Tres.

Tras las sombras.

Con el paso de las semanas, Legosi lentamente se acostumbró a la dinámica establecida en la corporación para ellos como rezagados. Dom y Kibi los visitaban dentro de un horario estricto para llevarles comida y se retiraban dejandoles en la oscuridad para acostumbrarse a los silencios que pesaba sobre los cuatro cuando no había nada de qué hablar. Si alguno tenía que atender alguna necesidad biológica, bastaba dirigirle ciertas señas a las cámaras de vigilancia instaladas en diversos puntos del cuarto y esperar a que dos hipopótamos cruzaran las compuertas para llevarles esposados al lugar donde liberarían toxinas. Según le había comentado Aoba, cuando estaban en el nivel más bajo del edificio la seguridad era mínima en comparación a lo que era en las jaulas superiores donde cada carnívoro era clasificado por su especie y raza, pero incrementaba el sextuple al encontrarse en exhibición, cuyas secciones -que se celebraban en lo más alto de las instalaciones- usualmente eran reservadas para herbívoros de gran prestigio en el mundo exterior, esto para que la propia empresa se asegurase de que ningún civil común fuera capaz de adquirir un carnívoro pura sangre, debido a lo peligrosos que podrían llegar a ser sino recibían el régimen adecuado.

Cada sección constaba de diversas actividades realizadas por los carnívoros, con el fin de mostrarles a sus posibles compradores sus habilidades en los ámbitos donde los deseasen usar. Entre ellos, el más letal era la Arena, pues ahí los carnívoros debían enfrentarse entre sí para demostrar su capacidad en el combate, el cual resultaba ser el motivo por el que el águila calva se había negado participar varias veces por cuestiones de un honor personal; algo ridículo en palabras de muchos herbívoros encargados.

Escucharlo al principio fue chocante para Legosi, pues mientras comprendía los motivos por los que su situación era grave al mismo tiempo los huecos de su memoria punzaban fuertemente queriendo despertarle en su totalidad. Aunque se había esforzado aquellos días en recuperar lucidez de las imágenes que tenía consigo no pudo siquiera tocar un fragmento de reminiscencia aún cuando tuvo pesadillas relacionadas a ello, así que intentó tragarse la inquietud que le abordaba cada vez que un nuevo detalle de su personalidad saltaba a la vista de sus compañeros, ya que muchas veces le habían señalado que ese tipo de comportamientos sólo eran posibles para un carnívoro que ya ha recibido un entrenamiento específico y aunque ya habían conversado sobre la posibilidad de que Legosi hubiese servido a un dueño, continuaba siendo sorprendente para aquellos quienes no habían sido acogidos por un amo todavía. Hasta el momento, Legosi había demostrado que sabía cómo actuar cuando un herbívoro se mostraba nervioso con su presencia, tenía conocimiento sobre la postura que debía adoptar en caso de que un herbívoro estuviera molesto o asustado, pues el pavo real y el oso hormiguero habían sido medios para que su cuerpo reaccionara a cada emoción que ellos les compartieron las ocasiones que se tomaban la libertad de convivir durante más tiempo entre comidas. Tao había comentado que era afortunado por actuar con el debido sometimiento ya que estas características servirían como herramientas una vez fuera solucionada su situación y tuviera acceso a los pisos superiores, incluso Bill le aseguró que no tardaría en encontrar un nuevo dueño. Pero Legosi se asqueaba por dentro con lo perfecta que era esta fachada, ya que comenzaba a creer que en verdad había traicionado a su amo y que por ello era que estaba ahí en la actualidad, empezaba a creer que se merecía el encarcelamiento perpetuo y tal vez hasta la muerte si el había sido el causante de que una vida tan hermosa como la de uno de esos herbívoros fue extinguida para siempre.

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Sin embargo, el tiempo no fue apremiante. Los guardias que Legosi se acostumbró a ver en el cuarto, habían acudido temprano aquel día para llevarlo al laboratorio y comprobar de una vez por todas si era factible mantenerlo como un producto más de Carnivorous' Corporation o sería necesario trasladarlo a una prisión de control donde eran desechados todos los carnívoros indomables o con defectos genéticos incorregibles. Legosi decidió que aceptaría lo que el dueño del edificio decidiera, pues su psiquis atravesaba una etapa donde lo que más deseaba era pagar por su pecados, aún cuando no los recordaba. Y mientras cruzaba los brillantes pasillos con las manos esposadas y un guardia a cada costado, una voz melodiosa impropia de cualquier atareado trabajador del edificio incitó a las orejas caídas del canino levantarse al igual que su vista para detenerse en la silueta de un borrego cimarrón que invadía el sitio, cuya sonrisa radiante sería capaz de cegar a cualquiera con su belleza salvaje y atractiva.

—¡Un lobo feroz! —exclamó el carnero ignorando al guardia que lo había estado escoltando fuera de la zona destinada al personal autorizado para acercarse peligrosamente al lobo gris quien, abrumado, no pudo evitar retroceder—. Sabía que encontraría especímenes interesantes si me colaba más allá del territorio del consumidor.

—Estimado cliente, por favor...

—Eres inmenso —dijo ignorando olímpicamente al otro herbívoro, el cual con un vistazo Legosi pudo apreciar cuan mal la estaba pasando—, y yo que creí lo había visto todo de ustedes los carnívoros, todavía pueden haber los más desagradables —agregó con una mueca desdeñosa. Legosi bajó la cabeza y ocultó sus garras, evitando hacer contacto visual con aquel carnero, después de todo nadie le había dicho que tenía la libertad de intercambiar palabras con los visitantes—. ¿Qué pasa? ¿No me vas a responder? Debes ser de los que aún no enseñan a hablar. ¡Que gracioso! Te veías tan adulto y experimentado.

—Estimado cliente... —el guardia insistió, cada vez más inquieto.

—Ahora no—replicó el carnero con evidente mal humor haciendo una seña con la mano derecha hacia su solicitante sin siquiera verlo—. ¿Acaso no ves que estoy intentando hablar con el señor lobo? Puedo hacer que te despidan sino eres amable con el heredero de las Industrias Montain así que no me molestes.

—Pero, estimado cliente, no puede hablar con este lobo... él aún no está apto para ser un producto, es peligroso acercarse a él demasiado.

—¿En serio? —incrédulo, el extravagante carnero devolvió la vista al carnívoro quien se sintió tentado a corresponder a su mirada, aunque cautelosamente; la sonrisa del joven creció ante la tímida iniciativa—. A mi no me parece tan rudo, tiene los ojos de un insecto acorralado a punto de ser aplastado.

—Cliente...

—Lo quiero —exclamó Pina de pronto, interrumpiendo al guardia de forma abrupta y sorprendiendo incluso a los dos hipopótamos que tomaban a Legosi de los hombros, quienes no dudaron sujetarlo de ambos brazos en cuanto el carnero rompió la escasa distancia que había mantenido con el atónito carnívoro quien además no podía hacer más que sostenerle la mirada—. Compraré este —explicó, arrasador—, así que espero que solucionen lo que sea que lo mantiene fuera de la mercancía disponible de allá afuera. Lo quiero en optimas condiciones para llevármelo a casa.

—Eso va a ser imposible. Como ya he dicho, él no está a la venta —dijo el guardia.

—Ya lo sé, pero lo estará ¿no? —replicó desinteresado—. Y cuando eso suceda yo habré invertido una generosa cantidad de dinero en este negocio basura. ¿No es por eso que se empeñan en ofrecer lo mejor de lo mejor en carnívoros? Hasta ahora no he visto más que mascotas de baja categoría, este lobo parece mejor que todo el edificio junto.

—Legosi no está a la venta —reiteró una tercera voz, obligando a los presentes mirar hacia la cabra angora que había surgido aparentemente de la nada—. Aún si hubiese una probabilidad, no puedo asegurarle que será puesto en exhibición pronto, joven Pina. Tenemos estudios que realizar en él y otros tantos procedimientos que podrían probar su paciencia con el riesgo de fallos. Le aseguro de que él agradece su interés —agregó Els sosteniéndose la cadera con una mano mientras caminaba hasta posarse entre el silencioso canino y Pina—, pero tendrá que resignarse en elegir a alguien más.

—Vamos, linda —insistió el carnero con tono seductor mientras se hacia su melena lanuda hacia atrás de forma coqueta—. Sé que tú y yo podemos llegar a un acuerdo.

—No —espetó concluyente, para frustración de Pina—, lo lamento. Por cierto, debo pedir que se retire, esta no es zona turista, sólo personal autorizado. —Después de unos segundos en completo silencio, la expresión molesta del jovial carnero se desvaneció con un largo suspiro. Y asintiendo de mala gana permitió que el guardia finalmente lo escoltara a la salida, lejos del curioso lobo y de quien entonces se mostraba como la jefa absoluta del lugar. Els también suspiró, estresada—. Millonarios, ¿se creen que pueden hacer lo que se les da la gana sólo por sus títulos sociales? ¡No me hagan reír! ¿Quién creen que financia esta empresa?

—Disculpa... —balbuceó Legosi, inseguro. Al escuchar su voz, la cabra reaccionó.

—Oh, aún tenemos que revisarte a ti ¿cierto? —recordó mirando a Legosi quien no pudo evitar asentir. Els se dirigió esta vez a los hipopótamos—. No pierdan más el tiempo, adelante, hagan su trabajo —les alentó instruyéndolos con gestos de sus manos y uniéndose a la caminata al siguiente instante sin mencionar nada más en lo que quedaba de recorrido.

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Dentro del laboratorio, Legosi permaneció estático sobre una superficie metalica rodeada de cristales reforzados mientras los brotes de vapor -que surgían por medio de tubos de aluminio- lo cubrían, humedeciendo su pelaje en el proceso. Al abrirse las compuertas obedeció la indicación de dar un paso al frente mientras varios herbívoros con bata se acercaban para retirarle muestras de pelo, garras y saliva antes de mandarlo a recostar en una capsula de rayos X para verificar su esqueleto. Legosi se sobresaltó un poco cuando la camilla comenzó a deslizarse dentro del reducido espacio y cerró los ojos mientras la luz infrarroja recorría todo su cuerpo. La imagen de su fisiología apareció en las pantallas junto a datos variados y la camilla fue nuevamente retirada para que se pusiera de pie. Entonces un par de herbívoros más volvieron a rodearlo, presionando sus músculos meticulosamente mientras se obligaba resistir los choques de sensibilidad que le acosaban cuando aquellos delicados dedos alcanzaban zonas blandas. El carnívoro realmente no entendía qué estaban haciendo pero no se resistió a cooperar, siempre manteniendo la mirada abajo, rehuyendo las pupilas de toda mirada curiosa que trataba encontrarse con la suya. Els, quien observaba todo el proceso de cerca, estaba impresionada por lo fácil que el lobo accedía a cada indicación, ya que usualmente se veían en la necesidad de inyectar un poco de sedante a esas bestias para que -como mínimo- se mantuvieran tranquilas durante toda las revisión, pero Els había visto que incluso los doctores se encontraban realmente relajados trabajando, cosa que no ocurría nunca con el resto de carnívoros. Lo último en la lista fue sacar una muestra de sangre por lo que la supervisora llegó a sentirse nerviosa un poco. Sin embargo, Legosi extendió la mano sumisamente, tan sólo apartando la vista y tensando sus músculos faciales hasta que la aguja fue retirada de su piel. En este punto, Els no podía estar más confundida por la naturaleza de este carnívoro, parecía tan preparado, tan adiestrado, que llegó a dudar que su historial actual se tratase de algo bueno.

Entonces recordó a la coneja que lo había traído a las puertas del edificio. La pobre se encontraba en pánico y lloraba desconsolada por lo que había estado obligada a presenciar esa noche mientras intentaba llegar a casa antes del toque de queda. Els le había permitido quedarse hasta el día siguiente por una cuestión de compasión al verla tan aterrada, pero resultaba incluso sorprendende que a pesar del trauma sufrido hubiese tenido el valor de arrastrar a aquel carnívoro inconsciente con ella para que trataran sus monstruosas heridas. Ella le había explicado que él la salvó de un ataque de zorros cuando había estado indefensa pero Els todavía dudaba de sus palabras, a pesar de que sus gestos y tono mientras le relataba los sucesos le parecieron sinceros. Después de todo se sabía que ningún carnívoro en libertad se preocupaba por mantener a salvo a otro herbívoro que no fuera su amo, pues también existían innumerables casos de carnívoros que devoraron a sus dueños en un impulso vengativo, siendo reportados como amenazas para que cualquier organización ejecutora los sacrificara de una forma u otra más tarde.

La mente de Els estuvo divagando en estas bizarras situaciones que solían ser descritas con lujo de detalle por la prensa cuando su compañero Zoe le avisó que el estudio había finalizado y que retirarían a Legosi a la jaula del laboratorio mientras trabajaban con las muestras. La cabra angora asintió, permitiendoles a los hipopótamos llevarse al lobo, más Els no resistió el impulso de seguirlos, avisando al otro que lo entrevistaría de nuevo. Esperó a que los guardias aseguraran la celda donde habían empujado a Legosi y se retiraran para poder tomar una silla cercana, acomodándose a una distancia prudente del cabizbajo canino. Al mirarlo desde ese angulo, Els no podía creer que se tratara de una bestia peligrosa pero se se ayudó a recordar sus muchas experiencias de trabajo y obligarse estar alerta.

—¿Recibiste educación previa, Legosi? —cuestionó cordial. El lobo no la miró.

—No lo sé...

—Vamos, puedes hablar con libertad. Esta sólo será una charla corriente, por eso te aseguro que no utilizaré tus palabras en tu contra.

—Sé que crees que he estado mintiendo desde nuestra última conversación —señaló Legosi, y esto Els lo interpretó como un ataque directo hacia su fachada imparcial. El lobo era bastante agudo—, pero no recuerdo nada antes de despertar aquí.

—¿En serio? —Els fingió desinterés—. ¿Ni siquiera recuerdas a una linda coneja? ¿A quien amablemente salvaste de un grupo hambriento de zorros?

—¿Coneja? —repitió con sorpresa. Legosi no recordaba a ninguna coneja, pero la sola mención logró que su cola se erizara un poco, como electrocutada.

—Si... pequeña, pelaje blanco, ojos completamente negros... ella te trajo aquí, y testificó que la ayudaste a salir de un gran aprieto a pesar de no conocerse. Lo que me lleva a cuestionar la apariencia de tu antiguo dueño, ¿tal vez la confundiste o era algún familiar cercano de tu amo? No parece haber una respuesta más lógica a ello.

—¿Dijo algo más? —cuestionó, pero en el instante que la mirada de Els se tornó fría, Legosi supo que había cometido un error al preguntar aquello.

—No, fue todo. ¿Tienes algo que agregar acaso?

—No... —Legosi volvió a bajar la cabeza, atemorizado. Lo que menos necesitaba era lucir más sospechoso pero tampoco podía evitar exprimir el menor dato de sus alrededores con el fin de recuperar su memoria, más estaba siendo muy torpe en el ámbito. De algún modo, estaba convencido de que Els no quería hacerle daño pero estaría obligada por su trabajo si él mismo llegase a filtrar información peligrosa sobre su situación. Y después de esta prueba suicida estaba convencido de que la cuerda que pudieron haberle atado los brazos y piernas fue deslizada alrededor de su cuello con el fin de asfixiarle. Els dejó que el silencio gobernara el ambiente entre los dos unos segundos antes de animarse a hablar de nuevo, pero ahora con otro plan de acción, uno mucho más efectivo.

—Cuando llegaste aquí y no despertaste a pesar del tratamiento que te dimos, te consideramos muerto, pero verte consciente de nuevo nos impulsó ir en busca de registros legales como reportes sobre un carnívoro extraviado, cosas similares... —Els se levantó de la silla que ocupaba, incitando al lobo gris seguir sus pasos con una mirada cautelosa—, y lo que encontramos fue curioso —La cabra angora se detuvo ante la jaula con los brazos cruzados de forma intimidante. El efecto de su postura estaba lejos de preocupar al carnívoro pero aquella mirada profunda logró causar un extraño dolor en su cabeza mientras una imagen difusa intentaba formarse dentro de su cerebro—. Ningún carnívoro con el nombre de "Legosi" existe, es más, aquel lobo gris que lo usaba fue documentado como fallecido casi siete meses antes de que tú aparecieras.

La nueva información impactó fuertemente contra el entendimiento del indefenso canino, aterrandolo, arrinconandolo para ser presa de innumerables pensamientos que empeoraron su persistente dolor de cabeza. Comenzaba a sentirse mareado y las ganas de vomitar eran cada vez más intensas mientras extraños aromas a podrido y el gusto dulce de la sangre lo rodeaban de pies a cabeza igual que un perfume, visiones de muerte y destrucción danzando al compás de sus escalofríos, era casi como si su mente estuviera dentro de una licuadora con cuchillas dobles que trituraban el menor rastro de cordura. El palpitar de su corazón resonaba con estruendo en sus oídos y un extraño instinto asesino estaba golpeando todo su organismo. Entonces sólo pudo pensar en matar a la cabra delante de su jaula, sólo podía imaginar ese hermoso pelaje enredado entre sus garras, escuchar a sus huesos quebrarse de uno en uno. Sabía que lo disfrutaría. Deseaba hacerlo realidad. Y al darse cuenta de lo que estaba pensando, Legosi apartó la mirada de la expectante herbívora y se recostó en el suelo de la jaula como si se protegiera de miles de azotes, buscando controlar este repentino choque de instintos que lo sofocaba. Els parecía sorprendida por su reacción pero no dijo nada hasta que la voz de Legosi retornó de su sección de chillidos incomprensibles.

—Lamento no saber de dónde provengo o lo que he hecho —dijo, arrepentido. La hembra podría reconocer que estaba siendo sincero—. Sólo sé que quiero comenzar de nuevo, ser purificado... soy un carnívoro, y como carnívoro soy peligroso, necesito un dueño que me someta por completo o, de ser posible, me ejecute él mismo. No quiero saber mi origen, no me interesa saber quién fui... no quiero ser libre nunca más...

La cabra de angora estaba anonadada por lo que escuchaba, debía ser el primer carnivoro que buscaba el sometimiento total más que la libertad condicional, todos los carnivoros querían ser considerados individuos más que meras mascotas pero este estaba reprimiendo este deseo natural como si no fuera nada. Podría pensar de sus palabras una actuación convincente pero le confundían sus expresiones corporales, realmente parecía querer obtener ese humillante trato hasta el lecho de su muerte. La hembra no estaba segura de qué pensar. Entonces la voz de su compañero llamándola desde su posición en el laboratorio la distrajo de sus desequilibradas cavilaciones, haciéndola girarse y caminar lejos del carnívoro para recibir la información que Zoe quería comunicarle.

—Los doctores descubrieron qué hay mal en el metabolismo de Legosi —dijo, entusiasta.

—¿Qué es?

—Hay una ligera mezcla de génes en su sistema, las cuales han mejoras en sus capacidades inmunológicas carnívoras, volviéndolo inmune a venenos de todo tipo, en especial el de origen reptil —explicó uno de los herbívoros a cargo—. Lo que quiero decir, es que su cuerpo fue alterado con ADN de dragón de komodo en porciones pequeñas con una formula tan invisible que podría ser casi imposible de detectar, por suerte no es una condición que no pueda revertirse. Con una serie de inyecciones y la purga adecuada, todos sus sistemas volverán a la normalidad una vez más.

—¿Por qué alguien querría alterar la génetica de un lobo pura sangre así? —Els pensó en voz alta, sosteniéndose el mentón de forma pensativa—. De por si es complicado encontrar ejemplares que no se hayan mezclado con otras razas caninas en el mercado.

—Quizás... —Zoe intervino—, ¿su dueño solía tener enfrentamientos con mascotas de esta especie? —La cabra angora miró en dirección al lobo gris, meditando profundamente en toda la información que tenía a su disposición sobre su oscuro pasado y se dio cuenta que se trataba de un caso extravagante, el cual no podía simplemente dejar pasar—. ¿Els?

—Pon en marcha el proceso de Purificación —dijo, recordando inevitablemente las palabras recientes de Legosi mientras pronunciaba el nombre que la empresa le había dado al procedimiento de limpieza genética—. No desperdiciaremos este producto si puede rescatarse. Si todo sale bien quiero ponerlo en venta.

—¿Tan pronto? —cuestionó Zoe sorprendido—. ¿Sin un documento de buena conducta como todo el resto? ¿Estás segura?

—Escuchaste al heredero de las empresas Montain, él estaba dispuesto a comprarlo y tú sabes lo difícil que es convencer a ese cazanova para adquirir un carnívoro. Si lo exhibimos como mercancía sumisa estoy segura de que habrá quienes paguen más por él.

—¿Qué hay de sus antecedentes? ¿No sería buena idea averiguar su pasado primero?

—Estoy pensando dejar eso en manos del comprador —señaló, terminante—, prefiero que un excéntrico obsesionado con carnívoros se adueñe de él en lugar de un adinerado cualquiera. Antes hablé con nuestro jefe de esto —la simple mención hizo a los herbívoros más próximos a la posición de Els sobresaltarse estupefactos—, él está de acuerdo en dejarlo a mi juicio así que lo entregaré a quien considere el adecuado.

Un silencio abrupto y espeso se hizo dominio en el laboratorio mientras los presentes reflexionaban por su cuenta todos los aspectos que habían sido expuestos por la supervisora, abstraídos por tan temeraria decisión. Y allá en la jaula, todavía recostado en el suelo con una postura defensiva de azotes, Legosi había escuchado atentamente la conversación en la que estaba involucrado, su mirada sombría expulsando sentimientos retorcidos a medida que una lógica igual de corrompida abrazaba su corazón e impulsos.