Disclaimer: Digimon es propiedad de Bandai y Toei Animation.
La elfa de Yamato
Capítulo 2
.
Hikari se miraba los pies. Desde lejos podría parecer que estaba muy concentrada en sus esponjosos zapatos de elfa cuyas puntas curvadas hacia adentro terminaban en una bola roja. Pero no era así, no en realidad.
Lo cierto era que llevaba toda la tarde agachando la cabeza frente al coreógrafo cada vez que se equivocaba en un paso de baile. La misma cantidad de veces que había maldecido a Takeru por meterla en aquel lío.
—¿Que yo te metí en este lío? Tú necesitabas trabajo, un poco de agradecimiento de tu parte no estaría de más —se burlaría Takeru de ella más tarde.
Era el tercer ensayo de la semana y ella todavía se seguía equivocando o tropezando con sus propios pies, aunque, al menos, no desentonaba del todo. Lo único que lograba reconfortarla un poco era el hecho de que sus cinco compañeras también cometían errores con regularidad.
—¡Ten cuidado, Ryuzaki! ¡Un poco más de entusiasmo, Osakada! ¿Llamas a eso manos de jazz? —vociferaba Sadaharu ininterrumpidamente durante las dos horas que duraba el ensayo diario.
Hikari casi hubiera apostado que los tropiezos de sus compañeras elfas se debían más al miedo que les inspiraba el coreógrafo que a un asunto natural. Después de todo, ellas sí habían audicionado como correspondía, y se movían con una gracia envidiable.
—¿No te das cuenta? Meteremos en problemas a Yamato-san. Él no sabe que tú me infiltraste en su grupo de elfas y soy terrible para esto. Y eso que solo hemos ensayado la coreografía, no quiero pensar lo que ocurrirá cuando nos hagan cantar —le comentó afligida.
—Oh, vamos. No estés así, creo que nunca te había visto tan pesimista, y honestamente no te queda. En cuanto al canto, no debes preocuparte por eso, te tengo cubierta —Takeru le guiñó un ojo.
Hikari no sabía qué significaba eso exactamente y la verdad temía preguntar. Prefería averiguarlo después. Pero la confianza que despedía el rubio no impidió que siguiera soltando inquietudes y reclamos.
Para el término de la semana tenía todo el cuerpo adolorido y los músculos de las piernas, antebrazos y tobillos le palpitaban por el esfuerzo (o sobre- esfuerzo) empleado.
—Te quejas demasiado —dijo Takeru, desdeñando con un movimiento de mano sus dolores—. Usas un bonito traje de elfa, tus compañeras son agradables y la paga es buena. Dime cuántas personas pueden jactarse de tener la suerte de que les paguen por ser pequeñas.
—Si me pagaran solo por ser pequeña no estaría quejándome —contestó Hikari, haciendo caso omiso del intento de pulla de su amigo. Nunca le había importado su baja estatura y tampoco que los demás la molestaran por ello. Haberse enojado no hubiera sido su estilo.
—Pero me estaba dejando lo más importante —continuó Takeru, como si no la hubiera oído y se le acabara de ocurrir algo—. Además de todo lo anterior, tienes la oportunidad de pasar horas con tu amor platónico.
—¿Amor pla…? —Por un segundo le siguió la corriente—. Espera, ¿qué? ¿De qué estás hablando?
—¿Pensaste que no me daría cuenta?
—Takeru, sabes perfectamente que no sé a lo que te refieres.
—A Yamato. Siempre has estado un poco colada por él, ¿no?
Hikari enrojeció tan rápido, que, de no haber querido averiguar la veracidad de su propia afirmación, Takeru hubiera estallado en carcajadas. Pero aquello habría estropeado el ambiente que él mismo había propiciado.
—¿De dónde sacas semejante disparate? —preguntó la chica segundos más tarde; la tardanza en su respuesta le restó gran parte de su impacto, Takeru no le creía.
—El año pasado encontré sin querer una fotografía de mi hermano en tu cuaderno de bocetos. Te lo dejaste en mi casa una tarde que me fuiste a ver, ¿te acuerdas?
—Me…me acuerdo —comentó dubitativa, mientras recreaba en su memoria lo que había ocurrido la tarde reseñada por Takeru—. Sí, ya sé de cuándo hablas.
—¿Y bien? —Cruzó los brazos por encima de la mesa y se inclinó hacia ella con aire confidente—. ¿Algo que quieras decirme?
—Si hubiera querido hacerlo, a esta altura ya lo habría hecho.
—Hikari, me hieres. ¿No soy tu mejor amigo?
—Sabes que lo eres tan bien como yo sé que si te lo hubiera dicho te habrías burlado de mí o habrías intentado que Yamato se fijara en mí, dejándome en evidencia.
—Claro que no —replicó con una seriedad inusitada.
—No digo que lo hubieras hecho aposta. Pero sabes que tengo razón.
—Puede —reconoció de mala gana.
—En todo caso, da igual. Eso fue hace mucho tiempo, ya lo superé.
—¿Lo hiciste? —preguntó alzando ambas cejas.
—Claro que sí. Solo fue una tontería de adolescente, nada digno de mencionar. Y ahora, si me disculpas, tengo ensayo.
Por fin los ensayos de baile habían acabado. Una parte de Hikari se sentía aliviada por ello, pero la otra, la que ganaba, estaba aterrada de lo que pudiera venir a continuación.
—Tú, la pequeña —la señaló Sadaharu en cuanto estuvieron todas reunidas en el pequeño escenario.
—¿Si?
—Ve allá atrás y averigua qué está pasando con Papa Noel.
—Sí, señor.
Obediente y laboriosa como una auténtica elfa, no tardó en perderse tras bambalinas rumbo al camerino de Yamato, ese que tanto Shinichi como Sadaharu les habían enseñado el primer día, señalándolo como una zona estrictamente prohibida para ellas.
Mientras caminaba por el pasillo, Hikari no pudo evitar distraerse pensando que no debía ser nada fácil ser tan popular. Desde afuera se veía bonito, pero tener que pasar por eso, soportar a las fanáticas locas, todo el acoso, los flashes… a nadie podía gustarle del todo.
Cuando llegó frente a la puerta indicada, golpeó un par de veces y esperó. Como nadie atendió, al poco rato decidió abrir sigilosamente y asomar la cabeza. Quizá Papa Noel hubiera ido al baño, o, ya puestos, se hubiera fugado por la chimenea.
—¿Yama…? —pronunció a medias, callándose al descubrirlo de espaldas a ella frente al espejo del tocador. Por lo visto tenía un problema con el traje, ya que por más que empujaba toda la espuma que simulaba la panza de su personaje hacia el interior de la chaqueta, ésta seguía escapándose por todos lados.
—Maldición —Lo oyó farfullar mientras seguía concentrado en su tarea, totalmente ajeno a su presencia.
Y Hikari no pudo evitarlo. Se rio.
Es que ver a un chico siempre tan cool y compuesto, enfundado en un traje de Papa Noel, con barba blanca incluida, y teniendo una batalla con parte del disfraz, era hilarante. Tan fuera de lugar que la pilló con la guardia baja.
De allí que no alcanzara a contener la carcajada que emergió de sus labios.
Se cubrió la boca con una mano tan rápido como pudo, pero ya era demasiado tarde. Yamato, que obviamente la había oído, se volteó ipso facto y la miró con una ceja enarcada.
—¿Disculpa? No creo haberte oído tocar a la puerta —dijo con tono borde.
Hikari se quedó de piedra. Nunca lo había escuchado hablar así. Puede que fuese un poco frío e inexpresivo, pero no creído, no al menos con sus amigos.
Pero claro, él ni siquiera sabía quién era ella.
—L-lo… lo lamento. Sí toqué… —se excusó con un hilo de voz, tan débil que ni ella misma se lo creyó. «Debí insistir más», pensó—. Pero eso no importa, no debí reírme así, no estaba burlándome, solo… me recordó a alguien que conozco.
—¿Alguien que conoces?
—Sí, um… un amigo, podría decirse.
Yamato la escaneó con la mirada, o al menos así lo sintió ella que se removió incómoda bajo el azul de sus ojos.
Lo vio hacer una mueca de disgusto.
—¿Cómo te llamas?
—Hikari. —No tenía tiempo de inventarse un nombre ni su mente estaba trabajando muy bien como para darle más trabajo en aquel momento, por eso soltó la respuesta más fácil de todas: la verdad. Si a él le pareció extraño que le diera su nombre de pila en lugar del apellido, no lo demostró.
—Hikari. Conozco a varias Hikaris —comentó meditabundo.
Por un segundo la chica se congeló. ¿Sería que la había reconocido? ¿Tendría que haber fingido mejor? ¿Haber cambiado la voz o algo?
Pero no. Antes de que alcanzara a entrar en pánico, sus inquietudes fueron descartadas por las próximas palabras del rubio:
—Es un nombre común. —dijo como si nada. Al parecer sus pensamientos iban en otra dirección.
Hikari estuvo a punto de suspirar de alivio.
—Lo es.
—Entonces, Hikari… ¿venías por algo en especial?
—Ah, sí. El jefe me envió a buscarlo para comenzar con el ensayo.
—Bueno, supongo que no puedo escapar por más tiempo de esto, ¿verdad? —preguntó con aire derrotado—. Solo deja que arregle este estúpido traje y…
—Puedo ayudarlo —se ofreció enseguida, ni siquiera supo bien por qué.
—¿Cómo?
—Perdón, quise decir… ¿me permite ayudarlo?
—No tienes que ser tan formal —suspiró él—. Supongo que debo parecerte una especie de Grinch o un chico demasiado pagado de sí mismo. No fue mi intención ser tan descortés antes, pero no estoy muy feliz haciendo esto.
—Eso cualquiera podría verlo —sonrió Hikari, más relajada—. Lo que no entiendo es por qué.
—¿Por qué, qué?
—Por qué le desagrada tanto.
—No elegí mi carrera para andar usando disfraces ridículos.
—No creo que se vea ridículo…y, además, me parece que incluso si lo hiciera, es un precio razonable a pagar por cumplir un sueño.
—¿Qué dijiste? —preguntó entre desconcertado y suspicaz, y solo entonces Hikari comprendió su error.
—¿Q-qué dije? No sé a qué se refiere.
—¿Cómo sabes que ser cantante era mi sueño?
—Pues… ¿no sería el sueño de cualquiera?
Yamato siguió viéndola fijamente, se notaba a leguas que no lo había convencido con su respuesta.
—Quiero decir… —continuó Hikari—. Solo lo supuse. La verdad soy una gran fan de ustedes. Y… cuando lo escucho cantar, siento que es así.
El chico siguió contemplándola en silencio, midiéndola, estudiándola, y ella hizo todo lo posible por mantenerse quieta y aparentar tranquilidad.
—Puede que no me creas, pero nadie nunca me había dicho eso —comentó Yamato al cabo de un rato—. Que se nota que es mi sueño.
—Solo fue una buena suposición.
—Lo fue. Ahora, ¿me ayudas antes de que el pesado de mi mánager venga a sacarme de una oreja? —preguntó—. ¿Por favor? —añadió al ver que ella no se movía, pensando que tal vez esperaba un trato más educado de su parte.
Hikari agitó la cabeza como si se hubiera quedado perdida en ensoñaciones.
—Sí, sí, claro. Solo tiene que sacar un poco de espuma. No queremos que se le salga frente a los niños. —dijo mientras se acercaba y lo ayudaba a regular la cantidad del relleno—. Y también, podríamos coser la parte de abajo para más seguridad. ¿De casualidad tendrá aguja e hilo? —preguntó pensando que si bien la costura no era una de sus especialidades, al menos no se le daba mal. Podría apañárselas.
En cuanto terminó de hacerlo y ajustar el traje, levantó la cabeza para decirle que estaba listo, pero enmudeció al descubrir al chico mirándola de muy cerca.
—¿Sucede algo? —se atrevió a preguntar.
Yamato negó con la cabeza, pero la expresión de su rostro distaba mucho de coincidir con la negativa que le dio.
—Deberíamos ir con los demás, no quiero que te despidan por mi culpa —dijo a continuación.
Hikari no pudo más que asentir y seguirlo afuera del camerino.
Notas finales:
Momento de las confesiones... he pecado... Ok, eso no.
Confesiones:
Sí, reciclo personajes de otros animes para mis OCs. El que adivine de cuál se lleva premio jaja.
Y, más importante, la idea de este fic está basada en la película Una cenicienta moderna: Un deseo de Navidad, pero creo que se alejará bastante de ella, solo fue el puntapié inicial.
Es todo por ahora.
¡Feliz Navidad! Espero que pasaran una maravillosa noche y disfruten este día tan especial.