ella era la que estaba más cerca de él debido a que había sido su alumna.
—Sari, me duele mucho, no sé qué hacer… –se lamentó la chica, abrazando más fuerte a su amiga.
—Mira, primero te calmas, ningún hombre se merece que suframos por él –era gracioso oírla hablar así, ya que sus ojos también estaban llorosos, no tanto como los de Matsuri, pero sí se veía triste —. Sea Gaara-sama o quien sea, no hay que llorar.
—Sari…
—Mira, tú, aunque no te des cuenta, eres muy popular en esta aldea, tienes a muchos chicos queriendo salir contigo. ¿Cuántos te han invitado y tú los has rechazado?
—N-no lo sé, no llevo la cuenta.
—¡¿Ves?! –Matsuri dio un salto, algo asustada por ese grito. En ese momento Sari vio a alguien acercarse, era el amigo de ellas, siempre andaban los tres juntos para todos lados. Era un chico alto, de cabello castaño, corto y cubierto por una pañoleta gris, en donde llevaba también su banda ninja. Sus ojos eran grises y la verdad, era un chico apuesto —. Mira, ahí viene Ittetsu, sabes que él se muere por ti.
Matsuri se volteó y observó como su amigo les saludaba, pero al verla a ella se sonrojó un poco. Hace tiempo él se le había confesado, le había dicho que no importaba lo que sentía, él la seguiría esperando, porque tarde o temprano se daría cuenta de que Gaara no era para ella y, al parecer, tenía toda la razón.
—Hola, Sari, Matsuri –saludó a ambas, sonriendo ampliamente.
—Buenos días, Ittetsu –respondió Matsuri, secándose las lágrimas para sonreír. Tal vez lo que debía hacer era aceptar lo que tantas veces él le había pedido; una cita, una oportunidad para demostrarle que él podía conquistarla, hacerla olvidar a ese gran amor que sólo la hacía sufrir.
—¡Hola, Ittetsu! –Sari respondió muy animada —. A que no adivinas que me acaba de decir Matsuri. ¡Que quiere tener una cita contigo! –le golpeó la espalda al castaño, el cual se sonrojó enseguida al oír esas palabras.
—¡Sari! –exclamó Matsuri avergonzada, eso no era cierto, pero ya no importaba.
—¿Es verdad, Matsuri?
—Eh… yo… –la chica miró a Ittetsu, quien esperaba con ansias su respuesta, hasta que finalmente se rindió y decidió aceptar, al final no tenía nada de malo, sólo era una cita —. Sí, es cierto –dijo sonriendo.
Ittetsu también le sonrió, feliz de que ella hubiera accedido a darle una oportunidad, por fin.
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Ahí estaba ahora, sentada junto a un amigo por el cual no sentía nada más que eso, en un bonito restaurante de Suna, con una gran y brillante luna afuera. Se sentía realmente fuera de lugar, no era que Ittetsu fuera un mal chico o no le cayera bien, al contrario, le caía muy bien, pero no podía enamorarse de él, por más que intentara no amar al Kazekage, no lo conseguía, era una tonta que estaba ya condenada.
—Matsuri, ¿no vas a comer? –le preguntó algo desanimado, captando por fin su atención. Ella sabía que estaba mal lo que estaba haciendo, a ella no le gustaba él y no tenía que haberle aceptado una cita, pero ya estaba aquí y no podía ser grosera.
—Perdona, claro que voy a comer, si está todo muy delicioso –respondió, sonriendo dulcemente, pero la sonrisa se borró cuando observó a quienes estaban entrando al mismo restaurant que ella.
¿Por qué justo aquí, esta noche? ¿Por qué ellos dos?
—Gaara-sama… no quiero… no quiero verlo con esa mujer, me duele demasiado… por favor… deje de hacerme daño… –cerró los ojos para ya no verlos, tratando de concentrarse en comer; sin embargo, ahora eran ellos quienes la habían divisado.
Gaara, luciendo una impecable teñida casual, iba de la mano junto a su novia Aoi, la cual lucía un corto vestido de tirantes, reluciendo su espléndida figura. Ambos observaron a los chicos sentados en la mesa de enfrente, al parecer, disfrutando de una "romántica" velada.
El Kazekage frunció levemente el ceño al observar aquella escena.
—No sabía que tu alumna tuviera novio, Gaara –le dijo Aoi con una sonrisa, apretando el brazo de su amado novio con dulzura.
—Ella no tiene novio –dijo el pelirrojo con bastante seguridad, sin darse cuenta de que estaba molesto, la verdad era que no entendía esa sensación que de pronto le invadió —. De ser así me lo habría contado –terminó la frase, dejando a la chica un tanto confundida, pero luego rió graciosamente.
—No creo que ella deba contarte todo lo que hace, está muy grande y bonita, ¿sabes? Debe tener a muchos chicos detrás de ella –opinó la rubia en forma despreocupada, aunque era eso lo que pensaba, siempre que veía a Matsuri la imaginaba rodeada de admiradores, más que nada por esa personalidad tan dulce que tenía, no parecía que hubiese nacido para ser ninja en realidad, sino algo más tranquilo, pero de todas formas, eso no era de su incumbencia, la verdad era que Matsuri le agradaba mucho, aunque le inquietaba siempre verla triste.
Gaara no dijo nada ante eso, él nunca se había preguntado ese tipo de cosas acerca de su ex alumna, si es que acaso ella ya tenía novio, si había besado alguna vez a alguien o si había perdido la virginidad, pero no entendía por qué en ese instante todas esas dudas asaltaron su mente de forma abrupta.
—Vamos a sentarnos –dijo al fin, ignorando ese extraño sentimiento que le sofocaba, se suponía que había venido aquí a disfrutar con su novia, no a enterarse de la vida privada de Matsuri, eso era algo que no le interesaba en lo más mínimo.
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Después de la dulce velada, Ittetsu acompañó a Matsuri hasta su casa, iban charlando animadamente de algunas anécdotas graciosas que les sucedieron en las misiones, hasta que se detuvieron frente a la solitaria casa de la joven, la cual agradeció con una leve reverencia la compañía del chico.
—La pasé realmente bien, Ittetsu –dijo Matsuri con una sonrisa amable, un leve escalofrío la recorrió y se abrazó a sí misma, mientras el chico la veía embobado, pues no podía comparar la belleza y dulzura de Matsuri con la de ninguna otra muchacha en toda Suna.
—Yo también lo pasé muy bien, me alegró mucho que aceptaras salir conmigo, Matsuri, sabes que eres muy especial para mí –las mejillas de Ittetsu se tiñeron levemente de rojo y su corazón se aceleró un poco más. No dejaba de ver fijamente los labios rojos y apetitosos de su compañera, porque sin duda, para que la cita fuera perfecta, necesitaba un beso de ella.
Se acercó lentamente entonces, logrando sentir su suave aliento. Matsuri tembló con nerviosismo, sabía lo que Ittetsu pretendía hacer y ella nunca había besado a nadie antes, en temas de amor era realmente inexperta, más porque se la había pasado soñando en como serían los besos de su amado Kazekage. Al ver la imagen de él en su mente, no fue capaz de traicionar a ese amor que era más fuerte que todo en su vida y se separó del chico antes de que éste rozara sus labios.
—Perdóname, pero no puedo –se disculpó sinceramente. Ittetsu comprendió de inmediato y asintió con la cabeza.
—Lo sé, yo lo siento, sé que no me amas, Matsuri, pero… si tú me dieras la oportunidad de hacerte feliz estoy seguro de que podría hacerlo, déjame intentarlo, por favor –rogó, con sus ojos grises clavados profundamente en la pequeña figura femenina, que sólo era capaz de mirar al suelo con inseguridad.
—Déjame pensarlo –fue todo lo que dijo antes de entrar a su casa, pues por más que quisiera sabía que no podría arrancar ese amor de su testarudo y tonto corazón, aunque le echara tierra encima, aunque tratara de olvidarlo con otro hombre.
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Cayeron besándose sobre la cama del Kazekage. La verdad, muy pocas veces Gaara la había utilizado, a pesar de ya no tener a Shukaku dentro seguía sufriendo de insomnio, estaba muy acostumbrado a eso, así que no pensó que usaría esa cama para algo más que no fuera un mueble inútil; sin embargo, ahora le había encontrado un uso muy bueno, muy placentero, que era hacerle el amor a esa mujer; su novia.
—¿Por qué te veo de mal humor? –le preguntó la joven rubia, captando la atención del Kage, que se dedicaba a besarle el cuello, pero paró al oírla.
—Yo estoy igual que siempre –dijo sereno, pero en el fondo podía verse un poco de rabia escondida detrás de su fría mirada, algo le estaba molestando y al parecer era serio.
—Vamos, puedes confiar en mí –insistió Aoi, aunque más o menos sospechaba a qué se debía esa actitud, pues había sido testigo de ella desde que entraron en aquel restaurante. No quería pensar cosas que no eran, por eso decidió imaginar que Gaara sólo estaba así por su alumna, pero no que estaba preocupado de ella como mujer, sino como su amiga —. ¿Es por Matsuri-chan?
—No –negó rápidamente, pero sintió una opresión en el pecho cuando su novia la nombró. Matsuri… ¿por qué estaba saliendo con alguien y no le dijo nada a él? ¿Y por qué se sentía con el derecho de estar enterado de ese tipo de cosas? ¿Sería acaso sólo porque ella era su alumna? ¿O era algo más?
—Gaara, sé que estás preocupado por ella, después de todo… debe ser como una hermanita para ti.
¿Una hermana? Tal vez era eso, Matsuri era como su hermana, como una hermana pequeña a la cual él debía proteger y cuidar para que siempre estuviera bien. Viéndolo así tenía sentido, mucho más del que hubiera pensado.
—Sólo me preocupa que no esté con personas que no le hagan daño –reconoció al fin, levantándose de encima de Aoi, para quedar sentado a su lado. Ella lo observó, notó esa confusión en su mirada, pero nuevamente quiso creer en que Gaara no podía ver a Matsuri con otros ojos, él sólo la amaba a ella, sólo tenía ojos para ella y ninguna otra mujer le robaría ese lugar.
—No te preocupes, ella ya es grande, sabe cuidarse sola –dijo sonriendo, para acercarse al rostro de su amado y besarle profundamente. Era en momentos como ese que deseaba quedarse así para siempre, renunciar a todo lo que tenía en su aldea y vivir al lado de su Kazekage hasta el fin de sus días, pero sabía que su pasado tarde o temprano vendría a buscarla y reclamaría por su presencia, así que por ahora sólo quería disfrutar un poco más de tiempo junto a Gaara, el único hombre que de verdad amaba.
Gaara no respondió, decidió hacerle caso, no tenía por qué seguirla preocupando con estupideces, además, quería quitarle pronto ese vestido que ya comenzaba a estorbar.
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Una nueva mañana se asomaba en Sunagakure. Ya había transcurrido un mes desde que el Kazekage estaba saliendo con esa joven y hermosa kunoichi de Kumo. Un mes desde que el corazón de Matsuri estaba roto y cayendo a pedazos sobre el piso, sin oportunidad de ser reparado.
—Gaara-sensei –le llamó, con su siempre dulce y amable expresión, mientras se adentraba en la oficina para entregar los reportes de misiones realizadas por los shinobis de su aldea.
Él lucía ciertamente algo diferente, desde que había encontrado el amor se veía mucho más amable y alegre, no cambió demasiado su forma de ser ni su trato a los demás, pero el brillo que adornaba su mirada era incomparable y Matsuri sabía que esos ojos jamás brillarían así por ella.
—Adelante, Matsuri –dijo Gaara, ofreciéndole tomar asiento con un gesto de sus manos. Ella le hizo caso y se sentó frente a él con timidez.
—Aquí tiene los informes de misiones de esta semana, están todos en perfecto orden y revisados por mí, sólo tiene que ojearlos y poner su timbre para que los pueda archivar.
El pelirrojo asintió, en ese sentido no podía quejarse, Matsuri era realmente eficiente para el trabajo, aunque últimamente la veía un poco alicaída, no lucía tan entusiasta y alegre como antes, además, pasaba demasiado tiempo con ese tal Ittetsu. ¿Sería que él le hizo algo y por eso estaba triste? ¿Acaso ese ninja de poca monta se había atrevido a hacerle algún daño a su querida alumna?
Espera un segundo, ¿desde cuándo era su querida alumna?
—Matsuri –la llamó, mientras se dedicaba a firmar las misiones y ella sólo le esperaba a que acabase —. Te he notado algo decaída, ¿estás bien?
—S-sí, Gaara-sensei, ¿por qué lo pregunta? –fingió una sonrisa. No podía decirle que estaba mal por él, que se moría de amor por él y que estaba sufriendo porque no le hacía caso, porque sólo podía ver a Aoi y que ella era menos que un cero a la izquierda en su vida. No podía confesarle que se estaba muriendo por besar sus labios, por acariciar su piel de porcelana y por sentir su fuerte masculinidad impregnando cada rincón de su ser, que quería ser suya, entregársele por completo, amarlo hasta la muerte.
—No te veo alegre como siempre –continuó el maestro, observándola de pronto, clavando su penetrante mirada en ella, esa que la hacía temblar y sonrojarse como una niña pequeña, estremecerse como si mil mariposas revolotearan en su interior —. ¿Estás segura de que todo va bien contigo?
—Sí, estoy segura –volvió a emitir otra sonrisa fingida, pero él definitivamente lo notó, su alumna le estaba mintiendo, ella no estaba bien y de cierta forma sentía que era su culpa, aunque no sabía por qué tenía esa sensación, pero le inquietaba demasiado el estado de Matsuri.
De todos modos, decidió no seguir preguntando, pues ella sólo le respondería que estaba bien todo el tiempo, aunque no fuese cierto.
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—¿Por qué no le dijiste la verdad? –interrogó Sari con el ceño fruncido, mirando a su mejor amiga con reproche, a lo que Matsuri tan sólo bajó la mirada.
—¿Qué le iba a decir? ¿Que lo amo? ¿Qué estoy triste porque él tiene una novia? –entornó los ojos, con molestia —. No puedo hacer eso, Sari, entiende que Gaara-sama es feliz con esa mujer y yo no haré nada para arruinar eso, porque lo amo, y lo que más deseo en el mundo es verlo bien –miró al suelo —. Nunca antes lo había visto sonreír como cuando está con ella…
—Matsu… –Sari no sabía que decir, así que simplemente optó por abrazarla, de alguna forma Matsuri tenía que sanar a su corazón, herido y enamorado de un imposible —. Deberías considerar ser la novia de Ittetsu, él te quiere, Matsu.
—No puedo –negó la chica con la cabeza —. Yo no puedo usar a Ittetsu para olvidarme de Gaara-sama, no lo amo y eso sería muy injusto para él.
Esta vez Sari no dijo nada, simplemente guardó silencio. Matsuri jamás había sido del tipo que usaba a los demás para conseguir lo que quería, tal vez era por eso que siempre resultaba herida, porque prefería dejarse usar, con tal de ver felices a quienes apreciaba ella era capaz de todo, aunque eso le hiciera daño.
—Matsuri… ¿Qué te parece si vamos a comer algo? –invitó la chica, sonriendo animada, a lo que Matsuri asintió con la cabeza, tratando de sonreír a pesar de no poder hacerlo.
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Ya habían transcurrido dos semanas desde aquel día en que Matsuri descubrió la relación de su amado Kazekage con la kunoichi de Kumogakure, aunque ellos llevaran ya un mes. Cada día para ella era como una tortura, el tener que verlos juntos y felices. En el fondo de su corazón, deseaba que ella se alejara, que se apartara muy lejos y no volviera a regresar nunca, pero sabía que ese era un sentimiento egoísta y que no debía profesarlo.
Aquella mañana se acercó felizmente a la oficina de su ex sensei, para entregarle un par de documentos. Estaba tratando por todos los medios de parecer bien ante él, por eso había vuelto a sonreír como antes, sólo que no se esperaba oír aquella conversación.
—¡Explícame que quiso decir ese tipo! –exclamó Gaara con voz furiosa. Matsuri se sorprendió, ya que nunca le había oído hablar así, se notaba que aquella conversación era muy seria.
—¡Lo siento, Gaara, quería decírtelo! –respondió la chica, con la voz a punto de quebrarse, casi llorando.
La castaña que estaba tras la puerta nuevamente se sorprendió. ¿Por qué Aoi lloraba?
—Tú no ibas a decírmelo… sólo te has estado burlando de mí. ¡Te has reído de mí! –ahora fue la voz del joven la que casi se quebró, podía sentirse tanto dolor en ella que Matsuri lo sintió también, algo malo estaba sucediendo y su sensei estaba sufriendo, estaba sufriendo mucho por culpa de esa mujer.
—No es verdad, Gaara… –la chica bajó su tono de voz, ahora sí podía oírse como lloraba —. Yo… te amo, me enamoré de ti de verdad…
—¡Si así fuera me habrías dicho que te ibas a casar con otro! –nuevamente la voz del Kazekage se oyó quebrada, dolorosa, herida.
Los ojos negros de Matsuri se abrieron totalmente sorprendidos al oír aquellas palabras, sintiendo como su corazón se llenaba de ira contra esa ninja extranjera. No podía perdonarla, pues ella se había hecho a un lado porque pensaba que haría feliz a su amado Gaara, cuando en realidad, ahora sólo le estaba haciendo daño.
No la iba a dejar.
—¡Gaara…! –la voz de Aoi se vio interrumpida por el estruendoso sonido de la puerta al ser abierta. Ambos jóvenes miraron asombrados a la castaña que acababa de entrar, sobre todo Gaara, ya que nunca en su vida había visto a Matsuri tan decidida, tan valiente, pero tan jodidamente enfadada.
Por su parte, Matsuri no lo pensó dos veces, caminó hacia la rubia y le propinó una bofetada, tan fuerte que le hizo voltear el rostro hacia el otro lado, dejándola anonadada.
—¿Cómo has podido engañar a Gaara-sama? –cuestionó, sin siquiera importarle si estaba siendo entrometida, pues para ella él lo era todo y jamás perdonaría a alguien que le haya hecho daño —. Eres de lo peor…
—Matsuri… –murmuró Gaara sorprendido. La chica lo miró y notó como sus ojos, que siempre estaban serenos, ahora se veían llenos de dolor, eso era algo que la destrozaba a ella también —. Matsuri… ¿Qué haces?
—Yo no quise engañarlo –dijo Aoi entonces, mirando a Matsuri mientras se sobaba la mejilla. Cuando observó fijamente sus ojos negros, pudo darse cuenta de la verdad, esa chica… amaba a Gaara, tal vez más de lo que ella misma lo hacía. Se sintió como un monstruo y sólo pudo mirar al suelo, no era capaz de enfrentarse a Matsuri —. Antes de venir aquí ya estaba comprometida… nunca quise mentirle a nadie –esta vez miró al pelirrojo —. Pero te amo, Gaara, de verdad.
—No, no te creo –dijo Gaara, sin poder verla a los ojos, porque sentía que las lágrimas de ella podrían convencerle de su inocencia y no quería caer como un idiota —. Vete de mi aldea, cásate, olvídate de mí, que yo te olvidaré.
—Gaara…
—¡Vete! –exclamó Gaara, a lo que ella finalmente reaccionó, corriendo lejos de esa oficina. Al verla fuera, el joven cayó desplomado sobre el asiento de su escritorio, cubriéndose los ojos con ambas manos, al mismo tiempo que su alumna se le acercaba, abrazándolo.
Él sintió aquel calor tan dulce y por un momento se olvidó de todo, sólo pudo acurrucarse contra el pecho de la chica, que le ofrecía su apoyo absoluto ante lo que acababa de suceder, ya que este había sido el peor dolor que había sentido, el saber que el amor en el que tanto creyó había sido falso.
Cerró los ojos y se dejó estar, tenía que calmarse y no derrumbarse delante de su alumna; sin embargo, no lo consiguió, no pudo ser firme, porque su corazón dolía demasiado.
Ahora sólo se podía resignar a haber perdido a la única mujer que había amado.
Continuara…