Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer, pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18.
Recomiendo: Dangerous – Roxette
Capítulo 11:
Lucha moral
"Empacas tu bolso, tomas el control
Te mueves a mi corazón y a mi alma
(…) Ella tiene lo que necesita para llegar a fin de mes
Los ojos de una amante que golpea como el calor
Sabes que es un poco peligrosa…"
Edward sintió que tenía un nudo. Sus músculos estaban tensados.
—¿A qué te refieres? —Su voz sonaba rasposa.
Se escondió más, no queriendo que ella fuera a escuchar.
—Las cosas son extrañas, Jefe —respondió—. Necesitamos apresarla e instarla a hablar, porque si está implicada directamente con los cadáveres que encontramos…
—No —soltó, impulsado por la idea inequívoca de que él podía manejar las cosas con sus propios medios—. Lo haré yo.
—Pero… Jefe…
—Tengo un plan —susurró, sabiendo que eso podría romperlos a los dos en pedazos.
—¿Y ese cuál es?
Tragó.
—Te lo contaré cuando llegue.
Ambos suspiraron.
—Jefe… Quizá fue obligada… La evidencia podría…
Dejó de escuchar, lo único que tenía en mente era el dolor sordo en su pecho.
—Sigue recabando información. Sé cómo encontrarla y si se trata de la principal colaboradora de Mike… la encerramos —gruñó, sin entender por qué costaba tanto siquiera decirlo.
—¿Sabes dónde encontr…? Bien, confiaré en ti, Jefe. Nos vemos el lunes.
Cuando Edward cortó, pasó su mano por su rostro una y otra vez, aferrándose luego al fregadero.
—¿Tú…? ¿Tú culpable de los asesinatos junto a Mike Newton? —inquirió para sí mismo, frunciendo el ceño con tanto ímpetu que el gesto pudo quedarse grabado en su piel.
No podía pensar eso, era inconcebible. Tenía que encontrar respuestas, ella podría llevarlo a Mike y eso salvaría su carrera…
Se bebió un vaso de agua, recordándose quién era y lo que era Isabella Swan. Siempre sería el sheriff y en ello estaba hacer el bien.
—Edward —llamó Bella, mirando a su espalda.
Su voz era tan dulce que sintió cómo se estremecía su médula espinal.
Se demoró en darse la vuelta, le costaba mirarla sin sentir que estaba frente a alguien que no podía acusar de delitos tan graves como ese. Sí, debía ser objetivo y enfocarse en su trabajo pero Isabella no podía ser esa culpable, ¡no podía!
—¿Sí? —inquirió, dándose la vuelta.
Y cuando la miró, supo que era aún más difícil de lo que alguna vez pensó, que lo tenía entre sus manos, que ya no era el sheriff, era un hombre ante una mujer.
—Creí que ibas a traerme pastel —murmuró, medio sonriendo.
Esos ojos sensibles, dulces y curiosos. ¿Era la máscara? ¿Era una mujer de plástico para ocultar su verdadera identidad?
—Lo siento, me quedé un momento atendiendo llamadas de trabajo.
—Creí que tendrían respeto por el arresto domiciliario allá en el cuartel —bromeó ella, acercándose.
Edward no soportó la distancia y la abrazó, escondiendo su rostro en la curva de su cuello.
—Me gusta cuando es así, Sheriff —le dijo.
—¿Así cómo? —preguntó, separándose para mirarla.
—Cariñoso… Deja de ser un gruñón.
Él no pudo evitar reír pero luego arqueó las cejas, aquejado por todo lo que estaba sintiendo por ella. Era inconcebible.
—¿Estás bien? —inquirió, poniendo sus manos en su pecho.
Tragó.
—Solo estoy pensando muchas cosas a la vez.
—¿Cómo qué?
Negó.
—¿Te gustaría acompañarme a dar un paseo? El mar a esta hora es maravilloso.
Sus ojos volvieron a brillar y Edward volvía a caer a su merced. ¿Qué clase de policía era?
—Lléveme. Cada castigo con usted lo merezco.
Edward la besó enseguida, apagando su cerebro y encendiendo su corazón.
Él le ofreció su mano y ella se la tomó, dispuesta a seguirlo. Salieron por la puerta trasera y enseguida fueron golpeados por el frío de la brisa marina. Allá afuera, la luna era lo único que iluminaba al mar. La arena aún conservaba algo de calor, por lo que se acomodaron ahí, mirando el paisaje divino de la noche despejada.
—¿Te gusta? —le preguntó, mirándola.
—Me encanta. Hace tanto que no disfrutaba de la playa —afirmó Bella, girándose a mirarlo—. Creo que pasé mucho tiempo alejada de las cosas que me gustaban de verdad, como el mar.
Edward entrecerró sus ojos, contemplando sus expresiones. Él sabía que debía aprovechar aquello y que tenía un poco de confianza para contarle más, que así debía ser su trabajo como sheriff pero dolía. Sin embargo, tomó aire y se dispuso a blindarse a sí mismo. Estaba en juego su trabajo.
—¿Y eso por qué? —preguntó, como quien no quiere la cosa—. ¿Más preocupada de robar que de otra cosa?
Bella se largó a reír, como si estuviera escuchando a un molesto padre frente a su traviesa hija.
—Eso lo sabes bien, viste mis antecedentes —respondió, muy despreocupada—. Soy una ladrona experimentada y tengo algo tuyo. —Le caminó con los dedos en el pecho y Edward aprovechó de ver los tatuajes en su piel.
Edward tomó su muñeca con fuerza y volvió a besarla, esta vez con dominancia.
—¿Por qué lo hacías? ¿Eh?
Ella puso los ojos en blanco, demasiado irreverente.
—¿Era algo que realmente querías hacer? —Le tomó la barbilla, respirándola.
—Dime, Edward Cullen, tú sabes más que yo de delincuentes —susurró, abrazándolo desde el cuello para caer sobre él—. ¿Qué bandido roba por deseo? Dímelo. ¿Conoces alguno?
Tragó, sosteniendo su quijada con la mano.
—Entonces estás queriendo decirme que no querías hacerlo.
Se rio.
—Pero era eso o morirme en las calles, ¿no?
El dolor en sus ojos llamó la atención del sheriff, sabueso como ningún otro.
—Cuéntame más, quiero saberlo.
Bella miró hacia otro lado, negada a ello. Él jamás iba a entenderlo, vivía desde el otro lado del mundo, donde ellos asumían el bien.
—Isabella —la llamó, tomando sus caderas.
Arqueó sus cejas y cerró sus ojos.
—Me fui de casa a los dieciocho —murmuró en respuesta—. Apenas los había cumplido. Hui de mi familia y desde entonces no los he visto.
El sheriff frunció el ceño y le acarició las mejillas.
—Desde entonces solo me dedico a robar. —Rio con el dolor en la mirada—. Lo hice cuando nada resultó y me vi envuelta en la vida más desagradable posible. Primero fue comida, luego pertenencias, coches, casas… —Su voz se perdió—. Nunca quise hacerlo pero no tenía opción.
—¿Alguien te obligó? ¿Lo hiciste sola?
Los ojos de ella se tornaron llorosos.
—Estuve con muchas personas, Sheriff…
—Pero había alguien, ¿no?
Arqueó las cejas y se escondió en su pecho.
—Sí —respondió.
Él la recibió y la abrazó, mirando su manera de gesticular.
Le costaba dejar a un lado su corazón pero debía seguir.
—¿Quién era? —inquirió, preocupado hasta la médula.
Si ese hijo de puta le había hecho algo…
—No tiene importancia —respondió Bella, temiendo decir su nombre.
A pesar de que con él intentaba actuar con valentía y demostrando ser una mujer fuerte, capaz de todo y más, la verdad era que solía sentir mucho miedo de que Mike fuera a encontrarla otra vez.
—Lo único que importa es que vi e hice cosas que no quisiera repetir, cosas por las que tú, Sheriff, sentirías rechazo de mí.
La quietud de Edward tembló.
¿Por qué le decía esto? Temía que lo que Jasper insinuaba tuviera mucha más importancia de la que quería tomarle.
—¿Por qué cosas asumes que te rechazaría? —inquirió él, acariciando su rostro.
Isabella quiso llorar, porque quería implorarle que le ayudara con Mike. Había salido de ahí temiendo que fuera a matarla pero ahora no sabía si había hecho bien en hacer lo que hizo antes de robarle el coche y venderlo al mejor postor.
—No solo por robar, Sheriff.
—Hey —susurró Edward, arrodillándose frente a ella mientras la escuchaba llorar.
La tomó entre sus manos y le besó la frente, intentando calmar el temor de sus palabras.
—Descuida, no voy a preguntar más si eso es lo que quieres. No de momento. Lo prometo.
El Sheriff nunca iba a perdonarle que fuera una delincuente, porque aún tenía mucho que contar. Nunca iba a perdonarle lo que había hecho, por más que ella quisiera huir de ello. Era un hombre de la ley, el de los buenos, jamás iba a aceptar a una persona con crímenes en su ser.
—¿No vas a irte? —quiso saber, tocando su cuello y luego los músculos de su pecho.
Edward, por más que quisiera hacerlo, no podía, era preso de su propia delincuente personal.
Tiró de su labio con el pulgar y luego la besó. Entre sus brazos, Bella temblaba.
—¿Qué quieres que haga para que calmes ese dolor? ¿Eh? —le preguntó, hundiendo sus dedos en sus cabellos púrpura y castaño—. Haré lo que tú quieras.
Isabella estaba acostada sobre la arena y con Edward sobre ella, encarcelándola con su cuerpo. No tardó en tocarle las mejillas ásperas por la barba incipiente y luego lo hizo en su nariz, párpados y quijada.
—Llévame a nadar.
Edward siempre se sorprendía de la sencillez de sus peticiones. Era imposible no compararla con Katrina, ¿no?
Era tan raro… Kate había dejado de pasar por su mente y ahora solo estaba ella.
Temió.
—Entonces ven conmigo. ¿O prefieres que te lleve?
La risa traviesa de su Ladronzuela resonó en su interior, por lo que la tomó desde las caderas y entre carcajadas la llevó hasta donde golpeaban las olas.
—¡Sabes que no sé nadar!
—Y tú sabes que estoy aquí —le susurró.
Se bañaron en el mar, volviendo a reír de la manera que necesitaban, Isabella para olvidar lo que era su pasado, Edward para acallar el temor de no ser capaz de enfrentarse a lo que su corazón dictaba y la cabeza clamaba. En medio del baño, sus besos se hicieron furiosos y llenos de necesidad, por lo que la ropa pegada a sus cuerpos comenzó a sobrar.
—Cógeme —le dijo al oído, tomando sus cabellos.
Edward no tardó en sentir cómo su respiración se tornaba pesada y muy densa, así que simplemente se robó sus besos, haciéndolos completamente suyos.
—Quiero que lo hagas con fuerza, que mi cuerpo se marque por ti, Sheriff —siguió diciendo, metiendo las manos debajo de su camiseta para sentir su piel.
Edward finalmente se la quitó y durante varios segundos miró cómo la prenda de ella mostraba su figura y sus tatuajes, iluminada por la luna y los cabellos en sus hombros, bicolores y preciosos. Puso sus manos en cada seno y los sostuvo con deseo, sacándole un gemido. Le quitó la playera y la desnudó, dejándola con las bragas en su cuerpo. La franqueza de sus movimientos hizo que los gemidos de ella aumentaran de nivel, por lo que siguió torturándola, lamiendo sus pezones ante la luz de la luna y el mar debajo de ellos. Finalmente la tomó desde los muslos y quitó su ropa interior con rapidez, para luego hacerlo con él mismo.
La desnudez los hizo clamarse con necesidad, mirándose el uno con el otro.
—Dios, Edward, ¿qué esperas? —le preguntó, contemplándolo, rozando su nariz con la suya—. Acaba dentro de mí, quiero sentirlo.
Él tembló y la penetró, sacándole un grito desde el fondo de sus entrañas. La rudeza de aquello y el agua que entró en su cuerpo fueron suficientes para que el dolor y el placer la hicieran estremecer.
—Mierda —gimió Isabella, apretando sus fuertes hombros.
Edward escondió el rostro entre sus senos y disfrutó de su piel mientras la embestía sin espacio al descanso. Ella perdía las fuerzas sobre él. Cuando las sensaciones fueron insostenibles, la llevó hasta la orilla y se acomodó sobre su cuerpo. Isabella flexionó una de sus piernas y permitió que volviera a entrar, cerrando sus ojos frente a otra oleada de dolor y placer.
—Voy a llegar —se quejó ella, apretando sus paredes en torno a su miembro.
Edward se sentía prisionero de la excitación pero también de la sensación de su piel desnuda friccionando la de Bella.
—Déjate ir —le pidió, mordiéndole el lóbulo de la oreja.
Le clavó sus uñas en la fuerte espalda del sheriff y permitió que el clímax la llevara a todos esos lugares que adoraba, temblando desde los pies a la cabeza y culminando con locura en su clítoris y sus paredes. Se arqueó bajo el cuerpo masculino y vigoroso de él, que no tardó en acabar en su interior, gruñendo de manera salvaje contra su boca. Los fluidos cálidos del sheriff cayeron por sus muslos mientras seguían besándose entre respiros, todo ello mientras el oleaje seguía mojándolos en la arena.
Luego de aquello, Edward la tomó en sus brazos y la tapó, disfrutando de ambos bajo la noche. Cuando la vio quedarse dormida, fue instantáneo que le acariciara la mejilla, maravillado con esa piel.
—¿Qué haré contigo? —preguntó.
Edward la sostuvo entre sus brazos y la llevó a la habitación, esa en la que ninguna chica había estado. Sus padres siempre aprensivos eran un dolor en el culo cuando se trataba de novias, por lo que tampoco era fácil. El Coronel no quería a cualquier chica con él y siempre fue claro al respecto, por lo que prefirió dedicarse a su carrera hasta que conoció a Kate.
Y sí, el recuerdo de esa mujer ya no le provocaba ni cosquillas.
La dueña de aquellas emociones estaba delante de sus ojos, sí, su Ladronzuela.
Tapó su cuerpo con las sábanas y se acomodó a su lado, aguantándose las ganas de abrazarla, porque no quería ceder a sus sentimientos.
No duró ni dos segundos lejos.
Entre suspiros besó sus cabellos y se quedó un momento ahí, sintiendo a esa chica tan pequeña pero que había llegado a remecer todo de él, que ya pasaba de los treinta.
—Duerme, pequeña, lo necesitas —susurró, bajando con suavidad a sus hombros desnudos.
Recordar lo que dijo Jasper parecía una pesadilla. No quería creerlo pero todo indicaba que así era.
Se pasó las manos por el cabello y luego se levantó para sacar la navaja de su chaqueta, la misma que había encontrado en el poder de Isabella y la que estaba implicada en más situaciones que podrían ponerla en peligro… y a él también. Se sentó a su lado mientras seguía contemplándola dormir, moviendo el artilugio entre sus dedos, una y otra vez.
—Dime que no tienes que ver en ello —dijo con la garganta apretada—. Dime que no me enamoré de la mujer que me hundirá.
Porque sí, se había enamorado de Isabella Swan.
No soportó más distancia y volvió a besarla, situación que Bella aprovechó entre sueños, acomodándose sobre su pecho. Edward cerró sus ojos y la abrazó, ahogado en lo que acababa de pensar.
—Así es —añadió, pasando su pulgar por la punta de su nariz—. Te amo.
Guardó la navaja en el mismo lugar y se acostó con ella, corriéndole los cabellos para mirar su paz. Se veía tan inocente. Solo era una chica.
—Dime que no me mientes —suplicó.
Negó y se obligó a acomodarse a su lado, disfrutando de su calor y de la posible mentira que le había hecho enamorarse por completo de ella.
.
Bella despertó antes. Estaba abrazada a su sheriff como si él fuese su tabla de salvación.
Miró la hora en el reloj digital de la mesa de noche y se sorprendió de ver que ya era medio día. La desvelada les había pasado la cuenta.
Se quedó varios minutos apoyada con la mejilla sobre su pecho, sintiendo el ritmo de su corazón mientras lo admiraba. A pesar de que era un poli y la máxima autoridad no solo de la ciudad, sino del condado, sintió mucha admiración. Le parecía un hombre inteligente, correcto y bueno.
—Decidiste estar desde el lado bueno, eso es algo, ¿no?
Le dio un beso corto y se levantó, poniéndose su ropa para intensificar su olor. Fue hacia la cocina y se dedicó a preparar algo para comer, emocionada por darle un despertar glorioso como tanto lo merecía.
Cuando el huevo y el tomate asado hicieron que el sheriff despertara con el hambre revolviéndole las entrañas, él no tardó en buscarla. Cuando la vio a culo desnudo, moviéndose con su camiseta como única prenda mientras canturreaba en la cocina, sintió el recorrido de su sangre, atravesando su cuerpo hasta llegar a su entrepierna.
Qué bella imagen le pareció.
—¿Qué haces? —le preguntó, abrazándola desde atrás.
—¡Edward! —gritó, asustada.
—No se dé la vuelta, recuerde que el que manda aquí soy yo.
Los dos sonrieron, en especial Bella, que tenía una especial inclinación por esos momentos en los que él actuaba así.
—¿Al menos tengo derecho a guardar silencio?
—No conmigo.
Acabaron riéndose y él finalmente se dio la vuelta para ver lo que Bella había hecho para el desayuno.
—Tenía que agradecerte todo lo que habías hecho por mí durante estos días —susurró con suavidad.
—Se ve tan bien.
Edward hablaba por la comida pero también por ese culo redondo que lo clamaba. Puso sus labios en su hombro y luego en su cuello, provocándole una fuerte sensación de electricidad. Bella cerró sus ojos y se dio la vuelta para besarlo.
—Hoy es nuestro último día —murmuró él, recordándoselo.
Para Edward era devolverse a su verdadera identidad: seguía siendo el sheriff y tenía en frente a la dueña de su destino. O perdía su trabajo por el amor que sentía por ella o iba a romperle el corazón… junto al suyo también.
—Lo sé —respondió ella, pasando sus manos por su pecho desnudo.
La decepción de volver a la realidad también era parte de su sentir. Era como si se rompiera lo que estaban sintiendo el uno por el otro.
—Pero ¿sabes qué? A pesar de que nos vamos al atardecer, quiero que tú y yo vayamos a dar un paseo de despedida durante la tarde. Quizá te gustaría acompañarme a bailar.
Bella enarcó una ceja.
—¿De verdad me estás invitando a bailar? ¿Tú?
—Hey, ¿por qué lo dices?
—Pues… Porque no eres muy dado a las actividades alegres, ¿o qué?, ¿vas a negármelo?
Entrecerró sus ojos y la volvió a besar, subiéndola a la encimera más próxima.
No, no quería que se acabara este día.
.
La vista del sol sobre su rostro era lo que mantenía a Edward pendiente de ella, olvidándose del paisaje. Ya pasaba de las cinco y en unas horas debían volver pero luego de cenar él le había prometido ir a bailar un poco. Quería demostrarle que no era un sheriff aburrido como pensaba.
—Desde mi invitación a Nirvana que no te ibas a disfrutar un rato, a que sí.
—Qué grosera para alguien que te ha invitado a ello.
Bella se rio y Edward tiró de ella para llevarla hacia el antro. Era una fiesta diurna de colores y psicodelia. Cuando él fue hacia la barra para comprar algo para beber, ella fue directo a la pista de luces para bailar al ritmo de la música de la época: Roxette. La Ladronzuela no se dio cuenta cómo varios chicos la miraban, pendientes de su cabello, de sus tatuajes y de su vestido, que se le levantaba a medida que se movía divertida. En el instante en que aquello provocó aún más, ellos se acercaron para bailar.
—Hey, ¿cómo te llamas? —preguntó uno, aprisionándola.
Bella frunció el ceño.
—Me gustan tus tatuajes —afirmó el otro—. ¿Eres de acá?
Ella se cruzó de brazos.
—¿Qué tal si me dejas en paz?
—Oye, bonita, cuida tu boca.
—Y tú cuídate el culo, que no tengo todo el día para esperar a pateártelo.
Edward escuchó todo y sonrió fascinado por su rudeza. Sin embargo, no quería que siguieran mirándola de esa manera, actuando como si fuese solo un pedazo de carne. Así que le tocó el hombro a uno de ellos y esperó a que se diera la vuelta.
—Oye tú, ¿qué haces con ella?
—Lárgate de acá —le soltó el más valiente, ignorando que Edward era tres veces más grande y alto—. Nosotros la vimos primero.
El sheriff le pasó los vasos a Bella y él no tardó en acercar su cara a la del valiente baboso, tomándolo desde la camisa.
—Mira abajo —le susurró, mostrándole su placa de sheriff—. Aléjate de ella o te envío a prisión. No estoy jugando. Con mi bailarina no.
Cuando Bella escuchó la manera en cómo la llamó, su sonrisa se amplió.
—Discúlpeme, Sheriff, yo…
—Lárgate.
Los dos asintieron y se dieron una media vuelta, acobardados por la presencia de una autoridad como la de Edward.
Bella se puso a reír y se subió a su cuello.
—No me ha dejado defenderme sola, Sheriff.
Él la besó y la respiró, rozándola y luego apretándole el culo con fuerza.
—Ya te has defendido sola mucho tiempo, quiero hacerlo yo. Tienes a tu sheriff para ti, mi Ladrona —susurró.
Edward luchaba contra sí mismo para no decirle que la amaba pero a esta altura era muy difícil. Debía luchar contra ello; las palabras eran difíciles de controlar pero aún más los gestos que brotaban de su interior sin pedir permiso.
—Y te has puesto celoso —destacó ella, moviendo sus pestañas de dicha.
—¿Yo? —inquirió, frunciendo el ceño.
—Claro que sí.
—Claro que no.
—¡Que sí!
—Bien, tú ganas. Muero de celos.
—¿Por qué?
—Porque no quiero que se te acerquen.
—Da igual. No quiero a nadie más, solo a ti.
Volvió a besarla, sacándole un gemido.
Una canción de REO Speedwagon la hizo vibrar y Edward sintió que se la cantaban a él. No, no podía luchar contra ese sentimiento, no más. ¿Cómo sopesarlo? Regresar significaba enfrentarse a ella si era la culpable de varios asesinatos… o cómplice, o encubridora.
—Me gusta esta canción —le dijo Bella, mordiendo su barbilla.
Edward la abrazó y se escondió en su cuello, queriendo quedarse ahí para siempre.
Iba a ser difícil volver, no tenía dudas al respecto.
.
Solía sentirse bien volver a la realidad cuando era más joven y debía regresar con su familia a la ciudad pero no ahora. ¿Era enfrentarse a todo? Sí, claro que sí.
Vio a Bella corriendo mientras intentaba perseguir a un pajarillo que volaba cerca de ella, y como ya se le estaba haciendo costumbre, dudó que se hubiera enamorado de la mujer que podría destruirlo si quería. No tenía sentido, era cosa de mirarla. Una chica muy ruda por fuera pero indudablemente dulce por dentro.
—¿Por qué me miras? —inquirió, caminando hacia él.
—¿No puedo hacerlo?
Se rio y cerró sus ojos cuando le besó su cuello.
—Me pone nerviosa.
—¿Yo?
—También.
Edward terminó de poner las cosas en el coche y cuando ella iba a subirse le dio una nalgada deliciosa.
El viaje fue en silencio pero seguían mirándose, como si pudieran comunicarse a través de esos gestos. Les esperaba un par de horas de trayecto y la compañía del otro era suficiente para estar feliz.
Unos minutos más tarde, Edward aprovechó de parar en una gasolinera para poner algo más de combustible al coche, situación para lo cual Bella aprovechó de ir a comprar algo a la tiendita. Mientras el sheriff llenaba el estanque, un coche le hizo un rápido juego de luces que lo distrajo al instante.
—Mira lo que te compré —exclamó Bella, caminando hacia él.
No le dio mucho tiempo de reaccionar y lo tomó desde el cuello para besarlo, mientras el juego de luces seguía viniendo del otro coche. Cuando abrió los ojos para mirar qué ocurría, notó que el coche pertenecía a James, El Buitre, y que él estaba ahí, mirando cómo besaba a la mujer que era buscada por la justicia.
Sonreía, porque sabía que lo tenía entre sus manos y que podría destruirlo sin temor.
Buenas tardes, les traigo un nuevo capítulo de esta historia. Primero, pedir las disculpas pertinentes por mi demora, bien saben que no la hemos tenido fácil estos días a pesar de que sí, hay un poco más de tiempo. La situación de Edward y Bella pende de un hilo, primero por las palabras de Jasper y la obligación de Edward de aprovecharse de la situación y sacarle información a Bella y ahora el hecho de que James los haya encontrado, bien sabemos que él sabe quién es ella. ¿Qué piensan de lo que ocurra ahora que él ya sabe que la ama? ¿Qué ocurrirá con James? ¿Dirá algo? ¿Qué pasará con la investigación? ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas
Agradezco los comentarios de Bella-Nympha, JMMA, Fernanda21, LoreVab, florcitacullen1, beakis, Mar91, Mayraargo25, Santa, Alimrobsten, Rose Hernndez, bbluelilas, barbya95, Angelus285, lauritacullenswan, YessyVL13, keith86, DanitLuna, AndreaSL, ale-17-3, nydiac10, Veronica, Mela Masen, GabySS501, Cullenland, LadyRedScarlet, ELIZABETH, Jocelyn, Hanna DL, Gan, Cinti77, kaja0507, Reva4, M-aleCullen, Valentina Paez, FlorVillu, Jenni98isa, GBISOTO27, debynoe12, Iza, Nelly, anakarina-somoza, isbella cullen's swan, Luisa huiniguir, Anilu-Belikov, Smedina, NarMaVeg, jupy, somas, Nat Cullen, Elizabeth Marie Cullen, krisr0405, Damaris14, Markeniris, Marken09, Tereyasha Mooz, sheep0294, Vic, amedina6887, lunadragneel15, Kamile Pattz-Cullen, VIC, catableu, jrobles-garavito96, Fernanda javiera, Vanina Iliana, Ceci Machin, Tata XOXO, Flor Santana, Melany, Dominic Muoz Leiva, indii93, carlita16, Say's, Gladys Nilda, Coni, Jeli, Noriitha, valentina-delafuente, Esal, Milacaceres11039, anaiza18, ManitoIzquierdaxd, Veronica, almacullenmasen, Car Cullen Stewart Pattinson, esme575, VeroG, Cris, Fallen Dark Angel 07, morales13roxy, twilightter, Srita Cullen brandon, AnabellaCS, laura romero benjumea, Kony Greene, Diana2GT, kathlen, MariaL8, Ivette marmolejo, alejandra1987, calia19, Katty Meyer, bealnum, Rero96 , Pameva, morenita88, sool21, Brenda Cullenn, patymdn, saraipineda44, Yoliki, llucena928, VeroPB97, camilitha cullen, Aidee Bells, Liz Vidal, miop, Pam Malfoy Black, piligm, rosy-canul-10 , Lore562, Belli swan dwyer, Josi, Diana, Liliana Macias, freedom2604, adrianacarrera114, Robaddict18, Pancardo, SeguidoradeChile, Abigail, Valevalverde57, maribel hernandez cullen , seat 2940, cavendano13, rjnavajas, Elmi, BreezeCullenSwan, Lys92, Coni, Bells-Cullen8, CazaDragones y Guest, espero volver a leerlas a todas nuevamente, cada grcias que ustedes me dejan es invaluable para mí y no tienen idea del impacto que producen cuando a veces escribir se siente pesado, su review es mi único pago y lo aprecio enormemente, de verdad gracias
Recuerden que quienes dejen su review recibirán un adelanto exclusivo del próximo capítulo vía mensaje privado, y si no tienen cuenta, solo deben dejar su correo, palabra por palabra separada, de lo contrario no se verá
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Baisers!