Disclaimer: El universo de Harry Potter, su historia, así como todos sus personajes pertenecen a J.K. Rowling. Esta historia está escrita sin ningún fin lucrativo.


Capítulo 1:

Sembrando

Era un día tranquilo. El sol había empezado a despuntar el cielo medio nublado, las gotas del rocío humedecían la hierba que se mecía con el viento. Las ramas de los árboles chocaban entre sí y producían un conjunto de sonidos que conseguían adormecerle.

Scorpius respiró profundamente. Podía percibir cualquier cosa a su alrededor. El frescor del suelo, las cosquillas que causaban los insectos en los pétalos de las flores, el calor del sol sobre su piel, y el oxígeno viajando en sus raíces. Sonrió orgullosamente cuando sintió un brote de tulipán rompiendo la tierra para abrirse paso hacia la vida.

En ese momento, amaba su condición.

Su cuidadosa y estricta rutina le hizo estar tumbado en los jardines de Hogwarts hasta que el sol ya era plenamente visible, entonces se dispuso a recoger sus raíces, encogiéndolas hasta que volvieron a ser extremidades normales y se sentó en el prado durante unos minutos para que la clorofila se absorbiese plenamente y no quedasen evidencias físicas de su fotosíntesis. Después se levantó con calma y se dirigió hacia las puertas del colegio para desayunar con el resto de alumnos.

Que el profesor Longbottom le esperase junto a James Potter no entraba dentro de sus hábitos diarios.

—Buenos días, Scorpius —saludó el mayor con una sonrisa templada—, ¿cómo estás?

—Bien, ¿y usted?

—Genial —sonrió—. Te presentó a James Potter. James, él es Scorpius Malfoy.

Su mirada viajó desde su profesor hacia el chico a su lado. Lo observó sospechosamente, notando que Potter tenía el ceño fruncido, los ojos pegados al suelo y los brazos firmemente cruzados en su pecho. Su corbata estaba a medio anudar y la túnica de su uniforme estaba desabotonada, mostrando la camisa por fuera de los pantalones. Su cabello negro se alborotaba con el viento, dándole un aspecto totalmente desaliñado. Notó también que Neville lo tenía sujetado del hombro, como si hubiese tenido que arrastrarle hasta allí y tuviera miedo de que el chico se escapase en cualquier momento.

Aún así, James descruzó sus brazos y le tendió la mano, cosa que no había hecho nadie nunca. Se estremeció al sentir la piel fría de Potter contra la suya mientras la estrechaba.

—Encantado —murmuró solo por educación.

A decir verdad, Scorpius ya le conocía. Todo el mundo sabía quién era James Potter. De hecho, ningún miembro de su familia solía pasar desapercibido. No se había fijado demasiado en Lily Potter, lo único que sabía era que tenía un par de años menos que él y que había sido sorteada en Gryffindor. A Albus Potter en cambio sí lo conocía. Estaba en su mismo curso, y además compartían casa. Se había dado cuenta de que era un chico inteligente y bastante tranquilo. Siempre iba acompañado de sus dos mejores amigos y apenas se relacionaba con nadie más. Daba la sensación de que sus amistades eran bastante exclusivas. James era completamente diferente. Era extrovertido y había escuchado que tenía un imán para meterse en líos. Él, junto con los gemelos Scamander, eran el dolor de cabeza de todo el profesorado de Hogwarts. Si no los habían expulsado era porque no habían matado a ningún alumno... todavía.

—James está teniendo algunas dificultades en sus clases de Herbología y he pensado que tú podrías ayudarle dándole alguna clase extra.

Scorpius parpadeó deteniendo sus pensamiento cuando el mayor habló

—¿Yo? —cuestionó. Ahora entendía el ceño fruncido de Potter—. Pero si voy un curso por debajo de él y...

—Eres mi mejor alumno, Scorpius —interrumpió. Casi le dieron ganas de rodar los ojos—. Tienes un don para para esto. Además, recompensaré a Slytherin con 50 puntos por cada clase que le des.

—¿Y a Gryffindor? —demandó James.

—Cuando me demuestres que has aprendido algo.

Potter no se reprimió a la hora de poner los ojos en blanco y apretó más sus brazos cruzados si podía.

—Ni si quiera sé porqué quieres que saque un Extraordinario si para ser jugador de quidditch no lo voy a necesitar.

—Ya he discutido de esto con tu padre, y creo que tú también lo has hecho. Primero los estudios, luego el quidditch. A menos que quieras repetir curso. Estoy seguro de que te encantará compartir clases con tu hermano.

—Increíble —farfulló James entre dientes.

—Tenéis el invernadero siete a vuestra disposición todos los miércoles y viernes por la tarde.

El profesor se dio la vuelta, despidiéndose de los chicos con una sonrisa victoriosa.

—Los miércoles tengo entrenamiento, así que solo serán los viernes —espetó el moreno antes de marcharse él también.

Scorpius se quedó de pie durante unos segundos más, preguntándose en qué clase de problema acababa de meterse.


El invernadero siete era el mejor de todos porque era donde los alumnos de último curso daban sus clase así que habían todo tipo de plantas comunes y peligrosas que podían ser estudiadas.

Levantó un dedo, y una de las ramas de Asfódelo* se enredó en su índice cariñosamente, haciéndole sonreír. James llegaba veinte minutos tardes, y presentía que tal vez no iba a presentarse. No le sorprendía. Había intentado hablar con el profesor Longbottom y decirle que esa era una mala idea, pero había argumentado que Potter realmente necesitaba ayuda con la asignatura, que no había nadie mejor que él para hacerle aquel favor y que, sobretodo, le ayudaría a socializar con la gente.

Scorpius había bufado ante eso último. Él no necesitaba socializar. No se le daba bien. Lo había intentado y siempre había hallado la misma respuesta: rechazo.

Estaba muy bien solo.

Un estruendo le hizo saltar en su silla, apartando el dedo de la planta y dándose la vuelta para encontrarse a un jadeante James Potter, que acababa de romper una maceta vacía junto a la puerta —de ahí el sonoro ruido— y que parecía que acababa de pelearse con el Sauce Boxeador.

—Siento llegar tarde, pero a Lorcan le pareció buena idea tirar una de esos discos voladores con colmillos en clase de encantamientos y... bueno, una larga historia.

Abrió la boca pero no supo que decir, así que intento no demostrar lo sorprendido y horrorizado que se encontraba solo de imaginar la escena y se enfocó en lo que había ido a hacer allí.

—El profesor Longbottom me dijo que necesitabas ayuda con los Puffapods* —comentó en voz baja y acongojada cuando Potter se sentó a su lado—. Los granos de los Puffapods se utilizan en muchas pociones, para extraerlos hay que...

—¿Cómo dijiste que te llamabas?

El rubio calló automáticamente después de la interrupción, y miró a James con cautela.

—Scorpius.

Tragó saliva cuando se dio cuenta de que el chico le miraba con escrutinio y con una expresión pensativa en el rostro. De repente su cara se iluminó como si acabase de recordar algo.

—¡Ah, ya lo sé! Eres ese chico tan...

Potter enmudeció de repente y la incomodidad cruzó por su mirada durante un segundo. Scorpius soltó un suspiro, mirando hacia la planta delante de él para no tener que mirar al chico a su lado. Sabía lo que iba a venir: rechazo. Y conociendo a Potter, también humillación.

—Soy ese chico tan raro —completó.

Hubo un silencio incómodo entre los dos. Por un momento se preparó para los indultos del otro pero, para su sorpresa, nunca llegaron.

—¿Cómo decías que se extraen los granos del Puffapod ese? —fue lo único que dijo James.

La siguiente hora la pasaron en una forzada concentración. Scorpius explicaba todo lo que sabía e intentaba aclarar las dudas del moreno lo mejor que podía. Debía admitir que tenerle tan cerca le intimidaba un poco, porque era una situación a la que no estaba acostumbrado y aún no creía que todo fuese a ser tan sencillo. No era así como la gente acostumbraba a tratarle.

Su primer año en Hogwarts había sido un infierno. Apenas conseguía controlar los síntomas de su enfermedad y los niños rápidamente asumieron que no era muy normal tener un compañero al que le crecían espinas en los brazos, le florecía el pelo o su piel se tornaba verde. Habían sido crueles y le habían hecho vivir auténticas pesadillas. Su padre se había negado a todas sus súplicas para cambiarle de colegio, así que había tenido que resignarse a las burlas continuas.

Afortunadamente ya estaba en sexto año, sabía controlar su cuerpo a la perfección y aunque los insultos todavía eran presentes en su vida, ya se había acostumbrado.

Su padre siempre le decía que su condición era en realidad una habilidad. Neville prefería llamarlo don. Él lo llamaba maldición, porque era así como lo habían diagnosticado en San Mungo. Una maldición en la sangre que el medimago había nombrado como Amoenum* y que volvía su organismo parecido al de una planta. Necesitaba más agua que una persona normal, energía solar y hacer la fotosíntesis lo que convertía su vida en un tedioso ritual. La parte buena es que tenía una asombrosa conexión con la naturaleza y podía sacar un Extraordinario en Herbologia con los ojos cerrados.

—¿Vas a ir al partido de mañana?

—¿Al partido? —repitió distraídamente, mientras metía los granos del Puffapod en una bolsa y la ataba con cuidado para llevársela al profesor de pociones después.

—Gryffindor contra Slytherin.

A Scorpius le llevó unos segundos darse cuenta de que hablaban de quidditch. No es que no le gustase el deporte, era que las grandes masas de gente le ponían nervioso, así que había evitado ir a cualquier encuentro dentro del colegio en todos sus años escolares.

—No lo sé, tengo que estudiar —respondió vagamente. La vergüenza que sentía le impedían contestar con un rotundo "no". Sería poco educado.

—Podrías venir a animarme —el rubio le miró sorprendido por la invitación.

James tenía su cabello oscuro más arreglado esta vez, sus ojos marrones parecían más claros de lo que eran porque el sol le daba directamente en la cara. Tal vez por eso se dio cuenta de las decenas de pecas que tenía repartidas por la nariz y las mejillas.

Sintió su propio rostro enrojecer, y el Asfódelo a su lado se agitó. Nunca se había fijado en lo guapo que era James. Ahora entendía porqué era tan popular.

—Yo... sí, iré.

Su corazón se aceleró cuando el moreno le sonrió brillantemente. Parecía genuinamente feliz y Scorpius aún no entendía porqué.

—Genial —respondió poniéndose en pie y tendiéndole una bufanda de Gryffindor—. Toma, para que puedas animar a mi equipo. Soy el número 11 así que no me pierdas de vista.

El rubio cogió la bufanda por inercia, totalmente anonadado y sin saber qué decir. Tampoco le hubiera dado tiempo a contestar, porque James había salido como un vendaval del invernadero, rompiendo otra maceta a su paso.

—Pero yo soy de Slytherin —murmuró a la nada, con la mirada fija en los colores rojo y dorado de la bufanda.

Mordió su labio inferior, debatiéndose entre sentirse emocionado o aterrorizado.


*Asfódelo: es un miembro de la familia de las liliáceas y tiene hojas largas y delgadas. Se encuentra en todo el mundo, y se sabe que crece en los jardínes de Hogwarts.

*Puffapod: es una planta mágica que produce vainas grandes, de color rosa llenas de granos brillantes

*Amoenum: epíteto latino de amoenus que significa "agradable, encantador".


¡Hoooooooooola pajaritos sin cola!

Estoy aquí de nuevo y, como podréis ver, con una historia que no es Drarry y no es un One-shot. Me siento rara, aunque emocionada y tal vez un poco asustada pero tenía ganas de escribir sobre esta pareja.

Cómo haberos podido ver, es una historia un poco rara. Sé que a lo mejor al principio es un poco confuso así que para los que no lo habéis entendido del todo... sí, lo confirmo; he vuelto a Scorpius una planta jajaja

Ni si quiera sé de donde me ha salido la idea pero llevaba ya con ella muchos meses y ahora que tengo algo de tiempo me he permitido escribirla. No soy experta en jardinería, así que lo siento si hay algún error.

No será una historia larga, unos seis o siete capítulos más o menos. Espero que lo disfrutéis ^^