Capítulo 6:

Floreciendo

Estaba paralizado por el miedo. Solo era capaz de ver el charco de sangre que cada vez se iba haciendo más y más grande bajo el cuerpo inerte de Barnett.

Sus pensamientos sólo corrían en una dirección: ¿lo había matado?

Intentó respirar hondo, aunque su pecho pesaba toneladas y era incapaz de hacerlo subir y bajar. Sabía que no era momento para que le diera un ataque de pánico, pero su cuerpo se encontraba agarrotado.

—Joder.

Se sobresaltó al escuchar una voz a su espalda, su respiración se agitó al ver quien era.

—James...

—Travesura realizada —murmuró el moreno sobre un pergamino que guardó en su túnica y luego se dirigió directamente hacia Jhindson—. Vulnera sanentur.

Le vio arrodillarse junto a Barnett comprobando su respiración. Scorpius lo miró con el alma en vilo.

—¿Está bien?

—Bien no está, pero está vivo —respondió Potter entre aliviado y preocupación.

—Ha sido un accidente, yo no...

Su explicación se vio interrumpida cuando escucharon pasos acercándose por el pasillo. El rubio observó la escena con pánico, pensando rápidamente en las consecuencias que le iban a acarrear.

—Escóndete —susurró James, poniéndose en pie.

—¿Qué?

El chico no respondió, solo lo asió de un brazo y lo metió en el hueco que había entre una columna y una armadura de piedra.

Petrificus totalus —su cuerpo se quedó rígido cuando el hechizo impactó en él. James de dio la vuelta entonces y apuntó a Jhindson con su varita—. Obliviate.

—Señor Potter —exclamó Mcgonagall—. ¿Qué ha ocurrido?

—Fue... un accidente.

—Por amor a Merlín, hay que llevar a este chico a la enfermería —murmuró la mujer—. Potter, vaya a mi despacho y espéreme ahí, en cuanto estabilice a Jhindson tendremos una larga conversación.

—Sí, directora.

Vio a James pasar por delante suyo sin mirarle seguramente hacia el despacho De Mcgonagall. Escuchó a la mujer conjurar un patronus y minutos más tarde Barnett era trasladado a la enfermería.

Scorpius tuvo la sensación de que se había pasado horas petrificado en ese pasillo silencioso hasta que la voz de Albus rompió la frágil tranquilidad.

—¿Scorp? —dijo, para luego soltar un resoplido—. No sé para que te llamo si sé que no me vas a contestar.

El rostro del moreno apareció unos segundos más tarde. Deshizo el hechizo, haciendo que Scorpius por fin pudiese moverse.

—¿Dónde está James? —interrogó apresuradamente—. ¿Jhindson está bien?

—Sí, ya está en la enfermería y está despierto. Mi hermano sigue en el despacho de la directora.

Scorpius corrió por el pasillo antes de que Albus pudiese terminar la frase. Recorrió el colegio a toda prisa hasta llegar al despacho de Mcgonagall, donde encontró a James apoyado en la pared de fuera.

—James —llamó. Cuando el chico se irguió al escucharle, el rubio no dudó en abrazarle—, no debiste haber hecho eso, fue culpa mía. Hablaré con la directora ahora y...

—Scorpius —detuvo, separándose de él—, me han expulsado y poco puedes hacer para remediarlo.

Negó con la cabeza, frunciendo el ceño.

—Tú no has hecho nada, no deberías estar aquí.

—¿No he hecho nada? —rió el moreno—. Los hechizos desmemorizadores son ilegales. Tengo suerte de que solo me hayan expulsado, pudiéndome llevar a Azkaban. ¿De qué sirve que asumas la culpa si yo también la tengo? Es mejor que solo nos castiguen a uno en vez de a los dos.

Jadeó sorprendido, desviando su mirada hacia sus pies. Pocas veces se había sentido tan culpable.

—Lo siento mucho por todo. No debería haber desconfiado de ti y no debí haberle hecho eso a Barnett.

—Oye, no pasa nada —notó que James apoyaba un dedo sobre su barbilla, instándole a alzar la vista. Cuando lo hizo, se encontró con la sonrisa suave de James—, no estoy enfadado y lo de antes lo he hecho porque quería.

—Pero no te mereces esto.

El mayor se encogió de hombros, luciendo despreocupado.

—No necesito estudiar para jugar a quidditch, que es lo que quiero hacer cuando salga de aquí, y eso mi familia lo sabe. De hecho mis primos tenían una apuesta de a ver cuánto tardaría en llegar este momento. El que más confianza tenía en mí era Teddy, y apostó que me expulsarían en sexto, así que llegar a séptimo ya ha sido un logro.

Esbozó una tenue sonrisa. Aunque quisiera hacerlo parecer menor de lo que en realidad era, la culpabilidad no desaparecía de su interior.

Soltó un pesado suspiro, y se acercó a James para abrazarle con cuidado. Cerró los ojos cuando el mayor le estrechó, permitiéndose relajarse durante un momento.

—Gracias —susurró.

—¿Estás bien?

—No —contestó sinceramente—, pero me alegra saber que ya no estás enfadado conmigo... ¿verdad?

—Nunca he estado enfadado contigo y aunque lo estuviera ya te habría perdonado.

—James —el aludido rompió el abrazo. Cuando Scorpius se dio la vuelta, se encontró frente al mismísimo Harry Potter—, despídete que nos vamos.

Un Harry Potter enfadado al parecer.

—Él es Scorpius Malfoy —contestó el moreno, ignorando completamente a su padre.

—Encantado de conocerle señor Potter.

Su rostro se calentó cuando notó que su voz había sonado rápida y acongojada. Para su sorpresa, el mayor sonrió comprensivo

—Igualmente —respondió suavemente. Luego volvió su atención hacia su hijo—. Vamos, que no tengo todo el día.

—¿Podrías darme un poco de privacidad, al menos?

—No te mereces tal privilegio después de lo que has hecho.

Hubo lo que precio una guerra de miradas durante unos segundos hasta que James se encogió de hombros con una sonrisa descarada.

—Será peor para ti —comentó despreocupado.

Scorpius no supo a qué se refería hasta que el moreno le miró, le sujeto el rostro delicadamente y le besó con vehemencia. Ni si quiera acertó a cerrar los ojos, mucho menos a corresponder. Su cerebro era plenamente consciente de que el padre de James estaba ahí delante.

Y al parecer el mayor no pareció muy contento por eso ya que cogió a su hijo del brazo en cuanto rompieron el beso.

—No se cómo me has salido con tan poca vergüenza, de verdad —se quejó Harry.

—Lo habré heredado de ti —James sonrió insolente mientras su padre lo instaba a caminar—. No te olvides de escribirme —le dijo.

—Claro —contestó Scorpius con una sonrisa.

—¡Y piensa mucho en mi!

Soltó una azorada carcajada.

Sin duda no iba a dejar de pensar en James.


Admiró el estanque de la Mansión Malfoy, metió su mano derecha dentro y la balanceó dentro del agua. Respiró hondo para concentrarse, cerrando los ojos y dejando fluir su energía. Cuando sus párpados se abrieron, había un nenúfar bailando en la superficie.

—Pequeño brote de soja.

Scorpius puso los ojos en blanco, antes de girarse para mirar a Albus.

—Te he dicho que no me llames así.

—¿Listo para una comida familiar a lo grande?

Ladeó la cabeza, encogiéndose de hombros y poniéndose en pie.

—Supongo que sí.

—Genial —sonrió el otro, sacando una pequeña moneda de su bolsillo—. Es un traslador, está a punto de activarse.

Alzó la mano para tocar la moneda y un parpadeo después se encontraba en Ottery St. Catchpole, frente a La Madriguera.

Mientras caminaba hacia la peculiar casa no pudo evitar pensar en lo mucho que había cambiado su vida.

Había empezado séptimo con un ánimo diferente. Había estado enviándose cartas con Albus constantemente, estrechando su amistad hasta que pudieran considerarse mejores amigos. Escribió también a James, pero su hermano le había contado que estaba en —según su padre— arresto domiciliario así que no podía recibir o enviar cartas. Había perdonado a Rory, aunque no había vuelto hablar demasiado con él y Jhindson, si bien no recordaba quién le había atacado, no había vuelto a meterse con él, como si su subconsciente le estuviera advirtiendo de algo.

Y ahí estaba ahora, comiendo con la familia Weasley a falta de un día para que llegase la navidad.

—¿Ese es Fred? —preguntó cuando fueron acercándose a la casa.

La única vez que había hablado con Fred Weasley fue en su segundo año de colegio. Recordaba que unos chicos mayores que él le habían estado empujando y se había dado un golpe bastante fuerte en el hombro contra la pared. Había terminado llorando en uno de los baños, donde Fred le había encontrado y había estado consolándole contándole cosas graciosas y enseñándole artilugios de Sortilegios Weasley. Para aquel Scorpius de doce años Fred había sido una especie de salvador, divertido y compasivo.

Ese mismo año Weasley se había graduado y no había esperado volver a encontrarse con él nunca en su vida.

—Sí —respondió Albus—. ¿Por qué te estás sonrojando?

—¿Qué? Yo no...

—¿Te gusta Fred?

—¡Claro que no!

—Espera que se lo cuente a James.

Antes de que pudiera añadir algo su amigo salió corriendo, entrando en La Madriguera a toda prisa. Scorpius se vio obligado a parar de correr por educación, y entró en la casa con cautela.

El interior era una locura. Parecía que el techo era interminablemente alto. Habían varios pisos por encima de él, y unas escaleras que parecían no terminar nunca. Era cálido y acogedor de una manera extraña. Caminó por el salón hasta dar al comedor, donde platos y vasos levitaban por encima de su cabeza hasta posarse en una enorme mesa llena de comida.

—Oye, yo te conozco.

Se dio la vuelta cuando dedujo que se estaban dirigiendo a él, topándose con el rostro sonriente de Fred.

—Soy Scorpius Malfoy —se presentó.

El pelirrojo lo estudió concienzudamente antes de asentir.

—Me acuerdo de ti —la afirmación le hizo sonrojarse—. ¿Qué te trae por aquí?

—Albus me ha invitado.

Aunque la realidad era que quería ver a James. Llevaba meses sin saber nada de él.

—Genial —respondió el mayor, pasando una mano sobre su hombro para llevarle de vuelta al salón y acomodarse en un sofá—. ¿Quieres algo de beber?

—No, gracias.

—No te asustes por toda esta gente, somos una familia bastante numerosa.

—Sí, lo sé —dijo, con una sonrisa ligera—. ¿Has visto a Albus?

—Sé que ha subido por las escaleras, pero a saber dónde está.

Fred alzó la cabeza mirando hacia arriba. Scorpius estuvo a punto de hacer lo mismo, si no fuera por el animal que había visto recorrer la piel del cuello del otro.

—Tu cuello... —murmuró.

El pelirrojo fijó su atención en él, sonriendo ladinamente.

—¿Te refieres a esto? —le preguntó, alzando la manga de su jersey para que pudiese ver el pequeño dragón que bailaba de un lado a otro sobre su brazo—. Es un tatuaje mágico.

—Es asombroso —halagó apreciativamente—. ¿Por qué un dragón?

—Trabajo en una reserva de dragones en Rumania con mi tío Charlie. Son animales geniales.

—Debe ser genial.

—Lo es. Mira esto —Fred elevó su jersey hasta la altura de su pecho, enseñándole una larga cicatriz. Scorpius lo miró, sonrojándose por un momento ante el cuerpo del otro—, me lo hizo un Longhorn Rumano cuando intentábamos dormirle para curarle una herida en una de sus alas. Y esta de aquí...

—Es te la hiciste cuando te caiste de un árbol —el rubio se sobresaltó cuando escuchó la voz de James a su espalda. El chico estaba apoyado en un sillón individual, con los brazos cruzados y una expresión irritada—. A Fred le encanta inventarse historias heroicas para ligar.

—La del Longhorn Rumaro era verdad.

—Si tú lo dices —contestó Potter rodando los ojos, para luego tenderle la mano—. Vamos al jardín, que allí se está más tranquilo.

Aceptó su mano sin dudarlo, siguiéndole hasta el jardín en la parte de atrás. Tenía razón, porque en el jardín no había nadie, tal vez porque hacía demasiado frío.

Se sentaron en silencio en un banco de madera, hasta que Scorpius decidió romper la tensión que estaba empezando a formarse.

—¿Cómo te ha ido el verano?

—Bien, mi padre me ha obligado a trabajar en Sortilegios Weasley pensando que sería un castigo aunque en realidad no está tan mal —contó el mayor—. Pero bueno, que si lo comparas con trabajar con dragones pues... sí, es una mierda.

Mordió su labio inferior para evitar soltar una carcajada.

—Hay que admitir que era un tatuaje bastante impresionante —James resopló, cruzándose de brazos. No pudo evitar reír, ganándose una mirada fulminante. Se acercó tentativamente a él para acurrucarse a su lado—. ¿Compensa que te diga que te he echado de menos?

El silencio se expandió entre ellos, hasta que sintió el cuerpo del moreno relajarse.

—¿Quién eres y qué has hecho con Scorpius?

—¡Oye, sigo siendo yo! —se quejó, riendo.

—El verdadero Scorpius nunca se habría atrevido a decirme algo así.

A decir verdad, se estaba muriendo de vergüenza. Su corazón palpitaba acelerado y estaba poniendo todo su empeño para que su respiración pareciese constante.

—Pues lo he dicho.

La risa de James le hizo burbujear interiormente.

—Yo también te he echado de menos —sus manos se entrelazaron, lo que le hizo suspirar encantado—. ¿Como va tu último año?

—Estresado por los E.X.T.A.S.I.S —contestó—. Además este año soy Premio Anual.

—Qué novio tan inteligente tengo.

Se separó de él ante la declaración para mirarle entre divertido y extrañado.

—¿Somos novios? —interrogó.

—Por supuesto —replicó James con tanta convicción que le hizo reír.

—¿Desde cuándo?

—Desde hace ya un tiempo. Me ofende que no lo sepas.

Esa afirmación le hizo recordar algo que llevaba meses queriéndole preguntar.

Dudó por un momento, pero luego se dio el valor para hablar.

—¿Es verdad que te fijabas en mi cuando estábamos en el colegio? Rory me dijo que siempre lo hacías.

—¿Ha llagado el momento de confesarnos? —se burló James, ganándose un golpe en el hombro por parte del rubio—. En mi defensa diré que eres alguien destacable en una multitud.

—¿Y eso justifica que estuvieras espiándome? —pinchó.

—No te espiaba, solo tenia curiosidad porque la primera vez que te vi estaba caminando por los jardines y de repente tus piernas se hundieron en el suelo y tú te caiste.

—Se me trasformaron en raíces —explicó Scorpius. No sabía a qué día se refería, pero le había ocurrido tantas veces cuando era más joven que se extrañaría que James lo hubiera visto.

—Y después te vi corriendo mientras vomitabas pétalos de azafrán. Ahí supe que había algo especial en ti.

—¿Cómo sabías que eran de azafrán?

El moreno se separó de él, solo para mostrarle una sonrisa descarada.

—Tal vez no soy tan malo en Herbologia después de todo.

—¿Engañaste al profesor Longbottom fingiendo que no se te daba bien su asignatura?

—Por su puesto que no —replicó el mayor—. Bueno... puede que sí fingiese un poco.

Scorpius soltó una carcajada incrédula.

—¡No me lo puedo creer! ¿Y si te hubieran puesto a otro tutor?

—Entonces tendría que haber osado al plan b: arrinconarte en algún pasillo —resopló rondando los ojos y negando con la cabeza, aunque había una sonrisa divertida en sus labios—. Me alegro de que mi plan inicial saliese bien.

Asintió girando la cabeza para mirar a James. Sus ojos marrones brillaban, tenia las mejillas enrojecidas por el frío lo cual hacía que sus pecas apenas se notasen. Su expresión relajada le daba confianza, así que con una exhalación imperceptible se acercó a él para juntar sus labios.

—Es por el muérdago —se justificó cuando se separaron, sintiendo cohibido de repente.

—No hemos colgado muérdago... —el moreno se detuvo abruptamente, mirando hacia arriba para ver a la planta floreciendo sobre sus cabezas—. Utilizar tus habilidades a tu favor es hacer trampa.

Scorpius mordió su labio inferior para no sonreír.

—No se de qué me estás hablando.

La risa de James inundó el espacio entre ellos.

Cerró los ojos y volvió a acurrucarse a su lado, entrelazando sus dedos.

Era la primera vez que se sentía cómodo y confiado de sí mismo.

—Yo también me alegro de que tu plan saliese bien —suspiró contento.

Fin.


¡Hasta aquí hemos llegado!

Llevaba tanto tiempo con esta historia en la cabeza que terminarla me deja una sensación de satisfacción personal increíble.

Se que este capítulo ha sido un poco de "capítulo-epílogo" pero no me daba para más jaja

Espero que la historia os haya gustado, aunque sea de una pareja no tan frecuente

¡Nos leemos pronto!^^