¡YAHOI!

Por favor, matadme.

No, en serio: matadme.

Estoy a punto de volverme loca porque tengo ochocientas mil ideas en la cabeza y otras tantas por hacer que no me dejan el tiempo que me gustaría para escribir. Para colmo ando resfriada y eso me provoca un malestar horrible en todo el cuerpo.

Pero no pude resistirme a publicar este prólogo de una nueva historia que vino a mí en una de las tantas noches en que tardé mucho en conciliar el sueño. Deseo que la disfrutéis.

Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Masashi Kishimoto.

Oh, sí, antes de empezar...

ADVERTENCIAS:

1. Lenguaje soez.

2. Sexo explícito en futuros capítulos.

3. Violencia también en futuros capítulos.

Leed bajo vuestra responsabilidad y, por favor, leeros también las notas de autor. Que para algo las pongo...

¡Espero que os guste!


Prólogo


―¿Ya has pensado en qué facultad de medicina te vas a matricular?―Sarada detuvo la cuchara llena de cereales con leche y levantó la mirada por encima de sus gafas para mirar a su madre, quién revisaba el correo despreocupadamente delante de ella, ya perfectamente vestida para ir a trabajar.

Sarada se obligó a respirar hondo y a dejar la cuchara con cuidado de vuelta en el cuenco que contenía su desayuno, con tranquilidad.

―Aún acabamos de terminar la segunda evaluación―dijo, en un tono carente de toda emoción―. Tengo tiempo de pensarlo. ―La hermosa mujer de cabello rosa y ojos verdes alzó las cejas y la miró.

Exhaló un sonoro suspiro mientras dejaba el montoncito de cartas sobre la isla de la cocina, clavando su mirada en la desgarbada adolescente que era sangre de su sangre.

―Sarada, no todas ofrecen lo mismo y depende de la especialidad que escojas… ―Sarada resopló y su progenitora frunció el ceño―. Estamos hablando de tu futuro, jovencita―adoptó un tono grave―. No puedes ser irresponsable con algo así. ―Sarada se mordió la lengua, conteniendo así la réplica que quiso soltarle a su madre.

Si le decía lo que quería, que ella no quería estudiar medicina, solo daría pie a una discusión que ya habían tenido cientos de veces antes, donde ninguna había logrado que la otra diera su brazo a torcer. Desde que hacía dos años en el test de aptitud le había salido que ella sería una perfecta médico en el futuro, su madre se había entusiasmado y había dado por hecho que eso era lo que quería.

―Lo miraré―masculló, sin prometerle realmente que lo haría.

―Sarada…

―¡Ya he dicho que lo miraré, maldita sea!―estalló; vio que su madre se había quedado ligeramente aturdida ante su grito inesperado.

No había podido evitarlo, a pesar de que lo había intentado con todas sus fuerzas.

Vio como su madre se enderezaba en toda su altura y le lanzaba una de sus miradas de reproche. Abrió la boca, seguramente dispuesta a sermonearla, pero entonces su teléfono móvil y, tras dudar unos segundos, Sarada vio con alivio como se daba la vuelta y agarraba el bendito aparato para contestar la llamada.

Sarada rezó para que fuera alguien del hospital solicitando la presencia de su progenitora para alguna emergencia. Pidió perdón en su mente por desear el mal de alguien más solo para poder librarse ella de la asfixiante y controladora presencia de su madre.

―Me tengo que ir―la oyó decir. Sarada evitó suspirar de alivio, sabiendo que aquello molestaría a su madre―. Al parecer ha habido un accidente en la autopista, muchos heridos… ―Sarada asintió, volviendo la atención a la masa de leche y trigo en que se había convertido su desayuno―. Sarada―levantó la vista lo suficiente para prestarle atención a sus siguientes palabras―seguiremos con esta conversación cuando regrese. ¿De acuerdo? Sabes que solo me preocupo por ti… ―El móvil volvió a sonar y Sarada vio a su madre contestar por segunda vez mientras trataba de ponerse el abrigo, los guantes, el gorro y la bufanda.

Se estremeció cuando la puerta principal de la casa se abrió dejando pasar el gélido aire primaveral del exterior. Estuvo atenta a las pisadas de su madre en el exterior y, cuando dejó de oír el crujido de sus botas sobre la nieve fue que se relajó sobre el taburete en el que estaba sentada.

Miró para el techo, con el ceño fruncido, repasando en su mente las palabras de su madre. Sí, Sarada sabía que ella solo se preocupaba por ella. Podía entender eso, era su madre, al fin y al cabo, y eso hacían las madres.

Pero en su caso… Sakura Haruno lo llevaba al extremo. Era controladora, dominante, con un genio de los mil demonios y que no admitía que le llevase la contraria. Apenas tenía amigos por el constante escrutinio de su madre hacia cualquiera que se le acercara demasiado y, los pocos que tenía, no vivían en la ciudad, sino en Konoha, un pueblo a varios kilómetros de allí, donde también residía… su padre.

Pensar en su progenitor la animó un poco. Sasuke Uchiha era igual de protector con ella que su madre, pero en el buen sentido. No estaba constantemente acechándola ni exigiéndole explicaciones. Era un hombre de pocas palabras y desconfiado al extremo, pero siempre que iba a visitarlo la dejaba campar a sus anchas por el pueblo, con el resto de sus amigos.

Una punzada de dolor se instaló en su pecho al pensar en que no podría ir a visitarlo en la semana de vacaciones, como había esperado. Como sus padres vivían separados desde que ella tenía memoria para recordar, Sarada iba a verlo en vacaciones y un fin de semana al mes. No obstante, hacía dos días la había llamado y le había informado, en un tono totalmente frío e impersonal, que lo sentía mucho, pero que no iba a estar disponible durante las vacaciones de primavera para recibirla en su casa y mucho menos para estar pendiente de ella.

Sarada había intentado razonar con él, diciéndole que ya era mayorcita y que ni se enteraría de que estaba, que podía incluso manejarse sola si es que él iba a estar ausente la mayor parte del día. Y cuando él no quiso atender a razones, había pasado a suplicarle e, incluso, había soltado un par de sollozos por teléfono con los que, si bien consiguió hacerlo vacilar, al final le había dado un no rotundo, colgando acto seguido para que ella no pudiera seguir coaccionándolo.

Lo llamó varias veces después de eso y el día siguiente en sus ratos libres, pero no le cogió y, en algún punto, debió apagar el teléfono, porque le dio apagado o fuera de cobertura. Fue cuando se rindió, altamente decepcionada. El tiempo que podía pasar con su padre era escaso; y que él lo hubiese reducido aún más por vete tú a saber qué la irritaba y la entristecía a partes iguales.

Su padre siempre la comprendía y podía hablar con él de cualquier cosa, aunque mayormente ella hablaba y él escuchaba, contestándole solo cuando tenía algo que decirle. Sonrió al recordar que, en su décimo sexto cumpleaños, le había dado a espaldas de su madre una caja de condones. No le dijo nada ni le dio la tan manida charla; con un simple gesto se lo dijo todo.

Pensar en ello desató las emociones nuevamente en su interior. ¡Tenía tantas ganas de verlo, de abrazarlo, de suplicarle que por favor la llevara a vivir con él… Konoha siempre le había gustado. Había vivido allí hasta que, a los doce años, su madre encontró un trabajo mejor en la ciudad y se habían mudado. Había armado la pataleta de su vida, negándose a abandonar a sus abuelos, a sus amigos, a su padre, a sus tíos, a su primer amor…

Un ruido sordo proveniente del jardín la asustó. Se levantó de la banqueta y fue a ver qué había sido eso. Apartó la cortina y bufó al ver que tan solo había sido el cartero, quien había cerrado el buzón con demasiada fuerza. Tal vez, él también tuviera un mal día…

Se giró nuevamente, pensando en cómo podría pasar el rato. Las ganas de llamar a su padre para pedirle una vez más que la llevara con él durante esa semana se le hicieron incontenibles, pero logró sobreponerse. No volvería a llorar como un bebé. Estaba segura de que su padre tenía una buena razón para no haberle permitido ir de esta vez. Pero había pasado tanto tiempo desde la última vez… quería verlo y hablar con él, desahogarse con él…

Su vista se fijó en el cuenco que había al lado de la entrada, donde su juego de llaves de casa junto con las del coche de su madre destellaban a la luz de la mañana que entraba a raudales por la ventana. Su madre tenía coche, sin embargo, odiaba conducir. Prefería tomar un taxi y así librarse del engorro de buscar aparcamiento. Además, tenía lógica que no se hubiera llevado el coche. Si había habido un accidente en la autopista el paso estaría restringido.

Se dio la vuelta, para dejar de mirar a los tentadores objetos metálicos, debatiéndose entre lo que era correcto y su ansia por rebelarse un poco. ¿Qué mal podría hacer una pequeña visita a la casa de su padre? Konoha no quedaba muy lejos… dos horas… dos horas y media… tres, si había mucho tráfico o si te metías por carreteras secundarias. Algo que haría una persona sensata si por la autopista no se podía ir…

Respiró hondo, levantó la cabeza al techo y asintió para sí misma, decidida. Estaría de vuelta antes de que su madre regresara y se llevaría el móvil y un cargador por si la llamaba, para poder cogerlo y decirle que estaba de lo más aburrida en casa. Probablemente su padre se enfadaría en cuanto la viera llegar sola, pero… ya estaría allí. Y después seguramente él insistiría en traerla de vuelta, previo aviso a su madre por su pequeña travesura.

La castigaría, pero… no tendría mucho efecto en ella. No tenía amigos, no salía, no era una asidua del móvil, de la televisión o de los videojuegos. Lo único que conseguía acaparar su atención eran los libros, y dudaba mucho que su madre le prohibiera leer, siendo la gran defensora del conocimiento que era, como una de las mayores formas que tenían las mujeres de empoderarse y salir adelante en aquel mundo de mierda.

Cogió sus prendas de abrigo, agarró ambos juegos de llaves (el de casa y el del coche) y salió, cerrando la puerta y echando la llave. Miró a un lado y a otro de la calle, sonriendo aliviada al ver que no había vecinos cotillas espiándola. Se apresuró a entrar en el garaje y a meterse en el coche. Metió la llave en el contacto y encendió el motor, riendo feliz al oírlo rugir.

Se puso el cinturón de seguridad y maniobró hasta salir a la carretera. Luego, pisó el acelerador y poco a poco se fue alejando de su casa para ponerse en marcha.

Sonrió, pensando en la cara de sorpresa que pondría su padre al verla, pero también en el abrazo que le daría, apretándola fuertemente contra su delgado y fuerte cuerpo. Un cosquilleo le subió por todo el cuerpo al pensarlo. No solo su padre se alegraría de verla, estaba segura. Sus abuelos montarían una fiesta, sus tíos la recibirían con los brazos abiertos y sus amigos la achucharían en corro, como solían hacer cada vez que alguno regresaba tras un tiempo fuera.

Sin embargo, Sarada Uchiha no podía sospechar que, lejos de ser los demás los sorprendidos, la que se llevaría la sorpresa iba a ser ella.

Su vida no volvería a ser igual en cuanto pusiera un pie dentro de los territorios de Konoha.

Solo que ella todavía no lo sabía.

Fin Prólogo


Bueno, sé que es pequeño, pero es algo para abrir boca. Como ya pone en la descripción del fanfic, la pareja principal es BoruSara, pero va a haber también mucho NaruHina y mucho SasuSaku. Será la primera vez que haga algo de Naruto fuera del NaruHina, así que estoy aterrada y emocionada al mismo tiempo.

Por favor, decidme en los reviews lo que os ha parecido y si tenéis ganas de más. Intentaré hoy, más tarde, subir el primer capítulo. No prometo nada, porque ahora por la mañana tengo que ir a hacer recados y por la tarde tengo a los dos niños y por la noche estoy tan reventada que apenas mi cerebro funciona para lo básico.

Otra cosita antes de que os lancéis a mi yugular: esta historia será descontinuada.

Es decir: como es algo que me surgió espontáneamente y que no tenía para nada planeado escribir, apenas tengo escrito este prólogo y poco más, por lo que las actualizaciones serán irregulares y dependerá de las ganas y el tiempo que tenga para escribir. Aunque tengo ratos libres no siempre me es suficiente para abrir el word y plasmar mis ideas o, simplemente, no me apetece.

A eso sumadle que estoy mala y que apenas puedo conmigo misma. Me da una pereza tener que salir después... pero una pereza...

En fin, nada más. Solo quería haceros saber lo que hay y lo que podéis esperar de esta nueva historia.

Ea, ahora sí: ¿me dejáis un review? Porque, ya sabéis:

Un review equivale a una sonrisa.

*A favor de la campaña con voz y voto. Porque dar a favoritos y follow y no dejar review es como manosearme una teta y salir corriendo.

Lectores sí.

Acosadores no.

Gracias.

¡Nos leemos!

Ja ne.

bruxi.