Todos los personajes de Saint Seiya pertenecen a Masami Kurumada.


La guerra sagrada contra el rey del inframundo había concluido hacía dos meses atrás, días antes de la llegada del año nuevo como si todo comenzara de cero. Los caballeros de bronce de a poco retomaron sus vidas, quedándose en Grecia para contribuir en la reconstrucción del Santuario, todos excepto Seiya. El caballero de Pegaso resultó gravemente herido durante la batalla contra Hades, el cual le propinó una herida cargada de su furia que le impedía incluso al día de hoy recuperarse, ya que continuaba en estado vegetativo.

Desde ese día, Saori pasaba horas de rodillas rezando frente a su enorme ventana en su mansión griega. Cada día lloraba rogando por la paz de sus caballeros caídos y le suplicaba a Zeus devolviera la consciencia a Pegaso.

Athena agachó su cabeza y dejó las primeras lágrimas brotar, su enorme y puro cosmos comenzaba a irradiar de su cuerpo, llegando alto, tan lejos, llegando incluso al mismísimo cielo.

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Los pasos de una persona hicieron eco en aquel enorme lugar, sus inmensos pilares de mármol blanco sostenían dicha estructura, el piso era del mismo color y el aura en ese sitio era de paz. Jarrones y viejas pinturas le daban un toque antiguo. La mujer adulta de cabellera rojiza recogida se adentró con una charola de oro blanco en sus manos, en ella yacía una taza humeante. Su paso era tranquilo, la cola de su largo vestido azul la acompañaban y un corsé dorado hacía juego con los accesorios de su cabello. Se detuvo justo frente a una escalinata, alzó la mirada y posó sus ojos esmeraldas en el hombre frente a ella.

—¿Otra vez está rezando? —preguntó con preocupación.

El hombre mayor en aquel trono afirmó con sus ojos cerrados.

—Así es… Su tristeza es cada vez más grande.

—Zeus, la tierra necesita de nuestra ayuda —aseguró.

—Confío en Athena, ella y sus nobles caballeros han protegido la tierra con esmero.

La reina de los Dioses subió tranquilamente aquella escalinata ofreciéndole el té de frutos desconocidos a su esposo, el mismo abrió sus ojos por primera vez mostrando el profundo color azul en los mismos. Su cabello plateado y largo al igual que su barba lo hacía una deidad fácil de reconocer.

Tomó aquella taza y la charola desapareció en las manos de Hera.

—Los inviernos en la tierra son más fríos que nunca, y el calor… —pausó unos segundos—, quema como el infierno. Los glaciares, los bosques, los animales, todo está pereciendo —aseveró con voz firme.

—¿Crees que los humanos no están cuidando la valiosa tierra? —inquirió.

—Esto no es obra de los humanos, esto es obra de un Dios maligno.

Zeus cerró sus ojos y le dio un sorbo a su té, evaluando algunas posibilidades en su mente.

Hera levantó la palma de su mano frente a él y de la misma una esfera de cristal surgió, en ella podía verse a la tierra reflejada. Los verdes, los celestes y los marrones, palidecían rápidamente. El rostro del rey de los Dioses era empapado de la luz que brotaba de la esfera.

El de cabello blanco extendió su mano tomando aquella esfera, la observó fijamente y la agitó con brusquedad, la misma esfera ahora reflejaba raíces de color rojizo rodeándola por completo, las mismas raíces se iban oscureciendo hasta hacerse una sola en el centro de la tierra.

—No puede ser… —espetó—. Hades.

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Saori redujo de a poco la intensidad de su cosmos hasta hacer que el mismo se desvaneciera, limpió sus lágrimas y se puso de pie. Si fuera por su voluntad, no dejaría de rezar implorando por una nueva oportunidad para sus guerreros, sin embargo el atardecer se acercaba y era hora de que Seiya tomara un té antes de recostarse nuevamente hasta el día siguiente.

Se dirigió hasta la cocina para preparar ella misma la infusión que degustaría junto al valiente caballero. Tomó una taza de porcelana para colocarla en una bandeja de madera con flores y en ese preciso instante sintió un cosmos pasar cual estrella fugaz por su mente, Saori soltó la taza haciendo que esta se hiciera pedazos contra el suelo.

—¿Qué significa esto? —susurró con expresión de angustia.

Otra vez sintió un cosmos conocido apareciendo de repente, seguido de dos más.

Saori se dio la vuelta y corrió hasta la salida más próxima, se detuvo en la puerta observando el cielo. Al no encontrar nada corrió por unos cuantos segundos más sin saber exactamente hacia donde, pero por alguna razón, buscaba respuestas arriba.

A pesar de que el atardecer comenzó a teñir el cielo de un precioso naranja, no le fue difícil reconocer aquellos destellos de luz dorada cayendo de uno por vez desde el mismo, todos se dirigían en dirección al santuario. Aquellas luces doradas se reflejaban en sus hermosos ojos color turquesa que ahora estaban cristalizados.

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En el templo de Zeus, el rey de los dioses se encontraba descalzo sobre el pasto de uno de sus jardines más hermosos, a su lado, Hera rezaba otorgándole mayor fortaleza a su esposo en el proceso de dejar el alma de los caballeros dorados regresar a la tierra.

Zeus, quien tenía su tridente en mano fue reduciendo su cosmos hasta desaparecerlo. Observó a Hera y ambos asintieron. La reina de los dioses extendió sus manos y de un árbol radiante conocido como el árbol de la vida, catorce hojas cayeron sobre sus palmas. Hera cerró los ojos y agitó suavemente sus manos haciendo que las hojas volaran, las cuales se perdieron en la misma dirección que los destellos dorados.

—¿Crees que las cosas en la tierra mejorarán ahora?

—Eso espero —admitió el de cabello plateado—, realmente deseo que sea así.

—Si en algún momento las cosas empeoran… —Hera hizo una breve pausa—, deberás recurrir a quién más conoce de la tierra y la vida en ella.

Zeus le lanzó una mirada con cierta severidad y sorpresa.

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Usualmente Saori se comportaba como una humana normal, pero esta vez no dudó en utilizar su poder divino para llegar al santuario en un abrir y cerrar de ojos. Cuando estuvo frente a la casa de Aries sintió como sus piernas se debilitaban a medida que subía los escalones ya que su conmoción no le permitía un paso normal. Una vez que concluyó la subida pudo ver a un Mu bastante confundido incorporándose en el suelo, a su lado la armadura de Aries brillaba con fuerza.

—¿Athena? —preguntó sin entender qué estaba ocurriendo.

Saori cayó de rodillas a su lado y lo abrazó con fuerza haciendo tronar su pecho debido a su sentido llanto, el caballero se extrañó y solo apoyó su mano en la espalda de la diosa, correspondiendo de esa forma a tan cálido abrazo.

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Tres meses después…

"You and I, whiskey on ice
Maybe later we can turn down all the lights
So keep 'em on with nothing on
Oh-my-my-my…"

Una joven caminaba tranquilamente por las calles de Rodorio al ritmo de la música que sonaba en sus audífonos, observaba con fascinación la vida en aquel pueblo, muy diferente a donde vivía. El sol era radiante esa mañana de primavera, las personas trabajaban en sus puestos donde la fruta y la comida tradicional no podían faltar, flores y tejidos sobraban.

Sacó su iPhone del bolsillo con el fin de pausar la canción que estaba escuchando, se acercó a un puesto de frutas y tomó una manzana roja en su mano, la misma relucía. Sus ojos celestes claros expresaban pura emoción al ver como aquella fruta casi no cabía en su palma, aquellas manzanas no tenían comparación con lo que conocía.

Colocó un mechón de cabello castaño detrás de su oreja mientras hablaba con la mujer que vendía tan buena mercadería, no dudó mucho en llevarse aquella manzana, se maldecía por no tener un bolso más grande y poder comprar al menos una más. Guardó la misma en su bolso de charol negro y continuó su paseo con la música de fondo.

"I was rolling up something with you
Kickin' back in a way that we do
I got everything I need in this room
Smoke clouds and a scent of perfume..."

El largo cabello de Magnolia volaba debido a las leves ráfagas de viento, era de la única manera que el mismo podía despegarse de su espalda. A diferencia de muchas chicas optaba por llevar el cabello sin nada especial, tan solo ese lacio natural y los particulares bucles que se formaban en los extremos del mismo.

Un cachorrito que perfectamente podría caber en las manos se acercó a toda velocidad hasta ella mientras movía el rabo. La castaña se puso en cuclillas para tomar en brazos a aquel cachorro color manteca, sus ojos negros eran cautivadores.

"And all my friends are in the club
And they keep ringin' my phone
But they ain't got nothing on you
And you ain't got nothing on you."

Inclusive con la música de fondo, pudo oír un gran estruendo no muy lejos de ella. Se puso de pie rápidamente y volteó hacia atrás viendo aquella nube de tierra, seguido de una ola de personas corriendo hacia donde se encontraba. El sudor frío recorrió su cuerpo en un segundo. ¿Qué demonios estaba ocurriendo?

Corrió unos metros con el cachorro en brazos pero ya sin audífonos pudo oír gritos desesperados, se frenó en el acto buscando con la mirada la fuente de esos gritos. La señora que le había vendido tan dichosas manzanas tenía la estructura desmoronada de su puesto sobre su cuerpo, se encontraba atrapada.

Magnolia frenó a un niño que corrió por su lado y le extendió aquel cachorro.

—Por favor, llévatelo y corran lo más lejos que puedan —le suplicó.

El niño le sonrió con toda su inocencia, como si no comprendiera del peligro. Tomó al pequeño de color manteca y comenzó a correr.

—¡Señorita, tiene que irse! —le gritó un hombre que trotaba en dirección contraria.

Se dirigió con apuro hasta donde la señora de piel morena estaba, tomó el fierro más grande y echó su cuerpo hacia atrás intentando mover aquel montón de metal y madera. La mujer adulta se arrastró usando la fuerza de sus brazos liberando una de sus piernas, el rostro de Magnolia enrojeció de tanto esfuerzo. Tomó aire y nuevamente echó su espalda hacia atrás, pero esta vez se detuvo al sentir un par de manos en sus hombros.

—Señorita, no se esfuerce, yo las ayudaré —aseguró un joven de largo cabello negro azabache.

Con una sola mano logró arrojar el montón de fierros hacia un lado y sin esfuerzo ayudó a la mujer a ponerse de pie.

—Muchas gracias jóvenes… —dijo con lágrimas en los ojos —. Dios los bendiga por su ayuda, por favor no se queden aquí.

La señora se perdió rápidamente entre la multitud que se dirigían quien sabe a dónde, pero lejos del caos sin explicación que estaba ocurriendo.

La castaña observó al muchacho que no se trataba de nadie más que de Shiryu de Dragón.

—Muchas gracias, caballero —le ofreció una sonrisa.

—No debe agradecerme, pero le sugiero que siga a las demás personas. Este lugar es muy peligroso.

Sin decir más, asintió con la cabeza y comenzó a caminar con cierta confusión en el rostro hacia donde los demás.

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Un hombre adulto de baja estatura y nariz prominente reía a carcajadas en medio de aquel desastre. Su cuerpo estaba cubierto con una armadura color lavanda con detalles en violeta, estaba repleto de triángulos punzantes, la misma se complementaba con alas de plata en la espalda. Su cabello era blanco y sus dientes sobresalían.

Levantó la palma de su mano hacia una humilde tienda de ropa y de la misma salió un rayo rojo que destruyó la vidriera, la misma quedó en llamas.

—Oye, criatura del infierno.

—¿Criatura del infierno? —cuestionó ofendido.

—Será mejor que te detengas, las personas de este lugar no te han hecho nada —añadió con voz molesta.

Cuando el humo cesó, la figura de Hyoga de Cisne se hizo clara a unos metros de él. No llevaba su armadura puesta y aun así pudo darse cuenta de quién se trataba.

Su expresión de enfado cambió drásticamente a una de gracia, soltando la misma carcajada burlona de hacía unos instantes.

—¡Al fin han llegado los payasos de Athena!

—¡Silencio! —vociferó el rubio—. Antes de congelarte con mi poder y romperte cual hielo para Caipirinha, explícame qué demonios estás haciendo en este lugar.

El hombre de armadura clara se acercó a paso lento hacia Hyoga afilando su mirada, no pretendía borrar su sonrisa.

—Vengo por el poder de un Dios… —respondió con tono misterioso.

Hyoga no puedo ocultar su sorpresa al oír aquello. Fue tal su distracción que no había notado que el guerrero maligno traía un frasco blanco con un listón rojo en su mano izquierda.

El mismo aprovechó ese segundo de guardia baja del caballero para levantar su palma frente a él dándole solo la chance de cubrirse, pero no de repeler o devolver el ataque, arrojándolo así a varios metros de distancia sobre los escombros.

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Luego de un buen rato avanzando Magnolia se desvió en una especie de callejón, que más bien era un pequeño espacio entre dos casas. Se recargó en la pared tomando aire de forma agitada, colocó la mano en su frente intentando procesar todo lo que estaba pasando.

Había tomado la decisión de abandonar la carrera que sus padres le impusieron y quería aprovechar sus nuevos días libres para recorrer algunos pueblos cercanos de Grecia, no se imaginaba ni en diez mil años que su primer día de Indiana Jones terminaría así: huyendo por su vida.

Observó con frustración como su camisa blanca y su jean traían manchas de tierra por todas partes, definitivamente era un mal día. Sus cavilaciones fueron abruptamente interrumpidas por el mismo ladrido de antes, una sonrisa se dibujó en su rostro inmediatamente. Salió hacia la calle de adoquín y vio que el niño aún traía al cachorro en sus brazos, ambos estaban con unos grupos de personas sanos y salvos, un muchacho alto, delgado y de cabello verde estaba hablándoles.

Otra explosión desató el pánico y los gritos nuevamente, pero esta vez las personas estaban bastante lejos y nadie salió herido. La joven se acercó a ellos más guiada por su espíritu de equipo que por su seguridad.

—¿Qué está ocurriendo? —le preguntó al niño.

—Los caballeros de Athena están luchando con los malos —aseveró sonriente.

—¿Quiénes son ellos?

El niño señaló en dirección al muchacho de cabello verde que se acercaba sin miedo al ser maligno.

Shun de Andrómeda había llegado al pueblo en un abrir y cerrar de ojos al sentir el cosmos de sus dos amigos en peligro, no los dejaría solos.

—Por favor detente.

—¿Tú también vendrás a hablar? —rió con sorna—. Tu amigo terminó bajo cientos de escombros por no atacarme a tiempo.

Andrómeda entrecerró los ojos al tiempo que fruncía el ceño.

—No me gusta pelear, sin embargo no puedo tolerar que sigas dañando a estas personas inocentes y a mis amigos.

—¡Demuéstrame de qué estás hecho, muchacho!

El caballero de bronce cerró sus ojos y una ráfaga de viento comenzó a surgir a su alrededor moviendo su cabello, a su vez un aura brillante nacía de su cuerpo haciéndose cada vez más amplia y cálida, hasta obligar a las personas del pueblo a cubrir sus ojos.

Magnolia notó como aquella luz iba cesando hasta que le fue posible retirar la mano de su rostro, el mismo quedó perplejo al ver como una armadura rosada se adhirió en segundos al cuerpo de aquel joven junto con una cadena que se movía a su voluntad. El niño que se encontraba junto a ella cubrió su boca con ambas manos de tanta emoción, aunque segundos después cayó en cuenta de que el cachorro ya no estaba en sus brazos, ahora sus manos pasaron a su cabeza.

—Caballero de Andrómeda, prepárate a morir.

El ser maligno dirigió la palma de su mano hacia Shun dispuesto a atacar, sin embargo unos gruñidos lo interrumpieron, de inmediato borró su sonrisa y buscó al causante de tal distracción.

El pequeño cachorro manteca estaba enojado, colocó sus patas delanteras extendidas demostrando molestia. No estaba cerca, su instinto lo alertaba, pero lamentablemente se había puesto en medio de Andrómeda y él.

—¡Pequeño, por favor vete! —suplicó Shun con preocupación.

No podía darse el lujo de arrojarse sobre el cachorro y permitir que un ataque de aquel monstruo lo alcanzase, eso era extremadamente peligroso, pero definitivamente tampoco iba a permitir que una vida se perdiera.

El oponente de Shun pudo ver aquella preocupación en su rostro, la cual hizo que su sonrisa maliciosa se plasmara en su rostro nuevamente. Esta vez soltó el frasco blanco y con una mano apuntó al caballero y con la otra al cachorro.

Se pudo oír al unísono un "¡No!" de todos los presentes, sin embargo un pequeño valiente corrió en ayuda de su amiguito.

—¡Niño! —gritó una anciana con desesperación.

Magnolia vio el horror frente a sus ojos, un ser diabólico estaba apuntando al caballero que los protegía, también a un cachorro y para colmo un niño se acercaba. No quería ver morir a ninguno de los tres, solo había una persona a la cual no podría ver morir: ella misma.

Se quitó las correas de su bolso dejándolo caer y sin dudarlo corrió detrás del pequeño.

Shun aprovechó ese microsegundo en que el sujeto se distrajo al percibir que un niño se acercaba para lanzar su ataque primero.

—¡Cadena de Andrómeda!

El sorprendido espectro no tuvo más que utilizar sus dos manos para tolerar la ola de poder que el caballero de bronce le había arrojado. Soltó un grito de rabia y de sus manos comenzaron a salir los mismos rayos rojos, el choque entre los poderes era increíble.

—¡Maldito niño, jamás podrás igualar mi poder!

El valiente caballero de Andrómeda apretó sus dientes duplicando la fuerza de su ataque, arrojando a su oponente unos metros en el aire. Una vez que su contrincante cayó se acercó rápidamente hacia el cachorro que movía la cola ante su cercanía, pero un golpe a distancia logró abatirlo.

El pequeño manteca se puso en posición de combate, ladrando al sujeto que se incorporaba nuevamente. Molesto, el de armadura lavanda levantó una de sus manos frente al animal.

Todo aquello pasaba en segundos, sin embargo para el caballero de Andrómeda que se levantó y para Magnolia que rozaba con sus dedos pero no llegaba a la camiseta del niño, ocurría en cámara lenta.

La de cabello castaño alcanzó tomando con fuerza la camiseta del niño, lo jaló hacia atrás bruscamente justo cuando veía cuadro por cuadro como los rayos rojos comenzaban a surgir de las manos del espectro. El niño cayó sobre la tierra y el cachorro seguía ahí.

Dicen que tu vida pasa frente a tus ojos en segundos en los momentos límite, así que en una breve evaluación: su vida no había sido demasiado buena y definitivamente sería peor si dejaba morir a un pequeño animal.

Se arrojó impulsándose con toda la potencia que sus piernas le permitieron sobre el cachorro, rodando un par de veces en la tierra de tonalidades naranja.

Abrió sus ojos lentamente al oír los ladridos muy cerca de su oído. Levantó su rostro y vio al caballero de cabello verde frente a ella, quien alzaba su brazo creando un escudo con las cadenas que giraban alrededor de ambos. Los había protegido. El cachorrito comenzó a lamer su rostro con devoción.

Shun los miró por sobre su hombro, sintiendo un profundo alivio al verlos con vida. La defensa rodante se deshizo permitiéndoles ver al caballero de Cisne arrojándole el increíble polvo de diamantes al espectro.

—¿Te encuentras bien? —preguntó Andrómeda poniéndose a su altura.

La castaña asintió, suspiró tranquilo pero unos segundos después notó unas pequeñas líneas de sangre en su rostro, instintivamente llevó su mano a la mejilla de la chica.

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El hombre que había generado toda la discordia en Rodorio se incorporó en uno de sus codos tomando su cabeza en un gesto de dolor. Aclaró su vista tornando su expresión a seria mientras observaba la escena entre el caballero Shun y la salvadora de cachorros.

—No puede ser… —susurró con sorpresa, formando esa tétrica y horrible sonrisa—. ¡Es ella!

Se puso de pie con los ojos bien abiertos del gusto. Levantó ambas manos elevando su cosmos al límite. El brillo de su poder era negro y rojo, era sombrío y cruel.

Hyoga y Shyriu se colocaron en posición de combate.

—Es muy poderoso…

—Lo es, pero sabes muy bien qué tenemos que hacer —aseguró Hyoga.

El caballero de Dragón asintió, retrocedió con velocidad y Hyoga se adelantó.

—¡Polvo de diamantes!

El ataque más conocido de Hyoga abatió sin dificultad al molesto ser que causaba tanto alboroto.

—Maldito… —dijo temblando en el suelo debido al frío—. ¡Cómo te atreves a meterte con el gran Rocco, servidor del cielo!

Hyoga se hizo a un lado con una sonrisa satisfactoria, luego de que ese tal Rocco lo mandara a volar de forma sucia hacia unos momentos, se debía a si mismo darle su merecido.

Le hizo un gesto a Shyriu, quien para esos momentos ya tenía la armadura de Dragón protegiendo su cuerpo. El mismo se acercó caminando hasta el tal servidor del cielo y lo levantó bruscamente poniéndolo a su altura.

—¿Por qué te atreves a venir hasta aquí y molestar a esta gente inocente? —le reclamó furioso con su mirada clavada en él.

—Ya se lo he dicho a tu amigo Cisne —aseguró con su tono burlón—, he venido por el poder de un Dios, y no me iré hasta no cumplir sus órdenes.

Abrió su boca soltando un aliento tóxico que se podía reflejar como un humo rojo frente al rostro de Shiryu, lo soltó por instinto cubriendo sus ojos al sentir el ardor en su piel.

El Cisne se percató de aquello corriendo en ayuda de su amigo, pero aquel servidor del cielo los atacó con ambas manos soltando sus ya conocidos rayos.

Con una velocidad impresionante se transportó hasta donde yacía el frasco, le quitó el listón y la tapa, en él brotaba una luz rojiza radiante. Metió la mano dentro de aquel frasco tomando una especie de esfera, su sonrisa ambiciosa y sus ojos llenos de luz se fueron tornando en una expresión de dolor al sentir como ese poder quemaba su mano.

—¿Por qué me rechazas? —le preguntó afligido.

Como si se tratara de una respuesta divina, la luz y la intensidad de su calor se duplicó causando que Rocco soltara un grito de dolor, intentó arrojar aquel poder lejos pero la misma no se apartaba de su mano. Agitó su mano con desesperación mientras buscaba con su vista a la única persona que podría quitarle ese dolor.

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Shun apartó su mano del rostro de la muchacha al escuchar la voz de Shiryu soltando un quejido, se incorporó en ese preciso segundo y ayudó a la muchacha a ponerse de pie extendiéndole su mano. El niño corrió hacia Magnolia abrazándola sonriente, el pequeño cachorro le ladraba demostrando su felicidad.

La de ojos claros colocó una mano en la cabeza del niño devolviéndole aquella sonrisa, la cual no pudo sostener mucho más al ver como el servidor del cielo desaparecía luego de derribar al caballero de Cisne y Dragón.

Andrómeda tuvo el impulso de correr a ayudar a sus amigos, sin embargo se frenó un momento volteando a ver a Magnolia.

—No permita que le hagan daño, señorita —le dijo con un tono cálido, para posteriormente desaparecer como un rayo.

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Rocco cayó de rodillas al suelo agitando su mano, ya no podía tolerar aquel dolor. La impresión del guerrero fue aún peor cuando vio el metal de su armadura derritiéndose como chocolate al sol, su mano quedaría deshecha en cuestión de segundos.

Se puso de pie con la vista clavada en su mano, tanto así que se chocó contra el cuerpo de Shun como si de una pared de concreto se tratase, el mismo lo observó de manera severa.

—Mi señor… —susurró asustado.

—¡Cadena de Andrómeda!

Shun usó su ataque cargado de enojo, completamente harto de que ese sujeto no se detuviera de una vez por todas. Sus cadenas atravesaron su cuerpo como balas haciendo que los caballeros cantaran victoria internamente.

Las cadenas cayeron al suelo de forma pesada sin explicación alguna, mientras que la figura de Rocco desaparecía en partes como si fuera un holograma.

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La muchacha ajena a ese lugar, quien sin quererlo se había metido en muchos problemas ahora corría junto con las demás personas cargando al cachorro y tomando la mano del pequeño. A unos metros de llegar con los demás se frenó poniéndose de rodillas frente al niño, el mismo tomó al perro y la abrazó una última vez, ella correspondió al mismo de forma afectiva.

—Ahora de verdad tienen que correr e irse muy lejos —le dijo tomando su pequeño rostro—, te prometo que cuando esto termine te buscaré y seremos amigos.

—¿Estarás en la tienda de las manzanas enormes, Magnolia? —preguntó con ilusión.

—Te lo prometo, Kali.

El niño se alejó corriendo seguido por la mirada de la muchacha. Sonrió y se puso de pie dirigiéndose hacia una mujer que sostenía su bolso, la misma le sonreía ampliamente. Para las personas que habían visto su tan heroico acto, no pudieron hacer menos que cuidar sus pertenecías en lo que regresaba.

Frenó sus pasos de golpe al ver como una ráfaga de viento cruzaba frente a ella levantando una nube de polvo.

Rocco lucía como un muerto vivo, su cuerpo tenía huecos debido al ataque de la cadena de Andrómeda y sus pies estaban congelados, sin embargo esa petulante y horrible sonrisa no se despegaba de su rostro.

—Hola, señorita.

Le arrojó aquella bola de energía tomándola totalmente desprevenida, la misma era tan poderosa que al impactar contra ella hizo que su cuerpo se curvara dejando sus piernas y brazos en línea recta. Esa energía que trajo en un frasco todo este tiempo se deshizo en el aire comenzando a entrar por sus extremidades, las venas de su cuerpo se iluminaron con aquel color rojo fluorescente de la esfera. Ese poder se metía en su ser como si fuera veneno.

Cuando el cuerpo de Magnolia cayó en el suelo su cabello ya no era castaño, sino blanco al igual que el color celeste de sus ojos, pequeñas venas se marcaban de forma terrorífica en su rostro pálido. Todo su rostro y su cuerpo estaban repletos de venas rojas que se contrastaban con su piel blanca.

—Mi trabajo aquí ya está cumplido —aseguró Rocco.

Observó su mano con desaprobación y suspiró dispuesto a irse quién sabe dónde.

—¡Detente! —ordenó una voz furiosa.

Dicha voz llamó la atención del infame guerrero ya que juraba que no se trataba de ningún caballero de bronce. Al sentir un cosmos terriblemente poderoso abrió los ojos expresando el temor que lo invadió de pronto, hizo un esfuerzo por elevar su poder y poder llevar acabo su escape pero una flecha dorada impactó en su corazón a toda velocidad atravesando su armadura.

El caballero dorado de Sagitario se hizo presente al sentir que incluso los caballeros de bronce más poderosos no pudieron contener el poder de aquel enemigo.

Aioros bajó su arco y se sorprendió al ver el cuerpo de la chica a unos metros de allí, no podía concebir que le hiciera tremendo daño a una humana que nada tenía que ver.

—Aioros de Sagitario… —susurró sorprendido.

Rocco cayó de rodillas intentando tomar la flecha incrustada en su pecho. El caballero dorado se acercó a él propinándole un fuerte golpe en el rostro que lo dejó completamente inconsciente.

Los caballeros de bronce se acercaron al sentir el poderoso cosmo de Sagitario, Hyoga tenía un brazo sobre los hombros de Shiryu, el cual lo ayudaba a caminar. Shun se arrodilló al lado de la muchacha afectada y varias lágrimas comenzaron a caer de su rostro, no podía creer que una persona inocente pagara el precio de sus errores.

Sin querer rendirse del todo colocó su mano en el cuello de Magnolia, sorprendiéndose al ver que se encontraba con vida. Rápidamente puso sus dedos debajo de su nariz comprobando que respiraba con naturalidad, una enorme sonrisa se pintó en su rostro.

—¡Aioros, está con vida! —aseguró levantando la voz.

El caballero de oro y los bronceados se acercaron con incredulidad. Hyoga colocó su mano en el pecho de la muchacha, se sorprendió gratamente al sentir sus latidos pero casi como si hubiera sentido una descarga eléctrica apartó su mano rápidamente.

—Está viva, pero no intenten tocarla —dijo extrañado.

—¿De qué hablas? —cuestionó Shun.

Andrómeda apenas pudo tocar el rostro de la chica con sus dedos antes de sentir un calor infernal, como si de agarrar una brasa se tratase. Le extraño aquello, ya que hacía unos instantes pudo tocar su cuello sin problemas.

—No entiendo qué le ocurre… —admitió el caballero de Dragón—. ¿Qué haremos, Aioros?

—No podemos dejarla aquí, Shiryu —respondió mirándolo a los ojos—. Esta chica tiene algo en su cuerpo, no creo que podamos descifrarlo entre los cuatro.

—Debemos llevarla al santuario —aseveró Hyoga con voz firme—. El maestro Dohko o Shion podrán darnos respuestas, ellos son los más sabios de toda la orden.

Aioros asintió y tomó a Magnolia en brazos cerrando los ojos como una reacción involuntaria al dolor que le provocaba tocar su cuerpo directamente. Observó a cada uno de los caballeros presentes y asintieron al unísono, perdiéndose en segundos de la vista ordinaria.


¡Buenos días, tardes o noches! Espero que este primer capítulo pueda ser lo suficientemente atrapante, le puse bastante esfuerzo.

Desde ya quisiera comentar que obras no tomaré en cuenta. Si bien está la eterna discusión entre obras canónicas, no canónicas y oficiales, yo optaré por seguir la línea básica de oficial y canónico, de esta forma Tenkai Hen Overture quedará descartado ya que es considerado no oficial. Tampoco tendré en cuenta Netx Dimension, al menos por ahora. ¿Por qué? Es fácil, en más de diez años no han salido más de doce tomos, así que creo que manosear una obra que aunque si es canónica, aun no está completa ni mucho menos definido el desenlace, así que podría ser un error grande. Soul of Gold será incluida ya que esta historia que vengo a ofrecer comienza casi inmediatamente luego de la guerra contra Hades.

La canción que iba escuchando nuestra desafortunada Magnolia es Nothing on You de Ed Sheeran.

Muchas gracias si es que llegaste hasta acá.