Esta historia transcurre casi 9 años despues del final de la serie. Los protagonistas no mantienen relacion alguna entre ellos por razones que se explicaran a lo largo de la trama y el propósito de la misma es el mero entretenimiento; el desarrollo de los personajes dentro de la historia es, por supuesto, una obra de mi propio ingenio, aunque cabe recalcar que ni los personajes ni el contexto son de mi pertenencia. Estra obra tiene la finalidad de explicar y resolver algunos de los hilos sueltos y rasgos de inconformidad que muchos de nosotros tuvimos luego de que se emitiera la octava temporada. Aqui los personajes tendran la oportunidad de reencontrarse, descubrirse de nuevo y hasta de despedirse poco tiempo antes de que ocurra una horrible tragedia. Espero que lo disfruten. Gracias.


Capitulo I. Canon festival y la alegoría del número equivocado.

1. La colisión de la semana ausente.

Eric. 9:13 am Domingo.

La semana siguiente hizo tanto calor como en el día de su cumpleaños; tanto pero tanto calor, que al acontecer de la tercera jornada de cazar mariposas en el verde pastizal de primavera a Eric se le derritió la sonrisa. Se había dado cuenta de la monotonía de su alegría simplona y sencillamente había dejado de sonreír. Sudaba como solo los hombres de grandes poros abiertos suelen sudar, pero ese no era motivo suficiente para que dejara de caminar pues se dirigía a un lugar muy importante. Un sitio donde podía sentirse como en casa... su casa. Cinco años tarde para la cena, pero tarde como de costumbre; seguro de que su padre, de seguir con vida, le esperaría afuera con el zapato bien puesto y dispuesto también para saludar a su trasero.

Fez. 10:03 am Lunes.

El autobús se fue sin él. La situación era tan vergonzosa como cotidiana. Fez pasó la mitad de su primer día de trabajo corriendo como loco, porque solo un loco hubiera corrido en vez de tomar un taxi en pleno calor abrazador de verano. Estaba tan emocionado que se olvidó de que ni siquiera era verano sino primavera y las personas en primavera parecen más confundidas que de costumbre. El otro medio día lo pasó en el hospital porque cuando encontró el autobús correcto, o mejor dicho "el autobús correcto lo encontró a él" el conductor estaba muy confundido; conducía de la manera más amistosa que se puede ofrecer al conducir un vehículo y lo recibió de esta misma forma: Arrojándolo unos metros con la trompa por delante del hit de la parada.

Donna. 11:32 pm Martes.

Alguien tuvo un amorío con el nuevo alcalde, nadie lo sabía. Donna y nadie tenían mucho en común, ambos sabían del amorío del nuevo alcalde y ambos se acostaban por la noche con una taza de café entre las piernas, y descuidadamente lo derramaban sobre sus delicadas bragas azul celeste. Donna estaba tan acostumbrada a cometer tal agravio hacia su persona que ya ni siquiera se molestaba en calentar el café. Quizá sería más fácil para todos si se abstuviera de beberlo. Pero Donna no tenía esa opción, aquel era el único momento en el día que se le presentaba una ocasión real para descansar. Ponía la computadora sobre sus piernas y se dedicaba a escribir. La máquina era vieja y ya existía una tecnología que la superaba por mucho, pero ella prefería hacerlo todo de esta clásica manera.

Jackie. 12: 04pm Miércoles.

Un hombre con sombrero ridículo llamaba la atención de la camarera. Ella estaba tarareando una canción country de B.J Thomas que le recordaba sus buenos días siendo una perra. La comida de su charola tenía una mosca encima y se paseaba con vivacidad buscando la mejor fuente del elixir de sus alimentos. Jackie estaba cansada de atender al hombre y fingía que no podía escucharlo para ahorrarse los piropos matutinos (tan matutinos como podían serlo al medio día). Pero todo fue en vano cuando Rick Vane, su jefe y el cocinero más grasiento de todo Chicago, gruñó su apodo de forma grotesca y la obligó a prestar atención. El día no iba bien, la noche no iría bien tampoco; estaba llena de sudor y si había algo que Jacqueline Beullah Burkhart odiaba, era el sudor y su segundo e innecesariamente feo nombre.

Kelso. 2:16 pm Jueves.

Kelso tenía la cabeza metida en un balde con lodo y una lombriz había entrado en su boca cuando decidió, dada la situación, que necesitaba oxígeno. Recibió una llamada por la mañana, era su madre, y le había dicho que no metiera la cabeza en un balde con lodo (parte por su puesto de una mal planeada metáfora) y por lo demás sobran explicaciones. El único problema era que no podía evitar hacer cosas como esa cuando Betsy estaba con él. Betsy era su única hija y él estaba orgulloso de tener una chica que lo rescatara del balde con lodo cuando todo comenzaba a ponerse feo. Betsy era particularmente inteligente y a veces Kelso pensaba que podía adelantarla en el juego del gato por pura suerte cuando ella solía tener solo 2 años.

Hyde. 7:23 pm Viernes.

Cuantas más veces miraba la cicatriz en su mano, comprendía mejor que el dolor de la quemadura viva en su piel, no cedería pronto. Había pasado del ardor al odio y del odio al remordimiento y cuando no había ganas de gritarle al viento, Hyde solo contenía las lágrimas con el sabor también quemado de una cerveza vieja. No estaba seguro de porque la sangre había cobrado un color tan sospechosamente oscuro, pero sabía que algo no andaba del todo bien, con lo bien que puede estar de todas formas, una laceración como esa. El hombre se sentía más anciano que sus propias gafas de sol y las tenía desde que recordaba tenerlas, por dar una explicación certera. Entonces era un crio y de vez en cuando fumaba un poco de la hierba de su madre.