SIGUEME.

Un nuevo día comenzaba.

Con la misma energía resplandeciente de siempre, entraba al auditorio donde tomaría su primera clase del día.

Saludó a más de una docena de personas en el camino.

A pesar de estar en el primer año, era bastante popular.

Nunca faltaba que, a la hora del almuerzo, alguien o un grupo de compañeros de clase tratasen de invitarlo a comer, ya sea en la cafetería del campus o fuera de este.

Hasta los profesores tenían cierto favoritismo hacia él.

¿Y quién no lo tendría?

Responsable, amable, puntual, participativo en clase, voluntario cuando surgía alguna actividad extracurricular…

Un alumno así, era el sueño de cualquier decano.

― Buen día, Kim Yoosung ¿listo para la clase de hoy?

― ¡Hum! buen día maestro Meung ¿Cómo se encuentra hoy?

― Bien por suerte, eso me recuerda, que debo agradecerle la recomendación del odontista ―dijo con cierto alivio el decano―. Fue muy paciente con mi pavor por las jeringas. Ya no tengo que sufrir con mi dolor de muela.

― No es nada, sabía que mi dentista personal seria suficiente, me alegra haberlo ayudado…

La mañana pasó sin notables observaciones.

Normalmente era así. Lo que a veces le fatigaba un poco, era el almuerzo, porque…

― Esto… disculpa ¿Yoosung Kim?

Si era justo por eso.

Sus compañeros con los que había decidido pasar por la cafetería, hicieron abucheo casi al mismo tiempo, al saber lo que ocurriría, dejándolo luego solo con aquella chica que los había interceptado.

― Sí, soy yo.

La miró ligeramente.

Era una chica también de primer año, probablemente alguna compañera de una de sus materias. Lo miraba con los ojos brillosos, las mejillas sonrosadas y un nerviosismo notorio, mientras sujetaba con ambas manos un maletín de mano femenino, muy mono.

― Si, lo sé, sé cómo te llamas, perdón, fue una manera tonta de acercarme a ti ―dijo aquella chica, mientras bajaba su mirada con pena, llevándose una mano a los labios ligeramente tapándolos―. Yo soy Park Suni, no sé si me recuerdas, estuvimos juntos en el primer trabajo en grupo de Biología Celular…

Le parecía una chica bonita y tierna, parecida a las protas de los kdramas que solía ver en sus años de secundaria, más que todo por su forma de hablar, vestir y voz.

Pero ni de coña, se acordaba de ella.

Solo recordaba la materia que había cursado a principios de año.

Lo cierto es que nunca recordaba a sus compañeros de grupo.

Había estado en tantos, en tan solo un año, ya sea por estrategia, invitación o populismo.

Y en todos ellos, siempre había chicas monas e inteligentes.

Pero una vez se acababa el propósito del grupo, se olvidaba de la existencia de ellas, y volvía a su círculo de amigos, que, en mayor parte, era con los que compartía la materia opcional de barismo.

― ¿Biología Celular? Oh, me gustó esa materia. Pero… lo siento, no te recuerdo…

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Entró a la cafetería un tanto apresurado.

Ahora solo tenía media hora de descanso, antes de que empezase su próxima materia.

Uno de sus amigos levantó la mano para que el rubio pudiese ubicarlos en aquel extenso lugar.

Tomó asiento apenas llegó.

― Ya llegó el rompecorazones Kim, Uh uh uh… esa fue la número 17.

― ¡¿Qué le dijiste a Suni-chi?! Oh, eres un traidor, ella a mí me gustaba…

― Como tardaste mucho, tuvimos que elegir tus raciones, la gelatina de verduras verdes la eligió Hwan, ahora ya sabes por qué jajaja.

― Ya no lo molesten, saben que Yoosung no disfruta de esto, dedíquense a sus platos ―objetó Hyun, el último y más mayor de sus 4 amigos. Era un albino alto de segundo año. Normalmente era arrogante, narcisista y el supuesto líder del grupo, pero también solía ser directo y buen consejero.

Los otros tres se rieron, para luego dejar de molestarlo.

El rubio suspiró con ligero pesar.

La chica de hace minutos, se le había declarado.

Como con las anteriores 16 chicas, que se habían fijado en él, ese año.

Y al igual que estas, también había sido rechazada.

Aún estaba fresca en su memoria, ver como la chica del maletín, no terminaba de completar la oración en la que expresaba que se disculpaba por hacerle perder el tiempo, porque quebraba a llorar, para luego irse rápido, aprovechando que el pasillo estaba casi desierto de otros estudiantes.

― A este paso, las únicas personas que no se le declararán a Yoosung, seremos nosotros 4…

― Jjajaja cierto, muy cierto.

― Siempre se le declaran chicas bonitas ¿no me digas que tienes gustos desviados, Yoosung-chi?

― Oigan, ya déjenlo en paz.

Lo cierto, es que Yoosung luego de la tercera vez que rechazó a alguien, dejó de explicarlo.

No es que no le gustasen las mujeres, pero el secreto era que…

― Oigan, por cierto, ¿escucharon el rumor más nuevo que circula entre los decanos y alumnos?

― Eh? ¿Ese de que el espíritu del difunto Jimin Kim aparece en el baño de hombres del 3er edificio, en la sección de artes?

― ¡No! Eso es rumor viejo, me refiero al del nuevo profesor de gimnasia y la decana de Matemáticas aplicadas… dicen que tienen un amorío, los han visto juntos muchas veces, este último mes…

Aquella charla chismosa entre sus compañeros más cotillas, lo sacó de su ligero pesar.

― ¿En serio? Cuéntanos más.

― ¿La decana de Matemáticas? Ese tío debe ser de gustos raro. Esa profesora es muy… mala y estricta.

― Es obvio que eso no lo atrajo, pero es muy atractiva a pesar que no lo demuestra tanto, en especial su traser…

― No es de hombres, describir de forma vulgar a una mujer. ¿Con esa boca besas a tu madre? ―Le interrumpió Hyun, con el ceño fruncido.

― Oye ¿Por qué te ofendes? Ni que estuviéramos hablando de tu novia.

― No es su novia, pero le gusta ―agregó otro, mientras guiñaba el ojo.

― ¡¿Qué?! ¿A Hyun le gusta la decana? Que bien guardado te lo tenías…

― Si, pero supongo que no lo dice, porque está resignado, no cualquier descerebrado entra y se queda en las clases de esa maestra.

― ¡Claro que ella no me gusta! Es guapa, sí, pero hasta ahí ―se defendió Hyun, con cierta rabieta―. Solo me molesta que esparzan rumores infundados…

― Y la decana tiene una relación muy seria con alguien que no es ese maestrucho nuevo ―rompió el silencio Yoosung, con una expresión desinteresada en su rostro, mientras esparcía con sus palillos, la comida de su bandeja, y se la llevaba con desgano a la boca.

― ¿Y tú como estas tan seguro de eso?

― ¡Si! ¿en qué te basas?

― ¿Tal vez porque es el único de nosotros cinco que pasa una materia con ella? ―dijo con sarcasmo el cenizo, al ver que no dejaban de hablar del tema.

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Ambos se encontraban acostados, tratando de calmar la respiración que se habían provocado las últimas horas.

― ¿Fue mi imaginación, o estuviste más posesivo de lo normal esta vez? ―expresó ella, mientras se acomodaba de costado para verlo mejor, y acariciar su rostro con su mano izquierda.

Pero él soltó un simple "hum", para luego voltearse y darle la espalda, mientras se cubría con la sábana.

― ¿No me vas a decir? Si no me dices, voy a seguir insistiéndote hasta que cedas ―siguió hablando la mujer, mientras se acercaba a él, para abrazarlo por debajo de las sábanas.

― No estoy de humor para hablar de ello, déjame.

― Hace minutos tenías humor para todo…

El terminó girando al extremo de la cama, envolviéndose totalmente con la sabana, como en una especie de capullo protector.

Entonces ella comprendió, que era algo relacionado con "ese" tema. Y tendría que esperar a que este se calmase y dignase a hablar voluntariamente de ello.

Se levantó lento, para luego ir a su baño, donde se sumergiría en su tina, a modo de relajo.

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Con somnolencia, abrió los ojos, por la insistencia de un par de dedos, que tocaban con frecuencia de cada 5 segundos, una de sus mejillas.

― Despierta… despierta… despierta…

― ¿Hum?

Se había dormido en la tina, y ahora su rubio compañero se encontraba sentado a su lado, en el suelo, observándola con ligera preocupación.

― Pensé que ya habías dejado este mal hábito tuyo, es peligroso que te duermas rodeada de agua.

Ella le sonrió ligeramente.

― ¿No que estabas molesto conmigo?

El rubio entrecerró los ojos a modo de fastidio.

― Borra esa cara de tonta, acabo de servir la cena, se va a enfriar…

Ambos se sentaron a cenar en batas de cama.

La mujer era un horror en la cocina, pero él era todo lo contrario, cualquier cosa que cocinase sabía muy bien.

Era una de las primeras cosas que le habían cautivado de él.

― Esto está delicioso, creo que esta vez te superaste a ti mismo ―soltó de forma espontánea, con aun comida en la boca, deleitada por lo que probaban sus papilas gustativas.

― Si, gracias ―respondió este a secas, demostrando que aun mantendría su estado molesto.

Ella terminó de masticar, para tragar de golpe.

Su corta paciencia empezaba a abandonarla.

― Mira, si vas a seguir molesto, por lo menos dime el por qué, ¿no? ¿Qué me olvidé ahora? ¿Otro aniversario de no sé qué? ¿insatisfecho en algún sentido? ¿Es por qué te dije que no, a la propuesta de adoptar a otro gato? Dulce de algodón… comprende que con Lisa es más que suficiente, si tenemos otro, tendríamos que mudarnos a un lugar más grande…

― No es nada de eso ―le interrumpió el rubio, quien se levantaba luego de haber recordado que no le había llenado el plato de croquetas a la querida felina que habían adoptado juntos.

― ¿Entonces qué es? Vamos, dímelo sin penas.

― ¿En serio no lo sabes? ―refutó él con voz tranquila, para luego levantar los platos y llevarlos al fregadero de la cocina, dejándola sola de nuevo.

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Vuestra relación no se había forjado de la forma normal.

Ya de por sí, su vida no era normal, al haberse graduado de la universidad a los veinte años.

Siempre había sido muy práctica y calculadora con cada aspecto de su vida. Y eso le producía satisfacción… o por lo menos eso era lo que quería hacerse creer a sí misma.

Pero había algo.

Algo dentro suyo se sentía incompleto.

Y había noches en las que no podía conciliar el sueño por ello.

¿Qué era eso?

¿Por qué no podía encontrarlo?

― Esto… disculpe, ¿este es salón donde puedo sacar el formulario de petición de ingreso? ―dijo con una suave voz, el desconocido que se le había acercado a su escritorio, en aquel vacío auditorio, ya que hace minutos su última clase terminaba de finalizar.

― No, no es aquí ―le respondió sin interés, aun con la mirada fija en los papeles que terminaba de acomodar―, estas en medio campus de la universidad…

Estaba a punto de mandarlo lejos, a que se fuese a molestar con sus preguntas de nuevo postulante a otro lado, ya que no era su trabajo dar asesoría, pero se calló de golpe, cuando alzó la mirada para verlo.

Sus ojos.

Eran hermosos.

― Ah… me imaginaba que estaba perdido, pero no pensé que tanto ―habló el joven desconocido con cierta pena, causa de su desorientación―. Ha este pasó, creo que perderé la oportunidad de postularme para la beca…

― ¿Beca? Eso significa que, tú no eres de Seúl… ―volvió a hablar ella, dejando su impresión de lado.

― Hum, si, vengo de Busan ―respondió con tono alegre aquel desconocido.

― Ya veo…

Por alguna extraña razón, sintió cierta empatía por aquel jovencito.

No era su jurisdicción y trabajo, dar asesoría a los nuevos y posibles ingresantes, pero sabía bastante del tema, porque se sentaba en la misma mesa con las del personal académico de la universidad, que no dejaban de quejarse del trabajo extra que les provocaba el sistema de becas que ofrecía el lugar.

Y el plazo de entrega era justo ese día. Y faltaba poco menos de una hora para que se terminase la hora de atención.

― Asesoría se encuentra en la parte delantera del ala norte del campus, tercer piso para ser exacta, es ahí donde deberías entregar tu planilla de solicitud… ―dijo de forma concisa―, las planillas no se recogen de ningún lado, las debes descargar desde la página oficial de la Universidad, aunque desconozco en que parte están…

― Oh, no sabía que debíamos descargarla, en el boletín informativo que llegó a mi instituto, se especificaba que debíamos recogerlas aquí, supongo… que perderé este año por mi descuido jaja ―expresó el muchacho con mirada de lamento, aunque trataba de suavizarlo riéndose de su mala situación.

―Sí, ese era el antiguo sistema, pero se actualizó de forma virtual este año, supongo que fue un error no actualizar la información que se entrega a las academias asociadas―. Ella lo miró con ligera preocupación.

Por más buenas indicaciones que le diese, fuera del campus, tardaría más de una hora con sus papeles, haciendo inservible todo su esfuerzo.

― Sígueme.

Fue lo único que dijo, luego de levantarse de golpe de su escritorio, cargando un ligero folio de su clase.

― ¿Eh? ―dijo el extraño, un tanto confuso por su ultimo dialogo, dudando por unos segundos, para luego tomarle la palabra.

Fue una caminata larga y silenciosa de poco más de diez minutos.

Hasta que llegaron a aquel lugar, donde si tenían suerte, lograría ayudarlo.

― Oh, decana… ―expresó una mujer que estaba a punto de cerrar la puerta de donde había salido―. ¿Sigue por aquí? Ya todos los demás maestros se han marchado…

― Si, tuve algunos contratiempos. Sé que sonará molesto por el momento, pero ¿podría ayudarme con algo? Solo usted puede hacerlo, por favor.

― Bueno, oficialmente la biblioteca está cerrada, pero aun no apago el sistema, estaba yendo por algo que comer de la máquina expendedora, para terminar de realizar mi informe… así que, si no es algo extenso, supongo que sí podría… ―dijo con sinceridad la bibliotecaria, con cierta curiosidad en sus ojos, al ver que aquella decana no se encontraba sola―. ¿Es algo para este estudiante? ―terminó diciendo con deducción.

― Si, él es… un familiar político mío ―argumentó la decana, con una expresión seria―, que viene de Busan, no es muy aplicado en alistar sus papeles de ingreso, así que su familia me pidió que lo ayudase, por favor ¿puedo contar con su ayuda?

El muchacho que se había mantenido hasta ese momento en silencio, entre abrió los ojos en una mezcla de asombro y molestia ligera, por haber dicho que era poco listo, para luego seguirle la corriente al ver el propósito de fondo.

― Oh, un familiar tuyo, bueno, la biblioteca y sus vínculos es solo para uso de los estudiantes matriculados, y personal profesional, pero tratándose de un familiar tuyo, puedo hacerlo pasar por esta vez, aunque me deberás un postre del comedor, ¿sí?

― Esta bien, se lo agradezco. Yo debo en este momento, ocuparme de otros asuntos. Cuento con usted.

Entonces la decana dejó a aquel extraño en manos de la veterana, pero ágil bibliotecaria que tenía el campus.

El extraño trató de decirle algo, pero la bibliotecaria le exigió toda su atención.

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Se encontraba con un desánimo, producto de su ultimo interés amoroso.

El hombre parecía perfecto para ella. Pero resultó que también pintaba el cielo de colores a otras chicas a ocultas.

Por suerte no habían pasado de unas ligeras insinuaciones, y un par de besos.

Aunque eso era suficiente para que le doliese.

Ese día no tenía que asistir a dar cátedra, así que podía sentirse infeliz en la comodidad de su casa.

Estaba atragantándose con helado mientras miraba una película, cuando su celular vibró al recibir un mensaje.

No tenía agendado el número, así que podía asegurar que no era ninguno de sus conocidos o colegas del trabajo.

Era un mensaje corto, donde alguien expresaba su gratitud hacia ella, al haberlo ayudado con su formulario de admisión.

Tardó varios segundos en descifrar de quien se trataba, pero lo recordó de golpe.

Era aquel chico de meses atrás, del cual había olvidado su existencia, luego de lo sucedido.

Estaba a punto de responder su mensaje, de cómo había obtenido su número…

"Espero no asustarla con esto. Creo que todos nos asustaríamos de recibir el mensaje de un extraño jaja, pero… en verdad quería agradecerle, sin usted no hubiese podido postularme a la beca, la cual por cierto hace unos días recibí la confirmación de que la obtuve :D".

Se quedó leyendo el mensaje varias veces, preguntándose cuando había sido la última vez que vio a alguien usar emoticones.

"Ya veo, me alegro por ti".

Respondió a secas. Lo cierto es que no tenía humor para hablar con otros.

A los segundos de haber enviado el mensaje, recibió otro.

"Por cierto, debí haber hecho esto antes, pero se me pasó, mi nombre es Kim Yoosung, fue grato conocerla".

"Kim Yoosung ¿Cómo obtuviste mi número de teléfono?".

"Oh, se lo pedí a la bibliotecaria, mentí diciendo que lo había borrado sin querer de mi celular, y que usted se enojaría conmigo si se lo pidiese de nuevo… la señora de la biblioteca fue muy amable, y aparte de ayudarme con mi formulario, me dio su número. Lo cierto, es que estuve pensando todos estos meses, si debía enviarle un mensaje de agradecimiento, pero luego desistía, porque no quería sonar como un acosador, pero también quería ser agradecido, pero no podía decírselo de frente porque ese mismo día volví a Busan. Así que recién me animé a enviarle un mensaje cuando me llegó mi carta de aceptación… Mmm espero no haberla molestado".

Terminó de leer eso, con cierta intriga.

Aquel chico hablaba mucho para ser un chico.

"No estoy molesta, pero no era necesario que me enviases un mensaje, de todas formas, acepto tu agradecimiento, adiós".

Luego de eso, dejó su teléfono de lado, a pesar de que recibió respuesta a los segundos.

Fue hasta meses después, que volvió a prestarle atención, cuando recibió un feliz deseo de Navidad suyo.

Con pocos ánimos le respondió, pero, con el pasar de los semanas y meses, sus mensajes empezaron a entretenerle, al grado que los esperaba con unas ansias ocultas.

Siempre le enviaba fotos de lo que estaba haciendo, ya sea estudiando, cocinando o el cielo estrellado que se podía apreciar lejos de la ciudad.

Fue entonces que se dio cuenta.

¿Qué demonios estaba haciendo?

¿Acaso estaba encariñándose de alguien mucho menor a ella?

Fue entonces que decidió que debía cortar aquel vinculo.

Pero él no se lo permitió.

A pesar de que trató de hacerlo por todos los medios. Bloqueando su número, correo electrónico o cualquier otra red social en la que pudiesen conectarse.

― ¡¿Por qué quieres deshacerte de mí?! Pensé, pensé que también sentías lo mismo que yo… ¡¿Por qué me haces esto?! ―Fue lo que le dijo en llanto, cuándo la encontró aquella tarde gris, en la entrada del metro que tomaba rutinariamente del campus a su casa todos los días.

No fue capaz de decírselo en los primeros momentos, a pesar de que este le insistía una respuesta, apoyando sus manos en sus hombros, para evitar que lo esquivase.

Fue una situación muy penosa, pero no por el hecho de que muchos transeúntes se detenían ligeramente por segundos, para observar lo que sucedía entre ellos dos, sino porque no quería que sufriese por ella, y desease en el fondo también corresponder sus sentimientos…

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Se acercó lentamente a él, quien había terminado de lavar los enceres de cocina y ahora fingía distraerse viendo algo en el televisor, sentado de brazos cruzados en el sofá.

En silencio, tomo asiento muy a su lado, abrazándolo por lo bajo con ambas manos, mientras apoyaba la cabeza en su hombro.

Se quedaron así varios minutos.

― Sabes, de repente recordé aquel momento en el que me encontraste en los pasillos del metro, a veces se me olvida lo terco que eres… ―rompió el silencio ella, mientras lo miraba fijamente.

― ¿Y eso qué? ―protesto con voz de puchero este, aunque sus mejillas empezaban a tonarse de un rosado muy discreto―. Si no fuese terco, seguramente estarías allá fuera, perdiendo tu tiempo y malgastando tus sentimientos con alguien que no te merece, tch ―terminó diciendo, desviando su mirada hacia otro lado.

― Jajaja no me quejo de que seas terco, al contrario, es una de las cosas que más me gusta de ti…

― ¿Ah sí? Digo, saberlo no es algo que me emocione…

Lo cierto, es que tanta fue su insistencia por ella, que al tener claro al final porque trataba de alejarse de él, la arrastró directamente hacia sus padres, para pedirles el permiso legal de poder estar juntos.

Si bien sus padres entraron en shock en un principio, conociendo lo insistente que su hijo podía ser con lo que deseaba, le dieron el permiso con la condición de un acuerdo prenupcial hasta que este se graduase.

De su lado familiar, no hubo desacuerdos, ya que ella había perdido a sus padres hace ya una década, convirtiéndola en la única en decidir.

― Y siento que tengas que permanecer en silencio antes los rumores del nuevo decano y yo. Debe ser muy difícil para ti, tener que ocultar sus sentimientos ―agregó ella, acurrucándose más en su hombro―. Justo hoy me dijo directamente que estaba interesado en mí, pero lo rechacé dejándole en claro que estoy en una relación muy seria, y que era amable con él solo porque era la encargada en turno de los decanos antiguos, en ayudarlo a adaptarse al nuevo campus.

― Y si se te sigue acercando lo reportarás como acoso ¿verdad?

― Bueno, dudo que vuelva a insistir, fui demasiado clara, pero lo haré si es necesario ―le reafirmo. ― Por cierto, escuché por varios alumnos, que hoy también hiciste llorar a otra chica jajaja me siento un tanto culpable, pero no puedo evitar reírme.

― Hum, no es gracioso, eres mala ―se quejó con voz de puchero―, me siento frustrado cada vez que pasa, me gustaría gritar a los cuatro vientos, que mi corazón tiene dueña, pero, pero…

―Pero si lo haces, tu dueña podría ser expulsada definitivamente de la docencia, y no quieres eso ¿verdad?

― No, no lo quiero. Verte cada que puedo, con tu traje de decana, viendo como todos tus estudiantes se sienten intimidados o desafiados con tu enseñanza, me hace sentir muy orgulloso de ti, y me asombro internamente diciendo como alguien tan genial me ama a mi… Aunque… me gustaría no tener que ocultarlo. Este año ya cumplí 20 años ¿no nos podemos casar, para qué no tengamos que ocultarlo?

― Eso solo nos ayudaría a disminuir los rumores, pero siendo el caso de que te conocí mediante el campus, siendo aún menor, igual me destituirían… nos lo explico claramente el abogado, en nuestra última sesión.

― Si, lo sé… solo me estaba quejando, mmm… es tan injusto ―gimoteó como un niño frustrado al que no le darían lo que deseaba―. ¿Por qué tenías que nacer ocho años antes que mi? ¿O fui yo quien se atrasó esos años en nacer? Si yo ya fuera un veterinario recibido, o tu todavía una estudiante, no tendríamos que ocultarnos ¿verdad? ―descruzó sus brazos, para abrazarla también, y sentarla en su regazo.

― No te aflijas como si fuese algo que será eterno, a lo más serán cuatro años… jaja Yoosung, basta ―terminó diciendo toda apretujada por su meloso prometido, que cada día parecía que crecía más, dejándola en estatura, que compartían la misma cuando se conocieron―. Me cuesta respirar con tus abrazos de oso…

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― Entonces, ya no estas molesto conmigo, ¿no?

― No, en realidad nunca estuve molesto contigo, sino con la situación que nos rodeaba ―murmuró el rubio, mientras la halaba hacia él, para poder abrazarla completamente y sentir su amada calidez―, puedo mostrarme seguro y ser muy competitivo, pero en el fondo tengo miedo por el futuro y lo que no puedo controlar; pero a tu lado siento que todas esas inseguridades desaparecen y me siento fuerte… Eso me recuerda, que mi madre una vez me dijo, que la felicidad plena de un hombre, depende de la mujer a la que ama… me alegra saber que te encontré…

― Creo que eso también aplica en las mujeres. Hasta cierto punto, el amor propio y las realizaciones personales te llenan, pero llegas a un momento en que descubres que aún hay un vacío dentro tuyo, un vacío que no puedes llenar tú, sino otra persona… lo descubrí ese momento en que te vi la primera vez. Normalmente te hubiese ignorado o mandado a otro lado por información, pero no pude hacerlo… hoy pienso que fue porque estaba destinado a ser así.

― ¿Destinada a que te enamorases de un menor de edad? Jajaja eso no habla muy bien de usted, decana MC, mmm… ¿debería reportarla con el magistrado académico del campus? Jajaja, espera, no, cosquillas no, ah!

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Con cierto desgano había llegado a Seúl.

Los años por los que se había esforzado en mantener su puntaje estaban por llegar a su fin, y solo le faltaba terminar la preparatoria, para poder luego entrar a la U que había elegido.

Pero todo le había salido mal desde que llegó a la gran ciudad. Su reservación en el hotel, la anularon en último momento y tuvo que elegir otro al azar para pasar la noche. Desorientado al otro día, se despertó tarde y cuando llegó al campus, estaba sobre hora.

Todo apuntaba que el destino estaba decidido en arruinar su entrada a aquel lugar.

Tal vez había apuntado demasiado alto, y debía volver a Busan, y resignarse a estudiar otra materia en alguna de las U de su distrito.

Suspiró con pesar, caminando sin dirección, de todas formas, si caminaba recto, tarde o temprano terminaría saliendo de aquel enorme edificio.

Pero se detuvo al ver como el viento entraba ligeramente por una de las ventanas del pasillo y se introducía a uno de los auditorios donde los decanos tenían sus clases.

Fue como si ese momento a continuación, pasase hermosa y lentamente frente a sus ojos.

Una mujer joven se encontraba sentada en su escritorio.

Todo en su vestir indicaba que era una decana.

El ligero viento hacia bailar de forma gentil su cabello.

Y su rostro…

No podía verlo por completo, pero era bonito, aunque con una expresión tenue en sus labios.

Inconscientemente, sus pies caminaron hacia ella.

Como si una atracción a lo misterioso se apropiase de su cuerpo, exigiéndole ver de más cerca, quien era aquella mujer.

Le habló con cautela.

Aprovechó su situación, para preguntar sobre el lugar donde debió encontrar los formularios.

Ella apenas le respondió.

Sonaba algo molesta.

Fue segundos después, cuando estaba por disculparse y retirarse, avergonzado por tal actuar sin pensar, que ella levantó su mirada, y lo vio directamente a los ojos.

Una extraña sensación se produjo en su pecho, en aquel instante.

Sus ojos… a pesar de la expresión triste que ocultaban, le parecían hermosos.

Su color, su tamaño, la forma en que encajaba con su rostro y combinaba con su cabello oscuro…

Hubiese podido vivir ese momento por toda la eternidad.

Pero decidió seguir hablando, para que no creyese que era un baboso que se encantaba de forma tan simple.

Intentaría verla mejor luego.

Ahora sentía que tenía una razón más para tratar de ingresar a aquel lugar.

Porque había sentido en su corazón, algo nuevo, que lo estremecía al grado de darle miedo.

― Sígueme.

Aun podía recordar cuando ella le dijo aquello, observándolo de reojo, con una sonrisa en su rostro.

Te seguiré por siempre ―murmuró recordándolo, mientras la atraía a sus brazos, para terminar, acomodándola a su pecho, muy cerca suyo.

¿Qué estas murmurando? ―dijo ella entre sueños, mientras se acomodaba plácidamente a su lado, con su pelo despeinado.

Solo recordaba lo mucho que te quiero ―le susurró a modo de respuesta.

Ella le sonrió dormida.

Yo también te quiero, pero eso no quitara ese 56 de 100, de tu examen de integrales, señor Kim ―agregó con un tono de broma.

― ¿Eh? ¿Me saqué 56? Hmm… tengo una excusa válida para mi mala nota, decana. Mi prometida no me dejó dormir la noche anterior, es bastante lasciva, y no pude concentrarme ―se quejó.

― ¿De qué hablas? Eso fue tres días antes del examen, no me uses como excusa a tu mala nota, debes admitir que las matemáticas no son tu fuerte ―dijo ella, abriendo los ojos y con tono de gracia―. En verdad estoy empezando a preocuparme de que, si tenemos un niño, no herede tu mala capción hacia los números básicos y complejos jajaja…

― Espera, cariño, en primera, estas siendo muy mala, yo no soy malo con las matemáticas básicas, y en segunda, me gusta creer que nuestra primogénita seria niña, y se parecería a ti.

― ¿En serio? Yo quiero un niño casi por la misma razón, me gustaría que tuviese tus ojos, son hermosos.

― No, tus ojos son más hermosos, por eso debe ser una niña.

― Si ese es el caso, creo que deberíamos tener un niño y una niña. Sería la única forma en que ambos estaríamos satisfechos ¿no?

― Con que me confirmes que tendremos hijos en un futuro, ya estoy satisfecho… Lo otro, ya sería un capricho extra…

Y así, los dos, que casi nadie sabía que estaban juntos, pasaban y superaban otra de sus pequeñas peleas de pre-casados (como solían bromear, recordando el papel que guardaban) para amarse estar unidos, así los hubiese unido o no, el destino.

FIN.