Disclaimer: Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer pero la historia es completamente mía. Está PROHIBIDA su copia, ya sea parcial o total. Di NO al plagio. CONTIENE ESCENAS SEXUALES +18
Recomiendo: Fall On Me – A Great Big World (feat. Christina Aguilera)
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Capítulo 18:
Un adorable despertar
"Tarde o temprano las luces se encienden
Bajará en círculos y me guiará al amor
(…) Hazme pedazos y hazme sentir completo
Estoy dispuesto a luchar por eso…"
Bella apenas pudo disimular su rabia, asco y resentimiento, le costaba entender por qué él había decidido acercarse a Forks. ¿Era por su padre? Ja, por favor, a él jamás le cayó bien Charlie.
—¿Qué ocurre, mi amor? —preguntó Edward, llamando su atención.
Enseguida recordó que estaba con él y que no sabía nada de su pasado.
Iba a abrir la boca para hablar, repentinamente queriendo expulsar todo como buena paciente con un trastorno asociado a la ansiedad. Sin embargo, Emmett Cullen apareció desde uno de los pasillos del servicio, pues era él el médico encargado cuando su hermano no estuviera.
—Qué bueno que están aquí —dijo, llamando la atención de ambos.
—¿Ocurrió algo con mi padre, Emmett?
—Descuida, bonita, solo estoy agobiado ante toda la gente que quiere venir a verlo. Es un hombre muy querido.
Edward le dio un golpe en la nuca.
—¿Cómo está mi madre? —inquirió.
—Ve a verla. Estaba preguntando por ti —respondió Emmett.
Antes de que Edward pudiera seguirla a ella y a los mellizos, su hermano le puso una mano en el pecho para impedir que pudiera seguir caminando.
—Tengo algo que hablar contigo —dijo él, muy serio.
Frunció el ceño.
—¿Y eso qué es? Me estás asustando.
—Acompáñame a mi despacho.
El Dr. Cullen miró hacia las esquinas como si se tratara de una misión encubierta del agente 007. Cuando llegaron a destino, Edward ya comenzaba a pensar en lo peor.
—Bien, necesitaba decirte esto a solas. —Tragó y sostuvo la respiración unos segundos.
—¿Y bien? ¡Habla ya!
—Necesito tus consejos de conquista.
Edward levantó ambas cejas como si no pudiera creer lo que estaba escuchando.
—¿Me estás diciendo que hiciste todo este espectáculo para pedirme consejos de conquista?
Su hermano asintió de manera repetida. Entonces, se dejó caer en la silla, mirando al techo.
—¿El donjuán le está pidiendo al más torpe consejos de conquista?
Emmett se cruzó de brazos y desvió la mirada.
—Ya sabes que soy un asco con las chicas, no actúes como si supieras que todo lo que digo es verdad.
Edward puso los ojos en blanco.
—Es Rosalie, ¿no?
—La puta madre, ¡sí!
—¿Qué ocurrió ahora?
—Creo que me está usando para saciar sus ganas.
—¿Saciar qué?
—¡Acostarse conmigo y luego botarme como un perrito indefenso!
Su hermano se puso a reír con tanta fuerza que tuvo que ponerse las manos en el abdomen.
—Definitivamente eres un asco en cuanto a conquistar chicas.
—¿Cómo lo hiciste con Bella? Hermano, ¡debes ayudarme!
Edward pensó en aquella vez que ayudó a su suegro. No era bueno en ello.
—No lo sé…
—¡Vamos! Tienes a esa chica tan linda. ¡Ayúdame con Rosalie!
Suspiró.
—Debí haberte botado a la basura cuando mamá te puso en mis brazos el primer día que llegaste a casa. Eres un dolor en el culo pero ya qué, te ayudo.
—¡Ajá! ¿Lo ves? Eres un buen hermano. —Emmett se levantó de su silla y le dio la vuelta al escritorio para abrazarlo y besarlo—. Yo sabía que me querías, aun cuando por poco me robo a Bella.
Su hermano le dio una mirada tan asesina que se arrepintió de su broma.
—Ahora levanta el culo y ve a trabajar —ordenó Edward, estirándose la camisa para devolverse con su familia.
—Siempre actuando como hermano mayor —se quejó el otro, esperando a que su hermano, el más torpe de los dos, le diera un poco de sus habilidades para conquistar.
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El transcurso de los días fue una bomba de emociones. El trabajo del Dr. Cullen era codo a codo con el equipo de enfermeras, dando todo lo posible por hacer mejorar al suegro. Tenía la esperanza de que su trabajo como parte de un inmenso equipo diera los frutos que tanto añoraba, no para caer bien al resto o para hacer crecer su egocentrismo, no, lo quería solo para ver feliz a Ojitos Marrones.
Bella miraba la máquina de monitorización de su padre y luego la cánula que estaba en sus fosas nasales, fantaseando con que de alguna manera él abriera sus ojos para luego sonreírle.
Su madre se encontraba descansando al fin, sorpresivamente en casa de Esme y Carlisle, que habían estado viniendo de manera constante para asegurarse de que todo estuviera cubierto para la familia. Bella no dejaba de agradecérselos desde lo más hondo de su corazón. Esme ahora estaba en el pasillo, cuidando de sus nietos mientras buscaba la manera de hacer que su hijo comiera, Bella no pudo convencerlo de que ella también era feliz si lo veía descansar, pero no, estaba ensimismado en hacer lo posible porque su padre se encontrase mejor.
Lo amaba tanto.
Dejó que el llanto cayera por su rostro, mirando a Charlie Swan en su intento por sobrevivir de una muerte segura.
No quería perderlo, de verdad que no.
Ava y Noah se soltaron de Esme y buscaron a Bella. Si no estaba papá, entonces querían quedarse a su lado. Ella se dio cuenta de que se acercaban, muy curiosos, y de inmediato se limpió las mejillas.
—¿Qué hacen aquí? —preguntó—. Tienen que estar afuera, pequeños, no pueden…
—Quiedo vedlo —refutó Noah, mirando a Charlie.
Suspiró y los acercó a él, tomados en cada una de su mano.
—Papá… No quiero estar sin ti —susurró Bella—. Te necesito, papi. Mamá está destrozada, no nos dejes, por favor.
Edward entró a la habitación y se encontró con sus hijos y Ojitos Marrones. Al instante botó el aire. Estaba muy cansado pero de manera emocional. No había sido fácil tener la misión de salvarle la vida a su suegro, sabiendo lo mucho que Bella estaría sufriendo afuera. Verla lo rompía y quería mejorarle el mundo, solo que ya se le habían acabado las herramientas para hacerlo.
—Hola, mi amor —la saludó, yendo a besar su cuello.
—Hey, no es correcto —exclamó ella, abrazándolo con fuerza.
—¿Por qué? Sí, soy el médico de tu padre pero también eres mi novia y te amo. No dejaré de demostrarlo por las políticas estúpidas.
—Oh, Edward —gimió, comenzando a llorar con esa angustia que le revolvía el estómago de dolor.
Él consoló a su Ojitos Marrones pero también a los mellizos, que sentían el dolor a su manera.
—Ve a descansar, cariño —pidió Bella.
—Estás igual que mi madre.
Rieron.
—Es porque nos preocupamos por ti.
—¿Me acompañarás? Di que sí.
Suspiró.
—Sí, también necesito descansar.
Edward tomó a los mellizos de las manos y se los llevó para que Bella pudiera despedirse de Charlie antes de marcharse por esta noche. Estuvo durante unos segundos mirándolo y finalmente le besó la frente.
—Abre los ojos, papá —suplicó.
Una vez que se hubo marchado de la habitación, vio a Esme sentada en una de las bancas. Los pequeños se habían ido con Edward, seguramente al coche. Le extrañó.
—Esme —dijo.
La mujer le sonrió.
—Quería hablar contigo.
Levantó las cejas.
—¿Pasó algo?
Negó.
—Son solo preocupaciones mías, nena. ¿Vamos juntas hasta el coche?
Bella asintió.
—Cariño, sabes que nunca voy a juzgarte, ¿cierto?
Volvió a asentir.
—Y que te adoro como a una hija.
—¿Qué pasa, Esme? Me asusta…
—Estoy muy preocupada por ti, cielo. —Bella paró de caminar—. No dejo de pensar en lo que ocurrió cuando te desmayaste por la crisis de pánico al perder a los pequeños.
Ella se miró las manos, que ya comenzaban a sudar. Esme notó cómo hacía movimientos repetitivos con ellas para calmarse, lo que sin duda aumentaba su hipótesis.
—Debes odiar que tu suegra sea psiquiatra, ¿no? —Se contemplaron—. He notado cómo ocupas el pie derecho antes que el izquierdo cuando se trata de dar un paso consciente y subes las escaleras con el izquierdo, como si se tratara de una cábala. Comes con la mano izquierda, bebes con la derecha, siempre doblas la ropa de la misma forma y si no es así, te asustas, te cohíbes, crees que algo malo va a ocurrir.
El llanto de Bella era imposible de controlar, era como si estuviera revelándole todo delante de sus ojos.
—Sabes que es ridículo, te dices que no puede ocurrir nada malo pero el miedo es tan irracional que finalmente cedes a las rutinas… o más bien llamadas obsesiones y compulsiones.
—Esme —suplicó, apretándose el suéter.
—Tranquila —susurró, abrazándola—, no voy a juzgarte nunca. Quiero ayudarte.
—No le diga a Edward, voy a parecer una loca…
—¿Quién te hizo daño para creer que él va a pensar algo como eso? Mi hijo te ama.
—Lo sé pero… tengo miedo que no me acepte con esto.
Esme le acarició la mejilla como lo haría su madre, lo que la reconfortó muchísimo.
—Te rompieron el corazón y crees que lo que eres está mal, ¿no?
A Bella le impresionaba su asertividad y capacidad para ver a través de sus propios ojos. No se parecía en lo más mínimo a todos los psicólogos y psiquiatras que había visto alguna vez.
—Sé que cuesta decírselo a un hombre que posiblemente va a querer arreglar tu mundo con tal de que seas feliz, no quieres darle una carga tan grande. ¿Sabes cómo mejorar eso y darte cuenta que es exactamente lo que harías con él? —Negó—. Abrazando tu enfermedad, aceptando que estará pero que puede mejorar.
Abrazar su enfermedad… ¿Cómo lo hacía?
—No tengo terapia ni tomo medicamentos hace mucho tiempo —le confesó.
Esme no juzgó el abandono, simplemente lo entendió.
—Déjame ayudarte, ¿sí?
—¿Hará eso por mí?
Su suegra asintió.
—Eso y más. Todo estará a salvo por mi capacidad indudable de guardar secretos.
Bella tomó su mano.
—Quiero contarle todo a Edward, pero cuando me planteo hacerlo, tengo un miedo irracional.
—Lo sé, no se trata de contar cualquier situación, estás en un momento en el cual es muy difícil controlar tu sentido del miedo y de la autodefensa. Los trastornos ansiosos son así, nos limitan ante un terror que no podemos manejar. Pero para eso estoy yo.
—Gracias, Esme. —La abrazó con todas sus fuerzas.
—Ve a verme cuando todo esté mejor, ¿sí? De todas formas, estaré llamándote.
Hablar con ella respecto a su trastorno la había dejado muy contenta a pesar de todo, como si se hubiera quitado un peso de encima. Al fin alguien la entendía a cabalidad.
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Bella no quería que el pesimismo le ocupara la cabeza, quería pensar positivo, que todo esto fuera mejor. Pero Charlie seguía sin abrir sus ojos. El paso de los días parecía etéreo, casi sin rumbo.
Iba a sentarse frente a él pero escuchó cómo su madre jadeaba, como si ya ni siquiera tuviera fuerzas para enfrentarse a lo que fuera que parecía aullar con desagrado. Al abrir la puerta, encontró a Teresa con su exuberante manera de vestir, discutiendo con Renée, quien parecía impedirle la entrada a la sala. Bella salió de la sala con el pecho inflado, como si una esfera de fuego estuviera a punto de salir, como si se tratase de un dragón.
—Es mi esposo el que está detrás de la puerta, luchando por vivir. No te quiero aquí —bramó Renée, muy demacrada y cansada con cada situación que había tenido que enfrentar estos días.
—¿Discúlpame?
—Disculpada.
—Quiero ver a mi gran amigo, tú no puedes impedírmelo. ¿Quién te crees que eres? Te recuerdo que por poco lo echas a patadas…
—Por ti, mugrosa —escupió la madre de Bella—. ¡Por ti y tus ganas de jodernos la vida!
Teresa se llevó una mano al pecho.
—Exijo ver a Charlie. Quédate con tus inseguridades, que por algo existen, ¿no? Es cosa de verte. Solo sirves para cocinar y lavar los trastes…
—¿Cómo te atreves? —espetó Bella, interponiéndose delante de su madre.
Si había algo muy sagrado para ella, eso era la integridad de sus padres.
—No quiero discutir contigo, chiquita, sé cuánto te quiere mi hijo…
—Pero está insultando a mi madre y eso no voy a permitirlo. Pasé mucho tiempo eludiendo mis problemas y este es uno que no voy a dejar pasar más.
Bella comenzaba a odiar a Teresa, lo hacía de verdad. Le recordaba mucho a Lauren y a Kate. Claro que Jacob también tuvo la mayor culpa en todo lo que sucedió, pero su padre y Edward eran muy diferentes. Sin embargo, estas mujeres eran capaces de todo por mantener a un hombre bajo sus pies, no por amor, sino por capricho. No le gustaba, le hacía sentir mal.
—Charlie es mi amigo y me preocupo por él.
—Ja, claro, y si fuera posible le restregarías esas bolsas de plástico mientras intenta luchar por su vida allí en la habitación —exclamó Bella.
—¿Qué dices?
—Lo que escuchas.
—Yo…
—¿Qué ocurre aquí? —Edward venía llegando de dejar a los mellizos con Maggie en la tienda de dulces y regalos de la entrada del hospital, ocupando su bata y su credencial. Parecía muy autoritario, algo que jamás sucedía, pues era un médico dulce y tranquilo.
Teresa aprovechó de entrometerse y acercarse a la puerta de la habitación.
—Doctor, soy solo una visita, espero no tenga inconvenientes para poder entrar.
—No puede entrar —espetó, corto de paciencia.
Había escuchado todo y se sentía muy irritado. Tampoco olvidaba que era la madre de ese imbécil de Riley, a quien si veía otra vez le iba a romper la cara de un puñetazo.
—No puede impedírmelo.
—Sí puedo. Soy el médico y todo el equipo de enfermería cree que usted es una entrometida, ¿no es así, chicas? —Las miró y todas se cruzaron de brazos, muy de acuerdo—. ¿Y le cuento algo? Son ellas las que deciden cuánta gente puede entrar a ver a un paciente de alto riesgo.
La jefa de enfermeras conocía muy bien a Edward y eran muy buenos amigos, tonta tampoco era y sabía lo mucho que estaba afectando la presencia de esa entrometida mujer en la familia del doctor. Si podía ayudarlo, con gusto lo haría.
—Por definición y la orden de mi servicio, no puede entrar nadie que no sea familia —sostuvo la profesión, que tenía por nombre Katherine.
—Pues yo lo soy —interrumpió Teresa—, y sé que a Charlie le daría mucho gusto verme, incluso más que a cualquiera de aquí.
Edward no se aguantó.
—Por favor, lárguese de aquí… vieja metiche —soltó—, o llamaré a los guardias de seguridad. Está tratando con un médico pero también con el yerno de Renée y novio de Bella. Ellos son mi familia ahora y no dudaré en usar mis influencias para quitarla del medio… Y sí, vuelvo a decirlo, ¡vieja metiche!
El Dr. Cullen se acomodó la corbata y esperó a que la vieja metiche se marchara con la cola entre las piernas. Una vez que lo hizo, soltó el aire. No era el tipo de hombre que actuaba así, se desconocía pero estaba muy contento con el resultado.
Renée tenía una sonrisa de oreja a oreja. Ver a esa pedante de mierda irse así había sido un regalo del cielo. No, era un regalo del mejor chico que había conocido su hija.
—Gracias, Edward. —Lo abrazó con todas sus fuerzas, asfixiándolo—. Eres el mejor yerno de este mundo, ¡el mejor!
Bella miraba con una sonrisa, orgullosa del Dr. Torpe, suyo por completo. Le encantaba que su madre lo adorara.
—Oh, creo que se me subió un poco la presión —señaló Renée, cayéndose lentamente en sus brazos.
Y efectivamente así parecía ser.
—La tendremos en observación un momento.
La enfermera Katherine no tardó en pedirle que se acomodara en la silla por un rato, dispuesta a tomarle un poco la presión.
—Ve a ver a tu padre, cielo —le pidió a Bella—. Solo así estaré tranquila.
—Claro que sí, mamá. Vendré luego a ver cómo estás.
Edward tomó la mano de su Ojitos Marrones y se fueron juntos. Por ningún motivo la iba a dejar a solas.
Cuando estuvieron en la sala, ella le dio un beso a su padre y Edward le besó el cuello para que estuviera tranquila. Bella se giró a mirarlo, muy feliz de que estuviera en su vida. Era un regalo caído del cielo, un ángel maravilloso.
—Gracias, mi amor —dijo de pronto—. Quitaste a esa víbora de un solo grito. Eres increíble.
Le besó los labios y Edward la abrazó.
—Por ti haría cualquier cosa, ya lo sabes. Si tengo que quitar a esa mujer de aquí con seguridad, entonces lo haré.
—Eres mi héroe.
—¿Sí?
Siguieron besándose con pasión. Bella se sentía excitada de cuán fuerte seguía pareciéndole, dispuesto a enfrentar a quien se atreviese a interponerse en el bienestar de su familia. Era tan atractivo, pero mucho más cuando se ponía así de protector.
—Te mereces un regalo inmenso, quizá yo… utilizando algo especial para ti.
A Edward le enloqueció todo de imaginárselo. El cierre del pantalón no era capaz de ocultar lo que quería crecer producto de sus fantasías.
—No me digas eso que me vuelvo loco —susurró, besándole el cuello y bajando las manos con lentitud por su espalda baja, casi a punto de agarrarle las nalgas.
—No desaprovechas ni un segundo, Manos Largas —escucharon que dijo la rasposa voz de Charlie Swan.
Bella se dio la vuelta y jadeó, encontrándose con su padre despierto, mirándolos con una ceja enarcada pero deteniéndose más en Edward.
—¿Y cómo es eso de un regalo especial, hija? —inquirió, levantando el tronco de la cama, demasiado fuerte ante los celos que le producía ver a su pequeñita con ese doctor hambriento.
Su hija corrió a sus brazos y lo abrazó, riéndose de sus ocurrencias pero feliz de verlo despertar de la manera en que lo hizo. Edward se acercó con su papel de médico y le pidió que abriera los ojos.
—¿Sabe dónde nos encontramos? —preguntó, mostrándole una luz.
—En el infierno —respondió, mirándolo a la cara.
Ambos fruncieron el ceño.
—Sí, ¡el infierno! Ver a mi hijita proponiendo esas… cochinadas… Y tú, Manos Largas, toqueteándola mientras estaba muriéndome… Ay, Dios mío, ¿qué hice para merecer esto?
Bella se puso a reír y se limpió las lágrimas, mientras Edward se aclaró la garganta.
—Creo que me ahorraré las preguntas, está mejor de lo que creí.
—Querías que me muriera, ¿verdad? —El doctor no pudo entender su ironía, por lo que se puso blanco por la culpa—. Estoy bromeando, Manos Largas, ven aquí, dame un abrazo, ridículo, sé que me salvaste el pellejo.
Él pensaba que estaba molestándolo y que si lo abrazaba iba a enrollarle el cuello con la vía venosa. Sin embargo, se atrevió y le dio un abrazo. Charlie respondió con cariño, porque aunque fuera un baboso, había hecho lo imposible por salvarle la vida.
A la sala entraron los mellizos, escapándosele de las manos a Maggie. Los dos vieron a Charlie despierto, y en su inocencia, solo pudieron entender que había despertado de un largo sueño.
—¡Abuelito Chadlie! —exclamaron, corriendo hacia él para abrazarlo como lo hacía su papá.
Cuando el aludido escuchó cómo lo habían llamado, sus ojos amenazaron con las lágrimas.
—¿Cómo me dijeron?
—¡Abuelito! —gritaron entre risas.
Charlie se emocionó tanto que comenzó a sollozar mientras les tocaba sus pequeñas mejillas redondas.
—Mi amor —gimió Renée, entrando ante la alerta de haber escuchado la voz de su esposo.
Los dos se miraron, sabiendo que el tiempo había pasado y que era su segunda oportunidad de amar. Renée corrió hacia él, tambaleando pero no dispuesta a dejarlo ir nunca más.
—Cariño —respondió Charlie, mirándola con añoranza.
—¡Oh, Charlie! —siguió diciendo su esposa, como si no pudiera creerlo.
Era la imagen que todos ansiaban ver, juntos nuevamente.
—Cariño, perdóname por ser tan bruta y dejar que mis inseguridades volvieran a mantenernos lejos —siguió diciendo.
—No tengo nada que perdonar, yo soy el tonto que no le puso freno a sus insinuaciones, sabiendo cuánto te afectaba. Es que soy lentito.
Ellos se besaron y volvieron a abrazarse, lo que terminaba por coronar la imagen más hermosa que todos ellos pudieron ver en mucho tiempo.
—¿Duele algo, Charlie? —preguntó el Dr. Cullen.
Él negó.
Renée le daba caricias por el cabello tieso y puesto en puntas debido a la posición de la cama. Aun así, para ella seguía siendo el mismo guapetón de hace tantos años.
—Tengo hambre —afirmó.
—Papá, estás despertando y ya tienes hambre —dijo Bella.
—Quiero una dona. —Hizo un puchero.
—Pues tendrá donas como regalo si come todo lo que le den aquí. De momento, usaremos esta sonda. —Edward le mostró la manguera delgada que salía por su fosa nasal derecha.
—Meh. Tendré que aceptar las órdenes de usted, Dr. Manos Largas.
—¡Papá!
—¡Charlie!
El abatido policía se largó a reír a pesar de su estado y le guiñó un ojo a su yerno.
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Renée pasaba día y noche junto a él. No dejaban de estar juntos. Se miraban, se sonreían y hablaban de la vida, misma que llevaban compartiendo tantos años. Era como si no quisieran separarse nunca más.
Pronto, dejó de ocupar la sonda para alimentarse, pasando al régimen líquido, luego el blando y finalmente sólido. Ya no ocupaba oxígeno y el drenaje ya se lo habían quitado. Si bien había perdido peso, seguía siendo un gordito dispuesto a levantarse con tal de hacer feliz a su familia, pero también para agradecer a la vida por la oportunidad. No iba a contarla dos veces.
Edward lo ayudó a levantarse con cuidado y le permitió mantenerse estable por unos segundos. Finalmente, tapó su cuerpo con el abrigo.
—Supe que tu familia cuidó de mi Renée durante todo este tiempo —susurró, llamando la atención del doctor.
—Bueno… Sí, estaban preocupados.
Él sonrió en respuesta.
—¿De verdad trabajabas más horas cuando tu hermano no podía cubrir sus guardias? —seguía preguntando.
—Sí, Charlie, aunque no era tan…
—Te dormías mientras comías con mi hija —lo interrumpió.
—Bueno, sí.
—¿Es algo que haces frecuentemente? Digo, sobre exigirte en el trabajo.
—No, mi prioridad siempre ha sido mi familia, solo que esta vez mi familia estaba en una cama, luchando por su vida.
A Charlie se le apretó la garganta al escuchar sus palabras. El tiempo que estuvo internado se había dado cuenta de cosas que ya sabía pero que no había podido ser capaz de interiorizarlas. Edward era el mejor médico que había conocido pero ese era cuento aparte, la realidad y más absoluta verdad era que él, ese Manos Largas, era el mejor hombre que pudo haber llevado el destino a su hija, era tan bueno que quería golpearle la espalda y a la vez abrazarlo como su propio hijo, mismo al que disfrutaba poner nervioso, cuando simplemente lo adoraba como a ninguno.
—A propósito, Charlie —añadió Edward, sacándose algo del maletín.
—¿Eh?
Cuando vio la bolsa de donas de la mejor pastelería de Forks, su llanto fue insostenible.
—Por Dios, Edward —gimió—, de todas las cosas que has hecho, esta es…
Lo abrazó, incapaz de decir más, emocionado hasta los huesos por esa bolsa de maravillosas donas. Podía imaginarse el sabor de la manteca y el azúcar.
Renée apareció en la habitación con su hija, que ya habían ido a dejar todo lo demás al coche, junto a los mellizos.
—¿Y ustedes? —preguntó Bella, entrecerrando sus ojos.
Charlie y Edward carraspearon y se palparon la espalda con más fuerza de la debida. A ambos les dolió.
—Solo estábamos… ¿Dónde están mis pequeñuelos? —inquirió Charlie.
—Ya en el coche. Nos vamos.
Volver a casa era algo que ansiaba y eso lo hacía muy feliz. Edward manejaba con Bella en el asiento del copiloto, mientras que sus padres estaban atrás, con los mellizos en sus sillitas. De fondo se oía la música de estos, infantil y alegre, melodía que Charlie los acompañó a cantar, entusiasmado con la idea de ser el mejor abuelo del mundo.
Al llegar a casa, Edward fue quien ayudó a su suegro a salir. Las dos mujeres miraban la relación con dicha, pues parecía que la estadía en el hospital había hecho que se hicieran irremediablemente más unidos.
—Tienes cara de póker, ¿qué pasa? —preguntó el policía, mirando a Edward con cierto recelo.
Se veía muy tenso desde que comenzaron el viaje.
Edward no sabía qué decir. Lo había encontrado con las manos en la masa. ¿Cómo no? Si llevaba mucho tiempo guardándose esto en el interior. Quería pedirle a Bella que se casara con él. No había podido interiorizarse a la idea de que le dijera que no debido al trabajo y el estado de Charlie, así como tampoco había pensado en la posibilidad de que debía pedirle la mano al policía, no hasta ahora. Pero sí, lo que más deseaba era pedirle la mano a Isabella Swan, su Ojitos Marrones, quería ser su esposo y que ella fuese la suya, y también quería pedirle que se fueran juntos con los mellizos, porque ya no toleraba la separación, quería verla todos los días y poder luego dejar ese lugar para quedarse en la casa que estaba construyendo. También quería tener un hijo con ella, sí, ¡lo ansiaba!
Edward iba a hablar, dispuesto a pedirle la mano de Bella, sin embargo, una grave conversación allá afuera llamó su atención. Era ella, que parecía discutir con alguien.
Isabella no podía creer a quien tenía en frente. Jacob Black había llegado de improviso, interrumpiendo la felicidad de llevar a su padre a casa. Su sola presencia le revolvía el estómago y sus manos comenzaron a temblar.
—Bella, por Dios, ha pasado tanto tiempo sin verte —afirmó, mirándola de pies a cabeza.
Tragó, angustiada de enfrentarse a uno de los hombres que más daño le había hecho.
—¿Qué haces aquí? —le preguntó con rabia—. ¿No te bastó con todo lo que me hiciste?
—Bella, no quiero…
—Lárgate de aquí, ¡no te quiero ver! —gimió.
Edward se interpuso, saliendo de la casa con las manos apretadas. ¿Quién era ese imbécil que se atrevía a poner así a Bella? Era notorio lo mucho que le afectaba su presencia. Algo le había hecho, algo muy malo.
—¿Quién carajos eres tú, imbécil? —bramó el doctor, de pronto tan molesto de tener que enfrentar a una basura como él, que la miraba con esos ojos tan nauseabundos, que estaba a punto de explotar—. ¿Por qué vienes aquí?
—Hey, ¿y tú quién eres? —preguntó Jacob, mirándolo con asco.
—Soy su novio, hijo de puta, ¿con qué derecho vienes aquí? ¿Eh?
Edward lo tomó desde la camisa, usando una fuerza que no conocía y que jamás había tenido la necesidad de ejercer.
—Dime quién eres.
Jacob sonrió, como si supiera que Bella nunca había podido hablarle de él.
—Soy su ex esposo, idiota.
A Edward se le desfiguró la cara.
Buenas tardes, les traigo un nuevo capítulo de esta historia. Quiero comentarles que deben prepararse porque pronto nos acercaremos a la recta final, lo que sin duda es difícil, sigan disfrutando de ella que ya nos va quedando poquito. Hemos visto que por fin Charlie ha despertado, y no pudo ser mejor momento que el haberlo hecho frente a Manos Largas en acción, al fin los pequeños le dijeron "abuelito" y qué mejor que Renée pidiéndole perdón. Ambos tienen una oportunidad más en la vida. ¡Edward quiere pedirle la mano a Bella! Pero, vaya, llegó Jacob a meter la nariz y con menuda sorpresa saliendo de sus labios. ¿Qué creen que ocurra ahora? ¿Cómo tomará todo Edward? ¿Cómo podrá enmendar su error Bella? ¡Cuéntenme qué les ha parecido! Ya saben cómo me gusta leerlas
Quiero, primero, agradecerles el hecho de que hayan sido tan respetuosas con respecto a lo que les mencioné en el capítulo pasado. Sí, yo también tengo esta enfermedad y el expresarla aquí es una terapia pero también tenía mucho miedo de lo que iban a decir, ya saben por qué. De todas maneras, me llevé una sorpresa al encontrar a tantas personas capaces de empatizar, de abrirse a conocer y de ser tan dulces, de verdad ha sido muy lindo
Agradezco los comentarios de LuAnKa, Robaddict18, DanitLuna, Pancardo, NoeLiia, CCar, Pam Malfoy Black, Tereyasha Mooz, Heart on winter, Diana, rjnavajas, Vero Morales, Car Cullen Stewart Pattinson, ariyasy, esme575, Cris, Andre22twi, Luisa huiniguir, Stella mio, rosycanul10, Liz Vidal, Elmi, piligm, catableu, viridianaconticruz, Coni, BreezeCullenSwan, Veronica, Noriitha, Vanina Iliana, claudiahernandez, Mss Brightside, Fallen Dark Angel 07, cavendano13, Vero Grey Cullen, freedom2604, katyta94, almacullenmasen, Tata XOXO, lalyrobsten, morenita88, florcitacullen1, Monica1602, lauritacullenswan, Angel twilighter, Chiqui Covet, Jocelyn, kathlen, Rero96, Ivette marmolejo, josalq, Twilightsecretlove, maribel hernandez cullen, Yoliki, Adriu, krisr0405, valentinadelafuente, saraipineda44, GabySS501, Valevalverde57,Abigail, bbluelilas, cary, Karensiux, Iza, Liliana Macias, eli music love, beakis, Belli swan dwyer, Jeli, llucena928, SeguidoradeChile, 8, debynoe12, lunadragneel15, patymdn, AnabellaCS, NarMaVeg, jupy, Pameva, twilightter, PatyMC, amedina6887, morales13roxy, Alejandra Va, Brenda Cullenn, MasenSwan, terewee, adrianacarrera114, Milacaceres11039, Valentina Paez, alejandra1987, Gis Cullen, Mayraargo25, kaja0507, , FlorVillu, miop, Jade HSos, Fernanda21, Rose Hernndez, Markeniris, LoreVab, KRISS95, Dominic Muoz Leiva, Brenda Naser, LicetSalvatore, Fernanda javiera, Aidee Bells, JMMA, keith86, Flor Santana, Smedina, Beastyle, , ELIZABETH, barbya95, Nancygov, Sony Bells, LadyRedScarlet, NaNYs SANZ, Dulce Carolina, calia19, Elizabeth Marie Cullen, LizMaratzza, Kamile Pattz-Cullen, Esal, Gibel, michicullen, selenne88, Beth, somas, Melany, Patito CuLLeN SwaN, VivisBatallita, LucyGomez, Srita Cullen brandon, Ceci Machin, Damaris14, Johanna22, isbella cullen's swan, carlita16, VeroG, Santa, blueorchid02, Celina fic, Rose hernandez, MariaL8, AndreaSL, Nat Cullen, ROMINA19, ManitoIzquierdaxd, martuu341, nydiac10, camilitha cullen, Joa Castillo, claribelcabrera585, Lys92, CeCiegarcia, Bell Cullen Hall, sheep0294, valem00, ClaryFlynn98, monik, Amaya cullen, Duniis, Micalu, AndreaSL, YessyVL13, Guiselle, Alisaness Cullen, Angelus285, Jimena, DarkMak31 y Guest, espero volver a leerlas a todas nuevamente, cada gracias que ustedes me dan es invaluable para mí, sus huellas, cariño y entusiasmo por cada capítulo hace que sienta que esto siga siendo lo mejor, lo que me llena el corazón, a todas las aprecio enormemente, mucho más de lo que imaginan, de verdad, muchas gracias
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