Extra.

Jamás se hubiese involucrado de haber tenido una opción diferente a su alcance, pues los errores pasados no desaparecen por arte de magia; aprendió que la magia poseía limites incorregibles desde que era un pequeño minino y descubrió que fue bendecido por estos poderes gracias a la naturaleza de su alma. Tal vez fue debido a ello que mantuvo ocultas sus habilidades y nunca las mostró en público hasta que Jevil llegó a su vida, no las usó para enfrentarse a los tres jóvenes que llegaron a su tienda en busca de provisiones, no le importaron siquiera las palabrerías del príncipe sin súbditos sobre el destino que sus dos acompañantes debían cumplir, por eso tampoco sintió interés en contarles más de lo que necesitaban cuando le preguntaron sobre el reino y sobre su vida. Si debía resaltar un punto positivo respecto a ellos, tal vez sería que eran respetuosos y éticos, aunque la muchacha de rosadas escamas estuviera más preocupada por causar destrozos en lugar de ser una heroína profética. Su actitud rebelde le recordó un poco a Lancer cuando el chico comenzó a ser consciente de lo que sucedía a su alrededor y pensarlo le ayudó convencerse que serían muy buenos amigos si llegasen a relacionarse. Pero cuando ellos retornaron a su tienda en busca de nueva información, la tranquilidad que lo había mantenido entre sus brazos por más de doce años se dispersó como la neblina del amanecer nocturno. Entonces los recuerdos que tan obstinadamente le torturaron en forma de pesadillas todo este tiempo, brotaron igual que flores silvestres, haciéndolo preguntarse si debería escuchar a su corazón y hablarles del misterioso prisionero, habitante del calabozo en el Castillo de Cartas, pues todo sugería que sin sus indicaciones los tres elegidos no habrían acudido a su tienda para saber más sobre él.

Levantándose de su cómoda silla, les pidió a los chicos lo acompañaran a tomar el té alrededor de una mesa lejana a los mostradores de su tienda y -una vez preparado mentalmente- se animó a relatarles pequeños aspectos del trastornado prisionero que tanta intriga les había inspirado. Mentiría al decirse que no estaba sorprendido de que Jevil lo recordara, pues quizás en un punto de esta distancia forzada creyó en que la locura consumiría la poca consciencia de su socio, aún si una parte de si mismo todavía confiara en que el bufón realmente no estaba loco y que percibía su entorno con una mayor claridad de la que poseían la mayoría de oscuros en su posición. Durante la charla, Seam se mantuvo renuente admitir en voz alta lo que ya sabía, por eso -cuando Ralsei había sugerido que el cariño en su acento se debía a que consideraba al bufón como un amigo- sonrió, pues el diablillo realmente significaba más que eso para el felino.

Sin más dilaciones, convencido de revindicarse, Seam no dudó un segundo en entregar la primer parte de la llave que confinaba a Jevil a su paraíso de libertad y que mantuvo consigo por un sentimiento de culpa taladrandolo desde sus profundidades. Quería que el caos, su caos, regresara al reino. Quería espiar sus propios demonios para finalmente sentirse sosegado consigo mismo y adoptar la quietud espiritual que nunca tuvo a su lado a pesar de la tranquilidad que adornó sus días fuera del Castillo de Cartas. Nunca se imaginó ver de vuelta al diablillo, traído sobre la espalda del humano. Según le explicó Kris, Ralsei usó varios hechizos de pacifismo durante la batalla para poder ganar en su juego y sacarlo del calabozo. Ya que habían comprendido lo importante que era para él, no supieron a donde más acudir. Seam se quedó sin habla por unos momentos, incrédulo, completamente perplejo. Dijo que no era nada el hecho que lo hubiesen vencido y transferido a su cuidado pero una vez más estaba mintiendo, lo supo desde el momento que los chicos se retiraron para enfrentarse por fin al padre de Lancer, se había dado cuenta del torbellino de emociones abordándolo mientras contemplaba aquel rostro dormido cuya figura reposaba en la que fue su cama alguna vez durante esa distante época que no desaparecía de sus memorias felices. Apenas podía creer que fuera verdad y ni siquiera estaba seguro qué le diría a ese diablillo en cuanto despertara pero creía estar preparado para un último combate en caso de que existiese una reacción violenta por parte de Jevil, así que decidió prepararse. Sin embargo, un sonido conocido le incitó tensarse y olvidar sus monólogos internos, logrando que apartara la mirada de su inquilino en dirección a la salida, listo para lanzar hechizos mortales de ser necesario, dispuesto a proteger a Jevil, no necesitó más razones para emerger fuera de su tienda y enfrentarse a la figura que lo estuvo acosando después de que todo ocurrió. Y ahí estaba, de pie, con esa sonrisa viciosa llena de maldad, la distorsión a su alrededor señalando su presencia como antinatural para este mundo. Seam permaneció impávido y amenazador; la silueta viscosa avanzó pero se detuvo cuando el felino habló.

—No te acerques —demandó enérgico—, ya haz hecho suficiente daño. No sé cuál sea tu objetivo, y aunque me apetecería escucharlo de tus propios labios, no pienso permitir que envenenes mi mente como lo hiciste con él. Por eso te lo advierto, si vuelves a aparecerte ante mi o Jevil —Las facciones y postura de Seam se tornaron aterradoras, fieles a la sugerencia de sus palabras—... voy hacerte pedazos, Hombre que habla con las manos.

El espectro emitió un sonido de estática, parecido a un lamento, el cual causó un considerable estruendo por la atmósfera antes de desaparecer en definitiva del sitio, no dejando rastro alguno de su sorpresiva aparición. El felino se quedó quieto un momento más, las muestras visibles de su poder mágico de nuevo ocultas tras su semblante común. Cuando verificó que esa criatura no volvería aparecer, se dio la vuelta y entró a su carpa, descubriendo que el diablillo había vuelto a la consciencia y estaba sentado sobre su lecho, seguramente desorientado por la zona donde se encontraba. Y cuando levantó la mirada y sus pupilas doradas se detuvieron en la figura del viejo felino, el asombro de este encuentro fue más que claro en las facciones joviales de su rostro. El tiempo se congeló para ellos.

—¿Seam?

—Hola, Jevil —respondió, incapaz de asimilar sus propios nervios.

—Tu ojo...

—¿Te gusta? —Seam deslizó las yemas de sus dedos sobre la extremidad protética con forma de botón que comenzó a girar al contacto como si no hubiera un mañana, el pequeño diablillo se sobresaltó debido a ello, simplemente no lo esperaba—, es mi mejor trabajo hasta ahora, el resto de mis proyectos están inconclusos.

Uno lapso de silencio eclosionó con la atmósfera del lugar, provocando que las lagrimas brillantes como gemas en el olvido se desbordasen de los ojos del diablillo y la garganta de resorte se atara a los sollozos que Jevil no fue capaz de controlar. La culpabilidad retornaba a su anatomía y la estrujaba con fuerza mientras un alivio inmenso se cernía a las comisuras de sus labios para mantener una sonrisa enternecida. Su viejo amigo estaba frente a él, el gato que extrañó durante tantos años de absoluta soledad estaba a salvo pese a todo, y auque era consciente de que no merecía siquiera su cordialidad agradecía al nocturno que le fuera concedida la oportunidad de tenerlo cerca pero llorar era lo único que se le ocurría hacer para compensar las heridas que él provocó. Aferrarse a esta verdad con la que soñó en secreto sin importar lo incorrecto o hipocrita que le resultase a todo el reino, era obvio que Jevil nunca podría negarse a estos sentimientos, ni siquiera su tropiezo con las circunstancias.

—Te ves terrible —comentó, rindiéndose de acallar su risueña pena—Uehe-hee~ Uehe-hee~

Jevil rió sin parar y no dejó de reír aún cuando Seam acortó la distancia entre ellos para sostenerlo entre sus peludos brazos tiernamente, gesto que Jevil correspondió con renovadas fuerzas. Como una frazada en épocas de invierno Seam le brindó calor y consuelo sin articular palabras, aceptando la disculpa silenciosa en los ojos del diablillo quien poco podía hacer por esta tormenta de recuerdos agitándolo. Tal vez todavía había tiempo de repararlo todo, tal vez aquella última batalla librada por ambos en mitad de la corte real no había marcado el final de su historia y aún tenían mucha vida que ejercer por delante. Y si tal significaba volver a la jaula, Jevil decidió que no existiría una mejor libertad que la compañía de su amado felino para él.

Fin.